Este documento resume la herejía del montanismo. Surgió en el siglo II liderado por Montano, quien se presentó como profeta y reformador de la Iglesia. Predicaba un mensaje escatológico estricto que incluía ayunos obligatorios y la prohibición de huir de la persecución. Esto chocó con la autoridad de la Iglesia. El montanismo se expandió rápidamente pero declinó después de la muerte de sus líderes. Tertuliano modificó sus enseñanzas aunque no abandonó completamente la
Este documento resume la herejía del montanismo. Surgió en el siglo II liderado por Montano, quien se presentó como profeta y reformador de la Iglesia. Predicaba un mensaje escatológico estricto que incluía ayunos obligatorios y la prohibición de huir de la persecución. Esto chocó con la autoridad de la Iglesia. El montanismo se expandió rápidamente pero declinó después de la muerte de sus líderes. Tertuliano modificó sus enseñanzas aunque no abandonó completamente la
Este documento resume la herejía del montanismo. Surgió en el siglo II liderado por Montano, quien se presentó como profeta y reformador de la Iglesia. Predicaba un mensaje escatológico estricto que incluía ayunos obligatorios y la prohibición de huir de la persecución. Esto chocó con la autoridad de la Iglesia. El montanismo se expandió rápidamente pero declinó después de la muerte de sus líderes. Tertuliano modificó sus enseñanzas aunque no abandonó completamente la
Hereja eclesiolgica. En la segunda mitad del s. II, coincidiendo con el periodo de
crecimiento de la Iglesia, se inici un movimiento ideolgico sumamente peligroso para el desarrollo interior de la joven Iglesia: la tendencia rigorista. Esta nueva corriente, representada en su primera aparicin por M. y sus discpulos, surge no por influencia de ideas filosficas como en el gnosticismo (v.), sino de las mismas entraas del cristianismo. Se presenta como el ideal de perfeccin del mismo Jess y trata de corregir supuestas desviaciones del espritu cristiano. Se llam a s misma nueva profeca. Los que la combatieron la designaron como la hereja de los frigios, con lo que aluden al espacio geogrfico en que se inici el movimiento. Slo en el s. iv hall la denominacin de m., cuando se quiso poner de relieve el papel que M. desempe en su gnesis. En los primeros aos de la Iglesia Dios derram con frecuencia sobre sus fieles el carisma de la profeca. Entre ellos haba aparecido, ac y all, algn falso profeta, que despert la desconfianza sobre la actuacin de tales carismticos. El peligro era real y de l avisaba la Didach (v.). Tampoco faltaron a veces tensiones pero se logr el equilibrio ya que la profeca se reconoci siempre juzgada por la fe y, por tanto, por la tradicin apostlica y sus representantes. M., en cambio, defiende y sostiene una concepcin de la profeca que le lleva a chocar con la autoridad de la Iglesia, y a separarse de la comunin eclesistica. A la Iglesia jerrquica se opone una iglesia carismtica, proclamando que los poderes espirituales se perpetan en la Iglesia, no por sucesin apostlica, sino por la trasmisin de carismas, de la que M. y sus profetas se presentan como herederos. La evolucin del m. pasa por una fase inicial, un estado de modificacin por obra de Tertuliano (v.), y un periodo de definitiva decadencia tras la victoria de la Iglesia. Fase inicial. Siendo Grato procnsul del Asia Menor (ca. 172) el nefito M. comenz a predicar en la aldea de Ardabau, en las provincias asiticas de Frigia y Misia (cfr. Eusebio, Historia eclesistica, 5,16,19). Poco despus de su bautismo se present como profeta y reformador, pretendiendo ser el rgano del Espritu Santo (lo 14, 16.26), que slo ahora, por obra suya iba a conducir a la cristiandad a la verdad entera. A los comienzos se recibi este mensaje con escepticismo, mas cuando dos mujeres, Priscila y Maximila, se adhirieron y pronunciaron tambin en forma exttica sus profecas y, sobre todo, cuando M. prometi a sus secuaces lugar eminente en la venidera Jerusaln celestial, una ola de entusiasmo acab con los reparos (cfr. S. Epifanio, Panarion, 48,10; Tertuliano, De exhortatione castitatis, 10). Los tres profetas se limitaban a la propaganda oral. No escribieron sus orculos, ni se dispuso en los