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Lo que el dinero no puede comprar Lo que el dinero no puede comprar “Titulo originals IPBur Macey Can't Bay Primera eilicign en Espaita: marzo, 2013 Primera edicidn en México: septiembre, 2013 D.R.© 2012, Michael J. Sandel DR, © 2013, Joaquin Chamorro Mielke, por la traduccién D.R.© 2013, de la presente edicién en castellano para todo el mundo: Random House Mondadori, S.A. ‘Travessera de Gracia, 47-49. 08021 Barcelona D.R.© 2013, derechos de edicidn arundiales en lengua castellana: Random House Mondadori. A. de C. Ax, Hometo nim. $44, colonia Chapultepee Morales, Delegacién Miguel Hidalgo, CP: 11570, México, DF woruimeygstaleet.com ms Comentarivs sobre la edicidn y el contenido de este libro a: megustaleer@thmx.com.nx ‘Queda rigutosamente prohibit, sin autorizacién escrta de los tiew- lares del cpr, bajo Ia sanciones establecidas por Ins eyes, la reproduccidn total o parcial de esta obva por cualquier medio o pro cedimiento, comprencidos la eeprografia el tratamiento informatica, asi comola dlistribucidn de ejemplores de la misma mediante alquil © préstamo piblicos. ISBN 978.607-311-B14-9 Impreso en Mésico / Painted in Mexico Indice Introduccién: mercados y moralidad . oe Triunfalismo del mercado * Todo en venta * VEL papel de los merca- dos ¢ Nuestra politica rencorosa . Como librarse de las colas ..... : . Aeropuertos, parques de atracciones y carriles especiales * Guarda clas pagados * Revendedores de volantes * Médicos personales « Mercados versus colas * Plazas en el parque Yosem Misas papales + Conciertos de Springsteen 2. Incentivos ..... _ Dinero por esterilizacién + El enfoque econdmico de la vida * Ni- fios a los que se les paga por sacar buenas notas * Sobornos para perder peso * Venta de derechos de inmigracién * Mercado de refu- giados * Multas de trifico y viajes sin billete en el metro * Permisos de procreacién comercializables * Permisos de contaminacién co- mercializables ¢ Compensaciones por emisiones de didxido de car- bono * Dinero por matar un rinoceronte en peligro de extincién « Etica y economia 3. De qué manera los mercados desplazan la moral ....... Amigos contratados * Disculpas y brindis nupciales comprados * El argumento contra los regalos ¢ Subastas de admisiones en universi- dades + Coerci6n y corrupcién * Depésitos de residuos rdiactivos * Dia de los donativos y retrasos en las guarderias * Sangre a la venta * Economia del amor 25 49 97 Para Kiku, con amor inpIce 4. Mercados de la vida y de la muerte.......... Peete 135 El «seguro de los conserjes» Apuestas por la muerte * Apuestas sobre la muerte en internet * Seguros versus juegos * E] mercado de futurbs del terrorismo + Las vidas de desconocidos * Bonos de la muerte 5. Derechos de denominaci6n ..........0..00 0000008 167 Venta de autégrafos * Bateos patrocinados por compaiiias + Palcos de lujo * Moneyball « Publicidad en lavabos * Publicidad en libros « Publicidad corporal * Anuncios en lugares ptiblicos * Anuncios en socorristas y senderos en la naturaleza * Coches de policia y tomas de agua * Anuncios en las aulas * Anuncios en las catceles * La epal- quificacién» de la vida cotidiana NOTAS ...........0.0.00, AGRADECIMIENTOS .... INDICE ALFABETICO Introduccién: mercados y moralidad Hay algunas cosas que el dinero no puede comprar, pero en nuestros dias no son muchas. Hoy casi todo se pone en venta. He aqui unos pocos ejemplos: * Una celda mas cémoda dentro de una prisin: 82 délares por noche. En Santa Ana, California, y en otras ciudades, los delincuentes no violentos pueden pagar por un espacio mejor: una celda limpia, tranquila y alejada de las de los presos que no pueden pagarla.! Acceso al carril especial si se conduce solo: 8 délares en hora punta, Minepolis y otras ciudades intentan poner solucién a las re- tenciones de trafico ofreciendo a los conductores que viajan solos pagar por conducir por estos carriles despejados con ta- rifas que varian segtn la densidad del trafico.? Vientres de alquiler de mujeres indias: 6.250 dolares. Cada vez més parejas occidentales recurren a madres de alquiler que se ofrecen en la India, donde esta prictica es legal y el precio menor de un tercio del que se paga en Estados Unidos.* Derecho a emigrar a Estados Unidos: 500.000 délares, Los extran- jeros que inviertan 500,000 délares y creen como minimo diez puestos de trabajo en una zona de elevado desempleo reciben una tarjeta verde que los hace titulares de un permiso de residencia permanente.* * Derecho a cazar un rinoceronte negro en peligro de extincion: 150.000 délares. Sudafrica ha empezado a conceder a algunos . co] LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR, hacendados permisos para vender a cazadores el derecho a matar un nitmero limitado de rinocerontes con el fin de que los hacendados tengan un incentivo para mantener y proteger la especie amenazada.* * El ntimero de teléfono mévil de su médico: 1.500 0 mas délares al ato, Un niimero creciente de médicos personales ofrecen su niimero de teléfono mévil y citas en el mismo dia a pacientes dispuestos a pagar sumas anuales que van de 1.500 a 25.000 délares.® * Derecho a emitir a ta atmdsfera una tonclada de didxido de carbono: 13 euros. En la Unién Europea funciona un mercado de emi- siones de carbono que permite a las compaiiias comprar y vender el derecho a contaminar el aire.” * Admisién de su hijo en una universidad prestigiosa. Aunque no se indica el importe, funcionarios de algunas prestigiosas univer- sidades contaron a The Wall Street Journal que aceptan a estu- diantes no muy brillantes cuyos padres sean personas adinera- das y estén dispuestos a hacer sustanciales contribuciones econémicas.