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PREGÓN DE EXALTACIÓN

DE LA COFRADÍA DE SEMANA SANTA


LA ÚLTIMA CENA DE JESÚS DEL AMOR
Y MARÍA SANTÍSIMA DE LA PAZ Y
CARIDAD Y MADRE DE LA IGLESIA
EN EL XXV ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN
AUDITORIO DE LAS RUINAS DE SAN FRANCISCO
BAEZA, 28 DE FEBRERO DE 2010
DRA. MªCRUZ GARCÍA TORRALBO

En su Segunda Epístola a los Corintios San


Pablo escribe:

“El que siembra con mezquindad,


cosechará también con mezquindad;
el que siembra en abundancia,
cosechará también en abundancia.
Cada cual dé según el dictamen de su
corazón,
no de mala gana ni forzado, pues,
Dios ama al que da con alegría” 2 Cor 9,
6-7

Ilustrísimo Sr. Obispo de la Diócesis de


Jaén, D. Ramón del
Hoyo López

Excmo. Sr. Alcalde de Baeza, D. Leocadio Marín.

Excmo. Sr. Director de la Academia de Guardias de la


Guardia Civil de Baeza, Coronel D. Adolfo Gómez-Rico
Romero del Hombre Bueno.
Curas Párrocos de las Iglesias parroquiales de Baeza.

Sra. Presidenta de la Agrupación Arciprestal de Cofradías de


Baeza. Da. Laura Garrido Almonacid

Hermano Mayor de la Cofradía de la Santa Cena, D. Andrés


Curiel García.

Hermanos Mayores representantes de las Cofradías


baezanas.
Dignísimas autoridades civiles, militares y profesionales.

Hermanos cofrades, señoras y señores, amigos todos que


llenáis esta tarde con vuestra presencia y tras las cámaras
de TV. este magnífico Auditorio de Las Ruinas de San
Francisco:
Saludos en el Señor.

He elegido estas palabras del Apóstol Pablo como


introducción de este Pregón de Exaltación de la Cofradía de
la Santa Cena, porque en ellas aparece concentrado, en
todo su esplendor, el espíritu que alentó a unos
entusiasmados cristianos, hace 25 años, para la
consecución de esta maravillosa realidad de la Semana
Santa baezana, la fundación de la Cofradía de la Última
Cena de Jesús.

Aquellos jóvenes, algunos chiquillos aún, llenos de


entusiasmo, de generosidad, decididos y emprendedores,
alentados por la alegría de las cosas que son de Dios, se
empeñaron en sembrar con tesón, sin más fuerzas que sus
ganas, sin más semilla que su fe. Y hoy, 25 años después,
podemos decir que se han cumplido esas palabras:

“Dios ama al que da con alegría”

Queridos amigos: Este pregón de exaltación es el


banderazo de salida de los Actos programados para todo el
año 2010 por la Junta Directiva de la Cofradía de la Santa
Cena para conmemorar aquella siembra de hace 25 años y
para celebrar su germinación, crecimiento y madurez en el
fértil campo de la Agrupación Arciprestal de Cofradías
baezana. Para mí es un honor estar aquí delante de ustedes
leyendo palabras que me han salido desde el corazón, a la
luz del Evangelio, con el cariño y la simpatía que me
despiertan los hermanos de esta joven cofradía, muchos de
los cuales cuento entre mis amigos desde que me hice
baezana.

La cofradía de la Santa Cena no hunde sus raíces en


tiempos remotos como otras muchas cofradías; no presume
de estatutos cinco veces centenarios; no tiene entre sus
hermanos abolengos y alcurnias; no se vio incentivada en
su fundación por alguna prestigiosa Orden Religiosa ni por
algún obispo glorioso del pasado histórico; ni las esculturas
de sus pasos procesionales salieron de las manos de los
artistas famosos del Siglo de Oro Español que estudiamos
en los libros de Historia del Arte. La cofradía de la Santa
Cena es fruto de la fe vibrante de unos jóvenes baezanos
que entendieron en toda su magnitud el mensaje de Cristo:
“Vosotros sois la luz del mundo…Brille vuestra luz delante
de los hombres para que vean vuestras buenas obras y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”
Mt 5 13-16

Veinticinco años de historia cofradiera no son nada


comparados con la tradición baezana que arranca
documentalmente de 1540, ni significan apenas un esbozo
con la tradición católica de procesionar las imágenes
religiosas, que hunde sus raíces en la Edad Media. Pero los
25 años de trayectoria histórica de la Cofradía del
Santísimo Cristo del Amor en su Última Cena y María
Santísima de la Paz y Caridad, Madre de la Iglesia, enlazan
directamente, con los lazos eternos e invisibles que sólo
anuda el Amor, con aquellas primeras hermandades de
cristianos que, como nos cuentan los Hechos de los
Apóstoles:

“Vivían unidos…
repartían según la necesidad de cada uno…
con alegría y sencillez de corazón…
Alababan a Dios y
gozaban de la simpatía de todo el pueblo” Hc 2 42-47

Efectivamente, amigos. La luz que desparraman con su


alegría cristiana los cofrades de la Santa Cena sirve para
arrastrar con su entusiasmo a cuantos baezanos decidieron
embarcarse en la misma aventura para gloria de Dios y de
la Iglesia en unos tiempos en que ser cristiano es un
verdadero reto.

