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FRAGMENTOS

DEL SAIóN DE 1846

I
¿PARA QUÉ SIRVE
LA CRÍTICA?
¿P
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CARLOS BATJDELAINE QEI?ICAS DE ANTE
796
72?

II
¿QUÉ ES EL ROMANTICISMO?

ado de la na-
pasión, pues,
pasión apro-
razón a nue-

romanticismo Posible.

(l) Aerca rse en el Sa-


-iá¿¡ .tdel
a Pese a todos
f¿ri-te ersisto en mi
los ¡ep¡oches que (1)
¡entiriicnto, Pero el ¿rtículo' Stendhat.

J
728 CAR,LOS BAUDELAINE CHTICAS DE AEIE 799

intimidad, espirityalidad, color, aspiración ál infinito, y


todo ello expresado por los medios ¿rtísticos.
Se sigue de ello que existe una contradiqción evrdente en-
tre, el Romanticismo y las obras de sus principales sec-
tarios.

pla en las lagunas. En cuanto a los pintores españoles, son


más extremosos que coloristas.
En revancha, el Mediodía es naturalista, pues la natu-
raleza es allí tan clara y tan bella, que el hombre, no te-
niendo nada que desear, no halla nada más bello a inven-
tar que lo que ve. En el Sur, el arte está al aire libre,
mientras que a unos centena¡es de leguas más arriba es-
tán los ensueños profundos del taller, las miradas de la
fantasía ahogada en el horizonte gris,
El'Mediodía es brutal y positivo, como un escultor, aun
en sus más delicadas composiciones. El Norte, sufrien-
te e inquieto, se consuela con la imaginación y, si hace es-
cultura, será con frecuencia más pintoresca que clásica.
Rafael, por puro que sea, no es sino un espíritu mate.
rial que busca sin cesar lo sólido, pero ese canalla de Rem-
brandt es un poderoso idealista que obliga a soñar y a
adivinar el más allá. Uno compone criaturas en estado
virginal y Eva-, mas el otro sacude harapos
-Adán
ante nuestra vista y nos cuenta los sufrimientos humanos.
Sin embargo, Rembrandt no es un puro colorista, sino
un armonista. ¡ Qué nuevo y adorable sería, pues, el Ro- cando sus ades transParentest
manticismo, si un colorista potente nos entregara nüestros multiplican odiosas Y las hacen
sentimientos y nuestros ensueños más queridos con el co- más f'áciles en las aguas, rojas
lor apropiado al tema! fanfarrias sangrienta armonía
Antes de pasar al exarnen del hombre que es, hasta el
presente, el más digno representante del Romanticismo,
quiero escribir una serie de reflexiones sobre el color, que
no serán inútiles parala completa inteligencia de este libro.

III en la cual siempre sale la variedad del infinitor este himno


complicado, se llanra color.
DEL COLOR Sé haila'en el colo¡ la.armonía, la melodía y el contra-
punto.
- Si se quiere observar, detalle a detalle, en un objeto de
Supongamos un hermoso lugar de la naturaleza donde
todo verdea, enrojece, se empurpura y tornasola en plena
libertad; donde todas las cosas, diversamente coloreadas (1) Exepción de sus
según su constitución molecular, cambiando de segundo en no habl,o ¿qul de los ton
segundo por el desplazamiento de la sombra y de la luz, rist¿a truendent€s, que @Doseu a
CilTICAS DE ANTE 737

la vista.

melodía-

cuerdos.
El estilo y el sentimiento del color proceden del gustot
o"*
uu"
Dde
M. Catlin suele ser terrible.
He tenido durante mucho tiempo, ante mi ventana, una
taberna semipiltada en verde y rojo c¡udos, que eran para

delirio que le precede, sino también despie¡to, cuando oigo


-encumtro
mrlsica. una analogía y una reunión lntima en-
tre los'colores, los sonidós y los perfumes. Me parece que
todas estas cosas han sido engendradas por un mismo rayo
de luz v oue deben reunirse en maravilloso concierto. El
olor de- las caléndulas, rojas o casteñas sobre todo, me
produce mágico efecto. Me hace caer en profuada ensoña:
ción y oigo entonces, como viniendo de la lejanía, los so-
Des graves y profundos del oboe> (1).

