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Moritz Hess: el rabino rojo amigo de Marx

Por Nicolás González Varela

“Lo esencial es la negación”:


“Al ‘servicio de Dios’ se lanzaron los curas; al
‘servicio del Estado’, los reyes, aristócratas y
otros ambiciosos y egoístas, locos y
embusteros, pretextando ser los
representantes de los ‘intereses generales’.
Pero vivían del sudor y de la sangre de sus
subordinados, mientras vociferaban el
sacrificio como la más alta virtud”. Tales
eran las indignadas palabras escritas en
1843 por un joven renano, desclasado,
autodidacta, renegado, que escribiría el
primer libro socialista en Alemania y que
convertiría al comunismo, gracias a su
personalidad y prédica, nada menos que a
Engels y Bakunin. Será una influencia
duradera en el mismo Marx. Su nombre era
Moritz, “Moisés”, Hess. Hay personajes de la historia intelectual que tienen un
destino doblemente trágico: no han sido comprendidos en su época pero
tampoco lograron el reconocimiento de las generaciones futuras. Es el peor
lugar del limbo historiográfico. No han llegado a ser ni siquiera póstumos; sus
obras siguen ignoradas al día de hoy. Son animales teórico-prácticos (donde
muchas veces su práctica es la verdadera teoría), sin lugar en la clasificación
habitual de la historia de la cultura oficial. Son inclasificables además porque
sus metas y objetivos aparentemente han sido derrotados en toda la línea.
Además desde el punto de vista de la teoría radical son autores-detritos,
necesarios pero secundarios, meras estaciones de paso en el desarrollo y auge de
las biografías de las grandes vacas sagradas. Como tantos otros, Hess
permanece a la sombra de los titanes de la época, no tiene lugar salvo como
intermezzo y etapa descartable, una antítesis molesta. Su destino le ha colocado
en medio de Fichte, Hegel, Feuerbach, Marx, Lasalle, Bakunin. La propia
historiografía marxista, ya sea la “segundointernacionalista” (Mehring, Mayer,)
tanto como la “tercerointernacionalista” (Cornu, Lúkacs y la escuela stalinista),
lo colocan en un limbo intermedio pero marginal. El anarquismo no lo
considera un retoño propio. Parte de culpa la tienen sus propios textos,
inhallables en muchos idiomas (y muchos ilegibles a nuestros ojos), parte de
culpa su propia interpretación de qué es una teoría para cambiar el mundo,
parte la propia personalidad de Hess, quien nunca enalteció ni pretendió
elaborar como marca registrada sus ideas más radicales y novedosas. El primer
comunista de Alemania sigue en la oscuridad injusta en que fue colocado hace
dos siglos.

