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MÉTODOS DE MEDITACIÓN

Aclaraciones previas:

- No desprecies los métodos. Sobre todo al comienzo son una gran ayuda. Sirven
para encauzar la mente, “saber qué hacer” y así evitar las distracciones. Son como
unos “andadores”, cuando aprendemos a caminar ya no los necesitaremos.
- Tampoco sobrevalores los métodos. “Un método no es más que un guía” dice el
Catecismo (2707). Y San Juan de la Cruz le dice a los que confían demasiado en los
métodos: Sepan éstos que cuanta más fiducia hacen de estas cosas y ceremonias,
tanta menos confianza tienen en Dios, y no alcanzarán de Dios lo que desean”1
- Con la ayuda del director espiritual, elige el método que más te ayude. “Los
métodos de meditación son tan diversos como diversos son los maestros
espirituales” (Catecismo 2707), pero en el fondo coinciden. No tengas prejuicio con
los métodos que han servido a muchas generaciones de cristianos. No temas abrirte
a la novedad del Espíritu.
- Recuerda, el verdadero “método” es la perseverancia en la oración, el espíritu de
fe, una gran simplicidad, una vida vivida en serio, un empeño en olvidarse de sí
mismo y un gran deseo de intimidad con el Señor.

Dicho esto, aquí van algunos métodos.

LA LECTIO DIVINA2
Qué significa: no: lectura espiritual. Más bien: lectura orante de la Palabra.
Los pasos son tradicionales: tradición monástica, fijados por Guido, el Cartujano.
«Buscad leyendo y encontraréis meditando; llamad rogando y entraréis
contemplando. La lectura [lectio] lleva el alimento a la boca, la meditación
[meditatio] lo mastica y lo tritura, la oración [oratio] alcanza el sabor, y la
contemplación [contemplatio] es el mismo sabor que alegra y rehace»

Cuatro pasos pero un solo dinamismo. Objetivo profundo: la unión con Dios.

¿Cómo abordar la Biblia?


Estos son criterios tenidos en cuenta por los monjes antiguos al orar con la Palabra.
- Aborda la Biblia como creyente desde el principio, no como objeto de
investigación.
- Toma la Biblia como un “tabernáculo”: presencia que reclama respuesta de tu
parte.
- Ten en cuenta los testigos de la palabra: los Padres de la Iglesia.
- Interpreta la Biblia con la Biblia misma y evita el exceso de cuestiones.
- No olvides unidad de la escritura: AT y NT.
- Relectura del AT a la luz de Cristo.
Desde los estudios actuales: unicidad del sentido literal. Es la base del sentido
espiritual.
Clima de oración: pedir luz y deseo de Dios al Espíritu Santo

Lectio
Sobre todo, escucha. Una palabra que ante todo debe ser “escuchada”. Antes de
ser fijada por escrito fue transmitida oralmente.

1
Subida 3, 44, 1.
2
Elaborado a partir del artículo de Jean-Albert Vinel, o.c.s.o., La “Lectio divina” en
CUADERNOS MONÁSTICOS 73-74 (1985)
2

Encuentro orante. No simple lectura. Exige involucrarse personalmente con el texto.


Respeto por el libro.
Impulsos hacia Dios.
«De la lectura continua, hay que extraer impulsos afectuosos, formar una
oración que interrumpa la lectura. Semejantes interrupciones no molestan al
alma puesto que la vuelven a llevar enseguida a una más viva penetración
del texto leído» (San Basilio).

Meditatio
Prolongación necesaria de la Lectio.
No hay método propiamente. No es buscar ideas.
Meditar es “rumiar”, asimilar por la reflexión, pero también por la repetición.
Meditar es conservar el fruto de la lectura. Asimilación por contacto prolongado.
Detenerse sobre tal o cual palabra, como cuando paseo: “Cuando leo la Sagrada
Escritura, es Dios quien pasea conmigo en el paraíso” (san Ambrosio).

