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10. Narrativa propia, identidad propia, autonomia «No hay un ser que piense y tenga ideas». ‘Ludwig Wittgenstein «Somos voces de un coro que transforma la vida vivida en la vida narrada} 9 fuego dante narration aa id, no pare refine vi sino més bien para sumar algo, no una copia, sino una nueva dimensién de vidas] Para sumar [aida on cada novela, ego nuevo ao Carlos Fuentes La pregunta zqué es propio ser? es una capitulacién que nos deja a merced de la tradicitn occidental de objetividad fundamentalista y reduccionista: la noci6n del propio ser, el si-mismo como algo auténomo, éado y descubrible. Desde la perspectiva construetivista, la realidad objetiva desapare- ee como concepto oxganizador, y pierde sentido la interroga- cién por la esencia del propio ser. El posmodernismo cues- tiona la idea de un ser tinico y fo, un nticleo que ce revela tan pronto torminamos de sacar todas las capas. A eambio,, nos invita a pasar de la postura légica del modernismo (el s- mismo como realidad verificable) a una postura narrativo- social (el. si-mismo como realidad construida);.a.considerar elpropio ser y Ia identidad propia no como datos universales incuestionables de las cosas mismas, sino como significados que emergen del entendimientohumano. En esta perspecti- 276 va lingiiistica, el propio ser es un ser narrativo, y las identi- dades existen en relaci6n con una perspectiva, un punto de vista que depende de nuestras intenciones. El posmodernis- ‘mono sugiere que renunciemos a tratar de entender al pro- pio ser, sino que el propio ser puede ser descripto y entendi do de infinitas maneras. Ee “Antes de ocuparnos de un ser narrativo posmoderno, quiero abordar dos preguntas: ;qué es la narrativa? y geémo cs utilizada en el contexto de este libro? Narrativa: la metéfora literaria, y algo més ‘La metéfora del euento,o historia, aparece mucho en la bibliografia y el discurso psicoterapéuticos contemporé- rneos, no en el sentido literario sino en el sentido de la na- rrativa de la vida cotidiana, la forma como presentamos nuestra vida (W. J. Anderson, 1989; Bruner, 1986, 1990; Labov, 1972; Mair, 1988; Sarbin, 1986; Schafer, 1981; ‘Spence, 1984; White, 1980; White y Epston, 1990). «Narra- tive» alude a ‘una forma de discurso, la forma en que orge- nizamos, explicamos, d ido y compre mes Es un_pmocesa slinémico que incluye tanto la forma en que organizamos Jos sucesos y experiencias de nuestra vida pa- ra explicarlos, eome la ferma en que participamos para crear aquello que explicamos, ineluides nosotros imismos. Desde el punto de vista narrative, nuestras deseripeiones, vocabularios e historias emnstituyen nuestra comprensién de la naturaleza y Ia conducta humanas, Nuestros puntos de vista sobre la naturalesa y la conducta humana ten on nuestros, ar-os deseriptivos, nuestras conver- saciones y nuestras historias. Nuestras historias forman, {nforman y ré-forman las fuentes de nuestro conocimiento, ‘nuestra percepoién de la realidad. De manera que no uso la ‘metéfora de la narrativa como un mapa mds para la com- prensién, interpretacin o prediccién de la conducta huma- na, sino como una deseripcién delo que hacemos y loque ha- ccemos los unos con Tos otros. 277 \ Pero para mf la narrativa es algo més que una metéfora ' ‘iteraria: es un proceso discursivo reflexivo, de ida y vuelta, ‘que construye nuestras experiencias y es a su ver utilizado para comprender nuestras experiencias, El vehiculo de este proceso es el lenguaje. Lo usamos para construir, organizar yy atribuir significado a nuestras historias." Lo que creamos ‘es una expresién de mucstro usodd lenguaje: nuestros voca~ bbularios y acciones sélo adquieren sentido a través de nue tra seméntica. Es imposible separar el sentido de la aceién: se reflojan entre si, y Sa relacidn no es causal. Los limites de nuestro lenguaje restringen lo que é& posible expresar: nuestras estructuras narrativas, nuestras historias y, por lo tanto, nuestros futuros. Nuestras narrativas, en tanto préc- ticas discursivas, estdn sujetasa constante evolucién y cam- bio. De modo que las historias no son hechos completos, sino entidades en proceso de construccién. La narrativa es la for- "ma en que imaginamos alternativas