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Por las mismas fechas del siglo XX, el filsofo alemn Theodor Adorno
lleg a decir que tras Auschwitz ya no era posible seguir escribiendo
poesa.
Celan lo hizo. Lo hizo hablando a esos callejones, lanzando una
botella al mar en espera de ser recogida y recogiendo l mismo en el
poema los restos del naufragio en que el terrible siglo haba
desembocado.
Por ello, existe cierta valenta en querer lanzar unas palabras a
esos ningunos que, por un casual, tomamos en las librerias o
bibliotecas al albur un ejemplar de Sara Mago en un panorama
material y formal que dista mucho de ser el de la Guerra Mundial,
pero en el que la palabra, tambin ahora, debe decir; aunque esa
palabra se dirija, en estos tiempos, a unos ningunos que suean con
recuperar el recuerdo de la edad y la rabia joven que han dejado
tantos fanzines, modelo por naturaleza, de lo ftil y minoritario. Pero,
por ello mismo, de lo ms aventurero: poder hablar en espera, acaso,
de ser escuchado. A la minora siempre, como deca Juan Ramn.
En El tercer hombre, el escritor Graham Greene viene a decir
por boca de su principal personaje, Harry Lime (interpretado en la
adaptacin para la pantalla por un esplndido Orson Welles) que en
lugares tan dichosos y estticos como Suiza, lo nico que ha merecido
la pena destacar durante siglos ha sido el reloj de cuco. De qu sirve
la palabra cuando comes perdices, si es entonces cuando toda
historia ya ha terminado? Que estos tiempos difciles valgan pues
para poder recuperar el aliento de la verdadera palabra; la necesidad
de decir.
canalizar la rabiosa
no obstante,