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Orilla intranquila
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Orilla intranquila

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About this ebook

Cuando las naves aparecieron en el cielo y se situaron sobre nuestras ciudades, nadie sabía lo que iba a ocurrir. La invasión fue implacable: querían conquistar el planeta y no les importaba destruir y matar todo lo que se interpusiera en su camino.Aquellos que sobrevivieron al primer ataque tuvieron que huir y abandonar todo cuanto amaban y conocían. La guerra parecía perdida, pero algunos plantaron cara y decidieron luchar para no ser exterminados. Y entre ellos se erigió un héroe.Sin embargo, cuando alguien se convierte en leyenda, la verdad de su historia su enturbia."Orilla intranquila" es una novela de acción sobre el heroísmo y el inicio de una leyenda y, lo que es más importante, sobre la verdad y las mentiras que la conforman.-
LanguageEspañol
PublisherSAGA Egmont
Release dateApr 30, 2021
ISBN9788726858310
Orilla intranquila

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    Orilla intranquila - Víctor Blázquez García

    Saga

    Orilla intranquila

    Copyright © 2013, 2021 Víctor Blázquez and SAGA Egmont

    All rights reserved

    ISBN: 9788726858310

    1st ebook edition

    Format: EPUB 3.0

    No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

    www.sagaegmont.com

    Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

    A Pedro e Isabel, por tirar de este carro Y hacer que todo esto sea posible.

    Y, siempre, a mi mujer y mis dos hijos

    La esencia del héroe

    Prólogo por Ángel Luis Sucasas

    «Podía empezar narrándote un cuento y acabar hablando de la majestuosa construcción de un monumento en la otra parte del mundo. Pero yo no soy el protagonista, apenas soy una rata de laboratorio y nadie quiere ser una rata de laboratorio. Los jóvenes sueñan con ser guerreros y levantarse en contra del invasor y defender a los suyos, como hizo él. Por eso Xander se llevó el mérito y se convirtió en el héroe del que hablan las canciones y todos los demás fuimos relegados al olvido por el resto de la gente».

    ¿Qué hace de un héroe un héroe? ¿Qué lo diferencia de todos aquellos con los que compartió desdichas en un momento de la historia? ¿Cómo se inició su leyenda; y por qué? Y lo más importante ¿Cuánto hay en ella de verdad?

    Sobre todas estas cosas versa la novela que tienes entre las manos: Orilla intranquila, una visión nada habitual sobre la heroicidad en tiempos de guerra que Víctor Blázquez (El cuarto jinete) se ha atrevido a narrar.

    Leer Orilla intranquila es cuestionarse, una y otra vez, sobre la esencia del héroe, sobre los mitos que narramos de aquellos entre nosotros que destacan y nos hacen soñar con ser como ellos.

    En tiempos de paz, esas estrellas son mucho más efímeras. Apenas un parpadeo y ya las hemos olvidado. En tiempos de guerra, sin embargo, sus historias permanecen con nosotros para siempre, porque en tiempos de guerra sufrimos, sangramos, perdemos a quienes más hemos amado y sentimos, en nuestras propias carnes, todos los tormentos de los desdichados.

    Orilla intranquila explora todos y cada uno de estos tormentos con crudeza mientras nos narra, en boca de un testigo, como uno entre los millones que sufren se convertirá en leyenda: Xander, el símbolo de la resistencia; el padre de la Orilla Intranquila.

    Pero, en contra de lo que se estila en la narración convencional esa legada de la figura de Jesucristo que Hollywood ha desacralizado y manoseado en sus narraciones de «elegidos para la gloria», en consonancia con el (falso) sueño americano—, Víctor Blázquez decide retratar al héroe de forma realista, cruda, sincera. El héroe no es: «uno entre nosotros». Es: «uno de nosotros».

    Y eso se traduce en una verdad muy difícil de tragar: no es el héroe el que existe sino nosotros quienes lo creamos, quienes pintamos su ficción cada día, exagerando sus logros y minimizando sus defectos, olvidando a todos aquellos que ayudaron a convertirlo en mito cuando aún no era nada.

    «Que no te extrañe, Xander sólo era un joven asustado que no tenía en su interior ni la capacidad de mando ni el interés por él que acabaría demostrando. Muchas veces, cuando la gente habla sobre Xander y lo ensalzan como Gran Héroe y Salvador, lo describen como si hubiera sido así desde su nacimiento, como si desde que fuera un embrión en el útero de su madre ya mostrara unas capacidades innatas para la guerra. Si uno hiciera caso a las historias podría llegar a creer que la guerra duró veinte años y Xander combatió en ella desde que era un niño y apenas levantaba un palmo del suelo, arrancando vidas de alienígenas con sus propias manos y liderando batallones y ejércitos siendo apenas un adolescente. Pero nada más lejos de la verdad, que no te engañen con cuentos».

