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“Desde hace algunos años se viene señalando que la concentración en
la propiedad de los medios de comunicación masiva es una de las
mayores amenazas para el pluralismo y la diversidad en la información.
Aunque a veces difícilmente percibida por su carácter sutil, la libertad de
expresión tiene un cercano vínculo con la problemática de la
concentración. Este vínculo se traduce en lo que conocemos como
“pluralidad” o “diversidad” en la información”2.
2 Informe Anual de la Relatoría para la Libertad de Expresión 2004, pp. 131, OEA, junio, 2004.
3 “Según ha señalado Habermas, a todo acto de comunicación lingüística subyace una necesidad de
entenderse con otro, la cual se expresa en la pretensión de validez con que realiza sus actos de habla. Sin
esa pretensión de entendimiento, la coordinación de acciones resultaría inviable. Desde esta perspectiva,
el entendimiento lingüístico opera como un mecanismo de coordinación de la acción, esto es, modula los
planes y fines de quienes interactúan a través del lenguaje. Así, para este autor, la comunicación no puede
concebirse sin el entendimiento y, por lo tanto, realizar acciones comunicativas, implicará necesariamente
plegarse a los requisitos que hacen que el entendimiento sea posible y que tenga sentido; de ahí que
comunicarse, en el contexto de la teoría habermasiana, implique orientarse al entendimiento con la más
alta racionalidad posible (...). Sin embargo, como ha señalado García Amado, “cuando no ocurre así,
cuando a sabiendas se busca un consenso no libre, cuando se manipulan razones y se instrumentaliza a los
interlocutores, se está haciendo una utilización parasitaria del lenguaje, no congruente con la función
social inscrita en sus mismas estructuras. Estamos entonces ante la acción orientada al éxito, que
contrasta con la originaria acción comunicativa, orientada al entendimiento”, Jurado Romel,
“Aproximación al derecho a la comunicación desde el pensamiento de Jurgen Habermas”,
MEDIACIONES-CIESPAL, QUITO, abril de 2010.
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resultados de la investigación encargada a Guillermo Mastrini y Martín Becerra
en el año 2002 por el Consejo Regional del Instituto de Prensa y Sociedad,
IPYS. Estudio que fue presentado bajo el título Periodistas y Magnates:
Estructura y concentración de las industrias culturales en América Latina, y que
arroja esclarecedoras conclusiones sobre la estructura de mercados culturales
y de las telecomunicaciones; establece los niveles de concentración de los
medios mediante un índice de concentración (IC) del sector
infocomunicacional; y finalmente, nos muestra de cuerpo entero a los
principales grupos infocomunicacionales que operan en cada país de América
Latina.
Por otra parte, pero del mismo modo -aunque desde la década de los noventa-
el rol de los organismos encargados de la regulación de las telecomunicaciones
puede describirse, sin exageración alguna, como el de guardianes públicos de
los intereses privados de las grandes empresas transnacionales que operan en
el sector, principalmente en materia de telefonía móvil y provisión de servicios
de internet. Añadiendo que la explotación de la telefonía móvil en América
Latina se hace por dos y máximo tres grandes operadoras, que juntas controlan
al menos el 90% del mercado en cada país de la región.
4 Dromi, Roberto, Convergencia tecnológica: telefonía, televisión e internet, Ciudad Argentina, Buenos
Aires, 2008.
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operadoras de telecomunicaciones sin pedir ninguna licencia para el efecto, y
que fue parcialmente invalidada por la Corte Suprema de México en junio de
2007.
Pero también las grandes empresas de telefonía móvil quieren aprovechar las
redes públicas de telecomunicaciones que usan para prestar sus servicios, y
sobre esa plataforma tecnológica convertirse en emisores de programación
audiovisual, esto es, en medios de comunicación social.
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accesibles a todos y todas, es decir, de modo que la libertad de expresión se
convierta, de un privilegio de pocos, a un derecho del cual todos tenemos
oportunidades reales (y no solo declarativas) de disfrutar.
