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APENODICE A los articulos primero y segundo precedentes. Cudles son los que deben gozar el privilegio de primeros descubridores y cudntas las minas que deben poscer los demas mineros que no lo fueren. Descusrior se llama y es aquel que primero hubiere halla- do metal en el cerro, aunque otro haya empezado a dar catas. ' Porque no se puede llamar mina, aquella donde no se ha encontrado metal, se- gin expresién de la Ordenanza. * El nuevo descubrimiento de minas, se diferencia aqui de la inven- cién del oro, margaritas y otras piedras preciosas hailadas en las orillas del mar, en que para gozar la preeminencia de descubridor, basta haber hallado primero metal en alguna veta; pero el inventor no adquiere do- minio con verlas, encontrarlas o descubrirlas solamente, si al mismo tiem- po no aprehendiere las cosas que hallé, segin la Ley de Partida; * por- que el Rey, que es el tinico duefio de las minas, las concede a sus vasallos Y stibditos, sin otra condicién que por descubrirlas y hallarlas; ¢ al con- trario, las piedras preciosas criadas en las playas de los mares, no per- tenecen a nadie, y el derecho no las concede al que las descubre, sino al que las ocupa, y asi afirman los intérpretes, * que es menester tomar po- sesién de ellas para apropidrselas; aunque otros hayan opinado que se adquiere desde el instante que se comenzaron a ver y descubrir. Conforme a este principio, resuelve Vinnio, * que si alguno encon- trare a otro tomando ya la cosa que hallé y le ayudare, debe ser preferi- do el inventor; y Mancio * dice, que si los dos a un mismo tiempo vieren piedras, oro u otro metal en las orillas del mar, y uno lo tomare prime- ro, que éste tiene mejor derecho, porque la posesién no se adquiere con s6lo el 4nimo, sin que preceda la aprehensién material. 676 PEDRO VICENTE CaNETE Y DoMiNGUEZ [C.VIIL- Apéndice Antiinez, * concuerda con la misma opinién, hablando de Ja inven- cién de algtin tesoro, y afirma que, de dos que lo hubieran visto, debe te- ner preferencia el que primero Jo aprehendiere. ‘Todas las cuales reglas son muy adecuadas para resolver otros ca~ sos semejantes en materia de minas y muy frecuentes en la prdctica, en el concepto de que la ocupacién en las invenciones de piedras preciosas, corresponde al descubrimiento, y éste debe obrar en su caso los mismos efectos que aquélla.en el suyo, guardando la debida proporcién. Pero, si sucediere que no se puede averiguar cual fue ef primero que hallé metal en la veta, debe gozar por Ordenanza ° del privilegio de descubridor, el que primero hiciere manifestacién y registro juridico; y al segundo, que encontré también metal en el mismo dia y no lo registré, se le debe sefialar estaca, junto a la mina de Su Majestad, siendo la di- ferencia en una misma veta, y si fuere en otra distinta, tiene derecho de elegir, como descubridor de ella; de suerte que segtin la legislacién anti- gua del Peri, debia partirse la mina entre aquél que manifest6 primero el metal y el otro que la hallé en el mismo dia, para que los dos viniesen a poseer las que deberia gozar un solo descubridor. ‘A este respecto, corresponde ahora que entre ambos disfruten las tres pertenencias que la nueva Ordenanza de mineria, concede a los des- cubridores de cerros absolutamente nuevos, 0 las dos, al que descubriere veta nueva en cerro conocido; es a saber para cada uno la suya bien en- tendido, que si los que tienen la disputa hubieran descubierto metal en diferentes vetas nuevas, cada cual gozarfa las dos pertenencias que per- mite la Ordenanza, !° por el orden y lugar de sus respectivos registros. Suponiendo que puedan discordar entre si, en la eleccién de per- tenencias, aconseja Gamboa, 1! que el Juez debe componerlos por medio de la suerte: en efecto, es muy factible [a desavenencia, segiin e] méto- do prevenido para estas particiones, en las leyes de Castilla a que se con- trae dicho autor. Pero no es asi en las Ordenanzas del Pert, ' y el pri- mero que registrare, debe conforme a ellas, elegir mina con la misma pre- ferencia, y sucesivamente el otro: de modo que, segiin este orden, jamés puede motivarse contienda. én lo que més se conocen las grandes preeminencias de los prime- ros descubridores, es el caso propuesto en la Ordenanza 23, titulo 1°, li- bro 3° del Pert. Si habiendo pasado un afio después de estacada la veta, sucediere (como es factible) que los duefios de ella la perdiesen, no acer- tando mas con e] metal, y otros la tomaren fuera de cuadras, y la regis- traren, éstos bien pueden labrarla por suya y aprovecharse de ella, excep- tuando el derecho del primer descubridor, a quien deben dejar que tome enteramente su mina donde la eligiere, en toda la veta, y la salteada, don- de cayere, después de nombrada la mina de Su Majestad. De suerte que, por haberse perdido la veta, no han de recibir perjuicio las pertenencias de Su Majestad, ni las del descubridor; pero los demés estacados, no de- ben ser oidos, por no haberse mejorado por la parte y lugar hacia donde corria la veta, en todo el afio que les esta concedido para este fin. Son justisimos los motivos de esta providencia: se fundan, por una parte, en otro privilegio que gozan los mismos descubridores, para mejorar dentro de dos afios, '? contados desde el dia de su registro, por lo que, estando todavia dentro de este término, en el caso de la Ordenan- za, nadie puede agraviarse de que ellos usen de su derecho * eligiendo C.VIIL.- Apéndice] DE LA SUPERINTENDENCI4 DE MINAS 677 en la misma veta que descubrieron a su costa e industria, las minas que pueden tener en ella. También se funda en equidad; porque si la incertidumbre muy na- tural en todo lo que no se ve, les hizo errar las estacas, sin aprovechar- Jes las diligencias practicadas en solicitud de la veta, asf en barrenarla por la mina descubridora, en dar pozos por la derecera que muestran las cajas, ¥ en poner estacas por el haz de la tierra por donde va la veta, des- encapdndola por de fuera y descubriéndola por de dentro; no es justo que los otros la usurpen absolutamente, siendo notoriamente la misma que ellos registraron y tomaron en la cata principal, pues, continuan- do el empefio en buscarla por donde quiera que Ilevare su rumbo (como lo pueden hacer), de necesidad hubieran Hlegado otra vez a tomar la ve- tay encontrar con el metal. El que habiendo perdido una alhaja hace diligencia de buscarla, nunca se presume que su 4nimo sea desampararla pro derelicto, y est& tan lejos de privarse de su dominio, que queda obligado a restituirsela cualquier otro que la encontrare. ** Por esta regla conserva el deseubri- dor su derecho, una vez que la misma empresa de solicitar la veta perdi- da, declara la voluntad que tiene de aprovecharse de ella. Lo contrario seria, si habiéndose escondido la veta no practicase las diligencias indicadas arriba, dejando’ pasar los dos afios concedidos para mejorarse, porque siendo muy suficiente este plazo para concluir la busca con buen suceso, se debe creer que en haberla abandonado, qui- so abdicar tacitamente el derecho adquirido por el descubrimiento, y por consiguiente, quedé la veta pro derelicto para otros que la encontrasen después. 1* En la Ordenanza de México no se propone este caso; pero se de- termina que las estacas o mojones que se fijaren en los términos de las minas, sean invariables y se guarden perpetuamente sin mudarlos ja- més, aunque se alegue que la veta varié de rumbo o de recuesto; 1 por- que debiendo reconocer los facuitativos de minas, su direccién, anchura © inclinaeién al horizonte, y conforme a esto medir las pertenencias y amojonarse, ' se debe contentar cada uno con la suerte que le hubiere deparado la Providencia; y asi parece que en esta nueva legislacién no debe tener lugar la mejora dispuesta en la antigua del Perd, Con todo, la misma Ordenanza de México ** permite que se haga mejora de estacas 0 mudanze de términos, en variando la veta de rum- bo, siempre que no se pueda argiiir malicia a quien la solicita, ni ceda en perjuicio de tercero. Aqui no le hay verdaderamente, respecto que en la parte donde se ha tomado nuevamente la veta perdida, no hay vecinos a quienes poder inquietar. Y como tampoco sefiala término perentorio en qué verificar las mejoras en semejantes circunstancias, parece que no hay motivo para dejar de conciliar ambas Ordenanzas, sujetando la de México al plazo asignado en la del Pert, a fin de evitar dudas y con- tiendas. Con el fin de promover descubrimientos y alentar a los que quie- ren gastar su hacienda en hacerlo, concede la Ordenanza *° el derecho de primer descubridor al que se propusiese tornar a buscar metaies en al- giin cerro enteramente despoblado, por tres meses, por aquellos que lo habfan registradé primero y habian dado catas en él, si después de pa- sado el trimestre hallare metal y lo registrare en cualesquiera vetas que 678 PEDRO