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Hablar un niño

Alfredo Jerusalinsky

Es posible, probable y, ciertamente inevitable, que cada vez que alguien hable, sin saberlo, hable
un niño en él.Que su decir tenga presente lo infantil del habla, siendo ello, sin saberlo, obstaculo
o viabilizacion de aquello que por un lado desea y, por otro, se opone a ese deseo que, a su vez,
él ignora.
Culquier cosa que se escuche, vendrá a ser conjugada, vendrá a tomar parte de una
intercalación en el curso de un discurso ya establecido.
Inevitablemente cualquier cosa que se diga va tropezar con que ya existe algo dicho
previamente, y esto hará que se escuche, se sitúe de determinada manera, en determinada
posicion, en determinado lugar, y esto le va a cambiar el sentido a aquello que esté siendo dicho
en ese momento. Esto no solo es inevitable, sino que también es necesraio, porque sino no
habría motivo para hablar.
Entonces cuando se intenta transmitir algo acerca de la cuestion precisamente del habla, ya que
correr ese riesgo: que lo que digo sea mal entendido. Y no hay modo de resolver esta cuestión,
no hay modo de resolver el hecho de que cualquier cosa que se diga, de lugar a un
malentendido, a un desplazamiento del lugar original en que tal cosa fue dicha. Este es el riego
que no estan dispuestos a correr los padres del niño que no habla.
El lenguaje es un sistema que preexiste al nacimiento del nño. Esto quiere decir que el niño nace
y se encuentra con el lenguaje ya hcho y a ese lenguaje él tiene que responder. Este sistema
que lo precede se vale de signos, pero no en la funcion de signos. Hay una diferencia entre el
signo como tal y aquello que compone el sistema del lenguaje. Por ejemplo en el campo animal
cualquier sensacion obedece a un mecanismo genéticamente transmitido que le impone al
sistema nervioso la diferenciacion perceptiva en el conjunto de sensaciones que sobre él inciden.
Entre todos los olores que el pequeño potrillo experimenta a los pocos minutos de nacer,
distingue el olor de su madre.
Quiere decir que, biologicamente, ya de entrada, para cualquier animal el mundo esta
organizado, y esta organización opera en función de una serie de signos que él esta preparado a
recibir porque ya está, de antemano, definido el objeto, la cosa, la sensación, en torno de la cual
su comportamiento se dispara.
Un animal tiene funciones estáticas, inamobibles, determinadas por su memoria genética.
En el ser humano ocurre algo diametralmente diferente, nada funciona como puro signo, porque
todo resbala de su lugar.
Los signos funcionarían como representantes de imagenes y esquemas que a su vez se
multiplican y adquieren movilidad progresiva, colocando al niño en jaque respecto a su
posibilidad de gobernar tal complejidad sígnica, lo que lo obligaría a apelar a organizarlos segun
una lógica representacional mas abarcante y flexible dando lugar, entonces, al surguimiento de
la función semiótica. Esta funcion aparece, segun Piaget, en torno a los 18-24 meses de edad.
No resulta posible aceptar tal fecha de nacimiento para la función semiótica, ya que ella está
manifiestamente presente, desde antes; todo lo que se le ofrece al niño no le es ofrecido como
signo de nada sino que, muy por el contrario, siempre aparece cambiado de lugar. Ademas tal
cambio de lugar aparece gobernado por otro (un semejante) que, desde una posición privilegiada
(la posición del Otro Primordial o la madre), imponen al bebé una relación con el objeto que no
esta regida ni por la fisica del objeto ni por su relación lógico matemática, sino por la introducción
arbitraria de una significación.Significación cuya lógica no es de modo alguno, equivalente a la
de ning{un código ni estructura operatoria.
El lenguaje emerge en el niño regido por un saber que no responde al orden del conocimiento,
siendo precisamente ésta la razón de que los niños hablen de lo que no conocen y, también, de
que en su decir esgrimen verdades que sorprenden y que cuya lógica ni ellos mismos ni los
adultos que los rodean pueden dar cuenta.
Si vemos a una madre practicar con su bebé una serie de actos y expresiones regidas por una
regularidad absoluta, aunque la serie de significaciones esté presente, por su caracter
estereotipado, vamos a pensar que lgo anda mal. Ocurre que si el sentido interpretado por la
madre es siempre el mismo no habra una serie de interpretaciones sino una única posible. Dicho
de otro modo: para permanecer en el campo del lenguaje la serie precisa ser al mismo tiempo
estable y variable, o sea, contradictoria y singular, arbitraria pero correspondiente.
Cuando frente a un hábito un nuevo significado irrumpe bajo la forma de un nuevo objeto, si el
bebé no cuenta con un universo de significaciones susceptibles de ser atribuidas al nuevo hecho,
tal incorporación no tendrá la capacidad de ahorrarle su extrañamiento.
Otorgamos importancia al hecho de que el bebé se encuentre colocado en una senda de
significaciones que no esten reducidas al campo de lo real sino que se manifiesten en el orden
de lo simbólico.
Nada de lo que el bebé hace es tomado como tal sino que es interpretado como una
significación. Esto es lo que hace a una madre decir: "Me llama". Frente a éste hecho podemos
preguntar: ¿Que es eso que la llama?, lo que inmediatamente nos llevaria a la respuesta de que
es una instancia en el campo del lenguaje que la llama.La instancia del sujeto que, en el
pequeño gesto del niño, queda atribuido como hablando. Las madres no son descriptivas frente
a lo que ocurre con su bebé, son interpretativas. Lo que su bebé hace es tomado como un signo,
pero este signo no funciona como ocurre en el campo animal, como algo fijo, sino que funciona
con la movilidad que caracteriza al significante.
El llanto o el movimiento del bebé no es mero signo sino significante. Esta diferencia es crucial
porque es lo que nos permite distinguir que los bebés están en el campo del lenguaje aunque no
hablen.
Es su condición de ser humanos, ya que solo a traves del lenguaje podrán saber acerca del
mundo que les rodea. Ocurre que su instinto es tan deficitario que los deja en la imposibilidad de
reconocer el valor de los objetos a no ser por medio de la posición simbólica que estos objetos
ocupan en su relación con el Otro social.
Su inscripción ciertamente lo lanza , desde el terreno de las significaiones en las que esta
situado, a buscar un sentido para su vida. A menos que tropiece con algun crucial que le
impusiese un sentido unívoco. Alguien, un padre, una madre, un médico, que no estubiese
dispuesto a correr los riesgos de las contingencias del lenguaje, del equivoco y del mal
entendido. Frente a esto, al niño le caben tres alternativas: rebelarse y hacer un sintoma, hacer
inhibición o someterse haciendo mimetismo ecolálico.
Los niños hablan a partir de su inscripción como sujetos, que los introdujo, sin que ellos lo
supiesen, en una red de saber del que hablan sin saberlo.

