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DEPARTAMENTOS 30 de
diciembre
DE ORIENTACIÓN
EN LOS CENTROS
2000
DE SECUNDARIA
Informe elaborado a finales del año 199, a petición de la Consejería de Educación de la
Junta de Andalucía (España) con el fin de publicarlo en sus Anuarios. Finalmente, este
Informe no fue publicado por razones nunca expresadas, aunque para mí obvias. Ha
pasado ya mucho tiempo pero no creo que las cosas hayan cambiado mucho. La
orientación está ya consolidada y muy profesionalizada, pero los problemas siguen
vigentes y las supuestas soluciones solamente se han expresado en más computadoras,
más decretos y más ordenes. El fondo sigue sin tocarse.
LOS DEPARTAMENTOS DE ORIENTACIÓN EN LOS CENTROS DE
SECUNDARIA. Aproximación a un balance.
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información. A este respecto, resulta obligado señalar que orientar no es vender, orientar no es
condicionar la voluntad de los alumnos para que estudien tal o cual cosa en función de
intereses que no son genuinamente suyos: la orientación también tiene su código deontológico,
en el cual destaca el respeto escrupuloso a la voluntad y a la libertad de elección de los
alumnos una vez que han sido convenientemente orientados.
La orientación es además un proceso sistemático, dado que la variedad de actividades
orientadoras hay que ordenarlas, jerarquizarlas y priorizarlas siempre en función de las
necesidades educativas detectadas en los clientes del sistema educativo, por lo que en
consecuencia requiere de planificación y programación que permita una intervención
fundamentada en objetivos susceptibles de ser evaluados. En este sentido no puede concebirse
la orientación como uno conjunto de acciones espontáneas, inconexas o descontextualizadas
de las necesidades e intereses de los alumnos. Tiene necesariamente que estar conectada
tanto con el proceso de desarrollo madurativo de los orientados, como con los procesos de
enseñanza y aprendizaje que se desarrollan en cada una de las áreas curriculares y es más, lo
ideal sería que estuviera integrada en el propio curriculum. Para todo esto es necesaria la
existencia del denominado Plan de Orientación y Acción Tutorial, documento que integrado en
el Proyecto Curricular de Centro, asegura la coherencia, la permanencia y la articulación de los
objetivos y actividades orientadoras para todo el Centro en cada una de sus áreas de
intervención: orientación vocacional y profesional, orientación de los procesos de enseñanza y
aprendizaje, atención a la diversidad y a las Necesidades Educativas Especiales y orientación
personal o para la prevención y el desarrollo humano.
Y por último destacar que la orientación es ante todo un proceso de ayuda al desarrollo
de las personas en todos sus aspectos individuales, sociales, escolares, académicos y
profesionales. Y es en este lugar en el que orientación y educación se identifican, en cuanto
que esta última persigue también el desarrollo de todas las potencialidades de los individuos
para que lleguen a ser ellos mismos en todas las dimensiones del desarrollo, tanto en las
cognitivas (adquisición y almacenamiento de información) y metacognitivas (procesamiento de
información o estrategias de aprender a aprender), como en las dimensiones éticas y estéticas.
De esta idea se deriva el hecho de que la orientación, además de ser una actividad
especializada y profesionalizada, es también una actividad global y transversal implícita en
cualquier actividad que responda a una necesidad educativa, o en cualquier acción destinada a
descubrir y a desarrollar las capacidades de un sujeto.
Durante siglos hemos estado acostumbrados a que los sistemas educativos nos
proporcionasen individuos bien formados humana y profesionalmente poniendo el énfasis en los
aspectos instrumentales, cognitivos, instructivos, académicos y de credencialismo, al mismo
tiempo que se seleccionaban a los que creíamos más capaces. De siempre hemos estado
interesados en formar cabezas bien hechas más que cabezas bien llenas, aunque
lamentablemente todavía esta concepción no está del todo generalizada en la práctica
pedagógica dominante. Sin embargo de lo que se trata ahora, y en ello se inscriben las
aportaciones de la orientación como actividad especializada y profesional, es de complementar
esa formación, poniendo el acento en aquellos aspectos a los que el academicismo y el
instruccionismo dominante no ha permitido dar una respuesta lo suficientemente satisfactoria,
como son las dimensiones psicológicas, metacognitivas, emocionales, afectivas,
motivacionales, conductuales. interpersonales, actitudinales del desarrollo humano. Y decimos
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complementar, que no sustituir, porque como bien nos enseñó Piaget, el desarrollo cognitivo es
inseparable del desarrollo afectivo: no se trata aquí de sustituir el desarrollo de las capacidades
de abstracción, de razonamiento o de memorización por las capacidades emocionales, de
autoestima, autorregulación o de decisión, como acostumbran a señalar los nostálgicos de los
viejos sistemas educativos, sino de integrar ambas, prestando un especial interés a aquellos
aspectos del desarrollo personal que hasta ahora no habían sido suficientemente considerados
en el curriculum oficial.
La orientación como actividad educativa significa intervenir al menos en cuatro ámbitos
fundamentales:
Educación para la Vida.
La adquisición y el desarrollo de competencias metacognitivas y emocionales.
El conocimiento de opciones y alternativas, así como en el desarrollo de
procedimientos y habilidades para la toma de decisiones individuales y colectivas en
la perspectiva de la autoorientación.
La atención a la diversidad de capacidades, intereses, motivaciones y necesidades
de los individuos.
Afortunadamente, este enfoque de la orientación como actividad nítidamente educativa
centrada en el desarrollo integral de los individuos, es el que en nuestro país ha recogido la
LOGSE, puesto que en ella se considera :
1) La Educación como una orientación para la vida en la que hay que promover y
prestar especial atención a los aprendizajes funcionales.
2) La orientación como un proceso que capacita a los individuos para tomar decisiones
por sí mismos, lo que incluye el asesoramiento sobre caminos y alternativas
diferentes.
3) La orientación como capacitación para la autonomía tanto en el aprendizaje como en
el desarrollo personal.
Desde los principios de flexibilidad y autonomía del curriculum no sólo se puede y se debe
favorecer el aprendizaje de habilidades cognitivas y estrategias metacognitivas de aprender a
aprender, sino también ayudar al desarrollo de habilidades de autoconocimiento, de
autorreflexión, de automotivación y sobre todo de habilidades sociales de comunicación y de
convivencia pacífica y democrática.
4) La orientación forma parte de la función docente, está implícita en el acto de educar y
en consecuencia es una tarea que afecta a todos los agentes que en mayor o en
menor medida intervienen en los procesos educativos.
