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Plan Colombia es un proyecto internacional constituido entre los gobiernos de

Colombia y Estados Unidos. Su objetivo principal es disminuir el tráfico de


estupefacientes y resolver el actual conflicto armado que se vive en la nación
suramericana. Se concebió en 1999 durante las administraciones del presidente
colombiano Andrés Pastrana Arango y el estadounidense Bill Clinton con los
objetivos específicos de generar una revitalización social y económica, terminar el
conflicto armado y crear una estrategia antinarcóticos.

El elemento más controvertido de este plan ha sido la estrategia de fumigaciones


aéreas para erradicar los cultivos de coca. Esta actividad ha sido blanco de críticas
porque además de producir daños a los cultivos lícitos, afecta la biodiversidad y tiene
consecuencias de salud adversas sobre aquellas personas expuestas a los herbicidas.
Según investigaciones científicas en Francia, el uso del glifosato formulado en
aspersiones aéreas provoca las primeras etapas de la cancerización en las células.

El 11 de Abril del año 2002 representó el día en que el pueblo de Caracas solicitó
masivamente el respeto por la dignidad de los venezolanos. Es el día en que cientos
de miles de venezolanos de todas las edades salieron a las calles a manifestar
pacíficamente su apoyo a la lucha por la meritocracia de los trabajadores de PDVSA.
Amenazas internas Nos estamos preparando para los eventos que puedan suceder en
un futuro porque para nadie es un secreto las riquezas que nuestro país tiene, sobre
todo por la situación crítica del mercado energético". Chirinos Medina detalló que
más de cinco mil efectivos de la Armada realizarán labores de evacuación de
poblaciones, en caso de desastre naturales, ejercicios de soberanía, de defensa integral
de la nación y de asistencia humanitaria. La operación está programada en siete fases:
Macuro (en el oriente del país), Arawaco (en Isla de Aves), Wayuu (en occidente),
Caribe (en el centro), Kariña (en occidente) y Warao (en la zona naval del Orinoco).

Una de las fases más importante es Kariña, ya que incluye un ejercicio de defensa
integral de la nación con la simulación de una invasión y la participación de la
guardia territorial y la reserva nacional, según Chirinos Medina. Esta operación se
ejecutará del 3 al 6 de noviembre en la zona naval de Oriente, a cargo del
contralmirante Douglas Clemente. En las poblaciones de San Juan de las Galdonas y
San Juan de Unare, ubicados en la península de Paria en el estado Sucre, efectivos de
la Armada realizarán un desembarco anfibio y los habitantes de la zona serán
instruidos con los conceptos de defensa integral del país.

También los efectivos pondrán en práctica las nociones de zonas de desgaste y zonas
de resistencia.Chirinos Medina afirmó que la guardia territorial y la reserva nacional
apoyarán en las labores de resistencia a los habitantes de la Península de Paria.Otra de
las actividades programadas es el patrullaje en el río San Juan hasta la población de
Caripito, a fin de hacer presencia naval y control de tráfico fluvial. Con respecto a los
ejercicios de evacuación por causa de desastres y fenómenos naturales, Chirinos
Medina explicó que son tres: “Uno que ya se efectuó en la Vela de Coro, una segunda
actividad en Vargas, programada para los días viernes y sábado próximos, y otra en el
estado Sucre para la semana que viene”, refirió.

En el caso del estado Vargas, el ejercicio se realizará entre el 19 y el 21 de este mes


en la población de Naiguatá y consistirá en la simulación de la presencia de un
fenómeno atmosférico de alta intensidad (huracán).En el desarrollo de la actividad
participarán la comunidad de Naiguatá, autoridades civiles, representantes de
Protección Civil, de la Cruz Roja, de grupos de rescate de la región, de organismos de
seguridad locales y de las unidades militares acantonadas en la entidad.Para esta
simulación, la Armada empleará embarcaciones de transporte, una lancha
guardacostas tipo Gavión, dos helicópteros de la Aviación Militar y una lancha de
vigilancia costera.
LA ÚNICA AMENAZA
El nuevo pensamiento militar está basado en una sola amenaza: la intención de
Estados Unidos de “declarar a cualquier país del mundo enemigo y atacarlo”. Hasta el
momento, la Fuerza Armada había manejado otras situaciones posibles de conflicto
que incluían a Cuba, Colombia y Guyana. La amenaza actual, según Alberto Müller
Rojas, se traduce en varias hipótesis de conflicto:
La acción directa de tropas estadounidenses sobre el territorio venezolano.

