Antonio Antón
La crisis de la ciudadanía social y laboral
Comentario al libro de Luis Enrique Alonso: La crisis de la ciudadanía laboral, Barcelona: Anthropos, 2007.
(Revista Arxius de Ciències Socials, nº 18, de 2008, de la Universidad de Valencia, Facultad de Ciencias Sociales).
La ciudadanía laboral y social está en crisis. Las bases productivas e institucionales en que se asentaba se han modificado. Factores como la globalización económica, las políticas económicas neoliberales, la aplicación de nuevas tecnologías de alta productividad y la reorganización del trabajo han transformado profundamente las condiciones laborales y de empleo. La reestructuración del Estado de Bienestar, particularmente de los sistemas de protección social, está debilitando los mecanismos y garantías públicas de seguridad y bienestar social. El modelo keynesiano de pleno empleo, estable y seguro, junto con el Estado de Bienestar está cuestionado. Los derechos laborales han estado basados en la capacidad de regulación pública -estatal y con la participación de los sindicatos- de las condiciones de trabajo y la protección social. Ahora se amplía la desregulación e individualización de las relaciones laborales, la fragmentación del mercado de trabajo y las condiciones de empleo, junto con un mayor dominio empresarial e intensificación del trabajo. Al mismo tiempo, ha disminuido la capacidad de integración social dejando fuera del ascenso socioeconómico y el consenso del bienestar a amplios sectores precarizados y vulnerables, muchos de ellos de origen inmigrante.
La ciudadanía social y laboral, funcional con el modelo productivo fordista, ha sido fruto de un largo proceso de conflicto y reforma social, particularmente, en las sociedades europeas. Comenzó a finales del siglo XIX, en el contexto de la segunda revolución industrial y el ascenso del movimiento obrero y la izquierda política, y se consolidó en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial. Junto con los derechos civiles y políticos, los derechos sociales y laborales constituían la tercera pata de la conformación de la plena ciudadanía democrática y social. Este proceso expresaba una doble dinámica: era funcional con el tipo de desarrollo económico y de integración social y orden político, y era compatible con las demandas de las clases trabajadoras representadas a través del neocorporatismo y la izquierda política -además de ser una respuesta a los desafíos estratégicos del socialismo soviético-. Esos modelos y equilibrios se empiezan a romper con la crisis socioeconómica de mitad de los años setenta del pasado siglo, y los cambios se aceleran en los noventa. En los últimos años, cuando los efectos y costes sociales de esta nueva situación se hacen más visibles, se vuelve a dar relevancia a la problemática de la ciudadanía social y laboral.
Luis Enrique Alonso ha realizado una investigación prolongada sobre esta temática, publicada en tres libros relevantes. El primero, Trabajo y ciudadanía (1999),era un estudio de la crisis de la sociedad salarial en el que apostaba por una ciudadanía compleja. El segundo, Trabajo y posmodernidad: el empleo débil (2000), explicaba las transformaciones del empleo y criticaba los discursos que justifican su precariedad. En este tercer libro, La crisis de la ciudadanía laboral, el autor da un paso más en el análisis. Siendo un agregado y desarrollo de diversos trabajos anteriores, tiene un hilo conductor: los cambios de la ciudadanía social y laboral. Aquí, se va a comentar a través de tres planos diferentes, presentes en todos sus capítulos aunque con distinta dimensión.
El primero, analítico, explica las características de la crisis del anterior modelo keynesiano de ciudadanía laboral y social, señala los procesos que tienden a su dilución y analiza los discursos neoliberales y posmodernos que pretenden justificar los retrocesos de los derechos sociales y del Estado de Bienestar. Dos tipos de
Antonio Antón
La crisis de la ciudadanía social y laboral
Comentario al libro de Luis Enrique Alonso: La crisis de la ciudadanía laboral, Barcelona: Anthropos, 2007.
(Revista Arxius de Ciències Socials, nº 18, de 2008, de la Universidad de Valencia, Facultad de Ciencias Sociales).