Aunque resulta obvio que la orientación goza en la actualidad del estatus de disciplina
especializada e incluso científica, no es menos obvio que quienes tienen más posibilidades de
orientar en la práctica, son aquellos agentes educativos que más interaccionan con los
alumnos: el profesor o la profesora que escucha, que sugiere, que anima y estimula o el tutor o
la tutora que corrige y obliga con cariñoso imperio, son a nuestro juicio los que en primera y en
última instancia ejercen el máximo protagonismo de la función orientadora y en la medida en
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que el profesorado en particular y todos los agentes educativos en general asuman esta
función, los especialistas en orientación seremos cada vez menos necesarios.
5) La orientación, en cuanto proceso, se desarrolla en tres niveles: la tutoría, el
departamento de orientación y los equipos de orientación externa.
En este aspecto la figura del tutor adquiere una especial relevancia en cuanto que
armoniza, articula y da sentido a los procesos de desarrollo individual y social de sus alumnos.
Pero ¡ojo!, no nos referimos únicamente al responsable de un grupo, sino también a todos los
profesores de disciplina, ya que su propia función docente los hace también ser tutores aunque
tengan algunas competencias diferentes. Cuando hoy por ejemplo vemos que en nuestros
Institutos no abundan los profesores que opten voluntariamente por la tutoría y cuando a
principios de cada curso en las reuniones de los departamentos didácticos estas funciones
generalmente recaen en los últimos profesores que llegan al Instituto, se están poniendo de
manifiesto unos hechos que pueden lesionar de forma importante los procesos de orientación.
Hechos obviamente causados por las dificultades y esfuerzo que conllevan estas funciones y la
falta de atractivo y motivación que poseen para gran parte de los profesores.
Los Departamentos de Orientación juegan aquí un importante papel de impulso,
asesoramiento, dinamización, apoyo y ayuda al desempeño de las funciones más
genuinamente educativas y orientadoras, lo que unido a las labores de coordinación,
orientación y apoyo técnico de los Equipos de Orientación Externa, proporciona de suyo una
infraestructura de recursos humanos, que aunque todavía insuficiente, constituye sin duda uno
de los elementos que contribuyen al incremento de la calidad de los servicios educativos que
prestan actualmente nuestros Centros.
Aunque no ha sido la LOGSE, la que ha descubierto la orientación psicopedagógica, no
cabe duda de que su aplicación es la que ha permitido materializar la presencia de recursos
humanos y materiales para incrementar el nivel de satisfacción de las necesidades de
orientación, de lo que es prueba tanto la creación de la nueva especialidad de Psicología y
Pedagogía como los Departamentos de Orientación en los Centros de Secundaria, y esto de
por sí ya es un paso muy importante, independientemente de las sombras y los aspectos
mejorables que todavía habrá que seguir iluminando y satisfaciendo.
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2.- El modelo andaluz
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4. Estimulará experiencias en relación tanto al conocimiento de sí mismo, identificando
aptitudes, intereses y aspiraciones, como al aprendizaje de la toma de decisiones
sobre su futuro profesional.
5. Deberá estructurarse en los ya conocidos tres niveles: la acción tutorial en el aula, a
nivel de Centro con los EPOEs para Infantil y Primaria y los Departamentos de
Orientación en Secundaria y por último a nivel externo mediante lo que se denominó
“Centros de Recursos para la Orientación y el Apoyo” que abordarían desde la zona
geográfica la atención a la diversidad, el asesoramiento técnico y pedagógico y la
orientación educativa y profesional en su caso.
Todo este proceso termina por concretarse en toda una serie órdenes que van apareciendo
anualmente y van regulando la implantación con carácter experimental, tanto de los
Departamentos de Orientación como de los Programas de Diversificación Curricular y los
Programas de Garantía Social hasta desembocar en el Decreto 200/97 del Reglamento
Orgánico de los Institutos de Educación Secundaria.
En cuanto a las órdenes de implantación y en relación a los Departamentos de
Orientación cabría destacar:
1. La creación y dotación progresiva de los Departamentos de Orientación en los Centros
de Secundaria bajo la responsabilidad de la figura del “Coordinador de Orientación”
2. Las funciones de asesoramiento, coordinación e intervención por programas,
colaboración con las familias, relación con los EPOEs y colaboración con los CEPs de
los Departamentos de Orientación, que en una larga lista se distribuyen en relación al
Centro, en relación al alumnado, con respecto al profesorado y co respecto a las
familias.
3. Las funciones de los tutores. Así por ejemplo, en la Orden de 16/07/93 se llega decir
explícitamente que los tutores tendrán encomendadas, entre otras tareas la de “formar
parte del Departamento de Orientación... y colaborar con dicho Departamento en la
identificación de las necesidades de los alumnos”
4. La regulación del régimen de dedicación horaria del “Coordinador del Departamento de
Orientación”, la ya conocida jornada de los 4/4: ¼ para el trabajo directo con grupos para
desarrollar programas de orientación, ¼ para la planificación y el desarrollo del Plan de
Acción Tutorial, ¼ para el asesoramiento psicopedagógico a los diferentes órganos
directivos, las estructuras organizativas con especial atención a las sesiones de
evaluación y el último cuarto de la jornada de 30 horas para el asesoramiento
individualizado de alumnos y familias.
5. La atención directa en funciones de tutoría del Coordinador del Departamento, de los
grupos de alumnos de los Programas de Diversificación Curricular
La última de estas Órdenes es la de 17 de julio de 1995 y dos años más tarde se publica
el DECRETO 200/1997, de 3 de septiembre, por el que se aprueba el Reglamento Orgánico de
los Institutos de Educación Secundaria en el que ya de una forma definitiva se regula tanto la
composición como las funciones del Departamento de Orientación y de la Tutoría. En este
Decreto habría que destacar:
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1. La sustitución de la figura del “Coordinador de Orientación” por la del “Orientador”
profesor de la especialidad de Psicología y Pedagogía.
2. La desaparición de la tarea de los tutores de pertenecer al Departamento de
Orientación, salvo que el Plan de Orientación y Acción Tutorial de cada Centro así lo
determine.
3. Unas “funciones mínimas” para los orientadores, con lo que se disminuye de forma
considerable las que aparecían en las órdenes citadas, aunque al ser mínimas no se
excluyen, consistentes en asistir a las Sesiones de Evaluación, realizar la evaluación
psicopedagógica previa a las adaptaciones curriculares y diversificaciones curriculares,
colaborar con el profesorado en la detección y tratamiento de problemas educativos y
dificultades de aprendizaje y en su caso impartir la materias de Psicología y Pedagogía.
4. Unas funciones para el Departamento: elaborar el Plan de Orientación y Acción Tutorial
contribuyendo a su desarrollo, realizar las evaluaciones psicopedagógicas, colaborar
con los distintos departamentos didácticos, participar en el Consejo Orientador, formular
propuestas al Equipo Técnico de Coordinación Pedagógica en relación a los aspectos
psicopedagógicos y promover la investigación educativa y actividades de
perfeccionamiento.