y creamos posibilida- des, yla forma en que hacemos reales esas opciones." Lana- _rrativa es la fuente de las transformaciones. ‘Las narrativas son creadas, vividas y compartidas por }) individuos que conversan e interectiian con otros y consigo { rismos. Son la forma en que nsamos el lenguaje para re- Tacionarnos con otros y con nosotros mismos. El psicédlogo Jerome Bruner (1990), entre otros (Dunn, 1988; Nelson, 1989), sugiere que los nifios aprenden a temprana edad a organizar sus experiencias en forma narrativa, por medio de las historias que oyen y que aprenden a contar. Es a tra- vvés de la narrativa como construimos el sentido de nuestra vida cotidiana, y pensamos y explicamos nuestro mundo co- ‘mo es y como debiera ser. Las na-rativas son las ¢historias # [quel sirven como recursos comunitarios que las personas utilizan en sus relaciones» (Gergen, 1994, pg. 189). El pos 3 Uso historia y narrative indistintamente 2 Bruner (1990) explica que la narrati no silo permite, sino que tam- bigarestringe: “Hay una quisbra que es el resultado del mero empobreci- miento de loe recursos narratives —en lsinfraclase permanente del gucto ‘urbano—, en 1 segunda y tarcera generacin del campamento de reir iados paletinas en las aldensafrcanas al sur del Sahara afociades por li sequta erica. Noes que ee haya perdido por completo la eapacidad de dar forma narrativa a la experiencia, sins que la narrativa del “poor esce- ‘nario llega e dominar tanta ln vida cotiiana que la variacién parece im- poeibes (pags. 96-7. 278 ke a tr moderista Lyotard (1984) sostiene que las narrativas son. nuestros «vinculos sociales: (pero ataca decididamente la nocién de una motanarrativa —como en el caso de una teorfa social—, por considerar que crea privilegios y opresi nes). Es decir que, como propone Anthony Giddens (1884); tanto el individuo como la sociedad «se constituyen en y por medio de practicas inveteradas» (pég. 222). La narrativa como esquema discursivo {La usrrativa es un esquema discursivo situado en con- textos locales, individuales, y en contextos més amplios, co- ‘mo las reglas y convenciones culturales. Las narrativas lo- | ales individuales y las culturales més amplias encajan ‘unas en otras e interactian unas con otras. Como dice Bru- ner (1990), la narrativa humana «hace de intermediariaen- ° tre el mundo canénico de la cultura y el mundo més idiosin- crdsico de las creencias, los deseos y las esperanzas» (pég. 52). Las narrativas se crean, cuentan y oyen en el contexto/ de este esquema cultural. Lo que puede parecer ordenado o desordenado esté influido por la cultura y es el producto de tun acuerdo compartido. Para servir a estus funcioues, las narrativas han de ser abarcadoras, eoherentes y conecta- das. En nuestra cultura oot historia en ol tiempo, con comienzas, medias y nales. Cu- bren el pasado, él presente y el futuro, se conectan en forma secuencial y también se entrelazan en el tiempo. ‘Las historias siempre se sitiian en una cronclogia, por- } {que sin eso los cambios en nuestra vida serian ininteligi- = ‘Para compartir nuestra vida con otros, tomamos Jos / ‘fragmentos de nuestras narrativas y los organizamos en SekToncehistoiadas viales,infludas por nuestros re-| cuerdos, contextos e intenciones. Por ejemplo, cuando trata~ ‘mos de encontrarle sentidoa un suesio, contarle a un amigo nuestras vacaciones o recordar un hecho de nuestra nifiez, Jo hacemos en forma narrativa. Bruner, quien desde ha- ‘ce mucho se ha interesado en Ja relacién entre narrativa y sentido, sostiene que «la nerrativa se ocupa de las vicisitu- des de la intencién humana» (1986, pég. 16), y usa las ex- presiones «modo narrativo de pensamiento» y vestructuras narrativas» (Bruner, 1990) para referirse al lenguaje que 279 cempleamos para «enmarcar» nuestras experiencias y nues- ‘ros recuerdos de experiencias, Dice Bruner:? «Las personas no abordan el mundo un suceso por vez, como no abordan un texto una oracién por vez. Al contrario, en- marean los sucesos y las oraciones dentro de estructuras més amplias(...) Las estructuras mas amplias {estructura narratival brindan el contexto interpretativo para los com- onentes que abareans (1990, pég. 64). Bruner (1990) identifica les caracteristicas que debe reunir una