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12 de mayo de 2010
Instituto sedes SAPIENTIAE
Departamento de Psicanálise
San Pablo - Brasil
Bueno, un par de días antes de venir para acá, leyendo cosas de Hegel,
tropecé con una frase que me interesó, la retuve para traerla, dice…, la
voy a reproducir, no tengo exactamente de memoria. La idea es una
paradoja pero, los conceptos de los cuales nos sentimos más seguros
suelen ser los más insuficientes. Me parecía que algo podía valer para
las prácticas nuestras, además, pienso que cuando de pensar se trata
no es bueno estar seguro. La seguridad puede ser buena en algunas
regiones de la vida, si es posible tenerla, pero no en el terreno del
pensamiento y menos en el terreno psicoanalítico.
Una cosa es pensar, y otra cosa es pensar con qué pensamos, pero en
el momento de pensar, echamos mano de lo que podemos, echamos
mano de lo que está por ahí, de lo que podemos utilizar. Entonces, qué
pasa, señala Derrida, un pensamiento es nuevo, pero su vocabulario no
lo es, porque no se puede formularlo con neologismos, o a lo mejor
podría haber un neologismo pero no todo un sistema de neologismos.
Entonces, ese pensamiento nuevo echa mano de términos muy viejos y
que tienen mucha carga, mucho arrastre muy viejo, ¿de dónde?, ¿de
dónde viene eso?. Y ¿de dónde viene eso que pegamos para pensar?,
y…, de donde salieron todos nuestros motivos conceptuales, no solo en
el Psicoanálisis, sino en general, de dónde salieron todos nuestros
repertorios de oposiciones conceptuales, nociones, motivos, de la
metafísica occidental.
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Entonces, “con qué pensamos”, ahí está la contradicción –dice Derrida-,
estamos comprometidos, pensar de pronto cosas muy nuevas, como las
que trajo el Psicoanálisis, que verdaderamente trajo algunas cosas muy
nuevas, con términos y conglomerados conceptuales muy viejos.
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Actualmente, en los últimos años, acá en Brasil más que en Argentina
se desarrolló todo un trabajo de lectura muy importante, por ejemplo
con Loparic, yo desde mi propia práctica también, vengo haciendo
trabajo de lectura de Winnicott, pero no para ser winnicottiano –aclaro
esto- por la propensión que tenemos a ponernos… Justamente,
reapropiaciones.
Ahora, en Winnicott, una de las problemáticas que obsesiona a
Winnicott, atormentan e interrogan su obra todo el tiempo es: en qué
condiciones puedo tener una experiencia que sea propia, que pueda
llamar propia. Qué condiciones tienen que darse, por ejemplo,
ambientales además de personales para tener una experiencia que sea
propia, que no me vea despojado de mi propia experiencia. Que no se
me expropie mi experiencia, eso es continuo en Winnicott cuando dice
por ejemplo, este paciente no es una persona porque todo lo que tiene
en él son actos de reapropiación que los demás hicieron sobre él y de
los que él no se supo defender. Entonces, lo que vemos de él son las
reacciones de él a un ambiente determinado y no sabemos para nada
cómo sería él si hubiera podido desarrollarse.
En Winnicott, el tema de “lo propio”, es un tema muy continuo y esto
tiene mucha importancia clínica. Winnicott estudia por ejemplo, cómo un
gesto de juego que inicia un niño pequeño puede ser interferido.
Interferido por el adulto que está con él, que puede ser la madre, en los
ejemplos siempre está la madre pero esto no es para nada así.
Supongamos, cada vez que el chico tiene una iniciativa, ese gesto de
iniciativa que ya tiene un bebé cuando tiende la mano hacia algo en
particular o cuando propone algún juego, el adulto –estoy hablando de
cuando pasa esto, a veces no ocurre esto-, a veces el adulto puede
acompañar la propuesta del menino, acompañarla, como también
tendría que hacer el analista para que se lleve a cabo. Para poder tener
una experiencia propia, Winnicott insiste en una experiencia que pueda
iniciar, seguir y terminar por su propia cuenta.
