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Jean Racine dh Andrémaca Fedra Introduccién y notas de Carlos Pujol Doctor en Filosofia y Letras RBA Editores, , A., Barvelons, 1994, por la presente eiciin Euicion cedida por Editorial Planeta, 8. A. ISBN 84-473-0117-6 (Historia de la Literatura) ISBN 84.473-0317-9 Depiisito leva: B. 8363/1994 Impresiin y encuadernacidn: Printer industria grfica, S.A. Cu Noll, kin 644) ‘Cuateo Camninos, in, Sant Viceng dels Horts (Barcelona) Inypreso en Espa - Printed in Spi SUMARIO x la historia del teatro universal la tragedia tiene dos grandes arquetipos, los griegos y Shakespeare, y no siempre resulta facil entender y apreciar la terce- ra via que representa Racine, quien se inspira en los modelos de la antigitedad y escribe no muchos afios des- pués de la muerte de Shakespeare, pero que pertenece @ otro universo distinto. Para el lector no francés Raci- ne viene de otro mundo que a simple vista juzgamos arbitrario y frio, complicado y artificioso; una tragedia de salén tan comedida en su ienguaje y tan encorsetada por normas que sugiere un teatro domesticable. Racine acepta convenciones muy rigidas con una do- cilidad que nos asombra; las unidades de accién, tiempo y lugar reducen tanto la libertad del dramaturgo que una tragedia dentro de esos limites casi parece un ejer- cicio de virtuosismo; el argumento ha de ser simple, todo debe transcurrir en el plazo de un dia (menos atin, desde la salida a la puesta del sol) y siempre en el mis- mo lugar. La violacion de estas reglas equivalia a desa- creditarse estética y socialmente, a hacer trampas fal- seando la verosimilitud. Pero estén ademds los principios det decoro, que exi- gian por ejemplo desterrar de 1a escena cualquier acto violento; nadie puede dar ni uno de esos bofetones que tradicionalmente desencadenan los lances de honor (como en El Cid de Corneille), los personajes han de batirse en duelo sin que los veamos, y desde luego tie- nen que morir entre bastidores. Cualquier ademdn brus- co 0 excesivo, Ileno de efusion 0 vehemencia, descom- pondria ese simulacro de estatua parlante imaginado por el autor. La mds imperdonable muestra de mal gusto, et md- ximo atentado al decoro, hubiese sido el recurso habi- tual del teatro de Shakespeare y de los isabelinos ingle- ses, representar con toda viveza ante nuestros ojos XX RACINE cémo se mata y cémo se muere; en Inglaterra se era prédigo en horrores exhibidos ante el ptiblico, al que se solia dar una generosa racién de sangre como comple- mento indispensable del espectdculo; en la Francia de Luis XIV se mataba y se moria de un modo mucho mds discreto y piidico. Mas atin: la moral mds estricta debe regir el com- portamiento de los personajes, a quienes sélo guian mo- Yiles elevadisimos o pasiones grandiosas; hay que pres- cindir de los adulterios, y el desorden pasional serd castigado con la muerte o la locura. En Andrémaca sdlo se va a hablar de bodas apalabradas, nunca celebradas; en Fedra si la protagonista se atreve a manifestar su amor por Hipélito es sdlo porque cree muerto a su ma- rido y Aricia no consiente en huir con su amado Hipé- lito si antes no se unen ante el altar. En cambio el sui cidio y el incesto se toleran como resortes de una des- mesura trégica que parecen situarlos mds alld del orden moral comin. En cuanto al lenguaje, el decoro exige limitarse a un reducidisimo repertorio de términos abstractos y razo- nables, de hecho unas dos mil palabras que excluyen todo vocabulario pintoresco, popular, irregular o inven- tivo; Racine sdlo escribe con grandes palabras, su léxico es tinicamente noble, altisimo, enfdtico, sin ningdn gé- nero de concesiones a cualquier Uaneza. Initil decir que aqui es inconcebible la inclusién de equivocos escabro- $08 0 chistes verdes, tan frecuentes en Shakespeare. El verso no se rige por normas menos escrupulosas: ha de ser siempre el sonoro y solemne alejandrino (ca- torce silabas contadas a la espafiola, doce a la france- sa), que no admite promiscuidades, con su cesura bien marcada, y convenientemente emparejados en disticos. Ello obliga a hacer juegos malabares con las palabras —no todas ni mucho menos caben dentro de ese esque- ma aplicado con rigidez—, y las inevitables formulas de relleno (del tipo de «¢Qué decis?», «jOh, sefior!», «Aqui viene», «Salgamos», etc.) salpican de frases ripiosas la ampulosidad de la tragedia. INTRODUCCION XXI En una situacién asi, que prescinde de un modo tan tajante de todas las libertades y licencias que se habia atribuido 1a tragedia universal desde Esquilo a Shakes- peare, pasando por Séneca y el siglo de oro espafiol, casi parece imposible que alguien haya podido hacer una gran obra de arte. Y sin embargo, ahi esté Racine, uno de cityos secretos radica en ta tensin que origina el es- tallido pasional en un marco tan exigente. A pesar de todo ta tragedia se da, y ademds se expresa en versos bellisimos, inolvidables. Este tipo de tragedia, que dista tanto de halagar los ojos con un espectdculo vistoso y variado, en Francia tardé en aceptarse, y en su origen no se debid a una exigencia del piiblico; sus inventores y propagandistas fueron los académicos, la Corte, los salones de Paris, tedricos como el severo abate D'Aubignac, excelente ins- trumento de 1a politica cultural de Richelieu. Fue un teatro concebido no para atraer y complacer al piiblico, Sino para imponerle una concepcién del arte. La gente preferia obras de cardcter galante y nove- lesco, con miiltiples y trepidantes acciones, cambios de decorado, efectismos y alguna que otra extravagancia, y no le importaba lo mds minimo que entre el primer y él tiltimo acto transcurrieran dias, semanas 0 afios ente- ros. Pero la tragedia normalizada acabé por cuajar y convertirse en una institucién del buen gusto. Racine en el prefacio de Briténico habla de «el reducido ntime- ro de personas juiciosas a las que me esfuerzo por agra- dar», dando a entender que los que podian apreciar su obra eran una pequefia minoria. Hay que recordar que los criterios de la época no eran los de hoy; no era ningun argumento desfavorable el que los entendidos fueran pocos, lo que