Los cofrades de la Santa Cena, aquellos chiquillos


imberbes, sin apenas futuro, con la “mili” como horizonte
inmediato, con las novias siempre esperando un tiempo que
les arrebataban las cosas de Dios, aquellos chiquillos, digo,
hoy cristianos totales, con sus logros y sus metas
conseguidas, pueden sentirse orgullosos, con el orgullo
sano y legítimo del que trabaja para Cristo.

Me van a permitir ustedes que evoque aquellos duros


principios, que cuente los sacrificios que hubieron de
arrostrar en aras de conseguir la fundación de su tan
deseada cofradía; pero lo hicieron siempre con alegría y los
momentos de gozo que fueron jalonando aquella ascesis
hasta sus amados estatutos tapaban los sinsabores.

Al igual que el Colegio Apostólico basó su unión en la


cabeza de Pedro a quien Jesús designó como cefas, cabeza,
así, el germen de la Cofradía de la Santa Cena radica en
una cabeza, la cabeza de un Cristo profanado en la Guerra
Civil y que la abuela de un cofrade rescató por segunda vez
de las llamas. A la vista de aquel deteriorado objeto de arte
-un bellísimo rostro con un carbón por nuca, esto era la
cabeza- unos amigos cavilan día y noche la mejor manera
de restituir a la desaparecida imagen de Cristo su merecida
veneración. Piensan que la creación de una cofradía de
Semana Santa puede ser la solución a sus devotas
inquietudes.

Deciden entonces participar su apasionado celo a un


hombre justo y amante de las tradiciones, D. José Melgares
Raya, canónigo de la Catedral, desaparecido de entre
nosotros, a quien Baeza debe tantos beneficios y ésta
historiadora que les habla una entrañable amistad
prolongada en el tiempo y nacida de nuestra común pasión
por los documentos antiguos, ya que él era el Archivero de
la Diócesis de Jaén y yo la secretaria.

D. José, con aquella dulzura que le caracterizaba, pero con


aquella convicción y firmeza propias de un hombre que se
entrega sin medida a un ideal, el ideal de la Iglesia,
encauza a aquellos inexpertos y entusiasmados jóvenes a la
creación de una cofradía de Semana Santa a la luz de la fe:

“Vosotros, siempre la fe, siempre la fe”

les repetía sin cesar.

Y esa fe, ese celo incondicional que les mueve, lleva a


aquellos “cuatro locos”, a aquellos arrogantes y confiados
novatos, que se atreven a desafiar el estatus establecido en
el tiempo por las demás cofradías baezanas, a decidirse por
el paso procesional de la Última Cena de Jesús. El fuego de
su sensible corazón queda bien patente en sus sentimientos
hacia las tradiciones apostólicas cuando repasando las
festividades cristológicas baezanas observan un vacío entre
la tradicional festividad del Cuerpo de Cristo, el Corpus
Christi baezano, y los pasos procesionales de Pasión.

La fe, esa fe que D. José Melgares incide en que debe ser la


guía de su camino, les descubre que falta el Misterio del
Amor, el principal Misterio de la fe cristiana. Cristo murió y
resucitó por amor, y lo dejó bien claro cuando dijo a sus
Apóstoles:

“Un solo mandamiento os doy,


que os améis como yo os he amado”.

Aquellos incipientes neófitos, aquellos aprendices de


cofrade, entienden que la Sagrada Cena de Jesús debe
estar representada en el repertorio de pasos procesionales
de la Semana Santa baezana en claro paralelismo con la
exaltación de la Eucaristía que tan magníficamente celebra
en primavera la ciudad de Baeza en la festividad del Día del
Señor.

Bien. Ya tienen la fe, ya tienen la idea, ya tienen el apoyo


de la Iglesia, y todo el tiempo del mundo porque son
jóvenes. Pero, ¿tienen el dinero?

¡Ah, amigos míos!

Aquí está el principal escollo. También para llevar a la


práctica las cosas de Dios hacen falta medios humanos.

Pero aquellos espontáneos de lides cristianas conocen el


Evangelio. Entre ideas largamente meditadas e impulsos
ardorosos y sin retoques, a pesar de sus defectos o quizás
precisamente por ellos, su impaciencia, su fogosa pasión,
su extraordinaria densidad de amor cristiano y vigor
religioso, les lleva a soluciones que no son ciertamente
tratados de Economía, ni formularios de marketing
empresarial: son respuestas concretas a situaciones
concretas.

No hemos de buscar, pues, en aquella incipiente


hermandad una formulación sistemática y completa para la
solución económica de los problemas cofradieros; hemos de
suponer, en cambio, siempre, en el fondo, la palabra viva
de Jesús:

“No os preocupéis por qué váis a comer o con qué os váis a


vestir. Mirad las aves del cielo que ni siembran ni aran y
vuestro Padre Celestial las sacia. Mirad los lirios del campo
que ni hilan ni tejen y yo os aseguro que ni Salomón vistió
con tanta belleza. Vuestro Padre que está en el cielo sabe lo
que necesitáis y os proveerá” Mt 6 25-34

Este mensaje de Cristo es extraordinariamente valioso por


cuanto nos permite encontrar su cumplimiento exacto y
perfecto en aquella incipiente cofradía, cuyo fin no era otro
que descubrir la misma doctrina fundamental del Evangelio,
centrada en torno a Cristo, muerto y resucitado, hecho
carne a lo largo de su vida entregada a nosotros.
Aún no se explican cómo pudieron arrancar su travesía sin
medios económicos; cómo tuvieron fuerzas para recoger en
dinero lo que sólo habían sembrado con ilusión; cómo
multiplicaron y transformaron en imágenes y enseres
cofradieros la abnegación y la entrega:

“Pedid y se os dará” (Mt 7 7)

y qué verdad es esta. Y si no, que se lo pregunten a ellos


cuando iban recogiendo, con la persistencia de los
corazones ardientes, casa por casa, los sobres previamente
repartidos entre los vecinos, con las aportaciones que los
baezanos habían introducido en ellos, machaconamente,
insistentemente, como dice el Evangelio, aunque sólo fuera
porque los dejaran tranquilos.

