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Hermenéutica
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Hermenéutica

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En este estudio sencillo de leer sobre la Hermenéutica, el Dr. Caram explica “la ciencia de la interpretación” para que el creyente pueda entender con claridad los mensajes transmitidos a través de las Sagradas Escrituras. Al seguir los principios del Maestro de maestros, el Señor Jesucristo, el Dr. Caram ha desarrollado una excelente guía tanto para el estudiante de la Biblia como para cualquier persona, para que de esta forma puedan aprender a descubrir las verdades escondidas en la Palabra de Dios y, a través del Espíritu de Dios, puedan recibir un entendimiento claro de la interpretación de la Palabra para la Iglesia y el creyente.
LanguageEspañol
Release dateApr 8, 2021
ISBN9781596654747
Hermenéutica

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    Hermenéutica - Dr. Paul G. Caram

    Hermenéutica

    Claves para interpretar las Escrituras

    Dr. Paul G. Caram

    Título original: Hermeneutics: Keys for Interpreting the Scriptures.

    Copyright © 2006 Dr. Paul G. Caram

    Todos los derechos reservados

    Título en español:

    Hermenéutica Claves para interpretar las Escrituras

     © 2014 Dr. Paul G. Caram

     Versión 1.2 en español revisada en marzo 2021 (Luisa Baldwin).

    (Equivale a la versión 2.0 en inglés)

    A menos que se indique lo contrario, todas las citas son tomadas de: 

    La Santa Biblia, versión Reina-Valera © 1960, propiedad de Sociedades Bíblicas Unidas.

    Publicado en formato e-book en abril 2021

    En los Estados Unidos de América.

    ISBN versión electrónica (E-book) 1-59665-474-0

    Para obtener más información comuníquese a:

      Zion Christian Publications

    Box 256 

      Ulysses, PA. 16948 USA

     www.zionchristianbooks.com

    pcaram@verizon.net

    (814) 848-9775

    Zion Christian Publishers

    Un ministerio de Zion Fellowship, Inc

    P.O. Box 70

    Waverly, NY 14892

    Tel: (607) 565-2801

    Llamada sin costo: 1-877-768-7466

    Fax: (607) 565-3329

    www.zcpublishers.com

    www.zionfellowship.org

    Prefacio

    El Autor de nuestra alma nos ha creado con la capacidad de comunicarnos unos con otros, de diversas maneras. Por tanto, sería realmente extraño si Él nos hubiera dado un Libro acerca de Sí mismo que no pudiéramos entender. Las Sagradas Escrituras son en verdad la comunicación de Dios para el hombre, y las cosas que Él ha divulgado lo fueron con la intención de que fueran entendidas por cada creyente sincero. Ya que el Señor ama a Sus hijos grandemente y desea traerlos a una relación íntima con Él, ciertamente Su revelación la expresaría en palabras e ilustraciones que sean claras y evidentes. ¡El Padre Celestial no trató de confundir a Su pueblo cuando Él nos dio Su Palabra escrita! Él quería decir exactamente lo que dijo, y la vida que Él sopló a las Escrituras expresa clara y precisamente lo que Él quería que el hombre supiera acerca de Su naturaleza y de todas las otras cosas que se refieren a la vida y la santidad (2 Ti. 3:16-17).

    Aunque la Palabra de Dios contiene innumerables gemas de verdad, algunas son más obvias que otras. Muchos de estos hermosos tesoros están en la superficie, mientras que otros están enterrados más profundamente, esperando aun ser reconocidos, buscados y entendidos por buscadores dignos y diligentes.

    Por muchos años he deseado crear un libro acerca de hermenéutica bíblica, la ciencia de la interpretación de las Escrituras. En este estudio, he evitado conscientemente utilizar palabras técnicas y términos que generalmente sólo son apreciados por teólogos. En lugar de esto, he tratado de adoptar los métodos del Gran Maestro del Universo, cuyo estilo fue sobrenaturalmente simple.

    Nuestro Señor Jesucristo enseñó con gran simplicidad, construyendo Sus mensajes con tan sólo 600 palabras de vocabulario en los Evangelios, y ninguna de sus palabras es difícil de entender. Evitando el intelecto, Jesús habló directamente al corazón. Es nuestra oración que este estudio provea valiosas claves para abrir las Escrituras, no sólo para el estudiante de teología, si no para el laico también. Que el Espíritu Santo nos guíe ahora a toda verdad.

    Paul G. Caram, PhD.

    I. Introducción a la Hermenéutica

    La Ciencia de la Interpretación

    La Hermenéutica es la ciencia de la interpretación. Es una búsqueda para encontrar el significado de las palabras y frases de un autor y explicarlas a otros. Muchas veces hay un espacio que separa al que envía un mensaje y al receptor de este. La Hermenéutica busca crear un puente sobre este espacio. En la Biblia, el emisor son Dios y Sus escritores y el receptor es la humanidad. Un problema que enfrentamos en la interpretación bíblica es que Dios utilizó a más de 40 diferentes autores, con diferentes estilos de vida, a través de un período de 2,000 años, usando tres idiomas diferentes. Sin embargo, hay numerosos factores que pueden afectar nuestra interpretación de las Sagradas Escrituras. Estos son sólo algunos ejemplos:

    • La cultura, la vestimenta, los modales y las costumbres que son diferentes a los nuestros.

    • Diferentes traducciones de las Escrituras (palabras obsoletas, pronombres pobres, verbos y tiempos verbales).

