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La guerra, tal como la concebimos hoy en día, comenzó a perfilarse como tal a
principios del s. XX. Se trata de un enfrentamiento ente actores similares (Estados
Nación soberanos), que se valen de medios humanos y tecnológicos similares
(ejércitos regulares, armas convencionales tácticas y estratégicas, ¿armas de
destrucción masiva?) y que está sujeto a reglas previamente establecidas y
aparentemente respetadas por ambos bandos en conflicto (derecho humanitario,
trato dispensado a los combatientes y no combatientes, prohibición del uso de
determinadas armas y tecnologías, reglas de empeñamiento, disciplina militar,
cadenas de mando). Además, a partir de 1945, el uso o amenaza del uso de la
fuerza para resolver los conflictos internacionales fue colocado fuera de la
ley. El derecho público internacional – Carta de Naciones Unidas- prohíbe el recurso a
la guerra excepto en dos ocasiones: con la autorización del Consejo de Seguridad o en
ejercicio del derecho a la legítima defensa en los términos del art. 51.
Ahora bien, esto no siempre fue así. Desde que los Estados Nación se conformaron
como tales, el derecho al uso de la fuerza fue uno de los elementos inherentes
a la soberanía. Éste estaba limitado en forma consuetudinaria (costumbres de
inspiración religiosa) para pueblos que compartían una misma raíz cultural, pero la
observancia de la norma no era estable. Siempre estuvo presente la discusión moral en
torno al ejercicio de este derecho, plasmada en lo que se conoce como las doctrinas
de la guerra justa e injusta. Los padres fundadores del derecho internacional,
Grocio (1583-1645) y Vattel (1714 – 1767), intentaron transformar estas doctrinas en
normas positivas de alcance universal. 1
Hacia finales del s. XIX y, más específicamente, en el período de entre guerras del s.
XX comenzaron a esbozarse documentos jurídicos que buscaban la ilegalización
del recurso estatal a la fuerza en la solución de conflictos internacionales: los
Convenios de Ginebra (1864, 1906, 1929 y 1949), la Declaración de San Petersburgo,
las Conferencias de Paz de la Haya (1899 y 1907), el pacto de la Sociedad de las
Naciones, el pacto de París o Briand –Kellog (1928), entre otros. Algunos de estos
documentos buscaban acotar o morigerar las formas permitidas de conducir la
guerra (por ejemplo, el trato dispensado a los combatientes tomados prisioneros, a los
1
BUGNION, Francois (2002) “Guerra justa, guerra de agresión y derecho internacional humanitario” en
Revista Internacional de la Cruz Roja N° 847. Consultado en:
http://www.icrc.org/WEB/SPA/sitespa0.nsf/html/5TECMU
1
civiles y sus bienes, la prohibición del uso de determinadas armas), mientras que otros
buscaban ilegalizar de plano la guerra aunque carecieran de fuerza vinculante
para convertirse en disposiciones efectivas. El desarrollo tecnológico y la ampliación
del poder destructivo de los armamentos, la capacidad de movilización de los
ciudadanos frente a una situación de guerra, y la evolución doctrinaria en materia de
derechos humanos fueron elementos que contribuyeron a la adopción de estos
documentos.2
2
sumarse a la carrera armamentística. Incluso las superpotencias encontraron
inconvenientes para transformar sus enormes arsenales nucleares en elementos de
peso político a la hora de lograr sus objetivos. Por ejemplo, el monopolio nuclear de
USA entre 1945 y 1949 no logró impedir el avance de la URSS en Europa del Este en el
mismo período. Ni siquiera les resultaron de utilidad a las potencias en sus conflictos
con países subdesarrollados, como ilustran los casos de realineamiento de países como
Egipto, Indonesia, Somalía, Irak, Chile o Etiopía (la decisión de “cambiar de bando”
después de un golpe de Estado no guardaba relación alguna con la capacidad nuclear
de las potencias).5
Estas limitaciones al accionar militar impuestas por el poder destructivo del arsenal
nuclear, también condujeron a limitaciones en el plano convencional. Cualquier
ataque convencional que pudiera dar lugar a una retaliación nuclear pondría
nuevamente a las potencias frente a la misma paradoja. Así, entre 1948 y 1963 (del
bloqueo de Berlín a la crisis de Berlín), las superpotencias fueron testeando
mutuamente sus límites mientras el mundo vivía en un estado de alerta y tensión
permanentes. Finalmente, ambas potencias “concedieron” la derrota y así se cerró el
teatro de operaciones europeo. El fin de la Guerra de Corea en 1953 produjo
un efecto similar en el Sudeste Asiático. En este escenario, la guerra
convencional a gran escala quedó confinada a la frontera de India y Pakistán
y al Medio Oriente. Los países de estas regiones estaban atados a las superpotencias
que eran sus proveedores de armamentos y les sirvieron de teatro para guerras Proxy
y para testear nuevas armas y doctrinas. Otras zonas, como el Cuerno de África,
continuaron experimentando enfrentamientos pero a mucha menor escala y con
mucha menor sofisticación tecnológica.
