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“Anselmo mio" de Ema Wolf en Libro de Jos prodigios, Editorial Norma, © Ema Wolf “Los héctores’ de Ricardo Marifio, en El colectivo fantasma y otros cuentos de! cementerio, Editorial Atlantida. © Ricardo Marifio “Manos" de Elsa Bornemann en {Socorro}, Editorial Alfaguara, © Elsa Borneman, “De los Apeninos a Los Andes" de Marcelo Birmajer Fragmento del capitulo "Tribulaciones de un padre eseritor” en Me gustaba mas cuando era hijo. Puerto de Palos. © Marcelo Birmajer “La leccién" de Mempo Giardinelli en Cuentos con mi papd, Editorial Alfaguara © Mempo Giardinelli llustracion de tapa ¢ interior: Jimena Tello Coleccién: "Programa de abuelos y abuetas leccuentos" MinisteRio 0¢ Eoueacion, Clenca ¥ Tecnovocta Unipao be Proskaus Esrecntes Cantata Nacional oe LectuRa Pizzurno 935. (C1020ACA) Ciudad de Buenos Aires. Tel: (011) 4129 1075. campnacionaldelectura@me.gov.ar - www.me.gov.ar/lees Repiiblica Argentina, 2006 Neat ANSELMO Mio -Ema Wotr- Mi Anselmo no deja de mirarme. Cruza de topo y alcaucil, eso es mi Anselmo. Ayer dimos una conferencia de prensa para que el mundo lo cono- ciera. {Maravilla de Ultima generacién! La verdad, estuvo mas modesto que yo y que Lopresti delante de esa gente. No habld, se ponia colora- do. -¢Usted es un hibrido resultante de una manipulacion genética? -le preguntaron. Elhizo que si con la cabeza. Divino estuvo, se los metid a todos en el bolsillo. -gY qué come?- Anselmo me miré como pregun- tandome 'Zqué voy a comer?’ En ese momento no supe qué contestar pero agendé el problema para mas tarde, no quiero que se me debilite. Les cayé muy bien a los periodistas, mucho mejor que el conejoide de Saladillo -gqué le habran visto a esa cosa?- porque es muchisimo mas expresivo y muchisimo mas simpatico. jSe puso a roer el micrdfo- no, el pequefio bruto! De cualquier manera, a ellos solamente les inte- resan las frivolidades. ¢Quién va a ser la novia de Anselmo? ¢Cuanto costé fabricarlo? gDe qué signo es? {Qué seria si no fuera lo que es? éQué se siente al nacer de un tubo de vidrio? Tonterias todas. No entienden nada de la ciencia ni de sus prodigios. ¢Para qué sirve Anselmo?, preguntaban. Ni siquiera nos molestamos en contestarles. Como todo el mundo sabe, los topos son inmunes a la mas impor- tante plaga que afecta a los alcauciles, y viceversa. Ningun topo contraera nunca la podredumbre del pie, que viene diezmando por la base a las poblaciones de alcau- ciles desde la antigiiedad, y tampoco se conocen alcauciles infestados de pulgas. Anselmo es resistente a ambos flagelos. Y extraordinariamente manso. (La combinacién genética de dos seres mansos siempre da un tercer ser manso, 0 un cuarto, 0 los que tengan que ser). Esta protegido del lobo y de la cigiiefia predadores porque si bien esos dos comen topos, no comen vegetales. Por razones obvias también esta completamente a salvo de acabar en una ensaladera, o en un relleno. Confio en que no envejezca ni se marchite, aunque esa parte es dudosa. Ventaja practica de Anselmo: cava tuneles bajo la tierra. Ventaja poética: se deshoja. Sin duda esta emparentado con los seres fantasticos, que también son mezcla y tampoco son naturales, pero los supera en belleza, gracia y modernidad. Véase si no al Basilisco, ridiculo esperpento pampeano con cabeza de gallo, cola de serpiente y escamas de pez, tipico vejesto- rio medieval que se deshace apenas se mira en el espejo o siente el olor de la comadreja overa. A Anselmo no lo afectan ni la Hluvia ni los plaguicidas. Sera chiquito, pero es como un coloso con un pie en cada reino, el animal y el vegetal, en equilibrio. Tengo que decir que me lo encargé mi jefe, el licenciado Lopresti, que sera un adoquin, pero es imaginativo a la hora de hacer combina- ciones. Mas no lograra quedarse con la gloria mia Lopresti. jNo lo logra- ra! La idea le pertenece, lo admito, pero ni por un momento lo dejé meter sus sucias ufias en mis tubos. El laboratorio tiene tecnologia exquisita. Top top. Muchas micropi- petas. Yo uso bata blanca y guantes y barbijo verdes que hacen juego con el color de mi ordenador. Tomo un gen de aqui, otro de alla..., los genes se manipulan con pinza de depilar, con mucho cuidado y siem- pre tomandolos por la manija, después se ensamblan, se ajustan, sé pegan, se deja secar el pegamento y... Y- Anselmo me mira. Su parte de topo es eficiente, industriosa, realista, ahorrativa y sen- sata. Su parte de alcaucil es de corazon tierno con tendencia a la con- templacion -joh, viento del huerto, méceme!