E.T.: ¿Hacedores de bebés?


Haydée Coriat

Un bebé, podemos pensarlo como ese vacío, mágico y desafiante, que se corre de lugar cada
vez que creemos haberlo abarcado.
Un bebé tiene padres, sin ellos no existe. Si alguien solo atendiera su cuerpo moriia de
marasmo. Con el cuerpo solo no alcanza, es necesario otro elemento fundamenteal, ya que sin
él el bebé desaparece.
Ese elemento invisible a los ojos, que se apoya en el cuerpo y lo toma, tiene que ver con el otro,
que lo mira, lo lee, lo habla, lo piensa y lo significa.
Ser mirado para mirar y encontrar algo.
Ser hablado para hablar y que alguien nos escuche
No siempre que nace un cuerpo que podría ser de bebé, nace un bebé; a veces falta algo o
sobra algo, en este otro elemento que se suma al cuerpo, y el bebé pasa a ser otra cosa que
bebé, es mirado y es nombrado de otra manera. Otras fantasías, otros fantasmas lo toman,
corriéndolo de lugar, estacionándolo al costado de su camino, de bebé, sin permitirle recorrerlo.
¿En que lugar quedó estacionado al costado del camino? En el lugar de la diferencia. Hablamos
de un diagnóstico, que sea cual fuera genera en el otro un cambio de mirada.
Nuestro paciente es el bebé, pero este no es sin sus padres; esta repartido entre su cuerpo y lo
que sus padres ven en él, por lo tanto hay que dirigirse a ellos para que nos muestren al bebé.
Los padres nos observan y tanbién estan dispuestos a reclamar, pero no a su niño, sino a
nosotros, terapeutas. Nos reclaman aquello que suponen sabemos acerca de él. Suponen que
algo en ese niño nos pertenece.
¿Podemos hablar de transferencia? Creemos que si. Nos adjudican lo que les cuesta reconocer
en ellos.
Sabemos que toda producción , que todo logro de ese bebé esta relacionado con el lugar
significante, simbólico, que ese niño tenga para sus padres.
¿Cual es el eje de nuestra clínica?
Sostener el juego transferencial en el que la función materna irá reencontrando su lugar, y,
simultáneamente, con un delicado equilibrio, ir devolviendo a los padres, en la medida en que
puedan tomarlo, ésto que nos han adjudicado.
¿Y el bebé?
El bebé es jugado en esta escena por los otros y precisamente este juego es lo que lo va
constituyendo, tal vez devolviendolo a su camino de bebé para que pueda recorrerlo.
Jugamos el lugar de Otro para este bebé, y de alguna manera, también producimos marcas en
él, pero serían imposibles sin la transferencia de los padres sobre nosotros.
Sosteniendo este juego fantástico las acciones del bebé, las nuestras y las de los padres,
adquieren nuevos significados, se tornan significantes; por lo tanto seguimos jugando con el
bebé en diferentes posiciones, comunicandonos con él con la mirada, la palabra, el contacto, la
espera, pero y no son sólo acciones a lograr lo que esperamos, nos interesa el por qué y el cómo
lo hace, si su "deseo" comienza a construirse, a manifestarse allí.
Una mamá nos cuenta: "Cuando mi mamá nos pregunta que hacemos acá, yo le digo: Y...nada,
pero nos hace bien. Matias se divierte, lo vemos avanzar"
Este "hacer nada" es una construcción elaborada en el intento de generar el espacio vacío
necesario para que un bebé pueda expresarse, crecer e ir apropiandose de su propio deseo.
Nuestra tarea estará en acompañarlos, sostenerlos, escucharlos, esperarlos, proponerles...Si
proponerles también: un espacio, un tiempo, una forma de mirar, un chiche, una palabra, un
nuevo juego.
Los padres pueden tomarnos como modelo a imitar o a rechazar, pero algo queda haciendo
marca en ellos cuando nos ven mirar a su hijo, jugar con él, y a su bebé respondiendo a nuestro
juego.
Intentamos sostener la escena que los padres y su bebé necesitan desplegar, devolviendo a los
padres una imagen libidinizada de ese bebé, una imagen singular y con nombre propio, una
imagen en la que se juegan aceptaci{on y rechazo, saber y desconocimiento, posibilidad e
imposibilidad.