La ciudadanía laboral y social está en crisis. Las bases productivas e institucionales en que se asentaba se han modificado. Factores como la globalización económica, las políticas económicas neoliberales, la aplicación de nuevas tecnologías de alta productividad y la reorganización del trabajo han transformado profundamente las condiciones laborales y de empleo. La reestructuración del Estado de Bienestar, particularmente de los sistemas de protección social, está debilitando los mecanismos y garantías públicas de seguridad y bienestar social. El modelo keynesiano de pleno empleo, estable y seguro, junto con el Estado de Bienestar está cuestionado. Los derechos laborales han estado basados en la capacidad de regulación pública -estatal y con la participación de los sindicatos- de las condiciones de trabajo y la protección social. Ahora se amplía la desregulación e individualización de las relaciones laborales, la fragmentación del mercado de trabajo y las condiciones de empleo, junto con un mayor dominio empresarial e intensificación del trabajo. Al mismo tiempo, ha disminuido la capacidad de integración social dejando fuera del ascenso socioeconómico y el consenso del bienestar a amplios sectores precarizados y vulnerables, muchos de ellos de origen inmigrante.
La ciudadanía social y laboral, funcional con el modelo productivo fordista, ha sido fruto de un largo proceso de conflicto y reforma social, particularmente, en las sociedades europeas. Comenzó a finales del siglo XIX, en el contexto de la segunda revolución industrial y el ascenso del movimiento obrero y la izquierda política, y se consolidó en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial. Junto con los derechos civiles y políticos, los derechos sociales y laborales constituían la tercera pata de la conformación de la plena ciudadanía democrática y social. Este proceso expresaba una doble dinámica: era funcional con el tipo de desarrollo económico y de integración social y orden político, y era compatible con las demandas de las clases trabajadoras representadas a través del neocorporatismo y la izquierda política -además de ser una respuesta a los desafíos estratégicos del socialismo soviético-. Esos modelos y equilibrios se empiezan a romper con la crisis socioeconómica de mitad de los años setenta del pasado siglo, y los cambios se aceleran en los noventa. En los últimos años, cuando los efectos y costes sociales de esta nueva situación se hacen más visibles, se vuelve a dar relevancia a la problemática de la ciudadanía social y laboral.
Luis Enrique Alonso ha realizado una investigación prolongada sobre esta temática, publicada en tres libros relevantes. El primero, Trabajo y ciudadanía (1999),era un estudio de la crisis de la sociedad salarial en el que apostaba por una ciudadanía compleja. El segundo, Trabajo y posmodernidad: el empleo débil (2000), explicaba las transformaciones del empleo y criticaba los discursos que justifican su precariedad. En este tercer libro, La crisis de la ciudadanía laboral, el autor da un paso más en el análisis. Siendo un agregado y desarrollo de diversos trabajos anteriores, tiene un hilo conductor: los cambios de la ciudadanía social y laboral. Aquí, se va a comentar a través de tres planos diferentes, presentes en todos sus capítulos aunque con distinta dimensión.
El primero, analítico, explica las características de la crisis del anterior modelo keynesiano de ciudadanía laboral y social, señala los procesos que tienden a su dilución y analiza los discursos neoliberales y posmodernos que pretenden justificar los retrocesos de los derechos sociales y del Estado de Bienestar. Dos tipos de
Antonio Antón
La crisis de la ciudadanía social y laboral
Comentario al libro de Luis Enrique Alonso: La crisis de la ciudadanía laboral, Barcelona: Anthropos, 2007.
(Revista Arxius de Ciències Socials, nº 18, de 2008, de la Universidad de Valencia, Facultad de Ciencias Sociales).
La ciudadanía laboral y social está en crisis. Las bases productivas e institucionales en que se asentaba se han modificado. Factores como la globalización económica, las políticas económicas neoliberales, la aplicación de nuevas tecnologías de alta productividad y la reorganización del trabajo han transformado profundamente las condiciones laborales y de empleo. La reestructuración del Estado de Bienestar, particularmente de los sistemas de protección social, está debilitando los mecanismos y garantías públicas de seguridad y bienestar social. El modelo keynesiano de pleno empleo, estable y seguro, junto con el Estado de Bienestar está cuestionado. Los derechos laborales han estado basados en la capacidad de regulación pública -estatal y con la participación de los sindicatos- de las condiciones de trabajo y la protección social. Ahora se amplía la desregulación e individualización de las relaciones laborales, la fragmentación del mercado de trabajo y las condiciones de empleo, junto con un mayor dominio empresarial e intensificación del trabajo. Al mismo tiempo, ha disminuido la capacidad de integración social dejando fuera del ascenso socioeconómico y el consenso del bienestar a amplios sectores precarizados y vulnerables, muchos de ellos de origen inmigrante.