Oratio
Aunque el texto de Guido habla de cuatro pasos, en realidad son tres.
Oratio es el punto de llegada de la Meditatio.
«El alma casta, como la abeja, recorre el campo de las escrituras en una
meditación asidua. Allí recoge, en las palabras y ejemplos de los santos,
ciertas flores espirituales que producen en su corazón una gran dulzura de
suavidad celestial. Experimenta que el Espíritu del Señor es más dulce que la
miel» (Elredo de Rievaulx)
Lo que cuenta es ser tocado por Dios. El afecto. El amor.
Se trata del corazón de la Lectio, que sólo se conoce por sus frutos:
«Si siento que mi espíritu se abre a la inteligencia de las Escrituras, o que se
escapan con abundancia del fondo de mi corazón las palabras de sabiduría,
si una infusión luminosa me revela losmisterios, si el cielo me abre su amplio
seno para derramar en mí las lluvias fecundas de la meditación, no dudo ya
de que el Esposo ha llegado» (San Bernardo)

El fin último y los frutos de la Lectio divina


Para los monjes, la Lectio no es un ejercicio. Se trata de un proceso unitario.
Unitario por el fin.
El fin es buscar a Cristo en la letra del texto inspirado.
Abundan los términos relacionados con el sabor: “cuando lea, que busque el sabor y
no la ciencia” (Leclerck)
Conjungere deo (establecer un contacto con Dios) es el fin propuesto por la
escritura: Si 2,3.
Contacto interpersonal: Dios nos abre su corazón en las escrituras.
«La lectura de la Sagrada Escritura es el Verbo de Dios que nosotros vemos
en un espejo y como en un enigma. El amor que produce en nosotros esta
lectura es un símbolo de la procesión del Espíritu Santo, que es el amor de
Dios. El Padre nos hace el don de la Escritura para aprender en ella a
conocer al Hijo» (Ruperto de Deutz).
«Cuando lees es Dios quien te habla, cuando oras, tú hablas a Dios»
(Cipriano).
El movimiento de la encarnación: venida e ida.

La Lectio informa toda la existencia


Supone la ascesis y los sacramentos. Y la fidelidad a lo que Dios secretamente
inspira en esos encuentros.
Exige también soledad efectiva, deseo de pureza de corazón y paz interior,
conversión constante.
3

Su contexto natural es la vida monástica hecha de trabajo manual, oración litúrgica,


penitencia.
[No se combina bien con la TV, la música moderna, las salidas frecuentes y el
exceso de información]
Aquí tiene lugar la “ruminatio”: rumiar la palabra. Toda otra lectura tiende sólo a
fortalecer esta memoria del Verbo en nuestro corazón.

Experiencia y reforma de vida: impacto ético.


«Es necesario escrutar las escrituras no solamente para extraer de ellas los
sentidos místicos, sino también para nutrirse de sus aplicaciones morales»
(Guerrico de Igny)
«La Palabra divina es un agua de sabiduría apta no sólo para quitar la sed,
sino para lavar, según lo que dice el Señor: ustedes ya están limpios gracias
a la palabra que les he anunciado. Esta palabra divina, unida a los ardores
del Espíritu Santo, transforma los sentimientos burdos de la carne, los vuelve
espirituales y nutre el alma, de modo que ustedes puedan decir: mi corazón
se calentó en mi interior y el fuego se inflamó en él mientras yo meditaba.»
(San Bernardo).

MÉTODO IGNACIANO
SAN IGNACIO DE LOYOLA propone en sus Ejercicios espirituales varios métodos de oración
mental. Aquí detallo el de las tres potencias (o facultades del alma)3:

1. La preparación
- Ponte en presencia de Dios
- Pide la gracia de hacer bien la oración
- Ejercita la imaginación: “composición de lugar”
- Pide la gracia especial que quieres obtener en esta meditación
2. El cuerpo de la meditación
- Ejercita la memoria, recordando el hecho o asunto de meditación y
sus circunstancias. [Podrías leer o recordar ahora el pasaje bíblico]
- Ejercita la inteligencia. Puedes preguntarte:
¿Qué debo considerar acerca de esta materia?
¿Qué consecuencias debo sacar para mi vida?
¿Cómo me he conducido hoy en este punto?
¿Cómo debo comportarme en adelante?
¿Qué dificultades tendré que vencer?
¿Qué medios voy a emplear para lograrlo?
etc.
- Ejercita la voluntad:
Estimulándote a orar
Prorrumpiendo en afecto a lo largo de la oración, sobre todo al
final
Haciendo propósitos prácticos, concretos, enérgicos, humildes,
confiados.
3. La conclusión
- Haz coloquios: «se hace hablando como un amigo habla con otro, o
un siervo con su señor; una veces será pidiendo alguna gracia, otras
acusándose de haber cometido algún mal. Otras veces le hablará de
sus preocupaciones, pidiéndole consejo para sus cosas» (EE 54)
Habla con Dios Padre, con Jesucristo en la Cruz, con la Santísima
Virgen, con los santos,...

- Después de terminar examina la oración.

