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2006

POSTALES DEL CORAZÓN DE EUROPA


ZAMBULLIDO EN LA DESOLACIÓN: DE MADRID A VIENA POR TREN

Marco CAR

Antes de venir a Europa, las últimas imágenes que mi mente capturó de México fueron las
protestas políticas en las calles debidas a un fraude electoral, los rostros de mis sobrinos Alex,
Priscilla y María Fernanda sorprendidos mirando en un mapamundi el recorrido que iba a
realizar desde la Ciudad de México hasta Ámsterdam mientras la lluvia no cesaba de tocar en
la ventana; también recuerdo esa dos cervezas de barril con mi tío Miguel, que tomamos en el
Salón Corona del centro histórico de Ciudad de México, acompañadas de tacos de bacalao y de
pulpo. Recuerdo a mi prima Erika y a su novio llevándome al aeropuerto, atestado de viajeros,
a mis padres mirándome con esa luz apagada en los ojos, por la nostalgia futura que mi partida
iba a provocar, y también la mirada del perrito que percibía la tristeza de la partida, de otra
partida del tipo que todas las mañanas le abría la puerta y que todas las tardes lo sacaba a
caminar. Pero también recuerdo mi ilusión por visitar otra vez Europa. Ver todos esos
monumentos en Madrid, en París.

El viaje fue por KLM. Un avión muy incómodo. Ahí las noticias de México me alcanzan: en
pleno vuelo sobre el Atlántico pasan las noticias de la BBC en la televisión del avión y así, como
una nota del montón, dicen que en México el Tribunal Electoral declaró ganador al candidato
presidencial de la derecha. El fraude electoral se ha consumado otra vez en el país. Prefiero
prender el Ipod y dormir.

Ámsterdam: compras y te vas

Arribo al aeropuerto de Ámsterdam. Más que un aeropuerto, el de Ámsterdam es una enorme


tienda. Un “mall” como dicen en Estados Unidos. Solamente me bajo y hay letreros por todas
partes que me invitan, que invitan a los viajeros a comprar. Por todos lados tiendas, de todo
tipo. Nada es barato, pero aún así hay niveles. Están desde las gorras y bufandas del Ajax de
Holanda, famoso equipo de fútbol, hasta tiendas con ropa de diseñador. Se puede conseguir
desde una postal hasta un Ipod, una cámara de vídeo, etc. Incluso hay un museo donde
exponen obras famosas de pintores holandeses. El lugar es cosmopolita, Pero sobresalen las

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personas de origen asiático. Todo es caro. Por 10 euros uno tiene derecho de conectarse al
Internet de manera Wi-Fi. La esencia del aeropuerto de Ámsterdam resume en un cartel que
se ve por todos lados: “Buy and Bye” (compra y adiós).

También hay restaurantes de todo tipo, japoneses, chinos, italianos y el infaltable McDonalds.
En el aeropuerto debo esperar por cuatro horas al vuelo que me conectará con Madrid. En la
entrada de la aduana, hay como 15 asiáticos, niños, señoras, jóvenes, ancianos haciendo fila. A
ellos los revisan uno a uno. Les abren sus maletas, la comida que llevan, sus bolsas con fideos,
etc. Son demasiados. Por ello, un agente aduanal me mira y me hace la seña de que me forme
en una línea que no estaba en funcionamiento. Todo bien, habla español. Pero ve mi disco
duro móvil y lo lleva para que lo pasen por los rayos x: Me preguntan qué es esa mancha que
se ve por el monitor en el interior del disco. No sé, respondo. Entonces llega otro que dice algo
en holandés y concluyen que no, que no es nada, que puedo pasar. Me voy y los asiáticos
siguen ahí. Ellos parecían ser más peligrosos que yo, incluso la niñita que llevaba un oso de
peluche.

Al ir subiendo al avión me antecede un grupo de 15 niños, todos asiáticos, salvo dos que eran
rubios. Dos de ellos se sientan al lado de mi y los escucho hablar en un perfecto castellano y
con un marcado acento español. Son niños españoles cuyos padres son de origen chino. El
futuro de España será así, de inmigrantes. Según el diario español El País, 1 de cada 5 niños en
España es de padres extranjeros (marroquíes, ucranianos, polacos, ecuatorianos, senegaleses,
coreanos, argentinos, colombianos, etc..