* No todo el mundo puede permitirse comprar estas cosas. Pero hoy existen maltiples maneras nuevas de hacer dinero. Si usted ne- cesita ganar dinero extra, se le ofrecen algunas posibilidades inno- vadoras: + Alquilar un espacio de su freme (0 de otra parte de su cuerpo) para exhibir publicidad comercial: 777 délares. Air New Zealand con- trat6 a treinta personas que debian rasurar sus cabezas y Hevar tatuajes temporales con este eslogan: «;Buscando una oportu- nidad? Ponga rumbo a Nueva Zelanda».? * Hacer de cobaya Innnana con el fir de provar la seguridad de una nueva sustaucia para wna compaita farmacéutica: 7.500 délares, Se puede cobrar mis o menos, dependiendo de lo invasive que pueda ser el procedimiento para probar el efecto de la sustan- cia y del malestar que pueda ocasionar."" 12 INTRODUCCION: MERCADOS ¥ MORALIDAD * Combatir en Somalia o en Afganistan para una compatiia militar privada: de 250 délares al mes a 1.000 délares al dia. El pago varia segiin la cualificacién, la experiencia y la nacionalidad."' * Hacer cola toda una noche ante el Congreso de Estados Unidos para gutardar el sitio a ttn miembro de un lobby que desea asistir a una sesidn del Congreso: 15-20 délares la hora. Este paga a una em- presa dedicada a este menester que alquila a personas sin ho- gar o en otras situaciones para estar cn la cola.'? + Si estas cx segundo grado en sn colegio de bajo rendimiento escolar, lee un libro: 2 délares, Para animar a la lectura, los colegios pa- gan a los nifios por cada libro leido.”” + Si usted es obeso, pierda seis kilos en enatro meses: 378 délares. Compaiiias y seguros médicos ofrecen incentivos econémicos para perder peso y adoptar habitos saludables.'* * Compre el seguro de vida de una persona enferma 0 anciana, pague las primas anuales mientras esté viva y Inego obtenga tos beneficios del seguro cuando fallezca: potencialnente millones (dependiendo de Ja péliza), Esta forma de apostar sobre vidas de extrafios se ha convertido en una industria que mueve 30.000 millones. Cuan- to antes muera el extrafio, mejor para el inversor.'* Vivimos en una época en que casi todo puede comprarse 0 venderse. A lo largo de las tiltimas tres décadas, los mercados, y los mercados de valores, han Ilegado a gobernar nuestras vidas como nunca antes lo habian hecho.Y esta situacién no es algo que hayamos elegido deliberadamente. Es algo que casi se nos ha echado encima. Cuando terminé la guerra fria, los mercados y el pensamiento mercantil gozaba de un prestigio sin igual. Ningtin otro mecanismo para organizar la produccién y distribucién de bienes habia demos- trado tanta eficacia en generar bienestar y prosperidad. Pero desde que un ntimero creciente de patses de todo el mundo ha aceptado los mecanismos del mercado en el funcionamiento de sus econo- mias, algo ha venido sucediendo. Los valores del mercado empeza- ron entonces a desempefiar un papel cada vez mayor en la vida so- 13 LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR, cial. ¥ la economia fue convirtiéndose en un dominio de dimensiones imperiales. En la actualidad, la logica del comprar y vender no se aplica solo a los bienes materiales, sino que gobierna cada vez mis otros aspectos de la vida. Es hora de preguntarse si queremos vivir de esta manera. LA ERA DEL TRIUNFALISMO DEL MERCADO Los afios que condujeron a la crisis financiera de 2008 fueron los de un vertiginoso periodo de fe en el mercado y de destegulaci6n. La era comenzé a principios de la década de 1980, cuando Ronald Reagan y Margaret Thatcher proclamaron su conviccién de que los mercados, no los gobiernos, tenian la Ilave de la prosperidad y la li- bertad.Y continué en la década de 1990 con el liberalismo favorable a los mercados de Bill Clinton y Tony Blair, que moderaron, pero consolidaron, la fe en los mercados como medio fundamental para lograr el bien comin. Ahora, esta fe suscita dudas. La era del triunfalismo del mercado ha tocado a su fin. La crisis financiera hizo mis que poner en duda la capacidad de los mercados para repattir el riesgo de manera razo- nable. También extendié la sensacién de que los mercados se han alejado de la moral y de que necesitamos algiin modo de recuperar- la. Pero lo que esto signifique, o el modo en que debamos hacerlo, no es algo obvio. Hay quien dice que la falta de moral en el corazén del triunfa- lismo del mercado se debe a la codicia, la cual incita a asumir riesgos de manera irresponsable. La solucién seria, de acuerdo con este pun- to de vista, frenar la codicia, exigir una integridad y una’ responsa- bilidad mayores a los banquetos y los ejecutivos de Wall Street y es- tablecer regulaciones sensatas para que no vuelva a producirse una crisis sim Este es como mucho un diagnéstico parcial. Aunque es cierto que la codicia tuvo algo que ver en la crisis financiera, hubo otra cosa que jugo un papel mayor. El cambio més funesto que se produ- 14 INTRODUCCION: MERCADOS ¥ MORALIDAD. jo durante las dltimas tres décadas no fue un aumento de la codicia. Fuc la expansién de los mercados, y de los mercados de valores, ha- cia esferas de la vida a las que no pertenecen. Para afrontar esta situacién necesitamos hacer algo mais que arremeter contra la codicia; necesitamos repensar el papel que los mercados deben desempeiiar en nuestra sociedad. Necesitamos un’ debate piblico acerca de lo que pueda significar mantener a los mercados en su sitio. Y para este debate necesitamos reflexionar so- bre los limites morales del mercado. Necesitamos preguntarnos si hay ciertas cosas que el dinero no debe comprar. La intromision de los mercados, y del pensamiento orientado a los mercados, en aspectos de la vida tradicionalmente regidos por normas no mercantiles es uno de los hechos mis significativos de nuestro tiempo. Considérese la proliferacién de colegios, hospitales y prisiones’ concebidos como instituciones lucrativas y el recurso en la guerra a contratistas militares privados. (En Irak y Afganistan, los contratistas, privados superaron en niimero a las compaiiias militares estadouni denses.)'