. (1) En psicología s llanan síreataíN e€tos fenómenos tl'e a¡ociación


senmrial de que habla Beudelaire. Er uuy onocldo el eoaeto d¿ Rimbeud
llamado (Soneto de la¡ voceleó, y que mnie¡a ul:
A noi¡, D blmc, I totgá, U oert, O bla, ooupbe.
Exigten otme eonetoa y fragnentoc litera¡ios oon eemej¡¡te ide¿ cen-
tral, y que pueden hallarse en cualquler llbrc ¡obre ¡inest€sias. Gitoo+
732 CAR,LOS BAUDELAIRE CilTICAS DE ANTE 738
eshán delimitadas de modo natural por la lucha armonio-
sa de las masas coloreadas.
Lgs dibujantes puros son filósofos y alquimistas de quin-
taeséncias.
Los coloristas son poetas épicos.

IV
EUGENIO DELACROIX
El Romanticismo y el color me llevan de la mano a Eu-
genio Delacroix. Ignoro si se siente orgulloso por su cuali-
dad de romántico, pero su lugar está en el Romanticismo,
puesto que la mayoría del público le considera desde hace
mucho tiempo, incluso desde su primera obra, como jefe
de la escuela m,odernn,
Al entrar en esta parte, mi corazín se llena de serena
alegúa, y busco gustosamente mis plumas más nuevas; de
tal modo quiero ser claro y terso, de tal modo me siento
¿ mis anchas al abordar mi tema más querido y simpático.
Para comprender bien las conclusiones de este capítulo, es
preciso que me remonte muy lejos en la historia de estos
tiempos y que ponga a la vista del público algunas piezas
del proceso, ya citadas por los críticos y por los historiado-
res precedentes, pero necesarias para el conjunto de Ia de-
mostración. Por lo demás, no sin vivo placer los puros entu-
siastas de Eugenio Delacroix releerán un artículo del Consti-
Los coloristas dibujan como la naturaleza; sus figuras tuci,onal, de 1822, sacado del Salón de M. Thiers, periodista.
<Ningún cuadro revela mejor, a mi juicio,'el porvenir
de un gran pintor que el de Eugenio Delacroix represen-
tando a Donte g Vi¡gili,o en los 'infi,ernos. Es en é1, sobre
todo, donde puede observar.se ese brote de talento, ese im-
pulso de superioridad naciente que reanima las esperan-
zas un poco desanimadas por el mérito demasiado mode-
rado de todo Io demás.
>Dante y Virgilio, conducidos por Caronte, cruzan el río
infernal y atraviesan penosamente la multitud que se api-
ña en torno suyo para penetrar en la barca. Dante, su-
puesto como vivo, tiene el ]rorrible tinte de esos lugares;
Virgilio, coronado por sombrío laurel, tiene el color de la
mue¡te. Los desgraciados condenados eternamente al de.
seo de la ribera opuesta, se animan a la barca; u¡o la
coge en vano, y, empujado por su moümiento demasiado rá-
pido, cae nuevamente al agua; otro empuja con los pies a
quienes tratan de abordarla con él; otros dos mue¡den
con los dientes el remo que se les escapa, Se ve en esa mul-
titud el egoísmo de la desgracia, la desesperación del in-
flerno. Sin embatgo, en tema tan cercano a la exagera-
(Not¿ del t¡aductor.) ción, se halla una severidad de gusto, un supeditarse a las
134 CANLOS BAUDELAIR,E CNITICAS DE A:ETE f95
a Io que pare¿e, era más i exclamó:
<Acaba de sernos revelado un hom-
bre que anda por las nubes! nubes es
preciso estar iluminado por una luz interior.
Desde el cuadro Dante g Vi:rgi,lin a las pinturas de la
Cámara de los pares y de los diputados, sin duda es g1an-
de el tiempo pasado, mas la biogtafía de Eugenio Dela-
croix es poco accidentada- Para semejante hombre, dotado
de tal valentía y pasión, las luchas más interesantes son
las que tiene que sostener consigo mismo. No es necesario