se trataba era de tener razon, de opinar de acuerdo con la razén, y la autoridad de Aristoteles y de los tedricos italianos, junto a ta l6gica inflexible de ios razonamientos de D’Au- bignac, estaban del lado de Racine. Con todo, hasta Andrémaca no aparece en su teatro la tragedia cldsica en toda su pureza, y antes habia ha- XX RACINE bido dos tanteos mucho menos estrictos. Aqui por vez primera Racine aplica ta formula que le ha hecho pa- ‘sar ala posteridad: la majestad de la expresion trdgica en todo su rigor, el asunto historico manejado con la inidxima sobriedad y dignidad, la accién reducida a lo indispensable, el juego de las pasiones como aliciente primordial de ta obra. Quien esté acostumbrado a tragedias por asi decirlo més movidas, tendré la sensacion de que aqui no pasa nada, Pero es que en Racine el escenario no es para que sucedan cosas, es sélo un lugar en donde se habla. Sus personajes aparecen ante nosotros y rompen a ha- blar; mds atin, parece que hablen solos, porque éste es en el fondo un teatro de soledad. Lo que oimos suelen ser mondlogos, casi siempre disfrazados de didlogos, et personaje habla para si, como ausente de todo lo de- ‘mds, debatiendo liricamente consigo mismo el conflicto interior que le tortura. En cuanto a la accién visible es escasisima; cuando ocurre algo notable siempre es fuera de escena. De ese modo no hay nada que distraiga de unas situaciones dramdticas que se expresan por medios exclusivamente verbales. Todo se confia a las palabras, porque la esen- cia de la tragedia raciniana no estd en lo que puede ver- se, sino en lo invisible, muchas veces ni siquiera en lo que se dice, mds bien en lo que hay que adivinar mds alld de tas palabras. Estas, sobre todo en los pasajes de cardcter lirico y elegiaco, se bastan sobradamente para transmitir una vibracién pasional que es tanto mds intensa cuanto mds encajada en unos moldes severos. El verso es empeluca- do y se expresa tan educadamente que sdlo puede con- sistir en perifrasis, rodeos y alusiones indirectas que acaban siendo un poco fatigosas; pero ello le descarga también de funciones utilitarias, se hace puro matiz, musica, sugerencia inefable. En estos alejandrinos hay que estar mds atento a la melodia, al canto, que al sen- tido Idgico. Racine, el gran poeta lirico del siglo XVII francés, vi- INTRODUCCION XXII via en un siglo poco propenso a efusiones, y se vio em- pujado a disimular su condicién lirica con el recurso de la fabula teatral. Bajo Luis XIV la poesia estaba es- trechamente vigilada, la imaginacién y el individuatismo no estaban bien vistos, y de hecho el poeta sélo se justi- ficaba en el género diddctico. La tragedia fue asi la gran ‘capatoria de un temperamento que tuvo que manifes- tarse de una manera aceptable para sus contempordneos. Desde Andrémaca (1667) a Fedra (1677), en el curso de estos diez afios capitales de su produccién (cuestin aparte son las dos tragedias blancas de tema biblico que escribird posteriormente para Madame de Maintenon), las grandes obras de Racine sélo tratan de amor. El flo- rido lenguaje de salén mundano se pone al servicio de los desgarramientos de la tragedia amorosa; aqui se su- fre y se muere de amor, se mata por amor, eso si, con la medida y la decencia que imponia el decoro. Racine no parece interesarse por otro asunto, el amor en to- das sus modalidades, torturando y devastando unas al- mas ardientes y orgullosas. En Andrémaca el nuicleo argumental es mds compli- cado que en Fedra: tres personajes a quienes martiriza el amor no correspondido, porque todo el mundo estd enamorado de quien ama a otro: Orestes ama a Hermio- ne, pero ésta sdlo piensa en Pirro, quien a su vez sdlo suspira por Andrémaca. La felicidad parece inasequible, y pendulan incesantemente entre su pasién desespera- da y el odio que engendra el despecho y que es una mascara del amor. Pero el centro del drama no es ninguno de los tres, sino la cuarta figura que da titulo a la obra, una mujer que tiene dos amores irrenunciables que no vemos apa- recer en escena: su esposo muerto, Héctor, y su hijo Astianacte, cautivo de Pirro, y cuya muerte exigen los griegos temerosos de que algtin dia vengue la destruc- cién de Troya. Andrémaca ha puesto, pues, su amor en la fidelidad al recuerdo y en su hijo, ama en una di- mension muy diferente de la del torbellino de pasiones que la rodea. XXIV RACINE De ese modo, los origenes de la tragedia se despla- zan hacia un trasfondo mitico de violencias y horrores que pertenece al pasado. El recuerdo de la Troya arra- Sada, con el vago romanticismo que inspiran las causas perdidas, da una perspectiva insdlita a la situacién, sa- candola imaginativamente de ese conflicto asfixiante a puerta cerrada para sugerir la grandiosidad épica de ‘quella famosisima guerra que ha dejado rencores inex- tinguibles. Orestes, Hermione y Pirro sdlo piensan en su amor, son capaces de cualquier cosa por conseguir lo que de- sean: Orestes traicionaré tos fines de su embajada has- ta caer en el regicidio; Hermione olvidard sus conti- nuas humillaciones, se tragard su orgullo hasta ser in- ductora de un asesinato; Pirro, cegado por la pasion, olvida de quién es hijo, olvida los intereses de su reino, su propia dignidad, y marca la pauta de una corte donde solo se discute de cuestiones amorosas. ‘Andrémaca en cambio estd mds alld de todo eso, es una mujer inaccesible a ese tipo de sentimientos; los demds nos conmueven por su tempestuosa agitacion in- tima, ella nos admira por ta grandeza de dnimo. Por encima de los impulsos del corazén estd la fidelidad a un pasado que no puede olvidar (su esposo que murié defendiendo a Troya, todos los suyos exterminados en la destruccién de la ciudad) y el deber para con su hijo. Los demds no pueden elegir porque en ellos manda el amor; Andrémaca tampoco por otras razones, porque el pasado ha elegido ya por ella. La interpretacién biografica tradicional ve en Andro- maca un trasunto de la mujer que hacia 1667 compartia la vida de Racine, La eviuda inhumana» de la tragedia, gno serd Thérése de Gorle, Hamada ta Marquise, viuda de un comico de la compaitia de Moliére, René Berthe- lot, lamado Du Parc, que murié en 1664? Marquise Du Parc, conocida por sus papeles de intrigante y de «pre- ciosa», aunque también habia encarnado personajes trd- gicos, fue la destinataria de las agridulces estancias det INTRODUCCION XXV viejo Corneille, y también al parecer sorbio el seso a La Fontaine. Racine se la quité a Moliere en 1666 y al afio siguien- te le hizo estrenar su Andrémaca. Es muy probable que la nifia que nacié en mayo de 1668, y que llevaba los nombres de pila de los dos (Jeanne-Thérese), fuese hija natural de ambos. Unos meses después Marquise mori- ria de un mal misterioso que motivé la acusacién de que el poeta la habia envenenado. 