La filosofía es la expresión ideológica general de las condiciones en que el hombre
vive, de los esfuerzos que hace para comprenderlas y de las aspiraciones que abriga para mejorarlas y ampliarlas. Por ello, en la filosofía se reflejan acentuadamente todas las necesidades ante las cuales se enfrenta el hombre en su actividad, tanto las inmediatas y más urgentes como las mediatas y de mayor alcance. Al mismo tiempo, con la filosofía se tratan de esclarecer y precisar los elementos necesarios para resolver los problemas humanos, aun cuando, muchas veces, lo que se hace es confundirlos y oscurecerlos; sobre todo, cuando quedan desfigurados por el lenguaje hermético que ciertos filósofos emplean como rito profesional y del que otros se sirven como una especie de cortina de humo destinada a ocultar la pobreza de ideas o la falta de contenido original. En todo caso, es indudable que la filosofía tiene sus raíces en el desarrollo económico, social y político, que se manifiesta concretamente en correspondencia con las condiciones históricas y que, de un modo o de otro, influye sobre el curso de los acontecimientos humanos. Ahora bien, como reflejo ideológico de la sociedad, esto es, como parte integrante de la conciencia social, la filosofía tiene una fisonomía propia y una peculiar dinámica interna, aunque éstas nunca son independientes ni, menos, dejan de ser impulsadas determinadamente por el resto de la vida social. Por ejemplo, es harto sabido y trillado —pero, no por eso menos cierto— que existe en nuestro tiempo una crisis que afecta a todos los aspectos de nuestra vida y que se manifiesta a la vez con gravedad y agudeza. Esta crisis contemporánea es, en rigor, la crisis del sistema capitalista. Sus características medulares son: la concentración cada vez mayor del poder económico y político en manos de un grupo pequeño de empresarios imperialistas, y, por otra parte, la rebelión nacional de los países coloniales y dependientes contra la opresión en todos los órdenes, incluyendo el ideológico. Pues bien, esta crisis se refleja conspicuamente en la filosofía, en la forma de una conciencia amplificada de la crisis. Solo que esta conciencia tiene tres variedades diferentes, correspondiendo cada una de ellas a la posición adoptada ante el mundo y la vida. Para aquellos filósofos que se suman a la corriente de quienes se aferran, por diver- sos motivos e intereses, a la conservación del régimen capitalista, la conciencia de la crisis se orienta hacia el apuntamiento de diferentes proyectos consistentes en tareas de ademe y de salvamento, que son otros tantos intentos desesperados por prolongar la agonía del régimen. Otros filósofos, que consideran a la crisis como un estado per- manente, irremediable y universal, se colocan frente a ella en actitud de serena resignación o, bien, se entregan a la desesperación con angustia delirante. En fin, los filósofos más sensatos hacen esfuerzos por encontrar los medios para resolver la crisis superándola y, por ende, comprenden y comparten la convicción de que no basta con interpretar al mundo sino que es necesario además, y sobre todo, transformarlo. Tales son, de modo sumario, las maneras como la filosofía da cuenta y razón de la crisis. Y, en un sentido análogo, así es como se proyectan también los demás problemas humanos en la conciencia ideológica que es la filosofía. Después de precisar los rasgos principales de la filosofía, pasemos al intento de hacer un balance de su rendimiento durante el pasado año de 1956. Desde luego, es obvio que un año es un lapso demasiado breve para juzgar acerca de éste o de cualquiera otro de los aspectos del desarrollo cultural. Pero, no obstante, la producción de un año sí constituye una buena muestra representativa de las tendencias dominantes en la actividad filosófica actual. En este sentido, la clasificación por temas de los 7,612 opúsculos filosóficos aparecidos en 1956, y de los cuales tenemos noticia, nos permite adelantar el hecho siguiente: filosóficamente, el mundo se ocupó sobre todo de los problemas correspondientes a cinco disciplinas, en el