O como cuando pusieron la primera caseta de “feria de día”


que se ha puesto en Baeza, costumbre hoy arraigada en
nuestra sociedad, pero que fue el 17 de agosto de 1985
cuando estos apasionados se “inventaron el negocio” para
obtener fondos para la creación de la cofradía, y que, por
atender al numeroso público concentrado hasta el final,
hubo uno de ellos que llegó tarde a su propia boda.

Sí, amigos, sí. Estos sentimientos hoy día analizados, con la


madurez que barniza las pasiones juveniles, bajo el prisma
de la sensatez que el tiempo transcurrido confiere a los
hechos pasados, se traducen en una vida de incondicional
abnegación y entrega al servicio de una causa buena.

Trabajos, fatigas, padecimientos, privaciones,


humillaciones, nada cuenta a sus ojos, que todo lo encaran
con alegría, con tal de cumplir la tarea de la que se sienten
responsables. Pero sí cuenta a los ojos de Dios Padre que
les dio, como les había prometido, ciento por uno.

Porque el pueblo baezano respondió con generosidad, como


lo ha hecho a lo largo de la Historia con tantas obras
destinadas a la gloria de Dios. Unos, haciéndose cofrades
de la Santa Cena, y otros aportando dinero para la cofradía.
Este sentimiento de legítimo orgullo suscita en los
hermanos de la Santa Cena inmensas aspiraciones: cuando
confiesan su solicitud y entrega por su amada cofradía;
cuando afirman haber trabajado más que las demás;
cuando piden a sus actuales cofrades que les imiten en su
pasión por el trabajo, no lo hacen por arrogancia, lo hacen,
más bien, por la humilde satisfacción de los hombres que
trabajan por Dios. Ellos se reconocen como los últimos de
todos, pero su grandeza estriba en que atribuyen a la
gracia de Dios las grandes cosas que han realizado por su
intervención.

El fuego de su apasionado corazón queda bien patente


frente al escultor local, D. Juan Antonio Sánchez Sáez,
quien se compromete a modelarles el paso de la Santa
Cena, con la justa exigencia de los medios económicos
necesarios para comprar la arcilla. Y aquellos cuatro
entusiasmados embriones de cofrade, Pepe, Pedro, Luis y
Jose, al no disponer de más fondos que su fe, le llevan al
artista a su taller dos sacos de arcilla que arrancaron de las
entrañas de los taludes de la muralla baezana.

Su entusiasmo y jóvenes energías eran inversamente


proporcionales a su caja fuerte. Cuanto más ansiaban para
su deseada cofradía menos dinero parecían tener. Y digo
“parecían” porque siempre estaba ahí Dios para proveerlos.

Como les había prometido Cristo, como ellos estaban


convencidos de que ocurriría.

“Pedid y se os dará” Mt 7 7

Y eso hicieron en su segundo intento por tener sus


deseadas imágenes. Cuando llegó a Baeza la imagen del
San Juan Evangelista del paso procesional de la Vera Cruz,
vuelven a entusiasmarse ante la contemplación de la
imagen y maquinan en sus enfervorizados cerebros que las
imágenes de la Santa Cena deben salir de las mismas
manos artistas que ese “San Juan”.
Ellos no ven que la economía está maltrecha y que los
fondos económicos brillan por su ausencia. Ellos no se
paran a pensar que los artistas también comen y por eso
deben cobrar su trabajo. Ellos sólo tienen un encendido
corazón que experimenta una dolorosa confusión ante la
vanidosa presión de quienes se oponen al auténtico poder
espiritual que se manifiesta en sus decisiones. Y están
decididos a ir a Sevilla para contactar con el imaginero
sevillano D. Manuel Hernández León.

Narrarles a ustedes la odisea de todos aquellos viajes a


Sevilla sería prolongar este acto más allá de lo
acertadamente diseñado por la Junta Directiva, pero sí me
van a permitir que les cuente cuánto obtuvieron del artista,
que algo tuvo que ver en el fondo de sus ojos para fiarse de
ellos, y cuántas fatigas pasaron para hacerlo realidad.

Imagínense ustedes a aquellos jóvenes cofrades en el taller


del artista, explicando su proyecto de realizar un paso de
Semana Santa con, nada menos, que trece imágenes, para,
a continuación, decirle que no tienen un duro y que les
tiene que hacer letras mensuales.

Aquello no lo había oído D. Manuel Hernández en toda su


vida profesional, y no creo que esté escrito en la Historia
del Arte hasta este momento.

