Professional Documents
Culture Documents
Antología
La tarde caía
Antonio triste y polvorienta.
El agua cantaba
Machado su copla plebeya
en los cangilones
de la noria lenta.
Soledades.Soledades, galerías y otros Soñaba la mula,
¡pobre mula vieja!,
poemas. al compás de la sombra
que en el agua suena.
i. III. “La plaza y los naranjos La tarde caía
triste y polvorienta.
encendidos” Yo no sé qué noble,
ii. XI. “Yo voy soñando caminos” divino poeta,
unió a la amargura
iii. XLVI. “La noria”
de la eterna rueda
iv. LIX. “Anoche cuando dormía” la dulce armonía
v. LXI. “Introducción” del agua que sueña,
y vendó tus ojos,
vi. LXXVII “Es una tarde cenicienta y ¡pobre mula vieja!...
mustia” Mas sé que fue un noble,
divino poeta,
corazón maduro
La Plaza y los naranjos encendidos de sombra y de ciencia.
1
temblando está de miedo, Campos de Castilla
y es una flor que quiere
echar su aroma al viento.
El alma del poeta
se orienta hacia el misterio.
vii. XCVII “Retrato”
Sólo el poeta puede viii. XCVIII “A orillas del Duero”
mirar lo que está lejos
ix. XCIX “Por tierras de España”
dentro del alma, en turbio
y mago sol envuelto. x. CXIII “Campos de Soria”, VIII “He
En esas galerías, vuelto a ver los álamos dorados”
sin fondo, del recuerdo,
donde las pobres gentes xi. CXV “A un olmo seco”
colgaron cual trofeo xii. CXXXV “El mañana efímero”
el traje de una fiesta
apolillado y viejo, xiii. CXXXVI “Proverbios y cantares”
allí el poeta sabe xiv. CXLIV “Una España joven”
el laborar eterno
mirar de las doradas
abejas de los sueños.
Poetas, con el alma Retrato
atenta al hondo cielo,
en la cruel batalla Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
o en el tranquilo huerto, y un huerto claro donde madura el limonero;
la nueva miel labramos mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
con los dolores viejos, mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
la veste blanca y pura Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido
pacientemente hacemos, —ya conocéis mi torpe aliño indumentario—;
y bajo el sol bruñimos mas recibí la flecha que me asignó Cupido
el fuerte arnés de hierro. y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.
El alma que no sueña, Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
el enemigo espejo, pero mi verso brota de manantial sereno;
proyecta nuestra imagen y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
con un perfil grotesco. soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Sentimos una ola Adoro la hermosura, y en la moderna estética
de sangre, en nuestro pecho, corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
que pasa... y sonreímos, mas no amo los afeites de la actual cosmética
y a laborar volvemos. ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
Es una tarde cenicienta y mustía y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
Es una tarde cenicienta y mustia, ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
destartalada, como el alma mía; mi verso como deja el capitán su espada:
y es esta vieja angustia famosa por la mano viril que la blandiera,
que habita mi usual hipocondría. no por el docto oficio del forjador preciada.
La causa de esta angustia no consigo Converso con el hombre que siempre va conmigo
ni vagamente comprender siquiera; —quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
pero recuerdo y, recordando, digo: mi soliloquio es plática con este buen amigo
-Sí, yo era niño, y tú, mi compañera. que me enseñó el secreto de la filantropía.
* Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he
Y no es verdad, dolor, yo te conozco, escrito.
tu eres la nostalgia de la vida buena A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
y soledad de corazón sombrío, el traje que me cubre y la mansión que habito,
de barco sin naufragio y sin estrella. el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Como perro olvidado que no tiene Y cuando llegue el día del último viaje
huella ni olfato y yerra y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
por los caminos sin camino, como me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
el niño que en la noche de una fiesta casi desnudo, como los hijos de la mar.
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.
2
de plata y oro a España, en regios galeones,
para la presa, cuervos; para la lid, leones.
Filósofos nutridos de sopa de convento
A orillas del duero
contemplan impasibles el amplio firmamento;
y si les llega en sueños, como un rumor distante,
Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día. clamor de mercaderes de muelles de Levante,
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía, no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
buscando los recodos de sombra, lentamente. Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
A trechos me paraba para enjugar mi frente Castilla miserable, ayer dominadora;
y dar algún respiro al pecho jadeante; envuelta en sus harapos, desprecia cuanto ignora.
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia delante El sol va declinando. De la ciudad lejana
y hacia la mano diestra vencido y apoyado me llega un armonioso tañido de campana
en un bastón, a guisa de pastoril cayado, —ya irán a su rosario las enlutadas viejas—.
trepaba por los cerros que habitan las rapaces De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
aves de altura, hollando las hierbas montaraces me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
de fuerte olor -romero, tomillo, salvia, espliego—. de nuevo, ¡tan curiosas! ... Los campos se
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego. oscurecen.
