José Miguel Oviedo
Alianza Universidad Textos
Historia de la literatura
hispanoamericana
2. Del romanticismo
al modernismo
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INDICE
‘CapttuLo 8. EL ROMANTICISMO Y LA GAUCHESCA RIOPLATENSE
8.1, La larga hora romédntica .
82. La resistencia neoclésica: poetas, costumbristas y come-
didgrafos
83. Los «proscritos» arge
83.1. Echeverria,
832. Laobray la accion de Sarmiento
833. Miarmol y la novela romantic:
83.4. Las polémicas de Alberdi
83.5. Los otros «proscritos»: Gutién
84, El desarrollo de la gauchesca .
84.1. Los forjadores de la tradicién in gauchesca: ‘Ascast-
TULO 9. LA EXPANSION ROMANTICA EN EL CONTINENTE
9.1. América romantica ..
oT8 indice
92.
93
94,
95
96.
97.
98.
99.
9.10.
El romanticismo cubano: poesia, teatro y CUNEO sr.
9.2.1. Gertrudis Gomez de Avellaneda, la apasionada
9.2.2. El largo proceso de «Cecilia Valdés .
El historicismo de Galvan .. .
El romanticismo mexicano
La poesia de Pérez Bonalde, Caro y Pombo
95.1. Una novela paradigmatica del romant
«Maria» .
Encuentros y desencuentros de dos romanticos ecuato-
tianos: Montalvo y Mera
Palma y el arte de la tradicién
E] romantici
r6n y Zorrilla de San Martin ....
CapiTuo 10. LA TRANSICION HACIA EL REALISMO
10.1.
10.2.
103.
104.
105.
10.6.
107.
10.8.
10.
10.10. La vuelta al pasado: Carrasquilla
10.11. Dos ensayistas: Hostos y Justo Sierra ..
Y EL NATURALISMO.
EI positivismo y el descubrimiento de la realidad objetiv:
Comienzos del realismo en Chile: Blest Gana
Luco 7
102.2. Dos cuentistas: Lillo y Gana ..
La «Generacion del 80> en Argentina: ‘ed Estado y los in-
‘lectuales ....
103.1. Eduardo Wilde: el escritor con
10.3.2. Recuerdo y testimonio en Cané y Mansilla ..
10.3.3. El sérdido naturalismo de Cambaceres
103.4, Dos trasplantados: Groussac y Hudson
E| realismo-naturalismo uruguayo: Eduardo Acevedo
Diaz y Javier de Viana ......
Federico Gamboa y otros narradores mexicano:
La huella naturalista en dos escritoras peruanas .....
Otros realistas en el resto del continente
tarradores populistas y costumbr:
-atro rioplatense: del sainete a Florencio Sanchez
102
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201
205
211
212
Indice 9
Capfruto 11. ALBORES DEL MODERNISMO
11.1. Una cuestién de fondo .. 217
11.2. Marti: el artista como antena sensib| 232
113. El mundo encantado de Gutiérrez a. 253
114. Julian del Casal o la salvacién por el Arte 259
11.5. Eloscuro dolor de José Asuncién Silva 265
11.6. Gonzalez Prada, artista y anarquista .cnnnnnnnens 270
Capfruto 12. RuséN Dario, Rope ¥ sus pisctPuLos
12.1. Arte y magisterio de Dario : 283
12.2. La ola modernista y el reflujo postmodernista 31
12.2.1. El vasto y complejo Lugones .. 312
12.2.2. Fama y olvido de Larreta .... 322
12.23. 325
12.24. 333
12.25. El caso de Reyles 343
12.2.6. Ritmo y exotismo en Ricardo Jaimes Freyre . 344
12.27. Dos protagonistas de la bohemia modernista:
Blanco Fombona y Gémez Carrillo .. 346
12.2.8. El camino artistico de Diaz Rodriguez 352
12.2.9. Chocano, el gesticulador ... 354
12.2.10. Valencia: la traduccién como creacién 358,
12.2.1. Los modemnistas mexicano... 361
12.2.11.1. La tristeza de Urbina ..... 362
12.2.11.2. La leyenda de Netvo .... 364
12.2.11.3. Exotismo y erotismo de Rebolledo .... 366
12.2.12, Otros modernistas .... 367
[BIBLIOGRAFIA GENERAL DEL SEGUNDO VOLUMEN +... sesessseee STL
fypice oNomASTICO. . 381Capitulo 8
EL ROMANTICISMO
Y LA GAUCHESCA RIOPLATENSE
8.1. La larga hora romantica
En el primer tercio del siglo x1x, el romanticismo llega de Europa
