Professional Documents
Culture Documents
En nuestro País existe un proyecto de ley en revisión, que pretende reformar el régimen
matrimonial argentino, incluyendo las uniones homosexuales, con derecho a la
adopción.
Es importante a este respecto tener en cuenta que se trata de una cuestión de orden legal,
que ciertamente responde a una visión antropológica. Sin embargo lo que se debate no
es la visión del hombre, sino un reordenamiento jurídico. No hay que perder de vista
este detalle para no extraviarnos en una maraña de razonamientos que pueden resultar
distractivos.
Las personas que adhieren a la reforma invocan los afectos existentes en las parejas
homosexuales. A este respecto conviene aclarar que los sentimientos no caen bajo el
dominio de las leyes. No pueden ser base, ni razón para la promulgación de ninguna ley
y no pueden hacerlo, por el hecho de que están fuera de su alcance, son materia
extrajudicial.
Por otro lado, si en este caso se pretendiera tutelar los sentimientos de las personas
homosexuales, se caería en una discriminación hacia las parejas heterosexuales cuyos
afectos no estarían protegidos por la ley, como estarían los de los gays. Peor todavía, los
únicos sentimientos reconocidos por la legislación serían los homosexuales quedando
fuera los afectos de padres, amigos, hermanos, etc… de personas heterosexuales. La
discriminación hacia estas últimas sería evidente.
Por tanto, no se puede invocar jurídicamente los sentimientos como base para legalizar
un “matrimonio” entre personas del mismo sexo.
Existen personas que aluden que siempre hubo homosexualidad, y es verdad. Como ya
se dijo más arriba, Roma y Grecia conocían sobradamente estas prácticas entre sus
ciudadanos y no en vano se la llama sodomía en alusión a las ciudades de Sodoma y
Gomorra, ambas destruidas, según los relatos bíblicos. Pero eso tampoco es una razón
valedera para denominar legalmente matrimonio a una unión de personas del mismo
sexo. Con el mismo criterio podríamos decir que desde el principio de la historia
existieron ladrones y no por eso podemos legalizar el robo, aún cuando se tratara de
cleptomanía. A raíz de que hayan existido y existan comportamientos indebidos, no se
puede sacar como conclusión que las leyes deben ampararlos y promoverlos o
equipararlos a conductas constructivas y buenas.
Puede pensarse que no permitir a dos personas del mismo sexo casarse es coartar su
libertad. En primer lugar no otorgar el estatuto legal de matrimonio a una pareja
homosexual, no implica una prohibición a que ésta se forme. En segundo lugar, se es
libre para elegir lo elegible y para aceptar lo inelegible. Uno puede elegir un par de
zapatillas, una profesión; pero no puede elegir, sino aceptar, el lugar de nacimiento, la
época, la familia, el cuerpo (con su genitalidad), la sensibilidad psicológica (masculina
o femenina), la eticidad de los propios actos (éstos son éticamente correctos o
incorrectos). Así pues, la libertad no es solamente elegir, sino también aceptar y, en
último término, obliga a obrar de manera conveniente, dentro de un todo social.
La adopción por parte de los esposos que no pueden engendrar por motivos clínicos, no
por una inadecuación morfológica y fisiológica (propia y típica en las parejas
homosexuales), ni por una decisión voluntaria, pueden recurrir a la adopción, como una
forma de realizar su paternidad. Sin embargo este derecho no constituye una obligación
legal que sí o sí deban poner por obra. Pueden llevar a cabo esa paternidad de muchas
formas y maneras que no sean necesariamente la de la adopción.
Más todavía, la adopción de niños por parte de los matrimonios, debe cumplir con una
serie de requisitos legales que tienen como finalidad proteger al huérfano o abandónico.
De forma tal que el recurso a la adopción no es indiscriminado, como si se tratase de un
capricho que la sociedad está obligada a satisfacer de cualquier modo. La razón es muy
simple: en la adopción no sólo entra en juego el derecho de los padres, sino
principalmente el derecho del niño.
Cuando la ley regula la adopción lo hace atendiendo al estatuto humano del goza quien
va a ser recibido por una familia.
Vistas así las cosas, no cualquier grupo humano deseoso de sentirse padre es
jurídicamente hábil para realizar una adopción. Si ese grupo (pareja) tiene en su
dinámica interna algún aspecto que contradiga el derecho del niño, ese grupo no puede
ser habilitado para adoptar.
Las personas humanas para crecer sanas psicológica y socialmente necesitan de dos
figuras referenciales a partir de las cuales van descubriendo su identidad. Estas figuras
son necesariamente sexuadas como varón y mujer, con todas las especificidades y
complementariedades que entre ambas existen. Si se priva de ello a un niño se está
atentando contra su derecho. Es evidente que entregar en adopción a una pareja donde
esa doble referencialidad, no existe es algo que atenta contra cualquier legislación de
adopción que se precie de ser justa.
Que existen niños adoptados y criados por homosexuales desde hace un tiempo, es
verdad. Pero tenemos que aclarar varias cosas al respecto:
En primer término que tales adopciones fueron dadas a personas en situación de
soltería. Si esa soltería, no era cierta porque quien adoptó convivía de hecho con una
persona del mismo sexo, tal adopción es fruto de un engaño al sistema jurídico y legal
de nuestra Nación. Se mintió.
Por último es una nota distintiva del matrimonio la complementariedad recíproca entre
los contrayentes en todos los niveles de su personalidad. Tal complementariedad que da
incluso la posibilidad de procrear mediante la sexualidad, no es posible en la pareja
homosexual, razón por la cual no es factible otorgarle el estatuto de matrimonio.
Por otro lado existen una serie de legislaciones internacionales a las cuales adhiere
nuestra Constitución Nacional que reconocen la unión entre varón y mujer como
verdadero matrimonio.