Dos horas y media después llegamos a Madrid. Un cielo rojo impresionante provocado por el
ocaso nos recibe. Un español menciona que nunca había visto algo así en Madrid. Por fin llego
a Europa otra vez, luego de cuatro años de espera. La espera, sin embargo, tardaría cuatro
horas más, pues he llegado a las 9 al aeropuerto de Barajas ¡pero mis maletas no! Sin embargo
llegan en el vuelo de las 00:30. Lo bueno: mi amiga Raquel ya está aquí y mientras esperamos
vamos por una caña (cerveza) para mí, para ella una soda, pues va a conducir a través de
Madrid para hospedarme en su casa. Ahí, pese a la hora (casi las 2) nos esperan jamones, pan y
vino. Si, estoy en España otra vez…(escuchar el podcast aquí)

Amigos, sidra, cerveza y el fantasma del siglo anterior

Encontrarme con amigos y aprender del mundo, de los otros. La oportunidad de volverme
tolerante con los demás. Antes de venir a Eslovaquia vía Viena, desde España, estuve tomando
cañas con mi amiga Raquel en el barrio de Lavapies en Madrid, tomando sidra con mi amiga
Nell y su amiga Beatrice en París y mirando monumentos insólitos, como la Catedral Gótica en

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Evreux, Francia. No obstante estos episodios tan agradables, lo que más me ha impactado es
descubrir el clima de ultra nacionalismo e intolerancia que aún prevalece en Europa.

Es curioso, la segunda guerra mundial es una huella permanente que uno ve en todos lados en
Europa: mausoleos en memoria de los soldados norteamericanos, rusos, etc. que murieron por
liberar Francia, Eslovaquia, etc., placas en estaciones de trenes que explican que desde ahí se
enviaron tales y tantos judíos a los campos de exterminio en Polonia, etc. pero el enemigo
principal, el odio y la intolerancia siguen vivos ¡y muy vivos! en toda Europa y yo lo he visto con
mis propios ojos, lo he escuchado en lo que dice la gente y me he contagiado. Esta crónica es
una muestra de ello:

El viaje de Madrid a Viena fue caótico y muy cansado. En París tuve que hacer una conexión de
la Gare Montparnase a la Gare D´Est y en el metro algunos parisinos se sintieron molestos con
el espacio que ocupaba con mis maletas. Una noche anterior, en Madrid, el cierre de la
mochila se había roto en la sección donde guardaba los zapatos, y aunque Ramiro (el esposo
de mi amiga Raquel) y yo pusimos varias vueltas de cinta canela, el cierre terminó por abrirse
justo en el metro de París: Los zapatos se regaron por todo el piso de la estación Oberkampf.
Un caos. Cosa curiosa: dos muchachas parisinas me ayudaron a levantar los zapatos y los
guardaron como pudieron en la mochila que cargaba detrás. Estaban muertas de risa. Yo
también lo tomé con humor. Al menos la parte de “solidaridad”1 es un valor que sigue vivo
entre algunos parisinos…

En la “Gare D´Est” intenté por todos los medios bañarme pero fue imposible. Hay obras y por
ello ni siquiera tienen un lugar donde dejar las cosas a consigna. Entonces tuve que andar por
la estación con todo. Para colmo, en el tren a Viena desde París me tocó compartimiento. No
me gustan los compartimientos en el tren. Dadas las actuales condiciones del mundo, con la
migración de gente pobre hacia países que podrían darles trabajo, la creciente ola de rechazo a
otras razas y culturas, etc., en los compartimientos de los trenes la gente que no se tolera
tiene que viajar junta.