y se propaga por toda América con una rapidez, intensidad y persis-
tencia poco comunes, que lo convierten en el fenémeno literario mas
abarcador del siglo y en el de més larga duracién, Sus margenes crono-
légicos pueden establecerse entre 1830 y 1875, casi medio siglo en el
que pasa de la eclosion y la novedad del impacto inicial, hasta las for-
mas ya fosilizadas y académicas del postromanticismo con las que lan-
guidece historicamente. Mas que un movimiento nuclear es una suce-
sion de capas o ciclos literarios protagonizados, a destiempo unos de
otros, por dos y hasta tres generaciones de escritores. Esa prolongada
trayectoria complica su perfil porque lo hace pasar por fases muy dis-
tintas, algunas ya totalmente alejadas de la idea original. Por cierto, el
romanticismo no es sélo un fenémeno literario, sino que desata una
renovacion de las artes y de la sensibilidad general, que los americanos
recogen y adaptan a circunstancias culturales diferentes de las que les
dieron nacimiento en Europa. Por eso quiz sea necesario establecer
cual es el romanticismo que nos llega y distinguirlo del que luego se
asimila y se transforma en América.
B14_Historia de la literatura hispanoamericana. 2
10 del pensamiento ilustrado y los ideales de sereni-
dad y apacible belleza del neoclasicismo literario (Caps. 6 y 7), se apo-
yaban en un criterio de autoridad cuyo valor era objetivo y cierto: es-
taban depositados en una tradicién situada més alla de los fueros del
poeta y el artista. La crisis que da origen, en el iltimo tercio del xvmt,
al romanticismo europeo refleja la insuficiencia de ese orden estético,
ycomienza como una revuelta —que se transformara luego en una re-
én— lanzada en nombre de lo subjetivo, lo irracional y lo imagi-
nativo. Es una reaccién contra una concepcién normativa e inmutable
del arte, y una exaltacin de las potencias dela fantasia individual y de
las formas autéctonas con las que cada pueblo se expresa artisticamien-
te. La oposicién clasicismo/romanticismo es, a la vez, un fendmeno
histérico que define la transicién del siglo xvin al 20x y una polaridad
que siempre habia estado presente —implicita 0 explicitamente— en
la evolucién del arte occidental: los principios «Clasico» y «Roménti
com, segtin los hermanos Schlegel (o «Apolineo» y «Dionisiaco», se
gin Nietzsche), son actitudes constantes del espiritu humano, que a st
vez estan asociadas a la herencia pagana y la cristiana, respectivamen-
te. La crisis que se desata en las fechas sefialadas revela un violento
desplazamiento y un cambio en esa vieja pugna, marcados por la ur-
gente necesidad de la maxima libertad creadora, principio esencial
para entender el romanticismo donde aparezca. La conquista de este
principio, que forma parte indisoluble de nuestra tradicién presente,
es su mas definitivo aporte.
Desde sus remotes inicios en Alemania, donde es desencadenado
por el brillante movimiento Sturm und Drang como una exaltada de-
fensa de las licencias poéticas y la fusion de las artes; y en Inglaterra,
donde se manifiesta como una fascinacién por lo mistetioso, pintores-
coy legendario, el romanticismo se afirma como una visién «sublime»
—esa palabra ¢s clave en su vocabulario— de la posicién del hombre
en el cosmos, que frecuentemente se asocia con lo mistico y sobrena-
tural. La majestuosidad de la naturaleza, los enigmas de la muerte y las
contradicciones que agitan el alma humana son indicios de que nues-
tro destino se juega en una esfera superior a nuestras propia fuerzas y
ante la cual no podemos sino abismarnos.