Vida de Hess: nació cerca de Bonn un 21 de enero de 1812. Fue el primogénito


de cinco hijos de una familia rica judía emigrante de Polonia. Karl Marx fue un
chico con suerte, que creció en una familia unida y confortable en un barrio
burgués de Trier y Friedrich Engels en la seguridad y la riqueza de un hogar de
industriales de Barmen. Hess tuvo una infancia llena de privaciones y
humillaciones, dentro de un ghetto urbano. Su bisabuelo, David Tebli Hess,
había sido el líder espiritual y rabí de la ciudad de Mannheim. Poco se sabe de
su abuelo paterno Nathan, excepto que se mudó a Bonn donde estableció un
almacén general; tendrá un rol fundamental en la educación en los primeros
años de Hess. Entre 1795 y 1814 Bonn, y toda la Renania, fueron anexadas a la
Francia jacobina y estuvieron bajo el influjo del “Codex” civil napoleónico. Entre
otras cosas los judíos fueron reconocidos como ciudadanos de pleno derecho y
los ghettos eliminados por completo. La libertad no sólo era teórica: se desplegó
la idea de autonomía personal, oportunidades de ascenso social, secularización y
liberalismo económico. Gracias a la incorporación en 1806 al imperio
napoleónico, Renania tuvo un ascenso impetuoso en la revolución industrial: se
eliminaron las aduanas interiores, se universalizó el derecho mercantil burgués,
se impuso el trabajo asalariado, se ejecuta una profunda reforma agraria, se
establece el estado de derecho con tribunales populares. La industria renana
asciende, desde las tejedurías textiles de algodón y lana en Barmen y Elberfeld
(el padre de Engels), a la industria metalúrgica en el Sarre y Eifel. Ya se han
echado las raíces para el despegue del liberalismo renano y su modelo de
desarrollo capitalista. Un contraste con el retraso y el oscurantismo del resto del
antiguo imperio germánico. El padre de Moritz, David, tenía cuatro años cuando
las vergonzosas puertas herméticas del viejo ghetto fueron derribadas con
hachas por las tropas jacobinas de Napoleón. David y su esposa, Helena, se
trasladaron a la ultra católica Colonia para mejorar su situación económica,
Colonia que durante 300 años había prohibido la presencia de judíos dentro de
sus murallas. Su padre abre otro almacén donde trabaja duro y a destajo; le van
bien las cosas y veinte años después crea, con un socio alemán, una compañía
industrial para la refinería del azúcar de remolacha (un invento napoleónico), la
“Hess&Horst”, empresa que aún sobrevive. Moritz tendrá cinco años cuando su
familia parta para Colonia, alrededor de 1817. Las épocas han cambiado:
Waterloo, la batalla perdida por Napoleón en el barro de Hougomont frente a la
reacción europea en 1815, produjo un cataclismo social y cultural: Renania fue
anexionada por Prusia y el rey Federico Guillermo III reimpuso todas las
antiguas restricciones y las formas feudales, incluidas las restricciones a los
judíos. La mayoría de ellos no pudieron soportar un regreso al humillante
“apartheid” y aceptaron el bautismo con grados de cinismo variable. Ludwig
Börne, el periodista radical, cambió su nombre y fe el mismo día sin problemas;
el padre de Marx, Heinrich, un abogado voltairienne, hizo lo mismo; el poeta
Heine, el hegeliano de izquierdas Eduard Gans, el hegeliano de derechas Ludwig
Stahl o los hijos del filósofo Mendelssohn son los casos más famosos de los
convertidos al cristianismo. Una minoría reaccionó de forma opuesta, entre
ellos el padre de Moritz. Para tener una educación elemental en las
Volksschulen de la época el niño debía ser bautizado. Confrontado con el mismo
dilema que el padre de Marx (que se bautizó primero él y luego a sus hijos)
David toma la decisión opuesta: envía al niño de regreso con su abuelo a Bonn,
quién tenía una tradicional escuela talmúdica. A su abuelo todavía lo recordaba
Moritz cincuenta años después: “Era extremadamente ortodoxo, un hombre
muy versado en las Escrituras, que tenía el título y los conocimientos de un
rabí… estudiaba todos los días el Talmud hasta pasada la medianoche… la nívea
barba del riguroso anciano se empapaba de lágrimas durante la lectura de la
historia de la expulsión de los judíos de Israel…”. Moritz creció así lejos de sus
padres, aunque sabemos que su madre le visitaba de vez en cuando hasta que
murió de neumonía en 1825. Tenía 38 años. A los quince años su padre lo llama
de Colonia para introducirlo en los negocios familiares. A los dieciocho el padre
le permite inscribirse como oyente en la Universidad de Bonn, ya que nunca
había terminado el bachillerato; la experiencia académica lo dejo impasible. A
escondidas de la estricta vigilancia paterna se atiborra, como el joven Engels, de
novelas románticas y de aventuras. Tuvo una profunda crisis religiosa hacia
1829 (como Marx tuvo la suya en 1837) que le hizo rechazar en bloque la
identidad ortodoxa del Talmud. En pleno auge de los movimientos radicales de
los estudiantes contra el gobierno prusiano, el “Burschenschaft”, Hess se ve
llevado por el romanticismo y las ideas francesas socialistas de un nuevo mundo
moral gracias a la influencia de Fichte y Hegel. Devora libros de Spinoza,
Goethe, Madame de Stäel. La situación paterna se agrava en un clima de
represión y avaricia y a los veintiún años Moritz decide abandonar su hogar. Se
refugia en Holanda, no sin antes haber vendido una consigna de café de la
empresa familiar, dinero que le enviará un primo cómplice desde Bonn. En el
medio hay un affair amoroso con Lena, una joven sirvienta judía al servicio de
su padre. Por supuesto, a esta altura Moritz es un ateo militante. Sus cartas a
parientes y amigos están repletas de citas de Rousseau, de Epicuro, Helvecio y,
en especial, del Système de la Nature de D’Hollbach. El Coffee Coup falla, el
correo holandés no encuentra el domicilio de Moritz y regresa el giro al
domicilio de la empresa. Su padre descubre en un momento la conexión entre el
faltante de dinero, la desaparición de su hijo y Lena.