comienzos de ningn escritor de fama para ponerlos por escrito. Ms tarde los orculos de M. y sus compaeras se recogieron y difundieron, pero nos han llegado muy pocos. Solamente se hallan consignados en los escritores antimontanistas o en Tertuliano. Si se quiere responder a la pregunta sobre el fondo de la nueva profeca, hay que valerse de los informes de sus adversarios. No puede realmente demostrarse una conexin entre los antiguos cultos frigios y la nueva profeca, pero parece existir cierta propensin de la poblacin del interior de Asia Menor hacia la exaltacin religiosa. La caracterstica ms saliente de la doctrina de M. es el mensaje escatolgico: la vuelta del Seor es inminente y con ella empezar, en la llanura junto a la pequea ciudad de Pepuza, la Jerusaln celestial. En algunos distritos del Imperio Romano se notaba cierta disposicin a recibir tal mensaje, que hacan deseable las graves calamidades que bajo Marco Aurelio haban trado consigo la peste, la guerra y la miseria social. De haberse limitado a
predicar su mensaje escatolgico, la ola montanista hubiera quedado sin profundidad ni
repercusin lejana: el fallo de las predicciones hubiera desemborrachado los espritus. Pero los profetas en cuestin sacaron de su misin muchas consecuencias que suponan amplias y decisivas incisiones en la vida de la comunidad eclesistica. Si la venida de Cristo era inminente, decan, deba vivirse un ayuno riguroso como medio para preparar el alma al advenimiento de Cristo. Hasta entonces esta prctica penitencial se haba limitado a dos das a la semana, y la Iglesia la recomendaba a los fieles como prctica voluntaria. M. fue mucho ms all y lo impuso a todos los cristianos, sin interrupcin alguna, pues la venida de Cristo iba a ser por momentos una realidad. Como esta realidad fall, el ayuno se limit al precepto de los corrientes ayunos estacionales. Pero la obligacin se extendi hasta la tarde del da de ayuno, y an se aadieron dos semanas de abstinencia, durante las cuales slo se podan comer frutos secos (cfr. Tertuliano, De ieiunio, 2,10). Orientacin fundamentalmente escatolgica tienen tambin otras exigencias del m.: vedaba al cristiano huir o esconderse en poca de persecucin; evitar el martirio (v.) significaba, decan, un apego a este mundo, que se encaminaba a su fin. A los que haban cometido pecados graves (capitales): apostasa, homicidio o adulterio les era negada para siempre la admisin en la Iglesia; punto ste muy caracterstico del rigorismo montanista que implicaba adems un error eclesiolgico y sacramental grave: suponer que la Iglesia no tena poder para perdonar algunos pecados. Tambin es significativa la actitud de los dirigentes del m. frente al matrimonio. Lo condenan por considerar que encadena las personas a este mundo y piden que se renuncie a l. Las dos profetisas Priscila y Maximila abandonaron la comunidad conyugal con sus maridos, pusieron como deber imitar su ejemplo y prohibieron la celebracin de matrimonios en el corto espacio que, segn sus visiones, faltaba para la venida del Seor (Tertuliano transforma posteriormente esta prescripcin en la condena de las segundas nupcias). Priscila a las razones escatolgicas contra el matrimonio, aada otra: la abstencin de la vida matrimonial, deca, capacita particularmente para las visiones y comunicaciones profticas (cfr. Eusebio, o. c., 3,5.18.3). Expansin. El efecto de esta campaa de supuesta reforma y rigorismo fue de momento arrollador. A los numerosos adeptos en Frigia se aadieron pronto nuevas fundaciones en Lidia y Galacia. Saliendo de las provincias del Asia Menor, hizo su entrada en Siria, y gan secuaces particularmente en Antioqua. Pronto alz tambin cabeza en Tracia, extendindose as al Occidente. En fecha temprana tuvieron noticia del movimiento montanista las iglesias de Lyn y Vienne en las Galias, como hace notar Eusebio (o. c., 5,3.4), el cual conoci una correspondencia entre dichas iglesias y hermanos de Asia y Frigia. El papa Eleuterio (175-189), fue informado sobre la aparicin de la nueva profeca. No parece que la considerara un serio peligro, pues no consta que pronunciara condenacin alguna. Algo despus, en los inicios de su pontificado, el papa Ceferino (198-217) no