Me he acostado tarde leyendo los cuentos tristes reunidos por
Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs después de que en una tarde de invierno de regreso de New York a México, en la charla sostenida para hacer el regreso menos pesado, recordaran ambos la novela de Juan Rulfo, “Pedro Paramo”, donde los protagonistas hablan todos desde la tristeza y la muerte. Mi lectura de los cuentos tristes quizás se debió a las últimas noticias que recibí en las primeras horas de la noche sobre la salud de mi sobrino Pablo y su lucha desesperada por la vida y contra una enfermedad galopante que se ha propuesto derrotar.
Leí los cuentos de Herman Melville, “Bartleby el escribiente”,
“Un alma de dios” de Gustave Flaubert y “Adiós Cordera” de Leopoldo Alas, Clarín. El sentimiento que me quedo de su lectura sumado a la amargura de conocer el estado de salud de mi sobrino después de la intervención quirúrgica, a vida o muerte, para erradicar un adenoma cerebral me hacia participe de ese estado general de tristeza que se desprende de aquellos maravillosos cuentos. Después de mucho meditar en lo que había leído, rodeado de los sucesos del día, llegue a la conclusión de que la tristeza es como la alegría: Si nos proponemos a analizar profundamente sus causas, a desentrañar su misterio, acabamos con ella. Digámosle a un poeta o a un escritor que acabemos con ellas, nos dirían que acabaríamos con la sal de la vida. La vida es triste, si, lo vemos todos los días y, a pesar de todo, todos los días buscamos la felicidad. Leyendo estos cuentos tristes he comprendido que en un buen cuento cabe toda la vida, y si la vida es triste, un buen cuento será un cuento triste, porque la vida, más allá de nuestras apetencias personales, es esa urdimbre infranqueable entre alegrías y tristezas. Serian las tres de la madrugada cuando me cogió el sueño en medio de mis trastornadas reflexiones.
El comportamiento cerebral es extraño, a pesar de que dormía
yo continuaba con mis elucubraciones, soñaba que escribía una oración fúnebre sin dejar de llorar, pero con el curioso contenido de que no tenia destinatario, mientras que por mi cabeza pasaban los sufrimientos de Prometeo encadenado y de las Bacantes, ambas tragedias signadas por la lucha de los hombres contra los dioses, la rebelión permanente del hombre contra las injusticias y la condigna sanción de los dioses al sentir menoscabado su poder, abalada por las palabras der Prometeo: “He liberado a los hombres, por esta razón estoy hoy doblado bajo estas penas crueles…” O las palabras de Hefestos en las que dice: “Sobre esta roca vas a montar una guardia dolorosa, siempre de pie, sin gustara del sueño ni doblar la rodilla…” Los dioses son vengativos, pero, ¿De qué?, ¿a caso no somos nosotros los que los hemos hecho a nuestra imagen y semejanza?
En la antigüedad clásica, los sueños eran entendidos como
revelaciones divinas o demoníacas, y podían además revelar el porvenir del sujeto que soñaba. Luego, desde Aristóteles los sueños pasaron a ser una actividad del alma, y no de los dioses. Ya desde la antigüedad, con Artemidoro, los sueños incluso podían ser interpretados, o sea transformados en un lenguaje entendible y pasados los siglos con Segismundo Freud y su “Interpretación de los sueños” trato de darle a nuestras pesadillas una base científica, en fin, yo seguiré soñando pero no quiero atribuirle ningún significado a mis sueños, tanto más cuanto que, cualquiera que sea él, yo seguiré rebelándome contra todo aquello que considere injusto así haya que desafiar a quienes detentan el titulo, por lo demás espurio, de poderosos incluyendo los designios, si es que tiene alguno, del Todo Poderoso.
“Si alguien ve que algo está mal, que organice a sus amigos y vecinos y haga algo al respecto” Kofi Anan.
Cito esta frase para convocar a los ciudadanos en la defensa del
patrimonio municipal y nacional, es decir, de lo que le pertenece a los ciudadanos de hoy y de mañana a despecho de los mezquinos intereses de los poderosos.
Aminetu Haidar se ha convertido en la voz de los desposeídos, en
el símbolo del Sáhara oprimido, pero también, de todos los oprimidos del mundo. Su ejemplo le ha costado el padecimiento de vejaciones, encarcelamientos y el divorcio, tan caro dentro de las creencias musulmanas, pero su bien hacer le han proporcionado el reconocimiento internacional de su causa. Ahora nos toca confiar en la buena voluntad de las cancillerías y de los principales estamentos mundiales para exigirle a Marruecos el cumplimiento inmediato del respeto a los derechos humanos. Por último cabe preguntarse: ¿Por qué tras 18 años, la ONU no ha celebrado el referéndum de autodeterminación del pueblo saharaui, tanto más cuanto que, la comunidad internacional no reconoce la soberanía Marroquí sobre esos territorios?