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Tengo yo la mala costumbre de que, si llevo mal puesto un escarpn, dejo igualmente mal
puesta mi camisa y mi capa, no queriendo enmendarme sino por entero. Cuando me hallo
en mal estado me encarnizo en el mal y dejo ir, como suele decirse, la soga tras el caldero.
Me obstino en mi empeoramiento y no creo deber cuidarme, buscando, o todo bien o todo
mal. Celebro que la desolacin de mi estado se una a la desolacin de mi edad, y mejor
quiero ver recargados mis males que no haber visto antes perturbados mis bienes. En la
desgracia mis palabras se enardecen, mi valor se encrespa y enoja, y me hallo por tanto
ms devoto en la buena fortuna que en la mala, siguiendo el precepto de Jenofonte, si no
su razn. Con ms gusto alzo los ojos al cielo para agradecerle que para requerirle.
Procuro ms aumentar la salud cuando me sonre que no recuperarla cuando la pierdo.
Las prosperidades me sirven de instruccin y disciplina, como a otros las contrariedades y
castigos. Como si la buena suerte fuese incompatible con la conciencia, la gente slo se
hace honrada en la adversidad. La dicha es para m singular acicate de la moderacin y la
modestia. La splica me gana y la amenaza me irrita. El favor me doblega y el temor me
revela.
Es necesario volver a Montaigne, un poco para contemplar algo de la humanidad que se nos
escapa todos los das, un poco por curiosidad, para ver si realmente hemos dejado tan atrs
como creemos un pasado del que nos sentimos tan ajenos y extranjeros, navegando en las
olas siempre mgicas de la inmediatez.
(1)Todas las citas son tomadas de los Ensayos Completos en tres tomos; Ediciones Orbis,
S.A.;Traduccin de Juan G. de Luaces;1984