3
convencional (nuevas armas, logística, vehículos, comunicaciones). Como afirma Van
Clavaren “oficialmente, la principal razón por la cual las potencias dedicaron durante
tantos años tantos esfuerzos a prepararse para conflictos convencionales en una era
nuclear, fue el deseo imperativo de evitar que estallara una guerra nuclear (…) a
menos que tuvieran fuerzas convencionales suficientes a su disposición (…) podrían
verse imposibilitados de responder incluso a pequeñas crisis y forzados a emplear el
armamento nuclear”. De esta forma, las únicas guerras que se dieron a partir del
’53 fueron aquellas donde las superpotencias no tenían ningún interés vital
amenazado (Líbano 1958, Vietnam 1964-72, República Dominicana 1965, Camboya
1972-75, Líbano 1983 y la Guerra del golfo 1991 por parte de USA; Angola 1976,
Etiopía vs. Somalía en 1979 y el Conflicto Centroamericano en los ’80 por parte de la
URSS). Por otra parte, Gran Bretaña y Francia sufrieron experiencias
desastrosas en las guerras de liberación nacional de África que minaron su
estatus como potencias militares en general.
En cuanto a situaciones en las que los países que no poseían arsenales nucleares
(o algunos sí y otros no), los enfrentamientos convencionales fueron mucho
más frecuentes durante la segunda mitad del s. XX: Medio Oriente (1948-49, 1956,
1967, 1973, 1982, 1980-88), China y Taiwán (1954, 1958), China e India (1962, India
aún no poseía armas nucleares), India y Pakistán (1947-49, 1965 y 1971, aún no
poseían). Durante la década del ’70 las armas nucleares se introdujeron en
estas regiones y, en adelante, no se vivieron episodios bélicos a gran escala.
4
esta OIG era mantener la paz y seguridad internacionales (amenazadas por los
conflictos convencionales interestatales), misión que fue delegada primordialmente a
uno de sus órganos principales: el Consejo de Seguridad.
5
en el despliegue de observadores militares en Medio Oriente para vigilar la observancia
del Acuerdo de Armisticio entre Israel y sus vecinos árabes. Desde entonces se han
desplegado 63 OMP de la ONU, de las cuales 16 siguen activas.
“El fin de la Guerra Fría, al modificar la dinámica del sistema internacional, facilitó el
surgimiento de gran número de conflictos armados radicalmente diferentes a los que
se conocía hasta ese momento, intraestatales en su mayoría. Estos conflictos
contemporáneos, muchos de los cuales habían estado congelados durante los últimos
40 años, dominan la agenda de seguridad (…) y se han convertido en la forma
predominante de enfrentamiento armado”6. Esta frase de Sampó afirma un
conocimiento compartido en el campo de los estudios de seguridad que está
claramente respaldado por las estadísticas: desde el fin de la Guerra Fría hasta la
actualidad prácticamente no se han registrado enfrentamientos entre Estados.