Pagar mensualmente durante diez años trece imágenes


religiosas era cosa digna de experimentar, y el artista,
generoso y motivado por el reto como todo artista honesto,
se dejó convencer por aquellos exaltados baezanos sin más
bagaje económico que los bolsillos vacíos de su pasión. Así,
poco a poco, aquellas bellísimas imágenes que hoy
podemos contemplar, fueron saliendo de las manos del
artista sevillano con la misma regularidad con que los
cofrades pagaban su letra mensual con Dios sabe qué
dinero.

Los viajes a Sevilla se suceden, robando tiempo a sus


familias, que las han ido formando, y el Martes Santo de
1987 se expone por primera vez el Santísimo Cristo del
Amor en una capilla de la nave izquierda de la Santa Iglesia
Catedral de Baeza.

Habla Santa Teresa de “la risa sana que brota del corazón
enamorado de Dios” y siglos antes San Pablo hacía de la
alegría la nota característica de su Epístola a los Filipenses,
a los que repite insistentemente

“Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad


siempre alegres” Filip 4 4.

Pues bien, siguiendo el mandato paulino, y puesto que


estamos hablando de cosas de Dios les voy a contar una
anécdota para regocijarnos con la alegría de la fe que
derriba todos los obstáculos:

Una de las veces que hubieron de desplazarse a Sevilla,


cuando aún no estaba terminada la Autovía del 92 y la N.IV
recorría en su itinerario diversos pueblos andaluces, se
desató un temporal terrible que cortó la carretera entre
Écija y Carmona, con una riada de proporciones
gigantescas.

Dios estuvo de parte de los seis cuando, desatendiendo las


señales de la Guardia Civil que había interrumpido la
circulación entre ambas ciudades, atravesaron a este otro
lado dejando, eso sí, que bajara un poco el nivel de la
inundación que cubría los vehículos. Y digo seis en vez de
cuatro, porque en aquel desvencijado Seat largo viajaban
nuestros cuatro intrépidos cofrades más San Juan
Evangelista de copiloto, con su cinturón de seguridad, y la
Virgen de la Paz pasajera detrás entre ellos, sentados en el
fondo del coche al que habían retirado los asientos para
multiplicar su capacidad. Imagínense ustedes el asombro
del agente de tráfico cuando, alumbrando con la linterna al
interior del coche, bajo una lluvia torrencial, les intenta
pedir a aquellos aparecidos la documentación personal y del
vehículo.

¿Se imaginan ustedes la escena?


O era hombre santo y caritativo, o Dios conmovió su
corazón. Lo cierto es que tras salir de su justificado estupor
y comprender la razón de tamaña insensatez, les dejó
continuar hacia Baeza, exhortándoles mucha prudencia en
el camino. Naturalmente, con la Virgen y con San Juan en
el vehículo, nada malo les habría de suceder en el camino.

Un camino, el de la cofradía, que la fuerza de la fe de sus


hermanos, que ya son muchos, y la alegría con que se
tomaban todos los inconvenientes, ha ido dejando expedito.
Un camino que contó con la generosa dirección de D. José
Melgares Raya, que supo atraer hacia la cofradía la
voluntad del que fuera nombrado posteriormente obispo de
la Diócesis de Jaén, D.Santiago García Aracil, por aquellos
días en visita a Baeza previa a su toma de posesión, tras
ser designado sucesor de D. Miguel Peinado.

Así, pues, con el beneplácito del obispo –que, como


muestra de gratitud por la desinteresada ayuda que le
prestan los cofrades de la Santa Cena en un incidente de su
viaje, nombra a la Virgen de la Paz y Caridad, Madre de la
Iglesia- la cofradía de la Santa Cena quedó instituida
oficialmente el 31 de agosto de 1985, rigiéndose sus
hermanos cofrades por unas normas de régimen interno
hasta la aprobación por el Obispado de sus deseados
Estatutos en 1995.

Señoras y señores, amigos todos. Del mismo modo a como


Jesús fue eligiendo a sus Doce, sin prisas pero con
diligencia hasta ver completado el grupo de sus
Incondicionales, así la cofradía de la Santa Cena fue
recibiendo de manos del artista sevillano una a una las
imágenes hasta ver completado en su serena belleza, la
más espléndida página sobre la grandeza del ministerio
apostólico que es la Santa Cena del Señor.

En este cuadro evangélico de delicada y rotunda


plasticidad, se evidencian puntos esenciales de la verdadera
vida cristiana, la santificación, la oración, la primacía de la
Caridad, la unión con Cristo, la defensa del apostolado, el
ideal de unión de todas las iglesias cristianas y, lo que es
básico y fundamental para nuestra fe, la Resurrección. Si
Cristo no hubiera resucitado nuestra fe sería una fe hueca,
falsa, sin sentido, porque estaríamos adorando a un
muerto. Pero Jesús dejó muy claro mientras cenaba con los
Doce:

“Yo soy el pan de vida, quien come mi carne y bebe mi


sangre tendrá vida eterna”

Así, poco a poco, van completando el cuadro. Tras Jesús,


realizada su talla en un segundo intento por el artista
puesto que la primera imagen no es del agrado de los
cofrades, llegan a Baeza los Apóstoles en una elección no
canónica pero sí definitiva para la consecución del paso
procesional, que rompe la tradición artística de representar
a los Doce sentados, tanto en pintura como en escultura:

*Mateo, el publicano que arrancó Jesús de la mesa de


recaudación de impuestos romanos, el Evangelista que
narra con exactitud milimétrica la Cena del Señor en su
evangelio, aparece de pie, rotundo en su dolor al saber por
el Maestro que será entregado a sus enemigos.

