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como miembros de segunda categora o como personas a las que se les pueden
imponer las decisiones por va de autoridad. Tampoco resisten homilas que no
responden a una slida fundamentacin bblica y a un lenguaje acorde con las
comprensiones actuales de la realidad. Y menos una vida parroquial que pretende
afianzarse slo en el nfasis sacramental-litrgico o en la promocin de una
religiosidad popular enfocada en la bsqueda de milagros. Todo lo anterior tendr
adeptos. En algunos casos se llenarn ms las iglesias, pero nada de eso ser
garanta de una autntica renovacin eclesial.
Deca tambin Aparecida que los mejores esfuerzos de las parroquias en el inicio
de este tercer milenio debe estar en la convocatoria y en la formacin de laicos
misioneros porque el campo especfico de la actividad evangelizadora laical es el
complejo mundo del trabajo, la cultura, las ciencias, las artes, la poltica (174), es
decir, la renovacin parroquial no se har sin una formacin adecuada a los desafos
del presente pero formacin que bien valdra la pena ser tomada por todos los
miembros prrocos y fieles- porque nadie puede dar lo que no posee y una
conversin pastoral, como sugiere Aparecida (366), no surge de la nada sino de
una decisin personal de abrirse al cambio, a la renovacin y a la formacin.
Urge renovar nuestras parroquias. Urgen prrocos bien formados y con conciencia
de ser servidores de la comunidad. Urgen laicos/as formados y dispuestos a
responder al discipulado misionero. Y urge, principalmente, mayor sencillez y
disponibilidad por parte de todos/as para reconocer estas urgencias y disponerse a
una sincera conversin pastoral.