3
Cf. Ejercicios Espirituales 45-54. El lenguaje es un poco arcaico, pero se entiende.
4

Pregúntate: ¿cómo hice la meditación? Si la hice mal ¿a qué se


debe? Si la hice bien, daré gracias
Trata de recordar (y quizá anotar) que luces recibiste, que
propósito formulaste, qué cosas pediste, etc.
Elige un pensamiento para tenerlo presente todo el día.

MÉTODO DE SAN FRANCISCO DE SALES


San Francisco de Sales no propone un método original. Más bien sigue a San Ignacio
y a fray Luis de Granada. De todos modos, estos son los pasos que propone:

Preparación:
1. Ponte en presencia de Dios.
2. Ruégale que te inspire.
Consideraciones: siempre tres o cuatro puntos de meditación.
Aficiones y resoluciones. Del siguiente tono:
1. Humíllate delante de Dios
2. Da gracias a Dios
3. Conviértete a Dios
Conclusión
1. Agradece a Dios (por la oración)
2. Ofrécele
3. Ruégale
«Al salir de la oración, paseándote un poco, junta un ramillete de devoción de las
consideraciones que hubieras hecho, cuyo olor te recree el sentido de todo lo que
resta del día» (Introducción a la Vida Devota, parte I, capítulo IX)

MÉTODO SULPICIANO
El llamado método de SAN SULPICIO es el que se usa en el seminario del mismo
nombre en París. Es un método muy conocido y tiene por idea básica y fundamental
la unión con el Verbo encarnado. Aquí doy una visión panorámica siguiendo, con
algunos retoques, la presentación que hace ROYO MARÍN4

1. La preparación de la oración
- Preparación remota: una vida de recogimiento y sólida piedad.
- Preparación próxima
Elige un punto de meditación la noche anterior. Adelanta ya las
principales consideraciones y propósitos que harás al día
siguiente.
Al irte a dormir, piensa en el punto del día siguiente.
Al levantarte, aprovecha el primer tiempo libre para hacer la
meditación.
- Preparación inmediata
Ponte en presencia de Dios: Él está especialmente en tu
corazón.
Humíllate profundamente (acto de contrición).
Invoca el Espíritu Santo (Veni Sancte Spiritus u otra invocación)

2. El cuerpo de la oración
- Primero: adoración. “Jesús ante nosotros”
Considera en Dios, en Jesucristo o en algún santo, aquel afecto,
palabra o acción en torno a la cual quieras meditar.
Ríndele homenaje: adoración, admiración, alabanza, amor,
acción de gracias, gozo, compasión.
- Segundo: comunión. “Jesús en nuestro corazón”
Reflexiona y convéncete de la necesidad de practicar aquella
virtud.
4
Teología de la Perfección cristiana, p. 616
5

Despierta afectos de contrición (por el pasado), de confusión


(por el presente, es decir: reconocimiento de mi propia miseria)
y deseo (para el futuro).
Pide a Dios esa virtud (participando así de las virtudes de Cristo)
y suplica también por todas las necesidades de la Iglesia.
- Tercero: cooperación. “Jesús en nuestras manos”
i. Forma un propósito particular, concreto, eficaz, humilde.
ii. Renueve el propósito del examen particular.

3. La conclusión de la oración
- Da gracias a Dios por todas las luces y beneficios recibidos
- Pídele perdón por las faltas cometidas en ellas.
- Pídele que bendiga tus propósitos y tu vida.
- Forma un “ramillete espiritual” para tenerlo presente todo el día.
- Pon todo en manos de María: Sub tuum preaesidium

EL MÉTODO TERESIANO
Sigo casi textualmente el prólogo del libro de GABRIEL DE SANTA MARÍA MAGDALENA , La
intimidad divina.
Según el método teresiano (de Santa Teresa de Jesús, reformadora del Carmelo), la
oración consiste en conversar afectuosamente con el Señor, presente en mí,
después de haber conocido lo mucho que Él nos quiere.