'No es preciso tomarse al pie de 1a letra esta historia personal como fuente de inspiracién de la obra. Aqui estd como punto de referencia biogrdfico, pero André- maca parece obedecer en su concepcién a causas mds profundas que tendrdn ecos similares en otras tragedias racinianas. Asi, cuando diez aftos después escribe Fedra, Marquise queda muy lejos, y la Champmeslé, actriz de escasa virtud que ahora encontramos a su lado, es al- guien completamente distinto. Y no obstante en Fedra reaparecen una serie de obsesiones que habiamos visto en Andromaca. Fedra es una tragedia mds depurada de forma, mu- cho mds Simple, sin ese vaivén de los personajes entre el amor y el odio que en Andrémaca termina por ser un poco mecdnico. Racine habia adquirido para enton- ces una maestria que le permitid prescindir de lo que podria lamarse la técnica del enredo; aqui todo es sen- cillisimo y escueto, no hay 1a intriga de varios amores no correspondidos, solamente una patética situacién le- vada a sus tiltimas consecuencias: un amor imposible que comporta el incesto, agravado si cabe por la circuns- tancia de que el esposo de la protagonista no habia muerto como todos creian, y que por lo tanto puede ha- blarse también de adulterio. Incesto, pues, intencional (aunque de todas maneras se trata de una madrastra, no de una madre) y adulte- rio involuntario, situaciones de horror y transgresién que se atentian, como vemos, dentro de ese estilo de tragedia un poco esterilizada. Lo que no es seguro es que haya culpa, porque una vez mds el amor es un im- XXVI RACINE pulso irresistible, fatal. Pase lo que pase, Orestes amard Tocamente a Hermione, Hermione a Pirro y éste a An- drémaca; nada les hard cambiar, como nada alterard la actitud de Andrémaca respecto al esposo muerto. Tam- poco aqui Fedra serd libre de dejar de amar a Hipdlito. Todos estén condenados, sean cuales fueren las conse- cuencias, a unos amores mds fuertes que ellos mismos. ‘Andrémaca no podia olvidar Troya, y las escenas de incendio, matanza y destruccién que se evocan nos re- cuerdan una y otra vez que ese pasado sangriento es imborrable. La fidelidad de la memoria desbarata cual- quier posible nuevo amor. En Fedra no es una experien- cia personal lo que determina el drama, sino una he- rencia mitica; no es la sangre familiar vertida, sino la sangre heredada que corre por sus venas; no en vano la protagonista es hija de Pasifae, la de los amores monstruosos, que concibié una aberrante pasion por un toro blanco que engendré en ella al Minotauro. En cuanto al padre de Fedra, Minos, es uno de los jueces de los infiernos. El trasfondo legendario que su- giere la obra abunda en tonalidades infernales, en abo- minaciones indecibles que dan un aire sombrio y estre- mecedor mds que a la historia misma, a un pasado del que todos dependen. Teseo es el tinico mortal que ha descendido a los infiernos y ha salido con vida de alli. El resplandor de los abismos se insintia por entre la claridad cldsica del verso raciniano, hay como una atrac- cin de las fuerzas oscuras y malignas del inframundo. El linaje de Fedra explica su crimen, y ella misma se considera condenada por el destino y sabiendo que tendrd que comparecer ante el inexorable tribunal de su propio padre; la estancia de Teseo en los infiernos estd anticipada por su aventura en el laberinto de Cre- ta, y al final et horripilante monstruo marino, instru- mento de la venganza de los dioses, agrega una tiltima presencia espantosa a la intrusién del mds alld en las conductas humanas. Si la fuerza del destino es tan grande, la criminal Fedra es mds inocente que la intachable Andrémaca; en INTRODUCCION XXVIT cualquier caso resulta mds patética y despierta mayores simpatias. Fedra es un acierto pleno, una de esas intui- ciones geniales que se dan raras veces en la historia del teatro, y todo ello servido por una capacidad expresiva que representa los mejores logros poéticos de Racine. ‘Andrémaca es una hermosa tragedia, pero en conjunto Fedra es un canto lirico de una pureza y una emocion insuperables. En ambas obras vemos cémo las situaciones princi- pales se repiten; hay dos protagonistas femeninas que dan su nombre a las tragedias, y Andromaca y Fedra son dos madres; junto a ellas hay dos hijos inocentes amenazados de muerte por su culpa, y junto a ellas tam- bién dos figuras paternas, Pirro y Teseo, que tienen mu- chos rasgos en comin. ‘Son dos grandes guerreros, dos gloriosos conquista- dores, Pirro como vencedor de los troyanos, Teseo por sus hazafias que le igualan a Hércules; pero ambos re- ‘yes, en la ctispide del poder y de la gloria, estén des- bordados por la personalidad fortisima de esas dos tre- mendas mujeres a las que han dado su amor. Teseo ofrece ademds la paradoja del irresistible seductor —su carrera de donjudn se nos cuenta con pormenores— al que su mujer va a ser mentalmente infiel con su pro- pio hijo. Claro estd que no vamos a entrar en el vodevil, el amor ha de ser siempre grandioso y terrible, torturador, y las culpas se expian con la muerte, pero si es cierto ‘que todos los demds personajes resultan disminuidos por comparacién con las heroinas. Los enamorados jo- venes, como la pareja que forman Hipélito y Aricia, pa- recen'un poco sosos al lado de la crepitante figura de Fedra, el abnegado Orestes bordea la tonteria, y quizd sdlo Hermione, la rival, alcanza una estatura que le per- mita medirse dignamente con Andrémaca. Fedra esta mds sola, no tiene a su alrededor a nadie