La ciudadanía social y laboral, funcional con el modelo productivo fordista, ha sido fruto de un largo proceso de conflicto y reforma social, particularmente, en las sociedades europeas. Comenzó a finales del siglo XIX, en el contexto de la segunda revolución industrial y el ascenso del movimiento obrero y la izquierda política, y se consolidó en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial. Junto con los derechos civiles y políticos, los derechos sociales y laborales constituían la tercera pata de la conformación de la plena ciudadanía democrática y social. Este proceso expresaba una doble dinámica: era funcional con el tipo de desarrollo económico y de integración social y orden político, y era compatible con las demandas de las clases trabajadoras representadas a través del neocorporatismo y la izquierda política -además de ser una respuesta a los desafíos estratégicos del socialismo soviético-. Esos modelos y equilibrios se empiezan a romper con la crisis socioeconómica de mitad de los años setenta del pasado siglo, y los cambios se aceleran en los noventa. En los últimos años, cuando los efectos y costes sociales de esta nueva situación se hacen más visibles, se vuelve a dar relevancia a la problemática de la ciudadanía social y laboral.
Luis Enrique Alonso ha realizado una investigación prolongada sobre esta temática, publicada en tres libros relevantes. El primero, Trabajo y ciudadanía (1999),era un estudio de la crisis de la sociedad salarial en el que apostaba por una ciudadanía compleja. El segundo, Trabajo y posmodernidad: el empleo débil (2000), explicaba las transformaciones del empleo y criticaba los discursos que justifican su precariedad. En este tercer libro, La crisis de la ciudadanía laboral, el autor da un paso más en el análisis. Siendo un agregado y desarrollo de diversos trabajos anteriores, tiene un hilo conductor: los cambios de la ciudadanía social y laboral. Aquí, se va a comentar a través de tres planos diferentes, presentes en todos sus capítulos aunque con distinta dimensión.
El primero, analítico, explica las características de la crisis del anterior modelo keynesiano de ciudadanía laboral y social, señala los procesos que tienden a su dilución y analiza los discursos neoliberales y posmodernos que pretenden justificar los retrocesos de los derechos sociales y del Estado de Bienestar. Dos tipos de
Comentario al libro de Luis Enrique Alonso: La crisis de la ciudadana laboral, Barcelona: Anthropos, 2007. (Revista Arxius de Cincies Socials, n 18, de 2008, de la Universidad de Valencia, Facultad de Ciencias Sociales).
La ciudadana laboral y social est en crisis. Las bases productivas e
institucionales en que se asentaba se han modificado. Factores como la globalizacin econmica, las polticas econmicas neoliberales, la aplicacin de nuevas tecnologas de alta productividad y la reorganizacin del trabajo han transformado profundamente las condiciones laborales y de empleo. La reestructuracin del Estado de Bienestar, particularmente de los sistemas de proteccin social, est debilitando los mecanismos y garantas pblicas de seguridad y bienestar social. El modelo keynesiano de pleno empleo, estable y seguro, junto con el Estado de Bienestar est cuestionado. Los derechos laborales han estado basados en la capacidad de regulacin pblica -estatal y con la participacin de los sindicatos- de las condiciones de trabajo y la proteccin social. Ahora se ampla la desregulacin e individualizacin de las relaciones laborales, la fragmentacin del mercado de trabajo y las condiciones de empleo, junto con un mayor dominio empresarial e intensificacin del trabajo. Al mismo tiempo, ha disminuido la capacidad de integracin social dejando fuera del ascenso socioeconmico y el consenso del bienestar a amplios sectores precarizados y vulnerables, muchos de ellos de origen inmigrante. La ciudadana social y laboral, funcional con el modelo productivo fordista, ha sido fruto de un largo proceso de conflicto y reforma social, particularmente, en las sociedades europeas. Comenz a finales del siglo XIX, en el contexto de la segunda revolucin industrial y el ascenso del movimiento obrero y la izquierda poltica, y se consolid en las dcadas posteriores a la segunda guerra mundial. Junto con los derechos civiles y polticos, los derechos