Palabras de apertura
Elsa Coriat

Nos encontramos con que la medicina, en tanto ciencia y técnica, ha logrado increíbles avances
en cuanto a la supervivencia de niños con problemas orgánicos; el aumento de los promedios
estadísticos relativos a la expectativa de vida son mucho mas elevados para los bebés que
nacen con problemas. Los discapacitados, salvo contadas excepciones ya no son relegados al
cuarto del opa, efectivamente tienen asignadun lugar en lo social. Pero en líneas generales es
éste lugar que les es asignado el que constituye el problema.
¿Por qué? Si en los orígenes del trabajo en el Hospital de Niños el equipo recibía a bebés y
niños virgenes de todo tratamiento, ahora nos encontramos con que llegan también niñitos que
ya han pasado, desde el momento del diagnóstico, desde las primeras semanas de vida, por
otros tratamientos.
Y nos encontramos con que llegan niños que, si desde lo orgánico están afectados en su
motricidad, han logrado por ejemplo caminar, pero al mismo tiempo están psicóticos o autistas, o
niños afectados por un retardo mental a los que le pasa lo mismo.
Si en algún momento se creía que a determinado diagnóstico correspondía tal cuadro
psicopatológico, la experiencia clínica ha demostrado que lo que determina la estructuración
subjetiva no es en absoluto lo órganico sino el lugar simbólico que le es otorgado, exactamente
igual que con cualquier hijo de vecino.
El tipo de psicosis con que abrumadoramente nos encontramos en tantos casos de retardo, no
es en su expresión clínica, similaren sus producciones a lo que estamos habituados a reconocer
como psicosis. No se caracteriza por su poducción desencadenada sino por su falla de
producción, por su chatura extrema. Nos encontramos con chicos aut{omatas, condicionados,
reeducados, adiestrados, vivientes pero sin vida. Son chicos bie adaptados porque no causan
prolemas...a no ser que de ellos se espere otra cosa que esta falta de problemas.
Al encontrarnos con tantos chicos que no jugaban, nos preguntamos que pasaba con el deseo,
dado que, a falta de otra cosa, era eso lo que en esos chios faltaba. ¿Por qué no aparecía el
deseo? ¿Cómo se gesta el deseo en cada sujeto? ¿Qué determina su aparición?
¿Qué es en definitiva la Estimulación Temprana? No es mas que lo que todas las madres hacen
espontanéa y naturalmente con sus hijos en los primeros meses de vida desde que la
humanidad existe como tal. Se trata de un saber inconsciente transmitido a lo largo de
generaciones , constituido y retrabajado en cada madre en función de su historia individual en el
seno de la cultura en que vive.
Sin saber nada de psicoanálisis, desde milenios antes de que el psicoanálisis se creara, las
madres se han dedicado a generar la chispa del deseo en cada hijo. Sutil articulación signifiante
que tiene que ver con lo mas íntimo de cada una, se viene preparando por lo menos desde que
cada mujer pasara por su Edipo.
La estructura significante. En cada uno, esa estructura se hace carne, se construye, se instala,
en los primeros años de vida. En el tiempo específico de la estimulación temprana lo que se
construye son los cimientos. Si los cimientos est{an mal instalados cualquier construcción
posterior se vendrá a pique.
El especialista debe conocer la estructura en la cual se mueve para estar adverito del efecto de
sus intervenciones. Al emprender el camino, debe saber adónde quiere dirigirse para poder
orientar la dirección de la cura.
El fin que proponemos para todo tratamiento de estimulación temprana, es propiciar la
producción de un sujeto del deseo, lo que equivale a decir que no nos interesa la producción de
autómatas por mas que funcionen bien. Para los pacientes, para nosotros ¿en qué nos interesa
aprender a caminar si lo que nos mueve no es algún punto al que deseamos llegar, por mas que
cuando
lleguemos nos demos cuenta de que queríamos otra cosa?
Para concluir podemos dar una definición de lo que es un bebé.
Un bebé es una cosita tibia y chiquita, carente de pasado propio y todo lleno de promesas
futuras.
Cuando la conmoción de los datos orgánicos patológicos hace estragos en el imaginario familiar,
ofreciendo de puente para que nuestro pacientito pueda apropiarse del pasado que le
corresponde y así dejar abiertos los caminos concretos al futuro.