VICENTE CANETE Y DoMiNGUEZ [C.VIIL- Apéndice descubriere, ya sean nuevas 0 en las que antes hubieren sido manifesta- das, como si nunca fuera descubierto ni registrado. El Sr. Toledo se conformé en esta Ordenanza con una antigua, de 1536, recopilada en la Ley 11, titulo 12, libro 4° de Indias, donde se man- d6, con el fin de fomentar el descubrimiento y poblacién de ellas, que no poblandose dentro de tres meses los solares y tierras que se hubieran re- partido, 0 dejado de aprovecharse de ellos, *! se quiten para que se pue- da proveer y dar a otro cualquiera poblador. Sin duda tuvo presente que los baldios, suelos y tierras de los in- dios (asi como las minas), pertenecen al Patrimonio y Corona Real, 2? y por eso quiso sujetar ambos ramos a una misma disposicién. Por lo mismo, el descubridor, en el caso propuesto, puede tomar tres pertenencias en la veta principal, conforme al articulo 1°, titulo 6, de la Ordenanza de México, porque el cerro del todo despoblado, se re- puta absolutamente nuevo para este efecto; pero si hubiere quedado la- brando en él, aunque no sea mas de una persona, debe tener s6lo dos per- tenencias, por el articulo 2° del mismo titulo, en la veta nueva que regis- trare; y los demds, el derecho de despoblados en las viejas, segan la Or- denanza del Pert. Del mismo modo, goza la preeminencia de primer descubridor, el que lo fuere de minas antiguas, ciegas, que emprende limpiar a costa de su hacienda; pero no adquiere dominio hasta haberlas registrado des- pués de tomar metal fijo en ellas. ** Siendo constante que ninguno tiene derecho a labrar ni disponer de los minerales, sin la licencia que se concede por Jos registros, ** de- claré el Sr, Toledo: ?° que si desde que hallé ei metal, hasta que lo regi trare el descubridor, se probase haber hecho algtin’ conttato de venta, pierda la mina que después registrare y todas las dems que le cabfan en la veta, quedando vacas para el primero que las pidiere. Gravisimas dudas se pueden altercar sobre la inteligencia de esta Ordenanza, por ms que parezca sobremanera clara y sencilla. Segdn Jo que suena aquella cliusula desnuda; “si se probase haber hecho algin contrato de venta”, “pietda la mina”, Entender cualquiera que aqui na- da més se prohibe que la venta, y no sera extrafio que intente donar, per- mutar, ceder, legar, hipotecar, arrendar y dar en pago de sus deudas, las minas que hubiere descubierto, y mucho mds promover venderlas des- pués que las registrare. Cada Capitulo de estos es una cuestién intrincadisima, que puede acarrear muchas confusiones, y necesita por su gravedad un comenta- rio separado. Mi instituto no es otro que escribir una Guia abreviada, pa- ra direceién del Gobierno de Potosf; y asi se me dispensar4 el tratar li- geramente esta materia, indicando con brevedad las resoluciones que, en mi concepto, son las mas bien fundadas. Es opinién contextada por innumerables Doctores, de los més clé- sicos, que en la apelacin de venta, vienen comprendidas todas las espe- cies de enajenacién que son habiles para transferir dominio, y confor- me a este principio resuelven que, cuando la ley o estatuto prohibe la ven- ta, se entienden igualmente prohibidos todos los demés contratos tras- lativos de dominio. El erudito Barbosa, Pedro Surdo y Narbona, *7 refieren por me- nor los textos de uno y otro derecho, con los intérpretes de- mejor nota, C.VIL.~- Apéndice} Dg LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 679 que sostienen y prueban esta opinién, y omitiendo las razones que ale- gan sobre sutilezas civiles, me limito a preferir la que expone el sapien- tisimo Sol6rzano, * en comprobacién de lo mismo y es que, en prohibien- do la ley, la venta o enajenacién, es visto haber querido también prohibir todo aquello por donde se camina a ella; porque, como dice Molina ** apu- rando esta regla, cuando se prohibe algiin acto especfficamente, se prohi- be también otros cualesquiera semejantes, que pueden surtir aquel efec- to que dio mérito para prohibir la venta. En la Ordenanza del Per, que voy explicando, se motivé la pro~ hibicién, porque ninguno tiene derecko a labrar ni a disponer de los mi- nerales sin la licencia que para registrarlos se le concede por la persona que en nombre de Su Majestad tiene facultad para darla; luego, intervi- niendo la misma falta de licencia en otras cualesquiera especies de con- tratos que se celebraren antes del registro, todos ellos se deben entender prohibidos del propio modo que la venta; y por eso, queriendo significar esto mismo, la Ordenanza cuando explieé la causa de su promulgacién, no repitié otra ver la palabra “venta”, sino que us6 de la de “disponer”, que es mucho ms universal y se extiende a cuantos géneros hay de con- trataciones; de suerte que, entrando en clase de disposicién, no solamen- te la venta, sino también las cesiones, legados, pagamentos, compromisos, traspasos, hipotecas, arrendamientos y otros actos del mismo género, es consiguiente que todos queden igualmente prohibidos, una vez que la Ordenanza declara que ninguno tiene derecho para disponer de las mi- nas antes de haberlas registrado. Con mds claridad que ninguno, traté6 este asunto el docto tedlogo Luis de Molina, * explicando las diversas significaciones de la palabra “enajenacién”. Distingue dos modos en que regularmente se toma y en- tiende la enajenacién: el uno, propio rigurosamente, y entonces indica algiin acto traslativo de dominio, como es el cambio, la donacién o la ven- ta, segtin la ley 1%, titulo 14, Partida 1°; el otro modo es mas lato y ex- tenso, y siempre que se prohibe enajenar o disponer, que vale tanto co- mo arbitrar, distribuir o dar alguna cosa; en este caso, concluye el citado Molina, *! alegando por su parte la ley 10, titulo 38, Partida 75, que a quién se le prohibe la enajenacién en el sentido lato, no solamente se le inhibe transferir el dominio directo, vendiendo, cambiando 0 donando, sino también el titil, para que no piteda empefiar, hipotecar, dar a censo, ni poner en la cosa servidumbre alguna. Por consecuencia, tampoco puede el descubridor hacer contrato alguno de arrendamiento, porque a mas de las razones expuestas, funda el docto Avilez, #2 que la venta y la locacién eaminan a un mismo paso, ¥ por eso, segiin Barbosa, ** es valido el argumento de la venta al arren- damiento. Lo mas disputable es, ,si en la prohibicién de vender, también se comprende la promesa 0 pacto de la venta, bajo la misma pena de perdi- miento de la mina, si se contratase antes del registro? Los autores clasicos estén discordes entre si: pues, segiin refiere el Cardenal de Luca, * unos son de la opinién absotutamente afirmati- va y reputan la promesa de hacer alguna cosa, por el mismo hecho, con especialidad en materia de renunciaciones de dote y de elecciones. Otros defienden la negativa; y los demds distinguen dos clases de promesas: tna con juramento, y otra sin él; y se conforman con la opi- 680 Pepro VICENTE CANETE Y DoMiNGUEZ [C.VIII.- Apéndice nién afirmativa, en el caso de ser jurada la promesa, y no siéndolo, con la negativa. El célebre Alvaro Velasco propone en una de sus consultas, * el caso de haber prometido el marido, sin consentimiento de la mujer, la ven- ta de una finea, recibiendo una parte de precio, con la cldusula de que pagdndosele el resto, se otorgarfa la escritura y la mujer prestaria stt consentimiento. Se hace cargo de la prohibicién que en el Reino de Portugal tie- nen los maridos para enajenar los bienes raices dotales, sin expreso con- sentimiento de la mujer; del mismo modo que est4 prohibido entre noso- tros, por la ley 7, titulo 11, Partida 4°; enumera muchas autoridades que prueban la diferencia que tienen entre si, el vender y prometer la ven- ta, y después de todo, absolviendo los argumentos contrarios, concluye que es nula la promesa que el marido hizo de vender, como lo hubiera si do la misma venta efectiva, no habiendo prestado consentimiento la mu- jer; porque en tal caso no se diferencia de la venta la promesa de hacer- ia, para que no se defraude la ley prohibitiva. Tiraquelo, * fue del mismo parecer hablando de la mujer que pro- mete alguna cosa, en el supuesto de haber estatuto 0 ley que le prohibe contratar sin el marido; y después de citar algunas decisiones, fuera de las que refiere Velasco, dice que la inhibicién hecha a las mujeres por el Estatuto florentino, para enajenar sus bienes sin el consentimiento del marido, se extiende igualmente a la promesa de enajenar, una vez que éste ha de ser el medio de verificarlo. - Francisco de Sousa, jurisconsulto lusitano, * sigue la misma opi- nién, alegando como terminantes una glosa y varios textos del Derecho Civil, Sobre todos, es ms respetable la autoridad del sapientisimo Doc- tor Don Juan de Solérzano, * el cual, hablando de la total prohibicin que hay de enajenar las encomiendas, refiere una decisién en que se declaré que, por