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UNA MUESTRA REPRESENTATIVA:

LA FILOSOFÍA EN 1956

La filosofía es la expresión ideológica general de las condiciones en que el hombre


vive, de los esfuerzos que hace para comprenderlas y de las aspiraciones que abriga para
mejorarlas y ampliarlas. Por ello, en la filosofía se reflejan acentuadamente todas las
necesidades ante las cuales se enfrenta el hombre en su actividad, tanto las inmediatas y
más urgentes como las mediatas y de mayor alcance. Al mismo tiempo, con la filosofía
se tratan de esclarecer y precisar los elementos necesarios para resolver los problemas
humanos, aun cuando, muchas veces, lo que se hace es confundirlos y oscurecerlos;
sobre todo, cuando quedan desfigurados por el lenguaje hermético que ciertos filósofos
emplean como rito profesional y del que otros se sirven como una especie de cortina de
humo destinada a ocultar la pobreza de ideas o la falta de contenido original. En todo
caso, es indudable que la filosofía tiene sus raíces en el desarrollo económico, social y
político, que se manifiesta concretamente en correspondencia con las condiciones
históricas y que, de un modo o de otro, influye sobre el curso de los acontecimientos
humanos.
Ahora bien, como reflejo ideológico de la sociedad, esto es, como parte integrante de
la conciencia social, la filosofía tiene una fisonomía propia y una peculiar dinámica
interna, aunque éstas nunca son independientes ni, menos, dejan de ser impulsadas
determinadamente por el resto de la vida social. Por ejemplo, es harto sabido y trillado
—pero, no por eso menos cierto— que existe en nuestro tiempo una crisis que afecta a
todos los aspectos de nuestra vida y que se manifiesta a la vez con gravedad y agudeza.
Esta crisis contemporánea es, en rigor, la crisis del sistema capitalista. Sus características
medulares son: la concentración cada vez mayor del poder económico y político
en manos de un grupo pequeño de empresarios imperialistas, y, por otra parte, la
rebelión nacional de los países coloniales y dependientes contra la opresión en todos los
órdenes, incluyendo el ideológico.
Pues bien, esta crisis se refleja conspicuamente en la filosofía, en la forma de una
conciencia amplificada de la crisis. Solo que esta conciencia tiene tres variedades
diferentes, correspondiendo cada una de ellas a la posición adoptada ante el mundo y la
vida. Para aquellos filósofos que se suman a la corriente de quienes se aferran, por diver-
sos motivos e intereses, a la conservación del régimen capitalista, la conciencia de la
crisis se orienta hacia el apuntamiento de diferentes proyectos consistentes en tareas de
ademe y de salvamento, que son otros tantos intentos desesperados por prolongar la
agonía del régimen. Otros filósofos, que consideran a la crisis como un estado per-
manente, irremediable y universal, se colocan frente a ella en actitud de serena
resignación o, bien, se entregan a la desesperación con angustia delirante. En fin, los
filósofos más sensatos hacen esfuerzos por encontrar los medios para resolver la crisis
superándola y, por ende, comprenden y comparten la convicción de que no basta con
interpretar al mundo sino que es necesario además, y sobre todo, transformarlo. Tales
son, de modo sumario, las maneras como la filosofía da cuenta y razón de la crisis. Y, en
un sentido análogo, así es como se proyectan también los demás problemas humanos en
la conciencia ideológica que es la filosofía.
Después de precisar los rasgos principales de la filosofía, pasemos al intento de hacer
un balance de su rendimiento durante el pasado año de 1956. Desde luego, es obvio que
un año es un lapso demasiado breve para juzgar acerca de éste o de cualquiera otro de
los aspectos del desarrollo cultural. Pero, no obstante, la producción de un año sí
constituye una buena muestra representativa de las tendencias dominantes en la
actividad filosófica actual. En este sentido, la clasificación por temas de los 7,612
opúsculos filosóficos aparecidos en 1956, y de los cuales tenemos noticia, nos permite
adelantar el hecho siguiente: filosóficamente, el mundo se ocupó sobre todo de los
problemas correspondientes a cinco disciplinas, en el orden que sigue: a) estética; b)
filosofía de la ciencia; c) filosofía de la religión; d) lógica, y e) historia de la filosofía.