sociales y laborales constituan la tercera pata de la conformacin de la plena ciudadana democrtica y social. Este proceso expresaba una doble dinmica: era funcional con el tipo de desarrollo econmico y de integracin social y orden poltico, y era compatible con las demandas de las clases trabajadoras representadas a travs del neocorporatismo y la izquierda poltica -adems de ser una respuesta a los desafos estratgicos del socialismo sovitico-. Esos modelos y equilibrios se empiezan a romper con la crisis socioeconmica de mitad de los aos setenta del pasado siglo, y los cambios se aceleran en los noventa. En los ltimos aos, cuando los efectos y costes sociales de esta nueva situacin se hacen ms visibles, se vuelve a dar relevancia a la problemtica de la ciudadana social y laboral. Luis Enrique Alonso ha realizado una investigacin prolongada sobre esta temtica, publicada en tres libros relevantes. El primero, Trabajo y ciudadana (1999),era un estudio de la crisis de la sociedad salarial en el que apostaba por una ciudadana compleja. El segundo, Trabajo y posmodernidad: el empleo dbil (2000), explicaba las transformaciones del empleo y criticaba los discursos que justifican su precariedad. En este tercer libro, La crisis de la ciudadana laboral, el autor da un paso ms en el anlisis. Siendo un agregado y desarrollo de diversos trabajos anteriores, tiene un hilo conductor: los cambios de la ciudadana social y laboral. Aqu, se va a comentar a travs de tres planos diferentes, presentes en todos sus captulos aunque con distinta dimensin. El primero, analtico, explica las caractersticas de la crisis del anterior modelo keynesiano de ciudadana laboral y social, seala los procesos que tienden a su dilucin y analiza los discursos neoliberales y posmodernos que pretenden justificar los retrocesos de los derechos sociales y del Estado de Bienestar. Dos tipos de ideas criticadas se pueden resaltar: 1) los nuevos discursos tecnocrticos del management posmoderno que justifican la sustitucin de lo pblico por la privatizacin del riesgo, subordinando la intervencin del Estado a polticas remercantilizadoras y de focalizacin de la asistencia; 2) las ideas que pretenden legitimar la individualizacin y fragmentacin del mercado de trabajo, las poltica laborales basadas en la flexibilidad y la desregulacin como norma, la precarizacin como redespliegue general de la sociedad disciplinaria. En este sentido el ataque neoliberal a la ciudadana social y laboral es un retroceso hacia el mito del sostenimiento de la sociedad a travs, exclusivamente, de los derechos civiles y polticos. Pero ese desplazamiento, como muy bien se explica en el libro, es una falsa alternativa que pretende invisibilizar los problemas sociales y consolidar los mecanismos de desigualdad para privilegiar a los ms ricos y poderosos. Los problemas de la desigualdad socioeconmica y la seguridad y bienestar social se separan del mbito pblico y de las responsabilidades institucionales y se pretenden dejarlos en el mbito privado de la propiedad y el intercambio mercantil. As, slo queda la estrategia del mrito individual para garantizar unas trayectorias sociolaborales ascendentes o seguras. La solidaridad institucional y las respuestas colectivas decaen. Por otra parte, ante la crisis del Estado de Bienestar el autor considera la conveniencia de su descentralizacin y una mayor adecuacin con las necesidades ciudadanas, junto con la implicacin de la sociedad a travs de la cooperacin y el asociacionismo voluntario, advirtiendo de la imposibilidad de la sustitucin de las polticas pblicas y de la necesidad de fortalecerlas. El segundo plano es crtico, particularmente de dos aspectos: las insuficiencias y lmites de la clsica ciudadana social y laboral, y las conexiones y conflictos entre distribucin econmica y reconocimiento identitario. Veamos el primer aspecto. El modelo de ciudadana social keynesiano, asociado al ciclo fordista, se basaba en el empleo formal y seguro y la nacionalidad y priorizaba la masculinidad en la familia. Dejaba sin visualizacin al resto de grupos laborales ms vulnerables, que han ido en aumento. Pero, sobre todo, aspiraba a una identidad total generando un desplazamiento y una ausencia de reconocimiento de otros grupos dominados o marginados y sus respectivos intereses y