Alemanes en París: Los siguientes pasos de Hess, ya en la total miseria (más


penosa que la de Marx) son un misterio que sus biógrafos no han podido
aclarar. Al parecer deambuló por Inglaterra y Francia; en París se habría
conectado con los círculos y clubes de trabajadores alemanes exiliados. París era
en esa época la “La Mecca del socialismo”, la “Nueva Jerusalén” de las utopías
revolucionarias. Se podía hallar los representantes más abigarrados del
socialismo de la época: junto a economistas burgueses socializantes (Sismondi,
Buret) había socialistas cristianos (Lamennais, Buchez), saintsimonianos
(Bazard), fourieristas (Consideránt), socialistas reformistas hegelianos (Leroux,
Pécqeur, Proudhon), socialdemócratas prácticos (Blanc, Ledru-Rollin, Flocon),
socialismo feminista (Tristán), comunistas científicos (Cabet, Dézamy, Gay),
babouvistas (Blanqui, Charavay), etc.. A lo que se le sumaba una lista
impresionante de revistas, periódicos, folletos especializados (por ejemplo: se
contabilizan más de ¡cuatrocientas publicaciones mensuales de perfil
fourierista!) disponibles en los cabinets de lectura (como el de Montpensier
frecuentado por alemanes y citado en el libro de Marx y Engels “Die Deutsche
Ideologie”, en el capítulo sobre Karl Grün) y en la red de cafés literarios-
políticos. Y no es broma: los archivos policiales identificaban al sujeto peligroso
y a continuación de su domicilio se anotaba el café al que frecuentaba. Fue
conocida como la Âge du’Or del socialismo en Francia. París era además la
ciudad de las revueltas y las rebeliones urbanas: Hess seguramente vio los
efectos de la insurrección de junio de 1832 preparada por la “Societé des Amis
du Peuple” (Blanqui y Barbés) y otras asociaciones republicanas. Victor Hugo
inmortalizará su principal episodio sangriento, con cientos de víctimas
inocentes, en “les barricades de la rue du cloître Saint Merri”, en Les
Miserables. Pero lo más importante es el contacto con los “Straubinger”, los así
llamados artesanos alemanes influenciados por ideas owenistas, fourieristas,
charbonnieres, saintsimonianas y por la actividad del sastre Weitling, futuro
líder de la “Liga de los Justos” y autor de la primera profesión de fe comunista.
A partir de 1832 los trabajadores alemanes contaban con su propias
organizaciones de apoyo mutuo y capacitación política: la “Deutsche
Vaterlandsverein”, la “Deutsche Volksverein” y a partir de 1834 la “Bund der
Geächteten” (Liga de los Proscriptos). Muchos de los emigrantes alemanes
acompañaron a sus camaradas franceses en las barricadas y sufrieron la
represión, la muerte o el exilio. Hess calcula, en una carta de aquellos años, que
viven y trabajan en París alrededor de 85.000 trabajadores alemanes, casi un
10% de la población, la mayoría sastres y ebanistas (trabajadores en un 85%, el
resto son periodistas, artistas, etc.). Será el mismo ambiente que encontrará un
tal Karl Marx en 1844 durante su primer exilio.

Regreso y consolidación: agotado y pobre volverá a la casa paterna ¡a pié!,


previa reconciliación y perdón. Trabaja en la refinería, el padre no le da ni un
céntimo, sólo casa y comida. Planea la independencia económica y a la vez su
formación, su Bildung: “Latín por la mañana, aritmética por la tarde temprano,
después inglés, historia, lecturas variadas”, anota en su diario. Su copiosa lista
de lecturas es variada y transversal, incluye historia universal, de Napoleón,
física y fisiología: los autores son Comte de Ségur, Benjamín Constant, Victor
Hugo, Chateubriand, Goethe, Schiller, Heine, Mendelssohn, Fichte, Hegel y
siempre Spinoza. El resultado de su vida y sus reflexiones será un extraño libro
publicado anónimamente por una importante editorial de Stuttgart en 1837, Die
Heilige Geschichte der Menschheit. Von einem Jünger Spinoza (La Historia
Sagrada de la Humanidad. Por un discípulo de Spinoza”). 1 Una edición de lujo,
en 16 octavos, 346 páginas a las que nadie prestó atención. La importancia
radica no en su discusión y debate (pasó totalmente desapercibido, sólo tuvo
dos pequeñas recensiones) sino en que tiene el mérito de ser el primer libro
socialista en lengua alemana, escrito un año antes del libro sobre comunismo y
cristianismo de Weitling. Además es seguro que tuvo una influencioa nada
despreciable en la orientación del joven Marx hacia una lectura detenida de la
obra de Baruch de Spinoza. El tema central consiste en que el género humano
puede recuperar su perdida unión con Dios, por lo que el comunismo del futuro
se deduce del pasado; la sociedad comunista repararía, por medio de la igualdad
y la libertad, la escisión entre los hombres causada por la propiedad privada. La
desigualdad es la causa de todos los males: “La necesidad física que ahora
comienza a predominar está causada por la creciente riqueza de una parte de la
sociedad y la creciente pobreza de la otra. Esta discordancia, desigualdad y
egoísmo, llegarán a ser aún mayores. Alcanzarán un nivel que aterrará hasta al
más estúpido e insensible…” En un principio los hombres vivieron en una
sociedad indiferenciada de espíritu y materia, condición primitiva para la
invención de la propiedad. La nueva Harmonie, según Hess, consistía en una
nueva distribución, una nueva “humanidad social” en que la propiedad de los
medios de producción (la forma social de la avaricia codiciosa), junto con la