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3.1. La cuestión de la convergencia tecnológica.- Como ya hemos señalado,
dado que la tecnología disponible permite transmitir por la misma red de
telecomunicaciones señales de radio, televisión, telefonía e internet, no tiene
sentido que el órgano de control preserve la diferencia entre transmisiones y
telecomunicaciones que resulta anacrónica, no solo desde la mirada técnica,
sino también desde la dinámica empresarial y social que genera la
convergencia tecnológica en la era de la información y el conocimiento.
a) Organizar la planificación del sector de modo que, más allá de los legítimos
réditos económicos que puedan obtener las empresas mediáticas y de
telecomunicaciones, los recursos públicos y privados que se ponen en juego en
el sector sirvan para aumentar las oportunidades de desarrollo de las personas
y ampliar el ejercicio de sus derechos fundamentales, en especial, de la libertad
de expresión.
En algunos países de la región esta competencia implica que dentro del Plan
Nacional de Desarrollo se establezca con claridad el papel que juegan las
industrias culturales, las empresas infocomunicacionales, los medios de
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comunicación, las redes nacionales de telecomunicaciones, el
aprovechamiento del espacio radioeléctrico y la órbita satelital.
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que existen en el sector no es fácil de concretar en la práctica, sobre todo, en el
contexto de las leyes vigentes en los países de la región.
Por otra parte, aunque la composición del órgano de control definido en las
leyes de Telecomunicaciones no incluye, por lo general, a representantes de
las empresas de telefonía móvil y otros servicios de TIC, lo que sí contempla es
una designación de la mayoría de sus miembros por parte del Poder Ejecutivo,
con la carga de discrecionalidad que ello implica.
Sin embargo, de los efectos perjudiciales que esta forma de integrar los
órganos de control ha generado, es indiscutible que para ordenar el sector y
tener un ente de control cuyas decisiones sean aplicables, esta institución debe
ejercer la autoridad y el poder que solo el Estado puede otorgar. En tal sentido,
por muy autónomo o independiente que sea el órgano de control, no puede ni
debe dejar de ser una entidad pública.
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Con plena aceptación de que el órgano regulador necesariamente es una
entidad pública que no puede evadir cierto grado de influencia legítima de los
poderes públicos y los actores políticos que los ejercen, que dicho sea de paso
no en todos los casos es indeseable, se formulan las siguientes
recomendaciones orientadas a garantizar lo más posible su independencia y
autonomía:
c) Al menos 75% de los miembros del Directorio del órgano de control deben
ser nombrados por el Poder Legislativo.
d) Los integrantes del Directorio del órgano de control deben ser nombrados de
entre un conjunto de postulantes que a su vez hayan ganado un concurso
público de méritos y oposición, en el que estén previstos mecanismos de
impugnación y tacha de los postulantes.
f) Las decisiones del Directorio del órgano de control se tomarán por mayoría
absoluta de sus miembros, y deberán ser en todos los casos fundamentadas
jurídica y técnicamente.
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3.4 La cuestión de la transparencia y rendición de cuentas del órgano
regulador.- También, en el Compromiso con la Libertad de Expresión suscrito
el año pasado, se señala que el órgano de control debe “ser formalmente
responsable ante la sociedad, dotándola de mecanismos idóneos para ello”, así
como “ser transparente y abierta al público en las juntas de procesos
deliberativos, buscando involucrar la participación ciudadana”.
c) Las reparaciones económicas en favor de los ciudadanos a que den lugar las
decisiones o actuaciones ilegítimas del órgano regulador deberán ser
satisfechas por el Estado, sin perjuicio de que éste ejerza su derecho de
repetición en contra de los miembros de dicho órgano que actuaron dolosa o
negligentemente en la causación del daño a los derechos de los ciudadanos.
d) Cada cinco años los gobiernos deben financiar una auditoria integral de la
distribución y aprovechamiento de las frecuencias de radio y televisión así
como de las redes públicas de telecomunicaciones. Los resultados de dicha
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auditoría deberán ser publicados íntegramente en la página web del órgano
regulador, así como en los sitios web de los poderes Ejecutivo y Legislativo.
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