Esto con un ejemplo que es fácil de ver, Winnicott se pelea con los
pediatras de su tiempo cuando interfieren la relación madre – bebé,
porque ponen, a tal edad hay que destetarlo, a tal edad desmamar, y dar
de mamar tantos minutos y tantas horas. Eso, dice Winnicott, arruina la
experiencia que pueden hacer la madre y el bebé, no lo deja al bebé,
por ejemplo, desmamarse a su propio ritmo. Porque a su propio ritmo el
bebé se desmamaría, no es que hace falta una intervención externa
para que se desmame. Y a su propio ritmo además, entre la madre y el
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bebé se desmamaría, estamos hablando de condiciones no patológicas,
él habla ahí en términos generales.
Entonces, ahí puede haber una política de reapropiación donde el
chico…, supongamos, entra un papá con su hijo a la entrevista porque el
chiquito tiene dos años y medio, a esa edad no quiere entrar solo entra
con su papá. El chiquito empieza a agarrar unas cosas, el papá está
muy interesado porque él dice que está entusiasmado, porque el
menino pese a ser tan pequeño ya se interesa en canetas, en hacer
trazos. Entonces, el menino agarra briquedos para jugar, y el papá le
dice: “¿Y por qué no le mostrás al Dr. los trazos que hacés?” y le da una
hoja.
Es un ejemplo de interferencia y de reapropiación de una iniciativa, en
vez de acompañar la iniciativa del niño hay una intervención que se
reapropia la iniciativa, la iniciativa es mía, yo te digo por dónde tenés
que empezar.
En otros niveles podría verse esto cuando hay una reapropiación de la
autonomía del niño. Por ejemplo, nos enteramos que no se viste solo,
no va al baño solo, todos los procesos que van implicando los pasos de
autonomía están como coartados por intervenciones familiares que se
reapropian la autonomía, que pasiviza ahí al niño. Activo ahí la madre, el
padre, la abuela, quien sea y el niño ahí está pasivo. Por supuesto, esto
no es fatal, porque hay meninos que se someten a estas operaciones y
meninos que se resisten contra estas operaciones. Hay ahí situaciones
singulares que se dejan estudiar caso por caso.
Hay procesos de reapropiación que son más graves todavía, porque
afecta, hiere, pueden herir mortalmente el que para el niño lo que hace
tenga un sentido, que su acción tenga sentido. Digámoslo de una
manera muy simple, un bebé llora, y cuando llora por lo general viene
alguien, acude alguien la mãe. A lo mejor, el que acude, acude cariñoso,
disponible, a lo mejor acude malhumorado o tenso, sin vontade, a lo
mejor acude ansioso o ambivalente, pero acude alguien.
De esa manera, para el menino, su llanto adquiere sentido, algo se
modifica en el mundo, algo cambia, algo troca en la realidad, aparece
alguien. No importa que venga bravo con el menino, eso es un tema
aparte, pero viene alguien.
Ahora, el menino lloraba, lloraba y nunca viene nadie, el llorar perdería
todo sentido subjetivo, se le reapropiaría el sentido, se le despojaría, se
le expropiaría el sentido de llorar. En verdad, el que pensó esto con más
lucidez, con una lucidez un tanto siniestra pero notablemente aguda, fue
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el padre de este famoso Schreber sobre el que Freud escribió. Luego se
pudo conocer años después las obras pedagógicas de Schreber padre,
y hay algunos trabajos psicoanalíticos interesantes que conocemos, que
seguramente ustedes habrán visto sobre estas obras.
Schreber padre tiene muy claro que al niño hay que arrebatarle toda
autonomía y toda ilusión de ser causa de algo de entrada, del principio,
desde el primer día de vida. Hay que dominar al niño, hay que expropiar
de raíz toda experiencia que el niño pueda hacer de: “esto tiene que ver
con mi deseo. Esto lo produje yo. Esto lo causé yo, yo causé que viniera
mamá”.
Schreber padre muy coherente, que para el tipo de niño que él quiere
tener, un niño en el que algunos vieron la prefiguración del niño nazi, lo
cual es un poco anacrónico pero pueden ser elementos válidos de
prehistoria, para el niño que él quiere tener tiene que ser un niño que
está totalmente expropiado, desapropiado de cualquier posibilidad
propia que queda siempre del lado de los otros.
Yo estoy dando un campo para hablar de esto de “desapropiación”,
multiplicando ejemplos, que es un viejo método de Freud. Multiplicar
ejemplos que se piensan entre ellos.
Hay un pasaje de San Agustín, en las confesiones de San Agustín que
es su biografía, siglo V después de Cristo, un pasaje muy impresionante.