Las primeras estaciones del tren éramos un turco que vestía impecable de traje y yo. El turco
era turco porque él mismo lo dijo. En realidad yo pensé que era francés pero el dijo que era
“turkai” y explicó en un inglés entrecortado que él vivía en Austria, pero que no era austriaco
sino que sus orígenes eran turcos. Parecía querer dejar esto muy bien claro. Entonces, una
pareja de austriacos, él, de traje (casi un sosias de Franz Beckenbahuer) junto con su mujer,

1
Ya sabes, solidaridad, igualdad y fraternidad….

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intentaron entrar al compartimiento. Me dijeron “halo” pero luego lo vieron a él y optaron por
no entrar cual si hubieran visto al diablo en persona.

Hasta ahí todo iba bien, pero entonces llegamos a Baden Baden y subieron una alemana y
luego dos mujeres, una madre y la hija de unos 19 años que eran de…no sé de dónde, pero
seguro musulmanas, aunque no usaban la burka. Tensión. La alemana iba sentada a mi lado y
veía con recelo a las otras dos. Las otras dos la veían de reojo y guardaban silencio. El turco
llevaba tapado el rostro con la mano izquierda.

Silencio y miradas furtivas entre todos. Un vaso de cristal hubiera estallado si alguien hubiera
tenido uno entre las manos. La señora y su hija sacaron una botella de agua Perrier y casi como
si se tratara de una bomba peligrosísima, la fueron abriendo muy lentamente para no llamar
demasiado la atención. La alemana inclinó su rostro como queriendo esconderse en la
oscuridad, como queriendo que su cuerpo viajara ahí pero no su mente. Entonces la muchacha
musulmana se recostó sobre el pecho de su madre que le acariciaba de manera muy muy
dulce. La alemana hacia esfuerzos por no verlas y no rozarlas con sus pies. El turco se tapaba el
rostro con la mano y yo…yo fingía que no me importaba nada. Y las luces de algunas ciudades
alemanas que cruzábamos en el tren revelaban esa sensación de soledad que sin duda todos
los que íbamos en ese compartimiento sentíamos.

En Viena, pese a lo que decían todas esas guías de viaje, los horarios en Internet y la misma
información de SNF y Renfe2 juntas, no existe un tren que salga de la estación central de Viena
hacia Bratislava. Por eso tuve que salir y subir a un tranvía urbano (como esos que hay todavía
en Ciudad de México) para llegar a la Sudbanhoff desde donde salían los trenes a Bratislava.
Nada mas salir, veo publicidad política. Un partido dice algo en alemán contra el Islam en un
cartel pegado cerca de la banca cubierta para esperar los tranvías. No sé alemán, cierto, pero
sé que ese partido pugna contra el Islam porque Islam se escribe Islam en alemán y porque
alguien añadió con un plumón rojo “NAZIS!!” sobre el cristal.

Odio, intolerancia. Desolación en los corazones. Eso también es Europa. Eso también es
México. Eso también soy yo3. Tomé el tranvía equivocado. Mejor dicho, tomé el indicado pero

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Son las siglas de las compañías de trenes de Francia y España.
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Antes de mi partida a Viena desde Madrid fui desde la capital española a Paris a visitar a Nell, una
amiga que tengo. En el viaje me tocó viajar en un coche dormitorio. Ahí íbamos un francés que venía de
Argentina (platiqué como tres horas con él), y dos muchachos, uno negro y otro musulmán pero no sé
de qué país. El muchacho musulmán no hablaba nada, ni francés, ni inglés ni nada. Llegó la de ls
pasaportes y él no supo entender lo que ella le pedía. Entonces, como pude, le hice saber que debía
darle el pasaporte a la poli. El me entendió y me lo dio a mi y yo se lo di a la poli. Como pude le expliqué
se lo devolverían cuando llegáramos a París. Como agradecimiento, me ofreció un Sprite. Yo no lo
quería, pero él insistió y lo tomé… pero no lo abrí y lo dejé abandonado en el tren cuando llegamos a
París… es de un musulmán ¿quién sabe que podría traer? No pensé esto específicamente, pero si

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con rumbo opuesto. Sin embargo, tuve un presentimiento me bajé en cierta estación porque
vi pasar unos ancianos que arrastraban unas maletas. Bajo esta lógica que seguí, es lógico,
también, comprender que todos esos apuntes que hice no sirven de nada cuando uno es un…
 tonto que termina cargando una mochila, dos maletas y unos tenis Adidas en la mano.