lo juzg al principio desfavorablemente, pues expidi cartas de paz a sus seguidores, lo que equivala a expresar la comunin eclesistica. Posteriormente cambi da actitud. Tertuliano atribuye ese cambio al influjo del asitico Prxeas, que le habra informado ms puntualmente (cfr. Tertuliano, Adv. Praxeam, 1). La muerte de los tres primeros representantes de la profeca represent un primer golpe para la ulterior propagacin del movimiento. Maximila muri el a. 179 y ella precisamente haba anunciado: Despus de m no vendr ningn profeta, sino la consumacin del fin (cfr. S. Epifanio, o. c., 48,2.4). Con este orculo permiti a muchos adeptos un juicio sobre la autenticidad de la prediccin, que slo poda ser negativo. Probablemente se hubiera parado completamente el movimiento, y con seguridad hubiera tomado otras formas la polmica de
la Iglesia con l, si un hombre de la talla de Tertuliano (v.) no se hubiera adherido a semejante
concepcin, volviendo a llamar la atencin sobre la nueva profeca. El tertulianismo. El cambio sufrido por las ideas montanistas con la adhesin de Tertuliano al movimiento ha sido designado con el nombre de tertulianismo, para poner as de manifiesto su papel innovador. No hay punto alguno de apoyo para determinar cundo y cmo entr el gran escritor africano en contacto con la nueva profeca. A partir aproximadamente de 205-206, sus escritos permiten reconocer que no slo conoce las ideas montanistas sino que las acepta. No es difcil deducir de sus escritos montanistas lo que le atraa de la nueva profeca. Aqu hallaba, en algunas cuestiones de la vida cristiana, una concepcin que responda exactamente a su fundamental actitud rigorista, sin que por otra parte tuviera que aceptar en modo alguno la hereja gnstica ni las falsas doctrinas. Pero seguramente le atraa mucho ms la idea de que en la forma montanista del cristianismo, poda apelar en favor de su concepcin directamente al Espritu Santo. Ante esta instancia supraterrena, tena que callar toda otra, as fuera el mrtir catlico, la Iglesia episcopal o el Obispo de Roma. Sin embargo, Tertuliano no posea un temperamento como para someterse sin ms a la nueva profeca. Pens los puntos doctrinales esenciales del movimiento y los modific en sus pormenores, tan fuertemente, que el m. de Tertuliano no representa ya en absoluto el de la primera hora. Las tres grandes figuras profticas de la primera fase no son para l una autoridad intangible, ni se acomoda necesariamente a ellas. Conoce una coleccin de sus orculos profticos, que aprovecha escasamente, y prefiere apelar directamente al Parclito mismo. Niega a la mujer en la comunidad montanista un puesto semejante al que tuvieron Priscila y Maximila. Le quita toda funcin sacerdotal y tampoco tolera que ensee ni acte en el culto divino. Slo le concede un carisma de profeca que nicamente tiene vigencia en el mbito privado (cfr. Tertuliano, De virginibus velandis, 9). Tambin se aparta de datos demasiado concretos en la profeca, en cuanto se refieren al descenso de la Jerusaln celestial. A la ciudad de Pepuza no la menciona en absoluto. Se dira que quiere desligar la profeca de su vinculacin a personalidades de la primera fase y de condiciones locales de Asia Menor, para darle un carcter universal. Esta visin se patentiza en la nueva motivacin, dentro de la historia de la salvacin, que Tertuliano da a la nueva profeca, cosa de que no eran capaces M. y sus auxiliares femeninas. Su verdadera misin, dice, consiste en llevar a la cristiandad, por obra y gracia del Espritu Santo, a su edad madura (cfr. ib.). En sus escritos montanistas (De fuga in persecutione, De monogamia, De ieiunio adversus psychicos, De pudicitia, De virginibus velandis) defiende los postulados rigoristas con apasionado lenguaje. Afirma la prohibicin de huir en la persecucin, presenta el matrimonio nico como mandato ineludible del Parclito, pero niega las segundas nupcias: secundae nuptiae-adulterium (De monogamia, 15). Demuestra la obligacin del ayuno, que no quieren admitir los psquicos (as llama a los cristianos ortodoxos), a los que insulta desenfrenadamente. De despiadada dureza es un ataque contra la prctica de la Iglesia en la cuestin de la Penitencia, que lo convirti en enemigo por principio de la Iglesia episcopal. Con ello se aparta definitivamente de la autoridad eclesistica fundda en la sucesin apostlica. El intento de Tertuliano de ganar para el movimiento montanista a la comunidad cristiana de Cartago, hubo de abandonarlo muy pronto. Despus de l, las fuentes apenas recogen datos sobre el m. en frica. Poco antes de la muerte de S. Agustn se uni a la Iglesia un residuo de tertulianistas. Actitud de la Iglesia. Acogido en un principio benvolamente como un movimiento de reforma y exigencia espiritual, se pas a una oposicin cuando el movimiento fue examinado