que el horizonte sea dilatado para que las batallas sean im-
portantes. Las revoluciones y los acontecimientos más cu-
riosos tienen lugar b¿jo el cielo del cráneo, en el estrecho
y misterioso laboratorio del cerebro.
Habiendo sido debid¿mente revelado el hombre, revelán-
dose él mismo cada vez más (cuadro alegórico de Grecín,
Sardmtó,pala A Iü Abertad, etc.), imperando de dÍa en día
el contagio del nuevo evangelio, el desdén académico se vio
obligado a inquietarse por este nuevo genio. M, Sosthénes
de La Rochefoucauld, mtonces director de Bellas Artes,
llamó un buen día a Delacroix y, tras cumplimentarle, le
Estas líneas entusiastas son verdaderamente asomb¡o- dijo que estaba afigido de que un hombre de tan rica ima-
sas, tanto por su precocidad como por su atrevimiento. Si ginación y de tan extraordinario talento, a quien estimaba
el redacto¡ jefe del periódico, según es de suponer, tenía mucho el Gobierno, no quisiera ariadir algo de agua a su
pretensiones de estar ente¡ado en pintura, el joven Thiers vino; le pidió, en defaitiva, si le se¡ía posible modificar su
debió de parecerle un loco. manera. Eugenio Delacroix, prodigiosamente extrañado de
esta rara condición de los consejos ministeriales, respondió
con cólera casi cómica que si aparentemente pintaba así
era porque no podía pintar de otro modo. C¿yó en completa
desgtacia, y du¡ante siete años fue privado de toda clase
de trabajos. Fue necesario esperar a 1830. M. Thiers pu-
blica en EI Gbbo un nuevo y muy pomposo artículo.
Un viaje a Marruecos deja en su espíritu, a lo que pa-
rece, profunda impresión; allí ha podido estudiar a su
placef al hombre y a la mujer en toda la independencia y
nativa originalidad de sus movimientos, y comprende así
y de Miguel Angel. Aún no había problema con Rubens. la belleza antigua a la visión de una taza pura, de toda
M. Guérin, rudq V severo con su joven alumno, sólo miró mezcla y adornada con su salud y el libre desa.rrol-lo de
su cuadro en razón del escándalo que se arm6-a su alre. sus mrlsculos. Probablemmte, datan de esta época la com-
dedor. posición Muieres d,e Argel y una multitud de apuntes.
Géricault, quien volvla de Italia y, según se dice, había Hasta el presente se ha sido injusto con Eugenio Dela-
abdicado ante los grandes f¡escos romanos y florentinos croix. L¿ crÍtica le ha sido amarga e ignorante; salvo
varias de sus cualidades casi originales, cumplimentó tar¡ algunas nobles excepciones, hasta las al¿banzas ]ran debido
calurosamente al nuevo pintor, tímido aún, que éste se parecerle chocantes. En general, y para la mayoría de las
quedó confuso. personas, nombrar a'Eugenio Delacroix era tanto como
tr'ue ante esta pintura, o, algún tiempo después, ante Los arrojar en 6u esplritu no sé qué valas ideas de ímpetu
peetlferos ile Scio (1), ante la que el propio Gérard, quien, mal diúgido, de turbulencia, de inspiración aventurera;
incluso de desordei¡. Y, para esos señores que constituyen
(l) Escribo pestltaos, en lugu de tnatamm, para uplicar a loe crtti- la mayoría del público, el azat, honesto y complaciente ser-
cos ¿tu¡didos los tonos de las carne¡, tsn frecueqt€mento reprmhadw. vidor del genio, representa un gtan papel en sus más
136 CANLOS AAADELAINE cEr2rcAs DE anTE 7{l
conservar. Uno comienza por el detalle, el otro por la
íntima inteligencia del tema; por lo cual, el primero sólo
toma l¿ piel, mientras el segundo le arranca las entrañas.