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3.- Aproximación a un balance
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madurez personal, conflictos que únicamente podrían resolverse desde el intercambio, la
asociación y la formación.
De otra parte y dado que la formación y la procedencia profesional de los orientadores es
muy heterogénea, aunque todos nos situemos en el ámbito de la Psicología y la Pedagogía, la
adaptación al cambio reúne características muy singulares en cada caso, que por lo general
tienen en común el recurso a la seguridad, es decir, el acogerse y realizar aquella actividad en
la que cada uno se siente o se ha sentido más seguro, lo cual independientemente del valor de
la actividad en cuestión, contribuye también, en no pocas ocasiones a la realización de rutinas
destinadas más a buscar seguridad y tranquilidad personal, que a dar respuesta a las
necesidades educativas concretas de cada contexto.
Desde una perspectiva práctica, lo más destacable es la cantidad y diversidad de
funciones que se asignan al rol de orientador psicopedagógico, y así el problema cotidiano que
se nos plantea a los orientadores se concreta en una pregunta (SANTANA VEGA, L. 1993) que
algunas veces no podemos responder: ¿de qué forma puedo cumplir con eficacia todas estas
tareas, si todas las considero importantes y dentro de mi jornada laboral?
En primer lugar veamos cuáles podrían ser las funciones de un orientador o si se
prefiere de un Departamento de Orientación, funciones que a nuestro juicio han sido diseñadas
parte de las veces por profesionales que no han tenido experiencias significativas de
orientación en Centros y cuando no, basándose en modelos importados con características
inadecuadas y escasamente operativas para los principios de nuestro modelo andaluz de
orientación educativa.
Básicamente las funciones generales de la orientación, son bien conocidas como de tres
tipos: la función correctiva o terapéutica, la función preventiva y la función de desarrollo (RIART,
J. 1998). La primera de ellas está centrada en el tratamiento individualizado del sujeto-
problema. La segunda o preventiva trata mediante el análisis de la realidad, anticiparse a
aquellos elementos que podrían ocasionar dificultades futuras o aumentar las ya existentes. Y
por último la tercera o de desarrollo se entiende como la intervención dirigida a desarrollar al
máximo las capacidades personales de los individuos o de los grupos.
Además de estas tres funciones generales existen otras más específicas (RIART, J.
1998) y que dan un perfil profesional más concreto al trabajo del orientador. Estas funciones
deberían ser a nuestro juicio las siguientes:
1.- Asesoramiento. Consistente en informar, o en dar opinión o consejos a todos los agentes
educativos del Centro, bien de forma individual o de forma grupal o colectiva. Cuando
informamos sobre itinerarios educativos o reunimos a los padres, o recordamos determinada
información al profesorado, estamos haciendo asesoramiento.
2.- Consulta. Ofrecer una opinión o consejo en base una relación personal comunicativa en la
que hay un compromiso para la acción. También está dirigida a todos los agentes educativos y
se realiza de forma individual. La consulta, no es otra cosa que la entrevista individual de
carácter orientador cuyo objetivo es iniciar y desarrollar un proceso de ayuda personal.
3.- Coordinación. Realizar propuestas para ordenar, armonizar, articular tareas y actividades
de los diversos miembros de un grupo en aras a un objetivo común y compartido. Se desarrolla
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en las reuniones de trabajo y requiere por parte del que la ejerce de habilidades específicas
para la conducción de grupos y cierta dosis de liderazgo o de probada influencia sobre los
individuos del grupo. En el caso de los orientadores, las reuniones que se mantienen con los
departamentos didácticos, en el Equipo Técnico de Coordinación Pedagógica, con los tutores y
con los equipos educativos.
4.- Diagnóstico y Detección. Identificar problemas, disfunciones, dificultades, necesidades en
los individuos y en los grupos, aplicando herramientas o instrumentos técnicos de válidos y
fiables, al mismo que tiempo que se identifican o se inducen las posibles causas con el fin de
proponer medidas correctoras y propuestas de satisfacción y mejora. En nuestro caso, la
evaluación psicopedagógica previa a las adaptaciones y diversificaciones es nuestra función de
diagnóstico o las iniciativas encaminadas a diseñar planes de evaluación de los procesos de
enseñanza y del proyecto curricular, o las tareas de observación y cuestionarios dirigidos a
conocer las singularidades del contexto, podrían ser tareas de detección.
5.- Formación. Como hemos señalado anteriormente, Orientación y Educación son términos
idénticos desde la perspectiva del desarrollo, y en consecuencia la función de formación
consiste en ayudar a la adquisición y el desarrollo de capacidades, habilidades, procedimientos,
actitudes y valores. No puede desarrollarse está función si no existe la posibilidad de intervenir
de forma directa en el aula con grupos de alumnos, padres o profesores. Requiere de esfuerzos
importantes de autoformación y autoperfeccionamiento profesional por parte del orientador:
tiene en este sentido dos niveles, el ofertado y el demandado. En cualquier caso, no puede
entenderse la función orientadora sin la posibilidad de intervenir directamente con personas
realizando programas de desarrollo de capacidades, ni tampoco sin recibir o procurarse por los
propios medio la indispensable formación continua.
6.- Innovación. Sería bastante ineficaz entender la actividad profesional de la orientación sin la
posibilidad de probar, experimentar, evaluar, investigar. La innovación consiste en aplicar
nuevas fórmulas o nuevas actividades con la finalidad de iniciar nuevos procesos que
respondan más eficazmente a las necesidades educativas detectadas. Se ejerce a iniciativa del
propio orientador y en las actividades y tareas de cada una de sus funciones: desarrollar un
nuevo programa, diseñar e implementar un nuevo proyecto, hacer cambios en el Plan de
Orientación y Acción Tutorial son actividades que se corresponden con esta función.
7.- Organización. Consistente en articular, ordenar, jerarquizar y establecer las actividades
conforme a una estructura lógica y racional determinada, siempre en función de las
necesidades que se han detectado y de los recursos disponibles. Esta función incluye las
subfunciones de planificación y de programación. El diseño y desarrollo del Plan de Orientación
y Acción Tutorial, o la programación de actividades anuales, trimestrales o diarias, son ejemplos
de organización. Esta función exige del orientador de un fuerte desarrollo personal en relación
al establecimiento de prioridades y a la toma de decisiones, para encajar actividades muy
variadas y complejas en su jornada laboral.
8.- Cambio. Aunque muy relacionada con la función de innovación, la función de cambio posee
un carácter más complejo, general e inespecífico y consiste en la estimulación, la animación, el
impulso y la dinamización de procesos de cambio orientados a la mejora cualitativa de los
procesos educativos. Participar en proyectos y grupos de trabajo; promover iniciativas de
mejora; favorecer el entusiasmo y el optimismo; estimular el consenso y la participación;
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desarrollar la crítica y la autocrítica; ofrecer motivos y argumentos para la mejora; favorecer la
resolución de conflictos, la negociación y la mediación; estimular la autoestima profesional de
los docentes sin olvidar la de los alumnos y de los padres y madres; contribuir a la mejora del
clima social del Centro... y otras muchas actividades y procesos constituyen esta función.