San Agustín está hablando del amamantamiento, de la lactancia, de la
mamá dándole de mamar a él, entonces San Agustín dice lo siguiente:
que es Dios, Dios Padre claro, quien le da de mamar a través de la
madre, la leche viene de Dios. Es un ejemplo muy interesante porque
hay una doble desapropiación, una doble reapropiación.
La madre queda convertida en un conducto, un tubo por el que pasa la
leche, un tubo sin producción, la producción queda del lado de Dios, la
madre queda desapropiada de la producción y el bebé queda
desapropiado de su propio trabajo de producción que al succionar ayuda
a producir leche. La pareja madre-bebé queda desapropiada en
beneficio de Dios. La madre queda convertida en un intermediario, un
tubo por donde la leche pasa, y el bebé queda como un ser pasivo que
recibe de Dios esa leche nutricia. Como para ver que esto es muy
antiguo.
Pero hace poco, leía en un trabajo psicoanalítico lo siguiente, el trabajo
estaba hablando de las relaciones de la mamá con el deambulador, del
año a los tres años, el chiquito que toca todo, que explora que hay que
nos deja agotados si estamos en contacto con él.
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Entonces, se escribe lo siguiente, que la madre tiene que estar diciendo
“no” todo el tiempo a este chiquito, “no toques esto porque te podes
quemar, no toques esto porque se rompe”… Introduce “noes” en la
crianza. Entonces, escribe lo siguiente, que el chico esos “noes” se los
representa como noes del padre. Los noes los dice la madre, pero
aunque los diga la madre dice el autor, los noes para el chico se
inscriben como noes del padre.
Es una interesante reapropiación, la madre queda desapropiada del no
en beneficio del padre. Hay una teoría de género ahí, los noes de la
madre que es algo tan importante como el “no”, la madre es un mero
transmisor. Por otra parte, eso se afirma sin mayores preocupaciones
por alguna prueba clínica de eso, es verdad que un chico puede pensar:
“mamá me dijo no porque papá le dijo que me dijera no”. Pero de ahí a
decir que todo no de la madre el chico lo interpreta como un no que
viene del padre, parece una generalización abusiva, de lo que además
desapropia a la madre del “no”, sólo para hacer del padre el lugar de la
ley, con esa finalidad teórica.
No importa ahora detenerse en eso, sino, ver la polivalencia de estos
procesos de reapropiación que justifican un desplazamiento que se
produce en los textos de Winnicott, cambio de acento, con respecto al
Psicoanálisis clásico.
Con respecto al término o al concepto de experiencia, en el
Psicoanálisis clásico el acento en las experiencias como experiencias
sexuales infantiles, esas son las experiencias en las que
primordialmente se interesa toda una época del Psicoanálisis. Una
época muy rica caracterizada por el descubrimiento de las experiencias
sexuales infantiles y además de eso lo seguimos haciendo, porque no
es que es algo que ya no pensemos más, pero hay un desplazamiento
temático y problemático. Incluso por la clínica de nuestros días,
Winnicott marca que el punto que el va a trabajar es más no el contenido
de la experiencia en tanto sexual infantil, sino, la capacidad para tener
una experiencia que sea verdaderamente una experiencia. O sea, que
tenga el sello de algo propio.
La capacidad para tener experiencias, Winnicott va a insistir mucho en
eso, por ejemplo, de pronto algo que puede parecer una experiencia es
simplemente obediencia. Diríamos, adaptación a lo que se espera de mí,
de lo que se desea de mí, adaptación al deseo de los otros, eso es lo
que sería para Winnicott la “normalidad”. O la diferencia entre
normalidad y salud. La normalidad, dice él, se basa en adaptación, en
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obediencia, en sumisión. Entonces, si predomina eso algo puede
parecer una experiencia propia pero no serlo.