pertinente que hablar ¿ un gran artista, a un artista


erudito y pensador como Delacroix, de las obligaciones que
puede tener respecto al dios del azar. Simplemente, esto
obliga a alzar los hombros de lástima. No hay azzr en el
arte, como no lo hay en mecánica. Algo felizmente hallado
es la simple consecuencia de un buen razonamiento, deJ
cual se han omitido ¿ veces las deducciones intermedias.
Un cuadro es una máquina, donde todos los sistemas son
inteligibles al ojo técnico; donde todo tiene su razón de
ser, si eI cuadro és bueno; donde un tono siempre está des-
tinado a tealzat otro; donde una falta ocasional de dibujo
es, a veces, necesaria para no sacrifiear algo más im-
portante.
Esta intervención del azar erl los asuntos de la pintura
de Delacroix es tanto más inverosímil, que es uno de los
propia excentricidad toma en él formas simétricas. Posee raros hombres que se conseruan originales tras haber be-
bido en todas las fuentes verdaderas, y cuya individu¿lidad
indomable ha pasado, alternativamente, por el yugo de
todos los grandes maestros. Más de uno quedaría extra-
ñado de ver algún estudio suyo según la técnica de Rafael
<br¿ de arte paciente y laboriosa de imitación-, y pocas
personas recuerdan hoy las litografÍas que ha hecho ca
piando medallas y piedras grabadas.
IIe aquí algunas líneas de Enrique Heine, que explican
bastante bien el método de Delacroix; método que es, como
La justicia es más el de todos los hombres vigorosamente constituidos, el re.
sus obras son poemas, sultado de su temperamento: <<En arte, soy supernatura-
cebidos (1), ejecutado lista. Creo que el artista no puede h¿llar en la nattraleza
todos esos tipos, sino que los rnás notables le son revelados
en su alma, como la simMlica idea innata, y de golpe. Un
moderno profesor de estética, que ha escrito lulr.as ltwesti-
gociones sobre ltal;ia, ha intentado sobrestimar nuevarnente
el viejo principio de la imitnciin d,e Ia nnturaleza y sostener
que el artista plástico debía hallar en la naturaleza todos
sus tipos. Ese profesor, explayando así su principio supre.
mo de todas las artes plásticas, olvidaba solamente una
de ellas, una de las más primitivas, quiero decir la arqui-
tectura, en la cual se ha intentado en vano hallar sus
(1) Es preciso entender Do¡ ingenuidad del genio la ciencia del oficio tipos en las hojas y plantas, en las grutas rocosas: esos
combinada @t el conócete a ti ni*no, perc déjando el principal papel tipos no estaban en la naturaleza exterior, sino más bien
al tmperamento. en el alma humana.>
758 CAilTS BAUDELAIR,E cBl[rcAs DE aRTE 739
es hoy el único
el sistema de las
án agitados, sus
sta de Delacroix,
ear un geómetra
burlón siempre puede suponerla suficientemente espes¿ como
para contener otras mil; y, par¿ los coloristas, que quieren
imitar las palpitaciones eternas de la naturaleza, las
líneas no son jamás, como en el arco iris, otra cosa que
la fusión de dos colores.
Por lo demás, existen varias clases de üiujos, como exis-
ten diversos colores: exactos o estúpidos, fisonómicos e ima-

al espíritu y al temperame¡rto del auto¡,


El dibujo fisonómico perteneee generalmente a los apa-
sionádos, como Ingtes; el dibujo de creación es privilegio
del genio (1).
Para E. Delacroix la naturaleza es un vasto diccionario La gran cualidad del dibujo en los artistas supremos es
; y est¿ la verdad del movimiento, y Delacroix jamás viola esta
a sob¡e ley natural.
del es- Pasemos al oramen de cualidades más generales aún.
adro de Uno de los caracte¡es principales del gran artista es la
Delacroix, Dante y Vúrgilio, por ejemplo, siempre deja una
impresión profunda, cuya intensidad aumenta con ia dis-
v
l¿
za
la

plete- y de ingenuidad +s decir, un hombre completo--.