Obviamente esta es la función más difícil de todas cuantas hemos mencionado, sobre todo
dada la situación de marginalidad y aislamiento que hemos señalado y por tanto la que requiere
por parte del profesional de la orientación unas muy fuertes dosis de madurez e implicación
personal en la aventura de la Educación. La formación y el desarrollo de esta función
únicamente se adquieren a través de la práctica y de la experiencia el ejercicio paciente y
prudente de valores de cooperación y solidaridad.
Presentadas así estas funciones y desde la perspectiva práctica pudiera parecer que
para ejercer la profesión de orientador haría falta ser un superman, pero nada más contrario de
nuestra intención y de la propia realidad, porque siguiendo el principio de que “no podemos no
comunicar” (WATZLAWICK,P. 1984), cualquier sencilla actividad que realicemos o cualquier
iniciativa que adoptemos por insignificante que pudiera parecer o incluso por ineficaz que
aparentemente se nos pueda presentar, pasado el tiempo hasta incluso una simple mirada o
una sonrisa puede tener más poder de orientación que incluyo el mejor de los programas. Todo
depende en gran medida de nuestra personalidad y de nuestra capacidad para transmitir
entusiasmo, confianza y generosidad, pero esta ya sería tema de otra monografía.
Por ello y volviendo a la pregunta del principio ¿de qué forma puedo cumplir con eficacia
todas estas tareas, si todas las considero importantes y dentro de mi jornada laboral?,
entendemos que habría responder dando un rodeo por cada una de las instancias y agentes
que intervienen en la orientación.
Ante los problemas de percepción, marginalidad, novedad y soledad de los
Departamentos de Orientación la administración educativa debería ofrecer un mayor amparo y
protección, no para los orientadores en particular, sino para la Orientación en su sentido más
profundamente educativo. Y aquí no nos referimos exclusivamente a la Consejería de
Educación sino también a los Equipos Directivos de los Centros, que también son
administración educativa. Haría falta una mayor conciencia y sensibilidad hacia la Orientación
para que traduciéndose en medidas concretas, ya no tanto de carácter normativo sino más bien
de carácter social, organizativo y ejecutivo permitiera hacer más visible para el conjunto de la
sociedad y del profesorado en particular el valor educativo de estas funciones. Hacer posible el
desarrollo de programas de orientación dentro de la jornada semanal lectiva de los alumnos
incluyendo también a los Bachilleratos y a la Formación Profesional Específica y que en la
actualidad no gozan de tutoría lectiva; hacer posible las reuniones de coordinación tutorial y de
los equipos educativos, reuniones que en algunos centros son casi inexistentes; promover
campañas de imagen o de divulgación sobre las funciones de orientación y tutoría; articular
procedimientos para coordinar los variados servicios de orientación de cada administración,
articulación sin la cual no es posible rentabilizar el esfuerzo que cada una de ellas realiza con el
fin de que redunde en los alumnos de un Centro Educativo concreto; apoyar y utilizar sin
reservas al Departamento de Orientación dado que es una estructura nueva que se pone al
servicio del Centro y de la calidad del mismo; facilitarle la adaptación y la integración en el
Centro de manera que poco a poco se vaya haciendo cada vez más necesario y vaya
asumiendo el protagonismo profesional que conforme a sus competencias le corresponde... En
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definitiva: potenciar las tareas de orientación evitando el aislamiento y la obstaculización de sus
funciones.
Ante la variedad y cantidad de funciones a desarrollar la administración educativa
debería también seguir haciendo esfuerzos concretos en materia de recursos humanos para
dotar a los Centros de más profesionales de la orientación para que puedan ejercer todas las
funciones que se les asignan y especialmente en las de desarrollo e intervención. La situación
por la que están atravesando los Centros se hace ya en muchos casos bastante complicada ya
que si las ofertas educativas y el número de alumnos de los Centros aumenta no se debería, a
nuestro juicio seguir manteniendo un solo orientador por Centro por lo que habría que aumentar
ese mínimo, estableciendo una ratio de orientador/grupos o de orientador/alumnos, sin olvidar
la urgente necesidad y el reto que supone la presencia de un Departamento de Orientación por
cada Centro de Primaria.
No ignoramos que esta necesidad de recursos humanos se traduce como es obvio en
recursos financieros, pero en materia de servicios a la comunidad no todo es dinero. A veces
utilizando la imaginación y la creatividad, con un mínimo de recursos puede obtenerse un
máximo de resultados. Y en este sentido nos quisiéramos referir a la figura y a las funciones del
Tutor. Si el tutor responsable de grupo está cargado de tareas y actividades indispensables,
habrá necesariamente que dotarlo de posibilidades y compensaciones para que pueda
efectivamente desarrollarlas: variar el procedimiento de adscripción de tutores y no sea el último
que llega el que se lleve ya no solo la materia o el grupo que nadie quiere, sino también la
tutoría; compensar en el horario del tutor horarios no-lectivos para atender específicamente a
sus funciones; estimular la formación de los tutores con medidas concretas de motivación
laboral; dotarlos con complementos económicos específicos o con horarios más acordes y
funcionales a la responsabilidad que tienen que desempeñar... En suma: proteger e impulsar
con medidas visibles, el primer y más básico nivel de la orientación educativa: la tutoría.
Por otra parte y volviendo a insistir en la pregunta, siempre quedan posibilidades, sobre
todo cuando la experiencia nos alumbra para percibir que la Educación, aunque es un problema
de recursos económicos, es sobre todo un problema de voluntades, de vocación y de servicio,
aunque como es bien sabido ni todo es dinero ni todo es voluntad. En este sentido nos compete
a los orientadores el aplicar los principios de flexibilidad y autonomía en nuestro quehacer, lo
que significa concretar en tareas específicas las funciones que tanto la sociedad como la
administración educativa espera de nosotros. No se trata aquí de exigir que nos pormenoricen
con perfecto detalle las funciones, sino más bien lo contrario.
En un principio, cuando hace casi diez años comenzamos las tareas de orientación
exigíamos de la administración educativa concreciones y listas de tareas porque ante una
situación completamente nueva necesitábamos seguridades para protegernos de nuestros
temores profesionales, en cambio ahora comprendemos que cuanto más generales sean
nuestras funciones, más posibilidades tenemos de autonomía profesional y de responder de
forma más precisa a las necesidades concretas y singulares de cada Centro. De otra parte en
las tareas de orientación hay que huir como de la peste de la mentalidad burocrática lo que se
concreta al menos en dos aspectos importantes de nuestra práctica: no atiborrar de
documentos, normas e instrucciones al profesorado y priorizar siempre el contacto humano, la
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relación personal y la intervención directa con los agentes educativos a través de los medios a
nuestro alcance.
