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T. H. Marshall
y Tom Bottomore
CIUDADANfA
Y CLASE SOCIAL
Traducci6n:
Antonio Bonanno
Editorial Losada
Buenos Aires
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Ibid., p. 158.
Ibid., p. 37.
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Ibfd., P: 16.
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Ibid., p. 5.
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lbid., P: 316.
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IbId., p. 365.
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34 Ibld., p. 165.
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35 Ibld., p. 152.
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5. Conclusiones
He tratado de demostrar como la ciudadania, y otras
fuerzas exteriores a ella, han estado alterando el modelo de la
desigualdad social. Para completar el cuadro, ahora debe ria
esrudiar los resultados en su conujunto sobre la estructura de
la clase social. Sin duda han sido profundos y puede ser que
las desigualdades permitidas, e incluso modeladas, por la
ciudadania ya no constituyan distinciones de clase en el sen
tido en que se emplea esa expresi6n para sociedades pasadas.
Pero para examinar esta cuestion necesitaria otra conferen
cia, y probablemente consistirfa en una mezcla de aridas es
tadfsticas de incierto significado y juicios significativos de
dudosa vaJidez. Porque es profunda nuestra ignorancia de es
te terna. Por 10 tanto, tal vez sea afortunado para la reputa
cion de la sociologfa que me yea obligado a limitarme a unas
pocas observaciones tentativas, hechas en el intento de res
ponder las cuatro preguntas que plantee aJ final de mi intro
ducci6n a mi tema.
Debemos buscar los efectos combinados de tres facto
res. Primero la compresi6n, en ambos extremos, de la escala
de distribuci6n del ingreso. Segundo, la gran extension del
area de la cultura cormin y la experiencia cornun. Y tercero,
el enriqueeimiento de la condici6n universal de la ciudada
nfa, combinado con el reconocimiento y la esrabilizacion de
ciertas diferencias de condici6n principalmente por los siste
mas relacionados de la educacion y Ia ocupaci6n. Los dos pri
meros han hecho posible al tercero. Las diferencias de condi
cion pueden recibir el sello de legitimidad en terrninos de
ciudadania dernocratica siempre que no ineidan demasiado
profundamente sino que se presenten dentro de una pobla
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50 Enero de 1946.
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52 Ibid., p. 16.
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