1
Publicado con el seudónimo de “Un discípulo de Spinoza”: Die heilige Geschichte der
Menschheit von einem Jünger Spinozas, Stuttgart, 1837, re-editado por la editorial Gerstenberg,
Hildesheim, 1980. Véase el artículo de Nathan Rotenstreich “Moses Hess — ein Jünger
Spinozas?”, en: Archiv für Geschichte der Philosophie, Volume 71, Issue 2, pp. 231–247. Hess
tuvo enorme influencia en el joven Marx hasta bien entrado los años 1840’s.
competencia y la división del trabajo embrutecedora, fuera abolida para
siempre. Para lograr este ideal los hombres deben (en el espíritu de Fichte)
obedecer el imperativo moral de buscar la vida santa en el recíproco sacrificio de
sí. Hess recordará su primera obra con humor: “En esta época, que sólo podía
engendrar obras mal recibidas, el autor de estas líneas publicó su primer librito
socialista, que también fracasó y desapareció sin dejar rastros”. Lo importante
es que Hess condensa su propia experiencia como trabajador emigrante, su
desarrollo intelectual y el “uso” de las nuevas ideas socialistas y comunistas
francesas, en especial de Saint-Simon, Blanqui, Leroux, Caset… Hess, en un
estilo apostólico, desmañado y ecléctico, hoy ilegible (evitando la censura),
había trazado todo un programa comunista, una teoría de la concentración
económica, de la pauperización y el salario relativo, anticipándose en casi ocho
años a las tesis del joven Marx en los famosos Manuscritos de 1844. De oyente
en la Universidad de Bonn, Hess conoce a Berthold Auerbach, los une el amor
por Spinoza. Auerbach estaba haciendo su carrera para rabino, estudió leyes y
derecho en tres universidades, había publicado una novela filosófica, Spinoza,
Ein Denkerleben (“Spinoza, la vida de un Pensador”)2 y había traducido al
alemán unas obras escogidas de Spinoza, pero lo más importante es que
introdujo a Hess en los Frankfurt’s literati. Hess interviene en el debate entre la
izquierda y la derecha hegeliana con un nuevo libro: Die europäische Triarchie
(“La Triarquía Europea”), parodiando el título de un libro reaccionario, “Die
europäische Pentarchie”, que abogaba por una alianza conservadora de Rusia,
Prusia, Austria, Francia e Inglaterra. Editado por O. Wigand en Leipzig, no por
casualidad: es el editor de Feuerbach, Bauer, Stirner y en 1845 publicará el libro
del joven Engels sobre la situación de la clase obrera inglesa; Wigand, por esas
cosas del destino, imprimirá la primera edición de Das Kapital en 1867. En una
larga introducción, Hess consideraba a Hegel como el fin de la filosofía y su
punto más alto, señalando el error de no haber desarrollado una filosofía de la
acción humana; al mismo tiempo entablaba una discusión con sus discípulos
reclamándoles que había que volver a Hegel a la tierra. A este propósito Hess
defendía (de ahí el título del libro) una síntesis revolucionaria entre los recursos
espirituales y teóricos de Alemania, la experiencia práctica de Francia y el
reformismo británico. Así el hombre debía recuperar su autonomía, gracias al
concepto de acción, que aquí aparecerá por primera vez y será, en adelante, el
tema central de Hess. El quinto capítulo del libro, “Nuestro futuro, o la Libertad
Social y Política”, quizá el más importante, proponía ideas de vanguardia: la
abolición de la propiedad privada era esencial en todo nuevo orden social:
“¿Cómo puede hablarse de una reconciliación objetiva en un mundo en el que
todavía vemos, de una parte, cómo la riqueza aumenta, y, de otra, como la
miseria se destruye a sí misma, en su propia sangre y en su propio sudor?”. El
libro causó sensación entre los jóvenes hegelianos, incluido Marx; por primera
vez llevaba el conocimiento del comunismo a los círculos intelectuales y
universitarios, situaba las cuestiones sociales en primera fila y su hilo rojo no
era “lo político” (como en Robespierre o Heine) sino la cuestión social. De hecho
Hess comparaba a Hegel con Saint-Simon y a Fichte con Proudhon. Además
defendía la idea de superar la filosofía por medio de una teoría de la acción.
Como el propio Hess reconoció después “el principal servicio del libro fue el que
presentó al público, de un modo velado y misterioso, una idea que todavía no
podía ser expresada de una manera clara y precisa… la idea de socialismo”. El

2
Auerbach, Berthold; Spinoza, Stuttgart, 1837.
caso es que Hess era un comunista por pleno derecho, el más antiguo socialista
alemán, el primer discípulo de los franceses igualitarios, un tardío seguidor de
Babeuf y un fichteano radical. Tenía 28 años.