Acerca de estas cuestiones se publicaron 6,496 opúsculos (el 85.33 por ciento del total),
o sea, quede cada siete libros o artículos aparecidos en 1956, seis se refirieron a la
disciplinas indicadas. En cuanto a México, las actividades filosóficas se concentraron en
1956 en torno a cuatro disciplinas, con la siguiente ordenación: a) historia de la filosofía;
b) lógica; c) filosofía de la ciencia, y d) estética. De un total de 125 opúsculos filosóficos
publicados en México, hubo 93 (74.40 por ciento) dedicados a los problemas implicados
en esas materias, o sea, que de cada cuatro libros o artículos impresos, tres trataron sobre
dichos temas. Como se advierte con facilidad, las cuatro disciplinas preponderantes en
México están incluidas en el grupo de cinco disciplinas que atrajeron la atención
mundial; pero existen dos cambios notables: uno es el hecho de que la filosofía de la
religión no figura en México entre las principales disciplinas filosóficas; el otro es que el
orden de interés, dentro del grupo de materias principales, está justamente invertido, con
respecto al orden del interés mundial.
Antes de entrar a examinar en detalle las implicaciones que se desprenden del
panorama de las publicaciones filosóficas, vamos a hacer una breve mención de los otros
acontecimientos que registró la filosofía en México durante 1956. En primer término,
nos referiremos al Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos, por la sencilla
razón de que fue la organización que tuvo la más grande actividad en 1956. El
Seminario, miembro de la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía, efectuó
9 reuniones ordinarias en las cuales, como lo acostumbra, se expusieron sendas
ponencias y se realizó a continuación un debate entre los miembros asistentes. Entre los
ponentes se contaron dos ilustres visitantes: Philipp Frank, eminente filósofo de la física
y uno de los fundadores el Wienerkreis; y Wilhelm Koppers, miembro del Kulturkreis de
Viena y distinguido antropólogo. Por otra parte, el Seminario publicó en 1956 doce
Cuadernos y Suplementos y un libro. De esta manera, el Seminario continuó realizando
sus trabajos colectivos dentro del amplio dominio de la filosofía de la ciencia, que se
señalan por su carácter eminentemente universitario. En efecto, las actividades del
Seminario han servido para establecer y ahondar las relaciones entre los filósofos y los
científicos y, más aún, para permitir y fomentar el contacto vivo entre grupos de
humanistas y grupos de científicos. De esta manera, mediante la crítica y la discusión
vigorosa de los problemas comunes y de las cuestiones situadas en las fronteras entre los
distintos campos, el Seminario viene aportando un impulso nuevo y poderoso al de-
sarrollo de la filosofía y de la ciencia en México, de una manera armoniosa y abierta a
todos los intereses genuinos, la cual, por lo demás, es la única compatible con la enorme
extensión lograda por el conocimiento científico actual y con la mejor tradición de
nuestra cultura social y política.
Por su parte, el Centro de Estudios Filosóficos publicó en 1956 el número 2 de
Dianoia, su Anuario de Filosofía, junto con dos libros de la colección del mismo
nombre: Luis Recaséns Sienes, Nueva filosofía de la interpretación del derecho; y Eli de
Gortari, Introducción a la lógica dialéctica. También entregó a las prensas otros tres
libros de sus investigadores, dos para la colección de Dianoia (Miguel Bueno, Las
grandes direcciones de la filosofía; Antonio Gómez Robledo, Logos y ethos. Ensayo
sobre las virtudes intelectuales) y uno para la serie conmemorativa del Centenario de la
Constitución de 1857 (Eli de Gortari, La ciencia en la Reforma). Ala vez, aunque muy
lentamente, el Centro de Estudios Filosóficos se sigue encaminando hacia la realización
del propósito de llegar a ser el Instituto de Filosofía de la Universidad Nacional
Autónoma de México. Así, en su fundación, en 1941, se señaló entre sus finalidades
difundirla cultura filosófica, formar una biblioteca especializada y otorgar lo que se
puede llamar asistencia cultural —por analogía con la asistencia social— en forma de
becas para la redacción de monografías. Después, en 1947, fue elevado formalmente a la
categoría de instituto universitario, conservando exactamente las mismas finalidades. Y
más adelante, en 1954, junto con la designación de siete investigadores de tiempo
completo, se le agregó otra finalidad: la de fomentar la elaboración de obras filosóficas.