orden que sigue: a) estética; b) filosofía de la ciencia; c) filosofía de la religión; d) lógica, y e) historia de la filosofía. Acerca de estas cuestiones se publicaron 6,496 opúsculos (el 85.33 por ciento del total), o sea, quede cada siete libros o artículos aparecidos en 1956, seis se refirieron a la disciplinas indicadas. En cuanto a México, las actividades filosóficas se concentraron en 1956 en torno a cuatro disciplinas, con la siguiente ordenación: a) historia de la filosofía; b) lógica; c) filosofía de la ciencia, y d) estética. De un total de 125 opúsculos filosóficos publicados en México, hubo 93 (74.40 por ciento) dedicados a los problemas implicados en esas materias, o sea, que de cada cuatro libros o artículos impresos, tres trataron sobre dichos temas. Como se advierte con facilidad, las cuatro disciplinas preponderantes en México están incluidas en el grupo de cinco disciplinas que atrajeron la atención mundial; pero existen dos cambios notables: uno es el hecho de que la filosofía de la religión no figura en México entre las principales disciplinas filosóficas; el otro es que el orden de interés, dentro del grupo de materias principales, está justamente invertido, con respecto al orden del interés mundial. Antes de entrar a examinar en detalle las implicaciones que se desprenden del panorama de las publicaciones filosóficas, vamos a hacer una breve mención de los otros acontecimientos que registró la filosofía en México durante 1956. En primer término, nos referiremos al Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos, por la sencilla razón de que fue la organización que tuvo la más grande actividad en 1956. El Seminario, miembro de la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía, efectuó 9 reuniones ordinarias en las cuales, como lo acostumbra, se expusieron sendas ponencias y se realizó a continuación un debate entre los miembros asistentes. Entre los ponentes se contaron dos ilustres visitantes: Philipp Frank, eminente filósofo de la física y uno de los fundadores el Wienerkreis; y Wilhelm Koppers, miembro del Kulturkreis de Viena y distinguido antropólogo. Por otra parte, el Seminario publicó en 1956 doce Cuadernos y Suplementos y un libro. De esta manera, el Seminario continuó realizando sus trabajos colectivos dentro del amplio dominio de la filosofía de la ciencia, que se señalan por su carácter eminentemente universitario. En efecto, las actividades del Seminario han servido para establecer y ahondar las relaciones entre los filósofos y los científicos y, más aún, para permitir y fomentar el contacto vivo entre grupos de humanistas y grupos de científicos. De esta manera, mediante la crítica y la discusión vigorosa de los problemas comunes y de las cuestiones situadas en las fronteras entre los distintos campos, el Seminario viene aportando un impulso nuevo y poderoso al de- sarrollo de la filosofía y de la ciencia en México, de una manera armoniosa y abierta a todos los intereses genuinos, la cual, por lo demás, es la única compatible con la enorme extensión lograda por el conocimiento científico actual y con la mejor tradición de nuestra cultura social y política. Por su parte, el Centro de Estudios Filosóficos publicó en 1956 el número 2 de Dianoia, su Anuario de Filosofía, junto con dos libros de la colección del mismo nombre: Luis Recaséns Sienes, Nueva filosofía de la interpretación del derecho; y Eli de Gortari, Introducción a la lógica dialéctica. También entregó a las prensas otros tres libros de sus investigadores, dos para la colección de Dianoia (Miguel Bueno, Las grandes direcciones de la filosofía; Antonio Gómez Robledo, Logos y ethos. Ensayo sobre las virtudes intelectuales) y uno para la serie conmemorativa del Centenario de la Constitución de 1857 (Eli de Gortari, La ciencia en la Reforma). Ala vez, aunque muy lentamente, el Centro de Estudios Filosóficos se sigue encaminando hacia la realización del propósito de llegar a ser el Instituto de Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Así, en su fundación, en 1941, se señaló entre sus finalidades difundirla cultura