    • Si los pensamientos de un escritor de la Biblia tuvieron la intención de ser literales, figurativos, o ambos.

    • La habilidad de reconocer la diferencia entre la interpretación y la aplicación de la Escritura.

    • Diferencia entre el significado natural y espiritual de la Escritura.

    • El contexto en el que algo fue dicho. Sacado de contexto, cualquier cosa puede volverse error.

    • Saber qué principio bíblico aplicar a nuestra situación (hay muchos entre los cuales escoger).

    • Distinguir para quién fue escrito un mensaje en particular (los judíos, los gentiles o ambos).

    • Diferencias de calendario en los tiempos bíblicos: meses, días y años.

    • El clima, las estaciones, la agricultura (para explicar términos como lluvia temprana y tardía).

    • Conocer expresiones orientales como ceñir los lomos de su entendimiento o un arco engañoso.

    • Dispensaciones y pactos: ¿se aplica eso al tiempo de la Ley o a la Era de la Gracia?

    • Si una promesa es para el Israel natural, para la Iglesia, o para ambos.

    • Historia y cronología. Es importante saber cuándo vivieron los personajes de la Biblia y cuándo sucedieron los eventos.

    • Las circunstancias en las que fue escrito un libro de la Biblia (por ejemplo: Isaías, durante las invasiones Asirias).

    • El entendimiento de que no todo puede tomarse literalmente. Salomón escribió Eclesiastés cuando estaba viejo, caído y deprimido. Eclesiastés muestra el fruto de un predicador descarriado.

    • Las parábolas, alegorías, tipos, figuras, sombras y patrones que enriquecen nuestra interpretación.

    • Geografía: las ciudades, los lugares, el viaje de Israel, los viajes de Pablo; estos hacen más vívida la narrativa.

    • Números: cada número en la Escritura tiene un significado e importancia divinos.

    • Colores: cada color tiene también su significado espiritual.

    • Nombres: cada nombre y lugar tiene una verdad espiritual importante.

    • Términos espirituales como la propiciación, la expiación y la gracia necesitan ser aclarados y explicados.

    • Las fiestas judías, las ofrendas, el tabernáculo y las vestiduras sacerdotales tienen aplicaciones hoy.

    • Tipos: cada personaje de la Escritura es un tipo de las personas que vemos en la Iglesia hoy. Por ejemplo, Pablo representa la estabilidad, pero Absalón es un adulador y usurpador. Pedro es impulsivo, pero fiel. Todos los profetas son tipos de Cristo y revelan algún aspecto de Cristo.

    Los temas antes mencionados y otros serán considerados en este libro de texto, mientras establecemos un conjunto de estándares y ofrecemos otras guías útiles que nos ayuden a interpretar y aplicar con habilidad, la Palabra de Dios a nuestras circunstancias y a nuestra vida diaria.

    II. Reglas personales para el intérprete

    1. La principal necesidad: un corazón totalmente comprometido con Dios.

    Antes de enfrentar el obstáculo de interpretar las Escrituras, necesitamos vernos cara a cara con el gigante más grande de todos: la necesidad de un corazón puro. El entendimiento, en realidad, es una cuestión del corazón más que de la mente. La mayor parte de las dificultades en la interpretación o en la doctrina, no vienen por falta de información, sino por problemas en el corazón que no son entregados a Dios, como el orgullo, motivos incorrectos e impureza moral. Estos son los verdaderos culpables de distorsionar el entendimiento del hombre. Por tanto, quisiera ser muy valiente y decir que nuestro mayor enemigo no es la ignorancia, sino un corazón que no está rendido totalmente a Dios. He aprendido en mis 40 años como estudiante y maestro, que el asunto más crítico no es el escuchar la verdad sino el amar la verdad. Esto está ilustrado perfectamente en 2 Tesalonicenses 2:10-12. En estos pasajes está claro que el engaño vence a la gente, no por la falta de verdad, sino porque los hombres amaron más las tinieblas que la luz. No recibieron el amor por la verdad.

    El apóstol Judas se sentó a los pies del mejor Maestro de todos los tiempos, más su corazón nunca cambió. Los dichos de Jesús nunca penetraron bien en sus oídos (Lc. 9:44). En vez de esto, planeó la muerte del Salvador. La mayoría de los escribas y doctores de la Ley, con todos sus estudios del hebreo y griego originales, no pudieron reconocer el Verbo Vivo, cuando Él estuvo delante de ellos (Jn. 5:39-40).

    2. Gracia, no estudios exhaustivos del griego.

    Aunque estudiar los textos originales en hebreo y griego puede enriquecer nuestro entendimiento, no es la clave más importante para encontrar las interpretaciones correctas. Ni aun los más grandes académicos del hebreo y el griego en nuestros días pueden ponerse de acuerdo, tienen grandes diferencias entre ellos. Los teólogos del tiempo de Cristo tenían a su disposición los textos originales en hebreo y griego, también el inconverso de Pablo, quien se dice que había memorizado ambas versiones y podía citarlas textualmente. Sin embargo, hasta que Dios ilumina soberanamente Su luz a un alma, nadie puede ver ni entender (2 Co. 4:6; 3:14-16). Esto no sólo es verdad con respecto a nuestra experiencia del nuevo nacimiento, sino también es verdad con respecto a toda luz adicional que recibimos después del nuevo nacimiento. Somos totalmente dependientes de Dios para la iluminación. O Dios nos da la gracia para percibir o no nos la da. O Él abre nuestros ojos o no lo hace (Pr. 20:12).

