Hace unas semanas, a raz de unas jornadas en las que participaban un par de amigos arquitectos, sobre geografa y urbanismo, asist a una explicacin en el Parque de la Ereta, donde se nos habl del particular paisaje de nuestra ciudad, entre un mar domesticado y un monte central alrededor del cual se construy Alicante. Nos contaron que la nuestra era una ciudad que se haba adecuado a un territorio inestable y lo haba adaptado a l. Desde aquel punto de la Ereta se vea la cadena de montaas que nos rodean y recordbamos, siguiendo el relato de los guas, los periodos de aguas torrenciales, las inundaciones que volvan a repetirse cada cierto tiempo, y que el urbanismo haba intentado solucionar con un sistema de barrancos y vaguadas que no siempre funcionaba. En ese punto de la explicacin, pens que en nuestra ciudad, si te pierdes, siempre puedes buscar el mar, a la manera en que lo hacen las aguas desbordadas. Repens tambin una de mis obsesiones: el paisaje es un correlato anmico; un individuo es tambin la asuncin de un paisaje y el relato del mismo, y lo literario puede ubicarse ah, en las dinmicas inestables de un territorio, en las laderas encrespadas del Benacantil, la Serra Grossa y el Tossal, en los tneles que atravesaron el castillo; la palabra potica puede ser fruto de una trama urbana que quiere domar un territorio y que una y otra vez revive la geografa del trauma de la escasez del agua y de los torrentes de la gota fra. Que la poesa aqu, en esta tierra, es calcrea arenisca ocre, como un pulso a la luz, aunque este ya es otro tema. Esta es una columna literaria y por eso empieza hablando del paisaje de nuestra ciudad. Desde las cadenas montaosas, hasta el
mar, como un torrente de agua, van estas lneas del paisaje al