- y, como quien dice, a ras- carse. El elemento comun a ambas partes es la tierra, of course, pero una parte de Anselmo estropea los sembrados de la otra por esa mania de cavar galerias subterraneas que tienen los topos. Esto puede parecer confuso, pero no lo es. Espero que no haya lios entre las partes. Lopresti quiere que me lo lleve a casa. Es porque en el lavoratorio ya no hay lugar para tantos experimen- tos. Vuelan, graznan, chapotean, escupen semillas... La planta de maiz empezo a poner huevos, el cerdito perdié las hojas en el otofo pero ahora esta floreciendo. La verdad: molestan. Los tenemos todo el dia entre los pies. La mujer de la limpieza se queja porque dice que esta cansada de barrer porquerias, que a ella le pagan por limpiar un labo- ratorio y que para limpiar viveros y zooldgicos el precio es otro. Esta mafiana se desparramaron las lombrices luminiscentes. {Vuelta a jun- tarlas, una por una! Tiéne razon Lopresti, somos muchos aca adentro. También esta su verruga. El preferiria ignorarla, pero lamentablemente tenemos que contarla como uno mas entre nosotros. Sé que no viene al caso ahora, pero decirlo me alivia. Mi jefe -Zya dije que se llama Lopresti?- tiene una verruga en el pomulo derecho que es como una pequefia persona. Con una cabecita que se mueve, con boquita, pelitos y ojitos que pestafiean. Es como un homunculo facial del tamafio de un grano grande. Uno no puede dejar de mirarla. No sé si la tiene de nacimiento o por culpa de alguna chapuceria que se mandé en el laboratorio. Habra intentado clonarse? Me acostumbré a todo, menos a la verruga de Lopresti. No puedo tratarla como a una persona y tampoco hacer como si no existiera. A veces me vienen impulsos de saludarla pero no sé si corresponde, 0 como lo tomara él. Si se la extirpan, ha de ser homicidio. No es mala idea llevarme a Anselmo a casa, siempre y cuando Lopresti admita que el papa de Anselmo soy yo. iYa esta, me lo Ilevo! Puedo llegar a encarifiarme mucho con él. En mi edificio no dejan tener animales pero abajo esta lleno de plantas, asi que lo voy a hacer pasar por lo que me conviene: un alcaucil. Dormird en maceta. &Y si cava? giY SI CAVAI? éSi se le aparece a la encargada en el piso de la cocina mientras esta tomando sus lactobacilos? Que cave, para eso tiene manitas. No pienso reprimirlo. Que siga sus impulsos, cual- quiera, el impulso que le venga mejor. jAnselmin! jCuore santo! Me mira. 2Por qué me mira asi? Debe tener hambre. Ya mismo le preparo una papilla de humus e insectos. LOS HECTORES -Ricarpo Marivio- La muerta de peor caracter de todo el cementerio era Ana Maidana de Quintana. En vida, Ana habia sido maestra y directora de escuela. Al cementerio habia llegado hacia sélo un mes y los problemas con ella comenzaron ése mismo dia. Tras un breve paseo entre las tumbas Ana tuvo una reaccién inespe- rada: se puso a gritar enojada. Su enojo se debia a una leyenda que vio en una placa de bronce: 5 jJosé, te fuistes, pero sigues vivo en nuestros corasones! -"@Fuistesss” -pronuncié Ana, exagerando la ese-. "écorasssones? Siguid caminando y pocos metros mas alld otra leyenda llamo su atencién: Cristina: te recuerdan tu esposo, higos y nietos -éHigos? éLos higos recuerdan a Cristina? -dijo Ana, llena de bron- ca- Qué higuera da higos con sentimientos? Enseguida la espanto el texto de otra ldpida: iQuerida espos. como aca! jos reuniremos en el mas halla y ceremos felices Pero lo que terminé de ponerla frenética fue su propia tumba en la que habia varias placas de bronce. En una de ellas, decia: En memoria de Ana de Quintana, maestra egemplar, que nos ence- nid todo lo que savemos. Sus ex alunos que tanto la lioran. -jAhhhh -fue el interminable grito de Ana, que le eriz6 la piel y le puso los pelos de punta a los muertos y vivos de diez kilometros a la redonda. Eran las siete de la mafiana. En ese momento el encargado del cementerio, el sefior Héctor Funes, tomaba mates con el sepulturero, sefior Héctor Pozos, y el vendedor de flores, sefior Héctor Clavel. Eran los unicos seres humanos vivos presentes en el cementerio y, aunque no podian escuchar el grito de un muerto, si experimentaron un profundo escalofrio. El fuego del calentadorcito se apagd, los pajaros huyeron de los arboles, y un silencio de sepulcro cubrié la escena. -Un muerto ha entrado en cdlera -anuncié sombrio Héctor Funes, que después de treinta afios de ejercer como encar- gado del cementerio sabia todo lo que se puede saber sobre