Pero, con todo, las actividades del Centro de Estudios Filosóficos siguen consistiendo en
la ejecución individual de trabajos de investigación, cuyo nexo principal consiste en que
se realizan en un mismo local.
Dentro de la Facultad de Filosofía y Letras, los estudios avanzaron en su senda de
aproximación al espíritu del nuevo reglamento, con la consiguiente reforma de los
planes, los programas y los sistemas de enseñanza. En los cursos aumentó
considerablemente la afluencia de estudiantes de otras escuelas y facultades
universitarias; con el rasgo notable de que estos visitantes asiduos a sus cátedras ya no
son únicamente estudiantes de la Facultad de Derecho sino también, lo que es bastante
significativo, de la Facultad de Ciencias y de otras escuelas. Se dieron dos series de
cátedras extraordinarias, de invierno y de verano, habiendo tenido particular resonancia
los cursos de invierno, dedicados a conmemorar el movimiento liberal de la Reforma.
Además, la Facultad de Filosofía y Letras publicó dos números dobles de su revista y
once volúmenes de la nueva colección Facultad de Filosofía y Letras, de los cuales
ocho tratan temas filosóficos. Por otra parte, en 1956 inició sus labores la Facultad de
Filosofía de la Universidad Veracruzana, en Jalapa. También se hicieron los planes y se
efectuaron los trabajos de organización de la nueva Facultad de Filosofía, que fue
inaugurada en Guadalajara, en los primeros días de febrero de 1957. Estas dos nuevas
facultades se vinieron a sumar así a las ya existentes con anterioridad en las ciudades de
México, Guanajuato, San Luis Potosí y Monterrey.
Entre otras actividades dignas de mención tenemos la formación del Comité Gestor
para que la Universidad de México sea la sede del 13o. Congreso Internacional de
Filosofía, que habrá de celebrarse en 1963. Igualmente, se constituyó la Comisión
Mexicana de Historia de las Ideas en América, dedicada a encauzar las investigaciones
que ya se vienen haciendo en este campo y a promover la iniciación de otras más. Por
otro lado, con la asistencia de representantes mexicanos, se efectuó el IV Congreso
Panamericano de Filosofía en Santiago de Chile, durante la primera quincena de julio.
En diciembre, se realizó el Primer Seminario de Historia de las Ideas en América, en San
Juan de Puerto Rico. Por su parte, la Mesa Redonda de Filosofía tuvo solamente dos
sesiones durante el año. Y, para no olvidar nada, debemos registrar que la Sociedad
Mexicana de Filosofía, que no realizó actividad filosófica alguna en 1956, apareció
mencionada una que otra vez en las páginas de "sociales" de los periódicos. En fin,
como publicaciones filosóficas sobresalientes, entre las hechas en México en 1956,
apuntamos los volúmenes de la colección Facultad de Filosofía y Letras, las dos obras
de la colección de Dianoia y el propio Anuario de Filosofía que lleva este nombre; la
edición en castellano del Ensayo sobre el entendimiento humano de Locke, segunda obra
de la colección de Textos Clásicos de Filosofía del Fondo de Cultura Económica,
iniciada brillantemente el año anterior con la Historia de la filosofía de Hegel; el libro
de Miguel León Portilla, La filosofía náhuatl, publicado por el Instituto Indigenista
Americano, y la obra de Philipp Frank, Fundamentos de la física, que inicia la nueva
colección Problemas científicos y filosóficos de la UNAM, como edición del Seminario de
Problemas Científicos y Filosóficos.