® Considérese el eclipse de las fuerzas policiales piblicas por las empresas de seguridad privadas, especialmente en Estados Unidos y Gran Bretaiia, donde el ntimero de guardias de seguridad supera en mis del doble al de oficiales de la policia pablica."” O considérese ¢] agresivo marketing de las compaiiias farma- céuticas que invitan a consumir sus medicamentos en los paises ti- / cos. (Si el lector ha visto alguna vez los anuncios de television en las * noticias de la tarde en Estados Unidos, se le podria perdonar que haya pensado que la mayor crisis sanitaria del mundo no es la oca- sionada por la malaria, 0 la oncocercosis, o la enfermedad del suefio, sino por la epidemia rampante de disfuncién eréctil.) Considérese también el alcance de la publicidad comercial en los colegios piiblicos, la venta de «derechos de denominacién» a par- s ios publicos, el marketing de dvulos y esperma «a la car- ta» en la reproduccién asistida, el recurso a las madres de alquiler en paises en vias de desarrollo, la compra y la venta, por compaiiias y 15 LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR paises, del derecho a contaminar, o el sistema de financiacién de cam- Pafias que casi permite la compra y Ia venta de resultados electorales. Estos usos mercantiles en los ambitos de la salud, la educatién, la seguridad pablica, la seguridad nacional, la justicia penal, la protec- cién medioambiental, el ocio, la procreacién y otros bienes sociales habrian resultado inauditos para la mayorfa de la gente hace treinta afios, Hoy nos hemos acostumbrado a ellos. ToDo EN VENTA éPor qué nos preocupa que vayamos hacia una sociedad en la que todo esta en venta? Por dos motivos: uno es la produccién de desigualdad, y el otro Ja corrupcién. Consideremos la desigualdad. En una sociedad en la que todo esta en venta, la vida resulta dificil para las personas con recursos modestos. Cuantas mas cosas puede comprar el dinero, mas importancia adquiere la abundancia (o su ausencia). Si la Gnica ventaja de la abundancia fuese la posibilidad de com- Prar yates y coches deportivos o de disfrutar de vacaciones de lujo, las desigualdades en ingresos y en riqueza no importarian mucho. Pero cuando el dinero sirve para comprar mds y més cosas —in- fluencia politica, cuidados médicos, una casa en una urbanizacién segura y no en un barrio donde la delincuencia campa a sus anchas, el acceso a colegios de élite y no a los que cargan con el fracaso es- colar—, la distribucién de ingresos y de riqueza cuenta cada vez mis. Donde todas las cosas buenas se compran y se venden, tener dinero supone la mayor de las diferencias. Esto explica por qué las diltimas décadas han sido particular- mente duras para las familias pobres y las de clase media. No solo se ha ensanchado la brecha entre ricos y pobres, sino que la mercanti- lizacién de todo ha abierto atin mis la herida de la desigualdad al hacer que el dinero adquiera mis importancia. El segundo motivo de que no nos guste que todo se ponga en venta es mis dificil de describir. No es la desigualdad o la justicia lo 16 INTRODUCCION: MERCADOS Y MORALIDAD que aqui nos preocupa, sino Ja tendencia corrosiva de los mercados. Poner un precio a las cosas buenas de la vida puede corromperlas. ' Porque los mercados no solo distribuyen bienes, sino que también expresan y promueven ciertas actitudes respecto a las cosas que se intercambian. Pagar a nifios por leer libros podra hacer que lean mis, pero también les ensefia a ver en la lectura una tarea mas que una fuente de satisfaccién en si. Adjudicar plazas para cl primer curso escolar.al mejor postor podra incrementar los beneficios del colegio, pero también mina su integridad y el valor de su diploma. Contratar mercenarios extranjeros para que combatan en nuestras guerras po- dra ahorrar vidas de nuestros ciudadanos, pero corrompe el signifi- cado de ciudadania. Los economistas a menudo dan por supuesto que los mercados son inertes, que no afectan a los bienes intercambiados. Pero esto no es cierto. Los mercados dejan su marca. En ocasiones, los valores mercantiles desplazan a valores no mercantiles que merecen ser pro- tegidos. Naturalmente, la gente no esta de acuerdo sobre qué valores merecen protegerse y por qué. Asi, para decidir cuanto dinero esta- riamos © no estariamos dispuestos a pagar, hemos de decidir qué valores deberian establecerse para los diversos ambitos de la vida social y civica. Cémo entender esto es de lo que trata este libro. He aqui un adelanto de la respuesta que espero poder ofrecer: cuando decidimos que ciertos bienes pueden comprarse y venderse, decidimos, al menos de manera implicita, si es apropiado tratarlos como mercancias, como instrumentos de provecho y de uso. Pero no todos los bienes se valoran propiamente de esta manera.'