comparable. La explicacién habitual de Fedra, como en el caso de la anéedota de Marquise Du Parc, urde una plausible novelita autobiogrdfica en torno a la obra. Se supone XXVIII RACINE una crisis espiritual, reconciliacién de Racine con sus antiguos maestros jansenistas, cuyas ensefianzas se tras- ponen alegdricamente al mundo de Euripides, y por fin un cambio total de vida: el poeta renuncia al teatro, sometiéndose asi a los criterios de Port-Royal, abandona su vida mundana y pecaminosa y se casa para ser un padre de familia ejemplar y el mds obediente servidor del Rey. Lo que sabemos del escritor no concuerda mucho con esta interpretacién: no hay indicios claros de la tan Nevada y traida crisis, al menos en el afio de Fedra, tar- da un poco mds en reconciliarse con Port-Royal, y sin duda si deja el teatro es porque Luis XIV le nombra su historidgrafo, actividad excluyente y desde luego de ran- go muy superior a la de escribir para el piiblico. Si es cierto, en cambio, que se va a casar en seguida y que sienta definitivamente la cabeza, hasta el punto de que su biografia, a partir de este 1677, se convierte en algo muy insipid y prosaico. Pero, es que antes habia levado una vida tan liber- tina como algunos han supuesto? Es dudoso. Y desde luego no espera este momento para ser el mds obedien- te servidor del Rey. Desde antes de estrenar su primera obra no aspiraba a otra cosa, lo cual era casi inevitable porque en la Francia de Luis XIV era muy dificil escri- bir y darse a conocer como escritor sin contar con el Rey. ¢Hay, pues, que ver en Fedra un simbolo jansenista? La cuestién queda abierta a muchas interpretaciones, sin que ninguna, ni las tradicionales ni las que ofrece la «nueva critica», baste para explicar un teatro que bajo su aparente claridad disimula un mundo turbulento que ha de enmascararse, porque en ese secreto esté el mis- mo genio del escritor; del poeta que se expresa en ver- sos que son musica misteriosa y belleza impalpable, se- cretas como su propia vida. CaRLos PusOL BIBLIOGRAFIA En espafiol: Carlos Vossler, Jean Racine, Buenos Aires, Espasa-Calpe Argentina, Coleccién Austral, 1946 (I ed. alemana, Mu- nich, Hueber, 1926). Jacques y Pierre de Lacretelle, Racine, Madrid, Espasa-Cal- pe, Coleccién Austral, 1974’ (I ed. francesa, Paris, Ha- chette, 1949). Estudios generales: Thierry Maulnier, Racine, Paris, Redier, 1935. Pierre Moreau, Racine, Uhomme et l'oeuvre, Paris, Hatier- Boivin, 1943. Daniel Mornet, Jean Racine, Paris, Aux Armes de France, 1944. Paul Bénichou, Morales du Gran Siécle, Paris, Gallimard, 1948 (reed. 1967). Jean Pommier, Aspects de Racine, Paris, Nizet, 1954. Raymond Picard, La carriére de Jean Racine, Paris, Galli- mard, 1956 (reed. 1961). René Jasinsky, Vers le vrai Racine, 2 vol., Paris, Armand Colin, 1958. Jean-Jacques Roubine, Lectures de Racine, Paris, Armand Colin, 1971. ‘Clément’ Borgal, Racine, Paris, Editions Universitaires, 1974. Jean-Louis Backés, Racine, Paris, Seuil, 1981. 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Aunque no le debiera més que la sola idea del personaje de Fedra, bien podria decir que le debo quizé lo mis razonable* que he Ilegado a dar al teatro, Nada puede extrafiar que este per- sonaje haya tenido tanto éxito en tiempos de Eurfpides, y que en nuestro siglo haya ejercido también tanta atraccién, puesto que posee todas las cualidades que Aristételes exige en el héroe de Ia tragedia’ y que deben suscitat la compa- sién y el espanto, En efecto, Fedra no es ni del todo cul- pable ni del todo inocente. Su destino y Ia célera de los dioses le inspiran una pasién ilicita de la que ella es la pri- mera en horrorizarse. Hace los méximos esfuerzos para ven- cetla, Prefiere dejarse morit que comunicarla a otros. Y cuan- do se ve obligada a manifestarla, habla de sus sentimientos con tal turbacién que bien se echa de ver que su crimen es un castigo de los dioses mas que un impulso de su voluntad. Incluso he procurado hacerla un poco menos odiosa de como aparece en las tragedias de los antiguos, en las que toma la resolucién de acusar a Hipdlito. He crefdo que la calumnia era algo demasiado ruin y aborrecible para poner- Ia-en labios de una princesa que muestra por otra parte sen- 1. | Inspiréndose en este trégico griego, Racine ya habia escrito La Tebaida ¢ Ifigenia, En este caso la fuente principal es el Hipélito co- ronado, 2. «Razonable» tenia el sentido de propio o conveniente, 3. Arist6teles, Poética, cap. XIII. 84 RACIN, timientos tan nobles y tan virtuosos, Semejante ruindad me ha parecido més adecuada en su nodriza, que podia tener propésitos més serviles, y que sin embargo no lanza esa fal- sa acusacién més que para salvar la vida y el honor de su sefiora. Fedra slo consiente en ello por encontrarse en una agitacién de espfritu que la tiene fuera de si, y un mo- mento después reaparece con la intencién de justificar al ino- cente y declarar la verdad. En Euripides y en Séneca Hipélito es acusado de haber forzado efectivamente a su madrastra: Vim corpus tulit. Pero aqui sélo se le acusa de haberlo deseado, He querido evitar a Teseo un deshonor que hubiera podido hacerle me- nos grato a los espectadores. Por lo que se refiere al personaje de Hipélito, habja ad- vertido que los antiguos reprochaban a Euripides haberle pintado como un filésofo exento de toda imperfeccién; por Jo cual a muerte de ese joven principe causaba mucha més indignacién' que piedad. Me ha parecido preferible atribuir- Je alguna flaqueza que le hiciese un poco culpable respecto a su padre, sin privarle por ello de esa grandeza de énimo que le mueve a salvar el honor de Fedra y a dejarse calum- niar sin acusatla. Llamo flaqueza a Ia pasién que siente a pesar suyo por Aricia, que es hija y hermana de los mor- tales enemigos de su padre. La tal Aricia no es un personaje de mi invencién, Virgi- lio dice * que Hipélito, después de que Esculapio le resu tara, la desposé y tuvo de ella un hijo. Y he leido ademés en otros autores que Hipélito habia desposado y Ilevado a Italia a una joven ateniense de noble cuna que se llamaba Aricia, y que habja dado su nombre a una pequefia ciudad de Iealia? «Tomé