1. Preparación. Para hablar íntimamente con Dios, hay que ponerse en


contacto con él. La preparación consiste en darse cuenta más explícitamente de la
presencia de Dios y orientarse hacia Él por medio de algún buen pensamiento.
2. Lectura. Para llegar a conocer el amor que Dios le tiene, el alma escoge
como tema de reflexión una verdad de fe apta para manifestar ese amor; por eso
recurre a la lectura de un texto apropiado.
3. Meditación. Pero no basta leer; hace falta profundizar; y esto se hace por
medio de la reflexión, o sea de la meditación.
Sé que el amor de Dios hacia mí se manifiesta en cualquiera de las verdades
reveladas; pero en este momento quiero fijarme únicamente en la que me ha
servido como tema de lectura. Así irá brotando en mi corazón sentimientos y
expresiones de afecto.
4. Coloquio. De este modo comienzo mi coloquio con Dios, diciéndole de mil
maneras y con la naturalidad que brota de mi corazón, que le amor y deseo siempre
amarlo, que quiero progresar en su santo amor, que quiero probarle mi amor con
las obras, cumpliendo su santísima voluntad.
Con esto hemos llegado al corazón mismo de la oración.

Para muchos esto basta. Pero hay quien desea mayor variedad, y ésta, que
facilita grandemente a algunos la prolongación del coloquio con el Señor, se puede
obtener por medio de las tres restantes del método, no ciertamente necesarias,
sino meramente facultativas.

5. La acción de gracias, en la cual, después de haber profesado repetidas veces


el amor al Señor, le manifestamos nuestro reconocimiento por los beneficios de Él
recibidos y le damos gracias por ellos.
6. El ofrecimiento, con el cual procuramos “pagar” al Señor de la mejor manera
posible, lo mucho que de Él hemos recibido, haciendo y presentándole algún buen
propósito; cosa, por lo demás, muy útil siempre que terminamos la oración.
7. La petición, por la cual imploramos la ayuda divina, convencidos de nuestra
poquedad y miseria.
6

UNA PROPUESTA ACTUAL5


1. En presencia. En Tu presencia, no solamente en su presencia. Conciencia
viva de la presencia envolvente de Dios. Crea comunicación y actitudes de oración
desde el principio. Hace de ambientación y de entonación inicial. Requiere y dura
cierto tiempo. Nunca se debiera pasar a ulteriores fases hasta que el espíritu no se
haya afirmado bien en ésta.
2. Misterio. Misterio de Dios, misterios de Cristo, en su ser y obrar con los
hombres. En su presencia salvadora y trascendente. A esa luz, hechos de mi vida,
positivos y negativos, portadores de gracia y de perdón. Son los contenidos
explícitos de la oración. Se obtienen por vía de recuerdo, de impresión reciente, de
lectura bíblica, de tema espiritual.
3. Comunión. Comunión con Dios, con Cristo, que funde en uno la presencia
actual y los misterios o contenidos de la revelación recordados. Es el corazón de la
actividad y de la experiencia orante. Se traduce y expresa en mirada silenciosa de
amor, hecha de admiración, de agradecimiento, de alabanza, de arrepentimiento.
Puede también empalmar directamente con la presencia, sin pasar por el recuerdo
explícito de un misterio o tema particular.
4. Actitudes. El contacto íntimo, asiduo, prolongado con los misterios opera en
el orante la transformación de actitudes, criterios, hechos de vida. La oración de
cada día tiene por objeto entonar al creyente en la docilidad al Espíritu, la alegría, la
fortaleza, el recogimiento, la caridad fraterna, el sentido de Dios, el servicio
sacrificado. Este es el fruto primero y principal de la oración. No es necesario que se
hagan o renueven cada vez propósitos particulares.
5. Propósito y proyecto. La fuerza interpelante de la presencia y la luz especial
de algún misterio están pidiendo en ocasiones que el orante preste atención y
aplique sus energías a modos de ser y obrar, o a situaciones, sobre los cuales recae
la iluminación de Dios: nuevos horizontes de gracia y santidad, corrección de
alguna infidelidad o tibieza patente o latente, mayores exigencia de caridad. Las
mejores calidades del orante salen a luz en el paso de la “vida de oración” a la
“existencia concreta y completa”.

OTROS MÉTODOS
- “Por resonancia” Después de la preparación, tomar una oración
(Padrenuestro, Credo, etc.) o un texto bíblico o litúrgico e irme quedando en una
palabra “tanto tiempo cuanto encuentre significados, comparaciones, gusto y
consolación en consideraciones pertenecientes a esa palabra” (EE 252). Luego
pasar a la otra, y así.
- “Por compás”. Igual que el anterior, pero ir repitiendo cada palabra al
ritmo de la respiración (EE 258 ss). Es el método que emplea la oración de Jesús.
- Tomar un punto de meditación y ejercitar la fe, la esperanza y la
caridad con él.
- Meditar un punto en relación con Dios, con uno mismo, con los
demás hombres.

5
Lo que sigue es textual de RUIZ SALVADOR, Caminos del Espíritu, p. 388-389

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