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La Noria

Antología
La tarde caía
Antonio triste y polvorienta.
El agua cantaba
Machado su copla plebeya
en los cangilones
de la noria lenta.
Soledades.Soledades, galerías y otros Soñaba la mula,
¡pobre mula vieja!,
poemas. al compás de la sombra
que en el agua suena.
i. III. “La plaza y los naranjos La tarde caía
triste y polvorienta.
encendidos” Yo no sé qué noble,
ii. XI. “Yo voy soñando caminos” divino poeta,
unió a la amargura
iii. XLVI. “La noria”
de la eterna rueda
iv. LIX. “Anoche cuando dormía” la dulce armonía
v. LXI. “Introducción” del agua que sueña,
y vendó tus ojos,
vi. LXXVII “Es una tarde cenicienta y ¡pobre mula vieja!...
mustia” Mas sé que fue un noble,
divino poeta,
corazón maduro
La Plaza y los naranjos encendidos de sombra y de ciencia.

La plaza y los naranjos encendidos Anoche cuando dormía


con sus frutas redondas y risueñas.
Tumulto de pequeños colegiales
Anoche cuando dormía
que, al salir en desorden de la escuela,
soñé, ¡bendita ilusión!,
llenan el aire de la plaza en sombra
que una fontana fluía
con la algazara de sus voces nuevas.
dentro de mi corazón.
¡Alegría infantil en los rincones
Di: ¿por qué acequia escondida,
de las ciudades muertas!...
agua, vienes hasta mí,
¡Y algo nuestro de ayer, que todavía
manantial de nueva vida
vemos vagar por estas calles viejas!
en donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
Yo voy soñando caminos soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
Yo voy soñando caminos dentro de mi corazón;
de la tarde. ¡Las colinas y las doradas abejas
doradas, los verdes pinos, iban fabricando en él,
las polvorientas encinas!… con las amarguras viejas,
5-¿Adónde el camino ira? blanca cera y dulce miel.
Yo voy cantando, viajero, Anoche cuando dormía
a lo largo del sendero… soñé, ¡bendita ilusión!,
- La tarde cayendo está -. que un sol ardiente lucía
“En el corazón tenía dentro de mi corazón.
10-la espina de una pasión; Era ardiente porque daba
logre arrancármela un día; calores de rojo hogar,
ya no siento el corazón.” y era sol porque alumbraba
Y todo el campo un momento y porque hacía llorar.
se queda, mudo y sombrío, Anoche cuando dormía
15-meditando. Suena el viento soñé, ¡bendita ilusión!,
en los alamos del río. que era Dios lo que tenía
La tarde más se oscurece; dentro de mi corazón.
y el camino que serpea
y débilmente blanquea, Introducción
20-se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir: Leyendo un claro día
“Aguda espina dorada, mis bien amados versos,
quié te volviera a sentir he visto en el profundo
en el corazón clavada.” espejo de mis sueños
que una verdad divina

1
temblando está de miedo, Campos de Castilla
y es una flor que quiere
echar su aroma al viento.
El alma del poeta
se orienta hacia el misterio.
vii. XCVII “Retrato”
Sólo el poeta puede viii. XCVIII “A orillas del Duero”
mirar lo que está lejos
ix. XCIX “Por tierras de España”
dentro del alma, en turbio
y mago sol envuelto. x. CXIII “Campos de Soria”, VIII “He
En esas galerías, vuelto a ver los álamos dorados”
sin fondo, del recuerdo,
donde las pobres gentes xi. CXV “A un olmo seco”
colgaron cual trofeo xii. CXXXV “El mañana efímero”
el traje de una fiesta
apolillado y viejo, xiii. CXXXVI “Proverbios y cantares”
allí el poeta sabe xiv. CXLIV “Una España joven”
el laborar eterno
mirar de las doradas
abejas de los sueños.
Poetas, con el alma Retrato
atenta al hondo cielo,
en la cruel batalla Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
o en el tranquilo huerto, y un huerto claro donde madura el limonero;
la nueva miel labramos mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
con los dolores viejos, mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
la veste blanca y pura Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido
pacientemente hacemos, —ya conocéis mi torpe aliño indumentario—;
y bajo el sol bruñimos mas recibí la flecha que me asignó Cupido
el fuerte arnés de hierro. y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.
El alma que no sueña, Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
el enemigo espejo, pero mi verso brota de manantial sereno;
proyecta nuestra imagen y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
con un perfil grotesco. soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Sentimos una ola Adoro la hermosura, y en la moderna estética
de sangre, en nuestro pecho, corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
que pasa... y sonreímos, mas no amo los afeites de la actual cosmética
y a laborar volvemos. ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
Es una tarde cenicienta y mustía y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
Es una tarde cenicienta y mustia, ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
destartalada, como el alma mía; mi verso como deja el capitán su espada:
y es esta vieja angustia famosa por la mano viril que la blandiera,
que habita mi usual hipocondría. no por el docto oficio del forjador preciada.
La causa de esta angustia no consigo Converso con el hombre que siempre va conmigo
ni vagamente comprender siquiera; —quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
pero recuerdo y, recordando, digo: mi soliloquio es plática con este buen amigo
-Sí, yo era niño, y tú, mi compañera. que me enseñó el secreto de la filantropía.
* Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he
Y no es verdad, dolor, yo te conozco, escrito.
tu eres la nostalgia de la vida buena A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
y soledad de corazón sombrío, el traje que me cubre y la mansión que habito,
de barco sin naufragio y sin estrella. el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Como perro olvidado que no tiene Y cuando llegue el día del último viaje
huella ni olfato y yerra y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
por los caminos sin camino, como me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
el niño que en la noche de una fiesta casi desnudo, como los hijos de la mar.
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.

