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29 de may o de 2008
DR. J AIM E CÁRDE NAS GRA CIA
Es forzosamente necesario que se realice una consulta popular antes de que se legisle
en materia petrolera, la soberanía popular es la dueña del subsuelo y por lo tanto debe
ser consultada antes de pensar en modificar la ley.
Dejó en claro que cualquier reforma que permita participación directa o indirecta en
áreas estratégicas, “sería inconstitucional”.
Destacó que Calderón no propuso una reforma constitucional para evitar “un grave
enfrentamiento social”, pero sí modificaciones inconstitucionales a leyes secundarias
al pretender que un área estratégica fundamental admita la intervención directa o
indirecta de particulares.
Alertó que el debate petrolero parece dirigirse a un diálogo de sordos cuando los
argumentos para defender la iniciativa del Ejecutivo niegan que ésta vaya en contra
del sentido de la constitución y que se pretenda la privatización.
Destacó que “quienes nos oponemos a las iniciativas de ley de la industria petrolera
que ha presentado el gobierno, también deseamos la modernización de PEMEX; la
queremos como una empresa nacional que tenga suficientes recursos para
desarrollarse a sí misma y apoyar el desarrollo integral de México, con su Instituto
Mexicano del Petróleo”.
Ante las descalificaciones de que han sido objeto los críticos de la iniciativa
energética del Ejecutivo señaló: "no somos teólogos ni pontífices del petróleo, hasta
ahora me entero que es un dios y de la existencia de la mitología del 27, no somos
reaccionarios ni defensores del pasado".
Para el jurista, descalificar las iniciativas con criterios literales o dogmáticos, poco
ayuda. Recomendó a los juristas en general hacer una interpretación funcional de las
propuestas y no una interpretación tramposa.
Sostuvo que las propuestas de ley en materia de petróleo que el Presidente Felipe
Calderón presentó en días pasados al Senado “no enfrentan obstáculos específicos de
inconstitucionalidad”.
Aseveró que “nada en la constitución impide que el Estado encargue ciertas clases de
transformación de los hidrocarburos a los particulares, por ejemplo la refinación,
manteniendo la propiedad y el control del recurso y todos sus productos, pero nada
tampoco lo obliga a ello”.
Explicó que “el dominio de la Nación, es decir, la propiedad sobre los hidrocarburos, se
mantiene en tanto no exista una venta de primera mano. Una vez que se produce dicha
venta, la Nación deja de tener el dominio directo de los hidrocarburos, pero adquiere
entonces una facultad de regulación del uso y ulterior transformación de dichos
productos en beneficio del desarrollo nacional”.
Aseveró que la reforma planteada por el Ejecutivo federal sí cumple con los preceptos
constitucionales previstos en los artículos 25, 27 y 28, pero indudablemente “es
perfectible”.