Pese a todo tuve razón: esa era la estación sur de Viena: una nave lúgubre y sucia, aún peor
que cualquier estación de autobuses de la clase más baja que pudiera haber en México, un
país del tercer mundo o más, más allá.

Ahí en la estación busqué un baño. La estación Sudbanhoff de los trenes nacionales de Austria,
en Viena, es horrible. Está sucia, vieja y se percibe un desprecio por los que viajamos hacia
estos hermosos paisajes eslavos. Esto, los paisajes que pude ver de Francia, de España, de
Alemania, de Austria fueron los suficientemente hermosos, al grado que hicieron que este
viaje de un día y medio entre Madrid y Viena valiera la pena…

Los baños de la estación estaban custodiados por un señor que dormitaba en una silla. El olor
y el agua en el piso me advirtieron antes de siquiera entrar que no tendría caso tratar de
cambiarme de ropa ahí, dado que no iba a poner las maletas en aquel piso asqueroso…

Entonces tuve hambre. En un negocio cercano al anden vendían “Pizza y Kevab”. Curioso,
alemanes no soportan viajar en el tren con un turco pero si gustan de comprar kevab a 4.50
euros más la coca-cola…

El tren a Bratislava, pese a ser de“2ª clase” era un tren muy limpio y moderno. Con asientos
confortables, amplios y mesitas. Todo era automático. Entonces ahí lo hice: me lavé el torso,
me cepillé los dientes, me rasuré, me lavé el cabello, etc. Y me cambié de ropa para lucir
presentable ante Moni que iba a recibirme a la estación. Este hecho me valió insultos en
(¿eslovaco?) de los otros pasajeros porque tardé demasiado ahí dentro del baño del tren, que
por cierto también estaba muy limpio.

Al salir ya estábamos en Bratislava… Es curioso, pero ni siquiera me di cuenta cuando llegamos,


salvo por los inevitables grafitis pintados en las paredes de los edificios que también vi en
Madrid, París, etc… Había llegado la hora. Cargué con las maletas y luego de dar vueltas
confundido por andenes encontré la salida al vestíbulo de la estación. Subí unas escaleras y la
vi. Estaba ahí como un ángel buscando en todas direcciones por mí. La estación era oscura
pero ella brillaba en el sitio y al voltear me reconoció inmediatamente. Llegando a Nitra, su
primer comentario fue “está calle está habitada casi solamente por gitanos… por lo menos
aquí es solamente una calle… y no como en Presov que es casi toda la ciudad…”. Moni iba a ser
mi guía, principal apoyo y amiga de ahí en adelante…

actúe…como todos aquí… el virus de la mediocridad y la intolerancia se contra fácilmente, aunque uno
sea de México y se sienta libre de todo eso…

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Postales del Corazón de Europa

México despierta una especie de fascinación en algunos eslovacos. Me traje imágenes de


México: de las calaveras de posadas, del templo mayor, de San Luis, de Teotihuacan, etc. y
surgen muchas preguntas e interés. Incluso surgen cuando hablo en mi inglés tan malo con
otros eslovacos. En un principio ha sido frustrante para mí no poder comunicar bien lo que
quiero. Mis amigas Moni y Sisa me ayudan mucho, pero un día les he dico que quería hacer la
mayor parte de las cosas por mi mismo y de a poco he podido. Por ejemplo, al principio
solamente comía hamburguesas por la noche pues ¡era lo único que podía pedir! O que sabía
realmente que era. Ahora ya sé pedir una baguete de pollo (jedna kurací baguete prosim, que
sería algo así como “una baguet de pollo por favor”). Sé como pedir la plancha “yehliska
prosím” (la h es un sonido que se produce desde el agujero del cuello. Yo no noto la diferencia
pronunciado por la pura boca o desde el agujero, pero ellos sí, así que lo hago un poco
exagerado y a ellos les da risa  pero lo entienden. Puedo también pronunciar algunas frases
muy cortas: “Ako sa mas?” (¿Cómo estás?) y puedo seguir la línea de conversación de ésta
fórmula social.