* El ejemplo mis obvio son los seres humanos. La esclavitud fue tan atroz porque trataba a las personas como mercancias que podian comprar- se y venderse en subastas. Este trato no puede valorar adecuadamen- te a los seres humanos; como seres merecedores de dignidad y respe- to, y no como instrumentos de ganancias y objetos de uso. Algo similar puede decirse de otros bienes y pricticas que mere- cen respeto. No permitimos que haya un mercado en el que se com~- pren y vendan nifios. Aunque los compradores no maltraten a los Eee eee tee Lo Qu DINERO NO PUEDE COMPRAR nifios comprados, un mercado de nifios expresaria y fomentaria una forma falsa de valorarlos, Los nifios no son percibidos como bienes { de consumo, sino como seres dignos de amor y proteccién. O consi- ; dérense los derechos y las obligaciones de la ciudadania. Si se nos ! llama a formar parte de un jurado, no podemos pagar a un sustituto | Para que ocupe nuestro puesto, Ni permitimos que los ciudadanos : y vendan su voto aunque otros estén deseosos de comprarlo. ;Por qué i i no? Porque|creemos que los deberes civicos no deben considerarse 4 asuntos privados, sino que han de contemplarse como responsabilida- \ des pablicas. Adquirirlos es degradarlos, valorarlos falsamente. Estos ejemplos ilustran un tema mas amplio: algunas de las cosas buenas de Ia vida son corrompidas o degradadas si las convertimos en mercancias. Asi, para decidir cual es el sitio del mercado y cémo mantenerlo a distancia, hemos de decidir cémo valorar los bienes en cuestién —salud, educacién, vida familiar, naturaleza, arte, deberes civicos, etcétera—. Se trata de cuestiones politicas, no meramente econémicas. Para resolverlas, tenemos que debatir, caso por caso, el significado moral de estos bienes y la manera adecuada de valorarlos. Este es un debate que no tuvimos durante la era del triunfalis- mo del mercado.Y el resultado fue que sin darnos cuenta, sin deci- dirlo, pasamos de tener una economia de mercado a ser una sociedad de mercado. La diferencia es esta: una economia de mercado es una herra- mienta —una herramienta valiosa y eficaz— para organizar la act \ vidad productiva. Una sociedad de mercado es una manera de vivir en la que los valores mercantiles penetra t nen cada aspecto de las ac- \ tividades humanas. Es un lugar donde las relaciones sociales estan \ hechas a imagen del mercado. El gran debate obviado en-la politica contemporanea tiene por asunto el papel y el alcance de los mercados. EQueremos tna econo- mia de mercado una sociedad de mercado? éCual deberia ser el Papel de los mercados en la vida publica y en las relaciones persona- les? gCémo podemos decidir qué bienes pueden comprarse y ven- derse y cudles otros deben ser gobernados por valores no mercanti- les? gDénde no debe mandar el dinero? 18 i INTRODUCCION: MERCADOS Y MORALIDAD Estas son las cuestiones que el presente libro quiere plantear. Dado que estas cuestiones tocan concepciones controvertidas de la sociedad y la vida buenas, no puedo prometer respuestas definitiva Pero espero al menos provocar la discusién publica sobre estas cues- tiones y proporcionar un marco filoséfico para pensarlas. REPENSANDO EL PAPEL DE LOS MERCADOS Aunque el lector esté de acuerdo en que necesitamos lidiar con grandes cuestiones acerca de la moralidad de los mercados, puede que dude de que nuestro discurso piblico sirva de algo. Es una prea cupacion legitima, Cualquier intento de repensar el Papel y el alcan- } ce de los mercados deberia empezar reconociendo la existencia de | dos obsticulos desalentadores. Uno es la persistencia del poder y el prestigio del Pensamiento mefcantil incluso después del mayor fracaso del mercado en los aitos ochenta. El otro es el rencor y el vacio del discurso piiblico. Estos dos hechos no son del todo independientes el uno del otro. El primer obstaculo es desconcertante. La crisis financiera de 2008 se vio entonces comanmente como un veredicto contra el acogimiento acritico a los mercados que habia prevalecido durante tres décadas en todo el espectro politico. El consiguiente colapso de las entonces poderosas firmas financieras de Wall Street y la ne- cesidad de un rc ivo a expensas de los contribuyentes pa- reeia que iban a una reconsideracién de los — Incluso Alan Greenspan, que como presidente de la Reserva Fe 7 ral estadounidense habia oficiado de sumo sacerdote de la fe en el triunfo del mercado, reconocié hallarse en «un horrorizado ue de incredulidad» y que su confianza en la capacidad de los i res mercados para autocorregirse habia sido una eae portada de ‘The Economist, la optimista revista britinica favoral : mercados, mostré un manual de economia hundido en un, SS LO QUE HA FALLADO EN LA en induci bajo este titular: QU ECONOMICA. 19 LO QUE EL DIN! ONO PUEDE COM! AR La era del triunfalismo del m ‘ado ha tenido un efecto devas- tador. En este momento tendria que haber legado la hora del juicio moral, de iniciar una temporada de serenas reflexiones sobre la fe en el mercado. Pero las cosas no han ido por este camino. f El espectacular fracaso de los mercados financiers poco hizo por deshinchar la fe general en ellos. De hecho, la crisis financiera desacredité al gobierno mas que a los bancos. En 2011, las encuestas revelaron que el ptiblico estadounidense culpaby \ mis que a las instituciones financieras de Wall Street de los problemas \ ‘condmicos a que se enfrentaba el pais, con una diferencia de mis de ‘dos a uno.?! La crisis financiera ha dejado a Estados Unidos y a buena par- te de la economia global en la peor situacién econdmica desde la Gran Depresion, y a millones de personas sin trabajo, Sin emba ‘0, no ha incitado a una reconsideracién find En vez de ello, su consecuencia politica nent: de los mercados. s notable en Estados Unidos ha sido el movimiento del Tea Party, cuya hostilidad hacia el gobierno y querencia por el libre mercado habrian hecho rubo- Ronald Reagan, En la primavera de 2011, el movimiento Ocupa Wall Street extendié sus protestas a muchas ciudades de Estados Unidos y alrededor del mundo. Estas protestas iban dirigi- das contra los grandes bancos y el poder emp arial, € insis la creciente desigualdad en salarios y en riqueza. A pesar de sus diferentes orientaciones ideolégicas, tanto los activistas del Tea Party como los de Ocupa Wall Street dieron voz a la indignacién popular por los rescates.”