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Solariega

Admiro la vespertina quietud de estas alcobas. Han quedado en ellas tantas confesiones,
tantos gestos, que incluso mi silencio las profana. Las bisagras de una puerta que, por
ausente, siempre me deja entrar. La taza de peltre oxidada ms all y el recuerdo de los
amantes nocturnos. Me asalta la tentacin del transente, ya es hora de partir.

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