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PROGRAMA DE ACOGIDA

Equipo de Orientación Educativa


C/ Avda. Rafael Pérez del Álamo, 28 Bajo
18300 LOJA
Teléfono 958 338637 / corporativo 198637

¿Qué es el programa de Acogida? Es uno de los programas previstos en las actuaciones


de los Equipos de Orientación Educativa (EOEs). Podemos entenderlo como la primera
toma de contacto de la administración con las familias de los nuevos escolares.
La etapa de infantil tiene sus finalidades, lo mismo que las tiene el programa de
Acogida:

¿Cuál es la finalidad del programa de Acogida? Ya se ha insinuado antes: dar la


bienvenida a las familias y a los nuevos educandos y aprovechar para hacer una entrada
al sistema educativo de la manera más adecuada posible, con unas indicaciones sobre la
conveniencia de trabajar la autonomía, el dominio del lenguaje y el control de
conductas.
Ser mayor...o hacer cosas de mayores. No se trata de eso. Nadie querrá –espero- que el
niño conduzca el coche de su padre, ni que haga la comida, por mucho que la foto sea
de un niño “en plena faena” en la cocina. Conseguir autonomía significa ir haciendo las
cosas de su edad, sin depender de los mayores, ganar independencia.
Colaborar en tareas de comida, vestido, aseo… ir aprendiendo y necesitar menos
de los mayores.
Organizar y ordenar sus cosas…no dejarlas por medio…recoger…colocar…no
esperar que le vayan ordenando todo lo que toca.
Dormir solo y perder miedos. Ojo! Los miedos pueden ser inevitables, pero hay
que educar en la ausencia razonable de peligros para que ganen independencia. Lo de
dormir solo y en otra habitación MERECE CAPÍTULO APARTE.
No nos equivoquemos: autonomía no es abandono ni excesiva libertad. Hay
quien presume de “dejar” a los niños solos y está encubriendo comodidad o falta de
atención. Los que “pasan” para algunas cosas, suelen ser muy directivos para otras.
TENEMOS QUE ASUMIR UNA DOSIS DE RIESGO… ahí está la autonomía.
La logopeda nos ha hablado o hablará de la mecánica del lenguaje, del habla. Me
refiero ahora a aspectos cognitivos del lenguaje: posible soporte y código de la
inteligencia; por tanto, evitar angustiarse ante fallos, pero no descuidarlos.
Es más fácil pensar y ordenar los pensamientos gracias al lenguaje; esto no
quiere decir que los sordos (mudos) no piensen.
Es un importante vehículo de socialización: enseña a “intercambiar”. Nos
relaciona, nos ayuda a aprender.
Se aprende a hablar, hablando. Si nos fijamos en los progresos del vocabulario,
tenemos que suponer que hay épocas de la niñez en las que se aprendan muchas
palabras diarias.
Hablar con ellos será importante por muchas razones: les enseñamos a hablar
(que no es poco) a pensar, a razonar, a escuchar, a guardar turno, a comprender… el
habla es el “aire” en el que vuela nuestro sistema de enseñanza.
Lenguaje y comunicación. Al final, el lenguaje es un instrumento para
comunicarnos, para “intercambiar” significados. También hay comunicación no hablada
y ahí aparece el ámbito de los ejemplos, con el que también aprenden los niños (y quizá
de forma más eficaz).
Sin obsesionarse…¿en qué quedamos? LA MEDIDA, EL PUNTO MEDIO, eso
es lo importante.
El desarrollo emocional.
Se ha simplificado porque es demasiado amplio. Por edad y por situación, la escuela en
la etapa de infantil va a suponer para el niño una oportunidad inigualable de crecimiento
emocional.
Va a encontrarse con otros 25 “príncipes”.
Empezará a entender que hay unas obligaciones.
Deberá aceptar que no es el mejor en todo. Puede haber otros “mejores”.
Será bueno que comprenda que en la vida no hay “barra libre” y que lo que vale,
cuesta; que, algunas veces, las cosas hay que ganárselas.
Se dará cuenta de que el viento no va siempre a favor. De que hay cosas que SÍ y
cosas que NO, y cuando es NO, lo mejor que puede hacer es entenderlo y aceptarlo.
Esto es más fácil si se acepta y entiende DESDE LA PRIMERA VEZ. En cuanto no es
así, cuesta más trabajo entenderlo.
No se puede ganar siempre. Por eso decimos que la frustración es un manantial
de aprendizaje. Más vale entrenarse en ella para evitar futuros sufrimientos, porque todo
el mundo tiene algunas (o terminará rompiendo cristales porque ha perdido su equipo..)
Los niños pueden reír y llorar casi al mismo tiempo (labilidad emocional). Los
sentimientos de los adultos son más profundos y duraderos; por eso, es preferible que
llore el niño mejor que el adulto. Esto viene a cuento de tantas situaciones en las que,
por evitar un disgusto al niño, nos lo llevamos los mayores.
Quererlos y demostrárselo, pero cuidado: quererlos bien y no sólo como ellos
quieran ser queridos; quererlos desde la razón y hacerles ver que los queremos, pero sin
aceptar ni propiciar chantajes.
El tiempo que pasamos con los hijos no sólo no es perdido, sino que es una gran
inversión en ellos y en nosotros. Tiene, además, fecha de caducidad y periodo crítico: el
tiempo de los 3 años no se lo puedo devolver a los 6 años. No se puede aplazar y, si se
deja para más tarde es…eso, tarde.
La mejor forma de entender esto es hablar con amigos que tienen los hijos mayores… se
echa mucho de menos el tiempo en el que podíamos jugar con ellos… y que no volverá.