Ahora, volviendo al examen de los 7612 opúsculos filosóficos -libros, artículos y
críticas bibliográficas— aparecidos en 1956, recordamos que un grupo de cinco
disciplinas atrajeron decididamente la atención sobre las otras; tales disciplinas son:
estética, filosofía e historia de la ciencia, filosofía e historia de la religión, lógica
y teoría del conocimiento, e historia de la filosofía. De este grupo principal se
publicaron 6496 obras, o sea, seis de cada siete. En particular, la estética tuvo la
dedicación de 1903 publicaciones, esto es, la cuarta parte del total, lo cual acusa una
destacada preocupación por la conciencia del arte. Por su parte, la filosofía de la ciencia,
junto con la historia de la ciencia, contó con 1757 opúsculos, es decir, que de cada trece
obras aparecidas, tres correspondieron a la conciencia filosófica de los resultados
obtenidos por el conocimiento científico y del curso de su desarrollo histórico. De
filosofía e historia de la religión se publicaron 995 obras, o sea, dos de cada quince; lo
cual apunta el interés por la elaboración filosófica de la conciencia de la religión y por el
desentrañamiento de su influjo en la vida social. La lógica y la teoría del conocimiento
contaron con 969 publicaciones, esto es, con la octava parte del total de obras
aparecidas; con lo que se manifiesta la notable preocupación por profundizar la
conciencia de la razón y por poner en claro las maneras como se adquiere el
conocimiento, tanto teórica como experimentalmente. En cuanto a la historia de la
filosofía, su cultivo desembocó en la aparición de 872 obras, o sea, la novena parte del
total correspondiente; de este modo se hizo presente el interés por estructurar la
conciencia filosófica de la propia filosofía y de su desenvolvimiento histórico que, en
muchas ocasiones, es un verdadero desenredamiento. En cambio, las otras ocho
disciplinas filosóficas solamente contaron en conjunto con 1116 obras, esto es, con la
séptima parte del total. El número de publicaciones correspondiente a cada una de ellas
fue: teología, 545 opúsculos; filosofía general, 259; ética, 120; metafísica, 66; filosofía
de la historia. 50; filosofía de la educación, 41; teoría de los valores, 20; y filosofía del
lenguaje, 15.
Entrando en detalles sobre las 1903 obras de estética que vieron la luz en 1956,
tenemos la siguiente repartición: sobre artes específicas, 1602 opúsculos, o sea, seis de
cada siete de los publicados; de historia del arte, 159 opúsculos; de estética general, 69;
de teorías estéticas, 54; y sobre temas y símbolos particulares, 19. Por consiguiente, se
puede advertir fácilmente la existencia de un interés desmesurado, con respecto a las
otras ramas de la estética, por la especificación relacionada con uno u otro en particular.
En cuanto al filosofar sobre la ciencia, los 1757 opúsculos publicados se pueden
clasificar así: 524 tratan de historia de la ciencia, lo cual hace que sean tres de cada diez;
379 se refieren a las ciencias físicas, esto es, dos de cada nueve; 332 a las ciencias
biológicas, lo que representa dos onceavas partes; 222 a las ciencias de la tierra, una
obra de cada ocho; 215 a las ciencias sociales, o sea, aproximadamente también una
octava parte; y 85 a las matemáticas, es decir, una obra de cada veinte. Como queda en
claro, hubo una marcada atención por el desarrollo histórico de las ciencias y, por otra
parte, el orden del interés filosófico hacia cada grupo de ciencias en particular co-
rresponde de cerca al orden de importancia que se concede actualmente a las
investigaciones científicas en los mismos campos.