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de plata y oro a España, en regios galeones,
para la presa, cuervos; para la lid, leones.
Filósofos nutridos de sopa de convento
A orillas del duero
contemplan impasibles el amplio firmamento;
y si les llega en sueños, como un rumor distante,
Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día. clamor de mercaderes de muelles de Levante,
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía, no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
buscando los recodos de sombra, lentamente. Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
A trechos me paraba para enjugar mi frente Castilla miserable, ayer dominadora;
y dar algún respiro al pecho jadeante; envuelta en sus harapos, desprecia cuanto ignora.
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia delante El sol va declinando. De la ciudad lejana
y hacia la mano diestra vencido y apoyado me llega un armonioso tañido de campana
en un bastón, a guisa de pastoril cayado, —ya irán a su rosario las enlutadas viejas—.
trepaba por los cerros que habitan las rapaces De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
aves de altura, hollando las hierbas montaraces me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
de fuerte olor -romero, tomillo, salvia, espliego—. de nuevo, ¡tan curiosas! ... Los campos se
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego. oscurecen.
Un buitre de anchas alas, con majestuoso vuelo Hacia el camino blanco está el mesón abierto
cruzaba solitario el puro azul del cielo. al campo ensombrecido y al pedregal desierto
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,
y una redonda loma cual recamado escudo,
Por Tierra de España
y cárdenos alcores sobre la parda tierra
—harapos esparcidos de un viejo arnés de
guerra—, El hombre de estos campos que incendia los
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero pinares
para formar la corva ballesta de un arquero y su despojo aguarda como botín de guerra,
en torno a Soria. —Soria es una barbacana antaño hubo raído los negros encinares,
hacia Aragón que tiene la torre castellana—. talado los robustos robledos de la sierra.
Veía el horizonte cerrado por colinas Hoy ve sus pobres hijos huyendo de sus lares;
oscuras, coronadas de robles y de encinas; la tempestad llevarse los limos de la tierra
desnudos peñascales, algún humilde prado por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
donde el merino pace y el toro arrodillado y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
sobre la hierba rumia, las márgenes del río Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío pastores que conducen sus hordas de merinos
y, silenciosamente, lejanos pasajeros, a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—, que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
cruzar el largo puente y bajo las arcadas Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
de piedra ensombrecerse las agujas plateadas hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
del Duero. cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
El Duero cruza el corazón de roble de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
de Iberia y de Castilla. Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
¡Oh tierra triste y noble, capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
la de los altos llanos y yermos y roquedas, que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
de campos sin arados, regatos ni arboledas; esclava de los siete pecados capitales.
decrépitas ciudades, caminos sin mesones Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
que aún van, abandonando el mortecino hogar, ni para su infortunio ni goza su riqueza;
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar! le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
Castilla miserable, ayer dominadora, El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora. al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada veréis agigantarse la forma de un arquero,
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada? la forma de un inmenso centauro flechador.
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira. —no fue por estos campos el bíblico jardín—;
¿Pasó? Sobre sus campos aun el fantasma yerra son tierras para el águila, un trozo de planeta
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra. por donde cruza errante la sombra de Caín.
La madre en otro tiempo fecunda en capitanes
madrastra es apenas de humildes ganapanes.
Castilla no es aquella tan generosa un día,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
ufano de su nueva fortuna y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,
pedía la conquista de los inmensos ríos
indianos. a la corte; la madre de soldados,
guerreros y adalides que han de tornar cargados

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Campos de Soria El mañana efímero