* Andrés, el hermano de Pedro y pescador como él, está de


rodillas, suplicante, entre la incertidumbre de lo
desconocido que se avecina y el miedo a perder a su
Maestro.

* Juan, el preferido del Señor por su juventud e


inexperiencia que escribiría el cuarto evangelio como una
proclamación de la mesianidad y divina filiación de Jesús,
llora su separación.

Estas cuatro imágenes, Jesús y los tres Apóstoles, son el


germen de la totalidad del paso procesional.

Los primeros cofrades, aquella primitiva Junta Gestora, al


igual que Jesús, van arrastrando con su entusiasmo a
muchos baezanos que se dejan envolver en la ilusión de
conseguir completarlo. Pero la economía sigue maltrecha y
todos se entregan con verdadera pasión a lograr los medios
económicos para hacer frente a los gastos inmensos que
conlleva el mantenimiento de la cofradía.

Una a una van llegando las demás imágenes. A Judas


Iscariote, el traidor, se le negó toda contribución popular,
por lo que los hermanos cofrades se enfrentaron en soledad
a su costo.

Después,
* Pedro, la cabeza de la Iglesia, firme y enérgico, que
aunque negó a Cristo en un momento de debilidad, como
tantos de nosotros hacemos a diario, entregó su vida por Él
en el martirio.

* Bartolomé, realizado sobre la idea de la imagen de piedra


que luce la puerta de la Catedral, humilde y solícito con
Jesús al que ama sin reservas.

* Felipe, joven de mirada inquisitiva que trata de descubrir


en los rostros de sus hermanos al traidor.

* Judas Tadeo, hermano de Santiago llamado el Menor,


hijos de Alfeo.

* Santiago el Mayor, hermano de Juan, hijos de Zebedeo,


llamados por Jesús “hijos del trueno” por su encendida
pasión.

* Tomás, el apóstol incrédulo, y Simón el cananeo.

En diciembre de 1992 se ha completado el grupo


escultórico, al que se dota de vestiduras apropiadas para la
procesión, unas donadas por cofrades piadosos y otras
adquiridas por la propia cofradía.

La incorporación del paso de la Virgen a la cofradía también


estuvo lleno de inquietudes. Pero, Andalucía es mariana,
Jaén es mariana y Baeza es mariana, como denuncia
nuestra catedral consagrada a la Virgen. Un paso
procesional de Semana Santa requiere su Virgen, y la
cofradía de la Santa Cena necesitaba adjuntar al paso del
Señor en su última cena, otro de la Virgen, su Madre, que
estuvo con Él hasta el último momento de su muerte y
mucho después de su ida. Los Hechos de los Apóstoles nos
dicen que María siempre estaba con ellos. Por eso, en este
paso procesional, más que en ningún otro, María, Madre de
Jesús, tenía que estar con su Hijo y con sus queridos Doce
amigos.

Don Manuel Hernández realiza una escultura de tan gran


belleza que los cofrades, desoyendo a la sensatez que les
pone de manifiesto, una vez más, que las arcas están
vacías, y aprovechando el celo mariano que despierta en la
ciudad el 450 aniversario de la dedicación de la Santa
Iglesia Catedral a la Natividad de la Virgen, en noviembre
de 1989, la cofradía incorpora el paso de la Virgen al de
Jesús en su Última Cena, tras demostrar en su altar de la
Catedral durante tres largos años, que la imagen ha
despertado el amor y la veneración de los baezanos,
condición impuesta por el obispo para procesionarla.

En aquella solemne ceremonia, la primera de D. Santiago


como obispo de la Diócesis de Jaén en nuestra catedral,
impuso solemne y oficialmente a la Virgen su nombre,
bellísimo, por el que hoy la veneramos, Virgen de la Paz y
Caridad, Madre de la Iglesia, abrazando en sus tres
términos, paz, caridad y madre cuanto significa el Misterio
de Cristo: Paz, frente a la violencia del mundo; Caridad, el
mensaje de amor que nos dio el Señor, y Madre de la
Iglesia, porque su mensaje es la única y verdadera
sabiduría. Madre de la Iglesia es el nombre más maravilloso
que el obispo D. Santiago podía haber otorgado a la Virgen
de la Santa Cena, porque no hay otro paso de Semana
Santa en que se haga más explícitamente contundente el
significado del apostolado de la Iglesia, de la unión de la
comunidad cristiana en torno a la Eucaristía y a través de la
Virgen, porque quien se olvida de la Madre acaba olvidando
al Hijo.

El ministerio apostólico es un acto de culto tributado a Dios,


lo mismo que toda la vida cristiana animada por la Caridad
y la entrega a los demás, y esto lo saben muy bien los
hermanos de la cofradía de la Santa Cena que, desde los
albores de su fundación vienen cumpliendo con rigurosidad
evangélica el mandamiento principal del Señor:

“que os améis unos a otros como yo os he amado”

Y sin amedrentarse por la escasez de su economía, con una


fe ciega en la misericordia de Dios Padre que los provee en
todo momento, los 300 cofrades realizan una contundente
beneficencia encaminada a ayudar a los más
desfavorecidos:

Cuando el huracán Mitch, entre el 22 de octubre y el 5 de


noviembre de 1988, barrió las costas del Caribe sembrando
la destrucción y dejando más de 18.000 muertos a su paso,
aquella incipiente cofradía de la Santa Cena realizó el
primer Certamen de Bandas de Música cuya recaudación,
más de 100.000 pesetas, se ingresó íntegramente en la
cuenta de Cáritas Diocesana del obispado para contribuir a
paliar tanto dolor y sufrimiento.