Un buitre de anchas alas, con majestuoso vuelo Hacia el camino blanco está el mesón abierto
cruzaba solitario el puro azul del cielo. al campo ensombrecido y al pedregal desierto
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,
y una redonda loma cual recamado escudo,
Por Tierra de España
y cárdenos alcores sobre la parda tierra
—harapos esparcidos de un viejo arnés de
guerra—, El hombre de estos campos que incendia los
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero pinares
para formar la corva ballesta de un arquero y su despojo aguarda como botín de guerra,
en torno a Soria. —Soria es una barbacana antaño hubo raído los negros encinares,
hacia Aragón que tiene la torre castellana—. talado los robustos robledos de la sierra.
Veía el horizonte cerrado por colinas Hoy ve sus pobres hijos huyendo de sus lares;
oscuras, coronadas de robles y de encinas; la tempestad llevarse los limos de la tierra
desnudos peñascales, algún humilde prado por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
donde el merino pace y el toro arrodillado y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
sobre la hierba rumia, las márgenes del río Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío pastores que conducen sus hordas de merinos
y, silenciosamente, lejanos pasajeros, a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—, que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
cruzar el largo puente y bajo las arcadas Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
de piedra ensombrecerse las agujas plateadas hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
del Duero. cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
El Duero cruza el corazón de roble de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
de Iberia y de Castilla. Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
¡Oh tierra triste y noble, capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
la de los altos llanos y yermos y roquedas, que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
de campos sin arados, regatos ni arboledas; esclava de los siete pecados capitales.
decrépitas ciudades, caminos sin mesones Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
que aún van, abandonando el mortecino hogar, ni para su infortunio ni goza su riqueza;
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar! le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
Castilla miserable, ayer dominadora, El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora. al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada veréis agigantarse la forma de un arquero,
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada? la forma de un inmenso centauro flechador.
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira. —no fue por estos campos el bíblico jardín—;
¿Pasó? Sobre sus campos aun el fantasma yerra son tierras para el águila, un trozo de planeta
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra. por donde cruza errante la sombra de Caín.
La madre en otro tiempo fecunda en capitanes
madrastra es apenas de humildes ganapanes.
Castilla no es aquella tan generosa un día,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
ufano de su nueva fortuna y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,
pedía la conquista de los inmensos ríos
indianos. a la corte; la madre de soldados,
guerreros y adalides que han de tornar cargados
3
Campos de Soria El mañana efímero
II
¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?...
Todo el que camina anda,
como Jesús, sobre el mar.
4
la espada punce y hienda y el gran martillo
III aplaste.
A quien nos justifica nuestra desconfianza
llamamos enemigo, ladrón de una esperanza.
jamás perdona el necio si ve la nuez vacía XII
que dio a cascar al diente de la sabiduría. ¡Ojos que a la luz se abrieron
un día para, después,
IV ciegos tornar a la tierra,
Nuestras horas son minutos hartos de mirar sin ver!
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se puede aprender. XIII
Es el mejor de los buenos
V quien sabe que en esta vida
Ni vale nada el fruto todo es cuestión de medida:
cogido sin sazón... un poco más, algo menos...
Ni aunque te elogie un bruto
ha de tener razón.
XIV
Virtud es la alegría que alivia el corazón
VI más grave y desarruga el ceño de Catón.
De lo que llaman los hombres El bueno es el que guarda, cual venta del camino,
virtud, justicia y bondad, para el sediento, el agua; para el borracho, el vino.
una mitad es envidia,
y la otra no es caridad. Una España joven
5
Nuevas canciones Poesías de Guerra
La primavera
xv. CLXV “Sonetos” : IV “!Oh soledad, mi
sola compañía” Más fuerte que la guerra --espanto y grima--
cuando con torpe vuelo de avutarda
el ominoso trimotor se encima
Oh soledad, mi sola campañia y sobre tu vano techo se retarda,
hoy tu alegre zalema el campo anima,
tu claro verde el chopo en yemas guarda.
IV
Fundida irá la nieve de la cima
¡Oh soledad, mi sola compañía, al hielo rojo de la tierra parda.
oh musa del portento, que el vocablo Mientras retumba el monte, el mar humea,
diste a mi voz que nunca te pedía!, da la sirena el lúgubre alarido,
responde a mi pregunta: ¿Con quién hablo? y en el azul el avión platea,
¡cuán agudo se filtra hasta mi oído,
Ausente de ruidosa mascarada, niña inmortal, fatigable dea,
divierto mi tristeza sin amigo, el agrio son de tu rabel florido!
contigo, dueña de la faz velada,
La muerte del niño herido
siempre velada al dialogar conmigo.