CAMPEADOR
CID
N Burgos, la discusién que trajo el nuncio
entre sus pliegues episcopales y morados
como una manzana rellena de discordias,
afiebra las cabezas y enronquece las gar-
gantas.
Estallé la manzana en medio de la asamblea y los
gusanos se debaten en el suelo, se enredan en los pies.
jAh! La manzana. Mirifico fruto de creptisculo. Desde
los tiempos de Addn hasta hoy, este fruto no nos ha traido
nada bueno, y mucho me temo que no esconda todavia
en su bolsa mas de alguna desgracia imprevista. Porque
la manzana es un fruto de engafio y de trampa, aliado
de serpientes, enemigo del hombre. Durante miles de
afios escondié en sus adentros las leyes de la gravitacién
universal, y se necesité toda la audacia de un hombre
de imaginacién para arrancdrselas.
Manzana. Fruta equivoca, balanceando entre fruto y
legumbre, tan patata, que la lengua francesa sélo la dis-
tingue de la patata por su posicién en el espacio. Pomme
de terre en vez de pomme a secas.
107V. HUIDOBRO
Detesto la manzana, porque detesto todo lo indeciso,
O fruta o legumbre; no vacile usted mds; ;qué diablos!
En mi imaginacién la veo cerrdndonos las puertas
del Paraiso con toda la fria redondez de su forma redonda,
Redonda como la tierra, como el aburrimiento, como
la malicia.
La empufiadura de la puerta del Paraiso es una man-
zana, Una manzana aceitada, resbaladiza, tan aceitada
que no hay forma de hacerla dar vueltas.
Tengo por cierto que haciendo un agujero a una
manzana y mirando al interior con un microscopio, un
buen microscopio, y con mucha atencién, se verfa atin
a Addn y Eva con sus caras de bobos, hipnotizados por
el Arbol de la fatalidad.
Asi, nada tiene de extrafio, que siguiendo su tradi-
cién, la manzana que el nuncio trajo a Burgos, tenga
revuelto a todo el mundo.
Se debaten los prelados, gritan los tedlogos, chillan
los juristas, se encolerizan los nobles y la palabra ex-
comunién, cada cinco minutos cae como una bomba y
deja temblando todas las piernas, desde las del rey hasta
las del ultimo escribiente.
La atmésfera se hace pesada, irrespirable de suplicas
y amenazas. Va a estallar la tempestad y en los hdbitos
del nuncio se ven reflejos eléctricos. Rayos y relampagos
se preparan, se entrenan para salir al medio.
Felizmente en este instante un vocerfo que viene de
afuera hace callar todos los labios.
El vocerio crece, aumenta, engorda. Airado el rey se
precipita a sus balcones. Se asoma del interior con gesto
airado... y vuelve al interior el rostro, abierto en una
larga sonrisa mondrquica.
Afuera el pueblo se aparta como en dos orillas al
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paso de un rio, Al medio, Rodrigo Diaz y los hombres
de Vivar, envueltos en aullidos de victoria vienen en-
trando al palacio. Todos visten oro y seda, Rodrigo viste
armas de sol; todos espadas cefiidas, Rodrigo estoque de
luz; todos con lanzas al cielo, Rodrigo la lanza més alta
entre su guante mallado; todos sombreros muy ricos,
Rodrigo un casco de aurora bajo un bonete arrebol. En
ese instante es él el punto mds luminoso del universo.
Diego Lainez, que se ha adelantado a los suyos, ya
esta junto al rey.
—Rey Fernando—dice el viejo—, ah{ tenéis a mi
hijo de vuelta de su campafia, con cinco reyes moros
prisioneros y un gran ejército de cautivos.
—Que venga a mi—exclama el rey—, que venga a mis
brazos ese Ruy Diaz, que venga ese diablo y le6n bravo.
Volviéndose al embajador del Papa, el rey agrega:
—Mirad, monsefior; he ahi lo que hacen mis hombres
contra el infiel, mientras vos venis de Roma con frases
de lucha entre cristianos.
Bajo un halo de admiracién, Rodrigo avanza hacia el
rey, y al besarle la mano, le dice:
—No me tengo por honrado en besar mano de rey; al
besar la de mi rey, sf me siento muy honrado.
—Ven a mis brazos, Rodrigo—responde el rey—. Un
vasallo como ti, no es vasallo, sino sostén, columna de
un trono, ornato de una corte.
—Sefior —exclama Rodrigo—, os he traido cinco reyes
tributarios, por un conde que os maté.
—Cinco reyes tributarios—repite el rey—, ahora que
el emperador Enrique, apoyado por el Papa, me manda
una embajada pidiendo tributo y parias.
—aeQué decis, sefior?—grita Rodrigo—. gCastilla pa-
tias, por qué?
109Vv. HUIDOBRO
—Dice el Papa que todo el mundo cristiano las rinde
y las paga a Enrique. A ver tu consejo, Rodrigo. Bien
puede hablar quien cinco reyes trae a su rey. Habla;
aqué piensas? gqué dices?