narrativa: a) sigue una secuencia, «una secuen- ia tinica de sucesos, estados rentales (...) que earecen de vida o significado propios» (pag. 43) fuera de la estructura; b)es facticamente indiferente, «puede ser “real” o“imagina- ria” (...) tiene una estructura que es interna al discurso G..)la secuencia de sus oraciones, més que la verdad o fal- sedad de cualquiera de ellas, eslo que determina la configu- , Tacién genetal o argumentor (pég. 44), y ¢) maneja de una ‘manera tiniea el abandono del eénon, presentando lo excep- cional y extraordinario de manzra tal que mitiga y hace po- sible, 6 por lo menos comprenssisle, la desviacién respecto de Ja norma cultural estndar (pég. 47). Gergen (1994) se centra en I inteligiblidad de Ia narra- tiva: «Las narrativas son formas de inteligibilidad que dan cuenta de los sucesos en el tiempo. Las acciones individua- Jes (...) obtienen su significadc de su inclusién en la narra- tiva» (pg. 224), Gergen sugiere que una narrativa bien for- mada, inteligible, suele reunir ciertos criterios: a) tiene una conclusién establecida, valuada; 6) los sucesos narrados convienen a la conclusién y sirven a su propésito; c) los su- cesos estén ordenados en el tiempo; d) los personajes man- tienen una identidad continua y coherente en el tiempo; ¢@) los sucesos se vinculan causalmente y sirven como expli ‘eacién del resultado, y /) hay un principio y un fin. Gergen también advierte que las narretivas dependen de otras na- rrativas, culturales, sociales, poltticas e histéricas, tanto lo- cales como universales, que las abarcan, 2 Bruner (1966) sostiene que necesRamos dos modos de pensamiento ‘dos modios de construir y organizer exyeriencias:el paradigmstico (inducr tivo, bjetive y axicmatieo) y el narrtive (eubjetivo, rflexivo y flo) (psig 11-43). 280 Desde la perspr etiva narrativista, un ser posmoderno es unaexpresién dee a capacidad del lenguaje y la narracién: el sémismo que cuenta la tistoria se forma, informa y re forma a través del proceso de contar la historia. Los seres [fimasnoseemase hemos relacionado con otros a través, ‘Jel contar y escuchar historias sobre nosotros y los otros. } Siempre hemos entendido qaiénes y qué somos y podrfamos { ser a partir de las historias que nos contamos. +Entender 4 rete ee ee rn-el-mundo (...) Este proceso de autoformacién y auto- sunca se termina o completa» (Woolfolk, Sass y Messer, 1988, pag. 17). El profesor de flosofia GB. Madison (1968), influido por Paul Ricoeur, dice que a través de la narrativa, del contar historias, entendemos nuestra experiencia vivida y le otor- sgamos significado e inteligibilidad: (1971), sos- ‘tuvo que el propio ser se construy2 y comprende en el len- guaje. Segiin Benveniste, el lenguaje es responsable por la nocién de propio ser, y es imposible concebir un lenguaje sin pronombres personales, «Y6 se refiere al acto de discurso in- dividual en el que es pronunciado, y con ello designa al ha- blante» (citado en Madison, 1988, pag. 161). Segtin la in- terpretacién que Madison hace de Benveniste, «El yo existe en el interior y por medio de decir “yo”; el yon0 es un sujeto, no es sustancia preexistente que habla: es como sujeto un sujeto hablante» (pég. 161). El yo no existe fuera del lengua Je, fuera del discurso; se crea y aostiene en el lenguajey en el discurso, En otras palabras, la persona construye su des- cripcién personal en el lenguaje y a través del lenguaje; quiénes cxvemos que somos es una construccién lingiistica Elyo no es un sujeto o sustancia rreexistente en el sentido ‘epistemolégico 0 metafisico; es un sujeto hablante (Gada- mer, 1975). Para Benveniste, «La conciencia propia s6lo es posite si se tiene experiencia 4e ella por contraste. Digo yo cuanto estoy hablando con al- ‘guien que seré el ta en mi discursc. 