los muertos. Héctor Pozos se puso palido como una lapida de marmol y su vista quedo fijada en la ahora inexis- tente llama del calentadorcito. Héctor Clavel salt a su bicicleta y no dejé de pedalear hasta llegar a su casa. Mucho se hablo ese dia sobre esa desagra- dable sensacién experimentada por todos en la ciudad, pero mucho mas se dijo en los dias siguientes, cuando comenzaron a registrarse extrafios sucesos: Un quinto grado completo fue persegui- do por un libro de gramatica que trataba de morderle la cabeza a los pequefios. A una chica le aparecié escrito en la panza la leyenda “las palabras terminadas en aba se escriben con b". Un carnicero, que acababa de escribir un cartel anunciando “Azado espesial”, fue atacado por una tira de chorizos que envolvié su cuello como una boa constrictora y trato de asfixiarlo. Un sefor en cuya casa habia un cartel que decia “Electrisidad”, fue perseguido dos cuadras por una plancha voladora que traté de que- marle las nalgas. La ciudad estaba bajos los efectos del panico. Nadie entendia a qué se debian los ataques paranormales. Los unicos que tenian un plan para intentar remediar aquello eran los héctores. Héctor Funes, Héctor Pozos y Héctor Clavel estaban preocupados porque ya casi nadie visitaba el cementerio. Los pocos que lo hacian, pasaban rapido por la tumba de su pariente y no compraban flores ni dejaban propinas. Hubo fallecidos que fueron enterrados en cemente- rios de localidades ubicadas a 50 0 100 km de alli. El cementerio de los héctores se desbarrancaba econémica y moralmente. Un dia los héctores compraron pinceles, pinturas y una edicién usada de “Dudas y errores frecuentes del idioma castellano", un peque- fio manual. Durante una jornada completa se dedicaron a corregir los errores en las lapidas y una noche, sin que nadie los viera, acarrearon baldes y una escalera por toda la ciudad hasta corregir todos los carte- les con errores. Al principio la gente observé con extrafieza las correcciones en los car- teles, pero reacciond con mas temor cuando una maestra jubilada, dijo: -iEs el fantasma de Ana Maidana de Quintana! Solo ella podria hacer algo asi. Los tres héctores se juramentaron no contar nunca la verdad. Ana volvié a su tumba y se quedé tranquila. Con el tiempo la gente olvidé los ataques fantasmales y volvié a visitar normalmente el cementerio. Pero para los héctores las cosas ya no volvieron a ser como antes: como contagiados por una maldicién (gla maldicion de Ana Maidana de Quintana?), cada vez que veian un error no podian dejar de correr a corregirlo. MANOS -ELSA BoRNEMANN- Montones de veces -y a mi pedido- mi inolvidable tio Tomas me cont esta historia “de miedo” cuando yo era chica y lo acompafiaba a pescar cier- tas noches de verano. Me aseguraba que hab/a sucedido en un pueblo de la provincia de Buenos Aires. En Pergamino o Junin o Santa Lucia... No recuerdo con exactitud este dato ni la fecha cuando ocurrié tal acontecimiento y -lamentablemente- hace afios que él ya no esta para aclararme las dudas. Lo que si recuerdo es que -de entre todos los que el tio solia narrarme mientras sostenia la cafia sobre el rio y yo me echaba a su lado, cara a las estrellas- este relato era uno de mis preferidos. -jTe-pone los pelos de punta y -sin embargo- encantada de escu- charlo! @Quién entiende a esta sobrina? -me decia el tio-. Ah, pero después no quiero quejas de tu mama, eh?. Te lo cuento otra vez a cambio de tu promesa... Y entonces yo volvia a prometerle que guardaria el secreto, que mi madre y no iba a enterarse de que él habia vuelto a narrarmelo, que iba a aguantarme sin llamarla si no podia dormir mas tarde cuando -de regreso a casa- me fuera a la cama y a la soledad de mi cuarto. Siempre cumpli con mis promesas. Por eso, esta historia de manos -como tantas otras que sospecho eran inventadas por el tio o recorda- das desde su propia infancia- me fue contada una y otra vez. Y una y otra vez la conté yo misma -afios después- a mis propios “sobrinhijos" asi como -ahora- me dispongo a contartela: como si -también- fueras mi sobrina o sobrino, mi hija o mi hijo y me pidieras: -iDale, tia; dale, mami, un cuento “de miedo”! Y bien. Aqui va: Martina, Camila y Oriana eran amigas amiguisimas. No s6lo concurrian a la misma escuela sino que -también- se encon- traban fuera de los horarios de las clases. Unas veces, para preparar tareas escolares y otras, simplemente para estar juntas. De otofo a primavera, las tres solian pasar algunos fines de sema- na en la casa