Fichte revolucionario: si Hess fue poco leído y mal digerido, el filósofo


Fichte sufrió un sino parecido. Su filosofía pasó a ser leída con las anteojeras de
Hegel, quien lo redujo en su propia autocomprensión filosófica, a una mera
estación de “idealismo subjetivo”, a la que se opondría Schelling con su
“idealismo objetivo” y cuya síntesis sería la propia filosofía de Hegel, que las
superaría conservando ambos momentos. Hoy sabemos que Fichte fue un
profundo y audaz pensador político, que desarrolló una teoría de la autonomía,
una filosofía de la acción y que influyó poderosamente en los jóvenes
hegelianos. Pero la participación de Fichte en el desarrollo del materialismo
práctico (e indirectamente en la génesis del marxismo clásico) está por
estudiarse. La inversión o torsión que Hess realiza sobre Hegel es de inspiración
fichteana, criticándole el aspecto contemplativo y exigiéndole la dimensión de
futuro y una teoría de la acción. Hess convirtió a Engels, desde su owenismo
ingenuo, al comunismo; según su propio testimonio, al escribirle a su amigo
Auerbach en junio de 1843: “Ahora se encuentra en Inglaterra otro de los
hegelianos, que está escribiendo una obra monumental sobre este asunto (“La
situación de la clase obrera en Inglaterra”). Con él mantengo un estrecho
contacto. Resulta que el año pasado, cuando estuve a punto de ir a París, vino de
Berlín a Colonia. Hablamos sobre los problemas del momento, y él, un
revolucionario del primer momento, se separó de mí como el más ferviente
comunista…”. El joven Engels le devolverá el cumplido y destacará su
importancia en un artículo escrito para el diario The New Moral World firmado
como “un viejo amigo de Alemania” el 13 de diciembre de 1844, con el título
“Rápidos avances del Comunismo en Alemania”: “Las personalidades literarias
más activas entre los socialistas alemanes son el Dr. Karl Marx, en París; el Dr.
Moses Hess, actualmente en Colonia; el Dr. Karl Grün, en París; Friedrich
Engels, en Barmen (Prusia renana); el Dr. Otto Lüning, en Rheda, Westfalia: el
Dr. Hermann Püttmann, en Colonia y algunos escritores más… ”. En efecto, los
artículos publicados por Hess entre 1842 y 1843 en Einundzwanzig Bogen aus
der Schweiz (“Veintiún pliegos desde Suiza”) —aparecida en Zürich por
problemas de censura— sucesivamente, “Socialismo y Comunismo”, “La libertad
una y total”, “Filosofía de la Acción”, ilustran perfectamente su talante
fichteano, antihegeliano y materialista revolucionario. Tanto que el mismo
Marx, en los Manuscritos de París de 1844 destaca su valor: “Los trabajos
alemanes fundamentales y originales acerca de esta ciencia (el socialismo y el
comunismo) se reducen, fuera de los escritos de Weitling, a los artículos de Hess
escritos en los Einundzwanzig Bogen aus der Schweiz, al “Esbozo de una crítica
de la Economía Política” de Engels en los Deutsch-französische Jahrbücher…”
Hess —gracias a la edición del Nachlass por el hijo de Fichte, Hermann,
publicada entre 1834 y 1835 (volumenes IX, X y XI de los Fichtes Werke)—
podía disponer de una compilación de la filosofía política fichteana y utilizarla
como caja de herramientas en el desarrollo de la inversión de Hegel. La
propuesta de una filosofía de la reflexión superadora que permitiría una ciencia
práctica de la autoproducción y la autonomía. No sólo eso: gracias al idealismo
radical de Fichte se podía cuestionar el presupuesto ontológico (no filosófico) de
la propiedad privada que funda la institución del estado. Además Fichte había
asimilado la teoría revolucionaria de Graccus Babeuf y asumido la figura de la
mediación de los “impropiétaires” (no-propietarios), término que traduce como
Nichteigenthümer, quienes en su combate de vida o muerte son los únicos
capaces de extirpar la perniciosa institución de la propiedad, como lo señala en
su Staatslehre (Doctrina del Estado). Fichte oponía a la burguesía con el
proletariado como una lucha sin cancelación posible entre dos Grundklassen y
es la primera vez que aparece en una filosofía política desde los textos populares
saint-simonianos de la década de 1830. Hess tenía enorme interés en insertar la
metafísica de la actividad de Fichte con la doctrina de la sustancia de Spinoza:
“No es el ser sino la acción, lo primero y lo último… Ha llegado el momento de
que la filosofía del espíritu se convierta en una filosofía de la actividad. No tan
sólo el pensar sino toda la actividad humana deben ser elevadas a un plano en el
que toda oposición desaparezca… Fichte ha ido, a este respecto, más lejos que
los últimos filósofos (Hegel, Feuerbach, Bauer)”. El anarquismo es para Hess,
siguiendo a Fichte, “la negación de toda dominación en la vida espiritual y
social”. No es casual que Hess afirme que el objetivo del nuevo idealismo y del
comunismo sea el mismo: no conservar de lo antiguo más que la idea de
actividad práctica. “Si la filosofía no quiere volver al dogmatismo, debe pasar
sobre sí misma en orden a la acción para lograr lo positivo...”. Ya Karl Friedrich
Köppen, profesor de historia y amigo íntimo de Marx, había escrito un artículo
en el libro de artículos Anekdota zur neuesten Philosophie und Publizistik en
1843, “Fichte und die Revolution”, donde señalaba el rumbo a los jóvenes
hegelianos: “Ahora que el impulso hacia un desarrollo político libre también ha
cobrado fuerza entre nosotros… comprenderemos mejor las palabras del más
puro, más decidido y más sólido de carácter entre los filósofos alemanes…”. Fue
durante este período cuando Hess conoció al joven Marx por primera vez. Marx
había viajado a Bonn en abril de 1841 a colaborar con Bruno Bauer (quién había
fundado el Doktorklub en 1837, círculo de los jóvenes hegelianos) y todavía
tenía esperanzas de hacer una carrera académica. Hess quedó impresionado,
como relata en una carta: “Te alegrarás de poder conocer aquí a un hombre que
ahora también formará parte de nuestros amigos... Se trata de una personalidad
que, a pesar de que me muevo en el mismo campo, ha producido en mí una
enorme impresión. En resumidas cuentas: puedes prepararte a conocer al
máximo, acaso el único auténtico filósofo actualmente en vida, que muy pronto,
en cuanto se presente públicamente (en escritos y en cátedra) atraerá la mirada
de Alemania... Siempre había deseado tener a un hombre así como profesor de
filosofía. Ahora me doy cuenta de lo ignorante que soy en el campo de la
filosofía pura... El Doctor Marx, así se llama mi ídolo, es un hombre todavía
joven (tendrá a lo sumo veinticuatro años), que asestará el golpe mortal a la
religión y a la política medievales. Combina la más profunda seriedad filosófica
con el chiste más mordaz. Imagínate Rousseau, Voltaire, Holbach, Lessing,
Heine y Hegel combinados en una sola persona; digo ‘combinados’, no
amontonados. Y entonces tienes al Doctor Marx...” Hess sólo se equivocaba en
una cosa: Marx sólo tenía veintitrés años.