su cuerpo por la fuerza.» Séneca, Hipélito, verso 889. Contra los dioses. Eneida, VIL, 761-769. La actual Ariccia, en el Lacio, que fue aliada de Roma. FEDRA 85 Cito estas autoridades porque me he mostrado muy es- crupuloso en ser fiel a la leyenda. Hasta he seguido la his- toria de Teseo tal como figura en Plutarco® En este historiador he lefdo que lo que habia hecho creer que Teseo habia descendido a los infiernos para raptar a Proserpina fue un viaje que ese principe habia hecho a Epi- ro hacia Jas fuentes del Aqueronte, en las tierras de un rey 4 cuya esposa queria raptar Piritoo; el tal monarca mantuvo prisionero a Tesco, después de haber dado muerte a Pir too. De esta manera he tratado de conservar la verosimili- tud de la historia sin renunciar al ornato de la fabula, que tanto contribuye a la poesfa. Y el rumor de la muerte de Teseo, fundado en ese viaje fabuloso, da lugar a Fedra a hacer una declaracién de amor que se convierte en una de las causas principales de su desdicha, y que nunca se hu- biese atrevido a hacer de suponer vivo a su esposo. Por otra parte tampoco me atrevo a asegurar que ésta es la mejor de mis tragedias. Dejo que los lectores y el tiem- po decidan lo que verdaderamente vale. Lo que s{ puedo asegurar es que en ninguna de mis restantes obras se da como en ésta tanto realce a Ja virtud. La sola idea del cri- men es considerada con tanto horror como el crimen mis- mo, Las debilidades del amor se juzgan como verdaderas debilidades; las pasiones sdlo se pintan para mostrar todos los desérdenes de los que son causa; y el vicio se representa siempre de tal modo que permita conocer y odiar Ia defor- midad. Tal es el objeto que ha de proponerse todo el que trabaja para el piblico; y eso es lo que los primeros poetas trdgicos tenfan presente por encima de todo. Su teatro era tuna escuela en la que la virtud no se ensefiaba menos que ‘en las escuelas de los filésofos. Asi Aristételes se propuso dar las reglas del poema dramético; y Séerates, el mas sabio de los filésofos, no desdefd colaborar en las tragedias de 8. Vide de Teseo, 31. 86 RACINE Eurfpides? Seria deseable que nuestras obras fuesen tan en- jundiosas y tan Ilenas de stiles instrucciones como las de estos poetas. Tal vez éste seria un medio de reconciliar la tragedia con muchas personas, célebres pot su piedad y por su ciencia,® que en estos diltimos tiempos la han condenado, y que sin duda la juzgarfan mas favorablemente si los auto- res se propusieran instruir a sus espectadores tanto como divertirlos, siguiendo de este modo la verdadera intencién de la tragedia. 9. Segiin Didgenes Laercio en sus Vidas y sentencias de los mas ilustres filésofos (libro IV, cap. Tl) 10. Los jansenistas, acérrimos enemigos del teatro PERSONAJES Tesco hijo de Egeo, rey de Atenas. Fepra —_—_esposa de Teseo, hija de Minos y de Pasifae Hirp6xtro hijo de Teseo y de Antfope, reina de las amazonas. Anicia —_princesa de Ia sangre real de Atenas Exons —_nodriza y confidenta de Fedra TERAMENES ayo de Hipdlto. Iswens —confidenta de Aticia Panore mujer del séquito de Fedra. Guardias. La escena en Trecenia, ciudad del Peloponeso. ACTO PRIMERO ESCENA PRIMERA: Hp6niro, TERAMENES Hono Mi propésito es firme, parto, amigo Terémenes, abandono el asilo de la amable Trecenia. En la duda mortal que ahora agita mi pecho ‘me sonroja pensar en un ocio tan largo. De mi padre alejado hace més de seis meses, y avin ignoro la suerte de ese ser tan amado; hasta ignoro el lugar que le puede esconder. ‘Terkmenes ‘Mas, decidme, sefior, edénde vais a buscarle? Con el fin de calmar vuestros justos temores he surcado los mares que separa Corinto; " pregunté por Teseo en aquellos parajes donde el rio Aqueronte desemboca en la muerte; " en la Hélide ® estuve, y embarcando en el Ténaro he cruzado aquel mar que fue tumba de fearo."* ePor qué nueva esperanza, en qué tierras felices confidis vos descubrir de sus pasos Jas huellas? aY quign sabe si el rey yuestro padre prefiere que de tan larga ausencia no se rompa el misterio? 11. El istmo de Corinto que separa los mares J6nico y Egeo. 12, El Aqueronte, rio de los infernos, en Epito. 13. Comarca del Peloponeso. 14. Extremidad meridional del Peloponeso, hoy cabo Matapén. 10 15 15. El mar Egeo, donde Learo cayé al elevarse por los aires con vunas alas de plumas y cera 90 RACINE 2Y si mientras los dos por su vida tememos, 41 en paz nos oculta unos nuevos amores 20 esperando tan sélo que una amante butlada...? Hir6éurro Basta, amigo Terdmenes, y respeta a Teseo, En sus jévenes yertos no habré vuelto a caer, sé que no le retiene una indigna atadura; de su amor sujetando la fatal inconstancia, 2 hace tiempo que Fedra ya no teme a tivales. Y si voy en su busca cumpliré mi deber ademas de escapar de un lugar que me turba TERAMENES Mas, sefior, gdesde cuéndo os espanta pisar este suelo apacible que de nifio os fue caro, 30 Y que, yo soy testigo, preferis a lugares de pomposo tumulto, a la corte y a Atenas? éQué peligro?, o mejor, equé dolor os aleja? Hipéurto Ese tiempo feliz pasé. Todo ha cambiado al mandarnos los dioses a habitar esta tierra 35 la que tuvo por padres a Pasifae y Minos." ‘TERAMENES Ya comprendo: conozco la raiz de estos males. Fedra es vuestra afliccién y su vista os ofende, Peligrosa madrastra, llegé apenas a veros 16. Sin duda el verso mis famoso de Racine, con que se alude a Fedra, macida de tos amores de Pasifae (reina de Greta que cain la leyenda se enamord de un toro blanco que engendrd en ella al Mic notzuro} y del héroe sretense Minos, hijo de Zeus y de Europa (por esta razdn en el verso ira se declara de Ja estirpe de Japiter, el Zeus de los griegos) aaentaiaoiae FEDRA a cuando vuestro destierro sefialé su poder 40 Pero el odio que antafio concebia por vos © bien se ha disipado o ha cedido en su fuerza Y decidme, gqué males es posible temer de alguien ya moribundo y que ansfa la muerte? Corroida de un mal que se obstina en callar, Fedra siente el hastio de si misma y de todo, ge6mo va contra vos a urdir algo maligno? 