sola la promesa de venderlas, se incurria en todas las penas impuestas por las leyes, alegando a este intento muchas y muy fun- dadas razones. Pedro Surdo * fue de la opinién media, sobre que siendo jurada Ja promesa, tenia 1a misma fuerza que el hecho, para los efectos del de- recho. La negativa defienden, con grandisimos fundamentos, el célebre Cancerio, Don Juan del Castillo y el insigne Olea, “" citando a Zeballos, Avendafio, Calda, Pereira, César Barsi y otros muchos Doctores; y des- pués de hacerse cargo Don Alfonso de Olea, de la venerable doctrina de Don: Juan de Solérzano, resuelve por mas verdadero y recibido en practica, que son cosas diversas la promesa y el hecho, y por consiguiente, que no es venta la promesa de vender, ni por haber prometido solamente se in- curre en las penas impuestas por la venta. En medio de ser tan sélidas las razones, como respetable el nom- bre de los autores que acabo de citar, es a mi parecer de grande recomen- dacién la opinién de Don Alfonso Narbona, por equivalencia del caso ue refiere y por el empefio con que se explana y funda su doctrina, Propone ‘ que uno que prometié de vender libros extranjeros, an- tes de haberlos tasado el consejo, y resuelve que, aunque el verdadero ven- dedor incurre en la pena de mil maravedies y perdimiento de los libros, C.VIIL- Apéndice] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS. 681 de ningtin modo se entiende incurso el que s6lo prometié enajenarlos. Yo me inclino de buena fe a esta opinién, y discurro que no incu rrié en la pena de la Ordenanza, el descubridor que antes de registrar la veta hubiera prometido 0 pactado vender su mina, arrendarla o hipote- carla; y ast de las demas especies de contrato, por las mismas razones alegadas por los Doctores, prineipalmente por Narbona. Y conforméndome también con su dictamen, ® digo que tampo- co debe caer en perdimiento de lz mina, aunque realmente la hubiera ven- dido antes del registro, siempre que arrepentido de la venta, recupere y reasuma el dominio de la misma mina, antes de la sentencia del Juez; por- que no se debe reputar venta efectiva la que se retracté a poco tiempo después de hecha, ni se presume infractor de la ley, rigurosamente, el que pesaroso de su contravencién, la retracta y repone la observancia que ha- bia violado. En la misma Ordenanza del Perd, *? se pone otra prohibicién pa- ra después del registro, a saber: que los descubridores no puedan ceder ni traspasar el derecho de tales, y que ellos solos le gocen, y de ningiin modo el que sucediere en la veta registrada, ya sea por venta, donacién © despoblado, y aunque sea su hijo o heredero. Segiin la antigua legislacién del Pert, es de facil inteligencia la Ordenanza citada, porque como s6lo el primer descubridor puede tener dos minas en una propia veta, ** y entre todas hasta doce, * con la fa- cultad de mejorarse dentro de dos afios contados desde el dia de su re- gistro, ‘* y de disponer de las demasias dentro de dos meses desde el dia que hiciere estaca fija; ‘* por todo esto se ordend justisimamente, que el derecho de descubridor goce tinicamente la persona que hizo el registro, y no sus sucesores particulares, ni aun los universales, para evitar la in- quietud y dafio de los circunvecinos. ‘Ahora se ha variado este sistema por la nueva Ordenanza de Mé- xico, concediéndose a cualquiera que pueda poseer sobre una misma veta, una mina por registro, y otra por denuncio, y muchas mas por venta, do- nacién, herencia, u otro cualquier titulo; ** de manera que ya no hay de- masfas en cuanto al nimero de pertenencias, sino tinicamente en orden a las medidas; ni hay tiempo prefijado para mejora de estacas 0 mudan- za de términos, pues, aunque esta prohibida por lo regular semejante va- riacién, se puede permitir por justisimas causas, cuando no hubiere ve- cinos a quienes inquietar o perjudicar. Por todo lo cual, si se procurase combinar ambas Ordenanzas, se- ria empresa que jamds pudiera tener desempefio; y asf, debe reputarse tacitamente revocada la del Peri, en cuanto son incompatibles con ella los efectos del todo contrarios que permite y abona la Ordenanza de Mé- xico para el mismo caso. La prohibicién que hay bien contestada por una y otra legislacién, es la respectiva a Eclesidsticos descubridores, *° para que no puedan te- ner el laboreo de las minas que registraren, pues, segiin expuse en otro lugar, ‘ estan obligados precisamente a vender ¥ poner en manos de va~ sallos legos las tales minas, dentro del término de seis meses, pena de aplicarse a quien las denunciare. 5 De aquf resultan cuatro dudas dignas de explicacién. La primera es, si durante este plazo, podra el Eclesidstico descubridor trabajar la mi- na y aprovecharse de sus frutos, mientras encontrare comprador de ellas, 682, Pepro VICENTE CANETE y DoMiNGuEZ [C.VIIL- Apéndice La segunda, si el término del semestre es continuo 0 titil. La tercera es, si para proveer la adjudicacién que otro pidiere después de pasado dicho término, ser preciso ofrlos en justicia, 0 sélo averiguado el tiempo por el registro, se procederé a la aplicacién de ella, sin admitir pleitos sobre este asunto. La cuarta, si los parientes que pueden sucederle ab intesta~ to, tienen alguna preferencia sobre la adjudicacién de la mina. Es tan apreciable el caso de Ia primera duda y tan palpables los razonamientos que alegan por su parte los clérigos descubridores, y aun también los seculares de su partido, que seria muy conveniente hacer una expresa declaracién, principalmente habiendo legado en estos tiempos el abuso de los eclesidsticos a tanto grado, que no hacen escriipulo en tra- bajar minas con ms codicia (o lamemos aplicacién) que los seculares. Dicen que las Ordenanzas * repiten a cada paso no haber sido la intencién de Su Majestad, el permitir los descubrimientos de minas, sino porque se labren a beneficio particular de los vasallos y para prosperi- dad universal del Estado, no menos que para acrecentamiento de la Real Hacienda. En impidiéndose al clérigo el trabajo de las que registrare, de con- siguiente, no se cumple con la voluntad del Rey, ni se pueden conseguir los efectos favorables que despertaron sus soberanas miras. Lo més es, que después del atraso consecutivo a la suspensién de la labor, puede su- ceder que no rinda la mitad de frutos después de vendida a algiin suje- to sin caudal ni experiencia, la misma mina que principiaba a labrarse por el clérigo descubridor, con empefio y con inteligencia y que le hubiera dejado muchas utilidades en su venta, y al pablico la riqueza de que necesi- ta para vivificar todos los ramos del Estado. Sin embargo, yo opino sin vacilar, que lejos de conformarse con el espiritu de la Ordenanza 21, titulo 11, libro 3° del Perd, la facultad que pretenden los clérigos para trabajar las minas que descubrieren duran- te el semestre, se opone directamente a la intencién del legislador, que por ella se descubre. Fundan mi propésito, tres argumentos graves: el primero, de ra- z6n}; el segundo, de inconveniente ; y el tercero, de autoridad. El fin por qué la Ordenanza manda que el clérigo venda las mi- nag que descubriere, concediéndole seis meses para que en ellos se pue- da deshacer de ellas, es porque no las trabaje distrayéndose de st sagra- do instituto, en un negocio puramente temporal, opuesto a la santidad del sacerdocio, y justamente para evitar las muertes, agravios, malos tra- tamientos y peores pagas que recibian de los eclesidsticos los indios re- partidos en sus haciendas, en la confianza de no poderse proceder contra ellos, como exceptos de la Rea] jurisdiccién; juego, de ningun modo se puede entender permitido el trabajo de las minas durante los seis meses, porque entonces se incurrirfa en lo mismo que se intentaba impedir con obligarios a la venta, y al propio tiempo, de procurar separarlos de la la- bor y beneficio de miserales; el mismo medio adoptado para lograrlo,ven- dria a producir efectos contrarios. De aqui se siguen dos inconvenientes muy considerables: el pri- mero, que los indios recibirdn los mismos agravios que dieron mérito pa- ra prohibir absolutamente a los eclesidsticos el poder labrar minas; y el segundo, que con la codicia de aprovecharse de sus frutos, y aunque no sea sino por el demasiado apego del corazén humano a las riquezas, cuan- C.VIIL- Apéndice] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS. 683 do hay esperanza de conseguirlas, pretextarian una infinidad de excusas ¢ impedimentos para hallar comprador; y dilatando la venta de dia en dia, con pedir un plazo tras de otro plazo, con otras mil inverieiones que sugiere el interés,-al cabo conseguirén disfrutar toda la mina, habiéndo- la trabajado con fraude de la Ordenanza, en perjuicio de los indios y con- tra el decoro de su estado. : Ademés de esto, es trivial que lo que se permite bajo de cierto mo- do a cierto género de personas, para un caso y por un