? A pesar de estas voces de protesta, el debate serio sobre el papel y el alcance de los mercados sigue estando casi ausente en nuestra vida politica. Demécratas y republicanos discuten, como vienen ha- ciendo desde hace largo tiempo, sobre impuestos, gastos y déficits presupuestarios, solo que ahora con mayor partidismo y poca aptitud para inspirar o persuadir. La desilusin con la politica se ha hecho mis profunda debido a que los ciudadanos se sienten cada vez mis istrados por un sistema politico incapaz de actuar por el bien pt- blico o de tratar las cuestiones que mis importan. 20 INTRODUCCION! MERCADOS ¥ MORALIDAD Este lamentable estado del discurso pablico es el segundo ob culo para un debate sobre fos limites morales del mercado, En un momento en que el argumento politico consiste pr incipalmente en hablar a gritos en la televisién por cable, verter la ponzoita partidis siones ideologicas en | en las tertulias de la radio y excitar las dis ol pasillos del Congresopes dificil imaginar un debate piiblico razonado sobre estas controvertidas cuestiones morales como la tnica manana de valorar la procreaci6n, Ia infancia, la educacién, la salud, el medio mbiente, la ciudadania y otros bienes. Pero creo que este debate es posible, y también que daria vigor a nuestra vida piblica. Algunos ven en nuestra politica rencorosa un exceso de convic~ cién moral: son demasiados los que creen profundamente, y lo ex- presan con vehemencia, en sus propias convicciones y quieren ts ponerlas a los demas. Pienso que se trata de una mala inferprereion de nuestra dificil situacién. El problema de nuestra politica no es el exceso de argumentos morales, sino su defecto. Nuestra politica est recalentada porque es en su mayor parte inane y vacia de todo con tenido moral y espiritual. No se compromete en cuestiones de cala~ do, que son las que preocupan a la gente. a El vacio moral de la politica contemporanea tiene diversos ori- genes, Uno es el intento de desterrar del discurso piblico toda no- Gién de la vida buena. Con la esperanza de evitar las luchas sectarias,a menudo insistimos en que los ciudadanos dejen atris sus conviccio- nes morales y espirituales cuando entren en el Ambito publico\Pero, | 1 pesar de str buena intenci6n, la reluctancia a admitir en fh argumentes sobre la vida buena prepararon al camino al trian del mereado y ala continuidad del razonamiento mercantil. a su particular mane- razonamiento mercantil vacia también, 1 publica de argumentos morales. Parte del atractivo de los ra, hi vid ronal serio dele mercados estriba en que no emiten juicios sobre las preferencias qu satisfacen.‘No se preguntan si ciertas maneras de valorar bienes son mas nobles 0 mas dignas que otras. Si alguien esti dispuesto a pagar 6 0 un rifén, y un adulto consiente en vendérselo, la tnica es: «Cudnto?». Los mercados no por gunta que cl economista hace 0 : : No discriminan entre las preferencias admirables y eprueban nada. ce “ApuA 9s Ooi apuop Pepalcos vun ua stata Jod soured anb orsaid jp saquatosuos seu vey sou "tues spi end epra eun v eLNgLNUOD Jag “epnegap uonsaN epes aaqos Opzance un ‘soseo soj ap sofowu Jo ua Ne ‘osor ~o8ta sett arraurperowr o21qnd osinasip un ap se1adsa Zaprjoasa tun uLag ‘orsaide uex8 ua souauay anb sapers0s sauaiq SO] 1eIO[eA OWIOD argos on1jqnd ua A soaunf sowauozes anb arambay “sauonsan> Seaso safqeatAaut a2cy operat [ap sajesow saat] so] Jesuag “sesidaiad sapnan' tana A aqudtus|ey exO[eA Se] SeSOD StIs9 Japuan anb soulao19 :[eIOUE Uapio ap ‘aquduuEoUEY ‘sa sommLttIad O] OU anb sej 10d ssuozer sey ap LUN_'soI0A sns UepUaA soUEpEpNID so] anb o softy sns v ULpUdA soaped soy anb soummused ony “sopesaat sop ua sotutasasqo anb souoloeatut] seod se] ap sexap uv3sa so1s9 OLOD safeIoL sorint, “stajo anb sarofour Uos ourpepnid Jas 0 aaped 4as ap sesauet sepeunuaiap aonb sou ~asysuad ou 1s —opdurafa 10d ‘euepepni vy ap ef o peprusaied rap UE— pepianoe eun raduorsoo ap aejqey opnuas ung]e eupuar ovat “IP YICL sexo onb seperdoide spur uos souarg soso sex0jeA ap seoueur sepeumtiaiap onb 19219 ap soway soouoiua ‘eperSap soy o aduiox ~09 SO[ sauatq souatd Japuaa A seadio9 anb ua opsanoe ap souresso Ig gsoatatundre soy arzmnosip ueypod sera anb 10g? “euang EpIA ey aaqos saquedaaosip seapt & oorjqnd ouquiy ja ua vplusauaig ef rep [e eonyod exsanu & 10814 oaanu eLIpuTyUy ‘ons ns ud ULIso OW apuop A ooyqnd je uaass sopeazow soy opugns ‘peparsos o1u03 “euTuazap tuntuniad sou oproiaur jap saferour saatuy] so] azqos areqap uA, ‘sapepaisos scyonur ¢ vfonbe Aoy anb ‘ugnse8 vaaur ap ‘variyi90ua1 eonarod ry & opinqiau0s vy A ‘voila A Jexow tiS29u9 epor ap oatqnd osimosip ja opeuasp vy :orsard oye un aeBed oysay vy sou ‘sopesi9ut soy ap ug}eidao¥ exsanu uod orn ‘sajengtdsa A sajeiour sowuaumése seajduio & voueyonyaa ensanu)osag “oanoene ns ap aured uer8 eordxa A [auesiow oyuarueuozes [2 ¥1s9 soupjea eB OANefar oroinf opos ap uOIUaIsqe Op F “BULIPNOD tptA vj Ua A seucumy savorsepar sexisanu ua ‘sajeioos svonoeid seasonu ua sop E2101 So] ap aoueaTe Ja A Jaded ja aesuadas oucpunus sew £ opury oad seus sa soureaarjua sou Aoy anb e