1 didlogo es constituti- vo de la persona, porque implica que, reciprocamente, yo deviene td en el discurso de quien a su ver se designa a si ‘mismo como yo» (citado en Madiscn, 1988, pég. 162). La propuesta del posmodernismo es que el yo no es una entidad ni un ser tinico. No hay untinieo yo nuclear, algo fijo y tangible que esté dentro de uno ya lo que se pueda acceder después de quitar varias capas. s posible argilir que el yo sse compone de muchas narrativas, experiencias y relacio- nes, pero el conjunto de todas ellas no constituye un solo yo .: ni un yo nuclear. El yo y el otro) es un concepto creado, una narrativa construida lingiifsticamente y que existe en el didlogo y en la relacién (Benveniste, 1971; Bruner, 1986, 1990; Gadamer, 1975; Gergen, 1989, 19915, 1994; Harré, 1995; Rorty, 1979; Shotter, 1989), Desde esta perspectiva, el yoes un propio ser dialdgico y narrativo, y la identidad es una identidad dialégica y narrativa, Gergen (1989) sostie- ne que el autoconocimiento («jQuién soy?) «no es, como 286 suele suponerse, ol produeto de una exploracién profunda de los vericuetos de la psique (...) Bs més bien una habil dad discursiva, un “saber eémo” més que un “saber qué (pég. 75). Shotter (1995a) dice que cen lugar de adopter la preceupacién cartesiana de saber ‘c6mo nosotros, individuos aislados, Iegamos a conocer los objetos y entidades del mundo que nos rodea, o a expresar nuestras experiencias intemas, nosotros (los construccio- nistas sociales] nos hemos interesado més en averiguar eé- mo primero desarrollamos y mantenemos ciertas formas de relacionarnos con otros en una conversaciGn, ¥ cémo luego, desdeel interior de esas relaciones sostenidas por la conver, saci6n, legamos a explicar ¢ nuestro entomno» (pég. 385). | Las identidades son ahora relativas a una perspectiva, a 1un punto de vista que a su vez es relativo a nuestras inten ciones. Es posible entonces deseribir al propio ser de much{- simas maneras distintas. Se infiere de esto que no hay dos propios seres, dos mentes que sean exactamente iguales (Harré, 1996, pag. 372). Desde Ia perspectiva na-rativa, el propio ser, el narra- ‘dor, es muchos yo, ocupa muchas posiciones y ticne muchas voces. Como lo expresan Hermans y sus colegas: «Las voces funcionan como lis personajes interactuantes de una historia, Una vez que el autor pone en movimiento aun personaje, ese personaje adcuicre vida propia y cubre cierta necesidad narrative. Cada personaje tiene una historia pa- ra contar, basada en sus propias experiencias desde su pro- pio punto de vista. Con sus diferentes voces, estos persona~ jes intercambian informacién acerca de sus respectivos a ‘mis y de sus mundos, todo Ic cual da como resultado un pro- pio ser complejo, estructurado narrativamentes (Hermans, ‘Kempen y Van Loon, 1992, négs. 28-9). Los criticos del posmodemismo, y en particular del cons- truccionismo social, suclen quejarse de que en estas pers- pectivas el individuo se pierde: la persona pierde sus dere- chos individuales, se conviecte en un titere de una sociedad que amenaza arrebatarlo sus derechos humanos, y deja de ser personalmente responsable. Yo creo que ocurre todo lo 287 contrario. El individuo y la responsabilidad individual ocu- pan una posicién de primordial importancia. La diferencia est en e6mo se conciben el individuo y su responsabilidad. Porque estamos absortos en los atros, porque no somos soli- tarios, porque somos seres relacicnales,.nos vemos obliga~ dos a ser més responsables, no menos. Pero, como expongo \en el capitulo 5, la responsabilidad se hace compartida. Ota critica es que el concepto de propios seres miilti- ples, construidos socialmente, conduce a un propio ser frag- mentado, Hermans etal. (1992) responden que «Ja multiplicidad del propio ser nolleva a su fragmentacién, porquees,u7.mismo yo.el quevay viene flas bastardillas son ras] entre varias posiciones. Gracias a esta identidad, co- existen en el propio ser lo variant y lo invariante, lo conti- snuo y lo discontinuo» (pags. 28-9). ‘Lorealmente interesante.es que el cambio la continuidad coexistan. Un buen ejemplo es el personaje del rey Jorge III en La locura del rey Jorge (Evans y Hyther, 1995), Cuando el rey recita partes de la obra de Shakespeare El rey Lear, el lord canciller observa: «Su Majestad parece mas vos ‘mismo. Alo cual el rey respondo: «{Parezeo? Sf, siempre he sido yo mismo, incluso cuando estaba enfermo. Es sélo que ahora parezco [las bastardillas son mias] yo mismo, y e50 es Io importante. Me acuerdo de ctmo parecer». Mas tarde, cuando el pueblo celebra su regreso («Nuestro viejo Rey ha vuelto»), el rey contesta: «No supongis que soy la persona que ora, El Rey es 61 mismo otra rez», En otras palabras, lo que los otros perciben como dos reyes Jorge diferentes, es el mismo rey Jorge yendo y viniendo. Parece importante ahora volver a la nocién de narrativa en psicoterapia, y cémo se insertaen el desplazamiento des- de el self moderno hasta el posmederno. Visiones de la identidad en psicoterapia Elyo como cuentista Hace unos veinte afios, algunos psicoterapeutas y tebri- os de la clinica comenzaron a trascender los limites de la psicclogia cognitiva modernista, con su concepcién del yo co- ‘mo una méquina de computar, y adoptaron una perspecti+ va interpretativa.