45 Hiro No es su vano rencor lo que més temo ahora Al partir huye Hipélito de otra gran enemiga: hhuyo, si, lo confieso, de Ia joven Aricia, de esa estirpe funesta que nos es tan hostil. ‘TerAMeNes éVais a ser vos también muy safiudo con ella? La dulcisima hermana de los crucles Palintidas jams tuvo que ver con su pérfida estirpe. ePor qué entonces odiar su belleza inocente? % Hrréuito De haber odio en mi alma no huiria de ella. ‘TerAMENES Oh, sefior, gpermitis que me explique esta huida? gEs que acaso no sois el Hipélito altivo, enemigo implacable de las leyes de amor y de un yugo que tanto vuestro padre conoce? Desdefiada por vos, tan constante en orgullo, gquerra Venus al fin dar razén a Teseo? Si ella ahora os iguala al comin de los hombres, 17. Hijos de Palante, hermanos de Aricia y sobrinos de Egeo, el antiguo tey de Atenas, que habjan disputado el trono a su primo Te Seo, por quien fueron’ exterminados. 92 RACINE gos veréis obligado a incensar sus altares? eSentiréis el amor? ‘Hir6éurro Pero gqué osas decir? 6 Ta que sabes de mf cuanto puede saberse, el desdén y el orgullo que cobijo en mi pecho, ecémo puedes peditme que reniegue de mi? No fue s6lo la leche de una madre amazona * y con ella el orgullo que absorbi y que te admira. 70 Una vez ya Iegado a la edad de razén, al ver tal como era aprobé mi talante. ¥ a mi lado ti mismo, con un celo sincero, me contabas entonces de mi padre Ia historia, y bien sabes que mi alma, a tu voz muy atenta, aed se inflamaba al relato de sus nobles hazafias cuando tii me pintabas a ese héroe intrépido consolando a los hombres de Ia ausencia de Alcides,” dando muerte a los monstruos, castigando a bandidos cual Procusto y Cercién, Escirén, Cinis y otros; ® 80 Epidauro y los huesos del gigante dispersos ® y ese vaho de sangre minotdurica en Creta.” Pero cuando contabas hechos menos gloriosos, amor dado cien veces y aceptado otras tantas; esa Helena robada en Esparta a sus padres; 85 Salamina en el Ianto que vertié Peribea; * 18. La madre de Hipélito es Antiope, reina de las amazonas 18. La madre de HipSlito es Antiope, rein de I 20. Bandidos griegos exterminados por Tesco. 21. Perifetes, gigante de Epidauro que asesinaba a mazazos, y que también fue muerto por Tesco. 22. El Minotauro era un monstruo de cuerpo humano y cabeza de toro, encerrado en el laberinto de Creta, que se alimentabs de came humana. Teseo consiguié matarle. fue Die Ss oe set spond de Menelo, le famosa Helens de Troya Sabating? Pet sbandonada por Teseo, casard con Telamén, rey de FEDRA B tantas otras de quienes ni su nombre sabia, almas crédulas para su engafiosa pasién: es Ariadna contando sus agravios al mar ® y ahora Fedra raptada con mejores auspicios; %0 sabes bien que escuchando con dolor tus palabras te decia a menudo que abreviaras la historia. Oh, si hubiera podido bo:rar todo recuerdo de esa indigna mitad de tan noble existencia! eVoy a verme yo ahora con los mismos grilletes? 95 éA tal punto los dioses me querrén humillar? Mis suspiros serian mucho mas despreciables pues Ia gloria ganada a Teseo disculpa, pero yo no he domado ningtin monstruo hasta hoy que me otorgue el derecho que él tenia de errar. 100 Y si acaso mi orgullo se amansara algin dia ge6mo dar a esa Aricia sobre mi tal victoria? ‘Mis sentidos sin freno, gllegarén a olvidar el obsticulo eterno que separa a los dos? La detesta mi padre; y con leyes severas 105 ha prohibido que tengan sus hermanos sobrinos: de una estirpe culpable teme ver nuevos vistagos; y con ella prefiere sepultar este nombre y tenerla sujeta hasta el mismo sepulcro sin dejar que Himeneo tome parte en su vida. 110 éAbrazar sus derechos contra un padre enojado? éNo serfa un modelo de conducta insensata? Mocedad arrastrada por un tan loco amor... ‘TerAMeNes iAh, sefior! Si es designio superior que asi sea, no preguntan los cielos qué razones nos gufan. us 25. Asiana, etmana de Fedo, se namons de Teseo, 4 auien proporcioné el hilo que le permitixia'sair del laberinto de Creta;. mis tarde huyé con él, pero el héroe la abandoné en la isla de Naxos, donde se arrojé al mar desesperada. 4 RACINE Al cetraros los ojos os los abre Teseo. Y su odio encendiendo un amor que ¢s rebelde festa nuevos encantos a su gran enemiga, ¢Por qué vais a asustaros de un castfsimo amor? Si algo hay dulce en el mundo, ¢no querréis ni [probarlo? ¢Por qué no liberaros de ese escripulo esquivo? 2Es posible extraviarse tras las huellas de un [Hércules? * ¢Hay tal vez una frente no domada por Venus? Y vos mismo, qué fuerais, vos hostil a la diosa, si violando sus leyes, con un pédico ardor 125 vuestra madre no hubiese dado amor a Teseo? eDe qué sirve fingir con altivas palabras? Confesad la mudanza; hace ya algunos dias que se os ve mucho menos, orgulloso y arisco, ya volando en un carro a la otilla del mar, 130 ya, tan docto en el arte que inventara Neptuno,” hacer décil al freno un indémito potro. ‘Nuestros gritos ya no hacen que resuenen los bosques; hay un fuego secteto que es cual plomo en los ojos. No es posible dudarlo: vos améis, arde el alma. Bs Y queréis ocultar ese mal que os aflige. Os cautiva el encanto de la joven Ai 20 ia? Hr6éuro Parto, amigo Terémenes, volveré con mi padre. ‘TerAMENes ‘Mas, sefior, eno queréis despediros de Fedra? Hr6.rro Me propongo tal cosa; puedes ir a avisarla. 140 26. Al igual que Teseo, Hércules era también un gran seductor. 27. La equitacién ® FEDRA 95 La veré ya que asi me Jo ordena el deber, Mas qué nueva desdicha turba a su fiel Enone? ESCENA SEGUNDA: Hrp6xito, ENone, TERAMENES ENONE iAy, sefior! Qué afliccién habrd igual a la mia? Llega casi la reina a su plazo fatal. Dia y noche la observo, pero todo es en vano: 145 en mis brazos se muere de ese mal que me oculta, Un desorden eterno reina ya en su cabeza y su inguieto dolor la ha arrancado a su lecho. Quiere ver la luz clara; y sus hondas congojas sin embargo me exigen no encontrarse con nadie, 150 ‘Aqui viene. Hir6uro Ya basta. Me retiro ahora mismo, que no vea este rostro que le inspira aversién. ESCENA TERCERA: Frpra, ENONE Fepra No sigamos, Enone, no daré un paso més. Casino me sostengo, me abandonan las fuerzas. Me deslumbra Ja luz que por fin vuelvo a ver y mis piernas no pueden con el peso del cuerpo. way! 195 (Se sienta) ENoNE iQue el Ianto os aplaque, poderosas deidades! 