filosófica, formar una biblioteca especializada y otorgar lo que se puede llamar asistencia cultural —por analogía con la asistencia social— en forma de becas para la redacción de monografías. Después, en 1947, fue elevado formalmente a la categoría de instituto universitario, conservando exactamente las mismas finalidades. Y más adelante, en 1954, junto con la designación de siete investigadores de tiempo completo, se le agregó otra finalidad: la de fomentar la elaboración de obras filosóficas. Pero, con todo, las actividades del Centro de Estudios Filosóficos siguen consistiendo en la ejecución individual de trabajos de investigación, cuyo nexo principal consiste en que se realizan en un mismo local. Dentro de la Facultad de Filosofía y Letras, los estudios avanzaron en su senda de aproximación al espíritu del nuevo reglamento, con la consiguiente reforma de los planes, los programas y los sistemas de enseñanza. En los cursos aumentó considerablemente la afluencia de estudiantes de otras escuelas y facultades universitarias; con el rasgo notable de que estos visitantes asiduos a sus cátedras ya no son únicamente estudiantes de la Facultad de Derecho sino también, lo que es bastante significativo, de la Facultad de Ciencias y de otras escuelas. Se dieron dos series de cátedras extraordinarias, de invierno y de verano, habiendo tenido particular resonancia los cursos de invierno, dedicados a conmemorar el movimiento liberal de la Reforma. Además, la Facultad de Filosofía y Letras publicó dos números dobles de su revista y once volúmenes de la nueva colección Facultad de Filosofía y Letras, de los cuales ocho tratan temas filosóficos. Por otra parte, en 1956 inició sus labores la Facultad de Filosofía de la Universidad Veracruzana, en Jalapa. También se hicieron los planes y se efectuaron los trabajos de organización de la nueva Facultad de Filosofía, que fue inaugurada en Guadalajara, en los primeros días de febrero de 1957. Estas dos nuevas facultades se vinieron a sumar así a las ya existentes con anterioridad en las ciudades de México, Guanajuato, San Luis Potosí y Monterrey. Entre otras actividades dignas de mención tenemos la formación del Comité Gestor para que la Universidad de México sea la sede del 13o. Congreso Internacional de Filosofía, que habrá de celebrarse en 1963. Igualmente, se constituyó la Comisión Mexicana de Historia de las Ideas en América, dedicada a encauzar las investigaciones que ya se vienen haciendo en este campo y a promover la iniciación de otras más. Por otro lado, con la asistencia de representantes mexicanos, se efectuó el IV Congreso Panamericano de Filosofía en Santiago de Chile, durante la primera quincena de julio. En diciembre, se realizó el Primer Seminario de Historia de las Ideas en América, en San Juan de Puerto Rico. Por su parte, la Mesa Redonda de Filosofía tuvo solamente dos sesiones durante el año. Y, para no olvidar nada, debemos registrar que la Sociedad Mexicana de Filosofía, que no realizó actividad filosófica alguna en 1956, apareció mencionada una que otra vez en las páginas de "sociales" de los periódicos. En fin, como publicaciones filosóficas sobresalientes, entre las hechas en México en 1956, apuntamos los volúmenes de la colección Facultad de Filosofía y Letras, las dos obras de la colección de Dianoia y el propio Anuario de Filosofía que lleva este nombre; la edición en castellano del Ensayo sobre el entendimiento humano de Locke, segunda obra de la colección de Textos Clásicos de Filosofía del Fondo de Cultura Económica, iniciada brillantemente el año anterior con la Historia de la filosofía de Hegel; el libro de Miguel León Portilla, La filosofía náhuatl, publicado por el Instituto Indigenista Americano, y la obra de Philipp Frank, Fundamentos de la física, que inicia la nueva colección Problemas científicos y filosóficos de la UNAM, como edición del Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos. Ahora, volviendo al examen de los 7612 opúsculos filosóficos -libros, artículos y críticas bibliográficas— aparecidos en 1956, recordamos que un grupo de cinco