La estimulación temprana y sus paradojas


Silvia Peaguda

Un bebé no se puede constituir como tal sin la presencia de sus padres. Pero no solo la
presencia fisica de ellos, sino la presencia de los padres en ese cuerpo de bebé. Es decir que un
bebé no solo está formado con aquello con que nació sino lo que hay de bebé en el deseo de los
padres.
El bebé está inmerso en una váscula entre la insuficiencia de su cuerpo y la anticipación en el
Otro que desde su deseo le inentará una morada propia.
CUERPO y OTRO, dos polos que no pueden excluirse uno del otro, que con uno solo no basta.
En la anticipación por parte de los padres del bebé esperado y el bebé con cuerpo que nace hay
siempre una diferencia.
Es universal que exista una distancia, una hiancia entre aquello esperado y lo encontrado. Que
exista esa hiancia es lo que da lugar al deseo, es decir que nunca se cierre el circuito, que nunca
se complete y ya no haya que esperar más.
De la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el exigido, surge el factor impulsor que
no permite la detnción en ninguna de las situaciones presentes.
Volver a recuperar aquella experiencia de satisfacción mítica que pone a trbajar el aparato
psíquico.
Por lo tanto la diferencia entre lo esperado y lo obtenido no está dada solamente desde el deseo
de los padres en el armado del bebé sino en el niño mismo como la condición de la
estructuración del aparato psíquico. De entrada el bebé, podríamos decir, pone lo suyo.
El bebé en su condición de prematuración se ve ubicado en dependencia absoluta al otro, pero
al existir esta diferencia entre lo esperado y lo encontrado del lado de los padres, le irá
permitiendo al niño muy de a poco apropiarse de este lugar que le fue otorgado.
No es un mero receptor. Los padres en su deseo ya le van permitiendo que vaya abriendo su
camino.
Claro que la diferencia no es aveces sin dolor para los padres, siempre implica una herida en sus
narcisismos.
Por un lado estamos sosteniendo que el lugar de la diferencia es lo que posibilita que un sujeto
advenga, que siempre se siga esperando de él, que nunca lo podamos capturar del todo, que no
se transforme en propiedad del otro, tal como si fuera la relación del amo y del esclavo.
Pero por otro lado en cuanto a esta brecha entre lo esperado y lo hallado se convierte en algo
inconmesurable, se torna avasallante. Diferencia que hace resistencia como concecuencia
obstaculiza y cristaliza el deseo.
Podemos pensar que los efectos de esta diferencia en un sujeto humano se abren hacia dos
posibilidades: una que está en la vía de la recuperación de aquello que denominaríamos como
perdido por estructura. Aquí es válido volver a mencionar la primer experiencia de satisfacción.
Recuperar el objeto perdido.
Es por la vía de la recuperación que el bebé se ubica en una estructura de deseo. O sea que el
intento de recuperar aquello no encontrado, pondrá en movimiento ls búsqueda de la satisfacción
que llevará a nuevos encuentros, que seguramente no alcanzarán y por lo tanto se buscarán
otros nuevos.
Vía de recuperaión que podemos llamar significante. Efecto de éstas serán las marcas
significantes en ese cuerpo de bebé.
El otro camino posible es que esta diferencia esté en la vía de lo irruptivo, lo que en Freud
llamamos lo tráumatico, lo no tramitable, "las representaciones no ligadas en el aparato
psiquico"(terreno propio de la E.T.)
Cuando hablamos de la diferencia que produce efectos de recuperación, hablamos de una
diferencia con medida, o sea acotada.
Acotada quiere decir que está ubicada en algun aspecto de este bebé que la hace soportable,
tramitable para los padres. El bebé no está tomado por esta diferencia en su totalidad. Puede
realizar un proceso de elaboración resignando aquello esperado y aceptando lo encontrado.
La segunda diferencia, la que no tiene medida, es irruptiva, toma a éste ser qu nació casi en su
totalida.
Un bebé que vene fallado por alguna alteración en el desarrollo, pero que no entra dentro de los
carriles de aquello "calculablemente" esperado, crea un estado de irrupción de los padre tal que
ese cuerpo de bebé se ve tomado por la diferencia, por la falta.
Ese cuerpo de bebé encarna lo siniestro como aquella suerte de espanto que afecta las cosas
conocidas y familiares.
Cuerpo en menos que deja a la diferencia en un lugar cristalizado, sin desplazamiento, sin
ligadura posible, otra vez lo no tramitado, lo no ligado por el aparato psiquico.
Aquí se empieza a armar el escenario de la E.T. ya que esta hiancia cristalizada entre el bebé
imaginado y el que nació es lo que marca la necesidad de ingreso de un tercero profesional que
intervenga allí.
Esta diferencia desmedida, excesiva que produce una fractura en el narcisismo de los padres
tiene sus efectos en cómo es ejercida sobre éste bebé lo que Winnicott dio en llamar "función
materna".
Función que no sólo está centrada en la relación madre-bebé, que no sólo representa el hacer
de la madre a suhijo a través de lo que Winnicott denominó holding, sino que es mucho más que
eso. Diríamos que abarca la posición inconsciente de esa madre respecto de su deseo por ese
hijo. Esto incluye también como la función paterna entra a jugar desde el comienzo. Porque es la
mujer quien va a dar lugar desde su deseo inconsciente a que el padre pueda incluirse en esta
díada madre-hijo como tal. Función paterna que desde su lugar representará la terceridad, la ley.
Agente de corte en la célula narcicística en la cual madre e hijo se ven tomados. Es desde la
función paterna que dicha célula estará atravesada por lo simbólico. Si esto es así la díada no se
cerrará en sí misma sino que estará sujeta a los movimientos propios del deseo inconsciente.
Si bien la fractura la ubicamos en el narcisismo de los padres, esto tiene efectos directos en el
niño. Es de los padres pero lo lanza al bebé al lugar de la diferencia cristalizada, que trae como
concecuencia que el niño este tomado por lo ajeno. No entra en en el circuito de filiación para
ellos, no les pertenece.
Esta idea de no pertenencia, de ajenidad, afecta directamente la posibilidad de proyecto respecto
de ese hijo. El no reconocerlo como propio trae muchas veces como concecuencia que no se lo
incluya en un proyecto de futuro posible, en una red, en un linaje en el cual los padres se vean
trascender en su descendencia. Es como si la red se hubiera cortado, interrumpido.
En cuanto al concepto de fractura decíamos lo toma al bebé casi en su totalidad, y este casi lo
subrayamos para acentuar que si bien la aprarición de esta diferenca es irruptiva, no es
arrasadora, salvo en algunas excepciones, sino ningún bebé se constituiría en ese cuerpo.
Los lugares donde se ancla la diferencia , lo traumático, serán justamente aquellos en los cuales
los ideales se vean quebrados, trastocados.
Allí donde los ideales se vean caídos irrumpirá la presencia de lo ajeno que a su vez suspenderá
esa porción de la crianza. Con esto queremos decir que abrá otros lugares de la crianza que no
se verán tan afectados por esta idea de fracura.
Una primera idea acerca del concepto de elaboración sería que lo irruptivo, lo que quedó
crisatlizado en los padres, lo no tramitado aún, pueda resignificarse, es decir ser introducido en
nuevo circuito de significación hacia nuevos lugares.
Que la presencia de lo ajeno pueda correrse, desplazarse y que por lo tanto algo de los ideales
en los padres puedan modificarse, ramitarse.
Por un lado para poder suspendery correr lo ajeno, los papás tendrán que olvidarse un poco del
diagnóstico de su hijo. Pero por otro lado tampoco tendrán que olvidarse del todo aquello por lo
cual consultan a un profesional de E.T.