En consecuencia tendremos que dotarnos de procedimientos para poder acomodar los
recursos y el tiempo del que disponemos a las actividades y tareas que programamos, es decir,
tendremos que estar continuamente estableciendo prioridades y no caer en la trampa del estrés
porque la experiencia nos ha confirmado que no por muchas veces que nos llevemos trabajos a
casa, han sido más eficaces nuestras intervenciones. No podemos olvidar que nuestras
intervenciones tienen más un carácter psicosocial, comunicativo y afectivo, más que
propiamente técnico e instrumental: caer en la tecnocracia sería a nuestro juicio también un
grave error.
La mejor manera de que los orientadores definamos nuestras funciones y concretemos
nuestras actividades sería comprobar el cumplimiento de las siguientes exigencias (SANTANA
DE VEGA, L. 1993):
1.- La planificación constante de nuestras funciones y programando también constantemente
nuestras tareas, partiendo de una concepción sostenible de las funciones de la escuela y
de las funciones del alumnado, es decir no poniendo en peligro la satisfacción de otras
necesidades educativas ni del presente ni del futuro, haciendo un esfuerzo para dejar claro
a nuestros compañeros los docentes y a todos los clientes de nuestros servicio en general
cuales son nuestras competencias y responsabilidades. En este sentido habría que
aprovechar cualquier oportunidad de asesoramiento que se nos presentase. Ejemplo: la
participación constante pero prudente al mismo tiempo y sin protagonismos desmedidos, en
el Equipo Técnico de Coordinación Pedagógica, en los Claustros, en la Coordinación
Tutorial es una oportunidad para la clarificación y el asesoramiento.
2.- Valorando constantemente el resultado de nuestros esfuerzos y sobre todo el de nuestros
compañeros los profesores de materia, para lo cual es muy necesario que utilicemos
procedimientos de autoevaluación y que agudicemos al máximo nuestras capacidades de
escucha para inducir también constantemente nuestras posibilidades de intervención y las
estrategias y las tácticas más adecuadas en cada caso.
3.- Promover permanentemente el cambio. Asumir discreta y procesualmente esa función
específica de la orientación, que cobra todo su sentido en la mejora de los procesos.
Mantener nuestros programas y actividades al día, adaptándolos a las necesidades
cambiantes que se van presentando. No se trata de estar al socaire de expectativas sin
fundamento, no se trata de estar al vaivén de los deseos espontáneos del profesorado o de
los Equipos Directivos, sino de analizar las necesidades educativas reales e intentar dar
una prudente respuesta interviniendo en todas las variables causantes que sean posibles y
eso aún a riesgo de no ser comprendidos. Los orientadores necesitamos de mucha
flexibilidad, pero también de firmeza de convicciones profesionales y educativas: ayudar al
que lo necesita y en caso de duda primero al más débil, son principios deontológicos
irrenunciables.
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Si cualquier actividad profesional posee siempre una dimensión formativa que es la que
proporciona los conocimientos y los procedimientos, las metodologías y las habilidades, los
valores y las actitudes para el desarrollo de las competencias que le son específicas, no nos
cabe la menor duda de que si hay alguna que necesita de forma singular y continua esta
formación es la profesión de orientador, independientemente de que el ámbito de intervención
sea el escolar, el familiar, el personal o el laboral.
La heterogénea y al mismo tiempo enriquecedora procedencia de los profesionales que
en la actualidad ejercemos la Orientación en los Centros de Secundaria hace que los enfoques
que se adoptan y las estrategias que se utilizan sean en no pocas ocasiones bastante dispares.
Ya hemos mencionado antes, que movidos por la necesidad de seguridad nos agarramos a
aquellas tareas de las que tenemos conocida experiencia, independientemente de que sean las
más útiles en cada caso y aunque resulta obvio que la actuación orientadora, al igual que la
educativa, posee una especial complejidad y singularidad que no puede homologarse, porque
cada situación y las necesidades educativas de cada Centro son únicas, no nos cabe la menor
duda de que el aprovechamiento de la riqueza de la diversidad de procedencias y de
experiencia no puede materializarse sin algún procedimiento para la formación continua desde
la propia práctica: ¿Podemos ser profesionales de la ayuda personal, de la comunicación, del
intercambio y de la coordinación si no somos capaces de prefigurar el modelo anunciado en
nuestro propio colectivo?.
A este respecto convendría señalar que tanto desde el ámbito institucional que
representa la administración educativa, como desde el ámbito privado representado por los
colectivos y asociaciones profesionales, habría que buscar los medios para formalizar y dar
contenido a algún tipo de estructura que garantizase la formación desde la práctica mediante el
intercambio de experiencias, la elaboración y ejecución de proyectos de orientación comunes,
la propia evaluación de la orientación y la reflexión-acción sobre las necesidades educativas
comunes detectadas.
Esta estructura ha sido y sigue siendo en Sevilla, los denominados “Grupos de Trabajo”
de los CEPs que se mantienen regularmente gracias al empeño y a la voluntad individual de los
profesionales, sin embargo creemos que ante la envergadura de la necesidad de la formación
en colaboración en nuestro caso, habría que dar un salto hacia una estructura de formación y
coordinación más estable, accesible en tiempos de la propia jornada laboral y utilizando
únicamente los recursos existentes. No podemos olvidar que mientras los profesores de materia
tienen la posibilidad de realizar la coordinación y el trabajo en equipo mediante las reuniones de
los Departamentos, los orientadores, los especialistas en Psicología y Pedagogía, no gozamos
de esta posibilidad.
La autoformación en colaboración tiene además de lo ya señalado una función que
conforme pasa el tiempo más necesaria se va haciendo cada vez. Nos referimos a la
distribución de información.
Si los profesionales del asesoramiento y de la consulta carecen de los medios
necesarios para acceder al permanente flujo de información que desde todas las instancias se
genera, la eficacia de nuestras funciones se verían mermadas. Hoy por ejemplo se hace cada
vez más indispensable el contar con un punto de acceso a Internet por cada Departamento de
Orientación. De este modo tendríamos acceso instantáneo a todos los recursos informativos,
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formativos y laborales que tanto las instancias públicas como privadas brindan. Esta necesidad,
impensable por otra parte hace tan sólo unos años, habría que combinarla también con una
sólida formación como usuarios de todas las posibilidades educativas que brindan las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación.
Por otra parte también en estos años de creación de los Departamentos de Orientación
se ha puesto de manifiesto la trascendental importancia que tiene la formación inicial y
específica de los nuevos profesionales que acceden a la orientación.