problemticas en distintos mbitos. Estos colectivos quedaban fuera del imaginario social dominante del tpico y normalizado ciudadano occidental. Ese supuesto universalismo del bienestar, basado en la centralidad del empleo, esconda el particularismo de la faceta econmico-distributiva de unos segmentos sociales clase obrera fordista y clases medias funcionales-, definidos por su posicin ocupacional y su sistema de representacin y negociacin la institucionalizacin de la concertacin social-. No obstante, las imprescindibles polticas de redistribucin y de igualdad econmica son insuficientes, ms aun cuando ha aumentado la fragmentacin de las clases trabajadoras y aparecen nuevas necesidades sociales. Al mismo tiempo, se produce un estancamiento o retroceso de las polticas pblicas y fiscales de redistribucin e incluso del papel distributivo de los salarios, y se visualizan nuevas problemticas y demandas de reconocimiento. Los dos aspectos distribucin y reconocimiento- son fundamentales para construir una nueva ciudadana, aunque su relacin no ha solido estar bien planteada, idea que se destaca en el texto, y es necesario un nuevo reequilibrio. Aqu, con un enfoque crtico, aparece la relevancia del tratamiento del segundo aspecto, el reconocimiento identitario, dada la diversidad de ideas sobre su importancia y su relacin compleja con el componente distributivo y la ciudadana social o, en otros trminos, con la igualdad socioeconmica y la solidaridad institucionalizada. Detrs de ello est el debate sobre multiculturalismo y el conflicto entre universalismo y relativismo. Expresemos un pequeo apunte. Como se ha sealado, en el texto se critica convenientemente el modelo economicista de ciudadana social, as como los principios liberales que slo reconocen al individuo abstracto. Ambas ideas niegan o infravaloran la existencia de grupos socioculturales, tnicos y de gnero, con derechos de todo tipo a proteger, y que han sido despreciados por los grupos dominantes. Por tanto, siguiendo al autor, una poltica activa de igualdad, equidad y accin positiva es imprescindible para compensar esas desigualdades y discriminaciones previas. Sin embargo, la defensa de los intereses legtimos y las demandas de reconocimiento, de empoderamiento, no siempre ha estado equilibrada. As, en el texto se realiza, acertadamente, una valoracin crtica de posiciones postmodernas que, apoyadas en un discurso identitario que absolutiza la diferencia, se afirman en el particularismo multiculturalista y se alejan del principio de igualdad general. Esas ideas las asocia el autor a la renuncia de las clases medias a una contestacin global al actual modelo econmico y a su acomodo ante la fragmentacin social existente. La vieja identidad universalista basada en la ciudadana social y laboral se ha ido desarticulando a la vez que se ha ido profundizando la desigualdad social. Esa relativizacin de la sociedad del trabajo y del empleo era imprescindible para dejar hueco a otros componentes de la vida humana y una identidad multidimensional, ms adecuada a la diversidad de la realidad social. Pero, ningn otro elemento ha podido sustituir esa tendencia hacia la fragmentacin. El vaco existente se cubre con componentes muy diversos, algunos muy problemticos, como el nuevo fundamentalismo o, simplemente, con el deseo consumista. Adems, tampoco se puede renunciar a la identidad en el trabajo ya que sigue siendo una actividad necesaria para la mayora de personas y esa prdida de referencia en la identidad real de los individuos sera ms perjudicial precisamente para los sectores precarios y frgiles. No obstante, la realidad queda en un agregado de individuos, o bien, tal como analiza el texto, en una multiplicidad de grupos con un micro-mundo de representaciones derivadas de identidades cuasi-adscriptivas (gnero, origen tnico o nacional, opcin sexual, etc.) culturalmente auto-construidas. La dificultad de su conexin con las instituciones sociales de carcter universal trae, como teln de fondo, la crisis de sentido en las sociedades occidentales. Dadas las graves consecuencias sociales y ecolgicas de las polticas neoliberales y la ausencia de compromisos sociales derivada del discurso individualista y postmoderno, Luis Enrique Alonso considera que existe un cambio de signo en los compromisos sociales que