Las Clarisas de Santa Catalina, que hacen honor con su


rigurosidad y pobreza al espíritu franciscano, conocen
mejor que nadie la generosidad de los hermanos cofrades
de la Santa Cena.

Con un convento de no tan antigua construcción pero con


numerosas irregularidades de fábrica, han visto llegar la
ayuda desinteresada durante tres años de los beneficios
obtenidos en tres certámenes de Coros Navideños,
promovidos por la Santa Cena, para renovar el tejado que
se les caía a pedazos, para instalar la calefacción que haga
más llevaderos los crudos inviernos a las ancianas
monjitas, y para adecentar el convento en la numerosas
obras que año tras año deben acometer para mantenerlo
en pie.

Los cofrades de la Santa Cena trabajan incondicionalmente


para ayudar a la Asociación de enfermos de Esclerosis
Múltiple, esa terrible enfermedad que anula miembros y
ciega voluntades. Y a la de la Fibromialgia, cuyos enfermos
viven un continuo repiqueteo de dolor por todo su cuerpo.
La cofradía colabora y participa en cuantas campañas
organiza Cáritas Baezana destinadas a contrarrestar las
bolsas de pobreza que se han originado en medio de la
superabundancia de nuestra materialista sociedad; y en las
campañas de Manos Unidas, con fines a paliar las carencias
que sufren tantos hermanos en países americanos. Y en las
de recogida de alimentos que año tras año promueve la
Agrupación de cofradías, destinados a familias
desfavorecidas que viven la Navidad al margen del clima de
despilfarro y derroche que marca nuestro consumismo
suicida.

Porque los hermanos de la cofradía de la Santa Cena han


sabido interpretar en sus vidas las palabras de Cristo:

“Venid, benditos de mi Padre…porque tuve hambre y me


disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era
forastero y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis,
enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme,
porque cuanto hicisteis por uno de estos hermanos míos a
Mí me lo hicisteis”
Mt25 34-40

De este modo, perfectamente imbricada en la Semana


Santa baezana, con más de trescientos cofrades inscritos y
numerosos cristianos espontáneos que la apoyan con
donaciones, la cofradía de la Santa Cena procesiona sus
pasos penitenciales el Domingo de Ramos, marcando una
estrecha vinculación en su significado como Día del Señor
que es el domingo, y con la Festividad del Corpus,
adoptando en el lenguaje simbólico cristiano la idea de la
alianza nueva, la misión de la redención universal que
hallará su cumplimiento en la institución de la Eucaristía.

Así, pues, agradecidos por la imposición de la Agrupación


Arciprestal de Cofradías de hacerla procesionar el Domingo
de Ramos, tras unos principios en 1994 en que lo hacen el
Miércoles Santo adjuntas a otra cofradía y sin túnicas, la
cofradía de la Santa Cena, con sus túnicas blancas de
pureza y distintivos rojos de Amor, recorre las calles
baezanas con sus pasos llevados sobre los hombros de
unos costaleros llenos de fe en sus corazones e innovadores
en sus formas, puesto que soportan con valiente y enérgica
alegría, en varales horizontales apoyados en sus espaldas,
todo el peso del trono y de las benditas imágenes de Cristo
y sus Apóstoles, y las costaleras, desde hace dos años, el
trono con la bellísima imagen de la Virgen, haciendo suyas
las palabras de Jesús:

“Mi yugo es suave; mi carga, ligera” Mt 11, 30

¿Y las sombras? ¿Es que no ha habido sombras?


Claro que sí, amigos míos. Como en toda obra humana.
Un pregón de exaltación, por definición, debe ajustarse a
contemplar las glorias y hechos espléndidos de una
cofradía. Y eso es lo que he hecho hasta este momento.
Pero ya dije al principio que este pregón lo he escrito a la
luz del Evangelio. Y si en el Evangelio hay sombras ¿no va a
haberlas en una cofradía?

Si en la travesía de Jesús por el mundo, en tres años de


Camino, hay numerosos atranques ¿no van a tener
episodios de penumbra unos cofrades dos mil años después
en 25 años de camino?

¿No fue Jesús calumniado, criticado, murmurado, negado


en numerosas ocasiones? ¿No quisieron apedrearle y tuvo
que salir por pies de numerosas ciudades a las que luego
condena explícitamente?

“Ay de ti, Corazín; ay de ti, Betsaida…en el día del juicio


final habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para
vosotras. Y tú, Cafarnaúm ¿hasta el cielo te vas a
encumbrar? Hasta el Hades te hundirás” Mt 11 21-23

“Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas y


apedreas a los que te son enviados…” Lc 13 34-35

¿Acaso no lloró Jesús en numerosas ocasiones, como


cuando murió su amigo Lázaro? Pues si Jesús tuvo sombras
los hermanos de la cofradía de la Santa Cena no van a ser
más que Jesús. En su camino han tenido tristezas y
amarguras, sombras y algunos errores. Pero, siguiendo el
mandato de Cristo a su amigo “Levántate y anda”, así, la
cofradía de la Santa Cena, todos sus hermanos cofrades
unidos han salido victoriosos con el orgullo de hijos de Dios,
rescatados por Cristo.