Todos los que hoy ejercemos experimentamos en su día y lo seguimos experimentando,
aunque ya con menos intensidad, el cambio radical que significa la transformación de nuestro
rol y de nuestras expectativas y aunque todos también aprendemos de nuestra propia
experiencia, del intercambio con los compañeros, de los cursos realizados y de los grupos de
trabajo, no hay que olvidar que nuestra inmersión en los Centros de Secundaria encontró y
lamentablemente sigue encontrando numerosas piedras en el camino (SANTOS GUERRA,
M.A. 1995) piedras que hacen mucho más daño en aquellos compañeros que no han tenido la
posibilidad de vivir la experiencia de la docencia directa en un Centro Escolar. Garantizar
medidas formativas específicas y rigurosas para la acogida de los nuevos orientadores y su
incorporación a los Centros, nos parece en este sentido indispensable y esencial.
En este terreno se nos presenta también un importante dilema (SANTANA VEGA, L.
1993): ¿Debemos ser los orientadores profesionales con responsabilidades amplias y ajustadas
al modelo global de intervención o por el contrario debemos ser profesionales especializados en
técnicas del alcance limitado?.
Evidentemente, si el modelo de intervención que se adopta es el sistémico y global
nuestra formación ha de poseer un carácter completamente diferente a si el modelo por el que
se opta es de carácter especializado y tecnocrático. Si embargo ambos modelos formativos no
son tan excluyentes, sino más bien complementarios. La experiencia que nos falta a los
pedagogos ante casos concretos de diagnóstico y tratamiento de trastornos de aprendizaje y de
conducta muy bien pueden aportárnosla los psicólogos y en su complemento, la experiencia
que les falta a los psicólogos en metodologías y estrategias de intervención grupal a pie de aula
y de Centro, podemos aportársela los pedagogos. Pero no se trata aquí de sumar y de
multiplicar las exigencias y responsabilidades, sino más bien de integrar y adquirir lo que se
denominan “competencias epistemológicas”, o capacidades para fundamentar y argumentar en
base a valores y juicios y en base a los resultados de las investigaciones y de nuestros propios
descubrimientos de la práctica concreta y cotidiana, nuestras propias actividades y programas.
Aunque no es este el lugar más apropiado para definir el diseño de itinerarios formativos
específicos para la profesión de orientador, si podríamos señalar algunos ejes de objetivos y
contenidos a tener en cuenta, tanto para la formación inicial como para la formación
permanente y para la formación continua en colaboración. Estos ejes podrían ser entre otros,
los que a continuación relacionamos:
1. Fuerte formación humana y personal de carácter general que incluya el dominio
competencias y habilidades generales y específicas de inteligencia emocional
(GOLEMAN, D. 1998) y que suponga el desarrollo de capacidades para manejar y
desenvolverse en situaciones complejas y singulares, así como para resolver problemas
de carácter social o asociados a las relaciones interpersonales. Este eje incluiría
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formación en contenidos específicos de carácter psicológico en todo el campo del
desarrollo personal, el autoconocimiento, la autoestima, el control de impulsos, las
habilidades sociales etc... y en general en el ámbito de las psicoterapias o tecnologías
de la conducta.
2. Experiencia significativa de formación pedagógica teórica y práctica que incluiría
además de conocimientos de teorías, filosofías y fundamentos de la educación,
indispensable en los tiempos tecnocráticos que corren, una experiencia directa de
intervención en la conducción de grupos educativos, en el desarrollo de programas
educativos y por supuesto un conocimiento práctico de la estrategias metodológicas de
intervención. Este eje significaría dotar de posibilidades de amplias experiencias
prácticas a los nuevos orientadores surgidos de las facultades, al mismo tiempo que un
seguimiento a pie de obra de la fase de inmersión de los orientadores en los Centros
que implicase una reflexión continuada sobre el quehacer concreto desarrollado.
Obviamente incluiría también un profundo conocimiento de los Centros como
organizaciones escolares complejas y singulares, a partir de los cuales hay que elaborar
después los planes de orientación.
3. Conocimiento específico y contrastado a través de la experiencia en dos temáticas de
fundamental importancia para la actividad orientadora: la atención a sujetos con
necesidades educativas especiales y dificultades de aprendizaje y la conducción de
tutorías como experiencias orientadoras de primer nivel. En este sentido resulta
particularmente importante el modelamiento como tecnología para la modificación de
conducta o si se prefiere el lenguaje del ejemplo y del testimonio: difícilmente podremos
asesorar a los profesores, no sólo si no sabemos transmitir con credibilidad nuestros
mensajes, sino sobre todo sino somos capaces de mostrar con nuestro ejemplo que lo
que proponemos lo sabemos, lo podemos hacer y lo hacemos.
4. Sólida formación en la adquisición, selección y procesamiento de información que
incluiría aspectos relacionados con el documentalismo y la archivística, así como
conocimientos y procedimientos para la utilización eficaz de las nuevas tecnologías. Hoy
día resulta difícil concebir un Departamento de Orientación que no sea capaz de
aprovechar al máximo los recursos que las nuevas tecnologías nos brindan.
5. Conocimiento operativo y también jurídico-normativo de la Administración Pública,
especialmente de aquellas que inciden de forma directa en la orientación, como serían la
propia administración educativa, la de servicios sociales, la de trabajo, la de salud. Esto
incluiría un conocimiento específico y una puesta al día de todos los recursos de
orientación que las diferentes administraciones producen y de forma especialmente
significativa de la administración educativa.
6. Formación específica en procedimientos e instrumentos de investigación, diagnóstico y
evaluación muy pegados a la realidad y que facilitasen de forma operativa la detección
de necesidades, la percepción de problemas y dificultades así como el descubrimiento
de sus vías de satisfacción y solución. Para la orientación, el tema de la evaluación
cobra una particular importancia como proceso de comprensión y explicación de la
realidad y sobre todo de su mejora, de ahí la necesidad de fomentar experiencias de
autoevaluación y de formación en colaboración y también de cooperar y dar siempre la
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bienvenida a todas aquellas iniciativas, que desde diferentes instancias se adoptan para
la evaluación democrática y cualitativa de nuestro trabajo.
7. Formación continua y específica en procedimientos de asesoramiento y de consulta y en
general en todos aquellos modelos y técnicas de intervención orientadora, en la
perspectiva del contraste y el intercambio de experiencias y de análisis de casos. En
este sentido y dadas las necesidades actuales más acuciantes que tenemos planteadas
cobra una particular importancia la prevención, el asesoramiento y la consulta tanto en el
ámbito de la orientación familiar como en el de la educación en valores.