oonyjod A jerout 0394 Ja O19q, ‘exopesndax eursojaz e[ ua A soptdayoad sayeasar A sopuoy ua ‘sofeueur saiqesuodsarit sns A 199 [[&\ aP sooueQ soy Ua IeBN] Jad us sowesuad ‘sopeozau so] ap peplesous cy us sousuad opuenz) StS09 st] € sajiep 20[ea gnb apisep orsuod jap aued epec ‘sefeq se] GVAITVYOW A SOGYOUIW ‘NOIOONGOULNI AV aWOD AGINd ON OVNI 1A AND OT Cémo librarse de las colas A nadie le gusta esperar en una cola. Pero hay ocasiones en que po- demos pagar por librarnos de la cola. Desde hace mucho tiempo sabemos que en los restaurantes de lujo una buena propina recibida por el maftre puede abreviar la espera en una noche muy concurrida. Estas propinas son casi sobornos, y se dan con discrecién. Ningin letrero en Ja ventana anuncia plaza al instante para todo aquel que esté dispuesto a deslizarle al encargado un billete de cincuenta déla- tes. Sin embargo, en los tiltimos afios la venta del derecho a abreviar la espera ha salido de las sombras para aparecer como una practica comin, La via RAPIDA Las largas colas ante los controles de seguridad de los aeropuertos hacen que los viajes en avién sean una dura prueba. Quienes ad- quieren un billete de primera clase o clase business pueden utilizar pasillos de prioridad que los conducen a la cabeza de la cola para la revisibn de equipajes. British Airways llama a esto Fast Track, un servi- cio que también permite a los pasajeros de primera evitar la cola del control de pasaportes y de inmigracién.' Pero Ia mayoria de las personas no pueden permitirse volar en primera clase, por lo que las lineas aéreas han empezado a ofrecer a los pasajeros de tercera la posibilidad de comprar el privilegio de brarse de las colas en un servicio d la carte. Pagando 39 délares mis, 23 LO QUE | DINERO NO PUEDE COMPRAR, United Airlines vende embarques de prioridad para los vuelos de Denver a Boston con el derecho a saltarse la cola del control de se~ guridad. En Gran Bretafia, el Luton Airport de Londres offece otra opcién mis asequible de ir por la via ripida: esperar en la larga cola de seguridad o pagar 3 libras por colocarse en la cabeza de la cola.? Los detractores dicen que la posibilidad de adelantarse en el control de seguridad del aeropuerto no deberia estar permitida. Los controles de seguridad, argumentan, son asunto de la defensa nacional, no un servicio como el del espacio extra para las piernas o los privilegios del embarque anticipado; las molestias que causa la area de evitar la presencia de terroristas en los aparatos deben sufrir- las todos los pasajeros por igual. Las lineas aéreas responden que so- meten a todo el mundo al mismo nivel de control, y que solo la es- Pera varia cuando se paga. Como todos los Pasajeros pasan por el escaner corporal, sostienen, una espera mis breve en la cola de segu- tidad es una comodidad que ellos son libres de pagarse.’ Los parques de atracciones también han empezado a vender el derecho a saltarse la cola. Tradicionalmente, sus visitantes podian pa- sarse horas enteras esperando en la cola para disfrutar de las atraccio- nes mas populares. Ahora, Universal Studios Hollywood y otros par- ques tematicos ofrecen una manera de evitar la espera: por el doble del importe de la entrada normal offécen un Pase que nos permite ir hasta la cabeza de Ja cola. En el acceso ripido a la terrorifica atrac- cién de la Venganza de la Momia habré menos carga moral que en el acceso privilegiado al control de seguridad de los acropuertos, pero algunos observadores lamentan la prictica, que consideran igual de corrosiva de los habitos civicos sanos: «Atris quedan los dias en que la cola del parque tematico era la gran igualadora, en la que toda familia que disfrutaba de horas de ocio esperaba democriticamente a que le legara su turno»,* escribié un comentarista. Es interesante que los parques de atracciones a menudo oculten los privilegios especiales que venden. Para evitar ofender a los clien- tes normales, algunos parques conducen a los clientes de primera hacia puertas traseras y entradas Aparte; otros proporcionan un acom- pafiante que, colocado en Ia cola, permite a los clientes VIP acortarla. 26 COMO LIBRARSE DE LAS COLAS Esta necesidad de discrecién sugiere que pagar por saltarse la cola conlleva —incluso en un parque de atracciones— la incémoda sen- sacion de que lo justo es que uno espere su turno, Pero esta reticen- cia no se da en la taquilla online de los Estudios Universal, que por 149 délares ofrece el pase a la cabeza de la cola con inequivoca fran- queza: «Coléquese EN PRIMERA FILA en todos los aparatos, espec- taculos y atracciones».$ Si al lector le abruma lo que sucede en las colas de los parques de atracciones, puede optar por una vista turistica tradicional como h que ofrece el Empire State Building. Por 22 délares (16 para los niiios) puede subir con el ascensor hasta el observatorio de la planta ochenta y seis y disfrutar de una vista espectacular de la ciudad de Nueva York. Desafortunadamente, el lugar atrae a varios millones de visitantes al aio, y la espera ante el ascensor a veces puede durar horas. Por eso, el Empire State Building ofrece ahora su propia via rapida. Cuarenta y cinco délares por persona es el precio de un express pass que permite acortar las colas: la del control de seguridad y la del ascensor. Los 180 délares que tiene que desembolsar una familia de cuatro miem- bros pueden parecer un precio excesivo por subir rapidamente hasta la planta ochenta y seis. Pero como dice la pagina web donde es posible sacar el tiquet, el pase exprés es «una oportunidad fantastica» Para «pa- sar la mayor parte de su tiempo en Nueva York —y en el Empire State Building— evitando colas y yendo derecho a las grandes vistas».