De Alemania e Inglaterra, la chispa romantica se propaga répida-
mente a Espaiia y Francia, donde se convertira en un verdadero pro-
grama literario con sus propagandistas y lideres, y de alli emigraré al
resto de Europa, llegando tan lejos como a Rusia, con Pushkin y otros
grandes poetas. Para Hispanoamérica, su paso y establecimiento en
Elromanticismno y la gauchesca rioplatense 15
Espaha es decisivo, porque el romanticismo hispano, junto con el fran-
s, ern las dos fuentes mas poderosas dé ‘modelos, aunque
sgundo sea mas visible en los momentos inaugurales del romanti-
cismo americano, (EI hecho de que la fecha inicial de este romanticis-
mo anteceda por tres afios la del escreno del drama Don Alvaro o la
fuerza del sino {1835], del Duque de Rivas, ha hecho pensar a los cri-
ticos que el romanticismo en América se adelanté al peninsular lo que
esa obra no es el comienzo del movimiento en Espafia,
a de un proceso que se inicia bastante més temprano.)
Esta didspora de la idea romantica es un proceso inevitable de la
misma, que sostenfa una estrecha relacién entre la literatura y las va-
riantes propias del espiritu de la época (Zeitgeist) y del de cada pueblo
(Volksgeis): roto el dique de la unidad clasica e intemporal, el roman-
ticismo debia fragmentarse y reflejar las peculiatidades de las naciones
que lo adoptasen. De este modo, el movimiento se mantuvo fiel a si
mismo y, a la vez, se transfiguré en una pluralidad de formas y pro-
puestas que inevitablemente fueron alejandose de la idea original y fu-
siondndose con otras. En su largo viaje desde Europa el espiritu
mantico confirma u olvida ciertas notas que le dieron el impulso
cial: el trasplante no es una mera importacin. Aunque la imitacién
mecénica sea parte del proceso (y uno de sus més persistentes mal
también habfa en este continente una real necesidad de un cambio
profundo tras el predominio de la Hustracién. El sistema colonial ha-
bia desaparecido casi enteramente y los antiguos virreinatos eran aho-
ra naciones que trataban de afirmar su identidad y definir su cultura
para saber quiénes eran o para seguir siéndolo: las mentes americanas
percibieron la idea romantica como un instrumento providencial para
sus grandes proyectos —un estilo nuevo para una situacién nueva, Eso
es seguramente lo que explica la fuerza con la que se arraiga entre no-
sotros. Cuando pasa a América ya és muy distinto de lo que fue a fines
del xvul y, sobre todo, se implanta en una realidad historica y cultural
que, en efecto, era ajena a la europea
El romanticismo tuvo, pues, que adaptarse a un conjunto de cir-
cunstancias, demandas y expectativas totalmente diferentes. Ese es el
fenémeno que lamamos «tomanticismo hispanoamericano»: un des
prendimiento del primero, pero que sigue una dindmica de signo pro-
pio y direcciones inicialmente no previstas. La principal circunstancia
nueva era el mismo proceso de emancipacién por el que la mayoria de
los paises hispanoamericanos acababa de pasar, enfrentandolos a la ta-
rea de establecer las bases sobre las cuales iban a emprender su16 Historia de fa fteratura hispanoamericana. 2
independiente. Una certeza general los unificaba: la de que slo po-
dian existir y prosperar como naciones poniéndose bajo el amparo de
las garantias y derechos proclamados por el liberalismo. Tras varios si-
glos de sometimiento colonial ante Espafia, habia un movimiento irre-
sistible hacia la libertad en las comunidades hispanoamericanas, que
se extendfa al terreno de la cultura y las artes, donde dificilmente po-
dia seguir imperando el rigido modelo neoclésico. Su identificacion
con el absolutismo espafiol llevé a otra forma de homologacién: la del
romanticismo y el liberalismo, que fueron principios inseparables du-
rante un buen tiempo. Lo mas interesante aqui es que la libertad ro-
méntica europea, que tenia una clara motivacién estética, se consolida-
en América con la necesidad politica y muchas veces se subordina-
inticismo parecfa hecho a la medida de un tiempo y una ac-
al tentados por lo nuevo, lo audaz.y lo original —un nue-
vo comienzo en todos los aspectos creadores. Las jévenes generacio-
nes hispanoamericanas, nacidas a partir del siglo x1x, se encontraron
con paises que eran ain mas j6venes que ellas y que podian modelar
segiin sus suefios y aspiraciones. Esa ola de entusiasmo y optimismo en
el orden social se conjugé con el programa literario romantico, que ve-
nia a liberar las potencias dormidas de los pueblos y a inspirar una
busqueda de lo propio. Nuestro primer nacionalismo literario es ro-
méntico y de él arranca la concepcién, todavia aceptada hoy en térmi-
nos generales, que nos permite hablar de «literatura mexicana» o «li-
teratura argentina» como entidades discernibles y diferenciables por
sus rasgos especificos. (Ms tarde, la historiografia positivista aprove-
chara esas bases para trazar los grandes cuadros nacionales del proce-
so literario; en la introduccién de esta obra [Vol. 1] sefialamos los
limites de ese modelo de organizacién.)