Porque es importante el orgullo, amigos míos, ese orgullo


que nace de sabernos diferentes por ser hijos de Dios; ese
orgullo de ser cristianos porque Jesús nos ha salvado, que
eso quiere decir Jesús=Salvador. Un orgullo diferente al
orgullo humano.

Orgullo en el servicio a los demás, como cuando en


Cafarnaum les dijo:

“Si uno quiere ser el primero sea el último de todos y el


servidor de todos” Mc 9 33-37

Orgullo en la humildad, como cuando les dijo en Jerusalem:

“No busquéis los primeros puestos…porque todo el que se


ensalce será humillado y el que se humille será ensalzado”
Lc 14 7-11

Orgullo en la aceptación de nuestra pequeñez, cuando

“algunos que se tenían por justos despreciaban a los


demás…como el fariseo del templo y Jesús ensalzó la
oración del pobre pecador “os digo que éste bajó a su casa
justificado y aquel no” Lc 18 9-14

Orgullo de la grandeza de la igualdad entre hermanos:

“el mayor entre vosotros sea como el más joven y el que


gobierna como el que sirve…porque yo estoy entre vosotros
como el que sirve” Lc 22 24-27
Si, queridos amigos. La tarea que se marcaron hace 25
años los cofrades de la Santa Cena hoy celebramos todos
los cristianos de Baeza, como dice San Pablo:

“sirviendo al Señor con la alegría de la esperanza;


constantes en la tribulación, perseverantes en la oración,
compartiendo las necesidades, practicando la
hospitalidad…sin complaceros en la altivez, atraídos por lo
humilde, sin devolver a nadie mal por mal, no tomando la
justicia por nuestra cuenta…” Rom 12 9-19

En fin, amigos. Este Pregón de Exaltación quedaría


mutilado si, como amante del Arte, no hiciera una breve
reseña al patrimonio artístico de la cofradía de la Santa
Cena, ese conjunto de obras de arte, además de las
imágenes sagradas, que en estos 25 años han ido
reuniendo, coleccionando, atesorando con fatigas y con fe
los hermanos cofrades.

Atrás quedan aquellos duros principios en que por falta de


dineros para vestir la imagen de la Virgen le colocaron
espléndidamente, con extrema generosidad, el vestido de
novia de encaje de una de las hermanas cofrades para
poder exponerla en la capilla de San Juan Evangelista en la
Cuaresma de 1993.
Aquella exposición de Dolorosas baezanas fue propiciada
por la Agrupación Arciprestal de Cofradías, y la Virgen de la
Paz fue expuesta entre la Dolorosa de la Cofradía del Cristo
de la Humildad y la Dolorosa de la Cofradía de la Fervorosa.
Los Hermanos Mayores de ambas cofradías, en
representación de todas las cofradías baezanas, oficiaron
de padrinos en la bendición de la imagen de la Virgen de la
Paz por el Rv. Sr. D. Francisco Jiménez Moya. Meses más
tarde, el 4 de julio, fue D. José Melgares quien otorgó a la
cofradía de la Santa Cena la Bendición del Apostolado de la
Iglesia en la Catedral, acto al que asistieron todas las
cofradías baezanas.

En la actualidad la imagen de la Virgen cuenta con su


propio vestuario y ajuar, con sus propias joyas y atributos
personales:
sus quince sayas y diez mantos, a cual más bello y
ricamente adornado, no son sino el fruto del amor de los
cofrades a su Madre que le han donado generosamente sus
vestidos tanto para permanecer en el templo como para sus
salidas procesionales.
Sus cruces y joyas son también donaciones de sus
camareras y hermanos cofrades y entre sus diversos
rosarios destaca uno bendecido expresamente para ella por
el papa Juan Pablo II.

Y cuando procesiona en su trono de alpaca repujada luce


como Reina de la Paz que es, con su corona elaborada por
el orfebre sevillano D. Manuel de los Rios, entre bambalinas
de oro que llevan el Viacrucis obra del afamado pintor y
profesor de Sevilla D. Amadeo Rojas. Y luce como Madre de
la Iglesia bajo el palio que reproduce la heráldica de la
cofradía y la del obispo García Aracil y en su cara interna la
Natividad de la Virgen de la portada de nuestra querida
Catedral, sede oficial de la Cofradía de la Santa Cena y
núcleo originario de la fe de Baeza.

Esta joya de bordado religioso, salida de las manos del


artista bordador el ecijano D. Jesús Rosado Borja, Premio
Nacional de Bordado Religioso, ha sido expuesta en
MUNARCO, la feria expositiva de Arte Cofrade que se
celebra anualmente en Sevilla.

Todas estas obras de arte, ciriales, objetos litúrgicos para


celebrar la Santa Misa, cruz de difuntos, cáliz y vinageras,
son fruto de la fe de los cofrades y de los cristianos de
Baeza que con sus aportaciones y sacrificio contribuyen al
engrandecimiento de la cofradía para gloria de Dios y de su
Iglesia. A mi, que entiendo un poquito de Patrimonio y de
las leyes que lo rigen, me hace “mucha gracia” cuando por
ignorancia o, lo que es peor, por malicia, algunos
cuestionan el patrimonio histórico-artístico de la Iglesia y
hasta indican que había que venderlo para los pobres.

