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Libertad en las encuestas: Sí, pero serias /condolencia

Juan Manuel Galán P.


Senador

Todos los colombianos tenemos algo de abogado, psicólogo, arquitecto y últimamente


de politólogo. Los almuerzos familiares, las conversaciones que se oyen en los buses
o en un ascensor giran alrededor de las especulaciones sobre la evolución de la
contienda electoral, los resultados posibles y algunos pros o contras de los actuales
candidatos. En mi caso además, mis interlocutores, valiéndose de diferentes recursos
retóricos tratan de “sacar información” que creen que tengo que confirme sus hipótesis
o refutar alguna idea que han oído por la calle.

Sin duda estas elecciones generan mayor interés entre los ciudadanos que las del
Congreso, lo cual no deja de ser una ironía para la democracia pues se subvalora la
elección parlamentaria que es la que tiene un carácter genuinamente representativo y
se sobrevalora una relacionada con la conducción del Gobierno.

Ello manifiesta la importancia del poder presidencial ante la opinión pública y la


minimización del poder del Congreso. Este solo hecho obliga a hacer una reflexión
profunda del sistema democrático en Colombia para prevenirlo de actitudes
caudillistas que van siempre en detrimento de la discusión y votación parlamentaria.
Para no ir muy lejos los desórdenes en Nicaragua son una muestra de lo que sucede
cuando se produce un abierto desbalance entre las instituciones a favor del
caudillismo.

A pesar de que se nota que los colombianos disfrutamos de alguna manera de


enfrascarnos en polémicas de ese tipo, ello no se traduce en compromisos claros de
apoyar una causa u otra y sobre todo de conocer de manera detallada las propuestas
de los candidatos o partidos.

Algunos pueden considerar que el flujo de mensajes por la red social y varias
columnas de reconocidos editorialistas en favor del Partido Verde son la excepción a
la regla. Sin embargo el desdén de aquellos frente declaraciones hechas por el
candidato Mockus en las que da media absolución a partidos políticos cuestionados,
generan dudas sobre la fortaleza del voto de opinión.

Un voto de opinión debilitado nos deja ante una realidad política compleja basada en
dos tipos de electorado el de la maquinaria y el de la impresión mediática. Ante la
incapacidad de la mayoría de los candidatos de crear hechos noticiosos que capturen
la atención de los ciudadanos, aquellos han enfocado sus decisiones políticas para
consolidar bases electorales de maquinaria, en sus dos versiones, la decente: aquellos
ideológicamente comprometidos con los postulados de una colectividad, y la
indecente: aquellos que esperando prebendas burocráticas de todo nivel comprometen
su voto.

En este escenario, las encuestas sobre intención de voto se convierten en un producto


apetecido. Son el insumo necesario para orientar el voto del electorado impresionable,
bajo el supuesto de que a la gente, sin una ideología definida, le gusta acompañar al
que va ganando. Así mismo, son un indicador para que las maquinarias indecentes
orienten su demanda de puestos a cambio de sus votos (son una señal para el
mercado clientelista).

Hay que salir al rescate del voto de opinión, al que va en busca de las ideas y que
exige de los candidatos profundidad en sus propuestas, lo que no impide que tengan
algo de gracia o simpatía al presentarlas. Las encuestas son parte de la solución, al
igual que el ejercicio responsable de la opinión y la libertad de prensa por parte de
aquellos que tienen el privilegio de ver sus ideas o propuestas publicadas en los
medios masivos de comunicación.

No comparto la idea de que se establezcan controles a las encuestas pues el riesgo


de caer en elementos de censura es inaceptable en la construcción de la democracia.
Sin embargo creo que los editorialistas y encuestadores deben dar un paso adelante
en lo que ofrecen a la sociedad. El debate, la opinión, la encuesta tiene que recaer
sobre los programas, las propuestas, no sólo sobre lo que x o y candidato representa o
no.

Hay que hacer encuestas que nos recuerden a todos que la elección se trata de hacia
donde irán las prioridades del Gobierno en los próximos cuatro años y los instrumentos
que piensa utilizar para el efecto. Ojalá en la próxima encuesta de revistas como
Semana se compare la intención de voto con el conocimiento de los programas y si la
gente percibe las diferencias que hay entre uno y otro proyecto, e ir avanzando al
detalle de poder conocer las tablas en Excel de Cristina Vélez Vieira o Elizabeth Ungar
que menciona Alejandro Peláez en su blog.

Sin este compromiso por elevar el nivel de la reflexión de electorado estaremos


condenando a la democracia a ser un mercado clientelista y farandulero.

Nota: Quiero expresar mi saludo de condolencia a los miembros de la Fuerza Pública y


sus familias por el fallecimiento de los oficiales y suboficiales (activos y retirados) que
fallecieron esta semana en el accidente en Chaparral (Tolima).

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