—Que esta tierra que ganaron a espada y lanza nues-
tros abuelos es libre y por lo tanto no debe parias a nadie.
Dar parias, pagar tributo, significa reconocer otra sobe-
rania, aceptar esclavitud. Yo no acepto otro rey que vos,
a quien de buen grado he reconocido tal. Mas si vos acep-
tais rendir parias al extranjero, yo dejaré de ser vuestro
vasallo y me iré por mi cuenta a conquistar tierras de
moros.
—Dice el nuncio—objeta el rey—que el Papa es el
rey de los reyes y el sefior del universo.
—De sus almas—responde Rodrigo—, no de los te-
rrenos.
—Sostiene el emperador que cobré parias en otros
tiempos.
—Los que entonces las pagaron con aquel tiempo se
fueron. Que repita el nuncio en Roma, que decimos en
Castilla que Papa y Emperador son aqui extranjeros y
nadie les dara tributo.
—Tiene raz6n Ruy Diaz—dice el rey.
El nuncio se levanta y amenaza:
—La célera del cielo caerd sobre vosotros.
Rodrigo, rojo, irritado, brama:
—La célera del cielo no esté en vuestras manos, sino
en las manos de Dios. Soy cristiano, vengo de pelear por
Cristo y mafiana por Cristo volveré al campo, y en su
nombre ofreceré al enemigo mi cabeza; pero esta cabeza
que doy por Cristo no se dobla a ningun yugo. Yo no
entiendo de discursos, sélo sé que no he nacido esclavo
y que esclavo no seré; no sé de argucias, soy hombre de
110MIO CID CAMPEADOR
campo y sé campear y en el campo defender mi libertad.
Al oir estas palabras un docto se levanta y en tono
despreciativo le lanza a la faz como un guante melifluo:
—EI mancebo confiesa que no entiende una palabra
de lo que aqui tratamos. No es docto, no le gustan los
libros; le gusta campear, es campeador.
—Es campeador—rie el nuncio en carcajadas de
vidrios rotos.
—Es campeador—va de boca en boca, entre los timo-
ratos que no tienen mas fuerza de defensa que su ironfa.
—Es campeador, resbala entre los labios untuosos de
la envidia.
—Soy campeador—grita Rodrigo, cogiendo la burla
como una pelota, aceptando orgulloso el calificativo y
lanzdndolo al firmamento—. Soy campeador, y vosotros,
raza de siervos, gqué sois? Soy campeador y os demos-
traré en el campo lo que esto significa.
¥ la palabra de Ja burla en sus labios se dignifica, se
dora, brilla, relampaguea, se hace blasén, se hace estrella.
—Es campeador—dice el rey—, y por serlo ser4 en
mi corte el primero.
Rodrigo se yergue fieramente y sus labios aun pare-
cen saborear la palabra de la ironfa: Campeador. ;Qué
voluptuoso sabor da a su garganta esta palabra! Mirando
al rey agradecido, agrega con los labios atin gustosos del
adjetivo:
—Rey Fernando, enviad al Papa vuestros doctos que
lo convenzan de su error, y enviadme a mi con diez mil
guerreros a convencer al Emperador. Veremos quién hace
mds, si un campeador o diez doctos.
—Irds contra el emperador, te concedo diez mil hom-
bres, y luego ti mismo irds a hablar con el Papa. Serds
campeador y docto. Campeador te has mostrado insupe-
rirV. HUIDOBRO
rable y docto mds que todos estos otros. Tienes la ciencia
del alma, la ciencia pura del campo, la ciencia del buen
sentido, la unica que siempre encuentra la palabra ver-
dadera, sin enredos ni artificios, cuadrada como piedra
de monumento,
—Sefior, mi brazo es vuestro, mandad en él—res-
ponde Rodrigo—; mi espada sostendra vuestro honor y el
honor de Castilla, contra todos los pueblos.de la tierra.
Un momento la asamblea queda en suspenso, y de
repente el entusiasmo tomando todas las manos, liber-
tando las manos de las cabezas, prorrumpe en un solo
aplauso, undnime, compacto, en un aplauso de hoguera.
El rey y Diego Lainez se abrazan emocionados como
si ambos fueran padres de tal hijo.
Aprovecha el instante Rodrigo para decir al rey:
—Este asunto se ha acabado, Sefior; Dios dird pronto
la ultima palabra. Por el momento bajemos al patio,
donde quiero presentaros los cinco reyes cautivos que
serdn vuestros vasallos y toda la tropa mora que bese el
suelo ante vos.
—Bajemos, Rodrigo; vamos, mi campeador, a ver tu
presa guerrera y contemplar tu gran triunfo.
Al ver al rey y a Rodrigo bajando las escaleras, el
pueblo arremolinado en torno de los guerreros de Vivar
y de sus cautivos, prorrumpe en un griterfo de entu-
siasmo que levanta el cielo mil metros mds de su altura
habitual.
Rodrigo presenta al rey sus nuevos vasallos y los
cinco reyes cautivos inclinan ante el rey todo su oriente
esplendoroso, sus frentes Ilenas de Koran, sus ojos de
mil mezquitas, sus corazones de mil huries.