Perdón por el chiste de Forges, pero me parece oportunísimo… y serio. Deja muy claro
lo que hemos dicho antes.
Efectivamente, es fácil cometer errores y se cometen:
Cuando sea mayor…ahora es chiquito… no entiende…Pues si no sabe, enséñalo
o aprenderá mal, porque “aprender es un hueco que se ocupa con algo”. Hay normas
que se asumen desde el nacimiento: los horarios, los ciclos de luz, el estilo familiar...
El deseo de corregir en los hijos nuestras carencias, puede llevarlos a que no
aprecien lo que tú aprecias tanto: lo que no has tenido. Así, damos TODO a cambio de
NADA y pueden llegar a creer que la vida es gratis. Conviene ahorrarles decepciones,
porque ésta sí es una gran decepción. Es bueno que tengan lo que nosotros no hemos
tenido y, de hecho, lo van a tener. No se lo devaluemos, porque entonces les estamos
dando algo “sin valor”.
NO SÉ QUÉ HACER con el niño. Puedo asegurar que es una frase que vamos
oyendo con frecuencia los maestros y los orientadores. Y de padres de niños cada vez
más pequeños. CREO QUE ES EL PRIMER INDICADOR DE FRACASO en la tarea
de ser padre o madre. No se puede decir, y mucho menos delante del niño, aunque esté
uno desesperado. Hay que hacer frente a las dificultades en una de las tareas más
importantes de nuestra vida. No siempre va a estar dispuesta la escuela, la autoridad
civil, la policía… a hacer nuestro trabajo. Además, qué diríamos si esas instancias
pretendieran antecedernos en educar a nuestros hijos… Educar es un asunto de toda la
tribu pero, en primer lugar, DE LOS PADRES. Educar mal a un hijo es no saber
quererlo.
LA DISCIPLINA.- Durante mucho tiempo la hemos identificado con castigo,
dureza, maltrato, tiranía… y así nos va. La tiranía se ha cambiado de bando. Como
siempre, lo difícil es dar con LA MEDIDA (en el punto medio está la virtud). A todos
nos gusta o nos llama la atención una demostración deportiva, gimnástica, de danza.
Nadie duda que detrás de eso hay muchas horas de ensayo, esfuerzo… disciplina al fin.
Bien, pues no todos seremos artistas, pero debería haber unos mínimos. Cuando nuestro
hijo se porta bien y nos lo hacen saber, nos llenamos de orgullo, pero parece que
estamos perdiendo el pudor cuando sabemos que no lo podemos llevar a una tienda
porque da la nota…a un parque, porque da la nota…a un bar, porque da la nota…O lo
llevamos y da la nota!
Los niños no deciden. Mejor dicho, los niños deciden lo que pueden decidir,
pero las cosas de los mayores las deciden los mayores. No se puede poner en manos del
niño si estudia o no, si vamos o no de vacaciones, con quién salimos…
Acudir a la “hiperactividad” es, con frecuencia, refugiarse en un modelo clínico
para tapar nuestra indolencia y falta de carácter para poner límites. Hay niños con este
síndrome, pero bastantes menos de los que pensamos. Fabricamos hiperactivos porque
es más fácil que afrontar nuestros compromisos. Porque estamos desquiciándonos y
desquiciando a los niños con muchas experiencias, rápidas y constantes, con un
consumismo excesivo y una baja tolerancia a la frustración.
Aumentan las noticias de hijos que agraden a sus padres; puede parecernos
increíble, pero ocurre y no se pueden imaginar los problemas que están dando algunos
niños pequeños… Por fortuna no son todos, pero evitarlo está en nuestras manos, en
SUS manos.