determinado tiem- po, no se entiende ni se extiende fuera de ellos; antes, se supone prohi- bido en todos los demAs casos, segdn Larrea y Graciano, ** porque la con- cesién nunca se debe extender a cosas diversas, como resnelve este til- timo. 5 Hablando el sabio Tiraquelo 5* de lo que se promete por cierto tiem- po limitado, por ejemplo, cuando el comprador estipula la retroventa den- tro de seis meses, dice que se entiende no haber querido obligarse para después de aque! tiempo, y alega aquella regla vulgar, que lo que se per- mite por cierto plazo, se juzga prohibido para después, como se ve en el retracto concedido dentro de nueve dias, que ya no compete si se deja pa- sar el término; lo mismo en el Procurador constituido por determinado tiempo y para cierta clase de negocios, que después de evacuados, ya ex- pira su oficio; y por dltimo, en el Estatuto, que permite inquirir dentro de plazo limitado, en que entienden todos prohibida la inquisicién des- pués de fenecido el término; porque, como funda el sabio Salgado, *7 una causa limitada s6lo puede producir efectos limitados. Cuando se concede una cosa (principalmente en lo facultativo) sienta Fontanela, ** fundado en la nota, que se entiende denegada la fa- cultad que no se lee, ni se expresa en la concesién. Segin aquelia regla, pacientemente explanada por Barbosa: § “inclusio unius, ets exclusio et ‘reservatio alterius.” Explicando este prélogo, el célebre jurisconsulto espafiol, Jeréni- mo Gonzalez, ® pone muchos ejemplos, reducidos a que permitiéndose el uso, se prohibe el abuso; concedida la administracién, parece prohibida la disposicién; y asi otras cosas que vienen a concluir en que la conce- sion jamas se extiende fuera del caso expresado, y por el contrario, se entienden prohibidos todos los demas. Conforme a estos principios, comentando Acevedo * la ley 8, ti- tulo 10, libro 4° de Castilla, en aquellas palabras: “muriendo el acusado dentro del ano, estando ausente, en tos casos que el delito no se extingue por la muerte, sean oidos los herederos del acusado, sobre las dichas pe- ‘nas de dineros 0 de Bienes”, dice que en aquellos delitos que se extinguen Por la muerte, no deben ser ofdos los herederos del acusado ausente y con~ tumaz, porque los delitos de que habla la citada ley, se expresaron limi- tativamente y por via de excepeién, para afirmar la regla en contrario en los casos no excepcionados. Con lo cual se prueba, que habiéndose concedido el término de seis, meses para que los clérigos descubridores, se puedan deshacer en ellos de las minas que registraren, de ningtin modo pueden trabajarlas du- rante este plazo, porque la venta se fijé en la Ordenanza, por via de ex- cepeién, para afirmar la regla prohibitiva en todos los dems casos no exceptuados; es decir, que por el mismo hecho de permitir limitadamen- te la venta dentro de seis meses, prohibié t&citamente durante ellos el 684 PEDRO VICENTE CANETE Y DOMINGUEZ [C.VIL- Apéndice trabajo y beneficio de las minas, como caso no comprendido en el tenor de la concesién. Y aunque se quisiera decir con Fontanela y Pareja, ® que mas bien se debe reputar omitide el caso de nuestra duda, quedando como tal, suje- to a las disposiciones del derecho comtin, también se debe coneluir, que el clérigo descubridor no puede trabajar la mina que registrare, pendien- te el semestre, porque componiéndose el derecho comin real y el eclesias- tico de las Indias, de las leyes recopiladas y Concilios provinciales, es cla- ro que el clérigo descubridor no puede labrar sus minas, una vez que las leyes-de Indias y el Concilio provincial Limense ** le prohiben absoluta~ mente el trabajo de minerales, sin excepcién ni limitacién de tiempo. ¥ porque puede suceder, que por sus fines particulares, haga es- tas ventas el clérigo descubridor, fingida y simuladamente, sin que en realidad de verdad sea su intencidn pasar ei sefiorfo de Jas minas, ni ena- jenarlas, trabajéndolas él en cabeza ajena por este medio, contra las pro- hibiciones de la Ordenanza, es menester observar la sabia cautela pre- venida en ia Ordenanza 5%, titulo 12, libro 3°, del Pera; es a saber, que ocurran el comprador y el vendedor ante el Juez que ha de dar la pose- sidn, declarando ambos con juramento, que la dicha venta, permuta, do- nacidn contrato que asi hiciesen, es cierto, verdadero y'no fingido ni simulado, sino con Animo e intencién de estar y pasar por é) realmente y con efecto permanente, bajo la pena de ser nula ta posesin que en con- trario se diere y de perder Ja mina o su estimacién; pues, por diffeil que sea la averiguacién de semejantes ficciones, por hacerse regularmente en secreto, se evita en lo posible el fraude, y se debe esperar que las par- tes se abstengan de cometerlo, por el temor de la pena. Por ditimo, juzgo conveniente advertir una incidencia muy prac~ ticable en esta materia, y es, que permitiéndose al elérigo descubridor, deshacerse de las minas, ya sea vendiéndolas o enajendndolas por cual- quier otro contrato traslativo de dominio, puede tal vez pretender hipo~ tecarlas durante el semestre o arrendarlas por el mismo término. Estando al rigor de derecho, no encuentro razén para que no se le conceda esta facultad, porque siendo valido y trivial el argumento que se toma afirmativamente, de lo més a lo menos, conforme a los textos que refiere y explica Barbosa, ® se debe entender permitido el arrendamien- to o la hipoteca, una vez que la Ordenanza permite la venta, que es més, segiin resuelve Molina, * de los bienes de Mayorazgo, que tienen licencia para enajenarse. Gon arreglo al argumento antecedente, deducido de aquella regla civil y canénica, ® que no se debe prohibir lo menos a quien es licito lo mis, se leen en el Derecho varios ejemplos que lo comprueban. A saber: el padre matar a Ja hija adiltera, en adulterio infraganti delicto, tiene con mayor raz6n facultad para azotarlos o causatles otra molestia con ‘tumeliosa; §7 del mismo modo que la mujer que entreg6 su cuerpo al ma- rido, debe mucho més bien confiarle la dote, que es menos. * As{ como el hijo de familia que puede testar del peculio castrense, también puede hacer donacién por casa de muerte, por ser mucho més testar que do- nar. * Luego, segtin esta misma regla, le ser permitido al clérigo des- cubridor arrendar o hipotecar su mina, respecto que puede venderla, sien- do mucho més. Pero todo esto se debe entender sin perjuicio de la venta, traspaso C.VHE- Apéndice] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS. 685 © enajenacién mandada hacer dentro de los seis meses, y a lo sumo, se podré permitir la continuacién del arrendamiento o hipoteca, con licen- cia del Superintendente de Minas, hasta hallar acomodada venta. Esto, que mira directamente al clérigo descubridor, es trascen- dental al que hubiese adquirido minas por donacién, herencia o por clau- sula de testamento; de suerte que se debe proceder de un mismo modo, asi en uno como en otro caso, absteniéndose de seguir la doctrina del sa- bio Solérzano, referida en otro lugar, 7° pues, por respetable que sea su autoridad, son de mas veneracién las Ordenanzas posteriores al tiempo en que escribié su docta obra. Para resolver la segunda duda, se debe tener presente que se Ila- ma tiempo continuo, aquel que corre siempre y sin intermisién contra cualquiera, aunque sea menor, impedido, ignorante o ausente; 7 de cu- ya naturaleza es el término de nueve dias concedido por la ley 8, titu- lo 11, libro 5° de Castilla, para retraer las cosas vendidas de abolengo, segiin Jerénimo Gonzalez, 7? Tiraquelo y otros, que traen copiosos ejem- plos de esta materia: por lo mismo, corre de momento a momento y com- prende todos los dias, aunque sean de vacaciones y feriados, segtin Cor- tiada y la comtin opinién de los Doctores. "8 . Por el contrario, se llama tiempo util, aquel que no corre al igno- rante, ni al impedido, segiin Vela y Cortiada. Pudiera alegar muchos ejemplos que hicieran palpable su demostracién; pero basta asignar el cuatrienio constituido por ley para pedir la restitucién in integrum, se- gin la forma de aquella ley del Codigo a que se refiere la ley 47, titulo 12, Partida 5°. ‘Matienzo, ** hablando de este término, afirma que es itil ai prin- cipio: de esta misma clase contemplo a nuestro semestre, y desde Inego no se debe poner ia menor duda en resolver que el tiempo es Util, reflexio- nando el espiritu de las Ordenanzas de mineria, Los articulos 5° y 6° de la de México, ordenan que en las mate- rias de minas se determinen la verdad sabida y la buena fe guardada, con- cediendo a los Jueces el arbitrio de examinar de oficio los testigos que hallaren por conveniente, y tomar los juramentos de las partes, para me- jor averiguar la verdad. ‘Todo debe ser equitativo en este género de negocios; y asi cuan- do ocurrieren accidentes que impidan el cumplimiento de alguna Orde- nanza, es preciso que el Juez socorra ai