de campo que la familia de Martina tenia en las afue- ras de la ciudad. iCémo se divertian entonces! Tantos juegos al aire libre, paseos en bicicleta, cabalgatas, fogones al anochecer... Aquel sabado de pleno invierno -por ejemplo- lo habian disfrutado por completo. Y la alegria de las tres nenas se prolongaba -atin- durante la cena en el comedor de la casa de campo porque la abuela Odila les reservaba una sorpresa: antes de ir a dormir les iba a ensefiar unos pasos de zapateo americano, al compas de viejos discos que habia traido especialmente para esa ocasién. Adorable la abuela de Martina. No aparentaba la edad que tenia. Siempre dinamica, coqueta, de buen humor, conversadora. Habia sido una excelente bailarina de “tap” Las chicas lo sabian y por eso le habian insistido para que bailara con ellas. Por qué no lo dejan para mafiana a la tardecita, eh? Ya es hora de ir a descansar. Ademéas, la abuela no paré un minuto en todo el dia. Debe de estar agotada. La mama de Martina traté -en vano- de convencerlas para que se fueran dormir. A las cuatro y no sdlo a las nifias, porque la abuela tam- poco estaba dispuesta a concluir aquella jornada sin la anunciada sesion de baile. Asi fue como -al rato y mientras los padres, los perros y la gata se ubicaban en la sala de estar a manera de pUblico- la abuela y las tres nenas se preparaban para la funcidn casera de zapateo americano. Afuera el viento parecia querer sumarse con su propia melodia: sil- baba con intensidad entre los arboles. Arriba -bien arriba- el cielo, con las estrellas escondidas tras espe- sos nubarrones. La improvisada clase de baile se prolongé cerca de una hora. El tiem- po suficiente como para que Martina, Camila y Oriana aprendieran -entre risas- algunos pasos de "tap" y la abuela se quedara exhausta y muy acalorada. Pronto, todos se retiraron a sus cuartos. Alrededor de la casa, la noche, tan negra como el sombrero de copa que habian usado para la funcion. Las tres nenas ya se habian acostado. Ocupaban el cuarto de hués- pedes, como en cada oportunidad que pasaban en esa casa. Era un dormitorio amplio, ubicado en el primer piso. Tenia venta~ nas que se abrian sobre el parque trasero del edificio y a través de las n cuales solia filtrarse el resplandor de la luna (aunque no en noches como aquella, claro, en la que la oscuridad era un enorme poncho cubriéndolo todo). En el cuarto habia tres camas de una plaza, colo- cadas en forma paralela, en hilera y separadas por solidas mesas de luz. En la cama de la izquierda, Martina, porque preferia el lugar junto a la puerta. En la cama de la derecha, Camila, porque le gustaba el sitio al lado de la ventana. En la cama del medio, Oriana, porque era miedosa y decia que asi se sentia protegida por sus amigas. Las chicas acababan de dormirse cuando las desperté -de repente- la voz del padre. Terminaba de vestirse -nuevamente y deprisa- a la par que les decia: -la abuela se descompuso. Nada grave -creemos-, pero vamos a lle- varla al hospital del pueblo para que la revisen, asi nos quedamos tran- quilos. Enseguida volvemos. Ah, dice mama que no vayan a levantarse, que traten de dormir hasta que regresemos. Hasta luego. éDormir? ¢Quién podria dormir después de esa mala noticia? Las chi- cas no -al menos- preo- cupadas como se que- daban por la salud de la querida abuela. Y menos pudieron dor- mir minutos des- pués de que oyeron el ruido del auto del padre, saliendo de la casa, ya que a la angustia de la espe- ra se agrego el miedo por los tremendos rui- dos de la tormenta que -finalmente- habia decidido desmelenarse sobre la noche. Truenos y rayos que conmovian el corazon. Relampagos, como gi- gantescas y electrizadas luciérnagas. El viento, voledndose como pocas veces antes. -jTengo miedo! jTengo miedo! -gritd Oriana, de repente. Las otras dos también lo tenian pero permanecian calladas, tragan- dose la inquietud. Martina traté de calmar a su amiguita (y de calmarse, por qué negarlo) encendiendo su velador. Camila hizo lo mismo. La cama de Oriana fue -entonces- la mas iluminada de las tres ya que -al estar en el medio de las otras- recibia la luz directa de dos veladores. -No pasa nada. La tormenta empeora la situaci6n, eso es todo -decia Martina, dandose animo ella también con sus propios argumentos. -Enseguida van a volver con la abuela. Seguro -opinaba Camila. Y asi -entre lamentaciones de Oriana y las palabras de consuelo de las amigas mas corajudas- transcurrié alrededor de un cuarto de hora en todos los relojes. Cuando