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Reseña Concierto Joaquín Achúcarro

“Virtuosa Experiencia”
Pablo San Nicasio Ramos

Día señalado para la afición al piano. Siempre que Achúcarro toca en el Nacional
existe ese “run rún” de las grandes citas. Algún visón de pego pero también mucho
trasero curtido de pianistas que vienen a sacar lecciones del maestro. Las hubo.

Con el mecenazgo de la fundación Cajamar, se inauguraron los conciertos


extraordinarios que la entidad andaluza patrocinará en Madrid.
De salida y sobre el papel, todo soplaba a favor porque se trataba de uno de los más
grandes, si no el más grande pianista español vivo, y con parte de su repertorio fuerte.

Hora y tres cuartos largos de recital que fue de más a mucho más y donde se
pusieron de manifiesto las tremendas facultades de este bilbaíno que supera con
mucho los setenta y que, si en su día fue capaz de tocar Beethoven con un dedo
entablillado, la noche del miércoles apostó por la sobria dificultad frente al
tremendismo actual.

De expresividad nada gratuita y efectos especiales justos, el piano de Achúcarro


rubatea como pocos, evocando a su idolatrado Rubinstein.
No le hizo falta al principio, en el Chopin de la Fantasía Impromptu. Pieza clásica y
académica del polaco, obra que supo a calentamiento.
La primera parte, íntegramente chopiniana, recorrió la evolución estilísta de un autor
que, sin salirse de su romanticismo, anticipó atmósferas estéticas bien descifradas por
Achúcarro.

Siendo una presentación interesante, de un nivel medio-superior actual, el plato fuerte


llegó sobre todo tras el descanso.

No sólo se celebran los 200 años del nacimiento de Chopin o, también recientemente,
el siglo de la muerte de Albéniz. Es también el aniversario, centésimo, de la
composición por Ravel del mitico “Gaspard de la Nuit”, la pieza programática que ayer
volvió a encumbrar a Achúcarro.
“La pieza más difícil hasta la fecha de su estreno”, según el vasco, ofreció pasajes de
memorable patetismo, teniendo en su número “El Patíbulo”, el momento culminante.

Pieza para maestros, vimos a un intérprete capaz de dominar el sonido de principio a


fin (no es fácil eso…) y responsable de cada nota pulsada. Ese si bemol tenuto del
segundo número, antes aludido, resonó anoche con el mismo sentido trágico que
minutos antes había explicado el propio pianista. Obra que recuerda, porque
coincidieron, a Dukas y al no muy lejano en intenciones, Joaquín Rodrigo. Más
neoclasicismo que Impresionismo.

La lección acabó aquí cerca, en Navarra, tras recorrer el Tango, El Puerto y el


Albaicín de Albéniz para éxtasis colectivo.

En definitiva, programa para pianistas pero también digerible para el minoritario sector
de público que debutaba en estas lides concertísticas.

El piano volvió a sonar contundente, sublime y con el peso, también virtuoso, de los
años, la experiencia y… que Achúcarro es de Bilbao, del centro.

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