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El demonio es el representante, el
delegado del demiurgo, cuyos asuntos
administra aquí abajo. Pese al prestigio y
al terror unidos a su nombre, no es más
que un administrador, un ángel
degradado a una tarea baja, a la historia.
E.M. Cioran.
El Aciago Demiurgo.
Taurus, Madrid. 1979.
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Se dice que éste ser extraño, fue desechado por Dios inmediatamente
después de la caída mítica de Luzbel de los cielos. Él mismo provocaba
esa idea al contar la historia de un ángel que fue “probado por Dios”
debido una apuesta que éste hizo con el mismo Luzbel recién expulsado
de las alturas celestiales. La prueba consistía en lograr que uno de los
ángeles que no llegaría a formar parte de las huestes celestiales de
Satanás, se incorporase a las mismas, haciéndole creer que había
pecado, sin que esto fuese cierto. De esta manera Luzbel probaría que el
sentimiento de culpabilidad es producto de una condición impuesta y no
inherente a la constitución de ser caído. Según relata el ser misterioso,
Luzbel perdió, y con ello tuvo que cumplir su promesa de desterrarse de
todos los planes divinos: ya nunca iba a entrometerse, promesa que
terminó por convertirlo en aliado de Dios.
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1 Ver Hechos 5, 18-20; 12, 1-11, II Cron. 32, 1 a 21, Is. 6, 2-3.
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sabe todo, conoce lo absoluto: lo que debió ser, lo que no fue, las
múltiples realidades factualizadas: yo ahora corriendo en Nápoles tras
alguna ramera para saciar mi intemperancia libidinal, yo siendo parte
del tribunal del Santo Oficio, yo perdonado por el Santo Padre después
de un proceso largo y penoso de toda una vida, yo en otro mundo, en
otra dimensión, en otro tiempo...todo lo que la posibilidad abarca ante
nuestras manos: eso, eso es el origen del mal porque no estamos
satisfechos con lo que hacemos, nunca estaremos satisfechos. Si
pudiéramos regresar el tiempo, retornar a la oportunidad de antaño,
agotar una y otra vez lo que el vértigo de la elección nos presentó: el
mal es la culpa por lo no realizado. Por eso ya no cuento los días, por eso
esta mazmorra es mi espacio infinito, por eso, me elevo por encima del
bien y del mal...” Exaltado, me miró y concluyó: “Tú eres Satanás, la
otra cara de Dios, el desdoblamiento que un ser supremo hizo de sí
mismo para darle continuidad a todas las cosas”.
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Al ver en ese estado al buen Bruno, pensé que después de todo no era
tan malo que los hombres desearan la inmortalidad, porque hasta por
los pecados que no cometieron serían juzgados, la potencia de su carne
es el motivo del largo proceso que es la vida, proceso inútil al igual que
el del monje de los universos infinitos: de todos modos les espera la
muerte, y es la posibilidad de pecado y no su actualización por lo que
serán castigados: porque son pecadores, no porque pequen, porque
tienen memoria, porque tienen que decidir.
Existen dentro del reino físico de los ángeles varias regiones en las
cuales podemos transitar. Una de las más comunes cuando se quiere
lograr una intervención con el mundo de los seres humanos, es a través
de lo que la ciencia de los hombres llama ionosfera. Otra, la más usada y
con alto nivel de tráfico Angélico y demoníaco, es la llamada “región
Heráldica”: zona dimensional alterna a la espacio-temporal de los seres
humanos, donde comúnmente moran las huestes demoníacas. Por ello,
me pareció casi espeluznante el hecho de que los dos líderes del ejército
diabólico no morasen en los lugares “infernales” o en los limbos
tenebrosos del más allá, espacios donde la región Heráldica en frontera
con el Seol, hacen viajar a los muertos. No: los dos líderes, el Vicario de
Satanás y el antiguo Arcángel Ephrahím (segundo al mando desde la
legendaria rebelión), se encontraban bajo formas humanas en la
Palestina de Cristo. Ciertamente no hay mejor lugar para un ángel
rebelde que esconderse cerca de la mano del poderoso.
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estaba deshabitada, que era imposible que llegara sin cargar alforja o
bidón hasta donde pretendía ir. A pesar de que se mostraron
sorprendidos de que no llevara encima más que mis blancas vestiduras,
pronto me dejaron una pequeña bolsa con pan de cebada y agua,
despidiéndose de mí en medio de profundas reverencias. Pensaron que
era un ángel. Al momento de dejarlos, divisé el lugar en el que se
hallaba el endemoniado: una serie de cuevas a lo largo de un acantilado
formado por erosión de miles de vientos.
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Ephrahím y Judas
Sentado, con una túnica de una sola pieza, sin sandalias o cinto, la
mirada del joven novicio era pura y triste, ni siquiera melancólica, sino
humildemente triste. No podía evitar sentir su dolor, un dolor del que no
era ajeno y que en cierta manera me liberaba al ya saber de qué estaba
hablando, pero, sin haberme atrevido antes a hablar de ello ni siquiera
conmigo mismo, al proferir él sus palabras, extrañamente me hizo sentir
un poco menos solo.
“...pero, no a eso has venido ¿no es así? Has venido para que te cuente
la realidad de las cosas. Quizás, si te contara la pequeña biografía rápida
aunque precisa de Luxbel, entenderías mejor muchas cosas...Resulta
que, después de que éste bello ángel fuese creado y extendido a lo que
él consideraba su prudente arbitrio, hasta un poderío casi ilimitado,
decidió partir del lugar del cual todos nosotros procedemos, (y no me
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según su “propia sabiduría”, es que pactaron que cada era del ser
humano, intercambiarían papeles, es decir, que nosotros en algún
momento anterior de la historia de la humanidad hemos fungido bajo el
papel de ángeles, olvidando nuestro partido original...”
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