puede posibilitar un nuevo acercamiento a lo pblico por parte de las mayoras sociales que corren riesgos de marginacin de distintas formas y grados. Con ello nos adentramos en el tercer plano, abordado en diferentes captulos, el propositivo. En este libro se plantean elementos necesarios para una ciudadana compleja, activa y democrtica. El autor retoma algunos ejes de la vieja ciudadana laboral y social: la defensa de lo pblico, el papel relevante del empleo y el trabajo, la regulacin de la actividad econmica y la participacin democrtica. No obstante, consciente de que no vale la simple posicin defensiva o el reclamo de los viejos esquemas y modelos keynesianos apunta nuevos componentes que interrelacionados con los anteriores deben conformar esa nueva ciudadana. Por otro lado, tambin expresa que el relativismo multicultural erosiona la idea de sujeto colectivo y la relevancia del trabajo y con esa idea de ausencia de vnculo social no se puede generar una nueva dinmica liberadora e igualitaria conectada con lo real. La cuestin abierta es cmo remontar los intereses particularistas y superar la fragmentacin social. As, considera que, quiz, con un discurso menos emancipatorio y ms abierto a las necesidades, se vuelva a un retorno de los movimientos sociales. Terica y polticamente, la salida sera encontrar puentes entre, por un lado, el paradigma de la diferencia y la identidad y, por otro lado, el paradigma de la redistribucin y la transformacin de la divisin social y econmica del trabajo. Ello no con una interpretacin economicista sino considerando que las condiciones culturales e identitarias reales de los sujetos se encuentran incrustadas en condiciones socioeconmicas dadas. Se redefine la clsica cuestin social, integrando las nuevas problemticas identitarias. Conllevara una nueva relacin de complementariedad y relacin unitaria entre los movimientos obreros y los nuevos movimientos sociales. El texto desemboca en la idea de una nueva ciudadana social activa, construida por los propios sujetos, con un horizonte de igualdad compleja y una solidaridad de tercer tipo, ms all de la solidaridad comunitaria tradicional y la solidaridad orgnica e institucional. Esta solidaridad institucional y universal debera superar la fuerte privatizacin, individualizacin y fragmentacin ante la tendencia de dejarla slo en el mbito de la voluntad privada y afirmarla ante la deriva a considerar slo los problemas de reconocimiento identitario y cultural. En conclusin, a lo largo de este libro se ha recorrido un trayecto que va del anlisis de la crisis de la tradicional ciudadana social y laboral a la interpretacin de las dificultades y falsas respuestas, para culminar en una serie de ideas en que apoyarse para construir una nueva ciudadana social y democrtica. Sin embargo, todava es conveniente hacer unas reflexiones finales en torno a un par de problemas con el nimo de avanzar nuevas lneas de anlisis. El primer tema es sobre la dicotoma distribucin y reconocimiento. Ya se ha sealado lo acertado del enfoque de la combinacin de ambos componentes y de la crtica a la centralidad del uno o el otro. No obstante, hay que clarificar algn aspecto para evitar confusiones. La distribucin econmica- se puede asociar al movimiento obrero, a las clases trabajadoras, y se considera incrustado en lo social, lo pblico y como cierta base de universalidad. Por el contrario, el reconocimiento identitario- se puede vincular con las clases medias y, particularmente a travs de los discursos de la diferencia, con un carcter cultural y particularista, a veces alejado de lo social. Esas ideas, tomadas esquemticamente del texto, presentan dificultades para interpretar la realidad actual, al menos en Espaa. El movimiento sindical tradicional tena sus races en la clase obrera fordista. No obstante, en estos tiempos no se le puede considerar como un movimiento obrero, exclusivamente. Una parte significativa de la base afiliada a los sindicatos (40%) es de clase media-media o superior, porcentaje algo superior a la poblacin ocupada. Adems, en este contexto, son decisivas las burocracias sindicales como capa social diferenciada que tiene intereses propios. Estas lites, expertas en la intermediacin laboral y gestoras del poder organizacional, tienen un estatus ms similar a los funcionarios