el de la sala -grande y de péndulo- marco las doce con sus ahuecados talanes, las jovencitas ya habian logrado tranquilizarse bas- tante, a pesar de que la tormenta amenazaba con tornarse inacabable. Las luces se apagaron de golpe. -{No me hagan bromas pesadas! -chillo Oriana-. jEnciendan los veladores otra vez, malditas! -y asustada, ella misma tanted sobre las W mesitas para encontrar las perillas. Solo. encontré las manos de sus amigas, haciendo lo propio. -jYo no apagué nada, boba! -pro- testé Camila. -Se habra cortado la luz! - supuso Martina. Y asi era només. Demasiada . electricidad haciendo travesuras en el cielo y vata alli -en la casa~ donde tanto se necesitaba en esos momentos... Oriana se echo a llorar, desconsolada. -jTengo miedo! jHay que ir a buscar las velas a la cocina! jHay que bajar a buscar los fésforos y velas! {0 una linterna! -"jHay que!" "jHay que!” {Qué viva la sefiorita! jY quién baja, eh? éQuién? -se enojd Camila-. Yo, ini loca! -iYo tampoco! -agregé Martina-. Esta Oriana se cree que soy la supernifia, pero no. Yo también tengo miedo, jqué tanto! Ademas, mi mama nos recomend6 que no nos levantaramos, Zrecuerdan? Oriana Iloraba con la cabeza oculta debajo de la almohada. -Buaaaah... @Qué hacemos entonces? jMe muero de miedo! Por favor, bajen a buscar velas... Sean buenitas... Buaaah... Martina sintié pena por su amiga. Si bien eran de la misma edad, Oriana parecia mas chiquita y se comportaba como tal. Se compadecid y actué -entonces- cual si fuera una hermana mayor. -Bueno, bueno; no llores mas, Ori. Tranquila... Se me ocurrié una idea. Vamos a hacer una cosa para no tener mas miedo, ési? -é0- - -ué...? -balbuced Oriana. -4Qué cosa? -Camila también se mostré interesada, logico (aunque seguia sin quejarse, el temor la hacia temblar). Martina continué con su explicacion: -Nos tapamos bien -cada una en su cama- y estiramos los brazos, bien estirados hacia fuera, hasta darnos las manos. “ue Enseguida, lo hicieron. Obviamente, Oriana fue la que se sintié mas amparada: al estar en el medio de sus dos amigas y abrir los brazos en cruz, pudo sentir un apretoncito en ambas manos. {Qué suertuda, Ori!, geh? -brome6 Camila. Desde tu cama se recibe compafiia de los dos lados.. -En cambio nosotras. completé Martina- sdlo con una mano... Y asi -de manos fuertemente entrelazadas- las tres nifias lograron vencer buena parte de sus miedos. Al rato, todas dormian. Afuera, la tormenta empezaba a despedirse. Gracias a Dios, la abuela ya se siente bien -les contd la madre al amanecer del dia siguiente, en cuanto retornaron a la casa con su mari- do y su suegra y dispararon al primer piso para ver cémo estaban las chicas-. Fue sdlo un susto. Como -a su regreso- las nifias dormian placidamente, la abuela misma habia sido la encargada de despertarlas para avisarles que todo estaba en orden. {Qué alegria! -Asi me gusta. {Son muy valientes! Las felicito -y la abuela las besé y les prometid servirles el desayuno en la cama, para mimarlas un poco, después de la noche de nervios que habian pasado. -No tan valientes, sefiora... Al menos, yo no... -susurré Oriana, algo avergonzada por su comporta- miento de la vispera-. Fue su nieta la que consiguié que nos calmaramos. Tras esta confesion de la nena, padres y abuela quisie- ron saber qué habian hecho para no asustarse demasiado. Entonces, las tres amiguitas les contaron. -Nos tapamos -bien, cada una en su cama como ahora... 15, -Estiramos los brazos asi, como ahora... -Nos dimos las manos con fuerza, asi, como ahora... jQué impresién les causé lo que comprobaron en ese instante, Maria Santisima! Y de la misma no se libraron ni los padres ni la abuela. Resulta que por mas que se esforzaron -estirando los brazos a mas no poder- sus manos infantiles no llegaban a rozarse siquiera. iY habia que correr las camas laterales unos diez centimetros hacia la del medio para que las chicas pudieran tocarse -apenas- la punta de los dedos! Sin embargo, las tres habian -realmente- sentido que sus manos les eran estrechadas por otras, no bien Ilevaron a la accién la pro- puesta de Martina. -dé¢Las manos de quién??? -exclamaron entonces, mientras los adultos trataban de disimular sus propios sentimientos de horror. -éééDe quienes??? -corrigid Oriana, con una mueca de espanto. jElla habia sido tomada de ambas manos! Manos. Cuatro manos mas aparte de las seis de las nifias, moviéndose en la oscuridad de aquella noche al encuentro de otras, en busca de afe- rrarse entre si. Manos humanas. Manos espectrales. (Acaso -a veces, de tanto en tanto- los fantasmas también tengan miedo... y nos necesiten...) 