Entonces, un brillante alumno del primario y del secundario que tuve de
paciente fracasó de una manera terrible cuando entró en la universidad,
y porque la universidad ya tenía que ser una elección de él. Ya no era
llevar la buena nota a los padres, y él no tenía con qué sostener una
experiencia propia, que había sido siempre un brillante alumno. Estoy
simplificando un poco el material, pero es un tema que actualmente me
convoca mucho, que implica muchas cuestiones de diagnóstico
diferencial, porque nadie viene con un cartel que diga “experiencia
propia” – “experiencia ajena”. Dilucidar si esto tiene que ver con algo
propio, propio no quiere decir solo lo hice yo, lo propio construido con
otros pero “lo propio” o está desapropiado de esa posibilidad es todo un
eje que personalmente me interesa mucho. Sobre todo, trabajando con
crianzas y adolescentes pero en verdad, en la edad adulta, esto se
replantea muchas veces de muchas maneras. Al respecto hay un libro
muy interesante de Sami Alí sobre cáncer de mama, donde algunas de
estas mujeres que han tenido cáncer de mama de 50 años de pronto
dicen: “A raíz del cáncer, casi gracias al tumor por primera vez pensé
qué es mi propia vida, qué quiero yo hacer”. Y tenía la edad que tenía,
esta es una problemática que no tiene edad, además de que hay tantas
condiciones del medio que dificultan u obstruyen gravemente la
capacidad para tener una experiencia.
Pensemos en un garoto de la rua, obviamente…
Es hora de que yo termine y podamos debatir un poco todo esto, antes
de pasar a la cuestión de yantar y beber, que es como lo
verdaderamente importante.
Digamos, cerrando esto sin cerrar, la cuestión de “con qué pensamos”,
me llevó clínicamente por este camino y ciertos pluses entre la obra de
Derrida y la de Winnicott a detenerme bastante en este punto.
No es que es la única cuestión importante, pero muchas veces esta
cuestión de: “¿se trata de una experiencia propia, iniciada a partir
de…?”. Son tantos los procesos de pasivación que sufrimos, son tantas
las relaciones de dominio, porque siempre hay cuestiones de poder en
esto. Las reapropiaciones son siempre en beneficio de algún poder,
donde encontramos figuras típicas del poder.
Bueno, me gustaría ahora abrir un poco…
(Lectura de preguntas/comentarios, inaudibles).
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Bueno, es un tema muy complejo que a veces nos asombra porque en
general somos todos analizados, y uno esperaría que el análisis liberase
un poco nuestras cabezas. Pero parece que nos resistimos bastante,
porque, a ver…
Contesto al azar, improvisando, en la Universidad de Buenos Aires,
donde yo soy profesor desde que volvió la democracia, desde 1984, es
muy frecuente que en las bibliografías de las materias psicoanalíticas
haya ausencia total de autores argentinos, sean contemporáneos o
pasados, que predominen siempre autores de origen francés o inglés
por lo general. Y a veces, dentro de eso mismo una restricción. Pero voy
al punto, de no por un nacionalismo que sería cómico o de opereta pero,
nosotros mismos no reconocer nuestra producción. Por ejemplo, la
originalidad, la invención de muchas prácticas, de muchos formatos no
convencionales, en distintas experiencias en Buenos Aires, y también
acá en Brasil, es muy grande. Pero, muchas veces el mismo colega que
fue capaz de inventar una manera de utilizar el Psicoanálisis en una
situación no típica, cuando tiene que ver un trabajo se pone el sgte de
algún gran sgte y lee un trabajo sin personalidad, donde lo que él hace
está lejos de lo que dice. Ese colega es más interesante en el pasillo,
entonces digamos que cuando sube al estrado…, esto ocurre mucho,
como si dijéramos melancólicamente.
Bueno, a veces se ha hablado de colonialismo, de formas de
colonialismo cultural, no cabe duda, esas asimetrías entre el norte y el
sur, donde hay muchos efectos de reapropiación. La misma deuda
externa podría ser ilustrativa de esto, en verdad, primero nos roban,
después nos prestan un pedacito de lo que nos robaron carísimo, y nos
quieren cobrar. Quién debe a quién. A veces lo de reapropiación linda
con algunas ideas de Marx aunque de una manera distinta y con una
amplitud mucho mayor que no se limita a lo económico. Pero en este
caso, a veces la autocensura del colega, que se censura su propia
creatividad, y empieza a citar a Lacan, a Freud, a este, al otro…, que no
siempre sería necesario.
Es un problema grande, aunque me parece que hay desde que yo
empecé a trabajar a fines de la década del ’60 hasta ahora, yo diría, por
lo menos en mi propia experiencia en Buenos Aires y en algún otros
lugares que hay una tendencia a una mayor pluralismo, diversidad. Las
particiones del Psicoanálisis podrían servir de algo si sirvieran para
descentrar al Psicoanálisis de sí mismo y no buscar un centro verdadero
del Psicoanálisis.
