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Teologa II
Prof. Edgar Cruz Acua
Por ello, si bien desde cierta perspectiva esta actitud es la ms opuesta a la postura
racionalista, desde otro punto de vista existe el peligro de que se produzca cierta identidad
entre estas dos actitudes. Ambas tienen en comn un subjetivismo de fondo.
El subjetivismo protestante provoca en seguida dos preguntas: cmo distinguir si lo que uno
siente es realmente fruto del influjo del Espritu? No ser acaso una idealizacin o proyeccin
de sus pensamientos? Cmo se puede despejar esta incertidumbre y ambiguedad?
Volviendo al ejemplo de los profetas, ellos tenan un gran instrumento para superar el peligro
del subjetivismo. El profeta era suscitado para el pueblo, y era su relacin con el relacin con el
pueblo lo que pona a prueba su palabra. El tiempo y la historia del pueblo servan para verificar
su palabra.
Es el cumplimiento de su mensaje en el tiempo y en medio de su pueblo, que le da la razn
sobre la certeza objetiva de su experiencia.
Pero, en una situacin en la que cada uno fuese profeta de s mismo, cmo distinguir una
iluminacin divina de la proyeccin de sus propias proyecciones?
De hecho, la actitud protestante, al ser muy subjetiva, da lugar tambin a una infinidad de
interpretaciones y soluciones distintas, a una inevitable confusin de teoras.
Pero, cmo es posible que el mismo Espritu, al querer entrar en contacto de los hombres para
ayudarlo, haya decidido valerse de un medio multiplicador de la confusin?
Pero la objecin de fondo no es esa: el Seor habra podido utilizar como instrumentos para
hacer comprender su anuncio una pura relacin individual con el espritu humano.
La verdadera actitud es que esta actitud no respeta los datos del anuncio cristiano, sus
connotaciones originales: un ser divino que se hizo hombre, un hombre que coma, beba,
dorma. Un hombre con el que se poda hablar y cuyas palabras llegaban al alma. Sus palabras
cambiaban por dentro pero venan de fuera.
El anuncio cristiano es un hecho ntegramente humano; con todos los factores de la realidad
humana: interiores y exteriores, subjetivos y objetivos. La actitud protestante anula esta
integridad y reduce la experiencia cristiana a una experiencia meramente interna.