pblicos o tcnicos de las grandes empresas que al de sus bases obreras a pesar de que cumplen su funcin de representacin. Por otro lado, es verdad que muchas de las lites de movimientos sociales y grupos socioculturales proceden de las clases medias, aunque quiz la caracterstica principal sera su carcter de ilustrados y con mayor capacidad acadmica y tcnica, sin que ello necesariamente se traduzca en un mejor estatus laboral o econmico. Sin embargo, tras ese concepto de clase media por su posicin ocupacional (E. O. Writhg) se esconde una gran diversidad y heterogeneidad no slo cultural sino tambin de nivel socioeconmico (clase media- baja, media-media y media-alta). Adems, cuando se han generado procesos participativos generales por ejemplo, en el movimiento anti-OTAN en los ochenta o las movilizaciones contra la guerra en Irak-, los apoyos sociales han tenido una amplia base popular interclasista y, segn los casos, un gran componente juvenil. Por otra parte, los llamados nuevos movimientos sociales o muchas de las actuales redes asociativas tienen sus races en problemas y conflictos de diversos tipos de estructuras sociales -o en relacin con la naturaleza-. La accin ante la discriminacin de las mujeres, los conflictos tnicos y nacionales, los problemas medio- ambientales, etc. tiene componentes culturales e identitarios, pero tambin estn incrustados en lo social, en un sentido ms amplio que la acepcin estricta de su asimilacin con lo econmico o lo laboral. Ello significa que la pugna interna en esos colectivos tambin se sita entre la dimensin de la igualdad y la de la diferencia, o bien, entre la vinculacin con lo social, incluidos los componentes distributivos especficos del grupo y del resto de la sociedad, y el aislacionismo y particularismo. No obstante, el nfasis en el reconocimiento, con una perspectiva igualitaria, puede conllevar tambin la exigencia de cambios contra desigualdades en distintas estructuras sociales y econmico-laborales e influir en las dinmicas sociopolticas. Por tanto, la experiencia y la vinculacin con la igualdad real, con lo social, se pueden dar en ambos tipos de movimientos y, precisamente, puede expresar el campo comn para la interrelacin y aproximacin entre ellos. El economicismo de unos o el culturalismo de otros les puede alejar a ambos de una realidad social ms compleja y diversificada. As, adems de establecer cierto equilibrio entre los dos componentes, se evitara mejor esa jerarqua que puede pervivir al asignar una preferencia simblica de vnculos con lo social a la distribucin -lo econmico o lo obrero-, frente al reconocimiento -lo cultural o la clase media-. Nos encontramos pues, con movimientos viejos y nuevos con una composicin objetiva mayoritaria de clase baja y medio-baja, una identificacin dominante de clase media-media y con lites de clase media-baja y media-media, aunque con una gran diversidad de otros componentes de pertenencia colectiva e identificacin social. Los individuos tienen varias identidades de gnero, clase social, origen tnico, edad...-, generalmente con diferente peso, aunque su posicin y su combinacin pueden cambiar a lo largo del tiempo. Igualmente, los grupos y movimientos sociales aunque su conformacin y diferenciacin dependen de su componente principal tambin tienen otras preocupaciones, identificaciones o cambios de preferencias. La estratificacin social sigue siendo persistente: la mayora de la sociedad ms de dos tercios- es de clase baja o medio-baja y forma parte de las clases trabajadoras, en sentido amplio, y la minora menos de un tercio- son de clase media-media o superior aunque muchos sean asalariados-. Esa posicin socioeconmica u ocupacional se interrelaciona con las diferentes posiciones sociales en las diferentes esferas de la vida, pero las interacciones y mediaciones son complejas y variadas. Es difcil aventurar su evolucin, la composicin social de los diferentes movimientos y protestas sociales y, menos an, la configuracin y combinacin de sus diferentes componentes subjetivos y de pertenencia. Incluso se pueden generar dinmicas regresivas o conflictos inter- grupales. A veces, se han expresado polarizaciones globales, con amplios campos sociales de carcter progresista y popular. Sin embargo, no parece que, a corto plazo, haya suficiente experiencia y