La acción indirecta de Estados Unidos, desarrollada desde un país fronterizo, como


Colombia, por ejemplo. No se considera que el conflicto colombiano se desborde
hacia Venezuela, pues “las fuerzas rebeldes no tienen ningún interés en trasladar el
conflicto”, sino que Estados Unidos utilice a Colombia como base para actuar.

La acción encubierta de fuerzas especiales estadounidenses dentro del país en


combinación “con quintas columnas nacionales”. Esa habría sido la situación ocurrida
en el país antes, durante y después del 11 de Abril.

Defensa de la soberanía Dado el poderío de los Estados Unidos a mediados de la


década de los cuarenta, Washington retorna de nuevo a su política inspirada en la
Doctrina Monroe de no tolerar ninguna intromisión extranjera en los asuntos
americanos. Se traza como meta fundamental eliminar la competencia extranjera en
su totalidad de América Latina y mantener alejado y proscrito al comunismo
internacional. En este sentido, tanto América Latina como Venezuela quedaron
dentro del área de influencia del encuadre ideológico definido por los Estados
Unidos. Las relaciones de dependencia generadas e intensificadas por el desarrollo de
la Guerra Fría impusieron a la región una política de seguridad y defensa dirigida a
asegurar los intereses de los Estados Unidos en América Latina (la instrumentación
de esta política se realizaba con la anuencia y participación de importantes sectores
nacionales).

De cualquier manera, en la esfera de la seguridad y defensa en el contexto de la


Guerrra Fría los contenidos y conceptualizaciones del Manual de Planificación de
Seguridad y Defensa Nacional, el Manual de Acción Conjunta, la Ley Orgánica de
Seguridad y Defensa elaborados por el Estado Mayor Conjunto del Ejército
Venezolano se realizaban bajo la guía estricta de lo dipuesto en los documentos
elaborados por el Colegio Interamericano de Defensa con sede en Washington. Pero,
además, entre los instrumentos creados por los Estados Unidos para la aplicación de
su política de defensa hemisférica, se destacaban:

1) El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) concebido con el


propósito de cohesionar militarmente a la región ante una eventual intervención
extranjera (en la práctica se convirtió en una forma velada de intervención
norteamericana en América Latina); 2) La Carta de Bogotá se constituyó en la guía
política de la OEA y bajo su orientación se justificó la intervención política-militar
(mediante una serie de resoluciones de la OEA los Estados Unidos lograron
identificar con la tesis de la penetración comunista a toda acción política contraria a
sus intereses económicos y político-militares).

No habría que soslayar en estas consideraciones el hecho fundamental del papel


geoestratégico de Venezuela en el contexto de la Guerra Fría. Estados Unidos, como
consecuencia del agotamiento de sus reservas petroleras, al concluir la Segunda
Posguerra, definió a Venezuela como su fuente de abastecimiento más segura y
confiable de esta materia prima estratégica. No sólo por la cercanía geográfica sino
también por las condiciones favorables e inmejorables de explotación del petróleo
venezolano por parte de las compañías extranjeras. En Venezuela durante el periodo
de la Guerra Fría mantuvo intacta la política de Seguridad y Defensa centrada en las
Fuerzas Armadas como el estamento dirigente y ejecutor de esa política. En este
sentido, no se realizaron cambios sustantivos dirigidos a establecer una política
autónoma en términos de soberanía nacional y de autodeterminación del pueblo
venezolano.
La orientación del Proceso Bolivariano en Venezuela, que entre otras tendencias de
cambio social impulsa la reconciliación entre civiles y militares y la asunción de
responsabilidades conjuntas en la defensa de los intereses colectivos y nacionales y el
la integración latinoamericana y caribeña, ha despertado reacciones a dichos cambios,
provenientes principalmente de los actores mediáticos y políticos nacionales e
internacionales.