Este concepto se apoyé en dos actitudes basicas: la curiosidad por
Ja historia y la exaltacin de la naturaleza americana; atin hoy no he-
mos perdido del todo esos habitos. Por un lado, evocacién; por ctro,
descripcién. E] historicismo roméntico europeo habia despertado el in-
terés por el pasado como una fuente de motivos tradicionales, legen-
datios, misteriosos o heroicos; en América sirvié ademés para dar a las
nuevas sociedades una nocién de continuidad y pertenencia a un pa-
sado, pues alli podiamos encontrar imagenes de nosotros mismos. El
propésito era recuperar nuestra tradicion, escamoteada por el yugo
colonial, y descubrir que éramos comunidades e individuos con carac-
teristicas propias: los gauchos de la pampa, las canciones de los negros
Elromanticismo y le gauchesca rioplatense_17
en los ingenios cubanos, las formas de expresién y de vida en los in
pientes medios urbanos, eran indicios de una bullente realidad «cri
Ma» que era a la ver el tema y el destinatario de la literatura.
La fascinacién por la naturaleza americana complementaba este
objetivo, pero también cumplia otros fines: primero, la descripcién de
la belleza salvaje de los grandes rios, volcanes, montafias y selvas sat
facia una imaginacién hambrienta de paisajes grandiosos y que podian
ser exéticos sin dejar de ser propios; luego, el de rivalizar ventajosa-
mente con las gtandezas europeas y probar con orgullo que nada
niamos que envidiarles; por itimo, el de poner en circulacién —si-
guiendo a Bello (7.7.)— un conjunto de realidades y voces tipicas que
ayudaban a distinguimos. Historia y Naturaleza, drama humano y te-
lurismo, eran ademés los polos de dos visiones del dilema americano
que presidirfan los grandes debates que continuarian hasta el presen-
te, como se ve en las obras de Asturias, Carpentier, Neruda y otros.
No es, pues, menudo el bagaje de propuestas que acarrea el ro-
manticismo en su extensa trayectoria por tierras americanas. Si a esto
se agregan la renovacién del lenguaje poético (polimetrismo, armoni-
zacién de la forma con la emocion que expresa, libertad para mezclar
tonos y motivos de cualquier rango, etc.); la popularidad que asegur6
al género novelistico y la amplitud de sus registros (novela sentimen-
tal, politica, costumbrista, legendaria, histérica...); el auge que otorg6
al teatro como una de las supremas formas de entretenimiento social y
su marcada secularizacién tras el predominio del teatro doctrinal y re-
ligioso de la época colonial, etc. es facil darse cuenta de todo lo que
esta escuela ayud6 a cambiar en nuestras costumbres literarias. El de
satrollo de ciertos aspectos culturales estrechamente asociados a la
vida intelectual fue también consecuencia del fervor roméntico: por
ejemplo, la aparicién de numerosas revistas y de secciones especiales
en los periédicos que difundian folletines y otras formas de materiales
literarios, que asi se ponian por primera vez al alcance de los sectores
‘menos ilustrados; por su parte, el crecimiento del publico teatral (avi
do consumidor de obras locales 0 de traducciones de dramaturgos eu
ropeos) hizo necesaria la construccion o habilitacion de teatros y espa-
cios escénicos en la mayoria de las capitales americanas, lo que no sélo
sirvié al género dramético, sino también a la pera, que es una de las
mis altas formas del romanticismo europeo. Sociolégicamente, todo
esto dejé una huella decisiva en la direccion que los gustos literarios18 Historia de
ratura hispanoamericana. 2
seguirian en el siglo x1x, atin después de que el romanticismo habia pe-
riclitado,
Pero al mismo tiempo hay que reconocet que la distancia entre la
promesa despertada por el movimiento y su realidad concreta fue muy
notoria y a veces francamente decepcionante. Al heredar sus virtudes,
heredamos también sus defectos y los llevamos a extremos grotescos
Hay un romanticismo imitativo y espurio que hizo estragos en nuestra
vida literaria. La primera gran carencia —sélo hay escasas excepcio-
nes — que se advierte en su adaptacién americana es la dimensién tras-