    3. Necesidad de recibir luz progresiva.

    Nuestra luz debe incrementar. Tenemos un ejemplo excelente acerca de la luz progresiva en la vida personal de Isaías. Después de haber pronunciado sobre Israel seis ayes por sus pecados (Is. 5:8; 5:11; 5:18; 5:20; 5:21; 5:22), el séptimo ay cayó sobre Isaías mismo cuando clamó: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios… (Is. 6:5). Cuando Isaías vio al Señor, la Fuente de toda Luz (1 Jn. 1:5), se vio a sí mismo. Isaías se horrorizó al descubrir algunas regiones oscuras que aun existían en su corazón. El Salmo 36:9 lo explica: En tu luz veremos la luz. En la luz de Dios podemos ver claramente nuestras verdaderas necesidades. En la medida en la que el caos y el desorden son limpiados de nuestra vida personal, podemos entonces traer iluminación a otros. La psicología es luz humana, pero se necesita luz divina para encontrar la raíz de nuestros problemas y poder ser sanados. Cuando Dios incrementa la luz en nuestro corazón, no es para deprimirnos. Es para animarnos y hacernos entender que Dios está interviniendo en esa área de necesidad recién descubierta, si se lo permitimos. Muchas veces, antes de poder sentirnos bien acerca de nosotros mismos, tenemos que ser convencidos de la desgracia de nuestro estado y esto puede ser muy desagradable (Ap. 3:17-18; Pr. 21:2).

    4. La verdad es revelada sólo a los corazones honestos.

    Jesús hablaba en parábolas. La interpretación fue deliberadamente disfrazada para que sólo aquellos con un corazón honesto pudieran encontrar el significado. Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; más a los que están fuera, por parábolas todas las cosas (Mc. 4:11). Los misterios de Dios son ocultos para aquellos que son sabios y prudentes en su propia opinión, pero son revelados a los niños (Mt. 11:25; Lc. 10:21), a aquellos con un espíritu dependiente y dispuesto a aprender (Sal. 131:1-2). Si el Hijo de Dios no decide dar luz, nadie puede ver ni entender a Dios (Mt. 11:27). Las personas, e incluso las naciones, que continuamente rechazan a Dios reciben la maldición de la ceguera (Ro. 1:18-32; Is. 66:4).

    Dios esconde la verdad a propósito, para que sólo un buscador digno pueda descubrir los tesoros escondidos de Su Palabra (Pr. 25:2). Sin importar cuánto busque un hombre, nunca encontrará la verdadera interpretación de las Escrituras a menos que Dios imparta soberanamente de Su gracia. Pablo le advirtió a Timoteo acerca de hombres no consagrados que van por la vida, aquellos que siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad (2 Ti. 3:7). Muchos años de estudio tedioso no garantizan que una persona encontrará la verdad. Esto depende de la inspiración, y esta viene por gracia. Un joven llamado Eliú tuvo que reprender a los tres amigos mayores de Job porque no le dieron a Job una respuesta correcta. Eliú pensó: Los días hablarán, Y la muchedumbre de años declarará sabiduría. Ciertamente espíritu hay en el hombre, Y el soplo del Omnipotente le hace que entienda. No son los sabios los de mucha edad, Ni los ancianos entienden el derecho (Job 32:7-9).

    5. Advertencia: la verdad desequilibrada se convierte en error.

    Es sólo por gracia que podemos equilibrar las verdades que conocemos. Pablo describe esto como usar bien la palabra de verdad (2 Ti. 2:15). Es un arte, incluso una habilidad divina, el saber cómo analizar y equilibrar correctamente cada tópico en la Escritura. Cada vez que una verdad es sobre enfatizada, exagerada o es vista sólo desde un punto de vista, se convierte en un error. Algo puede ser verdad, pero cuando se lleva demasiado lejos, se vuelve mentira. Sostener sólo la mitad de la verdad es equivalente a una mentira. Nunca debemos concentrarnos en algunas verdades espirituales desatendiendo otras. Nuestra seguridad está en concentrarnos en todo lo que Dios tiene que decir, no sólo nuestros temas favoritos. Cuando los maestros se enfocan sólo en áreas de verdad seleccionadas, la tendencia es minimizar, o incluso excluir, otras. Evadir, desatender o rechazar cualquier parte de la Palabra de Dios es rechazar parte de Dios, puesto que Jesucristo mismo es llamado la Palabra de Dios (Jn. 1:1,14; Ap. 19:13).

    De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos (Mt. 5:19a). Hay una pérdida severa de posición eterna al quebrantar uno de los mandamientos muy pequeños y enseñar así a los hombres. Puede imaginarse, entonces, el juicio por adulterar la palabra de Dios (2 Co. 4:2) o por torcer la ley de Dios para hacer que diga otra cosa. Al hacer esto, un maestro está manchando la imagen de Cristo y produciendo algo falso en el carácter de sus oyentes, tal vez alejándolos incluso de la vida eterna.

