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Orar es a la vida cristiana como el respirar a la vida fsica. As como nadie puede vivir sin respirar, as
tampoco un creyente puede vivir sin orar. Un hombre sin oracin es un hombre sin Dios. En el Sal. 14 el
salmista describe a los impos como aquellos que no invocan a Dios. As como un nio respira desde el
momento en que nace, as tambin el cristiano ora.
No obstante, no debemos pensar por esto que el orar sea una tarea sencilla. Cuando un creyente se
dispone a orar, una tremenda lucha comienza a librarse de inmediato en su interior, y continuar
librndose hasta que termine de orar. Por qu es esto as? Porque el pecado an mora en nosotros, y
continuamente nos empuja lejos de Dios.
Todo deber que nos acerque a Dios encontrar resistencia en nuestro interior. En Rom. 7:21 Pablo dice:
As que queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal est en m. Precisamente cuando me
dispongo a hacer el bien, el pecado que mora en mi interior se manifiesta activamente tratando de
impedirlo.
Y como ningn otro deber nos acerca ms a Dios que la oracin, ningn deber encontrar ms resistencia
que ste. El pecado es tan terrible que nos persigue hasta las puertas mismas del cielo, como nos advierte
el Seor en Mateo 6:5-6:
Cuando ustedes recen, no imiten a los que dan espectculo; les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas,
para que la gente los vea. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio.
6. Pero t, cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre que est all, a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo
secreto, te premiar.