    Que no te engañen con cuentos. Porque Xander, como todos los verdaderos héroes, fue como tú. Sintió miedo, fue cobarde, se equivocó una y mil veces, juzgó mal en muchas ocasiones y rechazó la opinión, por orgullo, de otros que habían juzgado bien.

    ¿Entonces, despojado de toda pantomima legendaria, qué nos queda? ¿Es el héroe digno de ser llamado tal por unas acciones concretas en el momento ideal que ya tiñen de gloria todo lo que hará después y ensombrecen para siempre en la ignorancia todo lo que no supo o debió hacer? ¿O más bien habría que decir que no hay héroes, solo personas, con todas sus miserias y glorias, y que nadie merece ser destacado sobre nadie?

    Y sin embargo la palabra héroe existe y todos hemos visto, aun aquel en la más pacífica y aburrida de las existencias, a alguien que la ha merecido. Tal vez descubrir que el héroe es «uno de nosotros», que se equivocó y fue débil, que no siempre actuó valientemente no lo haga menos digno de respeto, sino más.

    Y tal vez, tras llegar al FIN de esta historia, tú, lector, que habrás vivido el fragor de la batalla desde la Orilla Intranquila, dique de la resistencia contra el invasor homicida, hayas encontrado tu respuesta y descubras cuál es la esencia del héroe.

    XXX

    Ni siquiera soy capaz de imaginar lo que Xander sentía en aquellos momentos, con la capucha negra rodeando su cabeza y sumido en la más absoluta oscuridad ante el mundo que le rodeaba, ciego pero no sordo, oyéndoles moverse a su alrededor, parloteando en un extraño idioma que en los oídos de Xander sonaba como el barboteo de insectos en época de apareamiento.

    La tensión que debió sentir, los nervios a flor de piel pensando que en cualquier momento una de aquellas cosas podría volver un arma hacia él y acribillarle, como habían hecho con tantos de nosotros. Los alienígenas eran crueles, y lo habían demostrado en muchas ocasiones a lo largo de la guerra. No les importábamos, no se preocupaban por nosotros. Habían venido a aplastarnos, a arrebatarnos el planeta. Eso es lo único que les importaba.

    Xander se movía arrastrado por las pesadas cadenas que rodeaban sus muñecas y tobillos, sin saber dónde estaba, sin saber a dónde le llevaban, sabiendo que su vida estaba en el filo de la navaja, tropezándose en todo momento y casi cayendo, pero volviéndose a poner de pie. Ellos no concedían valor a la debilidad y caerse bien podía significar recibir un tiro en la nuca. Por eso Xander se incorporaba lo más deprisa posible cada vez que trastabillaba y amenazaba con irse al suelo. Se mantuvo firme siempre que pudo, no cedió ante los golpes y los empujones, pero tampoco protestó ni se mostró conflictivo. Tenía un plan, y supongo que eso le daba fuerzas.

    Cada vez que le gritaban y le golpeaban, siempre sin cuidado alguno, despectivos y ruines, él pensaba en Elia. Cada vez que creía flaquear, pensaba en Elia. Cada vez que el miedo encontraba una manera de introducirse en su cuerpo, Xander pensaba en Elia. Es parte de la leyenda, del mito. Alrededor de las hogueras, todos hemos oído y contado alguna vez la leyenda de Xander y su Orilla Intranquila. Ha pasado tantas veces de boca en boca que algunos datos se han tergiversado, otros se han engrandecido y los hay que incluso han sido inventados. Depende del lugar en el que oigas la historia, algunos hablarán del valor, otros discutirán si Xander estuvo en tal o cual batalla, los hay que llegarán a jurar que su fantasma sigue vagando por los campos yermos, ayudando a los débiles y a los desfavorecidos, protegiéndolos. Sea como sea, todos te contarán que Xander hablaba del pasado con una entonación particular, que cuando mencionaba a Elia podías llegar a pensar que la conocías, que incluso la amabas tanto como él lo hacía. Todos han oído hablar de cómo Xander y Elia se conocieron frente al gran árbol de hojas rojizas que presidía lo alto de una colina. A las tropas les gustaba escuchar a Xander, no solo porque hablaba como un líder sino porque su forma de recordar cómo era el mundo antes de Su llegada, antes de la guerra, siempre hacía aflorar los recuerdos y les devolvía el valor. Vi a muchos de los nuestros derramar lágrimas durante alguna de las charlas de Xander a la luz de una de las fogatas que calentaban las frías cuevas donde nos ocultábamos; yo mismo llegué a llorar como un crío hambriento una noche, mientras Xander nos contaba las cosas que recordaba y echaba de menos.