Jóvenes hegelianos y liberales renanos en la “Reinische Zeitung”: los


discípulos de Hegel (los de izquierda, también llamados los afrancesados,
Affranchis) y los liberales renanos se confabularon en una empresa periodística
contranatura, curiosa e inédita: un periódico llamado “La Gaceta Renana”.
Aquí la carrera pública y política de Marx es impulsada por una formación de
compromiso, una alianza entre una fracción de la burguesía liberal renana y un
colectivo de filósofos, ensayistas, autodidactas. O sea: Marx no entra a la política
por su adhesión o afinidad con el proletariado, sino a la inversa, ingresa en la
política en una experiencia liberal y demócrata burguesa que lo llevará a una
experiencia comunista. Izquierdistas y padres fundadores del anarquismo y el
comunismo (Hess, Engels, Marx, Stirner) se abrazan con los padres del
capitalismo liberal renano (Camphausen, von Mevissen, Hansemann). Como
Hess lo vio, la fórmula inédita tenía dos componentes: intereses económicos
capitalistas buscando con desesperación su expresión política e intereses
políticos radicales buscando desesperadamente sostenes financieros para salir
del ghetto intelectual. Sólo puede compararse a las extrañas alianzas prácticas
del saintsimonismo en Francia en la misma época. La “Reinische Zeitung für
Politik, Handel und Gewerbe” (“Gaceta Renana, para la Política, el Comercio y
la Industria”) es una verdadero “Bloque Histórico” en el sentido de Gramsci o
una formation de compromis en la jerga psicoanalítica, un equilibrio frágil al
filo del estallido. Uno de los creadores, impulsores y jefes redactores del
proyecto no es otro que Hess, a quien se define como verdadera alma del
proyecto. Su primer número saldrá el 1º de enero de 1842, el equipo de
redacción lo cubren Hess (quien también es el encargado en Francia, aunque no
le han dado el cargo de jefe de redacción debido a la desconfianza de los
accionistas), Friedrich List (el futuro ideólogo de la economía cerrada y de la
unión aduanera alemana), quien reemplazará al Dr. Höfken (economista de la
línea proteccionista de List) y el Dr. Rave para los asuntos en Inglaterra. Era la
sucesora de la “Rheinische Allgemeine Zeitung”, fundada en 1840 por liberales
renanos para defender los intereses económicos y sociales; en su editorial
“Grusz u. Warnung” (“Saludo y advertencia”) resume el objetivo y las metas de
la RZ: “Hay que desenmascarar y combatir sin miedo y sin asco todos estos
vicios: la cobardía, el egoísmo, el espíritu rutinario y filisteo, la debilidad, el
autoritarismo, que tan bien se ocultan detrás de las personalidades y las
instituciones”. Hess publicará un artículo polémico en abril de 1842, “Los
comunistas en Francia” (“Die Kommunisten in Frankreich”), un artículo que
comenta con traducciones de párrafos completos, un manifiesto comunista
publicado por “La Presse”, el diario de Girardin, en Paris. Aprovechando explica
las limitaciones y méritos de las ideas de Saint-Simon y Fourier. Traduce largos
párrafos escandalosos para la situación política alemana: “la práctica de la
igualdad se debe basar en: 1) la comunidad del trabajo; 2) la igualdad de
derechos para la utilización de lo que se produce en común; 3) la comunidad de
la educación y la transformación de la familia; 4) la comunidad de la tierra”.
Inmediatamente creará un círculo de estudios socialistas conocido como “Köln-
Kreis” donde Marx no estará (se sumará en octubre de 1842) pero sí un amplio
grupo de comunistas que será el arma de choque tanto contra los Affranchis
como contra la temerosa fracción liberal del diario. El grupo se reúne regular y
secretamente en la LasserHof de Colonia. Este círculo será además el futuro
semillero de la Liga de los Comunistas en 1848. En un balance posterior (1845)
Hess comentará cómo funcionaba este núcleo oculto y accidental de comunistas
en la NZ: “La primera huella de socialismo radical en Alemania la descubrimos
en el ‘Reinische Zeitung’, o sea: un órgano del partido filosófico del movimiento.
Los ‘Anuarios’ de Arnold Ruge, ciertamente, se habían adherido ya antes a la
política radical; pero en ellos todavía no se hablaba de socialismo… En este
punto hay que destacar la circunstancia de que durante todo el tiempo que
existió el citado diario. El partido filosófico del movimiento fue enemigo del
socialismo radical y, en realidad, éste fue introducido clandestinamente en el
‘Reinische Zeitung’” (Neue Anekdota). En seguida Höffken renunció y en su
lugar se designó un junghegelianer y cuñado de Bruno Bauer: el geógrafo Adolf
Rutenberg. Con esto el diario pasó a preocuparse cada vez más por cuestiones
políticas y sociales, por sobre las económicas, se transformó en un “órgano de
oposición” superando en combatividad y audacia a todos los periódicos