    6. La necesidad de recibir la clave del conocimiento: una impartición soberana.

    ¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia… (Lc. 11:52). La llave (N.T.: En inglés, las palabras llave y clave son la misma). del conocimiento es una de las llaves del reino (Mt. 16:19). La llave del conocimiento abre el significado de las Escrituras y Dios puede poner esta llave en nuestra mano (Lc. 24:45). Los líderes religiosos eran los intérpretes de la Ley, pero estos astutos abogados usaron muchos detalles sutiles para evitar la evidencia abrumadora en asuntos relacionados con la Ley. Jesús los reprendió por su hipocresía, diciendo de ellos coláis el mosquito, y tragáis el camello! (Mt. 23:24). Colar el mosquito viene de la tradición farisaica, porque los fariseos filtraban el agua que bebían para evitar tragarse un insecto impuro. Estos abogados, que eran tan meticulosos en evitar tragarse un pequeño insecto, luego se tragaban un camello. La metáfora es muy clara. Al concentrarse en asuntos triviales, no tomaban en cuenta asuntos de mucha mayor importancia. Así, eran hipócritas y guías ciegos que habían quitado la llave del conocimiento.

    Hay ciertas llaves del conocimiento que abren las Escrituras, y de estas trata este libro. Estamos buscando claves importantes, pensamientos en semilla (N.T.: Lo que el autor quiere decir es que busca el estado del pensamiento antes de germinar, en su estado original), principios divinos y verdades fundamentales que abren vastas y nuevas áreas de verdad en las Escrituras. Sin embargo, la mayor clave de todas, como hemos dicho desde el principio, es un corazón resuelto a hacer toda la voluntad de Dios. Si un hombre [desea] hacer Su voluntad, conocerá la doctrina. Esta es una promesa divina de la que podemos aferrarnos (Jn. 7:17). Realmente, es así de simple: ¡un corazón puro entiende! Cuando los motivos de nuestro corazón son santos, Dios nos recompensará con discernimiento y tendremos una perspectiva celestial de todos los asuntos importantes de hoy (ver también Jn. 5:30; Ez. 44:23; Mal. 3:18 y Dn. 12:10b).

    En Juan 5:44, el Maestro de maestros acusó al clero cuando clamó: ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único? ¿Qué estaba obstruyendo que vinieran la fe y el espíritu de entendimiento? Ciertamente no era la falta de estudio. …amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios (Jn. 12:43). Esta es la razón por la cual esos teólogos no pudieron reconocer a Aquel que está escrito en cada página de la Escritura (Lc. 24:27).

    7. La envidia y los celos son estorbos poderosos de una interpretación correcta.

    La envidia y los celos son grandes problemas del corazón que nublan el juicio del hombre. La envidia y los celos cegaron a los teólogos a tal punto que no pudieron aceptar a su Mesías o entender Sus enseñanzas. Aun Poncio Pilato entendió claramente que la envidia era la que provocaba a los jefes de los sacerdotes a entregarle a Jesús para ser crucificado (Mt. 27:18; Mc. 15:10). Debido a la envidia y los celos, le aborrecían sin razón (Jn. 15:22-25).

    La envidia es tener antipatía o incluso desear el mal de otros porque poseen algo superior o tienen alguna ventaja. Raquel envidiaba a su hermana porque Lea tenía hijos, mientras que ella era estéril (Gn. 30:1). Los celos son la demanda de ser el número uno, oponiéndose a todos los rivales. Cuando David se convirtió en competencia para el rey Saúl, el rey trató de matarlo. Duros como el Seol [son] los celos (Cnt. 8:6). En Éxodo 34:14, Dios mismo es descrito como celoso, pero Él tiene todo el derecho de demandar ser el número uno, porque Él es el dueño del universo. Sin embargo, cuando el hombre trata de ser el número uno y atrae a otros hombres a sí mismo en vez de a Dios, él es maldito con un espíritu pervertido de celos. La envidia y los celos tienen una cosa en común: ambos giran en torno al pecado de compararse a sí mismo con otros. ¿Cuál es la cura para la envidia y los celos? Dejemos de compararnos unos con otros y de competir unos con otros, tratando de ser el número uno (2 Co. 10:12; Jn.21:21; Lc. 22:24).

    Si nos ufanamos que nuestra iglesia es la iglesia de más rápido crecimiento en la región, nos estamos comparando y estamos compitiendo. Dejemos el orgullo, la auto exaltación y la lucha de ser el número uno (1 R. 1:5). Hagamos a Dios el número uno y estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo (Fil. 2:3). Entonces seremos felices y bendecidos, y nunca seremos afligidos con el espíritu de celos. Donde hay amor y unidad, Dios ordena la bendición y la vida eterna (Sal. 133; Hch. 2:1-2). ¡Estos son asuntos del corazón que afectan nuestra interpretación de las Escrituras! Aquí estamos hablando del principio hermenéutico más importante de todos: tener los motivos correctos en el corazón. ¿Por qué la mayoría de los teólogos rechazaron la Palabra Viva de Dios cuando Él enseñó entre ellos y por qué no pudieron aceptar Su interpretación de las Escrituras? ¡Por envidia! Él les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas (Mt. 7:28-29).

    Los escribas reconocieron que Él tenía la autoridad y el favor de Dios, que ellos no tenían. Por esto, ellos envidiaban a Jesús. Y ¿cómo recibió Él la autoridad y aprobación? Él siempre hizo lo que agradaba al Padre (Jn. 8:29). Todo a lo que aspiraba en la vida era esto: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad (He. 10:7). ¡Ésta es la clave para recibir revelación! Jesús era un rival y una amenaza para ellos. Tuvieron temor de perder su posición de autoridad (Jn. 11:47-48). Por tanto, fueron la envidia y los celos los que oscurecieron la interpretación que tuvieron del Mesías y fueron su envidia y sus celos los que clavaron a Jesús en la cruz.

