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1 JUL 1981
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Yo nac y crec en el Caribe. Lo conozco pas por pas, isla por isla, y tal vez de all
provenga mi frustracin de que nunca se me ha ocurrido nada ni he podido hacer nada
que sea ms asombroso que la realidad. Lo ms lejos que he podido llegar es a
trasponerla con recursos poticos, pero no hay una sola lnea en ninguno de mis libros
que no tenga su origen en un hecho real. Una de esas trasposiciones es el estigma de la
cola de cerdo que tanto inquietaba a la estirpe de los Buenda en Cien aos de soledad.
Yo hubiera podido recurrir a otra imagen cualquiera, pero pens que el temor al
nacimiento de un hijo con cola de cerdo era la que menos probabilidades tena de
coincidir con la realidad. Sin embargo, tan pronto como la novela empez a ser conocida,
surgieron en distintos lugares de las Amricas las confesiones de hombres y mujeres que
tenan algo semejante a una cola de cerdo. En Barranquilla, un joven se mostr en los
peridicos: haba nacido y crecido con aquella cola, pero nunca lo haba revelado, hasta
que ley Cien aos de soledad. Su explicacin era ms asombrosa que su cola. Nunca
quise decir que la tena porque me daba vergenza, dijo, pero ahora, leyendo la novela
y oyendo a la gente que la ha ledo, me he dado cuenta de que es una cosa natural.
Poco despus, un lector me mand el recorte de la foto de una nia de Sel, capital de
Corea del Sur, que naci con una cola de cerdo. Al contrario de lo que yo pensaba cuando
escrib la novela, a la nia de Sel le cortaron la cola y sobrevivi.
En sntesis, los escritores de Amrica Latina y el Caribe tenemos que reconocer, con la
mano en el corazn, que la realidad es mejor escritor que nosotros. Nuestro destino, y tal
vez nuestra gloria, es tratar de imitarla con humildad, y lo mejor que nos sea posible.