Id a ver a Soint-Louis a'u, Ma'ro'is esa Pi'etó, en la cual la
majestuosa reina de los dolores tiene en sus ¡odill¿s el
(1) Es lo que Tbie¡s llmaba l¿ imaginacióa del dibujo.
140 CABIDS BAADELAIRE cnÍTrcAs DE anTE 741
se contradicen, y que semeja a una colección de retratos
históricos. El techo de llempro es un hermoso cuedro, pero
poco apropiado. La mayoría de las capillas decoradas en
estos últimos tiempos y distribuidas a los alumnos de In-
gres, están hechas según el sistema de los italianos primi-
tivos; es decir, pretenden llegar a la unidad mediante la
supresión de lo3 efectos luminosos y por un vasto sistema
de iluminación mitigada. Este sistema, más razonable sin
duda, eSquiva las dificultades. Bajo Luis XIV, Luis Xf, y
Luis XVI los pintores habían hecho decoraciones muy de-
sordenadas, las cuales carecían de u¡idad en cu¿nto al
color y a la composición.
Eugenio Delacroix, viéndose precisado a decorar, resolvió
el gran protlema. HaIló la unidad espectacular sin dañar
su oficio de colorista-
La Cámata de Diputados está ahl, como testimonio de
este singular esfuerZo. La luz, económicamente dispensada,
circula ál¡ededor de todas las figuras, sin imperar sobre
el ojo de manera tiránic¿.
El techo eircular de la biblioteca de Lr¡xemburgo es una
Mas para explicar lo que afrmaba hace un momento ob¡a más agombrosa aún, En la cual no solamente ha lle'
-4ue Delacroix es el único que sabe pintar cuadros reli- g¿do el pintor a_conseguir un efecto aún más su¿ve y unido,
giosos-, quiero .hacer o'bservar que, si bien sus cuadros sin suprirriir nada de las cualidades de luz y color, que son
más interesantes son casi siempre aquellos cuyo tema es- lo típico de todos estos cuadros, sino que, además, se ha
goge, es decir, los de fantasía, sin embargo la t¡isteza revelado bajo un nuevo aspecto: ¡Delacroix paisajista!
seria de su talento conviene perfectamente a nuestra reli- En vez de pintar a Apolo y las Musas, decoración inva-
"."'"li*;;"L%i?.,ff l,X":i; riable de las bibliotecas, Delacroix ha cedido a su gusto
irresistible por Dante .+n su espíritu, quizá solamente
y
sólo pide ser celebrada en compensado por ShakespearF, y escogió ese pasaje en
el lenguaje de cada uno, siempre que conozca el dolor y que Dante y Virgilio encuentran en un lugar misterioso los
sea pintor. principales poetas de la Altigüedad:
Becuerdo que uno de mis amigos, muchacho de mérito a ,<No dejábamos de aqdar. mientras hablaba; íbamos siem-
la sazón, y hoy colorista de ¡¡6d¿ de esos jóvenes pre por un bosque, por un espeso bosque de espíritus, quiero
a)xzas -¡¡sde toda su vida, y
a lo largo decir. No estábamos lejos de la entrada del abismo, cuando
de [o que él mismo se cree-, lla- vi un fuego que atravesaba la atmósfera de tinieblas. Fal-
pintura de caníbal! taban aún algunos pasos, pero ya podía entrever que habi-
iosidades @e una taban ese lugar esplritus gloriosos.
en el diccionario >-iOh, tú, que honras todas las eiencias y las artes!,
podrá encontrar ¿quiénes son esos espíritus que gozan el honor de no sufiir
compensada por el destino común?
>Me respondióz "La buena fama, que resonó tan alto en
Ese himno terrible al dolor producía en su clásica ima- vuestro mundo, halla gracia en el cielo, quien los distingue
ginación un efecto semejante ¿l de los temibles vinos de de los demás."
Anjgu, de Auveraia.o del Rin, en un estómago acostum- >Entoncés, se oyó una voz: "Honrad al sublime poeta;
brado al pálido zumo de Medoc. .su sombr¿, que habÍa partido, vuelve entte nosotros."
lor _ta_nto, universalidad de sentimientos. Ahora, univer-
ealidad de ciencia.
>La v.oz celló; vi venir a nuestro encuentro cuatro gran-
des sombras; sus aspectos no eran tristes ni alegree.
Desde- hace tiempo, los pintores habl¿n olvidado, por d+ >El maestro me dijo: "Observa al que viene on una
cirlo así, el género llamado de decoración. El hemiciclo de espada en la mano y delante de esos otros hes, cual si
Bellas Artes es una obra pueril e inhábil, cuyas iitenciones fuera un rey: es Homero, poeta soh¡a¡o; quien le sigue
cHTrcAs DE AeTE ilr,t
por decirlo asi. La pintura de Delacroix es eomo l¿ natu-
taleza: tiene horro¡ al vacío.
Btm¿o g Julicta balcón- en l¿ fúa clatidad de la
-al
maiana, están religiosamente ceñidos
üolencia de la despedida, Julieta, con
en la espalda de su amante, echa la
como pa¡a respirar, o quizá por un movimiento de orgullo
y de pasión feliz. Esta actitud insólita casi todos
los pintores I es, no-pues
obstante, la más
natural; ese de la nuca es ca¡acte-
rfstico en los al sentirse felices a una
caricia. Los vapores üoláceos del crepúsculo matutino en-
vuelven est¿ escena y el paisaje romántico que la completa.
El éxito general de eéte cuadro y la curiosidad que ins-
pira prueban por completo lo ya dicho en otra parte: que
Del¿croix_ es popular, digan lo que quieran los pintores, y
que será suficiente con no alejar al público de sus obras,
para que le siga tanto como le siguen los pintores inferiores.
Mwgari,tu en la, igleria pertenece a esa clafre, ya nnmF
rosa, de encantadores cuadros de género, mediante los
cuales Delacroix parece querer explicar aI público sus lite
gtafías tan amargamente criticadas.
Un leún, pintado a la acuarela, tiene para mí un gtan
mérito, aparte de la belleza del dibujo y de la actitud: que
está hecho con gran bondad. La acuarela queda reducida
a su modesto papel, y no quiere mostrarse tan hilchada
como el óleo.