La cultura eslava es interesante. Y este país también lo es. Aunque forma parte de la Unión
Europea, los precios son sorprendentemente baratos. El peso está a más de 2 a 1, por lo que
tengo para lo suficiente. Por ejemplo, una “masovy 4 hamburguesa” cuesta 36 coronas, que es
como 11 pesos o 12 (la conversión varia mucho, por ejemplo, ayer que revisé en Internet cómo
estaba, por 700 pesos me daban, en el cajero, casi las1800 coronas.

Otra cosa que he aprendido aquí es que el pan no siempre es necesario durante la comida. Me
ha pasado en Francia también. Hay comidas en las que no comen nada de pan. Creo que bajaré
de peso (cosa que me hace falta) pese a que, aquí, se bebe mucha cerveza. Los vasos aquí son
de medio litro y debo confesar que es deliciosa. En un bar, jeden pivo (una cerceva) cuesta 25
coronas lo cual, como podrán ver es muy barato. El vino también es barato aunque lo tomo
menos.

En la televisión los comerciales son casi los mismos. Este hecho enchina la piel: nos estamos
volviendo todos gringos. En el supermercado he visto algo curioso: hay quesos, cremas, pastas,
sopas, salsas, aderezos, patés, chocolates y otras cosas “a la mexicana”. También en los
“restauraría” (restaurantes). Siempre hay algo a la mexicana, desde ensaladas, hasta carne o
sopas.

El otro día, en casa de Moni, cuando ella preparaba “Palatsinsky” (unas especies de crepas
dulces, cuya forma se parece mucho a la de una tortilla de harina muy muy delgada) para el
almuerzo, escuché en “Radio Max”, la estación más popular de Nitra, “Vamos a la Playa” de los
Joao (¡!).

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La a lleva diéresis en esta palabra y se pronuncia como e

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Por las noches me meto al bar de los estudiantes porque quiero interactuar de una u otra
forma. Pido “jeden pivo velka”5 o “maly” según la sed que tenga.

El fin de semana fui con Moni y con Sisa a Bratislava. Esta ciudad me ha gustado. Ello
sorprende a los eslovacos porque a muchos no les parece una ciudad más hermosa que, por
ejemplo Banska Bystrica o Poprad o Kosice. Ha pasado el tiempo, pero la época comunista se
ve claramente en muchos edificios que riñen con la hermosa arquitectura medieval o gótica. El
río Danubio no es azul, es verde y cruza la ciudad. Ingenuamente, pregunté si el Danubio era
azul en alguna época del año y ellas se rieron. Dijeron que el Danubio estaba muy sucio y
contaminado que ese color verde claro era el color permanente que tenía todo el año. Me
dijeron algo que suena muy tentador: por 88 euros se puede viajar por el río en un barco,
desde Bratislva hasta Budapest de ida y vuelta. El viaje dura 4 horas y es posible ver, desde
lejos, algunos castillos.

Y claro, por la noche insistieron en llevarme al “kino” (cine). No fuimos a una cadena tipo
cinepolis, sino a una especie de cines que pertenecen a la cinemateca eslovaca y los cuales
también tienen sucursales en Nitra. Ahí fuimos con Katerina y otro muchacho que vivían en
Bratislava y que hablaban el inglés. ¡Y vimos el Acorazado Potemkin! ¿Quién lo iba a decir? Al
salir fuimos por pivo a un bar. Me hice amigo de Katerina y el otro muchacho. Ahora recibo
sms de ellos en el celular y me han invitado a que vaya de nuevo a Bratislava. Él es pintor y ella
maestra de eslovaco.

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Velke es la declinación en segundo caso para grande. Maly es chico, pero no sé declinarla. Pero la
mesera, una muchacha rubia bellísima y que habla el inglés siempre sonríe y dice “I got you!”. Ella fue
quien me dijo cómo pronunciar bien “una cerveza” o mejor dicho como declinar bien velka.

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