Por lo que se refiere a la lógica y a la teoría del conocimiento, las 969 obras
aparecidas se dividen de la siguiente manera: 389, dos de cada cinco, abordan los
métodos de las ciencias naturales; 143, una séptima parte, se ocupan de los métodos de
las ciencias sociales; 121, la octava parte, tratan acerca de las categorías de las ciencias
sociales; 80 se refieren a la lógica del lenguaje; 60 a la lógica general; 58 a la crítica de
las ciencias; 40 estudian las categorías de las ciencias naturales; 37 son de logística; 22
de metodología general; 11 de lógica formal, y, en último lugar, hubo 8 de lógica de las
normas. En conjunto, la metodología general y particular sumó 554 obras, o sea, las
cuatro séptimas parte del total. Por su parte, la proporción de los escritos sobre lógica
formal —uno de cada noventa—pone de manifiesto que esta disciplina despierta cada
vez menos interés. Por otro lado, el número de opúsculos sobre logística o lógica
matemática, uno de cada veinticinco, nos informa de cómo está muy lejos de ser cierto
lo dicho y repetido algunas veces de que la lógica matemática fuese la disciplina que
acaparara la atención de los lógicos actuales y de que estuviese a punto de sustituir a la
lógica entera.
En el campo de la historia de la filosofía, los autores se preocuparon primero por la
época contemporánea, ofreciendo 365 obras, o sea, tres de cada siete; en seguida, viene
la época moderna con 253 opúsculos, dos de cada siete; y, después, la filosofía medieval
con 76, la filosofía oriental con 70, la filosofía antigua con 69 y, finalmente, la historia
general de la filosofía con 39. Desde luego, podemos subrayar la gran atracción que
ejercen los periodos moderno y contemporáneo para los historiadores de la filosofía, ya
que en conjunto se publicaron 872 obras, que representan las cinco séptimas partes del
total. En cambio, por la filosofía antigua y medieval se mostró un interés relativamente
escaso, apenas una sexta parte del total; lo cual viene a confirmar el acierto de la
decisión tomada en nuestra Facultad de Filosofía en el sentido de suprimir la
obligatoriedad de los cuatro cursos de griego y latín para los estudios filosóficos.
Lo anterior corresponde a las publicaciones filosóficas hechas en el mundo. Pasemos
ahora al examen de las obras publicadas en México. Como ya lo apuntamos antes, la
clasificación por temas permite hacer resaltar un grupo de cuatro disciplinas —historia
de la filosofía, lógica y teoría del conocimiento, filosofía e historia de la ciencia y
estética— en el cual se concentró el interés de la filosofía en México, con 93 opúsculos,
las tres cuartas partes del total. Insistimos también en que estas cuatro disciplinas figuran
igualmente entre el grupo de las cinco primeras y más importantes en el mundo. Sin em-
bargo, en México, la filosofía de la religión no está incluida en el grupo principal y, por
otra parte, el orden de importancia concedida a las cuatro disciplinas principales es
justamente el inverso del orden con que se colocan dentro de la actividad filosófica
mundial. Entrando en detalles, tenemos que, de los 125 opúsculos publicados en Mé-
xico: 42 son de historia de la filosofía, esto es, la tercera parte; 25 son de lógica y teoría
del conocimiento, esto es, una de cada cinco del total; 16 de filosofía e historia de la
ciencia, o sea, la octava parte; 10 de estética, es decir, la doceava parte; 7 de filosofía de
la historia; 6 de filosofía general; 6 de metafísica; 4 de ética; 3 de teoría de los valores; 3
de filosofía del lenguaje; 2 de filosofía e historia de la religión; 1 de filosofía de la
educación, y ninguno de teología. Dentro de la menor importancia que tuvieron las
últimas nueve disciplinas mencionadas, se admite un interés desmesurado por la
filosofía del lenguaje, cuyas obras en México tuvieron una frecuencia proporcional que
es doce veces superior a la correspondiente en el mundo entero. En posición análoga se
encuentran la teoría de los valores y la filosofía de la historia, con una frecuencia de
nueve veces más cada una, y la metafísica, con una frecuencia de seis veces más.
También es interesante subrayar el penúltimo lugar ocupado por la filosofía de la
religión, lo mismo que la ausencia de opúsculos teológicos, lo cual viene a indicar que
los mexicanos tienen una religión sin conciencia o, por lo menos, sin conciencia
filosófica. Por otra parte, el último lugar ocupado por la filosofía de la educación es,
seguramente, otro síntoma de la situación en que se encuentra el problemas de la educa-
educación nacional, que se puso tan dramáticamente de manifiesto en el conflicto del
Instituto Politécnico Nacional.