—1Viva el rey! ;Viva Rodrigo!
~ {Viva Rodrigo! ;Viva el rey!
112MIO CID CAMPEADOR
Y una voz extrafia se ofa entre las otras voces: ;Sidi.
Sidi. Sidi Rodrigo, Viva el Sidi Rodrigo!
Esta voz ya la habfan oido en el campo los soldados
de Vivar, la habian oido cuando volvian con los cautivos,
La habian oido entre el polvo del camino.
gDe dénde salia? ¢Qué significaba? Salia de las pie-
dras, brotaba de la tierra y ellos iban repitiéndola sin
entenderla. Cid Rodrigo. Cid Rodrigo. Se les habia pegado
al coraz6n, se les habia aferrado a la lengua, como las
lianas de los drboles de donde nacia, Cid Rodrigo,
Cidi. Cid.
2Quién fué el primero en proferirla?
Imposible saberlo. Ninguno de ellos lo sabia; se en-
contré de repente sobre todos los labios.
gNacié de la tierra? gCay6 del cielo?
Imposible saberlo. De la tierra y del cielo, de las pie-
dras y los Arboles, del polvo y del aire. Nacié de todas
partes al mismo tiempo. Llené el espacio como la luz.
—jViva el rey! jViva Ruy Diaz!—seguia el griterio.
—jViva el Cid! Sidi Rodrigo. {Viva el Cid!—La pala-
bra persistente sobresale entre todas, levanta la cabeza
por encima de todas.
—zQué significa Cid?—pregunta el rey—; zqué sig-
nifica esa palabra, Cid?
Una voz docta y anénima responde:
—Significa sefior. Sefior en arabe es sidi.
—Y bien, puesto que asi te llaman tus vencidos—dijo
el rey—y que tal nombre suena a triunfo y a mascota,
desde hoy todos te Ilamaremos Cid. Ya sabes, mi campea-
dor, mi orgullo, mi capitan, desde hoy te llamas Cid.
Levanté Rodrigo la cabeza al cielo como para recibir
el bautismo. La levanté alta, tan alta que las nubes le
rodearon y un dedo sagrado escribié en su frente: Cid.
113 8V. HUIDOBRO
—Hermoso nombre tiene mi campeador—repetia
el rey.
Cid. Cid. Cid Campeador.
Desde este momento Rodrigo Diaz de Vivar se llama
el Cid Campeador y con este nombre se sienta sobre la
creacién,
Y asi de una palabra brotada de la ironfa y otra na-
cida del seno de la tierra, del alma oscura y confusa del
destino, se formé el nombre mds extraordinario y singu-
lar de la epopeya: Cid Campeador.
El corazén de Espafia se dilata a ese solo nombre y
se hace universal.
Ungido, transfigurado, Rodrigo se yergue sobre los
talones de los mds altos montes. El rey lo besa en la
frente como para consagrar el bautizo, y elevando los
ojos al cielo ambos pasan en un vuelo inmenso sobre la
tierra,
(Hay un ruido de palmas, hay un rumor de versos.
Rodrigo entra como un tren en la gloria.
La multitud se hace una sola garganta para gritar:
—jViva el Cid Campeador!
Espafia se hace un solo eco para repetir:
—iViva el Cid Campeador!
EI nombre sube, sube al espacio, se condensa, se elec-
triza y vuelve a caer sobre la tierra en Iluvia de herofsmos.
—iViva el Cid Campeador!
Una bandada de golondrinas pasa volando, pesca el
nombre al vuelo, y va a repetitlo por todos los rincones
del mundo:
—Mio Cid. Mio Cid, van chillando las golondrinas.
Espaiia se agranda de todas las leguas de esta palabra.
Asi el nombre Cid brota repentino de los poros de la
tierra y se encuentra instalado sobre todos los labios, can-
114MIO CID CAMPEADOR
tante como un arbol de luz. Nace, crece, sube al cielo, se
multiplica, se hace selva, invade las Hanuras, cruza los
rios, traspone las cordilleras, cubre a Espafia, salta las
fronteras y los mares, Ilena a Europa, desborda del mun-
do, crece, erece, asciende, asciende, y se para arriba en
el cenit, hinchado de esperanzas.
Historia y Geograffa se obsesionan con su nombre.
Cid hacia el norte, Cid hacia el sur, Cid hacia el este,
Cid hacia el oeste. La rosa de los vientos huele a Cid
Campeador.
Sobrepasa todas las banderas y todos los pajaros. Hece
un ruido de mil banderas y de mil pajaros.
Abajo todos contemplan, Morando, arrodillados." Un
millén de cabezas son un ramo de ofrenda,
El heroico nombre, enredado en laureles, forma un
nido de dguila en el punto mas alto de la historia, dando
a la historia vibraciones de poema. Alla en la eternidad,
anidado en las cuerdas de un laud,
CID. CID. CID.
Campeador.
CID CAMPEADOR.
Una alondra sale disparada como un cohete y estalla
cantando sobre Espaiia.
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