Transiciones: del "deber hacer" al poder y querer ser


Stella Caniza de Páez

La evolución de la educación de los niños con problemas de desarrollo ha tomado distintos


puntos de vista a través del tiempo, pero en la mayor parte de los mismos, el niño fue visto más
como un objeto a manipular que como un sujeto constructor del conocimiento.
Frente a un niño con patología de desarrollo, la respuesta a muchos interrogantes es "no sé".
Queda abierto así un abanico de posibilidades que el niño, su familia y su tratamiento irán
construyendo.
Este camino lleno de vicisitudes, tiene como objetivo acompañar, favoreciendo la constitución de
un sujeto deseante capaz de desarrollar al máximo sus posibilidades.
Nos planteamos como adecuada, una estrategia que tome al sujeto de la educación como
protagonista central en la construci{on del conocimiento.
Esto nos acerca a una concepción de educación personalizada, en la cual el docente adecue su
accionar a las necesidades del niño.
La educación especial así concebida se sustenta en la pedagogía terapéutica, entendiendo que
aquí lo terapéutico está dado por tener la singularidad del sujeto en constitución en el eje de la
práctica.
Será necesario entonces centrar la mira más en los procesos que llevan al niño a la adquisici{on
del conocimiento que en los resultados finales obtenidos.
El equipo interdisciplinario tendrá la responsabilidad de sustentar a los padres y particularmente
a la madre en su función, quin ejerciéndola, ser{a el nexo natural del bebé con el mundo
circundante y, por ende, la mejor garantía de la más armónica evolución posible.
Nos interesa sostener que a través de una vida rica en propuestas, de una crianza estimulante,
los aspectos estructurales del desarrollo (maduración neurológica, constitución subjetiva y
desarrollo cognitivo) se constituyan en base firme para que los instrumentos de los que se sirve
el infante para conectarse con su entorno (desarrollo psicomotor, de los hábitos, de la relación
con los objetos y el juego, del lenguaje y la socialización), se desarrollen del modo mas armónico
posible y permitan al niño ir complejizando y enriqueciendo paulatinamente sus esquemas de
acción.
Transcurido el período caracterizado por el pensamiento sensorio-motor, será nuestro objetivo
que el pequeño acepte separarse de su mamá por ciero tiempo, pueda movilizarse con cierta
libertad, invente juegos sencillos, entienda y pueda hacerse entender básicamente, utilizando
elementos de la lengua de su comunidad y establecer junto a y con otros una cierta actividad de
intercambio.
Es decir, que a partir del lugar de hijo que sus padres le otorgaron, comience a identificarse
como miembro de una comunidad, a apropiarse del lenguaje, a hablar por sí mismo.
En esta etapa, el preescolar habrá de afianzar sus posibilidades de independencia y
autovalimiento elementales.

Reflexiones sobre la adquisición del lenguaje


Camino hacia los pronombres personales
Noemí Giuliani
Fernando Baralo

Ser significa ser para otro y a traves del otro ser para sí mismo.
El primer encuentro del bebé con su mamá comenzará a marcar diferencias, estas diferencias
posibilitarán el despegue de la simbolización.
La madre que encarna la lengua, erotiza y carga caóticamente parte a parte el cuerpo del niño.
Traza sobre este cuerpo el mapa de su propia sexualidad. Desde su estructura psíquica y
linguística le dice: esto te gusta, esto no te gusta, esto es bueno, esto es malo, esto está
caliente, ésto está frío.
Estas diferencias indicarán un camino en la adquisición del lenguaje. Un sostener, un mirar, un
tocar diferentes cada vez, abrirán el camino de lo que para ese bebé significará o no el poder
ser. Toda la sexualidad materna puesta en juego desde el primer momento. El poder encontrarse
con ese bebé y hablarle lo instala en un lugar de punto de partida de lo que vendrá a ser un
sujeto.
Desde un primer momento alguien (la madre) le habla a otro (el bebé) proyecto de sujeto.
Le habla buscando, le habla mirando, le habla pidiendo respuesta.
Creemos que en este lugar, y con esa demanda aparecen los primeros sonidos que luego serán
balbuceo y que para nosotros es lenguaje porque sin esta piedra fundamental un niño no puede
adquirilo, dado que es imposible ir en busca del código de la lengua si antes no se produce este
espacio sostenedor en el que algo está suspendido, algo se espera, algo se promete, algo nunca
alcanzado. En este lugar paraíso de lo imposible, se ubica la palabra.
Existe una diferencia entre los primeros sonidos que produce el bebé, en donde no hay
discriminación entre sonidos vocálicos y consonánticos y una etapa posterior donde puede
seleccionar aquellos sonidos que pertenecen a su lenua, otorgándole así valor linguístico, ya que
vemos en esta posibilidad de selección los inicios de la función semiótica.
Lacan refiriéndose a lo que ocurre "en el jubiloso ajetreo de un bebé cuando consigue un
aspecto instantáneo de la imagen" (6-18 meses de vida) muestra el estadio del espejo al estilo
de una identificación, es decir: la transformación producida en el sujeto cuando asume una
imagen. Esta imagen especular es asumida jubilosamente por el ser, quien manifiesta la matriz
simbólica en la que el yo se precipita en una forma primordial, antes de objetivarse en la
dialéctica de identificación con el otro y antes de que el lenguaje le restituya en lo universal su
función de sujeto.
Pero ¿Cuál es la condición que posibilita esto?
El ser humano en su indefención de "cachorro humano" al nacer necesita imprescindiblemente
de un otro que lo sujete, que lo permita humano, dado que no posee una inscrioción biológica
instintiva que le marque desde su cuerpo el camino necesario para esa constitución.
Siempre el adulto coloca al niño en una posición en donde hay algo posible y algo imposible. Lo
precipita a una comprensión...a un aprehender una situación donde se pone en juego el tiempo y
el espacio que él todavía no ha construido.
Al comienzo las palabras pertenecen a otras personas. Antes que nada, se trata de las palabras
de la madre. Después estas "palabras ajenas"se reelaboran en "palabras propias-ajenas" con la
ayuda de otras "palabras ajenas" (escuchadas anteriormente), y luego ya en palabras propias
hablando etafóricamente, que ya poseen un carácter creativo.
Freud dice en su relato sobre el juego del fort da"todo aquello era un juego inventado por el niño"
y que este no utilizaba sus juguetes más que para jugar con ellos a estar afuera.
La presencia del objeto hace redundante su simbolización y por lo tanto innecesaria. La palabra
surge entonces para hacer presente de otra manera aquello que no está.
Así como entendemos que un niño para adquirir lenguaje necesita de un otro que lo sujete,
también sostenemos que existe una capacidad innata.
Esta capacidad la ubicamos en el orden de la posibilidad dado que no tiene autonomía como
para por sí solo generar lenguaje.
No es un recorrido lineal. Estos diversos momentos por los que el niño atraviesa son
posibilitados por distintas estructuras que lo sostienen. Deben producirse acto psíquicos que no
dependen del tiempo comprendido linealmente, no se trata de una mera evolución, se trata de
una construcción. Una construcción particular donde el deseo juega su papel protagónico,
decisivo.
Asumir la forma linguística "YO" implica haber discurrido, tarnscurrido desde la concretud, desde
el en sí hasta una forma simbólica.