impedido, con nuevo término, se- gin lo dijo Tiraquelo, ‘6 tratando de la prorroga del tiempo prescrito al apelante para proseguir su recurso, en caso de no haberlo podido verifi- car por algiin justo embarazo. La misma Ordenanza de México ? adopté este partido, permitien- do que al denunciante de minas abandonadas, que no hubiere podido ha- bilitar el pozo de ordenanza, ni tomar la posesién dentro de los 60 dias sefialados en el articulo 8, titulo 6°, bajo la pena de perder el derecho a la mina, se le pueda ampliar el término en cuanto fuese suficiente: de manera que aquella regla generalmente recibida, de ser improrrogables los plazos establecidos por ley o por estatuto, se viene a exceptuar en ne- gocios de mineria, por deberse observar en ellos, sélo por equidad y por arbitrio de buena fe. Por tiltimo, se comprueba por la Ordenanza del Pert, que el tiem- po del semestre no es continuo, sino titil; porque hallindose determinado 686 Pedro VICENTE CaNETE Y DomiNcuEZ (C.VIIL- Apéndice por la 8, titulo 1°, libro 3°, que el transcurso de los treinta dias preseri- tos para manifestar y hacer registro de la mina, no debe perjudicar al descubridor que se hubiese detenido ms tiempo por algin legitimo im- pedimento, es consiguiente que no sea continuo este término, pues segiin las reglas que dejamos sentadas, es titi] aquel tiempo que no se le corre ni perjudica al impedido. ** De aqui resulta la resolucién de la tercera duda, a saber, que el descubridor clérigo, debe ser oido antes de adjudicarse a otro que pidie- re la mina cuya venta no hubiese él verificado dentro de los seis meses de la Ordenanza, porque siendo axioma vulgar deducido de las leyes, 7 y universalmente contestado por los Doctores, ** que al impedido no le. corre término ni perjudica su transcurso, a menos que haya sido por su dolo y culpa lata, * antes bien le excusa de la pena el impedimento justo y embaraza el curso del tiempo establecido por la ley, o por el hombre, * es menester ofr y citarlo, antes de proceder a la privacién de la mina, pa- ra que alegue y pruebe el impedimento, que tal vez pudo haberle estor- bado la venta dentro del semestre de la otdenanza. El Eminentisimo Cardenal de Luca, * propone un caso muy ade- cuado para comprobacién de nuestra sentencia: se refiere a que una Ba- ronesa de Mondovi o Mondevi, (ciudad episcopal del Piamonte), institu- y6 por heredero universal a su marido, bajo la condicién de ordenarse sacerdote dentro de un aio desde el dia de su muerte, pena de caduci- dad, substituyendo en su lugar a una congregacién pia. Este heredero no cumplié la condicidn, por el impedimento de bi- gamia que le resultaba por la viudedad de Ja testadora, y habiendo pasa do a Roma a solicitar la dispensacién del Sumo Pontifice, ‘sobrevino una dilatada vacancia de la silla Papal, por muerte de Clemente IX; y habien- do obtenido después de mucho tiempo la conmutacién del sacerdocio en el bdbito militar de San Juan de Jerusalén, con la obligacién de profesar a su debido tiempo, se dudé por los Oficiales de la dataria, al tiempo de despachar el Breve de gracia, si ésta, como concedida después de trans- currido el aio prefinido por la testadora, podria ser perjudicial a la con- gregacién y privarla del derecho adquirido a ta herencia en virtud de la substitueién. Sobre 10 cual, consultado el Eminentisimo Luca, respondié, que mediando las justas y legitimas causas que impidieron al heredero para cumplir la voluntad de la testadora, dentro del aiio prescrito, no le debia perjudicar su transcurso para incurtir en la caducidad; ni la congrega- cién substituta habia adquirido derecho a la herencia por la misma razén. Afiade, que el precepto de ordenarse dentro del afio, se impuso por via de modo a parte post, y no por via de condicién a parte ante, y como al mismo tiempo de la inobservancia del precepto induciria privacién de derecho ya adquirido (lo que se asemeja a una pena formal, en que nunca se incurre sin dolo y sin malicia), debia estimarse el impedimento muy suficiente pata excusar al heredero del lapso del término, y por consiguien- te, de la caducidad. Conforme a esta doctrina, parece muy segura y bien fundada la resolucién propuesta, una vez que sélo el transcurso del tiempo no basta para privar el derecho ya adquirido, y menos para aplicarlo a otro. ¥ es asi, porque como dice el mismo Luca, * el tiempo no es tan preciso-que de él dependa toda la fuerza y el efecto de la Ordenanza; el fin es vender C.VIIL.- Apéndice] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 687 la mina; luego, siempre que éste se cumpla, con verificarse la venta, aun- que sea después del tiempo prefinido, principalmente estando la cosa in- tegra, y antes de declararse la caducidad del registro, se debe mirar el tiempo como si todavia durase el primer plazo, segiin la més benigna y recibida sentencia de los Doctores. El sabio Solérzano, traté més de intento otra cuestién idéntica con la nuestra, que quita toda duda en la resolucién: supone el caso de haber- se ausentado un Encomendero, por més tiempo del que se le concedié, sin volver a residir en el lugar de la encomienda, como est4 obligado por las leyes, bajo la pena de privacién ipso jure incurrenda. Compara las encomiendas a los feudos y_a los beneficios eclesiés- ticos, y haciéndose cargo de las graves autoridades que requieren cita~ cién, ya sea personal, ya por edictos y proclamas de los beneficiados o feudatarios ausentes més tiempo del asignado en la licencia, resuelve, ® en cuanto a los encomenderos, que deben ser ofdos y citados, forméndo- seles proceso para dar y pronunciar la sentencia deciaratoria de la incur- sa: privacién. Para todo esto, alega ** por principal fundamento, los impedimen- tos que pueden haber ocurtido para que el encomendere no comparecie- Se a residir dentro del término preserito: luego, observando las mismas reglas y principios, debe ser ofdo y citado ef clérigo descubridor, para que pueda hacerse la privacién de la mina en términos de justicia, Ello es cierto, que para poderse adjudicar semejante mina, es me- nester que se denuncie; pero no basta hacer constar solamente el trans- curso del tiempo, por el reconocimiento del registro; pues, fuera de todos los fundamentos que acabo de referir, previenen las Ordenanzas del Pe- nti y de México, que se debe citar al poseedor, ofr a las partes y adju- dicar la mina al que mejor probare su intencién. Si la sentencia saliere a favor del denunciante, se sigue la cuarta resolucién, de no tener preferencia alguna los parientes del eclesidstico. Porque cuando se adjudica a otro su mina, por no haberla vendide a tiem- Po, ha precedido declaracién de la caducidad del registro, incorporandose de nuevo a la Corona; entonces recupera la primitiva naturaleza de bien realengo y es como cualquiera otra mina que nunea se hubiera registra- do: sélo el Rey es su duefio; el clérigo nada tiene en ella, ni se estima por de su patrimonio; luego, 28i como ninguno puede pretender preferencia en la adjudicacién de una mina enteramente nueva, tampoco lo pueden intentar los parientes del eclesidstico en la mina que se le haya quitado por la caducidad de su registro, pues ya salié de entre sus bienes y se re- puta como nueva por su reversién a la Corona. Pasemos ya a examinar el ntimero de minas permitidas a los mi- neros regulares, que no gozan privilegio de primeros descubridores. En este punto, serd preciso referir las Ordenanzas del Peri que tratan de ello y de las demasias, para que entendida brevemente la grande diferen- cia de la Ordenanza de México, no se vacile después en ef verdadero de- recho que debe regir, segin el actual sistema de mineria. En varias Ordenanzas del Peri se advierte cierta aparente distin- cién de las minas estacadas a las compradas y a las adquiridas por heren- cia u otro cualquier titulo lucrative, pero ésto no conduce a la determi- nacién del ntimero, sino al plazo en que se deben vender las demasias. Asi se ve, que fa Ordenanza 3+, titulo 2, libro 3°, concede cuatro meses al 688 PEDRO VICENTE CANETE ¥ DoMINGUEZ [C.VIIl.