    Hace muchos años había doce misioneros en una aldea africana que estaban orando fervientemente por una visitación de Dios. Un día, Dios los visitó, y repentinamente mil personas rodearon el complejo. Dios empezó a moverse por Su Espíritu y a realizar milagros. La parte triste de la historia, que es muy común, es ésta: dos de las hermanas que habían orado fervorosamente por el avivamiento fueron las primeras en oponerse a éste. ¿Cuál fue el problema? La envidia y los celos. Tal vez Dios estaba usando personas que a ellas les disgustaban o no consideraban dignas. Cualesquiera que hayan sido los problemas que tenían en su vida, podemos ver como estos problemas del corazón no resueltos distorsionaron y se opusieron a lo que Dios estaba haciendo y diciendo.

    8. La dureza de corazón: otro obstáculo para la interpretación correcta.

    La generación que salió de Egipto nunca entró en la tierra prometida debido a su incredulidad y a la dureza de su corazón. Israel no pudo entender lo que Dios estaba haciendo en su vida, en el desierto, por lo que se quejaban amargamente contra Él (He. 3:8-11), pero esto está directamente relacionado con la dureza del corazón. Aun los hermanos de Jesús no creían en Él ni tampoco creyeron los habitantes de Nazaret, el lugar en donde Él creció (Jn. 7:3-5; Mc. 6:1-6). Un corazón endurecido trae una terrible insensibilidad. Embota la habilidad de entender y percibir lo que Dios está tratando de hacer por nosotros. Por tanto, si hemos de entender las Escrituras, si hemos de recibir una guía verdadera de las Escrituras, debemos tener un corazón tierno y circuncidado. La dureza de corazón, la incredulidad y el embotamiento espiritual trabajan juntos. Estos forman una trinidad malvada.

    El divorcio y la falta de perdón también son el resultado de un corazón endurecido: No puedo y no te perdonaré. El corazón endurecido deja fuera a las personas en la vida del individuo. Cuando el corazón humano es herido y se endurece, ya no puede pensar y actuar objetivamente. Si sufrimos una herida, es muy importante venir ante el trono de la gracia a hallar gracia para el oportuno socorro. De otro modo, el corazón se vuelve duro e insensible (He. 4:16 vs. 12:15). Cualquiera que en serio busca conocer a Dios e interpretar Su Palabra con precisión debe tener un corazón tierno. La fe obra por el amor (Ga. 5:6). La fe y el entendimiento no pueden operar en un corazón duro y pedregoso. Repetidas veces, Israel endureció su corazón en el desierto, de tal manera que Dios mismo les privó de entendimiento (Dt. 29:2-4). Los corazones endurecidos nunca prosperan ni encuentran favor con Dios (Job 9:4; He. 3:8; 3:15; Sal. 95:8; Mc. 3:5).

    El camino a un corazón de carne, un corazón libre de toda dureza y conflicto es un camino muy largo. Éste es el camino del justo, cuya luz va en aumento (Pr. 4:18). Para ser espirituales, necesitamos encontrarnos continuamente con Dios en todos los aspectos de nuestra vida. Cuando Isaías vio al Señor, se vio a sí mismo. Después de esto, pudo ver con mayor claridad todas las situaciones de la vida (Sal. 36:9). El discernimiento aumenta a medida que nuestro corazón es escudriñado por la luz de Dios. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán [como Dios ve] (Mt. 5:8).

    9. Ser sin complicaciones, tal como el Maestro de maestros.

    Un maestro es alguien que explica y debe enseñar con palabras simples. Jesús, el Maestro más profundo de todos los tiempos, hacía uso de gran simplicidad al hablar. El sello de un gran maestro es la simplicidad. Él toma lo que es complejo y lo vuelve fácil de entender por los estudiantes. Un maestro que entiende su materia puede resumir grandes cantidades de información y encapsularlas en unas pocas y simples palabras. La simplicidad es, muchas veces, el enfoque opuesto en muchos de nuestros seminarios teológicos modernos, allí usan palabras y términos complicados que sólo un grupo élite puede apreciar. Pero ¿cuál es la meta del intérprete? Es hacer su tema claro y simple, tan apetecible en verdad que las personas comunes y corrientes puedan recibir y poner en práctica. Aprendamos una importante lección del más grande Maestro de todos los tiempos. Su estilo era sobrenaturalmente simple. Cristo enseñó en los Evangelios, utilizando unas 600 palabras de vocabulario y ninguna de Sus palabras es difícil de entender. Evitemos caer en la trampa del intelectualismo y hablemos directamente al corazón. El intelectualismo es la mentalidad de los escribas y doctores de la Ley, pero es un espíritu que se opone a Cristo y nubla las Escrituras.