poso de compartir intereses y proyectos comunes, una subjetividad crtica y una cultura abierta y solidaria, densidad asociativa y condiciones de representacin social y simblica. Son elementos necesarios para configurar unos sujetos amplios y estables con una dimensin transformadora y una dinmica unitaria, igualitaria, universalista y plural. Constituyen referencias deseables y este pensamiento puede esclarecer el arduo camino del cambio social. Esos dos componentes distribucin y reconocimiento- pueden aparecer separados en las representaciones sociales y tericas, pero forman parte de la problemtica de la gran mayora de las personas que pueden acumular varias identidades ms o menos dbiles y entrecruzadas. Eso significa que el movimiento sindical, a su clsica labor de exigencia distributiva, debe incorporar la diversidad del resto de problemticas que afectan a las clases trabajadoras y extender su accin por la igualdad de gnero, nacional, medio-ambiental, inmigracin, etc.-, y los nuevos movimientos sociales, adems de sus componentes identitarios y culturales, desarrollar una dinmica igualitaria y ms global. Ambos tipos de movimientos, el distributivo con los clsicos sindical y vecinal o los nuevos contra el paro o por la vivienda- y el de exigencia de reconocimiento -feminista, pacifista o ecologista-, tienen en su interior individuos de diversos segmentos sociales, y representan variados intereses y tendencias sociales. El nfasis en lo comn de su grupo social y la diferencia respecto de los otros colectivos, la afirmacin de componentes identitarios fuertes (por ejemplo, la identidad de clase en el sindicalismo, o bien, la identidad de gnero en el feminismo) pueden obscurecer la diversidad interna de cada movimiento social. Ello puede suponer la infravaloracin de la imprescindible adecuacin de sus objetivos a las caractersticas especficas y diferenciadas de sus variadas bases sociales y, al mismo tiempo, a no abordar la necesaria articulacin con dinmicas similares de otros grupos. Podra llevar a sus lites respectivas a la desconexin con la realidad concreta y multidimensional de sus bases sociales y de los procesos globales, a priorizar la cohesin formal de su grupo y los privilegios de su funcin gestora y representativa, aunque con unos cimientos frgiles. En definitiva, la conformacin de nuevos sujetos sociales que vayan superando la fragmentacin con un horizonte ms universalista, como dice el libro, s requiere un mayor arraigo en lo social multidimensional. Desde esta perspectiva se puede encarar mejor el segundo problema, las bases universalistas de una nueva ciudadana compleja. La constitucin de la ciudadana social y laboral ha tenido sus anclajes en la igualdad distributiva y en la solidaridad institucional. Como se ha dicho, a pesar de sus lmites ha sido un avance histrico que hay que evitar que se destruya. En las sociedades occidentales tambin se han realizado otros avances en la igualdad y la libertad que han modificado viejas estructuras de dominacin y superado los formalismos abstractos. Por ejemplo, la emancipacin de las mujeres y su relativa igualdad con los hombres ha avanzado en muchas esferas aunque en otras empleo- todava existen fuertes discriminaciones; ello ha generado unas relaciones ms libres e igualitarias y ha contribuido a una mayor autoafirmacin de las mujeres, particularmente, las jvenes. A su vez, tambin se han producido nuevas desigualdades, por ejemplo, ante la mayor precariedad del empleo. Igualmente, junto con los derechos sociales y la ciudadana laboral, en las mejores tradiciones europeas encontramos valores positivos como la resolucin democrtica de los conflictos, la importancia de la libertad y autonoma individual y colectiva, la laicidad y la separacin de religin y poltica, o la diferenciacin de lo pblico y lo privado. Todo ello comporta un bagaje desde el que conformar una nueva ciudadana, con una dimensin universalista, democrtica y plural, junto con la renovacin de tres ejes clsicos: mayor libertad real de individuos y grupos sociales; una igualdad ms efectiva y, por tanto, ms compleja y adecuada a la realidad, y mayores vnculos sociales y de solidaridad. Este libro ofrece una buena base para avanzar en esa tarea de construir un pensamiento crtico que esclarezca el esfuerzo solidario. ___________