liberales. Los suscriptores aumentaron en forma geométrica. El censor
Saint.Paul designado para seguir los contenidos del diario, así lo expresó: “La
redacción, al entrar en relaciones con el círculo de ‘Liberados’ de Berlín (los
jóvenes hegelianos) defendió con una audacia creciente… las ideas de la
izquierda hegeliana, proclamando abiertamente, como dogma político, la
necesidad de destruir la Iglesia, de establecer una Constitución y la libertad
absoluta de prensa”. La incapacidad de Rutenberg como chef redacteur, hizo
que el diario fuera asumido por Hess y el Dr. Rave, a quién se le sumo Bruno
Bauer. Engels, ya comunista, empezó a colaborar rápidamente, firmando sus
artículos con el pseudónimo de “Fr. Oswald” o con una cruz entre asteriscos
(*x*). Marx no colaboró en seguida en el periódico, su primer artículo
periodístico, “Debates de la Sexta Dieta renana”, firmada “por un renano”,
apareció en mayo de 1842. Este Marx liberal-feuerbachiano todavía recela del
comunismo y tiene muchos rasgos de ser un “socialista verdadero” 8cree
firmemente en la racionalidad del estado y en su reforma). Lo cierto es que este
proyecto inaugura una nueva forma específica de hacer periodismo, de carácter
filosófico, comparable a aquella que intentó Sartre, Foucault o Negri. La
filosofía, tal como lo reclamaba Fichte y Hess, se transforma en una grilla de
lectura crítica de la vida cotidiana. El periódico empezó a tener graves
problemas con la censura prusiana, en especial por artículos y traducciones del
socialismo francés de Hess. Se la acusaba de comunista y se amenazaba con su
cierre definitivo. En octubre de 1842 Marx se hace cargo como redactor en jefe
recomendado por el mismo Hess y su primera tarea fue escribir una nota
defendiéndose de estos ataques y donde se descubre que Marx conocía poco o
nada de las teorías socialistas y comunistas de Francia e Inglaterra. Está calro
que Marx no adhirió a las nuevas ideas revolucionarias y no descubrió al
proletariado como sujeto fundamental hasta mediados de 1844 ya exiliado en
Paris. En septiembre Hess publica un artículo sobre los principios comunistas
de gobierno, comentando ideas de Weitling sobre la abolición y superación del
sistema representativo de gobierno y el fin de la política; como addenda
reproduce un informe sobre las condiciones de la vivienda obrera en Berlin
aparecido en el diario de Weitling: el reporte describía un bloque de viviendas
populares compuesto de cinco edificios en el que 3000 trabajadores malvivían
en penosas condiciones en 400 viviendas unifamiliares. Se describía sus
condiciones sanitarias, medio ambiente, superpoblación, infraestructuras,
unidad familiar, transporte, etc. Hess inauguraba un instrumento que luego
perfeccionaría Marx: la co-investigación militante. Tanto a través de sus libros y
artículos, Hess había logrado forzar la atención hacia la cuestión social no sólo
de sus lectores sino de parte del equipo de redacción y del grupo de filósofos de
Berlín. Su último artículo importante, escrito a fines de septiembre de 1842,
señalaba: “Percibimos que los esfuerzos de los liberales han sido hasta el
momento insuficientes para arrancar a los hombres de un estado equivalente a
la esclavitud; descubrimos de repente que en el siglo XIX existen todavía ilotas.
Lo que en adelante se opone al espíritu de los tiempos nuevos no es solamente la
aristocracia feudal, ni siquiera el absolutismo; toda la organización o más bien,
la desorganización de nuestra vida social exige una reforma”. Marx llegará
finalmente al inconsciente de lo social en su artículo sobre la ley sobre el robo de
leña y la situación de los viñateros del Mosela. La publicación de un proyecto
sobre la ley del divorcio secreto del gobierno, acompañada de tres artículos
críticos (uno escrito por Marx) dio la excusa final para ordenar el cierre del NZ,
que fue decidida en un consejo de ministros presidido por el rey Federico
Guillermo IV. Oficialmente dejó de aparecer el 31 de marzo de 1843. En su
último editorial, “Adiós”, se despedía orgullosamente proclamando: “Hemos
hecho flamear con audacia la bandera de la libertad… Víctimas de la cólera de
los dioses, no nos asustó la caída de nuestro mástil… Amigos que nos han
alentado, enemigos que nos has combatido; volveremos a vernos algún día a
bordo de otras naves, porque en el naufragio conservamos íntegro nuestro
valor”. Marx simplemente anotó: “Nada me ha sorprendido… es una
consecuencia de la reacción… es duro realizar una tarea servil aun al servicio de
la libertad, y luchar a alfilerazos en lugar de hacerlo a culatazos… Estaba
cansado de la hipocresía, de la tontería, de la autoridad brutal y también de
nuestro servilismo, de nuestra chatura, de nuestras cabriolas, de nuestra
fraseología. El gobierno me ha devuelto la libertad”.