96 RACINE Fepra iCémo pesan los velos y esos vanos adornos! 2Y qué mano importuna al trenzar esos nudos cuidé sobre mi frente de reunir mis cabellos? Todo ¢s cuita y es daiio, y a mi dao conspira, ENONE iEntre si sus deseos se combaten sin tregual Condenando vos misma vuestro injusto talante, nos pedfais ahora manos para adornaros; y vos misma, evocando de otro tiempo el impulso, me pediais salir y otra vez ver la luz, Podéis verla, sefiora, gy queréis ocultaros? ePor qué odidis esta luz que buscabais con ansia? FEpRA Autor noble y brillante de una ttiste familia, td de quien se jactaba de ser hija mi madre que tal vez te sonrojas al mirarme en mi estado, es la iltima vez, oh, tii, Sol, que te veo. None: éNo podéis olvidar un deseo tan cruel? Os veré para siempre renunciando a la vida, anunciando funestas voluntades de muerte? Fepra iQuién pudiera encontrarse a la sombra de un bosque! Y poder entre nobles polvaredas seguir con Jos ojos un carro en su huida veloz ENONE as, sefiora! 28. Pasifae, Ia madre de Fedra, era hija del Sol. 160 165 170 175 FEDRA FEDRA iInsensata! 2Dénde estoy y qué he dicho? ¢Qué extravio ha sufrido con mi afin la razén? La he perdido. Los dioses han querido quitérmela, ay, Enone, el rubor cubre :odo mi rostro. Demasiado te muestro mis indignas zozobras; sin quererlo los ojos se me Ilenan de Ianto. ENONE Sonrojaos més bien de un silencio, sefiora, que os encona los males y los hace violentos. ‘A mi celo rebelde, sorda a toda palabra, implacable queréis ir perdiendo la vida? 2Qué locura la troncha a mitad del camino? 2Qué veneno 0 qué hechizo ha secado su fuente? Por tres veces las sombras han cubierto los cielos desde que no cobijan vuesttos ojos el suefio, y tres veces el sol ha vencido a la noche desde que vuestro cuerpo no ha tomado alimento. ePor qué atroces empefios os dejdis arrastrar? 208 juzgéis con derecho a perder la existencia? Ofendéis a los dioses, los que os dieron la vida traiciondis al esposo, al que os ligan promesas; y por fin traciondis a la que es vuestra prole que caer siendo huérfana bajo un yugo terrible. Pues la misma jornada que les quite a su madre verd el triunfo de un hijo de mujer extranjera, ese cruel enemigo de los vuestros, de vos, el que estuvo en el seno de una reina amazona, ese Hipélito... FepRa iDioses! 7 180 185 190 195 98 RACINE ENONE Os conmueve el reproche. 205 FeDRA Desdichada, jqué nombre me recuerdan tus labios! ENONE Ciertamente, ha estallado con razén vuestra ira quiero veros temblar con tal nombre funesto. Vivid, pues, que el amor y el deber os sostengan St, vivid, no dejéis que un retofio de escita ® 210 : a un odioso dominio vuestros hijos someta, al linaje més alto de los griegos y dioses. No tardéis, que os esta cada instante matando. Reparad prontamente vuestra fuerza abatida cuando atin vuestros dias que se van a extinguir 25 una lama conservan; reavivémosla ahora. FEDRA Demasiado duré mi culpable abandono ENONE ‘Mas, decid, gqué afliccién os corroe por dentro? Qué delito os produce turbacién tan acerba? Es que sangre inocente vuestras manos manché? 220 FEDRA Jamés fueron mis manos criminales, plugiera a los dioses que fucse inocente como ellas ENonE, Pues gqué horrible designio én vuestra alma se oculta ¥ que os da al corazén ese espanto invencible? 29. Las amazonas procedian de Esta, vaga denominacién que designaba las tierras de la regién del mar Negro y el Ciucaso, * FEDRA FEepra Ya te he dicho bastante. Lo demas sélo es mio. Moriré sin decir tan funestas palabras. ENoNE Morid, pues, y guardad un silencio inhumano; mas buscad otra mano que los ojos os cietre. Aunque a vos sélo os quede un tan débil aliento, bajaré antes que vos hasta el reino de sombras. Mil caminos abiertos siempre alli nos conducen, y mi justo dolor va a elegir los més cortos. iOh, cruel! ¢Cudndo he sido para vos desleal? éNo sabéis que al nacer os mecieron mis brazos? Yo por vos lo dejé todo atrés, hijos, patria. Este premio me dais por haber sido fiel? FEpRa Di, gqué esperas lograr violentando mi dnimo? Seras presa de horror si yo rompo el silencio. ENoNE ¢Qué otto horror puede ser atin mayor, decid, dioses, que el de veros morir con los ojos que os miran? FEDRA Cuando sepas mi erimen y cual es mi destino, ademas de morir moriré mas culpable. ENONE En el nombre, sefiora, de mi Ilanto por vos y por estas rodillas que ahora tengo abrazadas, liberad a mi espititu de una duda funesta FEDRA. Ti lo quieres. Levantate 99 25 230 235 240 245 100 RACINE ENONE, Os escucho. Decid. FEpRA jCielos!, geémo decirlo y por dénde empezar? ENONE No sigdis ofendiéndome con tan vanos temores. FeDRA {Oh, aquel odio de Venus! ;Oh, su enojo fatal! EI amor, ;qué extravios inspirara a mi madre!” 250 ENONE iOh, sefiora, olvidémoslos! Y¥ que eterno silencio guarde tales recuerdos en el tiempo futuro. Fepra Ariadna, jqué amor os hirié, hermana mia, y os dio muerte en la orilla donde fuistes dejada! ENoNE Qué decis, ay, seftora? ZY qué safia mortal 255 contra todos los vuestros veo que hoy os empuja? FEDRA Ya que Venus lo quiere, de este triste linaje moriré la postrera y la més desdichada. ENONE gEs que améis? Fepra Del amor siento toda Ia fiebre. 30, Pasifae; véase nota 16. 31. Véase nota 25. FEDRA 101 ENONE eY por quién? Fepra Vas a oir el horror sin medida. 260 ‘Amo... No, que a ese nombre se estremece mi ser. Amo. ENONE eA quién? FEDRA ENo conoces al que es hijo de [Antiope, a ese principe victima de mis negros furores? ENONE jSacros dioses! {Hipélito! Fepra Le has nombrado ti misma. ENONE jJusto cielo! La sangre se me hiela en las venas. 