® Carrit Lexus La moda de la via rapida puede observarse también en las autopistas de Estados Unidos. Cada vez mis, los que las utilizan para acudir al trabajo pueden comprar la posibilidad de evitar a trifico denso y conducir velozmente por un carril exprés. Esta practica comenzé en los afios ochenta con los carriles especiales. Muchos estados crearon carriles exprés para conductores dispuestos a compartir el viaje con la esperanza de reducir las retenciones y la contaminacién anne rica. Los conductores solitarios sorprendidos usando los carriles es- LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR peciales llevaban en sus coches grandes alerones, Algunos colocaban mufiecas hinchables en el asiento del copiloto con la esperanza de engafiar a las patrullas de trifico. En un episodio de la comedia tele- visiva Curb Your Enthusiasm, Larry David utiliza una ingeniosa ma- nera de comprar el acceso a uno de estos carriles: al encontrarse en medio de un denso trifico cuando se ditige a presenciar un partido de béisbol de los Dodgers, paga a una prostituta... no para tener sexo con ella, sino para poder conducir su coche hacia el estadio. Y, efectivamente, el carril especial le permite llegar alli a tiempo para presenciar el primer lanzamiento,? Hoy muchos conductores pueden hacer lo mismo sin necesidad de llevar un pasajero. Por una suma de hasta 10 délares, los conduc- tores solitarios pueden comprar el derecho a usar estos carriles en horas punta. San Diego, MineApolis, Houston, Denver, Miami, Seattle y San Francisco son algunas de las ciudades que ahora venden el derecho a un desplazamiento més rapido. El peaje varia segiin el es- tado del tréfico; cuanto mis denso, mis elevado es el precio. (En la mayoria de los sitios, los coches con dos o més ocupantes todavia pueden usar gratis los carriles exprés.) En la Riverside Freeway, al este de Los Angeles, el trifico en horas punta avanza a 25-35 km/h en los carriles normales, mientras que los conductores que usan el carril exprés corren a 95-105 km/h. Algunas personas ponen objeciones a la idea de comprar el de- recho a saltarse la cola. Arguyen que la proliferacién de sistemas de via répida amplia las ventajas de la opulencia y deja al pobre al final de la cola, Quienes se oponen a los carriles exprés los Haman «carri- les Lexus», y dicen que son injustos con los conductores de recursos modestos. Otros no estin de acuerdo. Aducen que no hay nada malo en cobrar por un servicio més rapido. Federal Express cobra un re- cargo por el reparto nocturno. La tintoreria local cobra un dinero extra por el servicio en el mismo dia. Pero a nadie le Parece injusto que FedEx le entregue su paquete, o la tintoreria le lave sus camisas, antes que a otros, Para un economista, las largas colas para adquirir bienes o usar servicios son antieconémicas e ineficientes, una sefial de que el sis- 28 | COMO LIBRARSE DE LAS COLAS tema de precios ha fallado en equilibrar la oferta y la demanda. Per- mitir que la gente pague por un servicio mas rapido en aeropuertos, parques de atracciones 0 autopistas mejora la eficiencia econémica al dejar que ella ponga precio a su tiempo. EL NEGOCIO DE LAS COLAS Donde no se nos permite pagar por ponernos en la cabeza de la cola, podemos a veces pagar a alguien que se ponga a ella por noso- tros. Cada verano, el Teatro Puiblico de la ciudad de Nueva York re- presenta obras de Shakespeare al aire libre en Central Park. Las en- tradas para las funciones de la tarde se despachan a Ia 1 h p.m., y la cola para adquirirlas se forma horas antes. En 2010, cuando Al Paci- no hizo de Shylock en El mercader de Venecia, la demanda de entradas fue particularmente elevada. ie Muchos neoyorquinos quisieron ver la representacién, pero no encontraron tiempo para esperar en la cola. Cuando el New York Daily News difundié la noticia, este problema habia generado una industria artesanal: gente ofreciéndose a esperar en la cola para que los dispuestos a pagar por ello se asegurasen sus entradas. Estos guar- dacolas anunciaban sus servicios en Craigslist y otras paginas web. A cambio de guardar cola y soportar la espera podian cobrar a sus ocupados clientes hasta 125 délares por entrada para las representa- ciones al aire libre.” tet El teatro traté de disuadir a los guardacolas de sus actividades comerciales diciendo que esto era «contrario al espiritu de las repre- sentaciones de Shakespeare en el parque». La misién del Teatro Pit- blico, una empresa subvencionada sin dnimo de lucro, es hacer que el gran teatro sea asequible a un amplio piiblico de todas las condicio- nes sociales. Andrew Cuomo, a la saz6n fiscal general de Nueva York, presioné a Craigslist para que dejase de anunciar entradas y servicios de guardacolas. «Vender entradas que se sabe que son gratuitas ~—dijo— impide a’Nueva York disfrutar de los beneficios que pe porciona esta institucién subvencionada por los contribuyentes.» LO QUE EL DINERO NO PU COMPRAR. Central Park no es el tinico lugar donde pueden hacer dinero los que se colocan y esperan en las colas. En Washington, el negocio de las colas se ha convertido casi en parte integrante dél gobierno, Cuando los comités del Congreso dan informacién en la sala de conferencias acerca de la legislacién propuesta, reservan algunos asientos para la prensa y dejan otros para el piiblico general, en los que se sientan los primeros en legar y ser atendidos. Dependiendo del asunto y del tamaiio de la sala, las colas para las conferencias pue- den formarse