    10. No ser como los escribas.

    Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas (Mt. 7:29). Los escribas estaban muy versados en las diferentes escuelas de pensamiento y en todos los asuntos debatibles de la época. Las escuelas rabínicas en Jerusalén enseñaban a sus jóvenes maestros a debatir. El espíritu de debate es visto en el Pablo recién convertido, quién fue entrenado en Jerusalén (Hch. 9:29). Sin embargo, el Maestro de maestros nunca debatió, ni expuso los diferentes puntos de vista. Él nunca dijo: éste es el punto de vista alegórico, éste el literal y éste el histórico. Cristo nunca le ofreció a Su audiencia una variedad de opiniones entre las cuales escoger. Él les enseñó como uno que tenía autoridad. A Timoteo le fueron aseguradas las cosas que había aprendido de Pablo. El apóstol Pablo nunca impartió un espíritu de titubeo o de indecisión. Pablo le enseñó a Timoteo de una manera positiva (2 Ti. 3:14). No es necesario examinar cuidadosamente ni ahondar en todos los puntos de vista conflictivos de la teología. Pidámosle a Dios que nos muestre cuál es el punto de vista correcto, y enfoquémonos en ese.

    Ya que estamos en este pensamiento de puntos de vista encontrados, es apropiado hacer mención aquí del estudio de las religiones falsas. En realidad, no es bíblico malgastar mucho tiempo estudiando algo que es falso. Jeremías 10:2 advierte: No aprendáis el camino de las naciones. Hace algunos años, unos misioneros fueron enviados a Japón. El consejo de directores misioneros les dijo que estudiaran a fondo las religiones de Japón para poder contrarrestarlas, pero el resultado fue que varios de los misioneros perdieron la fe. No es bueno llenar nuestra mente con enseñanzas de demonios. En vez de esto, debemos concentrarnos en aquellas cosas que son verdaderas, y entonces reconoceremos las falsas. Los cajeros de los bancos son entrenados a reconocer los billetes verdaderos para poder discernir los falsos. Esto se aplica también a nuestra fe cristiana. Sólo conozca la verdad y luego podrá identificar rápidamente la falsificación. El Espíritu Santo nunca nos instruye a aprender los caminos de las tinieblas. No desperdicie su tiempo familiarizándose con los puntos de vista errados.

    11. Escoger los maestros correctos.

    Muchas veces un equipo de pelota mediocre sube hasta la cima cuando les dan un entrenador superior. A quién tenemos como nuestro maestro hace toda la diferencia. Después de estar consagrados a Dios, la clave más importante para entender las Escrituras es escoger los maestros correctos. Si un joven tiene un corazón sabio, gravitará hacia aquellos que tienen sabiduría. Si en su corazón no tiene cabida la sabiduría, admirará y seguirá los maestros que no tienen sustancia y que tienen un mensaje superficial. Ésta es la manera de determinar si un corazón es sabio.

    Hechos 4:23 es un pasaje de la Escritura muy interesante: Y puestos en libertad, vinieron a los suyos. El hecho es que cada uno es atraído a los suyos, o los de su misma clase, y se establece con ellos. Nuestro carácter es conocido por los amigos que tenemos y por las personas en las que confiamos para recibir dirección y consejo. Las amistades son muy reveladoras. Cuando hay nuevas y cuestionables doctrinas rondando por allí, una de las mejores maneras de determinar si son de Dios es simplemente observar el tipo de personas que las siguen. Si la doctrina es errónea, aquellos que son ingenuos correrán tras ella (Ro. 16:18).

    En Génesis, cuando un hombre moría, era unido a su pueblo (Gn. 25:8; 25:17; 35:29; 49:29; 49:33). La expresión unido a su pueblo implica más que sólo ser enterrado con sus ancestros en el mismo terreno funerario. Después de la muerte, nuestra alma es unida a aquellas que son de la misma familia espiritual. Por ejemplo, los profetas, después de la muerte, eran reunidos en un lugar especial, aunque no estaban unidos por lazos familiares.

    En el cielo, las personas moran en niveles espirituales diferentes. Cada uno va a su propia tribu espiritual. Los instructores que quebrantan uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñan a los hombres son llamados muy pequeños en el reino de los cielos (Mt. 5:19). En la eternidad, los maestros que han alterado la Palabra de Dios morarán juntos en una meseta inferior. Los más pequeños en el reino de los cielos son de la misma tribu (Ez. 44:10-14).

    El que anda con sabios, sabio será (Pr. 13:20). Para ser una persona sabia es imperativo discernir quién camina con Dios. Abra su espíritu a los consejeros espirituales correctos y va a absorber su mentalidad. Lo mismo se aplica a los libros que leemos. Tendremos el mismo espíritu que el autor. Sea selectivo con respecto a qué semillas deja que sean sembradas en su corazón. Si una mezcla de buenas y malas semillas es sembrada en nuestro corazón, se convertirá en una cosecha de confusión y contradicción (Lv. 19:19).

    Los maestros correctos son una tremenda ventaja en el aprendizaje.

    Hechos 8:28-31: Un día un hombre de Etiopía estaba sentado en su carro leyendo en voz alta del libro del profeta Isaías. Felipe le preguntó: ¿Entiendes lo que lees? El etíope respondió: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Luego invitó a Felipe a que se subiera a su carro y Felipe empezó a exponer a Cristo usando esos pasajes en Isaías (Hch. 8:35).

    Este relato, en el libro de Hechos, es una lección divina acerca de la importancia de los maestros. "¿Y cómo podré [entender], si alguno no me enseñare?". No es bíblico pensar que podemos aprenderlo todo solos, sin la ayuda de otros. Cuando Pablo, inconverso, se encontró con Cristo en el camino a Damasco, le preguntó: ¿qué quieres que yo haga? Jesús le contestó: entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer (Hch. 9:6; 22:10). Cuando Pablo entró en la ciudad, Dios usó a un hombre llamado Ananías para decirle las otras cosas que necesitaba saber. Así, Dios utiliza agentes humanos para hablarnos.