    Porque el mundo no siempre estuvo cubierto de ruinas y campos quemados. Eso es todo lo que las nuevas generaciones conocen pero nuestro mundo era próspero y hermoso antes de la invasión. Detrás de mi hogar se extendía un enorme campo de flores rojas hasta donde alcanzaba la vista. Era un lugar hermoso, y cuando el viento soplaba y mecía las flores casi parecía que el campo estaba sangrando. La última vez que estuve allí lo único que encontré fue devastación, cráteres humeantes, cuerpos destrozados y muertos por los bombardeos.

    Cuando la primera nave alienígena surcó el cielo y se detuvo sobre una de nuestras ciudades, Xander y Elia estaban celebrando su unión, todo el mundo sabe eso, y seguramente tú también lo hayas escuchado en más de una, y de dos y de tres ocasiones. Estaban riendo, felices y alegres, rodeados de sus seres queridos, amigos y familiares que se habían reunido para celebrar la unión, y en un momento dado Rio, uno de los mejores amigos de Xander y Elia, llegó a la carrera, señalando el cielo y gritando por la impresión, y provocando que la importancia del día cambiara de lugar. Xander y Elia dejaron de ser el centro de atención y pasaron a convertirse en unos espectadores más de uno de los momentos más impactantes que nuestra sociedad haya vivido jamás.

    Aquel día yo estaba trabajando. No conocía a Xander y aún estaba lejos de conocerle. Dedicaba toda mi concentración a examinar con detalle una nueva especie de gusano de agua descubierta en el fondo del océano una semana atrás. Había discusiones al respecto sobre quién iba a atribuirse el descubrimiento. El capitán de la barcaza decía que lo habían encontrado bajo su mando y por tanto tenía derecho sobre la propiedad de lo que hubieran hallado sus tripulantes. Quería que la nueva especie fuera conocida como Lionao Marino en honor a su hija, llamada Liona. Por otro lado, el verdadero descubridor, un tipo de mirada sibilina y gestos rudos llamado Teon, reclamaba los honores que le correspondían. Había sido él quien se había sumergido y había sido él quien había encontrado uno de aquellos gusanos en el fondo y había decidido llevarse uno como recuerdo en el recipiente que debería haber utilizado para recoger muestras de musgo submarino.

    De haber seguido su curso el mundo, aquel gusano habría acabado llamándose, con toda probabilidad, Lionao Marino, por motivos puramente burocráticos y de poder. El capitán de la barcaza tenía amigos influyentes que…

    …Lo sé, todo esto no te interesa, estás aquí para que te hable de Xander. Tiendo a irme por las ramas cuando hablo, es un defecto que me viene de familia, tendrías que haber oído a mi padre contando historias. Podía empezar narrándote un cuento y acabar hablando de la majestuosa construcción de un monumento en la otra parte del mundo. Pero yo no soy el protagonista, apenas soy una rata de laboratorio y nadie quiere ser una rata de laboratorio. Los jóvenes sueñan con ser guerreros y levantarse en contra del invasor y defender a los suyos, como hizo él. Por eso Xander se llevó el mérito y se convirtió en el héroe del que hablan las canciones y todos los demás fuimos relegados al olvido por el resto de la gente.

    Tuve la desgracia de vivir en primera persona la invasión y la sangrienta y violenta lucha que vino después; también tuve la suerte de conocerle y de ver muchas de aquellas cosas por mí mismo. Nunca negaré el valor que tuvo su presencia, ni sus hazañas, pero hay muchos agujeros en la historia oficial respecto a él y respecto a muchos otros que lucharon a su lado y cuyos nombres han sido olvidados. Esto es así y así ha sido siempre, claro. Muchos combatieron en la gran guerra pero no tenían su carisma. Nadie habla sobre Fonte y sus valientes, de la violencia con la que los nuestros cayeron sobre los invasores y les repelieron; tampoco habla nadie ya de Niome y la sangrienta lucha que tuvo lugar en el estrecho montañoso; y por supuesto, nadie habla de las ratas de laboratorio aunque también hiciéramos nuestra parte. Las guerras no se luchan en solitario, eso es lo que quiero dejar claro.

    Pero si es de Xander de quien quieres oír hablar, será de Xander de quien te hable. Aunque lo haré a mi manera, es mejor que eso quede claro ahora, al principio, para no lamentar luego inconvenientes. Para tu reportaje, cualquiera podría contarte la historia de las canciones y los cuentos que las madres susurran a sus hijos para infundirles valor en las noches oscuras y ahuyentar sus miedos. Estoy seguro, de hecho, que ya conoces esas historias.