265 {Qué destino! {Qué erimen! ;Oh, qué aciaga progenie! ;Oh, qué nave fatal la que en pos del horror hos trajera a esta orilla de la mala ventura! Frpra ‘Mas antiguo es mi mal. Cuando apenas me di y acepté por esposo al que es hijo de Egeo, 270 me crefa la duefia de la diche y Ja paz; en Atenas mostrdse mi altanero enemigo. Y al verle senti palidez y sonroj se turbé toda mi alma, extraviada ante él; 102 RACINE no veian mis ojos, no podia ni hablar; y mi cuerpo temblaba y abrasaba a la vez; supe que era de Venus el ardor espantable, los fatales tormentos de una casta maldita. Con un culto constante hice por aplacarla: construile un gran templo, lo adorné ricamente; Je ofrect el sacrificio de mil victimas cruentas y busqué en sus entrafias mi perdida razén. jDe un amor incurable qué impotentes remedios! Pues en vano quemaba ese incienso en las aras, porque cuando invocaban a la diosa mis labios, ¢a quién iba a adorar sino a Hipélito?, y viéndole hasta al pie del altar mis ofrendas hacia solamente a ese dios innombrable en mi boca. Su presencia evitaba. ;Oh, desgracia sin fondo! Le veian mis ojos en los rasgos del padre. Por fin, contra mi misma me atrevi a rebelarme: hostigué al corazén para hacerle la guerra, Me enfrenté al enemigo del que ya era una idélatra, simulé la aversién de una injusta madrastra; exigi su destierro, y mi eterno clamor le arrancé finalmente a los brazos paternos, Respiraba, ay Enone, y una vez él ausente, mds en calma, inocente, transcurria mi vida, sometida a mi esposo y ocultando mi angustia, de su unién desdichada cultivaba los frutos. iPrecauciones bien vanas! {Cruel destino es el mio! Por mi esposo trafdo nuevamente a Trecenia, aqui esté mi enemigo al que habia alejado: y mi herida atin abierta vuelve al punto a sangrar. Ya no es sélo un ardor que se oculta en las venas, toda Venus ahora a su presa aferrada. Por mi crimen concibo un tan justo terror, aborrezco la vida, mi pasién me da espanto. Y quisiera muriendo dejar salva la honra 205 280 285 290 295 300 305 FEDRA y esconder a Ja luz tan funesta pasién. Resistir no he sabido a tu Ianto insistente; ya te he abierto mi pecho; de ello no me arrepiento si respetas la hora de mi préxima muerte no afligiéndome més con injustos reproches, no invocando solicita, mas er: vano, de mi Jo que atin resta de alma y que voy a perder. ESCENA CUARTA: Fepra, ENONE, PANoPE Pao Yo quisiera ocultaros una triste noticia, mas es fuetza, sefiora, que sepdis la verdad. Se ha Ilevado la muerte al esposo invencible; desventura tan grande sélo vos la ignotéis. ENONE ‘Mas, equé dices, Panope? Paxore Que se engaiia la reina ‘cuando implora del ciclo de Teseo el retorno; que unas naves que ahora han anclado en el puerto han traido la nueva de esta muerte hasta Hipdlito. FEpRA iCielos! Panope. Rey necesita elegir hoy Atenas Unos quieren al principe, vuestro hijo, seiora; mas hay quien olvidando del Estado las leyes, 103 310 3s; 320 325, 104 RACINE coronar quiere a aquel que nacié de extranjera. Hasta dicen que un bando insolente en el trono quiere ver a la estirpe de Palante y a Ericia He crefdo un deber que el peligro supierais. Hasta dicen que Hipélito se dispone a partir; y se teme que si él va a acudir a la pugna, su presencia convenza a ese pueblo voluble. ENON, Basta ya, que la reina sabe bien lo que hace, ya, q qi y tendré muy en cuenta tan valiosa noticia. ESCENA QUINTA: Frpra, ENONE ENoNE Renunciaba, sefiora, de vivir a alentatos; y hasta al mismo sepulero a seguiros pensaba: no tenfa palabras para haceros vivir; mas el nuevo infortunio os impone un deber. Vuestra suerte ha cambiado al mudar de semblante: una vez muetto el rey, su lugar es el vuestro. Os debéis a ese hijo que ahora os lega su muerte: seré esclavo si os pierde, serd rey si vivis. Su orfandad, oh, sefiora, gqué puntal va a tener? No tendré ni una mano que le enjugue las légrimas, su clamor inocente llegar hasta los dioses y asi contra su madre se airard su progenie. Vivid, nada tenéis que poder reprochatos: vuestro amor se convierte en amor natural. Pues Teseo al morir ha deshecho la causa de que vuestra pasién fuese un crimen horrible. Ese amor por Hipélito ya no es causa de espanto, 32. Hipélico. 330 335 340 345 350 FEDRA y mirarle podréis sin sentizos culpable. Persuadido tal vez de vuestto odio obstinado, va a tomar la cabeza de ese bando rebelde. De su error convencedle, transformad su opinién Sea rey en Trecenia, feliz tierra la suya; pero hay leyes que otorgan el poder a vuestro hijo en Ia altiva muralla que Minerva elevé.* Uno y otro tenéis una misma enemiga: €s forzoso que entrambos cs aliéis contra Aticia. Fepra iSea! Voy a seguir los consejos que das. Voy de nuevo a vivir si la vida me acepta, y sien trance como éste el amor por un hijo puede atin devolver el valor a mi énimo. 33. En Atenas, fundada por la diosa Minerva. 105 355 360 365 ACTO SEGUNDO ESCENA PRIMERA: Aricta, IsMeNe. “ARICIA | éEs posible que Hipélito quiera verme aqui mismo? Que me busque deseando despeditse de mi? gEs verdad lo que dices? ¢No te engaiias, Ismene? IsMene Es Teseo al morir quien produce este efecto. 370 Disponeos, sefiora, a ver cémo hacia vos vuelan tantas ayudas que apartara Teseo. Duefia ya de su suerte finalmente es Aricia, y muy pronto a sus pies verd a toda la Grecia. ARICIA Asi, pues, gno se trata de un rumor sélo, Ismene? 375 é¥a no soy una esclava, ya no tengo enemigos? IsMENE No, sefiora, los dioses han depuesto su saiia; y Teseo se encuentra con los manes fraternos.™ ARICIA Pero, di, equé suceso ha cortado su vida? IsMENE De su muerte divulgan increfbles relatos 380 34. Tesco al morit se ha reunido con los manes de los Palénti das, hermanos de Aricia FEDRA 107 Fue raptor, segtin dicen, de una nueva mujer, y engulleron los mares al infiel contumaz. Hasta dicen, y he ofdo por doquier el rumor, que en unién de stu amigo descendié a los infiernos, y que ha visto el Cocito * y las foscas riberas, 385 y que en vida entre sombras infernales anduvo; mas no pudo salir de tan triste paraje, ver dos veces la senda que no tiene retorno. ARICIA Pero geémo un mortal, sin pasar por la muerte, puede entrar en el reino de las ultimas sombras? 330 eLe llevaba un hechizo a regién tan temible? IsMene, Si, Teseo esta muerto, slo vos lo duddis. Gime Atenas por él y Trecenia lo sabe y corona en Hipélito a su nuevo monarca Fedra en este palacio tiembla ya por su hijo 395 y a turbados amigos pide buenos consejos. Anicia e¥ td crees que va a ser més clemente que el padre, y que Hipélito hard mi cadena més leve? Mis desdichas ¢le hatin compasivo? IsMENE Eso creo, ARICIA Peto, dime, gconoces Ia frialdad de ese mozo? 400

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