6 © DE LOS APENINOS A LOS ANDES -MarceLo BIRMAJER- Debido a que nos mudamos, tuve que cambiar de colegio a mi pequefio hijo de cinco afios. No fue facil tomar la decision. Intenté resistir: como los viajes en auto lo marean, propuse a mi esposa Ilevar- lo yo mismo, caminando, hasta su antigua escuela. Si el "Marco" de Edmundo De Amicis camino de los Apeninos a los Andes para reencon- trarse con su madre, Zpor qué no iba a poder yo caminar doscientas cincuenta cuadras con mi hijo a cococho para salvarlo de la tragedia de cambiar de colegio? Pero mi esposa imagind la escena: yo, exdnime, desmayado; a merced de transeuntes desconocidos. -Ya sé -grité como una eureka, imbuido de una conviccién mistica. Vivimos en una carpa de lunes a viernes, al lado del mismo colegio. Y los fines de semana, volvemos a la nueva casa. Pero mi esposa sugirié que yo no seria capaz de recordar sacarme las zapatillas cada vez que ingresara en la carpa, por lo que nuestra vida se tornaria un infierno. Y cuando ya estaba dispuesto a pagar la-primera cuota del helicoptero, la decision gubernamen- tal de robarnos nuestros ahorros dio tierra con la idea. De modo que habia que cam- biarlo de colegio. -Hablale vos -le dije a mi mujer-. Es facil; explicale que hay cosas mucho peores: terremotos, tiburones. Contale que los que se pierden en el Triangulo de las Bermudas no vuelven nunca més; mientras que a él, sdlo lo vamos a cambiar de colegio. Mi mujer escuché en silencio las propuestas y respondid: -Si le hablo yo, le hablo yo. Pero no le hablo. Pasaban los dias y, en ocaciones, no le hablaba por- que estaba a punto de comer y no queria ponerlo nervioso, porque justo le habia comprado un juguete nuevo y no queria arruinar la sor- presa 0 porque, en ese momento, no lo veia preparado. Cuando me dijo que no le queria dar a las diez de la mafiana la noticia para que se fuera a dormir tranquilo, supe que tendria que hablar yo. Me preparé. Compré titeres, un video no violento de la anterior Europa del este y diversos discos compactos. Me dije que, antes de hablarle, le haria llegar el mensaje en forma indirecta. Subliminal- mente, mientras jugaba con su Jedi, yo le hacia escuchar la cancion Presente, de Vox Dei: “Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina’. Pero no parecié conmoverlo. Interrumpia un cuento y le decia: -Hijo, las abejas nacen, se reproducen y, lamentablemente, mueren. Todo cambia. Creo que las marsopas hibernan, es decir, pasan seis meses sin saludarse. Los osos, seguro, ¢Entendés? Mi hijo pedia que le siguiera leyendo el cuento, afortunadamente escrito por personas normales... Cuarenta y ocho horas antes de inscribirlo, mi esposa y yo descubrimos que si no le deciamos la verdad, mi hijo lla~ maria a sus nuevos compaferitos con los nombres de los anteriores. -Yo se lo digo -dijo por fin mi esposa. Lo despertdé, porque el pobre dormia, le susurré al oido la terrible novedad y lo dejo seguir durmiendo. -iEstés segura de que te escucho? -Por supuesto -respondié mi mujer. Y se encerré a llorar en el bafio. Velamos junto a su cama: esperabamos verlo levantarse entre pesa- dillas, gritando el nombre de su Ultima maestra, intentando aferrarse vanamente a los amados compaiieritos, a los que nunca mas veria. Por la mafiana, cuando lo vimos desayunar en paz, Supusimos que el men- saje no le habia quedado claro. -No vas a volver al colegio del afto pasado -le dije con la voz tré- mula de dolor. -Ya sé -dijo mi hijo con la tranquilidad tipica de los negadores, liqui- dando su chocolatada. Pasamos las siguientes horas como el reo que aguarda su ejecucion. dLloraria en la entrada, se quedaria livido frente a las caras extrafas, seria éste el material de los peores conflictos de su futura vida adulta, estariamos dandole la imagen de que el mundo es vertiginoso e inse- guro? {Dios mio! Finalmente, el hombre, mi hijo de cinco afios, entré en su nueva escuela. Todo parece indicar que jugd y conversé con normalidad. No le noté erupciones ni incoherencias. Como siempre, cuando le pregunté cémo la habla pasado, me dijo que esas cosas solo las hablaba con Batman. Le pregunté si habia extrafiado su antigua escuela. -No te preocupes, papa -me dijo-. Si querés, un dia te llevo a que te despidas de los otros padres. “19 LA LECCION ~MEMmpo GIARDINELLI- Es verano y camino bajo las calles arboladas de Resistencia. Como suele suceder cuando el