* El comtin denominador de esta nueva, orientacién es la idea del irdividuo 0 yo como narrador 0 cuentista. El giro hacia la interpretacién se.originé en dos senderos distintos pero surerpuestos. Uno representa la ‘emergencia de la narrativa en tanto euento, y se organiza en torno de la nocién del yo como cuentista, la historia como algo creado dentro del yo. Desde este punto de vista, la psi- coterapia es un suceso historiado. El otro sendero représeri- tala emergencia de un interés por el lenguaje y el didlogo, y se centra en el yo como un proceso social, dialégico. En este / ‘caso la narrativa es creada «fuera» del yo, y la terapia se de- ine como un suceso dial6gion. Quizaés el intento mds teraprano de bosquejar el papel de Ja narrativa en la peicoterapia se originé en el movimiento psicoanalitico; se remonta alla primacta que Freud otorgé al descubrimiento del pasadc o del por qué, En su trabajo «Construcciones en el andlisis», de 1937, Freud (1964) sugi- rié que cuando el proceso de asociacién libre y el andlisis de las defensas yoicas no alcansan para recobrar los necesarios recuerdos ediipicos de la nifez, el analista puede permitirse «onstrair» una historia que se aproxime a la que se obten- drfa siel paciente pudiera recordar.® «El camino que parte de la construccién del analista debia culminar en el recuerdo del analizado; ahora bien, no siem- pre lleva tan lejos. Con harta frecuencia, no consigue llevar 4! surgimienta del yo como narrador en ciencas sociale y en psicote- ‘rapia merece mas ateneibn para ln que aqui ne disponemos de espacio. Bi Tector puede cansultar Mitehell (2881) y Sarbin (1986, 1990). ' Maa adelante en esto mismo trabajo, sin embargo, Freud parece recha- sar la poseién narrativa,eomparaido este proceso con el delirio psiestico y advirtiendo contra sus peligros. 289 al paciente hasta el recuerdo deo reprimido. En lugar de cllo,siel andlisis ha sido ejecutado de manera correcta, uno alcanza en 61 una conviccién cierta sobre la verdad de la construccién, que en lo terapéutico rinde lo mismo que un recuerdo recuperado. Bajo qué condiciones acontece esto, y cémo es posible que un sustitato al parecer no integral produzea, no obstante, todo el efeeto, he ah materia de una investigacién ulterior» (pégs. 265-6 [pdg. 267 de la versién castellana, en Obras completas, Buenos Aires: Amorrortu editores, vol. 23)). El consenso general, sin embargo, es que el interés de los psicoterapeutas por la narrativa fue despertado por los es- critos de los psicoanalistas Roy Schafer (1981) y Donald ‘Spence (1984), y los psicslogos Donald Polkinghorne (1988) y Jerome Bruner (1986, 1990), que introdujeron la nocién del yocomo narradoro cuentista, ydelinearon el papel dela narrativa en la psicoterapia. Spence (1984) extiende la no- ign freudiana de que un analista, cuando los recuerdos del paciente son irrecuperables, a losumo podré construir una historia que se asemeje tanto ccmo sea posible a los suce- 0s infantiles relacionados con el problema, de modo que la. narrativa construida se aproxime a Jo que pudo ser. Para Spence, la tarea del terapeuta no era ol descubrimionto arquoolégico de una realidad escondida ¢ irrecuperable, sino el desarrollo de una narrativa, la construccién de una historia de vida que se adecuaraa las circunstancias actua- les del paciente sin preocuparse por la «weracidad arquecl6- gicar de la construccién. Spence introdujo la expresién ver- dad narrativa para designar la nuova narrativa construida en el curso del psicoandlisis. La verdad de la narrativa es ‘menos importante que su adecuacién a la historia real del paciente. La historia construida debe ser eoherente, vivida y adecuada, y al mismo