El psicoanálisis en la clínica de niños pequeños con grandes problemas


Elsa Coriat

De que se trata una crianza

¿Cómo pensar que un bebé podía venir en blanco?


Por supuesto que hay una historia que lo precede, pero el detalle es que esa historia está escrita
en otra parte y no justamente en el recién nacido.
De entrada el infans se limita a recibir del Otro las marcas de esa historia. A partir del fot-da
comenzará a apropiarse de las mismas, jugando con ellas. De chiquito cuando vaya armando la
capacidad, siempre fallida, de entender el lenguaje, irá escuchando las historias que se cuentan
de la vida familiar o recogiendo trocitos de anécdotas, pero recién al llegar a la pubertad contará
con la dimensión histórica suficiente como para ubicarse él mismo como heredero de su propio
linaje.
Si bien el deseo del Otro es la condición de donde parte toda estructura fundante, lo que resulta
efectivamente escrito es la marca que deja la experiencia tal como la misma alcanza a ser
registrada por el niño. Si el Otro tiene un papel fundante, es porque es quien arma
las condiciones en que la experiencia se presenta, incluyendo la presentación del objeto, pero el
registro corre por cuenta del niño y de sus posibilidades.
Freud nos propone considerar tres sistemas de inscripción:el de los signos de percepción, el
inconsciente y el preconsciente.Las sucesivas transcripciones representan la obra psíquica de
sucesivas épocas de la vida.
El sistema de inscripción de los signos de percepción es, en su origen, cronológicamente anterior
al sistema inconsciente y en él opera exclusivamente la asociación por simultaneidad. Recién
mas adelante, cuando se arme el sistema inconsciente, aparecerán las asociaciones causales y
podrán quedar registrados recuerdos conceptuales.
Es que el inconsciente no viene dado de entrada, ni tampoco aparece de un día para el otro,
instalándose de la nada. Precediéndolo, se hace necesaria la inscripción, en el niño-bebé, de
toda una serie previa de huellas mnémicas.
¿Desde cuándo podemos comenzar a suponer la existencia de un inconsciente? Si el
inconsciente está estructurado como un lenguaje, y si la estructura de un lenguaje consiste en
anillos cuyo collar se sella en el anillo de otro collar hecho de anillos, necesitamos entonces,
como mínimo, de la existencia de sus unidades, esos elementos diferenciales Últimos que son
los fonemas.
Recién entre los seis y los ocho meses los bebés comienzan a seleccionar los fonemas de su
lengua materna. Recién a partir de ese tiempo tienen la posibilidad de comenzar a registrar las
secuencias fonemáticas que implican los significantes, los primeros S2 de la batería
inconsciente, bastante antes de relacionarlo con el significado convencional que le asigne su
lengua y que se alojará en el preconsciente.
En los tiempos previos a la emergencia de un sujeto en lo real lo que la intervención del Otro
proporciona es la libidinización y trazado de la zona erógena, la delimitación de sus bordes en
forma tal que terminan recortando y haciendo caer el objeto como imposible de volver a
encontrar. Se convierte en clave no olvidar que el chiquito necesita de carretel y piolín para
comenzar su juego de elaboración significante.
Más o menos en el tiempo del fot-da se iniciará el descubrimiento del padre en su función de tal;
poco tiempo después el encuentro con el objeto pasará a estar definitivamente prohibido.
El saldo de las primeras experiencias infantiles es, en definitiva, la marca dejada por el Otro
sobre el papel del sistema nervioso central al cortar el objeto de la pulsión, con lo cual podríamos
decir que en cada impresión, es decir, cada vez que una huella mnémica es impresa intervienen
dos factores causales: lo orgánico por un lado (en cuanto a su capacidad para registrar lo
acontecido) y el significante por otro (en tanto Otro real que escribe desde una historia
significante previa y, más adelante, también en tanto Otro, el inconsciente, que comienza a estar
inscripto en el propio niño).
En términos de la epistemología cien´tifica moderna, tyché queda ubicado del lado de lo azarozo,
lo fortuito, lo contingent, mientras que automaton (o daimon) queda ubicado del lado de lo
necesario, de lo que necesariamente se repite.
Para Lacan tyché queda ubicado del lado de lo real, mientras que automaton queda del lado de
la repetición significante, es dcir, pertenecería al dominio de lo simbólico.
Ubico las causas del lado de automaton porque solo es posible encontrar una causa allí donde
uno se encuentra con algo que se repite. Lo que se repite es del orden de lo real, pero sería
imposible reconocerlo como repitiente sino fuera desde lo simbólico.
La primera experiencia es el momento de encuentro entre dos estructuras de muy diferente
naturaleza material: el cuerpo del bebé, hecho de su puro real biológico inicial, y el campo de lo
simbólico, el Otro por excelencia. El saldo de esta experiencia es una primera huella mnémica,
una letra que se escribe y, a partir de ahí, ya lo real del organismo ha resultado transformado
porque esa letra quedó escrita. La siguiente experiencia ya no será igual porque volverá, si, a ser
el encuentro entre el Otro y el organismo en lo real, pero éste organismo ya se habrá visto
modificado y volverá a ser transformado por la nueva letra que será el saldo de la nueva
experiencia.
Si las letras han sido colocadas en el orden adecuado y si el organismo cuenta a su vez con la
información biológica necesaria para continuar desplegando en la forma correcta su proceso de
maduración, el bebé podrá acceder al júbilo con que reconoce su imagen en el espejo en el
momento esperable.
Las sucesivas experiencias le permitirán después recortar la imagen de su madre como un
objeto diferente a todos los objetos del mundo y recién entonces habrá una direccionalidad
específica para su demanda. En esta nueva realidad, las letras hasta ahora sueltas, pero que ya
han tatuado con profusión las zonas erógenas, podrán pegar el salto que las articule entre sí
como significantes. Si todo aconteció como corresponde, el niñito ya habrá sido sujetado.
Comenzará a convertirse en sujeto de derecho propio cuando, desde los significantes ya
instalados en él, comience a manipular objetos en el juego del fort-da.
De allí en más, el juego le permitirá la apropiación y elaboración de los significantes que lo
marcaron.
El armado de la estructura del lenguaje y de las estructuras cognitivas, sigue su curso,
floreciendo en sus sucesivas complejizaciones. Floreciendo, claro, si hasta acá se cumplieron los
pasos precedentes, tanto en el orden de la maduración como en el del ordenamiento del Otro, y
si además están presentes los nuevos elementos que se harán necesarios, nuevamente, tanto
en el orden del soporte del papel neurológico, como en el orden del deseo de los padres dirigido
al niño, como en el orden del incipiente deseo ya instalado en él mismo.
Lo habitual es encontrar que, sobre un contratiempo, neurológico por ejemplo, se termina
anudando toda una galleta en el orden significante, y a veces esta misma galleta traba más la
continuación favorable del desarrollo que el problema orgánico original.
A menudo, el psicoanalista interviene atribuyendo a alguna faceta misteriosa del fantasma de los
padres el retraso del niño en el habla, o el síntoma psicomotríz, o la dificultad en la lecto-
escritura, cuando en realidad se trata de alguna disfunción neurológica o de alguna alteración en
la calidad del papel que debía sostener el proceso de apropiación.