Sin embargo, como veíamos anteriormente, los conflictos asimétricos de baja
intensidad, intraestatales, con o sin intervención de un actor extranjero, y que
enfrentan a un actor estatal (un ejército regular) con un actor no estatal (un
movimiento de liberación o un grupo terrorista), existían durante la Guerra Fría
aunque no eran foco de la preocupación de la comunidad internacional. ¿Qué cambió
entonces?
6
SAMPO, Carolina (2008) “Una aproximación a los conflictos armados contemporáneos: características y
particularidades” en Revista Ágora Internacional. P. 9.
7
SAMPO (Op. Cit.) sostiene que algunas de las causas del “destape” de los conflictos son el fin del apoyo
económico o político que las potencias daban a los Estados de su zona de influencia y la presión
internacional en torno a la democratización.
6
Las catástrofes medioambientales, las pandemias y el multiculturalismo son algunas de
estas nuevas dimensiones de la seguridad.
8
GLENNON, Michael (1999) “The New Interventionism” en Foreign Affairs May/June. El autor verificaba una
ausencia de reglas claras respecto a en qué casos es legítimo intervenir en los asuntos internos de otros
Estados, ya que las reglas de la Carta fueron dejadas de lado en varias ocasiones para superar la anticuada
dicotomía de conflictos internacionales y conflictos internos. El sistema de Naciones Unidas se basa en una
premisa que ha dejado de ser válida: el grueso de las amenazas a la paz y seguridad internacionales
provendrá de conflictos interestatales. El sistema emergente es más tolerante con las intervenciones
militares, tiene reglas ad hoc; no tiene tanta deferencia por la soberanía, la igualdad o la no intervención.
Parte de la base de que la mayor amenaza a la seguridad internacional es la violencia interna: el orden
doméstico es responsabilidad primordial del Estado y, si éste falla y los costos humanitarios de no intervenir
son muy elevados, la intervención está legitimada. El autor advierte el peligro de la falta de reglas claras y
mecanismos de control que garanticen que las potencias no van a hacer abuso de su situación privilegiada
en el nuevo sistema.
7
tema: el informe del Secretario General “Un concepto más amplio de la
libertad” y el Documento Final de la Cumbre Mundial mediante el cual todos los
Estados aceptaron oficialmente su responsabilidad de proteger a su población
del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de
lesa humanidad, así como la intervención de la comunidad internacional en caso
de falla.9
9
Naciones Unidas: “Las Naciones Unidas y la prevención del genocidio” en
http://un.org/spanish/preventgenocide/rwanda/responsibility.shtml
10
Mientras que en la 1º Guerra Mundial el 5% de las víctimas fueron civiles y en la 2º el 66%, actualmente
más del 80% de las víctimas de cualquier conflicto son pobladores civiles. HOBSBAWM, Erich (2007) Guerra y
paz en el s. XXI. Crítica. Barcelona. P. 4.
11
HOBSBAWM, Erich (2007) Guerra y paz en el s. XXI. Crítica. Barcelona. P. 3.
8
indefinidamente, a enormes costos y sin que les reporten intereses u
objetivos concretos.12
• Principalmente se emplean armas livianas, fácilmente accesibles y
transportables, y de bajo costo. El fin de a Guerra Fría dejó enormes arsenales
disponibles para su comercialización legal e ilegal.
• Aunque las autoridades estatales tienen a su alcance medios de control y
represión (armas, tecnología de vigilancia, etc) mayores que en cualquier otra
época, el umbral de tolerancia de las sociedades occidentales al empleo
de la violencia oficial es cada vez menor mientras que la tolerancia hacia la
violencia no oficial (de los marginados, los delincuentes, los grupos locales o
transnacionales) es cada vez mayor.