De nuevo Paris: Hess ya se encontraba en Paris desde noviembre, había


viajado como corresponsal del diario, pronto se le unirían la mayoría de los
jóvenes hegelianos, incluidos Bakunin y Marx. Abandonado en Francia Hess no
se amilana: “Como la ‘Reinische Zeitung’ ha deja dejado de publicarse, mientras
estaba yo en Paris, me he dedicado exclusivamente al desarrollo filosófico del
comunismo… y tengo la satisfacción de ver que mi actividad no es estéril. Los
jóvenes hegelianos están, ya en parte, convencidos...” Hess es bien recibido por
la colonia alemana, en especial por el poeta Heine, quien lo considera un
excelente escritor y ensayista; es el primero de los náufragos de la “Reinische
Zeitung” en establecer contacto personal y militante con los círculos socialistas
franceses: se encuentra con el mítico Etienne Cabet, con el discípulo de Fourier,
Victor Considérant, así como encuentros con Louis Blanc, Pierre Leroux y otras
personalidades. Será él quien le presente a Ruge y luego a Marx las figuras del
socialismo francés para el nuevo proyecto de periódico o revista literaria que
cumpla la predicción de Hess de unir la teoría alemana con la práctica política
francesa. El modelo será el órgano de los fourieristas, la “Democratie Pacifique”
de Considérant. Su nombre será “Anales Franco-Alemanes” (“Deutsch-
Französische Jahrbücher”), nacerá muerto, sólo se editará un número doble con
las contribuciones de los alemanes (Ruge, Heine, Jacoby, dos de Marx, dos de
Engels, Bernays, Herwegh) se imprimirá en Suiza y la mayoría de los ejemplares
serán secuestrados en la frontera. Hess publicará un artículo “Briefe aus Paris”
(“Cartas desde Paris”), con un resumen de las principales corrientes socialista y
comunistas francesas, “…la esencia del socialismo es la igualdad orgánica
humana, así como la esencia del idealismo es la libertad vital, humana…” y
enviará otro a Marx de mayor vuelo filosófico para el segundo número que
nunca se editó. Su título “Üeber das Geldwesen” (“Sobre la Esencia del Dinero”),
un ensayo escrito a finales de 1843 o comienzos de 1844. Inédito, recién saldría
a luz un año y medio más tarde, y será calificado como una de las más
importantes publicaciones de la primera literatura socialista alemana. Hess
percibió la importancia de sus tesis: “El dinero es al mundo práctico lo que Dios
es al mundo teórico, que él constituye la alienación de la idea de valor social, en
plata o en aleación desde el punto de vista católico o en papel moneda, desde el
punto de vista protestante. En otras palabras: el dinero es, simplemente, el
símbolo inorgánico de nuestra presente producción social, que se ha liberado de
nuestro control racional y, en consecuencia, nos domina”. El inició del artículo
empezaba con una verdadera definición avant la lettre de materialismo: “La
vida es el intercambio de la actividad productiva”. Pero ya es otra historia.

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