ms de cerca: se hizo patente su contraste con la ordenacin cristiana de la vida y la tradicin
apostlica. Esa evolucin se explica fcilmente. Exhortar al ayuno y la prontitud para el martirio, loar la disciplina en la vida matrimonial eran antiguos temas familiares en la predicacin primitiva. Tampoco tena por qu alarmar que se tuviera en alta estima el carisma proftico. Adems no poda descubrirse en la predicacin de la nueva profeca conexin alguna con las herejas hasta la fecha combatidas. Slo cuando se vio claro que los temas citados, quedaban desfigurados por una falsificacin de la tradicin cristiana, se hizo ineludible su condenacin. La primera medida fue refutarlos por escrito. Eusebio nos informa de la accin en este sentido de Apolinar de Hierpolis, Melitn de Sardes (v.), Milcades el Apologeta, Apolonio y un annimo interesante. Con ocasin del movimiento montanista se reunieron diversos snodos -los primeros que conocemos en la historia de la IglesiaEn ellos fueron examinadas las nuevas doctrinas, y las juzgaron falsas y herticas y sus fautores fueron excluidos de la comunin con la Iglesia. La condenacin pblica y oficial la dio el papa Ceferino (199-217). Antes de mediar el s. III se ocup un snodo de obispos en Iconio de esta cuestin. Grupos sueltos se encuentran a fines del s. IV en Espaa, a comienzos del s. V en Roma y en Oriente entrado el IX. Desde Constantino el Grande fueron publicados contra los montanistas severos decretos imperiales. Todava el concilio in Trullo del 692 (can. 95) y Len el Isurico (722) adoptaron medidas contra ellos. Con el tiempo se dividieron en varios grupos: esquinistas, proclianos, quintilianos, priscilianos, tertulianistas, etc. Algunos cayeron adems en otros errores teolgicos. As el partido de un cierto Eschine adopt la doctrina de los patripasianos (v.), otros adhirieron al novacianismo (v. NOVACIANO). La victoria alcanzada por la Iglesia en su repulsa del M. tuvo para ella consecuencias que pusieron ms de relieve su peculiar naturaleza, y contribuyeron a su posterior desenvolvimiento. Por haberse negado a hacer suyo el exagerado programa asctico de M., escap al peligro de degenerar en una insignificante secta de exaltados y se mantuvo fiel a su misin de llevar el mensaje de Cristo a todos los hombres, y actuarlo eficazmente en cualquier ambiente cultural. Al desechar el subjetivismo religioso irrefrenable, con su pretensin sobre la direccin exclusiva de los creyentes, como soaban los montanistas, aseguraba a las comunidades de cristianos y a las almas una direccin objetiva en manos de los ministros que hasta entonces la haban desempeado, y cuya vocacin se rega por criterios ciertos, sin caer en manos de un entusiasmo subjetivista. Al condenar finalmente, una esperanza escatolgica de inmediato cumplimiento, puso de relieve la necesidad de contemplar con mirada objetiva y serena las tareas presentes y futuras de la historia y manifest toda la hondura y el valor del ulterior trabajo apostlico.
BIBL.: B. ALTANER, Patrologa, 5 ed. Barcelona 1962; 1. QuAsTEN, Patrologa, 2 vol.
Madrid 1961-62; P. DE LABRIOLLE, Les sources de I'histoire du Montanisme, Pars 1913; D, La crise Montaniste, Pars 1913 (con abundante bibl.); A. FAGGIOTTO, L'eresia dei Frigi, Roma 1924: D, La dispora catafrigia, Roma 1924; G. BARDY, Montanisme, DTC X,2355-2370; N. BONWETSCH, Texte zur Geschichte des Montanismus, Bonn 1914; G. S. P. FREEMAN-GREEVILLE, The date of the outbreak of Montamsm, The lournal o Eclesiastical Historyn, 5 (1954) 7 ss.
PRIMITIVO TINEO. Cortesa de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991