Los señalamientos se dirigen a alertar sobre supuestas “amenazas” de militarización


de la sociedad venezolana. Otros señalamientos apuntan a la supuesta “destrucción”
de la democracia y de la institución armada (así le llaman a las cúpulas partidistas y
militares puntofijistas), que le abriría paso a las “milicias populares” y al
“caudillismo”, a la imposición de una “dictadura”. ¿Qué hay de cierto en tales
afirmaciones?

Comencemos por el principio. Cuando las tropas españolas invaden el territorio de la


actual Venezuela imponen por vez primera la lógica de la guerra de conquista, basada
en el genocidio y en el etnocidio para apropiarse los recursos de otros pueblos.

La incursión de los ejércitos coloniales español y portugués reprodujo en América el


etnocidio cometido en sus propios países con las comunidades musulmanas y
sefarditas. Durante tres siglos se cometieron los más atroces crímenes de lesa
humanidad, disfrazados de “empresa civilizadora” y de “salvación de almas
impuras”. Hasta finales del siglo XVIII, la presencia de ejércitos en tierras
americanas se asocia con el ejercicio del poder colonial para dominar y explotar a los
pueblos; se reproduce así en Venezuela y en América el papel histórico de los
ejércitos en el resto del mundo, que más tarde sería reforzado con la irrupción del
capitalismo moderno.

La gesta independentista americana representa la primera experiencia de alianza


estratégica cívico-militar emancipatoria en el Continente, ya que los ejércitos
libertadores son conformados por el pueblo en armas contra el poder colonial. Sin
embargo, tras la Independencia formal de la mayoría de las colonias europeas,
devenidas en Repúblicas a principios del siglo XIX, los ejércitos libertadores
comienzan a perder su connotación popular y emancipatoria para ser cooptados por
las renacientes oligarquías criollas aliadas a los imperialistas ingleses, franceses y
estadounidenses. Se estructuran paulatinamente los ejércitos destinados al
mantenimiento del status quo oligárquico-imperialista.

Este brevísimo recuento histórico demuestra que el llamado a la unión cívico-militar


emancipatoria no es una idea nueva. La Historia venezolana nos presenta hitos:
Simón Bolívar armó al pueblo para lograr la Independencia Nacional; más tarde,
Ezequiel Zamora, con su lema “Tierras y hombres libres” luchó por rescatar el
proyecto bolivariano durante la Guerra Federal iniciada en 1859.

Papel impuesto a las Fuerzas Armadas en el siglo XX

Como en otros países de la región, en Venezuela se impuso la distinción entre civiles


y militares. Durante el período histórico de la IV República (1830-1999), se
configuró una cultura y práctica políticas basadas en las componendas para mantener
el reparto del poder entre ambos estamentos.

A partir del siglo XX, durante los gobiernos de Cipriano Castro y Juan Vicente
Gómez, se sientan las bases de la “modernización” y fortalecimiento institucional del
ejército, imponiendo disciplina y cohesión; es el fin de un largo período de
caudillismos regionalistas. El reacomodo de las relaciones de poder, signadas por la
centralización y por una mayor sujeción al imperio -en el caso gomecista-, no
contemplaba los más elementales mecanismos de legitimación democrática. Se
consolida una burocracia clientelar cívico-militar, enriquecida por el incipiente
negocio de la exportación petrolera.

Tras un breve período de democratización de la sociedad y sus instituciones (1936-


1945), que resultó frustrado por el golpe de Estado perpetrado por civiles y militares
vinculados al partido Acción Democrática, resurgen las viejas prácticas políticas
dirigidas a la toma del poder por vías extralegales, viabilizadas mediante pactos
cívicos-militares de espaldas al pueblo. A partir de 1958, con la instauración de la
democracia representativa, el nuevo reacomodo de las relaciones de poder
oligárquico-imperialista le asigna roles institucionales a civiles y militares en materia
de seguridad estratégica y seguridad interna, obviando el hecho de que el ejercicio
integral de ciudadanía implica responsabilidades compartidas, indistintamente de la
pertenencia a esos dos ámbitos. Debido a que dicha división de roles obedeció a la
necesidad de algunos de perpetuar las relaciones de poder establecidas por dicha
alianza estratégica oligárquico-imperialista y no a un auténtico proyecto de país, el
resultado fue el empleo concertado de las Fuerzas Armadas por dichos sectores
civiles y militares en detrimento de la ciudadanía y de los intereses nacionales.