tiempo ser eongruente con los re- cuerdos —reales pero irrecuperables— de la infancia. Esto podria explicar en parte por qué elgunos psicoterapeutas in- tentan explicar las dificultades actuales de sus pacientes mediante el recurso de asociarlas con recuerdos reprimidos de abuso sexual (Crews, 1995). En Language and insight, Schafer adopté una perspecti- va mds wittgensteiniana y socio-construccionista, Para Schafer (segtin el andlisis de Madison, 1988, pag. 160), el yo 290 es la manifestacién de una accién, la accién de hablar acer- ca de uno mismo. Su punto de vista es que siempre estamos contando, a los otros y a norotros mismos, historias de quié- ‘nes somes y que las historjas se incluyen siempre en otras historias. El yo es la man'ra mas o menos estable, mas 0 menos emocional, como nos contamos a nosotros mismos, y les contamos a otros, quignes somos y quiénes ‘seguimos siendo en medio de nuestro constante cambio, Schafer se in- teres6, como Spence, en el contenido de la narrativa cons-, truida, pero también se ocupé del proceso narrativo, el mé- todo de construccién, la conversacién narrativa. Para él, el ‘progeso.decontar la historia contione la oportunidad para el cambio. La tarea del terapeuta es ayudar a los pacientes a volver a contar las historias de su vida de manera tal que el cambio sea narrativamente concebible, crefbley alcanzable. Em eta Felacion, el Verapanta so parece a un editor servi cial. La narrativa utilizada en estos enfoques psicoanaltti- cos se centra en el contenido y su utilidad, no en el proceso narrativo. El escritor Kevin Murray (1995) sefiala una dife- rencia entre la ruta del con:enido y la del proceso: «Uno ve a Ja narrativa como un espacio mental que sirve al progreso de un individuo en el mundo, mientras que el otro hace dela nnarrativa una parte de ese mismo uiundo» (pég. 187) ‘Este segundo sendero del giro interpretativo en psicote- rapia llevé al surgimiento de un interés por el lenguaje y el didlogo, donde los puntos clave son el yo dialégico y la psico- terapia como acontecer dialégico. Consideremos este giro interpretative. {Cémo se crean las significaciones que nos atribuimos y que atribuimos a los sucesos de nuestra vida dialdgicamente? ,Cémo se preservan y modifican en el tiempo? ZY eémo participa los terapeutas en este proceso? Una perspectiva relacional del yo y la identidad narrativa En el centro de Jas numerosas narrativas que emergen. en el curso de la organizacién de la conducta, se sittian las {que eontienen elementos articulados en forma de historias ‘propias, descripeiones propias 0 narrativas en primera per- Sona, Estas historias propias influyen sobre nuestra identi- dad: adoptan una ative. ET los v by (9STY sugierer 291 «Desde una perspectiva narrative, el yo noes visto como un dato li 56 lenguaje como ‘una Hiérramienta, sino més bien como un producto del len- ¢guaje, lo que podriamos llamar el yo implicito de decires au- torreferéntes. El propio ser 6 sujeto es el resultado de una praxis discursiva, més que una entidad sustancial dotada de prioridad ontolégica respectode la praxis, o de prioridad epistemolégica en tanto originacor de significado» (pag. 4). Para Polkinghorne (1988), esa través de las historias co- mo adquirimos nuestras «identidades narrativasy: «Logramos nuestra identidad personal y nuestro esquema propio por medio de la configura:ién narrativa, y damos in- ‘tegridad a nuestra existencia cuando la entendemos como la expresién de una historia tniea en desarrollo, Estamos en el medio de nuestras historias y no sabemos con seguri- dad o6mo terminarén; constantemente tenemos que revisar el argumento, conforme nuevos sucesos se van agregando a nuestra vida. El,yo, pues, noes tna cosa estatica o una sus- tancia, sino un configurar de sucesos personales en una uni- dad histérica que incluye no solamente lo que uno ha sido ‘sino también antieipaciones de lo que uno seré (pég. 150). Como el desarrollo de cualquier otra narrativa, el de las narrativas que definen al yo ocurre en un contexto social y local que incluye conversacionesy acciones con otros signif cativos, incluidos nosotros mismos. La perspectiva lingiiis- tica y dialdgica acentia la naturaleza social de un yo que ‘emerge de relaciones y se actualiza