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21 de Mayo de 2010

Mayagüez, Puerto Rico


A Dra. Rosa Fernanda Martínez Cruzado

El cierre de los portones no es la hecatombe ni el fin del mundo, el cierre de la


Universidad Publica sí lo es

Recientemente leí, admito que con mucho pesar, una “Propuesta de Salida Airosa” que
usted, entre otras personas, suscribía. El esbozo es genial y, en principio, nadie podría estar
en desacuerdo con lo que allí queda estipulado. ¿Quién no desea que se abran de una vez los
portones para poder concluir las labores académicas e investigativas que son la razón de ser
de la Universidad? Reconozco, porque tuve el placer de conocerle, que su interés es genuino
y su preocupación por la reanudación de las actividades universitarias descansa en una
profunda noción de justicia y defensa de la educación pública; su compromiso con la
educación superior de excelencia es incuestionable. Sin embargo, permítame diferir de los
argumentos y señalar, desde mi perspectiva, algunos puntos débiles en el análisis.
La propuesta, en resumidas cuentas, señala la necesidad de que se reabran los
portones a la vez que exige a la administración universitaria que las negociaciones continúen,
aún con los portones abiertos. Este sería, en el mejor de los casos, el escenario ideal, algo así
como los arquetipos platónicos. Todos los universitarios aspiramos a construir una institución
verdaderamente democrática en la que podamos dirimir nuestras diferencias a través del
diálogo. Sin embargo, los procesos actuales de toma de decisiones son muy poco
democráticos y se caracterizan por desalentar las participación de aquellos que
verdaderamente conforman la comunidad universitaria. Además, confiar que las
negociaciones continuarán, aún cuando se levante la huelga, es demostrar cierto grado de
ingenuidad que no es permisible en ningún proceso político. Los estudiantes agotamos todos
los medios y recursos posibles sin que nuestros reclamos fuesen atendidos con seriedad y
prontitud. No fue hasta que se cerraron los portones que la administración accedió a negociar.
Por último, ¿qué confianza podemos depositar en burócratas que han recurrido a todas las
formas de intimidación para destruir el movimiento estudiantil antes que sentarse de buena fe
en la mesa de negociaciones? Recordemos que estos son los mismos administradores que nos
han llevado a los tribunales, han utilizado las fuerzas represivas del Estado contra nostros e
incluso prohibieron que se nos entregaran alimentos, violando de esta forma derechos
humanos fundamentales, actuaciones que muy bien podrían ser consideradas delitos contra la
humanidad. Pedir que se abran los portones, confiando únicamente en la buena fe de los
administradores es jugar el jueguito de los que tienen el poder. Ante esta situación, ninguna
persona que se llame a sí misma humanista podría permanecer neutral. Cuando existen
relaciones de poder, como la que ocurre entre los administradores que disfrutan de todas las
prerrogativas y los estudiantes que poseen ninguna, permanecer neutral, o al menos intentar
hacerlo, termina por favorecer a los poderosos.
Por otro lado, la carta parecería señalar que aquellos de nosotros que nos encontramos
en los portones lo hacemos por puro capricho y no porque nuestras convicciones sean lo
suficientemente justas para ameritar este tipo de acciones. ¿De qué otra forma hubiésemos
garantizado que la administración por fin se sentara a negociar? La huelga es el recurso más
contundente que tenemos los estudiantes para garantizar que nuestras voces tengan
resonancia y trasciendan las estructuras de gobernabilidad de la Universidad, por demás muy
poco democráticas. Además, el método de lucha no es un fin en sí mismo, es decir no
estamos cerrando los portones solo porque los queremos cerrar. La huelga persigue un fin
mucho más grande, que traspasa los compactos muros de la Universidad. Esta es la huelga en
defensa de la educación pública y la Universidad del pueblo trabajador. Es preciso agudizar
la visión para reconocer que, en ciertos casos, es necesario hacer sacrificios, incluso el más
solemne que es entregar la vida misma, para no claudicar ante la injusticia y la opresión.
Cerrar los ojos ante esta realidad no es solo detrimental para el concepto mismo de
universalidad humana que el humanista reconoce como elemento constitutivo de la
Universidad, sino que denota cierto grado de individualismo incapaz de anteponer intereses
colectivos a los intereses personales o individuales.
Es momento de permitirnos a los estudiantes ser actores y participes de la historia que
nosotros mismos estamos escribiendo. De igual forma, es responsabilidad de todos participar
de este proceso, que es también un proceso educativo. En los portones se construye una
nueva y verdadera Universidad, alternativa y crítica ante el sistema y la injusticia. La huelga
no es el presagio del fin del mundo, sino el advenimiento de un mundo mejor.

Muy respetuosamente,
Josua O. Aponte Serrano

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