El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR); los documentos de Santa


Fe; el adoctrinamiento fascista y la capacitación en técnicas de terrorismo de Estado
en la Escuela de las Américas y la aplicación de la Guerra de Baja Intensidad tuvieron
en las cúpulas militares venezolanas instrumentos dóciles y obedientes. El balance es
conocido: el “mantenimiento del orden interno” se tradujo en decenas de miles de
personas perseguidas, detenidas arbitrariamente, torturadas, sometidas a juicios
civiles y militares amañados, desaparecidas, asesinadas...

Para reprimir los intentos de cambio social, el imperio implementa en la región a


partir de los años 80 el modelo de “Guerra de Baja Intensidad” que impone a las
Fuerzas Armadas un nuevo ordenamiento técnico y doctrinario de carácter
abiertamente represivo y anti-popular, creando la imagen del “enemigo interno”.
Mediante la asignación de ese rol institucional represivo y los popularmente llamados
“bozales de arepa”, que con prebendas compraban la complicidad militar con la
corrupción civil, se distrajo la atención de los militares respecto a la conducción
política del país. Las cúpulas de los partidos AD y Copei configuran una relación
orgánica con los altos mandos militares, según la cual, éstos protegen con las armas el
status quo, a cambio de inmunidades, áreas de influencia monopólica y privilegios
institucionales o profesionales.
Los militares identificados como potencialmente peligrosos para el mantenimiento
del status quo eran enviados a “custodiar las fronteras”; así, se desarticulaba y
neutralizaba cualquier intento de cuestionar los privilegios detentados por las élites a
costa de la creciente pobreza e injusticia en el seno del pueblo y de la entrega dócil de
las riquezas nacionales al imperio. El mito del Control Civil sobre las Fuerzas
Armadas no fue otra cosa que la negociación permanente de privilegios en un marco
de no injerencia en las “zonas de influencia” preestablecidas para las cúpulas civil y
militar.

La masacre de cientos de personas durante el “caracazo” -27 y 28 de febrero de


1989-, provocada por el gobierno adeco de Carlos Andrés Pérez, usando la fuerza
militar para reprimir las protestas populares contrarias a las medidas neoliberales
impuestas por el FMI, marcó un hito en las relaciones cívicos-militares. Desde
entonces, los nuevos militares se negaron a continuar el genocidio del pueblo y, en el
seno de los cuarteles se rescató -en condiciones de clandestinidad- el legado
bolivariano de identificación con las luchas populares. En Febrero de 1989 se inició
así el fin de las relaciones cívico-militares puntofijistas.

Signo de nuevos tiempos

Una década después del 27-F, la asunción del Gobierno Bolivariano (Febrero de
1999), propicia la convivencia entre civiles y militares, que se ha vuelto un hecho
más cotidiano y evidencia la evolución política de Venezuela. La composición social
del ejército, de extracción popular, el resurgimiento del ideario bolivariano y la
degradación moral precedente, determinaron el surgimiento de una nueva generación
de militares decidida a acercarse al pueblo y a defender la Constitución que éste se
dio soberanamente.
En sus palabras con motivo del Acto de Transmisión de mando del Comando General
del Ejército, el 16 de Enero de 2004, el General de División Raúl Isaías Baduel
increpó sobre la necesidad de superar la situación de aislamiento del sector militar
respecto a la dinámica política y social del país, convocando a la disposición militar a
darle respuesta a las prioridades y necesidades demandadas por la sociedad y el
Estado: “Ya es imposible la figura del militar indiferente, sin la capacidad de
insertarse en los distintos modos de producción de la sociedad, donde su aporte de
conocimiento sea valorado en cuanto a las necesidades inherentes al Estado.”
(http://www.geocities.com/rbolivariana2004/op200401/disbaduel.htm)