    Hay muchas cosas que las personas no entenderán nunca a menos que sean instruidos por instrumentos humanos enviados por Dios. Dios ha establecido maestros en Su Iglesia para que ayuden a otros a entender (1 Co. 12:28). Tener maestros competentes es un tremendo atajo para aprender los caminos de Dios. Los maestros nos ayudan a aprender mucho más y mucho más rápido.

    La mayor parte del ministerio de tres años y medio de Cristo giró en torno a la enseñanza. Le estaba dando a Su audiencia un nuevo pensamiento y estaba formando un pueblo para la eternidad. Las palabras correctas liberan a los hombres (Jn. 8:32). Es la verdad la que hace libres a los hombres, no la simpatía, la sinceridad, el humanismo o el intelectualismo. Nunca olvidemos que el poder de una idea o concepto produce un estilo de vida que lleva a las personas a alguna parte. Lo que enseñemos va a poner los pies de las personas en un buen camino, o sobre uno equivocado (Stg. 3:1-2).

    12. Tener el temor del Señor: es el principio de la sabiduría y del entendimiento.

    Para entender sabiduría y doctrina, Para conocer razones prudentes, Para recibir el consejo de prudencia, Justicia, juicio y equidad; Para dar sagacidad a los simples, Y a los jóvenes inteligencia y cordura. Oirá el sabio, y aumentará el saber, Y el entendido adquirirá consejo, Para entender proverbio y declaración, Palabras de sabios, y sus dichos profundos. El principio de la sabiduría es el temor de Jehová… (Pr. 1:2-7). El temor de Jehová es el principio de la sabiduría… (Pr. 9:10).

    El temor del Señor es una unción. En verdad, es uno de los siete espíritus del Señor mencionados en Isaías 11:2. El temor de Jehová es limpio (Sal. 19:9). El término limpio literalmente quiere decir que limpia. El temor de Jehová limpia. Esta palabra es encontrada en Levítico 16:30 y Ezequiel 36:33. La unción del temor divino limpia y nos mantiene limpios, y también trae entendimiento diligente (Is. 11:3). José, el hijo de Jacob, poseía el temor de Dios. Él huyó de la tentación y fue guardado limpio (Gn. 39:11-13; 42:18). El temor del Señor guarda a los creyentes de descarriarse (Jer. 32:40). Este temor divino también es el principio de la sabiduría. Para poder entender un proverbio y las palabras de los sabios y sus dichos oscuros, el temor del Señor es el principio de la sabiduría. Pero, ninguno de los impíos entenderá (Dn. 12:10b), porque el pecado trae un estupor sobre la mente de los hombres.

    13. Buscar una relación íntima: el secreto para recibir revelación.

    Entender los misterios de Dios es un asunto espiritual, no depende de una mente brillante. Es un asunto de relación, de amar a Dios profundamente y vivir una vida de santidad. La iluminación es un don de gracia para el devoto. El Salmo 97:11 declara: Luz está sembrada para el justo. La luz es literalmente plantada en el corazón de los justos y esparcida por todo su camino. Cuando María se sentó a los pies de Jesús, muchas verdades, preciosas y eternas, fueron plantadas en su corazón, las cuales nunca le serán quitadas (Lc. 10:3842). Aprendamos de María a esperar en el Señor (Is. 40:31; Sal. 27:14).

    Juan fue el discípulo amado de Jesús. Fue el que se recostó sobre Jesús, y de este profundo afecto por el Señor provino la mayor revelación de todas, el Libro del Apocalipsis. Sorprendentemente, Juan era considerado ignorante y no educado por los rabinos en Jerusalén (Hch. 4:13). Juan nunca obtuvo un título en la escuela rabínica, pero él había estado con Jesús.

    14. Preparar el corazón, más importante que cultivar el intelecto.

    Los judíos reconocieron que Esdras era el segundo Moisés. En los escritos judíos, Esdras es puesto al lado de Moisés por su gran conocimiento de la Ley. Esdras compiló mucho de 1 y 2 de Crónicas. Organizó las genealogías, seleccionó los Salmos inspirados y dispuso el canon del Antiguo Testamento. Esdras era un escriba, un sacerdote, un intercesor y un maestro. Pero, sobre todo, era un hombre con una relación de corazón con Dios.

    Observe lo que Dios dice de Esdras, uno de los maestros más grandes de la historia: Esdras había preparado su corazón para inquirir la Ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos (Esd. 7:10). Primero, Esdras preparó su corazón, no su mente. Preparó su corazón para buscar la Ley del Señor, para obedecerla y luego para enseñarla. Aun más importante que cultivar el intelecto, Esdras primero preparó su corazón. Esto quiere decir que buscó a Dios para entender la Ley. Después la practicó y la enseñó. Esdras era un hombre de relación. El entendimiento se obtiene al esperar reverentemente en la presencia de Dios. Una relación de dulce amistad con Dios y una vida obediente son claves vitales para recibir la revelación.

    15. Conocer al Autor de las Escrituras y entender Su carácter.

    La mejor forma de entender un libro es conocer al autor mismo. Esto es especialmente verdadero acerca del Libro de Dios, la Biblia. Más de 40 escritores fueron dirigidos e inspirados por el mismo Autor: el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el Único que nos puede dar las claves para entender la interpretación verdadera. Por tanto, debemos conocer al Autor de la Biblia y debemos conocer Su carácter y naturaleza inmutables. Entonces nuestras doctrinas y convicciones se volverán vivamente claras.