En la olla, que no es más que un depósito de ingredientes, caben muchas más cosas.
Incluso algunos de esos factores, como “experiencia” admite grados y clases. Podemos
meter también, para bien y para mal, “escuela”, “nuestros miedos”, nuestras
frustraciones, nuestros ejemplos…nuestra forma de andar. LA MEDIDA, en el centro y
final del embudo, porque creo que uno de los trucos y secretos de todo esto.
Efectivamente, son lo que hemos querido y podido conseguir que sean.

El modelo de PROBABILIDAD.
Efectivamente, juega la suerte, pero no debemos olvidar que SUELE tocar más al que
más juega. Si llevamos muchas papeletas para que nos toque: buena educación, límites,
cariño, preocupación, cuidado…tenemos más probabilidades de conseguir para ellos el
equilibrio emocional que buscamos. Todos conocemos casos de hijos ejemplares en
familias que no lo son y lo contrario; ahí están los casos de suerte. Pero coincidirán
conmigo en que interesa no dejar a la suerte algo tan importante como la educación de
los hijos.
Si el hijo ve buenos ejemplos y actuaciones ordenadas con normas coherentes, es
más fácil que tome ese camino antes que otro. Esto es como tantas cosas, el que más
viaja, tiene más probabilidades de tener un accidente, pero habrá quien haya hecho sólo
1 y éste ha sido el del golpe…

Para terminar…
Enseñar con el ejemplo tanto como con la palabra. Los niños son como esponjas
para tomar modelos y ejemplos:
- Si resuelvo mis problemas de forma crispada, él aprenderá a hacerlo.
- Si ve a sus mayores perdiendo los papeles ante un roce en el tráfico o en la casa,
aprenderá cómo tiene que resolver esas situaciones.
- Puede que, alguna vez, nos preocupen mucho los ejemplos e influencias que
recibiría si le tocara en otro colegio, pero no queremos ver los que le estamos
dando nosotros, aunque estemos convencidos de que no son los mejores…
- Si oye decir que su maestra dice tonterías, sirve de poco mandarlo al cole.
- Si ve al padre o la madre haciendo aspavientos porque “el árbitro nos robó el
partido” no debe extrañarnos que luego no soporte perder en sus juegos.
- Si ve en casa dos modelos distintos de exigencia, de límites, de demanda de
responsabilidad… tomará el camino del medio y hará lo más conveniente para
sus intereses del momento, o sea, lo más cómodo.
LA MEDIDA, una vez más, es el secreto. No es fácil, pero merece la pena.
Espero no haberles asustado. Hablar desde la experiencia tiene el inconveniente
de que se pueden cargan las tintas en lo negativo. Es verdad que estamos ante un
material muy sensible, que nos jugamos mucho, pero es verdad que “podemos jugar
muchas papeletas para ganar” y ganamos la mayoría de las veces. Ahora estamos a
tiempo. He añadido DISFRUTADLOS porque, al final, nos dan satisfacciones.
LA FRASE no ha perdido vigencia por antigua. Se atribuye a Pitágoras (2600
años), pero es lo de menos, porque sirve para hoy. Los antiguos nos han dicho que el
árbol nuevo se dobla, pero el crecido se quiebra. El hormigón puede moldearse en
fresco, pero no cuando fragua.
Puede que educar no sea fácil, pero es posible y, sobre todo, NECESARIO.
Y unos versos libres, que vienen “a medida”:

Los Niños aprenden lo que viven – Jorge Luis Borges

Si los niños viven con reproches, aprenden a condenar.


Si los niños viven con hostilidad, aprenden a ser agresivos.
Si los niños viven con miedo, aprenden a ser aprensivos.
Si los niños viven con lástima, aprenden a auto-compadecerse.
Si los niños viven con ridículo, aprenden a ser tímidos.
Si los niños viven con celos, aprenden a sentir envidia.
Si los niños viven con vergüenza, aprenden a sentirse culpables.
Si los niños viven con ánimo, aprenden a confiar en sí mismos.
Si los niños viven con tolerancia, aprenden a ser pacientes.
Si los niños viven con elogios, aprenden a apreciar a los demás.
Si los niños viven con aceptación, aprenden a amar.
Si los niños viven con aprobación, aprenden a valorarse.
Si los niños viven con reconocimiento, aprenden que es bueno tener una meta.
Si los niños viven con solidaridad, aprenden a ser generosos.
Si los niños viven con honestidad, aprenden qué es la verdad.
Si los niños viven con ecuanimidad, aprenden qué es la justicia.
Si los niños viven con amabilidad y consideración, aprenden a respetar a los demás.
Si los niños viven con seguridad, aprenden a tener fe en sí mismos y en los demás.
Si los niños viven con afecto, aprenden que el mundo es un maravilloso lugar donde
vivir.

EOE de Loja, junio de 2010.

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