    Fue el propio Rio quien me contó que Elia estaba preciosa aquel día, que sus ojos refulgían como joyas y que su felicidad podía palparse y contagiarse; que cualquiera que se acercaba a ella terminaba sonriendo y rebosante de alegría aunque no supiera por qué. También me dijo que Xander parecía incapaz de dejar de mirarla. Todo el mundo se acercaba a él para darle la enhorabuena, y él tenía un momento para dedicarle a cualquiera, amable y educado, pero sus ojos se desviaban y la buscaban anhelantes a cada rato y cuando la encontraban, sonriendo y saludando a su vez a los que se acercaban a ella para felicitarla, la expresión de Xander se ablandaba, suspiraba de amor y bebía los vientos por ella. Rio era un buen chico, vivaracho, muy inteligente y siempre dispuesto a ayudar, probablemente uno de los amigos más fieles de Xander, siempre a su lado y dispuesto a obedecer sus órdenes.

    Cuando la primera nave apareció surcando el cielo, Rio estaba fuera del recinto hablando con unos amigos. Lo primero que oyeron todos fue un zumbido que provenía del norte y se intensificaba por momentos. Ninguno de ellos lo entendía, y no podían ver qué lo producía porque los edificios les tapaban la vista. Después cruzó por encima de sus cabezas, enorme y metálica, de ese color gris plateado que todos recordamos, levantando lo que parecía un huracán por debajo. Las ropas de Rio y sus amigos se agitaron y sacudieron como látigos y la tierra se levantó a su alrededor lanzando polvo y arena en todas las direcciones. Todos siguieron con la mirada la enorme nave, con las bocas abiertas por la impresión. Luego Rio se giró y corrió al interior del edificio para llamar la atención del resto, gritando y tratando de explicar lo que había visto. Xander salió con todos los demás, todo el mundo se agolpaba junto a las puertas del edificio, las miradas vueltas hacia el enorme aparato, que parecía haberse detenido en medio de la ciudad, elevado a unos ciento cincuenta metros del suelo. En algún momento, Xander buscó a Elia y sus manos se entrelazaron, en sus corazones la misma sensación de miedo y curiosidad que nos embargaba a todos en aquel momento.

    Como ya te he comentado, yo estaba en el laboratorio tomando notas sobre las características de aquel gusano marítimo de apenas la longitud de un dedo y aspecto terroso. Era una criatura fascinante y estaba completamente entregado a su estudio. Cuando rememoro aquel momento siempre digo que oí el zumbido producido por la nave al pasar por encima de nuestro edificio, aunque la verdad es que creo que estaba tan entusiasmado con el gusano que ni siquiera me enteré hasta que Fox entró gritando en la sala. Fox era mi joven ayudante, aunque por su aspecto parecía un anciano debido a una curiosa enfermedad de la piel que le creaba arrugas y le daba un aspecto casi amarillento, pero era despierto y trabajador. Al principio no fui capaz de entender nada de lo que decía, así de nervioso estaba. Daba saltitos y señalaba hacia arriba y yo seguí con la mirada la dirección de su brazo pero sólo encontré el techo, así que le miré y le pedí que se calmara y me explicara qué demonios pasaba que fuera tan importante para entrar así en el laboratorio y casi producirme un paro cardíaco.

    —¡Una nave!—gritó, abriendo mucho los ojos.

    Recuerdo que pensé que estaba delirando, que aquella expresión enloquecida tenía que significar que había perdido la cabeza, pero cuando me agarró del brazo y me guio al exterior, me dejé llevar. Al principio, la luz del sol me hizo entrecerrar los ojos y parpadear, incapaz de distinguir aquello que Fox quería que viera y que no dejaba de señalar mientras exclamaba una y otra vez ¡Una nave! Después logré abrir los ojos y la vi. Desde donde estábamos nosotros teníamos una vista privilegiada de la plaza donde ellos descendieron por primera vez. Cuando me asomé al balcón, la nave estaba suspendida en el aire, inmóvil, tan majestuosa como enorme en aquel estado de latente espera, como ahorrando energía. Casi parecía que hubiera estado allí desde siempre. La gente empezaba a acercarse por las calles, si uno miraba hacia abajo podía ver numerosas cabezas vueltas al cielo, las bocas abiertas por el asombro. Yo mismo tuve aquella expresión idiota en mi cara durante un buen rato. ¿Y quién no?

    Todo el mundo confluía en la plaza y en las calles aledañas, tal era la fascinación y la curiosidad que sentíamos. Abandonamos el laboratorio y nos introdujimos en medio de la muchedumbre, deseosos de estar presentes cuando ocurriera lo

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