en ellas, y nuestra capa- cidad de crear significaciones a través de la conversacién. Esta es la perspectiva lingiitstice-relacional del yo que pro- pone Gergen (1987, 1989, 19916), donde lo:propio (como también lo otro) se realiza en ellenguaje y el didlogo y de- viene un propio ser lingiifstico dial6gico. Como suger! ante- riormente, esto implica que una narrativa nunca represen- ta una tiniea vor, sino un propic ser de autoria multiple, y que, en tanto nos constituimos en el dislogo, estamos en constante cambio, Sarbin (199C) ofrece la interesante re- flexiGn de que nuestras narrativas de nosotros mismos, por courrir en un contexto social, somos productos de una «eola- boracién obligatoria» (pag, 60). 292 ‘No es mi propésito minimizar lo que parece ser una ca- racterfstica de la naturaleza humana, nuestra constante Irisqueda de nosotros mismos y de la austocomprensién, o1o ‘que Madison (1988) denomina nuestros «propios seres de- 8080s», Para Madison, el propio ser «es una funcién de la ‘conversacién con otros propios seres también deseosos, una fancién de las narrativas que nos refuerzan, urdidas tanto ‘en nuestras conversaciones casuales como en las mas serias quo duran toda la noche» (pag. 166). El deseo al que se re- fiere Madison es la exaltacién de uno mismo, €l uno-mismo {que queremos ser y que rotencialmente podemos ser. Ma- dison también insiste en la conversacién con los otros: «Ei tamos siempre intentando, siempre deseando, con otros propios seres, poder convertirnos en el uno mismo que de- seamos ser, y poder ser quienes somos (pég. 165) Bajtin (1981) también ve al yo narrador desde una pers- pectiva dialégica. Influyé mucho sobre é1 el estilo literario de Dostoievski, cuyas historias no son narradas por un au- tor sino por muchos personajes, cada uno de los cuales ofre- ce una versi6n distinta de la historia. En su andlisis de la congtruccién de personajes en Dostoievski, Bajtin sugiere que cada personaje (0 autor) es una pluralidad de voces independientes (por ejemplo otro persumaje, la conciencia, Jos pensamientos interiores u otro imaginado), que dialogan en Jo que él llama una poiifonéa, Para Bajtin, el yo es como una novela polifénica; no es una entidad, una Voz 0 una po- sicién nicas, sino una multiplicidad de cada una de ellas. Como sefialan Hermans et al. (1992), «El concepto del yo como novela polifonica (...) hace posible que un individuo viva en una multiplicidai de mundos, donde cada mundo tione su propio autor que cuenta una historia con relativa- mente independencia de los autores de los otros mundos» (pag. 28). Yo dudo, sin embargo, que emerjan en forma rela- tivamente independiente de los otros. Refiriéndose a las narvativas de pacientes que emergen, ‘ono, en una consulta médica, Rita Charon (1993) también alude a este tipo de polifenfa, o de yos narradores: “Cuando alguien cuenta algo acerca de si mismo en una si- ‘tuacién médiea o psicoterapéutica, hay un yo que cuenta y lun yo que es contado. {Como todo contar, el contar terapéu- ‘ico genera un autor, un autor implicito y un personaje (. 298 Aunque los relatos que los pacientes hacen sobre sf mismos ‘estén basados en sucesos reales, la naturaleza de la situa- cin narrativa hace que los pacien-es produzean cierta ver- si6n de los sucesos reales (las bastardillas son mtas](..) AL contrario de lo que suele suponerse, entonces, el paciente no sla persona (..) es necesario ofr y reconocer multiples vo- ces contradictorias, [que] en su conjunto componen ala per- sona que sufre» (pag. 88). ‘Las historias y las nociones propias no son sino una versién ‘entre muchas que influyen sobre situacién narrativa. Los ppropios seres que emergen de esas historias varfan en rela- cién con el contexto social y las conversaciones con otros ex. ese contexto. ‘La definicion lingtifstica y relacional del yo contrasta mareadamente con su definicién psicol6gica habitual, a la ‘que Bruner (1990) ridiculiza por ser «lo medido por los tests de esquema propiow (pag, 101). Con arreglo a la metéfora narrativa, las historias (propias y otras) determinan quié- res somos 0 quiénes creemos —nosotros y otros— que so- ‘mos Bruner, 1986, 1980; Gergen, 1994; Gergen y Gergen, 1986, 1988; Kitzinger, 1987; Shotter, 1988, 1991a; Surrey, 