espiritu se vuelve contemplativo y se caminan los viejos senderos de la infancia, me acuerdo de mi padre y de la leccidn que me dio cuando yo tenia ocho o nueve afios y vivi- amos en la calle Necochea. En la esquina de esa calle y la que entonces se llamaba como la cuna de nuestra independencia y hoy nombra a un précer contempord- neo, habia un almacén de ramos generales, especie de tienda mayorista, propiedad de una familia Conterno. En las veredas habia tipas y jacarandaes cente- narios que seguramente algunos de los intendentes sabios y prudentes que hemos tenido mandé talar en nombre del progreso, o en ocasion de algtin negociado repavimentador, quién sabe. A esos arboles solia- mos treparnos para cazar chicharras, con los chicos del barrio. Habia dos hermanos bastante tenebrosos, que eran mis vecinos y compinches: Jorge y Tuchi, hijos de un relevante cirujano que fallecié muy joven, en esos afios 50. Eran tres y dos afios mayores que yo, y por lo tanto mis idolos. En el barrio se decia: “esos chicos son la piel de Judas", seguramente incluyéndome. Nos queriamos con la ceguera de la infancia, y éramos socios en las mas diversas, inocentes tropelias: cazar pajaritos a hondazos; comer mandarinas o moras de los patios del vecindario; tirarles frutitas de paraiso a los transeuntes con cerbatanas de canutos de mamén; 0 caminar sigilosamente por los muros para espiar la vida de las gentes, sobre todo los pechos de las mujeres y de vez en cuando algun amor siestero. Nada del otro mundo. Pero una vez se nos ocurri de los Conterno. algo mas audaz: un robo en el almacén Fue una siesta de sabado, en verano, cuando Resistencia duerme como Harlem a la madrugada y sdlo las ratas se atreven a salir. Por una puerta lateral de barrotes de hierro fundido, Tuchi, que era el mas flaquito, se metio en el almacén. Jorge -era el mayor y el mas vivo- oficié de campana en la esquina. A mi me tocaba recibir la pre- ciosa mercaderia que nos habiamos propuesto obte- ner: tres 0 cuatro cartones de cigarrillos y un paco. de cien cajitas de fésforos Ranchera. Por enton- ces ya fumabamos a escondidas: pensabamos tener el flamante vicio resuelto y ademas podriamos vender parte del botin. Por supuesto, el robo fue un éxito. También por supuesto, Don Conterno observé todo. Y nos dejé hacer. a Esa misma noche, cuando mi viejo volvio de trabajar, estuvo parti- cularmente hosco y seco conmigo. No me dirigid la palabra durante la cena y yo empecé a darme cuenta de que algo andaba mal. Cuando me fui a acostar, pap vino a mi cuarto. Se senté en el borde la cama (debajo de la cual yo escondia el paco de fésforos) y me dijo, suavemente y con tono muy grave y dolorido, lo que Don Conterno le habia contado. Dijo también que no lo podia creer. Pero que no le gustaba la idea de que en su casa viviera alguien sospechado de ladron, y mucho menos un ladron. Que no queria avergonzarse de mi, su hijo, para toda la vida. Asi que yo tenia toda esa noche para pensarlo y al dia siguien- te deberia tomar una decisién: si yo era inocente, sabria sostenerlo y él mismo me acompafiaria a lo de Conterno para limpiar mi nombre y honor de toda sospecha. Si no lo era, tenia. dos caminos: confesar y devolver todo, o irme de esa casa para siempre. Se retiré sin darme el beso de las buenas noches. Y yo me quede solo, aislado, y pasé la peor noche de mi vida. A la mafana siguiente, avergonzado y ojeroso, caminé los ochenta metros que iban de mi casa al almacén como quien camina hacia la silla eléctrica. En la puerta, papa me habia dicho: -Tenés que asumir tu responsabilidad. Vas a devolver esa caja a Don Conterno, y le pediras disculpas. Vas a escuchar lo que él quiera decir- te, y después volvés. Lo vas a hacer todo solito. Yo te espero aca. Fue la mayor vergiienza de mi vida. Don Conterno me espe- raba, viejo y grave. No sé qué balbuceé, pero él recibid la caja y se mantuvo en silencio durante muchos, horribles y larguisimos minutos. Hasta que simplemente dijo: -Nunca mas, pibe, no lo hagas nunca mas. Ignoro qué pasé con los cigarrillos que guardaron Jorge y Tuchi. No consigo recordar qué les dijo su padre, como termind el episodio para ellos. Pero para mi fue la leccién mas dolorosa que aprendi en mi vida. Y también era la mas luminosa. Mi papa era un hombre medido, ascético, supongo que timido. Era un ciudadano comun de los afios 50: sobria, silencioso, trabajador y ambicioso de una seguridad econdmica que jamas logré. Aquel dia des- cubri que también era un hombre tierno: cuando regresé