La reflexión de Baduel coincide con las apreciaciones del entonces ministro de la


Defensa, JV Rangel, acerca de cómo insurgió la alianza cívico-militar bolivariana del
seno de las contradicciones del modelo puntofijista: (...) “es gracias a esos momentos
de confrontación (...) que pudo establecerse una genuina integración hacia el
desarrollo sostenido de una sociedad productiva, que tuviera como norte el
humanismo y la ciencia, como una prioridad de todos los venezolanos, tanto militares
como civiles, en una comunicación mancomunada que permitiera superar los escollos
de la dependencia y el subdesarrollo.
Sólo así, con el esfuerzo de todos, nuestro país podrá tener acceso a una mejor
educación, a una economía más eficiente, a un mayor bienestar social que pueda
garantizar una calidad de vida verdaderamente democrática.”

En su alocución al país, el 23 de febrero de 2001, con motivo de la asunción del cargo


de Ministro de la Defensa, José Vicente Rangel señaló: “En la base de este singular
proceso está la alianza Pueblo-Fuerza Armada, de ello no cabe la menor duda. Si no
fuese así y viviéramos otras circunstancias, la Fuerza Armada habría frustrado el
proceso de cambio o el desbordamiento popular habría lanzado el país al abismo. En
vez de la asonada o el caos existe un orden que nada tiene que ver con las viejas
nociones que acompañaron este principio. El orden de la nueva alianza, Fuerza
Armada-Pueblo, excluye la represión que caracterizó el pasado dictatorial o
democrático representativo, y refrendó una concepción con profundas raíces
humanistas y claro sentido social.” Agregando: (...) “la Fuerza Armada se ha
articulado aun más, ha potenciado su eficacia y afirmado su condición de garante de
la seguridad nacional en esta nueva política de interacción. La composición regional y
social de los cuadros profesionales de la Fuerza Armada, de las sucesivas
generaciones de oficiales, sustenta esa comprensión respecto a los cambios, ya que
ellos representan a Venezuela en su plena dimensión.”

Otra coincidencia entre ambos discursos es la advertencia del Gral. Baduel sobre los
riesgos que entraña la escisión social :“Una tendencia muy preocupante asociada a la
pobreza es el riesgo de la incomunicación entre civilizaciones, vivimos internamente
entre nuestras propias naciones dos tipos de civilizaciones, las de los exitosos y la de
los excluidos, tenemos que crear puentes de comunicación, bases de diálogos,
generación de responsabilidad y compasión, esta vocación apostólica debe definirse
en términos de desarrollo, una vez más el paradigma de solución a la pobreza y de
exclusión es el ideal educativo como fuerza liberadora.”

Servidores y garantes juramentados de la soberanía nacional

El subtítulo antedicho es tomado de las palabras del Gral. Baduel para referirse a la
misión esencial de la Fuerza Armada venezolana. El ministro señala: “Lo militar y el
militar, conforman parte de la anatomía del poder, cuya fuente originaria lo deciden la
voluntad del colectivo para llenar de legitimad a los poderes constituidos y de ese
poder el estamento armado y por ende el ejército de Venezuela (...) es instrumento de
este aludido poder, ajustando su ejecutar a la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela y al cuerpo de leyes que delinean el empleo operaciones
del soldado.
El poder el ejército no es entonces condigno, no es condicionado, ni siquiera
compensatorio, es solo el uso central de la fuerza sujeto al concepto estratégico del
Estado venezolano frente a amenazas identificadas. En consecuencia el
entrenamiento, la destreza y la actuación de los hombres como una unidad imaginaria
de guerra, apunta aunque paradójicamente a mantener la paz, a disuadir la amenaza
para que la nación tenga senderos ciertos, logre el bienestar pero sobre todo el
desarrollo y la ejecución económica y social que son los paradigmas demandados con
justo derecho por el pueblo venezolano a quien nos debemos.”

Como en el pasado independentista, hoy la defensa de Venezuela es responsabilidad


compartida de civiles y militares, quienes deben enfrentar las amenazas internas y
externas.