Dentro del dominio de la historia de la filosofía, la atención preferente estuvo en la
época contemporánea (19 opúsculos) y en la moderna (16 obras), con 35 escritos en
conjunto, que hacen las cinco sextas partes del total. Además, hubo 6 de filosofía
antigua y un escrito de filosofía oriental. El hecho de que los estudios históricos pre-
valezcan en el campo filosófico de México significa obviamente que la filosofía todavía
no alcanza entre nosotros la edad madura. Porque, sin menospreciar su necesidad,
podemos decir que en las investigaciones de historia de la filosofía se busca, muchas
veces, una especie de refugio, a la sombra de las grandes figuras del pasado, eludiendo
en cierto modo el trabajo más propiamente filosófico. Con todo, es preciso reconocer
que este trabajo erudito de la historia filosófica puede se el preámbulo para un desarrollo
más vigoroso de la filosofía en México.
Por lo que respecta a la lógica y la teoría del conocimiento, las 25 obras aparecidas se
reparten así: 6 de lógica general, 5 de lógica de las normas, 4 sobre las categorías de las
ciencias sociales, 3 de lógica formal, 2 acerca de las categorías de las ciencias naturales,
2 de logística, 2 de metodología general y 1 sobre el método de las ciencias sociales.
Desde luego, resalta el cultivo desproporcionado de la lógica de las normas, ya que en
México se publicaron, proporcionalmente, cuarenta veces más escritos de esta disciplina
que en el mundo entero. Lo anterior tiene su explicación en el gran número de juristas
mexicanos que se han convertido en filósofos. Asimismo, la lógica formal tiene en
México dieciséis veces más importancia relativa de la que se le concede actualmente en
el mundo. Por otro lado, es lamentable la ausencia de obras sobre metodología de las
ciencias naturales.
En cuanto a la filosofía y la historia de las ciencias, las 16 obras editadas se
clasificaron así: 8 se refieren a las ciencias físicas, 3 a la historia de la ciencia, 2 a las
ciencias sociales, 2 a las matemáticas y 1 a las ciencias biológicas. Como se observa, su
ordenación corresponde efectivamente a la importancia relativa que se concede
actualmente en México a las investigaciones científicas, en los grupos de disciplinas en
cuestión. Por lo demás, se destaca la atención que se presta a la historia de la ciencia.
Por lo que se refiere a la estética, las 10 obras publicadas se ordenan temáticamente
de la manera que sigue: 3 tratan de obras específicas, 3 se ocupan de estética general, 2
de historia del arte, una de teorías estéticas y una de un símbolo particular. El
comentario que salta a la vista es el de que la conciencia del arte no corresponde al
notable desarrollo que tiene el arte en México.
Finalmente, podemos agregar que, de los 125 opúsculos filosóficos publicados en
México el año de 1956, 9 se refieren a historia de la filosofía, de la ciencia o del arte en
México, y otros 7 se ocupan también históricamente de otros países iberoamericanos;
de tal manera que la octava parte de los escritos filosóficos corresponde a la historia
filosófica de América Latina. En esto se acusa el interés que existe por precisar y
ahondar nuestra conciencia filosófica. Por otra parte, relacionando el número de
habitantes con el número de escritos filosóficos producidos ese año, tenemos que
nuestro país representa la octágesima parte de la población del mundo, mientras que las
publicaciones hechas en México correspondieron a la sexagésima parte de las aparecidas
en el mundo.
Para concluir este balance de la filosofía en 1956, podemos decir que el saldo es
favorable para México, sobre todo por el indudable incremento cuantitativo y cualitativo
de las actividades y publicaciones filosóficas. Además, ateniéndonos a la historia de la
cultura, el impulso que viene recibiendo la investigación científica en México nos
permite hacer la previsión de que la filosofía tendrá un desarrollo cada vez más amplio y
mejor en un futuro inmediato. Y, en fin, en perspectiva panorámica, advertimos cómo
aumenta con seguridad el número de mexicanos que cultivan la filosofía y, entre éstos, el
de quienes no solamente aspiran a interpretar el mundo y nuestra nación sino que tratan
de transformarlos.

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