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El verdadero Psicoanálisis en la segunda fundación que hizo Lacan, o
cosas por el estilo. En supervisiones también uno lo ve, a veces el
colega que se disculpa por inventar alguna pequeña cosa, como a veces
inventamos en las sesiones.
Desgraciadamente, la enseñanza del Psicoanálisis en la IPA pero luego
con en las instituciones lacanianas no mejoraron nada eso, se basa
demasiado en el principio de autoridad, el que dice…
Hay muchos trabajos que empiezan así: “Dice Lacan…”, “Dice Freud…”,
la función de la cita como llamado al orden, como encuadrarse. “Dice…”,
pero no propone para debatir, con los textos es importante mantener
una relación viviente. Pero para eso hay que ser…, cómo es una
relación viviente, no puede ser tan respetuosa, una relación erótica no
puede ser tan respetuosa, tiene que ser más…, sino…
(Lectura de preguntas – inaudible).
Sí, podría suscribir que propongo y me propongo algo así, y lo de
introducir el brincar, ese punto, creo que no es metafórico. Yo lo tomaría
bien real, en el sentido de que, influye además la clínica del profesor
después de tener tanta gente joven, en la universidad y otros lugares.
Como que falta brincar con el pensamiento, falta brincar con las
teorizaciones, pero eso no es una manera pintoresca de decir, no es una
analogía sino que tiene eso que verdaderamente, las ideas deben ser
tratadas como brinquedos, tan buenos brinquedos como cualquier otro,
aunque no se vean y no se toquen. Y en ese punto los psicopedagogos
saben desde hace mucho, también desde Piaget que los procesos de
aprendizaje sin cualidad lúdica no van a ninguna parte. La cualidad de lo
lúdico sino impregna, aprender psicoanálisis, los estudiantes a veces lo
hacen a su manera pero falta eso.
Ahora, con respecto a lo de experiencia, Freud habla tempranamente de
juegos sexuales infantiles, además de esas especies de juegos que son
las teorías de Freud. Pero en la época de Freud, el acento caía sobre
sexual, no sobre el juego.
Como si yo digo, brincar, sexual. No es lo mismo que si yo digo brincar
es sexual, donde no son cosas incompatibles, una integra la otra. Pero,
por ejemplo, Freud estaba más ocupado en ese momento en mostrar la
naturaleza sexual oculta de una experiencia que parecía ajena a lo
sexual. Mientras que Winnicott está más preocupado por tratar de
establecer si algo que tiene las apariencias de una experiencia propia lo
es, o eso es solo una apariencia. Son acentos diferentes.
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El tema de lo propio, implica un punto muy riesgoso porque lo propio
también hereda algo de la metafísica, es muy fácil pensar, “ah bueno,
alguien tiene adentro de él algo muy propio que se expresaría o no”. Y lo
propio allí no conduciría a ninguna parte y psicoanalíticamente menos,
porque, cuando uno hace un trabajo de lectura puede arriesgar la
interpretación de lo propio a porvenir, no es una esencia que yo tengo
por mí, propia. Sino que yo me tengo que construir algo a porvenir como
propio y en esa medida eso es interminable e indecidible. Pero además,
la paradoja es que sólo puedo hacer algo propio con los demás, entre
varios, entre más de uno, y en eso Winnicott es muy categórico. No hay
posibilidades de un bebé armando el mundo desde su fantasía
endógena, o desde experiencias puntuales aisladas del otro. Es un
propio, sin propiedad individual, no es el propio del individualismo es
diferente. Cuando algo, si un tratamiento tiene algo propio, singular,
irreductible a otro análisis, no es por la esencia de nadie sino por lo que
se tejió y aconteció entre el paciente y el analista, y muchas otras cosas
que los atravesaron. Así que, lo propio también debe ser deconstruido
ahí, porque si no podemos hacernos una idea muy tradicional de lo
propio que no nos serviría de nada. Y lo mismo de experiencia, no basta
que haga algo para que eso sea una experiencia. Por ejemplo, un
adolescente es llevado por su padre, a cierta edad el padre piensa que
tiene que ayudarlo a iniciarse como hombre y lo lleva a un prostíbulo, el
chico la pasa muy mal ahí, aunque puede ejecutar el acto sexual. Años
más tarde el chico tiene un primer encuentro erótico con una mujer, esa
es su primera experiencia sexual, lo anterior no es una experiencia
sexual, en todo caso es una experiencia de sometimiento al padre. Pero
digamos que la primera experiencia ahí no es la primera en el orden
cronológico, no es la primera vez que tuvo un orgasmo, que además lo
había tenido antes masturbándose, estamos hablando de la experiencia
con otro. Así que la cuestión de la experiencia debe cuidarse de
cualquier nihilismo fácil, todas son experiencias, cosas que no lo son,
muchas acciones de la vida cotidiana, muchas cosas que pasan que no
constituyen verdaderas experiencias. En ese punto, es importante,
Winnicott le pide muchas condiciones a algo para llamarlo experiencia.