El empleo racional del poder militar

La culminación de la confrontación este-oeste conduce a la Humanidad a un nuevo


período histórico, llamado pos “guerra fría” y/o “nuevo orden mundial”, que implica
la complejización de las relaciones internacionales y devela la confrontación norte-
sur, la cual le es inherente a las relaciones capitalistas y, aunque estuvo opacada por
la mencionada confrontación este-oeste, ahora queda al descubierto en toda su
crudeza. El imperio impone las guerras de nuevo tipo, guerras psicológicas, de
información y simbólicas, donde actores no estatales, antes subsidiarios, cobran
protagonismo: Medios de información masiva, grupos paramilitares y/o terroristas,
empresas transnacionales, organismos internacionales privados e
intergubernamentales que atizan y/o legitiman la guerra.

Ese nuevo escenario mundial que impacta negativamente a Venezuela, como a todos
los países del Sur, conlleva amenazas internas y externas que obedecen a una misma
estrategia de dominación y, por tanto, se hallan estrechamente vinculadas, aunque de
manera asimétrica: los factores de poder internos operan como socios menores de una
alianza imperialista que dicta la estrategia y negocia las tácticas y la distribución de
los recursos. Se cierne sobre Venezuela la amenaza de la intervención internacional.
Las “guerras preventivas”, llamadas “antiterroristas”, son las salidas de facto
empleadas por el imperio cuando como en Venezuela, fracasan los intentos de
derrocar gobiernos usando a sus actores internos en cada país, mediante golpes de
Estado y fraudes electorales. La descalificación del Gobierno Bolivariano como una
supuesta manifestación de una tendencia supuestamente “amenazante”, identificada
como “populismo radical” es sintomática.

Las cúpulas partidistas adecas y copeyanas, aunadas a cúpulas empresariales,


pretenden mediante alianzas golpistas con algunos sectores militares y recibiendo un
fuerte apoyo mediático e internacional, reeditar salidas de facto (ya ensayadas en los
golpes de Estado de 1945 y 2002) o “salidas electorales” a la medida de sus intereses.
Tales como el electoralista “Pacto de Punto Fijo” (que desvirtuó el espíritu
inicialmente democrático de la insurrección cívico-militar del 23 de enero de 1958,
instaurando modelos de democracia y de desarrollo autoritarios y excluyentes) o la
“salida electoral” fraudulenta que pretenden imponerle al país mediante fraudes que
permitan convocar un referendo revocatorio del mandato presidencial, fórmula
ensayada en los últimos dos años. En cualquier caso, buscan impedir los procesos de
democratización y de cambio social y facilitar el reacomodo de las relaciones de
poder oligárquico-imperialista. Así, la Historia contemporánea de Venezuela nos
enseña que no todos los civiles son civilistas y demócratas y, por otra parte, que no
todos los militares son militaristas y antidemócratas.

Dicho escenario pone a prueba el carácter nacionalista, constitucionalista y


democrático del Ejército venezolano y su disposición defensiva. El Gral. Baduel
afirma al respecto: “Todos los comandos de todas la unidades en todos los niveles
deben mantenerse alerta, siempre dispuestos a la defensa y no a la agresión,
dispuestos siempre al logro de la paz, defendiendo los intereses legítimos y la
integridad territorial venezolana (...). El objeto de una buena estrategia de disolución
es eliminar el uso de la fuerza como opción aceptable y conveniente por parte de un
adversario que quiere ponernos su voluntad en un asunto en disputo.
Debemos garantizar, una sociedad estable y segura, siguiendo con respeto al colectivo
con un gran espíritu de cuerpo, cumpliendo con nuestra misión asignada con la
Constitución dentro del marco con las políticas públicas con la defensa del Estado
para bienestar del pueblo venezolano”.

Según el artículo Nº 8 del decreto de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada


Nacional, expuesta en Gaceta Oficial Número: N° 38.280, de fecha 26-09-05,
“son integrantes de la Fuerza Armada Nacional, para los fines estrictamente
ligados a las normas internacionales vinculadas al derecho de la guerra y en
la guerra, los profesionales, técnicos y alistados en sus unidades activas, en
las unidades de Reserva Nacional, y los ciudadanos y ciudadanas que
integren los grupos pertenecientes a la Guardia Territorial debidamente
organizados, identificados, registrados y seleccionados por la Fuerza Armada
Nacional”.