191). Para Bruner (1990), «Los propios seres que construimos son los resultados de es- te proceso [la narrativa, el contar, el lenguaje] de construc- cign de significados (. ..) Los propios seres no son nticleos de conciencia aislados, encerrados en la mente, sino que estén “distribuidos” interpersonalments. Ni tampoco crecen sin raices, respondiendo solamente al presente; reciben ade- més significado de las cireunstancias histéricas que dicron forma ala cultura de la cual son una expresién» (pag. 138).6 Debemos tener presente, entonces, que las historias propias que escuchamos en terapia no son la tinica historia posible, ni son necesariamente mds veridicas que otras historias. * La defnicin del propio ser ofrecida por Bruner (1986) se pareco mu- cho a la del construccioniste social; sin embargo, Bruner se autedefine ‘constructivita(pég. 130). 294 La evanguardia» donde sucedi6 el cambio La psicologia social, sobre todo la teorfa del construccio- nismo social, fue el terreno donde arecié el interés por lo personal —por la persona, la iniciativa, la accién mds que por las eausas, conductas y sbjetos—y donde emergié la no- ‘in de la construecién social del propio ser» (Shotter, 1989, pag. 136). Aunque son muchos los autores que merecen ser reconocidos por haber estado a la vanguardia de este movi- miento (Gergen, 1982, 1988; Harré, 1979, 1983; Harré y Se~ cord, 1972; Polkinghorne, 1988; Potter y Wetherell, 1987; Shotter, 1975, 1989), las contribuciones cruciales han sido las de Gergen, Harré y Shotter. Con algunas variantes, los, tres han enfocado el proces» de ereacién de la identidad, no suestructura.? El primer intento visible de atribuir una influencia pri- ‘mordial a los aspectos socisles y relacionales dea construc- cin del propio ser ha sido, quiz4, la investigacién de Gergen. (1977) sobre el esquema propio y la estima propia que va- ‘rian segxin el contexto sociel y los comentarios de los partici- ppantes de ese contexto. A partir de sus observaciones, Ger- ‘gen propuso el concepto de autoria relacional, y sugiri6 que ‘1 propio ser y la identida] propia son realidadca narrati ‘vas, construidas socialmente en el lenguaje, Las identida- des propias son una funciéa de las historias, construidas so- cialmente, que narramos continuamente, a los otros y a no- ‘otros mismos. Nuestras ientidades propias son uns mani- festacién de nucstras conversaciones y acciones con otros y con nosotros mismos, ¥ son generadas por ellas. Estas reali- dades narrativas, socialmente construidas, otorgan signifi- cado y organizacién no solamente a los sucesos y experien- cias de nuestra vida, sino a nuestras identidades propias, cuyas definiciones y explicaciones cambian constantemente ‘a medida que la interaccién social varia. Este proceso es si- millar a lo que Bruner (1990) denominé eproduccién de sen- tidor (pag. 12). El eoncepto de un «yo relacional, construido socialmen- te (Gergen, 1973, 1985, 1991), trasciende los conceptos de 7 Gergen, Harré y Shotter también estén ala vanguardia del reto a las tradiciones modernistas de Ia psicologfa en general, y 8 sus pretensiones cientificas en particular. 295 autoria y coautoria individual (Gergen, 1973; Gergen y Tay- Jor, 1969; Morse y Gergen, 1970), y describe en cambio al propio ser como una construccién social con multiples au- fores: «Los relatos narratives estn insartos en la accién social, Los sucosos se hacen visibles socialmente (...) y por lo co- ‘iin son utilizados para establecer expectativas hacia suce- sos futuros(, ..) Las narrativas propias no son, fundamen- talmente, posesiones del individuo; ms bien son productos del intercambio social —posesiores del socius» (Gergen y Gergen, 1988, pag. 18) Es decir que una narrativa nunca representa una voz singular. Siempre somos tantos propios seres y propios se- res potenciales como los que se insertan en nuestras conver saciones y relaciones. Gergen (1994) aclara que estas identi- dades propias, que nos marcan quiénes somos 0 creemos ser, como la idea misma de un propio ser, «no son impulsos personales que devienen sociales, sino procesos sociales que se realizan en el sitio de lo personal» (pag. 210). De hecho, Gergen (19885) llega a afirmar:

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