    Dios es el mismo ayer, hoy y siempre. Él no cambia. Con el Señor no hay mudanza, ni sombra de variación (He. 13:8; Mal. 3:6; Stg. 1:17). Dios no se volvió más misericordioso en la era del Nuevo Testamento de lo que era en la era del Antiguo Testamento. De la eternidad a la eternidad Él es Dios y Él no cambia. El Dios Eterno no ha aprendido de la historia ninguna lección nueva ni se ha vuelto más sabio. Él ya conoce el fin desde el principio.

    Recientemente, un maestro de la Biblia declaró: Después de la experiencia del nuevo nacimiento, no hay absolutamente nada que lo pueda separar del amor de Dios. No importa lo que haga, absolutamente nada puede separarlo de su relación con Dios. Esta es una exageración de una verdad legítima, porque cuando consideramos toda la Escritura, no sólo algunos versículos, esto no puede ser aceptado. Considere a Lucifer, la criatura más magnífica de todos los tiempos, quien estaba junto a la Deidad. Hoy, él es el archienemigo del Señor. No sólo perdió el favor de Dios, sino está condenado al juicio eterno. Cuando el pueblo de Dios se volvió vil, Dios tuvo que destruir Su propia ciudad, el santuario y la mayor parte del pueblo de Israel (2 Cr. 36:11-21; Jer. 18:9-11). Judas fue un gran apóstol. Él pudo predicar y llevar a cabo los mismos milagros que los once apóstoles, pero hoy no está en el cielo (Mt. 10:1-4; 7:21:23).

    El amor de Dios no puede ser medido, pero tampoco puede ser medida Su ira. Si creemos en el amor de Dios, también debemos creer en Su ira. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios (Ro. 11:22). Cuando entendemos el carácter inmutable y no cambiante de Dios, todas nuestras enseñanzas se vuelven muy claras. Recuerde, el carácter de Dios no ha cambiado desde la caída de Lucifer. Es nuestra obligación enfatizar toda la revelación de Dios. Predicar sólo parte de la verdad es ser un testigo falso de Dios. Por tanto, nuestra seguridad depende de tener el panorama completo. Las conclusiones y convicciones de un maestro nunca deben estar basadas en algunos pasajes de la Escritura. Si un concepto es verdadero, estará apoyado en muchos otros lugares en la Escritura y no será contradicho por otros versículos. Cuando una verdad es interpretada correctamente, esta debe fluir desde Génesis hasta Apocalipsis.

    16. Experimentar la verdad y pagar el precio por la verdad.

    Tanto a Ezequiel como a Juan les fue ordenado comerse el libro antes que profetizaran (Ez. 3:1-4; Ap. 10:9-11). Hay una gran diferencia entre oír la palabra de Dios y asimilarla. Para algunos, la Palabra sólo llega a sus oídos. Esto fue verdad en la vida de Judas. Su corazón nunca fue cambiado. El escuchó al Maestro de maestros, pero las palabras sólo llegaron a su mente. Comer la Palabra es algo muy diferente (Jer. 15:16); es absorber totalmente la Palabra y llevarla a cada célula de nuestro ser. La Palabra es dulce a nuestro paladar cuando la oímos, pero amarga en nuestro vientre cuando es asimilada y absorbida. Luego se vuelve parte de nosotros. Hay un precio que pagar si hemos de poseer la verdad. Compra la verdad, y no la vendas (Pr. 23:23). Las verdades de la Escritura son como perlas hermosas. Podemos sostenerlas y aun predicarlas, pero no las poseemos sino hasta que hayamos pagado el precio. Pagar por nuestro mensaje con muchas experiencias costosas nos da autoridad, y entonces no estamos a la merced de las teorías.

    Hoy, muchos de nuestros seminarios teológicos están sacando graduados cuyas cabezas están llenas de información, pero cuyos corazones están faltos de fe. Saben acerca de política, programas sociales, filosofía, otras religiones, teoría, psicología y humanismo, pero poseen poca vida espiritual. Volvámonos del enfoque intelectual muerto hacia las realidades de una vida de fe llena del Espíritu.

    En nuestra introducción, nos hemos enfocado en el intérprete y en su condición espiritual. Esta preparación era necesaria antes de enfocarnos en la mecánica de la interpretación en sí. En la conclusión de esta sección, nos gustaría encapsular lo anterior en cinco encabezados principales:

    • Vivir una vida de obediencia. Entender es un don de Dios. Es dado a aquellos que viven rectamente. La Luz está sembrada para el justo (Sal. 97:11). Una persona con un corazón puro recibe la habilidad de percibir (Jn. 7:17). Caminemos con Aquel que es la Luz, seamos llenados con la Luz y amemos la Luz. Entonces nuestra alma seguramente verá con claridad (Sal. 36:9).

    • Conocer al Autor de las Escrituras, al Señor mismo. Cuando conocemos el corazón de un autor entenderemos su libro. La revelación fluye de una relación de amor. Juan se recostó sobre el pecho de Jesús y recibió la revelación de quién era el traidor, Judas (Jn. 13:21-27) y del libro de Apocalipsis.

    • Recibir la llave del conocimiento. A aquellos que son consagrados a Dios, Él les imparte la llave del conocimiento que abre las Escrituras. Esto es un don y es

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