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¿Tenemos un cuerpo o somos un cuerpo?
Nietzsche
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Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil Mesetas, Editora Nacional, Madrid, 2001. Pág. 164.
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Op. cit. Pág. 138.
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Ahora bien, debemos notar la diferencia con las prácticas e
imaginarios que conforman la transindividualidad contemporánea, a su vez
atravesada por el espacio-sináptico digital. Si consideramos que un tiempo
histórico permite ciertos interrogantes sobre su acaecer, algunas preguntas
se imponen: ¿Qué lugar tiene la mediatización virtual en las formas de
agenciar la subjetividad? O más precisamente, ¿Qué entramado genera la
comunicación en la constitución de los agenciamientos colectivos de
enunciación y de los agenciamientos maquínicos de deseo? ¿Qué puede la
comunicación en la actualidad? Inmediatamente, además, interrogamos:
¿Qué puede un cuerpo? Deleuze conceptualiza lo virtual como aquellos que
posee una realidad en tanto que virtual. A si mismo, Lévy sugiere que hoy
“inventamos en la prolongación de la sabiduría del cuerpo y de las antiguas
artes de la alimentación, cien medios de construirnos, de remodelarnos:
dietética, prótesis, cirugía estética.”5 Algo ocurre y tiene sus líneas, además
de sus posibles agenciamientos. Así, también, su entre acontecido como
trama entre lo molar y lo molecular.
Comencemos por el espíritu digital, que no responde a una dialéctica
lógicamente encadenada y autosuficiente sino a agenciamientos concretos.
Tampoco tiene que ver con la ideología. La actual sociedad de la pantalla
corresponde a una virtualización del virtual comunicación. Entendemos a la
comunicación como una diferencia que hace diferencia. Una diferencia, en
fin, que va difiriendo. Lo virtual se opone a lo actual. Por un lado tenemos el
par creación de los posibles/efectuación y, por otro lado, el par
posible/realización del posible. Estos dos puntos no se confunden. No es lo
mismo diferencia que repetición, aunque ambos ejes se desterritorialicen en
movimientos de contagio, de superposición o de jerarquía. Unas veces
diferencia que difiere, otras veces repetición que borra la diferencia. Para
Deleuze “el mundo es un virtual, una multiplicidad de relaciones y de
acontecimientos que se expresan en agenciamientos colectivos de
enunciación que crean lo posible.”6 Al posible hace falta crearlo, no esta
dado de antemano. En este sentido, la comunicación como afectación de
cuerpos desarrolla en sí una creación de lo nuevo, de lo diferente.
Afecciones que recorren el socius propulsadas por los agenciamientos
hegemónicos del estado de mediatización en las sociedades de control: las
máquinas de expresión. Estas, cuando se acoplan como máquinas molares,
atraviesan los regímenes de signos fortaleciendo su resonancia, su
vivacidad cada vez mayor. Si la comunicación, como espacio-sináptico oral
en la antigüedad y como espacio-sináptico impreso en la modernidad,
fortalecía una codificación de los flujos, en la actualidad fortifica la máquina
abstracta axiomática a través de agenciamientos cada vez más sutiles de
deseo. Asistimos a una virtualización del cuerpo: la pantalla somos nosotros.
Máquinas de expresión monolingüitas, trabajan en el interior de la creación
de los posibles. En este sentido, pareciese que un imperativo tecnológico se
impone: la actualización constante.
Personalízate, ilustrate con tu foto, lucite (si es que posees una
imagen perfecta), condúcete como todos y relaciónate con todos, comentá y
serás comentado, mirá y serás mirado. Así, la relación singularidad-interfaz
impulsa una voluntad que reclama una constante vigilancia, una
permanente actualización. Poco a poco el rostro reclama su espacio. Y
5
Pierre Lévy, ¿Qué es lo virtual?, Anagrama, Barcelona, 2005. Pág. 16.
6
Maurizio Lazzarato, Políticas del acontecimiento, Tinta Limón, Buenos Aires, 2006. Pág. 48.
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consigue su sitio: la virtualización de la vida. No sabemos lo que puede un
cuerpo pero sí lo que puede el sistema pared blanca-agujero negro. La
cuestión decisiva en la reflexión y en los modos de fuga de las sujeciones
significantes y subjetivantes es, creemos, la siguiente: ¿Cómo es posible
crear posibles en lugar de habitarlos? Nos ronda la sospecha de que las
prácticas y los enunciados que se dan en el espacio sináptico virtual realizan
los posibles en lugar de lanzarse a un vértigo creativo. La repetición parece
ganar la pulseada, pero de todos modos las fugas son igual de intensas.