8. Fuerte formación filosófica y de carácter humanístico capaz de activar procesos
personales de autorreflexión y de juego, de realismo y de misterio, de curiosidad y de
sorpresa, de pasión por la aventura del conocimiento y de la ciencia, de coraje,
prudencia, generosidad, de alegría y ante todo de humor, sí de sentido del humor
porque el humor como diría Fernández Pérez “es el amor con h” porque sin este último
requisito resultaría muy difícil mantener el elemento principal: la esperanza.
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4.- ¿Hacia dónde va la Orientación contemporánea?
Los que hemos tenido la oportunidad de ver la película de Tavernier “Hoy empieza todo”
y más allá de las palabras y de las imágenes, nos hemos planteado nuevamente aquellas
viejas preguntas que teníamos escondidas en el baúl de los recuerdos: ¿A dónde vamos?¿Qué
persona soy?¿Qué sociedad tenemos?¿Qué hemos hecho en todo este tiempo?¿Qué sociedad
queremos? ¿Qué podemos hacer? y otras muchas de imprescindible y obligatoria formulación
para todo profesional de la educación que se considere como tal.
Encogido el corazón por ver en una pantalla lo que día a día vemos, prevemos, intuimos
o nos pasa inadvertido como consecuencia de nuestro cómodo refugio de seguridad y
cansados ya de respuestas prefabricadas a preguntas en las que no hemos participado y que
siempre nos han hecho otros y nosotros hemos recitado obedientemente como papagayos para
asegurarnos un rinconcito de protección, ya va siendo hora que nos cuestionemos sin
necesidad de intermediarios preguntas que vayan a las raíces y me atrevo a dejar tres: ¿Cuál
es nuestra función social como profesionales de la orientación? ¿En qué consiste realmente
nuestro trabajo? ¿A quién servimos realmente, a favor de quién estamos?.
A estas preguntas no podemos responder si no echamos un pequeño vistazo a los
extraordinarios cambios de este siglo que termina, para descubrir en ellos que la clave para
comprender e integrar nuestras inquietudes presentes y encaminarnos hacia el futuro,
descansa en el reconocimiento de la responsabilidad social de la orientación como actividad
cargada de un profundo carácter ético y de un marcado dinamismo metodológico
Nuestro siglo XX ha sido un una época de vertiginosa aceleración del tiempo histórico y
de profundos e importantes cambios en las estructuras económicas, políticas y socioculturales,
cambios que han configurado un modelo de sociedad, de educación y de ser humano
atravesado por “el shock del futuro” (TOFFLER, A. 1988; FERGUSON, M. 1994) que nos han
afectado profundamente, tanto a nuestras estructuras psíquicas y nuestras instituciones, como
a nuestros modos de interaccionar y de relacionarnos con los demás y con la naturaleza.
Nuestro siglo ha sido el de la síntesis de las mejores aspiraciones de la humanidad
expresada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero también el siglo de los
hechos humanos por los que el 20 % de la población del planeta dilapida el 80 % de todos los
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recursos energéticos y alimenticios. Siglo de la Orientación y de la Educación, pero también
siglo de la deseducación en el que una quinta parte de la población mundial está consumiendo
las cuatro quintas partes del gasto educativo total de todo el planeta y en el que existen más de
872 millones de adultos analfabetos y 125 millones de niños y niñas que no pueden ir a la
escuela. (INTERMÓN. 1999).Siglo de grandes utopías sociales pero también de grandes y
estrepitosos fracasos: el nacimiento y la defunción de nuevos sistemas económicos y políticos;
la apertura de nuevos espacios políticos y económicos junto al crecimiento de nacionalismos y
fundamentalismos; las grandes guerras mundiales de millones de muertos y los nuevos
descubrimientos científicos, hace muy poco impensables, para alargar la vida de los seres
humanos; los gigantescos descubrimientos del macrocosmos y del microcosmos y también
grandes catástrofes y nuevas enfermedades; estado del bienestar y generalización de la
atención sanitaria y educativa en los países del Norte y marginación de importantes sectores
de población que no pueden tener acceso al empleo y que tiene que adaptarse irremisiblemente
a las exigencias del mercado. Siglo en suma paradójico y complejo, esperanzado y miserable,
constructor y destructor.
Y es en este siglo en el que aparecen nuevas tendencias en relación a la Educación y
que hay que tener muy en cuenta a la hora de formular los principios y las grandes finalidades
de la orientación(BISQUERRA, R. 1999: 461-462), tendencias que se manifiestan en hechos
tales como:
Vaciamiento del significado y la función que hasta ahora habían desempeñado muchas
de nuestras instituciones, entre ellas la escuela, al mismo tiempo que una multiplicación
de sus exigencias.
Pérdida del espacio y de los límites de la escuela como consecuencia del aumento de
redes educativas informales y de redes de información.
Cambio del rol de profesor al que se le han multiplicado sus funciones, pero también
una pérdida del reconocimiento social a las mismas.
Desfase de los contenidos curriculares ante los progresos acelerados de cambio social
y la investigación científica que ha hecho que los conocimientos tengan cada vez una
fecha más corta de caducidad.
Aumento progresivo de la escolarización y de la adopción de medidas para el fomento
de la igualdad de oportunidades asociado a la contradicción entre el aumento de
exigencias a la escuela y la disminución de su influencia, especialmente en los países
del Norte.
Una paradójica extensión del individualismo y la incomunicación como modo de vida
personal y un aumento de la globalización y de la comunicación a distancia.
En el mismo sentido se han producido profundos cambios económicos y sociales que
están influyendo considerablemente en los planteamientos de la orientación:
Un feroz incremento de la competitividad comercial que obliga a las empresas a buscar
nuevos productos y nuevos mercados, lo que supone la consolidación del consumo y
sus consecuencias de despilfarro y depredación de los recursos naturales.
Una extraordinaria flexibilización del mercado laboral con la consiguiente precarización
del empleo que está cambiando el concepto de desarrollo profesional que ya no puede
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entenderse como el ascenso dentro de la empresa sino como un aprendizaje y un
desarrollo personal a lo largo de toda la vida.
Un incremento considerable del sector servicios unido a una revolución tecnológica de
tal calibre que está aumentando el tiempo de ocio personal y destinando a importantes
cantidades de jóvenes al desempleo o a contrataciones precarias y de subempleo, con
lo que de impacto psicológico supone al alargarse la adolescencia y la dependencia de
las familias.
Un cambio de los perfiles profesionales y ocupacionales que requieren mayor
adaptación, movilidad y flexibilidad de los individuos, así como nuevas capacidades y
habilidades de alto poder de transferencia.
Una progresiva marginación de capas sociales a las que resulta cada vez más difícil
salir de su situación.