Se puede ver muy bien esto en un texto que yo retomé en otros trabajos
míos, un texto de 1941, que está en los Escritos de Pediatría y
Psicoanálisis, un libro que en realidad se llama A través de la Pediatría
hacia el Psicoanálisis. Hay un trabajo que se llama “La observación de
niños en una situación fija”, donde se puede estudiar las condiciones
que busca Winnicott en relación a una experiencia y las funciones que le
pide al otro para ayudar a que se genere una experiencia.
Lectura de comentarios.
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Sí, no llegue a tocar la cuestión de la creatividad, que es otro término,
todavía tenemos el problema también de los términos que se banalizan
por su uso sin cuidado. El término creatividad es uno de los términos
más castigados, y a la vez en Winnicott tiene una dimensión bien
específica, bien propia, no es cualquier cosa. Ahora, la cuestión de este
tema de la creatividad y romper y desarmar, yo diría que, si tuviera que
aconsejar a un joven colega, si es mi referente porque trabajo mucho
con jóvenes colegas, le aconsejaría tener una relación conflictiva con la
teoría, en el sentido más rico del término conflicto, es un término muy
apreciado por nosotros. No en el sentido de solución neurótica o
psicótica de un conflicto sino de soportar un conflicto, como sostenerlo,
sin estabilizarlo. Tener una relación incómoda, conflictiva con la teoría
para lo cual, hay que conocerla muy bien y conocerlas muy bien, y saber
usarlas, poder usarlas.
Poder usarlas, en un colega mío, que es un amigo que murió hace
tiempo ya me decía de una persona, respecto de la relación de una
persona con la teoría, la sabe decir, pero no sabe hacer nada con ella.
Sabe recitar…
Es un problema, he visto muchas veces una formación que tiende a eso
en distintos lugares, luego la gente se libera, hace sus propios procesos.
Pero esto de poder tener una relación, conocer las teorías poder
usarlas, saber usarlas, y tener una relación conflictiva con ellas, no de
creencia, no de quedar pegado, de quedar adherido. Con lo cual uno no
se puede mover y no deja mover a la teoría tampoco.
Por ejemplo tomemos el caso de Lacan, un texto, el de Lacan como el
de cualquier otro, sólo puede vivir en la intertextualidad, en la diferencia,
la diferencia es oxígeno, en sus acuerdos y desacuerdos, con otros
textos de Psicoanálisis y de muchas otras cosas. Entonces, si yo tomo
un texto como el de Lacan y hago lo que hacen muchas instituciones
lacanianas, Lacan se cita consigo mismo, y a lo sumo con un Freud
interpretado de una manera muy particular, que está bien pero no sería
que eso dice Freud, que sería que eso es una interpretación. Entonces,
como qué es Lacan consigo mismo, eso se muere. Un texto respira en la
diversidad, me parece que en el momento que uno piensa que no
puede, que no tiene nada que aprender del otro, uno está perdido. Y eso
vale también para muchos prejuicios que tenemos a veces, no…
cognitivismo, ni me quiero acercar a ver qué dicen, no, esto no es
psicoanálisis, no esto tampoco, como si yo pienso que el otro no me
puede enseñar nada. Intelectualmente, por mucho que estudie estoy
perdido, aunque tenga la mejor de las intenciones.
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Es difícil sostener eso, por eso me agradó mucho y me dio curiosidad
saber que ustedes podían convivir en una institución de una manera
pluralista, porque no suele ocurrir.
Bueno la cuestión de producción de diferencias es básica ahí para
cualquier cosa que aspire llamarse creatividad.
Agradecimiento y saludo.
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