El psicoanalisis, las neurociencias


Los flamantes bebés y el viejo psicoanálisis

Personalmente suponer que la causa de la cura era lo que al bebé le había sido dicho, me
parece un delirio y, sin embargo, no pongo en duda que el bebé haya podido mejorar a posteriori
de semejante intervención. Quienes sin duda escucharon lo que allí se decía fueron los padres,
la madre al menos, y aunque ante la verbalización del terapeuta no se enteraran de nada nuevo,
el mismo hecho de contarlo, el haberlo podido poner en palabras frente a un otro, eso sí que
provocó efecto en ellos y modificó la relación con su bebé, permitiendoles dirigirse a él de otra
forma.
Pero si en éstos casos los síntomas del bebé pudieron remitir simplemente con palabras fue
porque había palabras que a los padres hacían problema y complicaban la relación con su bebé,
no había un problema previo del lado del bebé.
La maduración tiene en cuenta de que manera transcurre el despliegue de lo biológicamente
heredado, el desarrollo, en cambio, es un concepto mas amplio que incluye los efectos de lo
acontecido a posteriori, lo adquirido, los efectos del organismo con el medio.
¿Por dónde pasa la interacción de un bebé con su medio? Tengamos en cuenta que un bebé es
absolutamentee incapaz de sobrevivir por su cuenta, que necesita de otro que lo sostenga.
Tengamos en cuenta también que cuando nace un bebé, recién empieza su tarea de descubrir
que hay un mundo, que este mundo está lleno de objetos, que tiene un cuerpo, que tiene una
madre, y que tanto él como su madre son sólo pequeños objetos, separados, en este vasto
mundo.Para cuando haya concluido los pasos fundamentales de este proceso de descubrimiento
ya estará en condiciones de comenzar a balbucear las primeras palabras, de iniciar los primeros
juegos simbólicos y de comenzar a sospechar que tiene una padre que de alguna manera le
prohíbe tener a su madre toda para él.
Cualquier aprendizaje que llegue vía condicionamiento tal vez pueda instalarse , pero
posiblemente a costa de silenciar los centros de comando intencional de la propia actividad. Y si
se trata de un bebé o de un niño pequeño, los aprendizajes condicionados, lo que anulan o
dificultan es tanto la construcción de un yo, el descubrimiento de sí mismo, como el surgimiento
del propio deseo.
De lo que se trata, en todo caso, es de armar las condiciones que posibiliten al bebé las
sucesivas experiencias en el descubrimiento del mundo y de sí mismo sabiendo que, en
condiciones normales, es el saber de la madre, organizado y dirigido desde su deseo hacia el
hijo, el que posibilita que esto acontezca.
No hay futuro para un niño si el deseo de la madre no es el que organiza las acciones de la
crianza.