disciplinas atrajeron decididamente la atención sobre las otras; tales disciplinas son: estética, filosofía e historia de la ciencia, filosofía e historia de la religión, lógica y teoría del conocimiento, e historia de la filosofía. De este grupo principal se publicaron 6496 obras, o sea, seis de cada siete. En particular, la estética tuvo la dedicación de 1903 publicaciones, esto es, la cuarta parte del total, lo cual acusa una destacada preocupación por la conciencia del arte. Por su parte, la filosofía de la ciencia, junto con la historia de la ciencia, contó con 1757 opúsculos, es decir, que de cada trece obras aparecidas, tres correspondieron a la conciencia filosófica de los resultados obtenidos por el conocimiento científico y del curso de su desarrollo histórico. De filosofía e historia de la religión se publicaron 995 obras, o sea, dos de cada quince; lo cual apunta el interés por la elaboración filosófica de la conciencia de la religión y por el desentrañamiento de su influjo en la vida social. La lógica y la teoría del conocimiento contaron con 969 publicaciones, esto es, con la octava parte del total de obras aparecidas; con lo que se manifiesta la notable preocupación por profundizar la conciencia de la razón y por poner en claro las maneras como se adquiere el conocimiento, tanto teórica como experimentalmente. En cuanto a la historia de la filosofía, su cultivo desembocó en la aparición de 872 obras, o sea, la novena parte del total correspondiente; de este modo se hizo presente el interés por estructurar la conciencia filosófica de la propia filosofía y de su desenvolvimiento histórico que, en muchas ocasiones, es un verdadero desenredamiento. En cambio, las otras ocho disciplinas filosóficas solamente contaron en conjunto con 1116 obras, esto es, con la séptima parte del total. El número de publicaciones correspondiente a cada una de ellas fue: teología, 545 opúsculos; filosofía general, 259; ética, 120; metafísica, 66; filosofía de la historia. 50; filosofía de la educación, 41; teoría de los valores, 20; y filosofía del lenguaje, 15. Entrando en detalles sobre las 1903 obras de estética que vieron la luz en 1956, tenemos la siguiente repartición: sobre artes específicas, 1602 opúsculos, o sea, seis de cada siete de los publicados; de historia del arte, 159 opúsculos; de estética general, 69; de teorías estéticas, 54; y sobre temas y símbolos particulares, 19. Por consiguiente, se puede advertir fácilmente la existencia de un interés desmesurado, con respecto a las otras ramas de la estética, por la especificación relacionada con uno u otro en particular. En cuanto al filosofar sobre la ciencia, los 1757 opúsculos publicados se pueden clasificar así: 524 tratan de historia de la ciencia, lo cual hace que sean tres de cada diez; 379 se refieren a las ciencias físicas, esto es, dos de cada nueve; 332 a las ciencias biológicas, lo que representa dos onceavas partes; 222 a las ciencias de la tierra, una obra de cada ocho; 215 a las ciencias sociales, o sea, aproximadamente también una octava parte; y 85 a las matemáticas, es decir, una obra de cada veinte. Como queda en claro, hubo una marcada atención por el desarrollo histórico de las ciencias y, por otra parte, el orden del interés filosófico hacia cada grupo de ciencias en particular co- rresponde de cerca al orden de importancia que se concede actualmente a las investigaciones científicas en los mismos campos. Por lo que se refiere a la lógica y a la teoría del conocimiento, las 969 obras aparecidas se dividen de la siguiente manera: 389, dos de cada cinco, abordan los métodos de las ciencias naturales; 143, una séptima parte, se ocupan de los métodos de las ciencias sociales; 121, la octava parte, tratan acerca de las categorías de las ciencias sociales; 80 se refieren a la lógica del lenguaje; 60 a la lógica general; 58 a la crítica de las ciencias; 40 estudian las categorías de las ciencias naturales; 37 son de logística; 22 de metodología general; 11 de lógica formal, y, en último lugar, hubo 8 de lógica de las normas. En conjunto, la metodología general