me abrazo muy fuerte y lloré un buen rato conmigo. Sus ojos eran tan brillante- mente azules como el cielo en sus mejores dias. 4 Ena Wor Nacié en Carapachay, provincia de Buenos Aires en 1948. Es Licenciada en Letras y colaboré en medios periodisticos. La mayor parte de su produccién esta destinada a los nifios. Obtuvo numerosas distin- ciones, como el Premio Nacional, el Konex, premios del Banco del Libro de Venezuela y de la seleccion The White Raven y Lista de Honor IBby. Fue candidata por la Argentina al Hans Christian Andersen. Algunos de sus titulos: La sonada aventura de Ben Malasangile, Hay que enseftorle a tejer al gato, A filmar canguros mios, La nave de fos brujos y el Libro de los Prodigios. En 2005 obtuvo el Premio Alfaguara con la novela para adultos Ff turno def escriba escrita en colaboracidn con Graciela Montes. RicARDO MARIO. Nacié en Chivilcoy, en 1956, y vive en Buenas Aires desde 1976. Es escritor y periadista. Publics mas de sesenta libros para chicos. Entre otras distinciones recibié el Premio Casa de las Américas, en 1988, + el Premio Konex a la trayectoria en dos oportunidades (1994 y 2004) y obtuvo varias recomendaciones de publicacién de IBBY Internacional. Algunos de sus titulos son Cuentos rigiculos, Botelta al mar, El ‘mar preferido de los piratas, Cinthia Scotch, La casa matdita, El insoportable y Ojos amarillos. Ets BoRNEMANN Nacid en Buenos Aires en 1952. Profesora en Letras, egresada de la Universidad Nacional de Buenos Aires y autora de libros para nitios y jévenes que han rmareado a varias generaciones a lo largo de mas de trein- ta atios, Entre los numerosos ¢ importantes premios que recibio, se destacan la Faja de Honor de la SADE, el Premio Nacional de Literatura Infantil y el Konex de Platino a la eseritora més relevante de su espe- cialidad para los decenios 1984-1994 y 1994-2004, Fue la primera escritora argentina que integrd, en 1976, la Lista de Honor de IBBY. Entre sus obras se encuentran: Lisa de Jos poraguas, Los desmaravilla- dores, El libro de los chicos enamorados, Tinke tinke, Cuadernos de un delfin, El titimo mogo 0 Bilembambudin, Disparatario, La edad det pave, No somos irrompibles, jSocorro!, El espejo distraido. Manceio Biawnier Nacié en Buenos Aires, en 1966. Es escritor. Ha ejercido el oficio de redactor y colaborador en mas de cincuentena de medios gréficos de habla hispana. Es co-autor del guidn cinematogréfico “El abrazo partido”, ganador del premio al Guién Inédito en el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana 2002 y del Oso de Plata en Berlin 2004. Fue honrado con el premio Konex 2004 como uno de los cinco mejores escritores de la década 1994-2004 en el rubro Literatura Juvenil. Entre sus obras se encuentran: Un crimen secundario, £1 alma al diablo, Fabulas saivajes, El fuego mas alto, Ser humano y otras desgracias, Historias de hombres casados, No tan distinto, Nuevas historias de hombres casa- dos, Ultimos historias de hombres casados, E/ Once, un recorrido personal. Mewpo Giaroinews Naci6 en Resistencia, Chaco, donde reside, Narrador, ensayista y periodista, Fue traducido a veinte idiomas y recibié importantes galardones, entre fos que se destaca el Premio Romulo Gallegos, en 1993, por su novela Santo Oficio de la Memoria. Vivié exiliado en Mexico entre 1976 y 1984. Fundo y dirigid la revista Puro Cuento. Desde 1999 dirige la Fundacién que lleva su nombre, fa que desarrolla una impor= tante labor social y cultural, y organiza anualmente los Foros Internacionales por el Fomento del Libro y la Lectura. Otras obras: El cielo con las manos, Luna caliente, Qué solos se quedan los muertos, Imposible equilibrio, Ei Décimo Infierno, Cuestiones interiores, Visitas después de hora. Entre sus cuentos: Vidas ejemplores, Cuentos con mi papd, Gente Raray su iiltimo libro: Estacién Coghlan y otros relatos. Jiwena Teo Nacida en Buenos Aires en mayo de 1972. Vivid en Francia donde se recibid de Diseftadora Grafica en la Escuela Superior Estienne de Paris. Obtuvo el titulo de Técnico Superior en Artes Visuales. Estudié en la escuela de Artes Decorativas de Estrasburgo, en él taller de ilustracién de Claude Lapointe. Ya en la Argentina realiz6 ilustraciones para numerosas editoriales y para el sitio web Educ.ar. En la actualidad, ademas de ser ilustradora, desarrolla su actividad en el area de Comunicaciones camo Asistente técnico. Ejemplar de distribucién gratuita. Prohibida su venta. = FMG }pami ice

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