Causas y azares

En su texto Lo siniestro, dice Freud "Me limito, pues, a señalar que la actividad psíquica
inconsciente está dominada por un automatismo o impulso de repetición (repetición compulsiva),
provisto de poderío suficiente para sobreponerse al principio del placer, un impulso que confiere
a ciertas manifestaciones de la vida psíquica un carácter demoníaco.
Lo demoníaco, compulsión a la repetición, red significante, funcionando como automaton, por un
lado, y, por el otro tyché, el azar, el encuentro con lo real, ambos poderes comandando el
destino de cada hombre en particular.
Tomando muchas veces como paradigma el Sindrome de Down pude ir ubicando por qué
caminos se facilitaba la producción de un niñito desconectado o psicótico allí donde lo genético
no impedía en absoluto que apareciera un sujeto del deseo.
Pero no solo de Sindrome de Down está hecho el campo de los problemas del desarrollo:
aquello que esta vez me reabre la pregunta es un sector de la población infantil de apariencia
física normal,niños que han sido sometidos a todos los estudios con los que cuenta la medicina
actual, sin que ninguna alteración se revele en ellos y, sin embargo, están decididamente
psicóticos (o autistas).
El lugar de padre (o de madre) es, por estructura, un lugar fallido; pero esta falla, por lo general,
cursa como neurosis en el niño. Haría falta un plus, ya sea en la cantidad o en la cualidad de la
falla, como para que se produjera una psicosis o un autismo. Y si ese plus no se encuentra en el
discurso es lícito suponer que la causa proviene de otro lado.
Resulta que a veces es difícil producir un psicótico o un autista y a veces demasiado fácil. ¿Qué
hace la diferencia?
Propongo la metáfora de considerar al sistema nervioso central como el papel donde el Otro
inscribía las letras fundantes, es decir las marcas, los trazos, los S1, constitutivos del primer
tiempo de alienación, y digo también que si la neurología se ocupa del papel, el psicoanalisis se
ocupa de lo que queda escrito.
Defino a las psicosis infantiles en función de la no inscripción del significante del Nombre del
Padre, haciendo depender esta inscripción de las sucesivas reinscripciones de la experiencia de
separación en cada uno de los tiempos de la primera infancia.
Para que algo quede escrito no hace falta solamente el deseo puesto en juego a través de la
mano que escribe el texto, también hace falta un papel en el que el trazo pueda quedar
registrado.
Todo bebé nace inmerso en un baño de lenguaje. Esta cacofonía significante le llega filtrada por
el Otro real, encarnado en la persona que cumple la función materna, quien va escribiendo las
primeras letras en su cuerpo, desde cada acto cotidiano con el que posibilita el curso de su vida
de bebé. El archivo queda registrado en el sistema nervioso central.
Sobre los bebés que nacen normales, los padres normales escriben sin siquiera darse cuenta.
Una madre puede no recordar en que momento su bebé dijo ajó pr primera vez, o sostuvo la
cabeza, o se sentó, o agarró un sonajero, puede ni siquiera saber si pasó o no pasó por la
angustia del octavo mes, pero si su bebé pudo pasar por cada uno de los avatares fue porque
ella, sin saberlo, sabía que tipo de sostén o de objeto, distintos cada día, requería la crianza de
su hijo.
La acciones que implica la función materna son ejercidas desde el saber del Otro, pero cada acto
es convocado a realizarse en función de aquello que cada madre pueda leer en cada momento
en su bebé. La lectura materna se hace desde los propios cristales de su propia historia
significante, desde su goce y su deseo, pero se hace sobre los indicios que puede ir recogiendo
en su bebé, desde la manera en que éste responde a sus cuidados o a sus descuidos. Se va
escribiendo así el primer sistema de marcas, el de los signos perceptivos. Apenas este sistema
comienza a armarse, y esto ocurre desde la primera experiencia del bebé, lo escrito por el Otro
se entromete en la dotación de reflejos biológicamente heredados pasando a ordenar las
conductas del bebé en función de lo vivido como placer o displacer.
A veces nos encontramos con padres a los cuales les tocó un hijo que, al ser portador de una
falla detectable, hirió su narcisismo de tal forma que no resultó posible que el pequeño bebé
recibiera la serie de inscripciones que previamente le estaba destinada.
Otras veces, lo que toca es un hijo sin ninguna falla detectable en lo inmediato, pero cuya
dotación biológica no ofrece las respuestas que normalmente realimentan el llamado del Otro,
provocando una serie de desencuantros entre madre e hijo que sólo se advierte mucho más
tarde, cuando las producciones del niño no alcanzan las esperables a su edad o lo hacen de
manera muy extraña.
El psicoanálisis no pierde nada reconociendo el peso causal que ocupan los factores orgánicos:
en la clínica de las psicosis infantiles, lo decisivo es sostener el deseo y las marcas que le
corresponden. Cuando el papel no responde en lo inmediato, no se trata ni de abandonar el trazo
ni de ponerse a escribir otra cosa, que es lo que sistemáticamente indica el conductismo.
En cuanto al destino del niño, ofrecerle un camino subjetivante normalizado en el orden humano
es la única posibilidad para que contimúe armando y desarrollando las condiciones que
efectivamente podrían permitirle apropiarse de sus pasos.

Lacan. Seminario 4
Del Complejo de Edipo

Tratemos de abordar la introduccion del niño en el Edipo, que se nos presenta en el orden
cronologico.

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