Incluso los más atrevidos, que son también los más


ignorantes, se atreven a decir que había que expropiárselo.
Como si la Iglesia fueran los curas, o el Obispado, o el
Vaticano con el papa y los cardenales dentro. Iglesia somos
todos los cristianos, desde Benedicto XVI hasta el último
bautizado esta mañana. Nosotros aquí reunidos somos
Iglesia. Y todos esos bienes, todo ese patrimonio artístico
es nuestro, es de todos y cada uno de nosotros los
cristianos, porque todos hemos contribuido a crearlo con
nuestra fe y con nuestra dádiva. Son nuestros bienes
comunes, con sus fines propios de culto, evangelización,
catequesis y promoción cultural, que pone la Iglesia al
servicio de todos.

Y los gastos empleados en el culto y prácticas devocionales,


como son las procesiones de Semana Santa, no entran en
contradicción ni merman los gastos en beneficencia que
como cristianos debemos realizar con nuestro prójimo.
Y si no, recuerden ustedes cuando en casa de Lázaro, en
Betania, María vertió un perfume de nardo muy caro en los
pies de Jesús, y murmuraron que con ese dinero se podría
haber dado de comer a los pobres. Jesús les contestó con
energía:

“Dejadla en paz. Ella está anticipando la unción de mi


cadáver, porque a mi no siempre me tendréis y a los
pobres los tenéis siempre a vuestro lado” Jn 12 1-7

Ya termino, queridos amigos. Ya termino.

Y voy a hacerlo con una pregunta muy simple:

¡Y ahora, ¿qué?!

¡Ahora, ¿qué?! Hermano Mayor de la Cofradía de la Santa


Cena. ¡Ahora, ¿qué?! Hermanos cofrades de la Junta
Directiva, de la Agrupación Arciprestal de Cofradías.

¡Ahora, ¿qué?! Cofrades de Baeza, cristianos todos que


llenáis este Salón esta tarde. ¡Ahora, ¿qué?!

¿Vamos a dormirnos en los laureles del triunfo?


¿Vamos a pavonearnos de la exaltación?
Estamos a un mes de la Semana Santa, ¿qué vamos a
hacer?
¿Vamos a esconder la cabeza bajo el ala?
O ¿vamos a trabajar con nuestras cofradías por nuestra fe,
con el orgullo de ser hijos de Dios?
Estamos atravesando momentos muy difíciles en nuestra
Historia. A la Iglesia la están atacando desde todos los
costados, incluso desde dentro. Y parece que los cristianos
nos recogemos acobardados a la intimidad de nuestros
hogares. Y una cosa es la tolerancia y otra la cobardía. ¿De
qué tenemos miedo los cristianos? ¿No dijo Jesús:

“No les temáis. Vuestros cabellos están contados…?

¿Por qué nos acobardamos? Si Jesús nos dijo:

“ aquel que proclame mi nombre y no se avergüence de


Mí ante los hombres Yo no me avergonzaré de él ante mi
Padre el día de su juicio” Mt 10 30-33

Nosotros, los cristianos, no sacamos a pasear las imágenes


de Cristo como el que saca una comparsa de carnaval, sino
que procesionamos con respeto y silencio nuestras
imágenes en señal de dolor por la muerte de Cristo.
Nosotros, los cristianos, no somos una atracción de circo
romano para divertimento de turistas y llenar las cajas
registradoras de los negocios en Semana Santa, sino que
salimos a las calles de Baeza para pregonar nuestra fe en
Cristo muerto y resucitado.

Nosotros, los cristianos, no sólo llenamos nuestros


estómagos la Semana de Pasión, sino que conmemoramos
la Cena del Señor con la Eucaristía y alimentamos nuestro
espíritu con los Santos Oficios.

Nosotros, los cristianos, no lucimos con soberbia, el oro y la


plata en nuestros tronos para pavonearnos de nuestro
poderío económico, sino para dar gloria al Padre que nos
provee en la necesidad.
Eso hacemos los cristianos y eso es lo que tenemos que
transmitir a las nuevas generaciones con nuestro ejemplo
para que la Semana Santa perdure en Baeza. Con nuestra
humildad, con nuestras buenas obras, con la ayuda
desinteresada a quien nos la pide, cada uno desde su
puesto de trabajo en la sociedad; porque una fe sin obras
es una fe muerta.

Hoy, día de la Exaltación, no es el fin sino el principio de un


largo camino. Durante los próximos 25 años cometeremos
muchos fallos, muchas negligencias, muchos errores, como
seres humanos que somos, pero nos levantaremos una y
otra vez como cristianos, orgullosos de ser redimidos por
Cristo.

Si los jóvenes ven nuestro entusiasmo y nuestra alegría en


Dios, si les inculcamos que hay algo más que litronas,
discotecas y sexo, que el hombre tiene unas metas
espirituales, más importantes que el hedonismo, y que el
liberalismo –el todo vale nos destruye como personas, si les
transmitimos nuestro orgullo cristiano por nuestra cofradía
en este mundo tan vacío de ideales, tan hueco de sentido
humano, estoy segura de que dentro de 25 años estaremos
celebrando la Exaltación del ¡medio siglo! con una nueva
generación de cofrades.

Así, pues, queridos amigos, con esta esperanza cristiana,


yo les emplazo a celebrar aquí los 50 años de la fundación
de la Cofradía de la Sagrada Cena de Jesús del Amor y
María Santísima de la Paz, Caridad y Madre de la Iglesia.

Que así sea.

Muchas gracias.

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