cendental y sobrenatural que el vuelo imaginativo aleanzé en Alema-
nia e Inglaterra, Al levantar las compuertas de la fantasia y el ensuefio,
Jos primeros roménticos habjan querido probar que la emocién inten-
sa y profunda era un impulso que ligaba al individuo con el cosmos y
le permitia —como se decia entonces— «tocar las estrellas». Ya en la
escuela espafiola esa aspiracién se ha limitado a una mera exacerba-
cidn sentimental, que bien puede considerarse su rasgo més persisten-
te. Salvo contados casos, lo que domina en América sera también un
sentimentalismo adocenado y ramplén, una retorica enfética pero que
no alcanza a brindar una visién, La repeticién de actitudes y poses di-
fundidas por el omanticismo europeo, popularizaron formas todavia
més postizas y degradadas en nuestro continente, Nada lo prueba me-
jor que esa floracion de leyendas «medievalistas» y poesias «orientalis-
tas» que fue practica comin entonces: copia vacia y sin mérito estéti-
co de un gesto que Europa habia difundido y prestigiado. Curiosa-
mente, la busqueda de elementos legendarios pocas veces llevé a los
hispanoamericanos a recobrat las sugestivas imagenes del mundo pre-
hispanico (seguramente porque no las conocfan bien, pero a su vez
porque no tenfan la patina literaria sancionada por el romanticismo
europeo), y cuando tocaron el tema del indigena lo hicieron sin enten-
derlo bien, convirtiéndolo en asunto decorativo o filantrs
En realidad, lo més significativo de nuestro roman
en sus expresiones paradigméticas, sino en los desprendimientos y ree-
laboraciones que se hicieron a partir de del gran ejemplo es la po
gauchesca (8.4.), que no se origina con él ni es una de sus expresiones
canénicas, pero que no habria alcanzado su notable desarrollo sin el
estimulo del clima roméntico. La exageracién sentimental y lacrimosa
fue la regla general, de la que sdlo un pufiado se salv6. Pocos poemas
y novelas de esta tendencia son legibles hoy sin concesiones al valor
histérico que tuvieron en su momento; més grave es la situacién con el
teatro, del que todavia menos es rescatable. La libertad romantica de-
El romanticismo y la gauchesca rioplatense 19
gener en América (como ocurritia en otras partes) en mera tetérica,
anarquia formal e hipertrofia del yo; convertidas en habitos dominan-
tes de la etapa crepuscular de esta tendencia produjeron la saturaci
contra Ja cual reaccionarian los primeros modernistas en Ja iiltima
Argentina, Paraguay y Ecuador son tres casos eminen
tes. Mas tarde, estas manifestaciones de un desajuste no resuelto en-
tre la teoria y la realidad, se convertirian en un tema de gran vigencia
ese a la hegemonia de la sensibilidad romantica en todas partes,
hhubo algunos escritores que se mantuvieron ficles al modelo neoclisi-
co. Antes de hablar de los romanticos, dediquemos unos parrafos a es-
tos pocos que restiron la nueva moda en una pce de grandes cam-
ios.
Critica:
AsraMs, M. H. Natural Supernaturalism. Tradition and Revolution in Roman-
tic Literature. New York: W.. W. Norton, 1973.
Bansen, Frederick, ed. Romantic Irony. Budapest: Akademiai Kiado, 1988. (A
Comparative History of Literatures in European Languages, vol. 8.)
Bécun, Albert. El alma romantica y el suefio. México: Fondo de Cultura Eco
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Canit.a, Emilio. El romanticismo en la América hispénica.2.* ed. Madrid: Gre-
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De Man, Paul. «Intentional Structure of the Romantic Image». En The Rhe-
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De Paz, Alfredo. La revolucién romantica. Madrid: Tecnos, 1992
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Ropricuez, Orlando. «Teatro del xx». En Luis Tigo Madrigal*’, vol. 2, pp.
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Rocctsno, Alfredo. «La poesia decimonénica>, ibid. pp. 277-9.
SuArEz Muntas, Marguerita C. La novela romantica
1 Bl asterisco indica que las obras seialadas se citan mas de una ver en esta Histo
ria; sus datos completos pueden hallarse en la bibliografia general al final del volumen.