Para completar este análisis, me queda por subrayer


una última cualidad de Delacroix, la más notable de toda+
la que hace de él el verdadero pintor del siglo :rrr: er¡¡
melancolía singular que se desprende tercammte de toda¡
sus obras, expresada en la elección de temas, en los rú-
tros, en los gestos, hasta en el estilo del colo¿ Dclsri¡
simpatiza con Dante y con Shakespeare, los ohc dm grz*-
des pintores del dolor humano; los conoce a fdlo, ¡¡Lc
traducirlos libremente. Contemplando la se¡ie de s¡ c
dros, diríase que se asiste a la celebraeión de alg¡fu üCb
doloroso: Dante g Virgi,lio, Lu mntanzo ila St4 ILü
ná,paln, Cristo en el Huerto d4 la
Mé¿eo" Los ndnfragos y Hwrñilnt,
j
poco comprendidos. En varios se ]' {
constante azat, utr ¡ostro más d lt a
los demás, en el cual se resnmen todc loe &r¡ rih
dantes; así, la mujer
en el primer plano de
tan lúgubre y arruga
Las m;u,ieres ilp Argel, s y$ne
respira esta melancolía. &
(1) Da¡te: El ¿t Jünrc, cgnto IV. pleno de reposo y silencio, reple*o deú- " ' ¡rffi+
--
144 CAELOS BAaDELAIRE'