Pareciese que un gran relato copa el lugar de las utopías modernas: el Yo
que ve y quiere ser visto. Sociedad del espectáculo, perversas o del Show
del Yo. Pareciese que es un poco todo lo mismo. ¿Un cógito postmoderno?
Tal vez sea apresurado responder a esta cuestión.
La virtualización del cuerpo implica una corporización del rostro. La
rostridad como eje de subjetivación y significancia continúa maquinando. El
rostro construye la pared que necesita el significante para rebotar y va
hacia el agujero negro que necesita la subjetivación para manifestarse. De
tal modo que la rostridad ejerce su despotismo hoy virtualizando el cuerpo,
a la par, y no como proceso separado, la máquina abstracta del capital lo
trasforma en objeto de consumo. El cuerpo parece ya no desear sino querer
ser deseado. La representación del cuerpo tiene como consecuencia la
consecución de un Ideal del cuerpo fogoneado por los dispositivos digitales
y por las máquinas de expresión del capitalismo postfordista. Ya no se
produce mercancías para el mercado, por el contrario, se producen sujetos
para las mercancías. El cuerpo se mercantiliza, se objetiviza en una
desterritorialización de su potencia que busca en el plano representacional
alcanzar la perfección. La mayoría de los dispositivos que hoy virtualizan el
posible que encierra la era digital, se basan en la necesidad de mostrarse,
de mostrar, de crearse. Esto no seria un problema en tanto no afinamos la
reflexión. Lo que debe ser creado y expuesto es en realidad el cuerpo
perfecto, sano y joven. Habitar dispositivos como Fatbook conlleva
pertenecer a un mundo en el que la intimidad se convierte en un
espectáculo. Se cae en un agujero negro de subjetivación en tanto que el
yo-imagen no deja de dar vueltas sobre sí. Yo digo, yo comento, yo muestro,
yo veo. Al mismo tiempo, este agujero narcisista intenta atraer la pared
blanca hacia sí, chuparla de tal manera que el espejo que son los otros me
devuelvan los significantes y la significación hegemónica. Ahora bien, de
acuerdo con esto, la distribución de los posibles está dada bajo la forma de
alternativas binarias en tanto que la línea de segmentaridad circular,
específicamente su espesor, es ampliado: “mis ideas”, “mi vida”,
finalmente, “mi perfil público”. Aquí la captura en el agujero negro es
inminente a la máquina expresiva que unifica, jerarquiza a través de
significantes que resuenan entre si. Debes tener el mejor cuerpo, ser el
mejor amante y, finalmente, tu cuerpo debe ser visto. El peligro está latente
porque un mal encuentro también es posible. Los otros no solamente son el
espejo sino también el infierno.
Las fugas también emergen del plan de organización. Algo se escapa,
algo fisura, algo se desterritorializa. Considerando la creación de posibles
que la era digital logra efectuar, debemos tener en cuenta los procesos de
invención del hipertexto. Este, a diferencia del soporte escrito, puede tener
una infinidad de actualizaciones. Este tipo de agenciamiento confirma que lo
virtual no se opone a lo real de tal modo que posibilita procesos de creación
5
a partir de la participación colectiva (expresiva y maquínica).
Agenciamientos diferenciales de enunciación, fuerzas centrífugas, fugas y
experiencias creativas coexisten con la virtualización del cuerpo. Es
necesario concebir la relación entre micropolítica y macropolítica como una
coexistencia hecha de empellones, luchas, acuerdos. Así por ejemplo,
cuanto más fuerte son las máquinas de expresión que administran lo molar,
más fuerte es la molecularización de sus elementos. El 20 de enero del
2001, en Filipinas, el Presidente Josep Estrada se convirtió en el primer Jefe
de la historia que perdió el poder a manos de una colectividad inteligente.
Más de un millón de personas de distintas regiones del País, movilizados y
coordinados a través de los mensajes de textos, confluyeron al palacio
presidencial exigiéndole que se retire de su cargo. El tiempo
representacional no tiene lugar aquí. Conversar o intercambiar información
acontece en un tiempo real que escapa al tiempo del reloj, al tiempo del
calendario. Aïon tiene rostro digital y da pelea a Cronos.
Bibliografía