y particular sumó 554 obras, o sea, las cuatro séptimas parte del total. Por su parte, la proporción de los escritos sobre lógica formal —uno de cada noventa—pone de manifiesto que esta disciplina despierta cada vez menos interés. Por otro lado, el número de opúsculos sobre logística o lógica matemática, uno de cada veinticinco, nos informa de cómo está muy lejos de ser cierto lo dicho y repetido algunas veces de que la lógica matemática fuese la disciplina que acaparara la atención de los lógicos actuales y de que estuviese a punto de sustituir a la lógica entera. En el campo de la historia de la filosofía, los autores se preocuparon primero por la época contemporánea, ofreciendo 365 obras, o sea, tres de cada siete; en seguida, viene la época moderna con 253 opúsculos, dos de cada siete; y, después, la filosofía medieval con 76, la filosofía oriental con 70, la filosofía antigua con 69 y, finalmente, la historia general de la filosofía con 39. Desde luego, podemos subrayar la gran atracción que ejercen los periodos moderno y contemporáneo para los historiadores de la filosofía, ya que en conjunto se publicaron 872 obras, que representan las cinco séptimas partes del total. En cambio, por la filosofía antigua y medieval se mostró un interés relativamente escaso, apenas una sexta parte del total; lo cual viene a confirmar el acierto de la decisión tomada en nuestra Facultad de Filosofía en el sentido de suprimir la obligatoriedad de los cuatro cursos de griego y latín para los estudios filosóficos. Lo anterior corresponde a las publicaciones filosóficas hechas en el mundo. Pasemos ahora al examen de las obras publicadas en México. Como ya lo apuntamos antes, la clasificación por temas permite hacer resaltar un grupo de cuatro disciplinas —historia de la filosofía, lógica y teoría del conocimiento, filosofía e historia de la ciencia y estética— en el cual se concentró el interés de la filosofía en México, con 93 opúsculos, las tres cuartas partes del total. Insistimos también en que estas cuatro disciplinas figuran igualmente entre el grupo de las cinco primeras y más importantes en el mundo. Sin em- bargo, en México, la filosofía de la religión no está incluida en el grupo principal y, por otra parte, el orden de importancia concedida a las cuatro disciplinas principales es justamente el inverso del orden con que se colocan dentro de la actividad filosófica mundial. Entrando en detalles, tenemos que, de los 125 opúsculos publicados en Mé- xico: 42 son de historia de la filosofía, esto es, la tercera parte; 25 son de lógica y teoría del conocimiento, esto es, una de cada cinco del total; 16 de filosofía e historia de la ciencia, o sea, la octava parte; 10 de estética, es decir, la doceava parte; 7 de filosofía de la historia; 6 de filosofía general; 6 de metafísica; 4 de ética; 3 de teoría de los valores; 3 de filosofía del lenguaje; 2 de filosofía e historia de la religión; 1 de filosofía de la educación, y ninguno de teología. Dentro de la menor importancia que tuvieron las últimas nueve disciplinas mencionadas, se admite un interés desmesurado por la filosofía del lenguaje, cuyas obras en México tuvieron una frecuencia proporcional que es doce veces superior a la correspondiente en el mundo entero. En posición análoga se encuentran la teoría de los valores y la filosofía de la historia, con una frecuencia de nueve veces más cada una, y la metafísica, con una frecuencia de seis veces más. También es interesante subrayar el penúltimo lugar ocupado por la filosofía de la religión, lo mismo que la ausencia de opúsculos teológicos, lo cual viene a indicar que los mexicanos tienen una religión sin conciencia o, por lo menos, sin conciencia filosófica. Por otra parte, el último lugar ocupado por la filosofía de la educación es, seguramente, otro síntoma de la situación en que se encuentra el problemas de la educa- educación nacional, que se puso tan dramáticamente de manifiesto en el conflicto del Instituto Politécnico Nacional. Dentro del dominio de la historia de la filosofía, la atención preferente estuvo en la época contemporánea (19 opúsculos) y en la moderna (16 obras), con 35 escritos en conjunto, que hacen las cinco sextas partes del total. Además, hubo 6 de filosofía antigua y un escrito de filosofía oriental. El hecho de que los estudios históricos pre- valezcan en el campo filosófico de México significa obviamente que la filosofía todavía no alcanza entre nosotros la edad madura. Porque, sin menospreciar su necesidad, podemos decir que en las investigaciones de historia de la filosofía se busca, muchas veces, una especie de refugio, a la sombra de las grandes figuras del pasado, eludiendo en cierto modo el trabajo más propiamente filosófico. Con todo, es preciso reconocer que este trabajo erudito de la historia filosófica puede se el preámbulo para un desarrollo más vigoroso de la filosofía en México. Por lo que respecta a la lógica y la teoría del conocimiento, las 25 obras aparecidas se reparten así: 6 de lógica general, 5 de lógica de las normas, 4 sobre las categorías de las ciencias sociales, 3 de lógica formal, 2 acerca de las categorías de las ciencias naturales, 2 de logística, 2 de metodología general y 1 sobre el método de las ciencias sociales. Desde luego, resalta el cultivo desproporcionado de la lógica de las normas, ya que en México se publicaron, proporcionalmente, cuarenta veces más escritos de esta disciplina que en el mundo entero. Lo anterior tiene su explicación en el gran número de juristas mexicanos que se han convertido en filósofos. Asimismo, la lógica formal tiene en México dieciséis veces más importancia relativa de la que se le concede actualmente en el mundo. Por otro lado, es lamentable la ausencia de obras sobre metodología de las ciencias naturales. En cuanto a la filosofía y la historia de las ciencias, las 16 obras editadas se clasificaron así: 8 se refieren a las ciencias físicas, 3 a la historia de la ciencia, 2 a las ciencias sociales, 2 a las matemáticas y 1 a las ciencias biológicas. Como se observa, su ordenación corresponde efectivamente a la importancia relativa que se concede actualmente en México a las investigaciones científicas, en los grupos de disciplinas en cuestión. Por lo demás, se destaca la atención que se presta a la historia de la ciencia. Por lo que se refiere a la estética, las 10 obras publicadas se ordenan temáticamente de la manera que sigue: 3 tratan de obras específicas, 3 se ocupan de estética general, 2 de historia del arte, una de teorías estéticas y una de un símbolo particular. El comentario que salta a la vista es el de que la conciencia del arte no corresponde al notable desarrollo que tiene el arte en México. Finalmente, podemos agregar que, de los 125 opúsculos filosóficos publicados en México el año de 1956, 9 se refieren a historia de la filosofía, de la ciencia o del arte en México, y otros 7 se ocupan también históricamente de otros países iberoamericanos; de tal manera que la octava parte de los escritos filosóficos corresponde a la historia filosófica de América Latina. En esto se acusa el interés que existe por precisar y ahondar nuestra conciencia filosófica. Por otra parte, relacionando el número de habitantes con el número de escritos filosóficos producidos ese año, tenemos que nuestro país representa la octágesima parte de la población del mundo, mientras que las publicaciones hechas en México correspondieron a la sexagésima parte de las aparecidas en el mundo. Para concluir este balance de la filosofía en 1956, podemos decir que el saldo es favorable para México, sobre todo por el indudable incremento cuantitativo y cualitativo de las actividades y publicaciones filosóficas. Además, ateniéndonos a la historia de la cultura, el impulso que viene recibiendo la investigación científica en México nos permite hacer la previsión de que la filosofía tendrá un desarrollo cada vez más amplio y mejor en un futuro inmediato. Y, en fin, en perspectiva panorámica, advertimos cómo aumenta con seguridad el número de mexicanos que cultivan la filosofía y, entre éstos, el de quienes no solamente aspiran a interpretar el mundo y nuestra nación sino que tratan de transformarlos.