- Apéndice que halléndose en las minas que puede poseer, adquiere otras por heren- cia, donacién, legado o cl4usula de testamento, para que disponga de lo demasiado, sin que nadie se lo pueda demandar en el entretanto; y al mis- mo tiempo se lee en la Ordenanza 15, al fin, titulo 1%, y en las Ordenan- zas 1 y 3, titulo 2, libro 3%, que al poseedor de mis minas de las que es- tan permitidas, se le puedan pedir las demasias luego que las hubiere ad- quirido por compra o por contrato, quedando obligado a darselas al de- mandador, dentro de tercero dia, con prohibicién de no ajenarlas desde entonees, pena de mulidad y de mil pesos. La razén de esta diversidad consiste, a mi juicio, en que el com- prador obra con la codicia de abarcar muchas minas (tal vez por un pre- cio infimo), para aprovecharse de sus frutos sin contemplacién de mas utilidad que la suya. Y ya que la Ordenanza no refrena esta codicia en caanto a prohibir la adguisicién, ha querido estrechar los términos en que se deben vender las demasias. Al contrario, favorece las adquisiciones que provienen de algin titulo lucrativo porque en tal caso todo lo hace la fortuna y no se advier- te vicio que castigar ni reprimir de parte del poseedor. Por esto indulta la Ordenanza el plazo de cuatro meses para deshacerse de las demasias, con el fin de que se haga con més libertad la enajenacién de lo que se ad- quirié por disposicién de la ley en las herencias y por mera liberalidad de los hombres en las donaciones.y legados. Con esta diferencia de plazos, se deben vender las minas que ex- cedieren de las cinco aue puede poseer un minero regular en diferentes vetas: a saber, tres minas de metal rico * y dos de sorockes, asi compra- das, como por estacas, conforme a la Ordenanza 15, titulo 1°, libro 3° del Pert, entendiéndose sin perjuicio de las otras cinco que permite la Orde- nanza 14 del mismo titulo y libro, al que descubriere vetas nuevas, aun- que no sea descubridor del! cerro ent que se hallaren; de suerte que, si el mismo que tuviere por compra o por estacas las cinco minas de que ha- bla la Ordenanza 15, descubriere otras vetas nuevas, puede tener en cada wma de ellas una mina entera hasta completar el mimero de otras cinco minas més, como dispone la Ordenanza 14 citada, titulo 1°, libro 3° del Pert. La nueva Ordenanza de México, mandada guardar en este Reino, en nada concuerda con nuestra antigua legislacién de mineria, en orden a los puntos propuestos. Primeramente, sin limitar ulimero, permite la tenencia de cuantas minas se quisieren poseer por titulos de registro, de- nuncio, yenta, donacién o herencia; * en segundo lugar, no prohibe la adquisicién de dos o mas minas sobre una propia veta, siempre que pro- ceda de titulos diferentes, es a saber, una por registro y otra o mas por denuncio, venta, donacién, herencia o legado. En esto se conforma con la ley 5%, Cap. 31, titulo 8, libro 6° de la recopilacién de Castilla, que al mismo tiempo de prohibir la adquisicién de dos minas contiguas en una veta, por registro o por denuncio, excep- tiia de esta regla las que se hubieren comprado, aunque sean michas ¥ estén todas juntas, De manera que, segtin este nuevo sistema, quedan del todo abolidas las antiguas restricciones, y cualquiera que tuviere una mi- na registrada por estaca, puede denunciar otra por despueble, y adqui- rir muchas més, todas ellas juntas, por compra o por titulo hucrativo. #¢ Sélo se reserva el caso de pretender alguno la habilitacién de mu- C.VIIL- N.VIL] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 689 chas minas inundadas 0 ruinosas, u otra empresa de notable importan- cia; porque entonces, bien puede poseer muchas minas juntas en una ve- ta, por titulo de denuncio, precediendo permiso del Superintendente Ge- neral de Minas, a consulta del tribunal, después de calificado el mérito y cireunstancias de la operacidn, con arreglo al articulo 27, titulo 6°. Por los mismos fines de utilidad péblica, también queda exeeptuado * el] caso de haber sido algin minero con sus labores subterréneas, fuera de los términos de sus preeminencias, bien sea por longitud o por primera cua- dra, que hubiera avanzado sobre terreno virgen 0 de mina desamparada porque, no debiendo presumirse aqui 4nimo codicioso de abarcar toda la veta en perjuicio de otros (que fue el motivo de prohibir muchas pertener cias juntas), no se le debe impedir el trabajo a continuacién de las mi nas sobre la misma veta, siempre que denunciare la nueva pertenencia; de manera que si hubiera adquirido por registro la mina de donde avan- z6 sus labores sobre terreno virgen, vendré a poser dos pertenencias con- tiguas por un mismo titulo de registro; y si hubieren sido minas desam- paradas, la que comenz6 a laborar y la otra donde se introdujere de nue- vo, las dos corresponden a un mismo titulo de denuncio; pero se advier- te que cada concesién no debe pasar de otro tanto mas de las medidas que anteriormente se le concedieron y se han de renovar las estacas hasta los nuevos términos, para que lo sepan todos. En tereer lugar, no admite demasfas en cuanto a nimero, porque permitiendo que cualquiera posea cuantas minas pudiere labrar, es con- siguiente que no hayan demasias en este sentido, si bien, aunque no se puedan pedir por este titulo al que las ocupare, se pueden denunciar por despobiadas las que no tuviere en actual trabajo, 0 a lo menos ampara- das con arreglo a Ordenanza. ‘Asi, cuando la Ordenanza de México % habla de demasfas, se en- tiende precisamente del terreno que sobra entre dos minas, ya sea por haber mejorado estacas de un rumbo hasta otro, ** 0 por haber excedido a las medidas primeras. La cuarta y iltima diferencia consiste, en que por la legislacién del Per, %* el poseedor de las demasias es incapaz de tenerlas por cual- quier titulo que sea, cuando, por e) contrario, Ia Ordenanza de México * no. solamente se las concede, sino que también le declara preferencia, aun- que sea en concurso de otros que las hayan pedido primero. (Aqui concluye el Apendice a los articulos 1° y 2° del pérrafo noveno, noticia séptima del Capitulo 8,— N. de E.). Articulo 3°. Registros— Se explica el método prdctico de hacer- los. — Registro, no es otra cosa que la manifestacién o denuncia de algu- nos bienes, para evitar fraudes, 0 para otros fines que declaran las le- yes. *7 Esta voz trae su origen, segtin el sabio Solérzano, ** de la palabra latina res-gesta, que significa cualesquiera autos judiciales en que se da fe y testimonio de lo que se hace o va haciendo; pongo por ejemplo, en el comercio naval, de todo lo que llevan o embarcan o cargan en la nave, asi de mercaderias como oro, plata, perlas, sueldos y hasta las cédulas de cambio. ** 690 Pepao ViceNTE Caters ¥ DomincuEz {C.VIL- N.VIL. Conforme a este principio, se mandan registrar por las leyes de Castilla, 10° los caballos, potros, yeguas y demas bestias que se mantie- nen fuera del Reino, dentro de las doce leguas de los puertos, y juntamen- te los que nacieron dentro de este mismo distrito. En materia de minas, es tan indispensable el Registro de todas las que se descubrieren, que comenzando a trabajarlas antes de hacerlo, se ineurre en la pena de su perdimiento y mas la mitad de los otros bi nes. 1 E] docto Fiscal Don Francisco de Alfaro, *** funda la necesidad del registro en el interés del fisco a la cobranza de los quintos, y en el propio derecho del descubridor para conservar claras y especificas sus pertenencias. A fin de mantener el buen orden entre los interesados, se ha pres- crito por las Ordenanzas cierto término y forma en que se deben hacer los registros. En el Pera 1? estan sefialados 30 dias desde que se hubiere des- cubierto metal, para manifestarlo y hacer registro ante la respectiva Jus- ticia, ampliando a diez dias mas los 20 que para este mismo efecto con- cede la ley 4, Cap. 4°, titulo 18, libro 6° de Castilla, en consideracién a las grandes distancias y a los embarazos de los caminos; asi como se halla prorrogado por el propio motivo, a tres o cuatro meses el término de los Edictos para concursos en e) Pera, ‘+ con todo de haber prefijado s6lo diez dias o a lo mas 20, la Bula de Pio V, explicada elegantemente por Salgado. 1° Y en cuanto a los indios, se atendié también su incapacidad, a més de las razones referidas, y por tanto se les triplies este término, permi- tiéndoles el registro dentro de tres meses, 1°* pues, verdaderamente, son mayores para ellos las dificultades, segin su pobreza y la fragosidad de Jos lugares donde viven de ordinario. Todos los vasallos del Rey pueden descubrir y registrar minas en el plazo referido, exceptuando tinicamente aquellos que por expresa Orde- nanza se hallaren prohibidos de poderlo hacer. '°7 Pero deben los que registraren, presentarse por si mismos, tra- yendo personalmente la muestra de plata que sacaron, y jurando que es ia misma que saié del metal manifestado y descubierto en la veta que re- gistran. 