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Queridos amigos:
Ustedes tienen ya una larga trayectoria como pareja y son muchas
las vivencias que han tenido a lo largo de estos aos. Un da, llenos de
ilusiones y de entusiasmo, decidieron, delante de Dios y de la Iglesia,
vivir juntos la hermosa aventura de su amor. Y as lo han hecho, con
alegras muy grandes y tambin con grandes sufrimientos.
Hoy quiero dialogar con ustedes sobre los momentos de conflicto
que han tenido, y que han dejado heridas muy profundas en su relacin
y en sus afectos. Hay quienes se asustan de tal modo ante las
dificultades del matrimonio, que tratan de negar todo problema y viven
escondiendo
Ustedes emprendieron este camino con la ilusin de hacerse
felices mutuamente. Queran darse y entregarse el uno al otro, sin
reservas. Buscaban sobre todo compartir sus esperanzas, sus
amarguras, sus responsabilidades, sus cuerpos, sus ternuras. Sin
embargo, al cabo de un tiempo, han empezado a sentir que esto no es
muy fcil. En la convivencia diaria ha aflorado la verdad de cada uno:
sus costumbres, sus complejos, sus carencias, sus historias, sus vacos.
Les cuesta reconocerse en lo que eran y les cuesta aceptarse como son.
El dilogo y la comunicacin se han dificultado progresivamente. Las
necesidades econmicas quiz han aumentado las tensiones.
Todo se ha ido haciendo rutinario. Se sienten cansados. No por que
no tengan tiempo para conversar o para estar juntos, sino porque les ha
costado romper sus orgullos, compaginar sus puntos de vista y decirse
sinceramente lo que quieren. De esta manera, se han ido encerrando
poco a poco en sus propios mundos personales, y se han ido esfumando
las motivaciones que los llevaron a unirse en matrimonio.
Muchas veces han tomado iniciativas para acercarse mutuamente,
pero los propsitos que se han hecho duran escasos das, y despus se
sienten an ms lejanos y distantes. Ya no creen que el otro pueda
aportar algo interesante a sus vidas. "Nos conocemos, lo hemos tratado
de hacer anteriormente", afirman. Y as sobreviven cada da. Se toleran
lo mejor que pueden. Se soportan las impertinencias y los silencios. Se
mantienen unidos por una especie de inercia vital y se han
acostumbrado a un estilo mecnico de relacin. "Lo que ella haga, o lo
que l diga, no me interesa", dicen. Y de este modo han ido separando
sus roles y responsabilidades "para no chocar", y vivir la vida sin
mayores complicaciones.