exhala no sé qué intenso perfume que nos lleva, bastante


apresuradamente, al limbo insondable de la tristeza. En
general, no pinta mujeres hermosas, desde el punto de vista
de la gente. Casi todas son enfermas y resplandece en ellas
cierta belleza interior. No expresa la fierza mediante el
grosor de los músculos, sino por la tensión de los nervios.
No solar4ente sabe expresar el dolor físieo, sino también y
sobre todo misterio de la pintura!- el dolor
moral. Su -¡prodigioso
alta y seria melancolí res-
plandor, incluso en el color, amp e en
masas armónicas, como el ile tod stas,
pero plañidero y profundo como una melodía de Weber.
Cada antiguo maestro tiene su reino, su dominio ---que, a FRAGMEI\ilI1O DEL SALóN DE T8¡i¡'
veces, se ve fonado a,compartir con rivales ilustres-. Ra-
fael, la forma; Rubens y Veronés, el color; Rubens y Mi-
guel Angel, el dibujo imaginativo. Quedaba sólo una parte INGRES
del imperio, por la cual ha hecho Rembrandt algunas ex-
cursiones: el drama drama natural y vivo, el drama Cuando David, ese astro frio, y Guérin v GtnÉ'
-el expresado frecuentemente median-
terrible y melancólice-, satélites históricos, especie de alquimistrq de lÉ
te el color, pero siempre mediante el gesto. cias en su género, se elevaron po
Respecto a los gestos sublimes, Delacroix sólo tiene riva- produjo una gran revolución. Sin
les fuera de su arte, Apenas conozco otros que Federico persegufan, sin verificar su legitimidad, si¡ q
Lemaltre y Macready. no lo habr:ín sobrepasado, observemos simph¿
En razón de esta cualidad tan moderna y tan nueva, nían un fin, un gran fin como reaceión ooúr
Delacroix es la última expresión del progreso en el arte. dem¿siado viv¿s y amables, el cual no quitro
Heredero de la gran tradición -4s deeir, de la amplitud, de catacterizatl que persiguieron ese fu eo ¡u
Ia nobleza y de la pompa en Ia composición-, y digno su- que caminaron a \z lttz de ese sol artifiei¡l c
cesor de los viejos maestros, tiene más intensamente que queza, con una decisión, dignas de verdado
ellos el dominio del dolor, de la pasión, del gesto dolorgso. partido. Cuando la áspera idea se dulciñó fr
Aquí es donde verdaderamente reside la importancia de úciadora bajo el pincel de Gros, ya esteb
su grandeza. En efecto: suponed que se pieida la obra de Recuerdo muy claramente el prodigin
uno de esos üejos ilustres; habrá casi siempre un análogo deaba, en los tiempos de nuestra infanci+r
que pueda explicarle y hacerle adivinar al pensamiento del r¿s, f¿ntástieas sin desearlo, a todc es I
r¿s,
historiador. Quitad a Delacroix, y la gran cadena de la micos; yo mismo, no podla contemplar i
Ilistoria se rompe y cae por tierra. terror casi religioso a todos esos graldcrr
En un artículo como éste, eon más aire de profecia que clítos, hermosos hurnbres esbeltos y
de crítica, ¿para qué realzar faltas de detalles y manchas moñamente castas, clásicamente m¡É
microseópicas? El conjunto es tan bello, que carezco de su pudor bajo sables antiguos o tras q
ese valor. Por lo demás, es tan fácil, ¡lo han hecho tantos c¿mente transparentes. Todo ese r4ü
otros!... ¿No es más nuevo ver a los hombres por su as- fuera de natu¡aleza, se agitaba, ¡nG{
pecto agradable? Los defectos de Delacroix son a veces luz verdosa, rara t¡aducción dd
tan visibles, que saltan a la vista del menos avezado. Se maestros, demasiado celebrados €n a
puede abrir al azat cualquier revista, alguna de esas que depreciados hoy, tuüeron el gral I
se hari obstinado durante mucho tiempo en no ver, a la in-
preocuparnos de sus procedimic¡úc
versa de mi sistema, las eualidades radiantes que consti- inas, dó inclinar el c
tuyen su originalidad. Ya se sabe que los grandes genios Esta perpetua conte
sólo se engañan a medias, y que tienen el priülegio de la na sólo podía tener,
enormidad en todos los sentidos. saludable, pero no fueron
como pretendlan parecerlo. Ee
ser jamás el heroico, sl irrf,Eie

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