Por otra parte y desde una perspectiva más personal e individual, todos los orientadores
sabemos por propia experiencia que detrás de un alumno inadaptado, que debajo de una
conducta disruptiva, que en la base de cualquier retraso escolar, se encuentra una familia
desestructurada. La droga, el desempleo, la pobreza, la marginación, el desafecto, la violencia,
la sobreprotección, el laissez-faire, son problemas que siempre escapan a nuestro control, sin
embargo son fuertemente determinantes del desarrollo personal de nuestros alumnos.
De la misma forma también sabemos que detrás de un profesor autoritario o de un
orientador sabelotodo, o debajo de un profesor burócrata o de un orientador leguleyo, o al lado
de un profesor individualista o de un orientador aislado, se esconde una persona sin la
suficiente ilusión y sobre todo sin la suficiente autoestima profesional para contagiar y transmitir
la pasión por crecer y por aprender y lo que es peor: puede esconderse también una persona
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que sufre de estrés o de ansiedad como consecuencia del esfuerzo personal y psicológico tan
grandioso que cada vez más exige nuestra tarea.
Estas dos realidades individuales unidas a los cambios anteriormente mencionados, nos
inducen a creer que para la Orientación del siglo XXI, tendríamos que iniciar un amplio y
continuo proceso de colaboración y reflexión compartida por todos los agentes e instituciones
educativas formales e informales y especialmente de los profesionales de la orientación
especializada que nos permitiese debatir y concretar propuestas (BENAVENT, J.A, y FOSSATI,
R.M. 1999) como las siguientes:
1. Los Centros han de ir ampliando sus funciones meramente escolarizadoras y de
expedición de acreditaciones para irse poco a poco constituyendo en lugares
comunitarios en los que se promueva la educación psicológica y emocional, el
aprendizaje cooperativo, el diálogo, la Educación en Valores y la amistad.
2. El papel a desempeñar por los orientadores deberá estar más centrado en la
estimulación del consenso y en la adopción de iniciativas muy pegadas a la necesidades
reales, enfocando su trabajo en funciones de prevención, asesoramiento, desarrollo
moral e intervención comunitaria (GORDILLO, M.V. 1996: 12-15) y dirigiendo sus
actividades hacia tareas que supongan la estimulación y el desarrollo de la inteligencia
emocional de habilidades para el conocimiento de uno mismo (conciencia emocional,
autoestima, automotivación...) y de los demás (empatía, asertividad...) (GOLEMAN, D.
1999); habilidades sociales y de comunicación; resolución de problemas y conflictos:
diálogo, consenso, negociación, mediación...; el apoyo social, emocional, instrumental e
informativo; el desarrollo de habilidades de cooperación y ayuda mutua; la formación en
colaboración y la ayuda a otros para ampliar las capacidades y las habilidades para
educar a otros y todo ello sin olvidar nunca el aprendizaje de estrategias para la
adquisición, el procesamiento, la selección y la valoración de la información.
3. De entre la habilidades profesionales exigidas a los orientadores deberán destacar todas
aquellas que propicien la escucha, la comprensión, la comunicación y ante todo el valor
de la esperanza junto a la energía del optimismo y el humor, lo que de suyo requiere una
importante madurez y equilibrio personales. Si lo que se nos demanda explícita o
implícitamente es apoyo emocional, difícilmente podremos ofrecerlo si nosotros no
tenemos reservas suficientes de energía y entusiasmo para el apoyo en los casos
individuales y el asesoramiento a padres y profesores.
4. De la misma forma que la orientación como actividad profesionalizada nació como
consecuencia de necesidades sociales y dado que actualmente están surgiendo nuevas
patologías sociales (BRUCKNER, P. 1996) que ponen en peligro el bienestar psíquico y
social de los individuos, nuevamente la orientación tendrá que enfrentarse a estas
necesidades adoptando enfoques más comunitarios y preventivos y acentuando la
importancia de las actividades de orientación familiar.
5. Las actividades de orientación deberán estar dirigidas, desde la perspectiva del sistema
total, a aquellos adultos significativos que más pueden favorecer o dificultar el
crecimiento personal de nuestros alumnos. En este sentido, el trabajo tanto con el
profesorado como con los padres y madres de alumnos resulta decisivo : cuando se
trabaja únicamente con un alumno en el despacho se suma, cuando se trabaja con un
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grupo de alumnos se multiplica, pero cuando se trabaja con el profesorado y con las
familias la función es siempre exponencial.
6. Las nuevas competencias que surgen del enfoque comunitario requieren de la
intervención y coordinación permanente con otros profesionales que actualmente
prestan sus servicios en unidades de salud mental, servicios de prevención de
toxicomanías y de información sexual, servicios sociales, agencias de empleo,
delegaciones y servicios municipales de educación, organizaciones no
gubernamentales, servicios de orientación de otras administraciones, etc.., para lo cual
habría que crear mecanismos y procedimientos ágiles y flexibles para la distribución de
competencias y responsabilidades activando procesos de evaluación continua, para
responder con mayor eficacia a las necesidades comunitarias.
7. Las intervenciones grupales con alumnos bien sean a través de la actividades de la
tutoría o a través de programas específicos con posibilidades reales de ser
desarrollados, así como también las intervenciones y el asesoramiento con profesores
deberían estar orientadas hacia los temas de educación emocional anteriormente
mencionados y también hacia el desarrollo moral mediante ejercicios y acciones
comunitarias, las habilidades sociales y de comunicación, la igualdad y la no-
discriminación, la paz y los derechos humanos, la tolerancia y la interculturalidad y en
general todas aquellas en relación con la adquisición y el desarrollo de valores y
actitudes.
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Y a modo de conclusión, de lo que se trataría es de ir haciendo progresivamente más
visible y más real aquel hermoso y no menos práctico párrafo del preámbulo de la LOGSE
en el que textualmente se nos dice que “El objetivo primero y fundamental de la educación
es el de proporcionar a los niños y a las niñas, a los jóvenes de uno y otro sexo, una
formación plena que les permita conformar su propia y esencial identidad, así como
construir una concepción de la realidad que integre el conocimiento y la valoración ética y
moral de la misma. Tal formación plena ha de ir dirigida al desarrollo de su capacidad para
ejercer, de manera crítica y en una sociedad axiológicamente plural, la libertad, la tolerancia
y la solidaridad”
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BAUDELOT, Ch. y ESTABLET, R. (1990). “El nivel educativo sube”. Madrid. MORATA.
BENAVENT, J.A, y FOSSATI, R.M. (1998). “El futuro de los modelos de la orientación
psicopedagógica” en BISQUERRA, R. (Coord.) (1998). “Modelos de orientación e
intervención psicopedagógica”. Barcelona. PRAXIS.
SANTANA VEGA, Lidia E. (1993). “Los dilemas de la orientación educativa”. Buenos Aires.
CINCEL. .
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TOFFLER, Alvin. (1988). “El shock del futuro”. Barcelona. PLAZ&JANÉS.
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