Para muchos es bien sabido, como forma de participación socio-política, que


desde hace algunos años han estado surgiendo organizaciones cívico-
militares que cuentan no sólo con militares en situación de retiro en todos
sus grados y jerarquías, sino con los propios reservistas, civiles,
profesionales, técnicos, y población en general que se ha identificado con el
ideario de la organización.

Desde el año 2004 se está trabajando en la ofensiva ideológica del nuevo


pensamiento militar venezolano que corresponde a nuestras raíces, del
ideario anti-imperialista patriótico, igualitario, fraterno y liberador de nuestro
libertador Simón Bolívar. Este cambio de doctrina pretende romper con viejos
esquemas y patrones copiados de las grandes potencias para trabajar en una
disciplina propia basada en nuestros principios.

Algunos de los espacios donde se está trabajando con profundidad el tema


son el Comando de Reserva “Batalla de la Victoria” y el Comando de la
Guardia Territorial ubicado en Fuerte Tiuna.
Estos nacen como símbolo de la fusión cívico-militar que permite a los
ciudadanos alistarse en el medio militar por un período de tiempo, que luego,
al incorporarse a la vida civil, contribuyen con sus conocimientos, capacidad
organizativa y disciplina en el desarrollo de la nación. Además, fomentan el
desarrollo de la Misión Miranda, que tiene como Meta Principal: organizar,
captar, registrar, controlar, reentrenar la Reserva de la FAN con la finalidad
de contribuir con la integridad del espacio geográfico, mediante la defensa
militar, la cooperación en el mantenimiento del orden interno y la
participación activa en el desarrollo nacional.

¿Quiénes componen la Reserva Nacional?

La Reserva Nacional la constituyen aquellos venezolanos y venezolanas


mayores de edad que no estén en servicio militar activo, que hayan cumplido
con el servicio militar o que voluntariamente se incorporen a las unidades de
reservas que al efecto sean conformadas. Esta organización es un cuerpo
especial que cuenta con una Comandancia General de la Reserva Nacional y
de la Movilización Nacional y los órganos operativos y administrativos
funcionales necesarios para el cumplimiento de su misión.

¿Cuál es la misión de la Reserva Nacional?

La Reserva Nacional tiene como misiones:

• Complementar la Fuerza Armada Nacional activa para el cumplimiento


de sus funciones.

• Proporcionar reemplazos a sus unidades, y cualquier otra que se le


asigne para la defensa integral de la Nación.

• Participar en el desarrollo nacional y en la cooperación para el


mantenimiento del orden interno.

¿Quiénes componen la Guardia Territorial?

La Guardia Territorial la componen aquellos ciudadanos y ciudadanas que


voluntariamente se organicen para cumplir funciones de resistencia local ante
cualquier agresión interna o invasión de fuerzas extranjeras. Estos grupos
deben ser debidamente registrados por la Comandancia General de la
Reserva Nacional y de la Movilización Nacional, quedando bajo su mando y
conducción.

¿Cuál es la misión de la Guardia Territorial?

La Guardia Territorial tiene como misiones:

• Preparar y mantener el pueblo organizado para operaciones de


resistencia local, ante cualquier agresión interna o externa.

• Participar en misiones especiales de defensa y desarrollo integral de la


nación.

Hablan los integrantes:

En uno de los procesos de captación e inscripción realizado en la sede del


Fuerte Tiuna, en fecha 21 de enero del 2006, corresponsales de VIVE TV
estuvieron allí y captaron, además de las labores que realizan,
manifestaciones y opiniones de aceptación, apoyo y afecto de parte de los
reservistas y de los aspirantes:

¿Qué dicen los Aspirantes?

“El entrenamiento en la Reserva no es difícil y nada rígido, (en comparación


con otros tiempos, según dice mi papá). Sin embargo, creo que las personas
deben venir y recibir el entrenamiento que estamos recibiendo y hacer lo que
ya nosotros estamos haciendo para que se formen su propio criterio”.

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