Por otra parte, también se dio el caso de que las Naciones Unidas fueran llamadas a
intervenir en territorios donde no había “dos Estados en conflicto” o donde
directamente no había un interlocutor estatal a quien solicitarle la autorización para la
misión. En estos casos se habla de misiones de imposición de la paz (peace
enforcement). Kosovo fue el único caso en el que una fuerza internacional se desplegó
en un Estado en oposición al gobierno soberano de ese Estado (Serbia). Hubo otros
casos, como por ejemplo la Res. 794, en que se autorizó el ingreso de tropas
americanas en Somalia cuando el gobierno somalí ya había dejado de existir. La
problemática de las “zonas grises”, sin gobierno o los Estados con diferentes niveles de
debilidad y falla está muy vinculada a esta modificación en la modalidad de las OMP.
Durante mucho tiempo, hablar de seguridad era sinónimo de defensa del territorio
estatal contra un ataque externo, pero –como hemos visto- hoy las exigencias de
seguridad incluyen protección de las comunidades y de los individuos contra la
violencia interna. Por este motivo, el mismo término “seguridad” ha sido puesto en
debate y a pasado a referirse a realidades muy diferentes.
12
Ibid. P. 15.
13
Oficina de Información Pública de las Naciones Unidas.
14
BARBÉ, Esther y PERNI, Orietta (2001) Más allá de la seguridad nacional. Universidad Autónoma de
Barcelona. Barcelona.
9
Uno de los principales autores que estudia el tema, Barry Buzan, define a la
seguridad como “la capacidad de liberarse de la amenaza y de mantener su
independencia en lo que se refiere a su identidad y a su integración funcional (bien
sean los Estados o las sociedades) frente a fuerzas de cambio consideradas hostiles”.15
Otro concepto que ha cobrado una creciente relevancia en el marco de los estudios de
seguridad es el término seguridad humana. Se trata, en opinión de Roland Paris16, de
un neologismo para plantear la seguridad internacional como algo más que la defensa
militar de los Estados y su territorio. El concepto enfatiza el bienestar de los
ciudadanos y sus comunidades y comprende una multiplicidad de dimensiones
(alimentación, salud, trabajo, derechos humanos, democracia, seguridad física,
seguridad medioambiental, etc). La seguridad humana tiene 2 aspectos
fundamentales. El primero significa seguridad frente a ciertas amenazas crónicas,
como el hambre, la enfermedad y la represión. El otro implica la protección frente a
disrupciones súbitas y dañinas en los patrones de la vida cotidiana, en los hogares, los
trabajos o las comunidades. Si bien se trata de un concepto popular entre ONG’s, los
gobiernos de ciertos países orientados a la ayuda humanitaria y círculos académicos,
por otro lado plantea desafíos a la hora de usarlo como una guía para la priorización e
implementación de políticas.
15
Ibid.
16
PARIS, Roland (2001) “Human Security: Paradigm Shift or Hot Air?” en International Security Vol. 26 No. 2
Fall. Pag. 87-102.
10
Sociedades, SEGURIDAD INTRA – ESTATAL SEGURIDAD HUMANA
grupos, Guerra civil, conflicto étnico, Amenazas ambientales y
individuos genocidio económicas a la supervivencia
de...
En las siguientes fichas iremos desarrollando las diferentes cuestiones que, desde
estas nuevas corrientes de estudios de seguridad, se han ido planteando como
amenazas o temas vinculados a la agenda de seguridad.
11
Lecturas recomendadas
VAN CREVELD, Martin (1990) The Transformation of War. The Free Press. London. Cap.
1 “Contemporary War”.
HOBSBAWM, Erich (2007) Guerra y paz en el siglo XXI. Barcelona: Crítica. Cap. 1 y 9.
BAYLIS, John y SMITH, Steve eds. (2000) The Globalization of World Politics. An
Introduction to International Relations. Oxford University Press.
GLENNON, Michael (1999) “The New Interventionism: The Search for a Just
International Law” en Foreign Affairs May/June 1999
BARBÉ, Esther y PERNI, Orietta (2001) Más allá de la seguridad nacional. Universidad
Autónoma de Barcelona. Barcelona.
PARIS, Roland (2001) “Human Security: Paradigm Shift or Hot Air?” en International
Security Vol. 26 No. 2 Fall. Pag. 87-102.
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