1" El requisito de esta personalidad ocasioné innumerables pleitos y calumnias, porque se solicitaba privar a los descubridores del derecho al registra, cuando no fo habian hecho personalmente, pretextando no ser practicable por Procurador este acto y mucho menos el juramento, como personal, segiin opinién de varios Doctores, '* tratando del juramento de fidelidad que deben prestar al Papa los Obispos electos o translatos. Entonces resolvio el Sr. Toledo, 1° para evitar dudas y diferen- cias, que los justamente impedidos de poder cumplir con los requisitos necesarios de juramento y manifestacin personal, pudiesen hacer por un poder especial * para dichos efectos, verificandolo por carta, en caso de no haber Escribano en el lugar donde se hallé Ja veta, ni en las inme- diaciones, * De suerte que, conforméndose con ef Derecho Canénico, "? autoriz6 con fuerza de ley las doctrinas 4 que defienden practicable por Procurador el juramento, cortando con esta sabia providencia las tena- ces altereaciones que, sobre el mismo punto, se ven refiidas por los auto- res mas clasicos, C.VUL- N.VIL] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 691 De aqui resulta una cuestién muy digna de explicarse, por su gra- vedad y frecuencia, a saber: si aungue el descubridor no se halle impe- dido, podra registrar libremente por Procurador. De la lectura de la Ordenanza 11, titulo 1", libro 3°, se deduce, al parecer con evidencia, la negativa; porque después de haber prevenido en la 8* del mismo titulo y libro, la comparecencia personal del descubri- dor, resuelve que puede registrar y hacer juramento por Procurador con poder especial, cuando no pudiere venir en persona a cumplir con estos requisitos, por vejez, por enfermedades, por rios crecidos, por ausencia necesaria, por destierro, por cautiverio, por su Dignidad, por su sexo, '® 0 por otros impedimentos justos que referi en otro lugar 17 y numera el docto Harprector: 8 que fue lo mismo que admitir el uso de Procuradores solamente en caso de necesidad. En ésto se conformé el gran Toledo, con la resolucién que tomé el Emperador Justiniano, '!9 permitiendo que pudiesen apersonarse uno por otro, judicial o extrajudicialmente, cuando estuvieren impedidos de hacerlo personalmente, por enfermedad, vejez o peregrinacién. De suer- te que, discurriendo por los principios vulgares de Derecho, parece no ha- berse aprobado la intervencién de Procurador en los demas casos libres de impedimento, porque conceptudndose solamente los de necesidad, de- be afirmarse la regla en contrario, en los otros que no se reservaron ex- presamente. No obstante, soy de opinién que la afirmativa es mas probable y debe seguirse en la practica. Dice una ley del Digesto, "?° que “es muy necesario el uso de Procuradores, para que los que no quieran 0 no pue- dan asistir a la intervencién de sus negocios, puedan reconvenir o ser reconvenidos por medio de otros”. Segiin esta disposicién, no es menes- ter que uno se halle impedido, para obrar por Procurador, pues para po- derlo nombrar, basta que no quiera intervenir por si mismo; luego, aun- que el descubridor no tenga impedimento para registrar personalmen- te, puede practicarlo por apoderado, siempre que él asi lo quisiere. La ley 68 del Derecho Canénico comprueba esta opinién, porque si en lo general cualquiera puede por otro, lo puede hacer por si mismo, exceptuando los casos que alli anota Andrés de Alciato: se debe concluir que quién puede registrar por si mismo, también lo puede hacer por Pro- curador, segtin derecho. Para fundar mejor esta resolucién, veamos como resuelven los in- térpretes institutarios, el argumento deducido del texto de Justiniano, y de ahi descenderé la inteligencia verdadera de nuestra Ordenanza peruana. El sapientisimo Vinnio dice 1%! que los impedimentos expresados en el texto y otros semejantes, introdujeron al principio el uso de Pro- curadores, pero que una vez recibidos, continuaron su ejercicio aunque no hubiese necesidad 0 impedimento. Asimismo sucedié en materia de registros: pues, habiendo admitido el Sr. Toledo la intervencién de Pro- curadores, por varios embarazos que impedian a los descubridores para hacerlos por sus propias personas, se ha conservado esta facultad indis- tintamente fuera de los casos de necesidad; de suerte que, segtin explica Pichardo, ¥% los impedimentos fueron la causa impulsiva para admitir Procuradores, pero el final de la Ordenanza (como expresa ella misma), fue evitar los pleitos y calumnias, que de ordinario se seguian, como de 692 Pepro Vicente Caste Y DoMiNGuEZ TC.ViiL- N.VIL guardarse la libertad que cada uno tiene de usar de su derecho, por si mis- mo 0 por otro con su poder. Por esto, faltando ta causa impulsiva, no debilita ni destituye el valor de la Jey subsistiendo la causa final como advierten y notan los Doc- tores con Acucio, citado por Cobarrubias, 12 hablando de Calfurnia, la cual aunque dio ocasién con su insolencia y ‘procacidad, al Edicto en que se prohibié a las mujeres el ofieio de abogar, con todo, no fue ella la cau- sa final. Y asi quedan, generalmente, prohibidas todas las mujeres, tam- bién aquellas que no fueren insolentes ni procaces; porque subsiste la cau- sa final, que fue evitar perjuicios del pudor y honestidad del sexo, como lo indica la ley 3%, titulo 6, Partida 3°, Con que observando la misma re- gla, pueden valerse de Procuradores los descubridores sin impedimento, de] mismo modo que los impedidos, respecto de coneurrir en unos y otros Ja causa final de la Ordenanza. ‘Ni porque se exceptuaron los impedidos, se debe presumir prohi- bido a los demas que no 1o fueren, el indulto de Apoderados, porque se- gin Pareja, '% se debe suponer mas bien omitidos los otros casos que no expresé la Ordenanza, dejéndolos a la disposicién del Derecho comin, Por lo que se deberd guardar la regia ya citada: que cualquiera puede hacer por otro, lo que puede por si mismo. 125 Aqui se puede tener por exceptuado el que registrare estacas 0 las Pidiere, porque debe pedirlas por su persona y no por poder ni carta, sino es que fuere dado a persona asalariada, segin la Ordenanza 4* del Presidente Gasca, y ia 11 al final, titulo 1°, libro 8° de las del Sr. Toledo. No es extrafia la reservacién de este caso por el gravamen que ith- ponen las Ordenanzas a los estacados, 1% de que entre todos depositen cien pesos antes de concedérseles estacas, para que con ellos se pueda dar un pozo o dos en el paraje de la veta que mejor le pareciere al des~ cubridor, pena que no queriendo pasar por 1a condicién de contribuir, nin- guno sea admitido a estacarse en la veta. Sin tanto motivo, se ve exceptuado de la regla antecedente ¢l caso de la impetracién de venia en los menores varones, obligdndoseles 127 a que por si mismos ¥ no por Procurador, aleguen el beneficio imperial y prueben su edad y costumbres; fuera de otras muchas faleneias que re- quiere Aleiato sobre la regla 68 expresada. Segtin el.sentido de la Ordenanza del Pert, se requiere dos cali- dades en el que pidiere estacas por otro: a saber, que tenga poder espe- cial, y que sea criado asalariado. Casi lo mismo determina la de Méxi- co, 128 pues, aunque permite a los criados que registren para sus mismos amos, sin tener su poder, previene al mismo tiempo, que ratifiquen el de- nuncio o registro dentro de 60 dias, ' y es como si se hubiera procedi- do con poder bastante, porque la ratificacin se equipara al mandato, por la ley 10, titulo 34, Partida 7°. No distingue el Registro de nuevos descubrimientos del de las es- tacas, como lo ejecuté ta Ordenanza del Perit; pero, debiéndose conciliar las leyes para evitar toda correceién, se debe también declarar la una por la otra, y concluir lo primero, que cuando el articulo 5°, titulo 7, per- mite absolutamente registrar mina por otto con su poder, 0 carta orden, se entiende de los nuevos descubridores, con las circtmstancias y distin ciones que he explicado comentando la Ordenanza 11, titulo 1°, libro 3° del Perit; lo segundo, que para el registro de estacas, no basta el poder C.VIL-N.VIL] DE La SUPERINTENDENCIA DE MINAS 693 solo, ni que sea criado quien las pidiere, sino que sobre esta tltima cali- dad, debe concurrir el poder o la ratificacién que es su equivalente. Segiin [a antecedente advertencia, se han practicado siempre los registros de minas en el Pert y en México, casi por el misme método. La corta diferencia que se nota entre ambos estilos, consiste en circunstan- cias que por el nuevo sistema de mineria se pueden uniformar. Por esto explicaré el método practico de registrar, siguiendo las disposiciones de una y otra legislacién, combinadas ya en este Reino, distinguiendo las clases de descubrimientos que dejamos explicado para su mayor claridad. El que fuere nuevo descubridor, exhibe ante la Justicia y Escri- bano de Minas el metal y pella que hall6, '** expresando su nombre y los de sus compajfieros '* si los tuviere; el lugar de su nacimiento; su vecin- dad, profesién y ejercicio, con todas las sefiales individuales y distingui- das de} sitio, cerro o veta cuya adjudicacién pretendiere, "7 y jura que sacé realmente uno y otro de la misma veta que registra, por tal veta, man- to, bolsa, aspa, crucera, criadero, ramo, 0 cualquiera que sea, '** pidien- do mina entera de 200 varas, y sefialando la de Su Majestad, # denun- ciando al mismo tiempo la veta a mayor abundamiento, por defecto de pozo de cualquier persona que la haya pedido o alegare derecho para que se le adjudique en nombre de S. M. E] Juez decreta: “Por fecho el registro, exhibido el metal y pella y por nombrada la mina de Su Majestad, en su Real nombre se concede mina de 200 varas en el lugar y parte y para el efecto que