(VIII) La España de charanga y pandereta,


cerrado y sacristía,
He vuelto a ver álamos dorados devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su mármol y su día,
He vuelto a ver los álamos dorados,
su inefable mañana y su poeta.
álamos del camino en la ribera
El vano ayer engendrará un mañana
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
vacío y ¡por ventura! pasajero.
tras las murallas viejas
Serán un joven lechuzo y tarambana,
de Soria—barbacana
un sayón con hechuras de bolero:
hacia Aragón, en castellana tierra—.
a la moda de Francia, realista;
Estos chopos del río, que acompañan
un poco al uso de París, pagano,
con el sonido de sus hojas secas
y al estilo de España, especialista
el son del agua cuando el viento sopla,
en el vicio al alcance de la mano.
tienen en sus cortezas
Esa España inferior que ora y bosteza,
grabadas iniciales que son nombres
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
de enamorados, cifras que son fechas.
esa España inferior que ora y embiste
¡Álamos del amor, que ayer tuvisteis
cuando se digna usar de la cabeza,
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
aun tendrá luengo parto de varones
álamos que seréis mañana liras
amantes de sagradas tradiciones
del viento perfumado en primavera;
y de sagradas formas y maneras;
álamos del amor cerca del agua
florecerán las barbas apostòlicas,
que corre y pasa y sueña,
y otras calvas en otras calaveras
álamos de las márgenes del Duero,
brillarán, venerables y católicas.
conmigo vais, mi corazòn os lleva!
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
A un olmo seco la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero.
Al olmo viejo, hendido por el rayo El vacuo ayer dará un mañana huero.
y en su mitad podrido, Como la náusea de un borracho ahíto
con las lluvias de abril y el sol de mayo de vino malo, un rojo sol corona
algunas hojas verdes le han salido. de heces turbias las cumbres de granito;
¡El olmo centenario en la colina hay un mañana estomagante escrito
que lame el Duero! Un musgo amarillento en la tarde pragmática y dulzona.
le mancha la corteza blanquecina Mas otra España nace,
al tronco carcomido y polvoriento. la España del cincel y de la maza,
No será, cual los álamos cantores con esa eterna juventud que se hace
que guardan el camino y la ribera, del pasado macizo de la raza.
habitado de pardos ruiseñores. Una España implacable y redentora,
Ejército de hormigas en hilera España que alborea
va trepando por él, y en sus entrañas con un hacha en la mano vengadora,
urden sus telas grises las arañas. España de la rabia y de la idea.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana, Proverbios y cantares
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana, I
ardas, de alguna mísera caseta, Nunca perseguí la gloria
al borde de un camino; ni dejar en la memoria
antes que te descuaje un torbellino de los hombres mi canción;
y tronche el soplo de las sierras blancas; yo amo los mundos sutiles,
antes que el río hasta la mar te empuje ingrávidos y gentiles
por valles y barrancas, como pompas de jabón.
olmo, quiero anotar en mi cartera Me gusta verlos pintarse
la gracia de tu rama verdecida. de sol y grana, volar
Mi corazón espera bajo el cielo azul, temblar
también, hacia la luz y hacia la vida, súbitamente y quebrarse.
otro milagro de la primavera.

II
¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?...
Todo el que camina anda,
como Jesús, sobre el mar.

4
la espada punce y hienda y el gran martillo
III aplaste.
A quien nos justifica nuestra desconfianza
llamamos enemigo, ladrón de una esperanza.
jamás perdona el necio si ve la nuez vacía XII
que dio a cascar al diente de la sabiduría. ¡Ojos que a la luz se abrieron
un día para, después,
IV ciegos tornar a la tierra,
Nuestras horas son minutos hartos de mirar sin ver!
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se puede aprender. XIII
Es el mejor de los buenos
V quien sabe que en esta vida
Ni vale nada el fruto todo es cuestión de medida:
cogido sin sazón... un poco más, algo menos...
Ni aunque te elogie un bruto
ha de tener razón.
XIV
Virtud es la alegría que alivia el corazón
VI más grave y desarruga el ceño de Catón.
De lo que llaman los hombres El bueno es el que guarda, cual venta del camino,
virtud, justicia y bondad, para el sediento, el agua; para el borracho, el vino.
una mitad es envidia,
y la otra no es caridad. Una España joven

.. Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España


VII toda,
Yo he visto garras fieras en las pulidas manos; la malherida España, de Carnaval vestida
conozco grajos mélicos y líricos marranos... nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda,
El más truhán se lleva la mano al corazón, para que no acertara la mano con la herida.
y el bruto más espeso se carga de razón. Fue ayer; éramos casi adolescentes; era
con tiempo malo, encinta de lúgubres presagios,
cuando montar quisimos en pelo una quimera,
VIII mientras la mar dormía ahíta de naufragios.
En preguntar lo que sabes Dejamos en el puerto la sórdida galera,
el tiempo no has de perder... y en una nave de oro nos plugo navegar
Y a preguntas sin respuesta, hacia los altos mares, sin aguardar ribera,
¿quién te podrá responder? lanzando velas y anclas y gobernalle al mar.
Ya entonces, por el fondo de nuestro sueño—
herencia
IX de un siglo que vencido sin gloria se alejaba—
El hombre, a quien el hambre de la rapiña acucia, un alba entrar quería; con nuestra turbulencia
de ingénita malicia y natural astucia, la luz de las divinas ideas batallaba.
formó la inteligencia y acaparó la tierra. Mas cada cual el rumbo siguió de su locura;
¡Y aun la verdad proclama! ¡Supremo ardid de agilitó su brazo, acreditó su brío;
guerra! dejò como un espejo bruñida su armadura
y dijo: «El hoy es malo, pero el mañana... es mío.»
Y es hoy aquel mañana de ayer... Y España toda,
X con sucios oropeles de Carnaval vestida
La envidia de la virtud aún la tenemos: pobre y escuálida y beoda;
hizo a Caín criminal. mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida.
¡Gloria a Caín! Hoy el vicio Tú, juventud más joven, si de más alta cumbre
es lo que se envidia más. la voluntad te llega, irás a tu aventura
despierta y transparente a la divina lumbre:
como el diamante clara, como el diamante pura.
XI
La mano del piadoso nos quita siempre honor;
mas nunca ofende al darnos su mano el lidiador.
Virtud es fortaleza, ser bueno es ser valiente;
escudo, espada y maza llevar bajo la frente;
porque el valor honrado de todas armas viste:
no sólo para, hiere, y más que aguarda, embiste.
Que la piqueta arruine, y el látigo flagele;
la fragua ablande el hierro, la lima pula y gaste,
y que el buril burile, y que el cincel cincele,

5
Nuevas canciones Poesías de Guerra

La primavera
xv. CLXV “Sonetos” : IV “!Oh soledad, mi
sola compañía” Más fuerte que la guerra --espanto y grima--
cuando con torpe vuelo de avutarda
el ominoso trimotor se encima
Oh soledad, mi sola campañia y sobre tu vano techo se retarda,
hoy tu alegre zalema el campo anima,
tu claro verde el chopo en yemas guarda.
IV
Fundida irá la nieve de la cima
¡Oh soledad, mi sola compañía, al hielo rojo de la tierra parda.
oh musa del portento, que el vocablo Mientras retumba el monte, el mar humea,
diste a mi voz que nunca te pedía!, da la sirena el lúgubre alarido,
responde a mi pregunta: ¿Con quién hablo? y en el azul el avión platea,
¡cuán agudo se filtra hasta mi oído,
Ausente de ruidosa mascarada, niña inmortal, fatigable dea,
divierto mi tristeza sin amigo, el agrio son de tu rabel florido!
contigo, dueña de la faz velada,
La muerte del niño herido
siempre velada al dialogar conmigo.

Hoy pienso: Este que soy será quien sea;


Otra vez en la noche... Es el martillo
no es ya mi grave enigma este semblante de la fiebre en las sienes bien vendadas
que en el íntimo espejo se recrea, del niño. —Madre, ¡el pájaro amarillo!
sino el misterio de tu voz amante, ¡Las mariposas negras y moradas!
Descúbreme tu rostro, que yo vea —Duerme, hijo mío. —Y la manita oprime
fijos en mí tus ojos de diamante. la madre, junto al lecho. —¡Oh, flor de fuego!
¿quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
Hay en la pobre alcoba olor de espliego;
Cancionero apócrifo fuera, la oronda luna que blanquea
cúpula y torre a la ciudad sombría.
xvi. CLXXIII “Canciones a Guiomar”, II en Invisible avión moscardonea.
un jardín te he soñado. —¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
El cristal del balcón repiquetea.
—¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!
En un jardín te he soñado,
alto, Guiomar sobre el río,
jardín de un tiempo cerrado
con verjas de hierro frío.
Un ave insólita canta
en el almez, dulcemente,
junto al agua viva y santa,
toda sed y toda fuente.
En ese jardín, Guiomar,
el mutuo jardín que inventan
dos corazones al par,
se funden y complementan
nuestras horas. Los racimos
de un sueño -juntos estamos-
en limpia copa exprimimos,
y el doble cuento olvidamos.
(Uno: Mujer y varón,
aunque gacela y león,
llegan juntos a beber.
El otro: No puede ser
amor de tanta fortuna:
dos soledades en una,
ni aun de varón y mujer.)
*
Por ti la mar ensaya olas y espumas,
y el iris, sobre el monte, otros colores,
y el faisán de la aurora canto y plumas,
y el búho de Minerva ojos mayores.
Por ti, ¡oh Guiomar!...

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