se pide, en con- fee de las Reales Ordenanzas, y cumpla con su tenor, so la pena de ellas”. Cuando se pide por derecho de limpia alguna mina o veta ciega y oculta, para Yepararla y habilitarla, con protesta de presentar el metal fijo que descubriere y hacer registro en forma, sefialando mina para Su Majestad, el decreto es: “Sin perjuicio de tercero que mejor derecho ten- ga, se concede la veta que refiere, por derecho de limpia, bajo las protes- tas expresadas; y en el interin 185 no se le inquiete ni impida la labor”, 19° Los dem4s que quisieren estacarse en Ja mina descubierta, piden sencillamente mina de 200 varas, sin la distincién de medidas que hacia la Ordenanza antigua del Pert, 1" y la providencia de estilo es: “Conce- dida sin perjuicio de tercero que tenga mejor derecho, en la parte y lu- gar, ¥ para él efecto que se pide, en conformidad de lo dispuesto por orde- nanzas, y so la pena de elas”. El Escribano autoriza el provefdo y alti mismo da fe del dia y hora en que se presenté el descubridor, tomando de todo razén exacta en un Libro de Registros, que debe tener por abecedario, conforme a las Orde- nanzas del Perti y de México. "5 La formalidad de registro, prevenida para las minas nuevas, es igualmente indispensable para las baldias y despobladas, porque el regis- tro en que se comprende licencia para labrarlas, es todo el fundamento y el tinico titulo de su adquisicién y dominio. '8* Por eso dice Gamboa, 14° que quien denancia el despueble, no sucede al anterior poseedor, antes Jo delata por contravencién de las Ordenanzas, que entra come poseedor nuevo por potestad de la ley, y se le hace nueva concesién y nueva inves- tidura, y se le da nuevo titulo, y por consiguiente una mina que, aunque en realidad no es nueva, se reputa por tal y como si nunca hubiera sido registrada. De suerte que hasta las medidas es menester renovarlas, se- 694 PEpRo VICENTE CaNETE ¥ DomINGUEZ [C.VINL- N.VIL, gin el nuevo registro, sin considerar para nada las antiguas como pro- cedentes de un titulo ya extinguido y de una merced enteramente caduca. E} Gnico caso que se exceptia de registro en materia de despobla- dos, es cuando alguno labra ptblicamente una mina que otro habia re- gistrado, ora sea por socavén, 0 sobre el haz de la tierra, por espacio de dos afios, sin contradiccién alguna; porque segtin la Ordenanza 15, titu- lo 1%, libro 8° del Peri, le vale por titulo bastante esta posesion, y sobre ella no se puede mover pleito ni admitirlo por ninguna causa. EI Rey es el duefio absoluto y privativo de las minas, y puede pro- veer su adquisicién como mejor le pareciere: por lo mismo, asi como en el modo regular el registro es el titulo esencial para el dominio, en este caso surte los mismos efectos la posesin de dos aiios, y sirve para trans- ferir la propiedad, como si realmente se hubiera registrado Ja mina. Pero, como la prescripcién, segtin Modestino, * y una ley de Par- tida, 1*# es la adauisicién del dominio, por continuada posesién de cierto tiempo sefialado por ley; debe entenderse continuos y sin interrupcién los dos afios de labor que prescribe la Ordenanza citada del Pert, para adquirir sin titulo ni registro una mina que otro habia registrado. La duda sdlo puede estar en el modo de probar esta posesion con- tinuada; pues, tal vez se quisiera intentar que el poseedor lo probare por testigos que depusieran haberlo visto trabajando continuamente y sin intermisién en todo el bienio. Esto, realmente, es imposible, conforme a los textos del Derecho Civil, 1 y asi resuelve el docto Tiraquelo, 4 que basta para certificar {ia posesién continua), haber percibido los frutos de cada afio, 0, al menos, que puso trabajadores para que sararen metales, aunque nada le hubiesen fructificado en realidad. Y por wltimo afiade, que se estima suficientemente -calificada la continuacién del tiempo, si se probare que poseyé al principio del primer aiio y al fin del segundo; porque probén- dose los extremos, se tiene por justificados los medios, que prestimense de una misma calidad. Volviendo a los Registros, se puede dudar, lo primero, si cuando el Escribano de Minas no tomare razén de los autos formados por parte del descubridor, conforme a ordenanzas, quedaré siempre firme su dere- cho, para todos los efectos que producen los dems registros protocola- dos, de suerte que sea preferido a otro que presentare registro de la mis- ma mina, con el requisito de hallarse asentado en los Libros de razén 0 Protocolo. Los Doctores movieron esta cuestién sobre la necesidad del re- gistro, que impone la ley 18, titulo 25, libro 4° de Castilla, en todos los instrumentos ptblicos, y también puede suscitarse en nuestro caso, por la obligacién que induce a este propio fin, la Ordenanza 6, titulo 9, li- bro 8° del Pera La negativa se puede fundar en una Novella de Justiniano, 4 don- de se lee haber declarado este Emperador, por nulo todo instrumento que no hubiese quedado anotado en los libros de registro 0 en los Protocolos. Pero, absolviendo esta duda, el insigne Cobarrubias, 1* responde que la citada constitucién fue especial para la ciudad de Constantinopla, y asi nunea establecié ley general. Fuera de que, segiin Nicolas de Mar- tarellis (a quien él se refiere), allf sélo se traté de la forma y solemni- dad del Protocolo, para que éste nada pruebe sin aquella; pero no se de- C.VIIL- N.VILJ De LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 695 terminé que no mereciese fe un_instrumento otorgado solemnemente, cuando no se hubiere reducido a Protocolo; por lo que concluiré, que es tan bien recibida esta opinién, que no tiene contradictor en la practica. Don Francisco Carrasco formé un dilatado discurso sobre el mis- mo caso, y después de alegar muchas autoridades para probar la fe de Jos instrumentos auténticos que no se hubieran protocolizado, refiere 147 que abogando él, por Garci Lépez de Morales, fue preferido en mas de 25.000 ducados, por una escritura signada, de la que no qued6 registro. Todo lo cual convence de que el pedimento firmado por el descu- bridor, decretado por e] Juez y autorizado por Escribano, hace entera fe y se debe tener por titulo matriz y original, aunque no se haya tomado raz6n de él ni anotado en el libro de registros. Bien que deberd ser castigado el Escribano, con la pena de un afio de suspensién del oficio y [os 10.000 maravedies para la Cémara, que impone la ley 16, titulo 8, libro 5? de la recopilacién de Indias; sin em- bargo de que las partes hubiesen consentido que no quedase registro. Se puede dudar lo segundo, si, pasados los treinta dias asignados para registro, conserva todavia su derecho el descubridor, para poder registrar después. La Ordenanza 8, titulo 1°, libro 8° del Perd, distingue entre los descubridores morosos, al impedido, de aquel que se hubiera detenido sin justa causa, y declara que no goce del derecho de descubridor, si se de- tuviese mas tiempo de los treinta dias, sin causa muy legitima; como si dijera que aunque otro no venga a registrar, no puede ya hacerlo el des- cubridor que no estando impedido dejé pasar por omisién voluntaria el plazo de la ley. EI Sr. Toledo siguié aqui las disposiciones generales del derecho, porque como ensefian Baldo, Koppen, Saliceto, y otros que cita Martin Magero, 148 el transcurso del tiempo sefialado por ley, induce tacita re- nunciacién, y el que lo deja pasar, se juzga haber renunciado su derecho. Al mismo tiempo se presume fatal, preciso y perentorio, y no admite pur- gacién de la demora, aunque la cosa permanezca integra; porque en este caso, no se establece el término por via de prescripto, segtin Surdo, Fon- tanela y Tiraquelo, * con otros muchos; de manera que no debiendo ser més ofdo en adelante, como resuelve Salgado, 1° es consiguiente que no sea admitido a registrar como descubridor, después de fenecidos los trein- ta dias de la Ordenanza. - La ley 5°, titulo 9, Partida 4*, puede servir de nuevo fundamento y confirmacién de esta sentencia. Alli se previene que, habiéndose amo- nestado por edicto piblico, que los que supieren algtin impedimento del matrimonio que se proclama, lo denuncien hasta cierto dia que determi- nare el Pérroco; si alguno de los que estuvieren delante cuando esto fue- re dicho, se callare entonces sabiendo que entre ellos habia ta? embara- 20, y los quisiese acusar después de casados, para separar el matrimo- nio, que no debe ser ofdo. Luego, tampoco debe serlo el descubridor que quisiere registrar después de pasado el término fatal de Ja ley, si duran- te su curso se estuvo callado sin querer usar de su derecho, sabiendo que por su detencién debia perder el de descubridor. Sin embargo, yo considero que siempre se debe tomar algdn tem- peramento equitativo con el descubridor, estando todavia la cosa inte- gra. Es un bello ejemplo el del enphiteuta que ha demorado la paga del

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