un dia o ms antes, a veces bajo la lluvia o con frio invernal. Los miembros de los lobbies empresariales no se pierden estas conferencias para poder charlar distendidamente con los legis- ladores durante los descansos y saber si la legislacién afectara a sus industrias. Pero estos personajes no estin dispuestos a pasarse horas en la cola para asegurarse un asiento. Su solucion: pagar miles de délares a empresas profesionalmente dedicadas a guardar colas que pagan a personas para que cumplan este menester. Estas empresas reclutan a jubilados, mensajeros y, cada vez mis, indigentes para que desafien a los elementos y guarden un puesto en la cola. Ellos estin ya esperando fuera de las salas, y cuando la cola empieza a moverse, van entrando en los pasillos de los edificios oft- ciales del Congreso y permanecen fuera de las salas de conferencias. Poco antes de comenzar la conferencia legan los adinerados mieny- bros de los lobbies, reemplazan a los desalitiados guardacolas y acupa sus asientos en la sala de conferencias."! Las empresas dedicadas a esta forma de guardar cola cobran a los miembros de los lobbies de 36 a 60 délares por hora de servicio, lo que significa que conseguir un asiento en una sala de conferencias puede Iegar a costar 1.000 délares o mis. A los que guardan cola se les paga de 10 a 20 dolares por hora. The Washington Post ha publicado editoriales contra esta prictica, que califica de «degradante> para el Congreso y «despectiva hacia el piiblico». La senadora Claire McCas- Kill, una demécrata de Missouri, ha intentado desterrarla sin éy «La idea de que grupos con intereses especiales puedan comprar plazas en las conferencias del Congreso igual que se compran entra= das para un concierto o para el rugby me resulta ofensivay, declard,"2 30 i i i ! { i | | ! { | COMO LIBRARSE DE LAS GOLAS Este negocio se ha extendido recientemente desde el Congreso hasta el Tribunal Supremo de Estados Unidos. Cuando el tribunal oye argumentos orales en los grandes casos constitucionales, no es facil estar alli. Pero quien esté dispuesto a pagar, puede recurrir a un guardacolas para conseguir un asiento de primera fila en la sala del mis alto tribunal del pais."? La empresa LineStanding.com se presenta como empresa dider en el negocio de las colas ante el Congreso». Cuando la senadora McCaskill propuso prohibir por ley esta practica, Mark Gross, pro- pietario de la empresa, la defendid. La comparé con la divisién del trabajo en la cadena de montaje de Henry Ford: «Cada trabajador de la cadena era responsable de su tarea especificas, Del mismo modo que los miembros de los /obbies obran correctamente asistiendo a las conferencias y «analizando todos los testimonios», y los senadores y congresistas «tomando una decisién informadas, los guardacolas también actian correctamente... esperando. «La division del trabajo hace de Estados Unidos un gran lugar para trabajar —sentencid Gross—. Guardar cola por otro podra parecer una practica extra- fia, pero es una ocupacién en si honesta en una economia de libre mercado.»"* Oliver Gomes, un guardacolas profesional, esta de acuerdo. Esta- ba viviendo en un albergue para indigentes cuando fue reclutado para esa ocupacién. La CNN lo entrevisté cuando se hallaba guar- dandole la cola a un miembro de un lobby para una conferencia so- bre el cambio climatico. «El estar sentado en los pasillos del Con- greso hizo que me sintiera algo mejor —declaré a la CNN—. Me elevaba y hacia que me sintiera como. bueno, como si fuera parte de esto, como si aportara algo desde este minimo nivel.»'> Pero la oportunidad que Gomes encontré se tradujo en una frus- tracion para algunos ecologistas. Cuando un grupo de ellos manifes- t6 su deseo de asistir a una conferencia sobre el cambio climatico, no pudieron hacerlo, Los guardacolas pagados por los miembros de los lobbies ya habian agotado todos los asientos libres en la sala de confe: rencias." Naturalmente puede aducirse que si los ecologistas se hu- bieran preocupado lo suficiente por asistir a la conferencia, habrian 31 LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR, hecho cola toda la noche. O podrian haber pagado a indigentes para hacerlo por ellos. REVENTA DE VOLANTES PARA CITAS MEDICAS, Guardar cola por alguien a cambio de dinero no es un fendmeno estadounidense. En una reciente visita que hice a China me enteré de que el negocio de las colas era ya algo rutinario en los principales hospitales de Pekin. Las reformas de los mercados llevadas a cabo en las dos tiltimas décadas han dado lugar a recortes en la financiacién de hospitales y clinicas piiblicas, especialmente en zonas rurales, Asi, pacientes del campo se desplazan ahora hasta los grandes hospitales piiblicos de la capital y forman largas colas en las salas de registro. Hacen cola toda la noche, y a veces durante dias, para conseguir cl volante para una cita con el médico."” Los volantes para las citas son muy baratos —solo 14 yuanes (unos 2 délares)—, pero no es facil conseguir uno. Para no tener que acampar durante dias y noches en la cola, algunos pacientes, desespe- rados por conseguir la cita, compran volantes a los revendedores. Los revendedores hacen negocio con el gran abismo abierto entre la oferta y la demanda. Pagan a personas por guardar cola para obtener los volantes y luego los revenden por cientos de délares, mas de lo que un campesino medio gana en unos meses. Las citas para consul- tar a especialistas destacados son particularmente caras, y codiciadas por los revendedores como si furesen plazas de preferencia para la World Series de béisbol. El diario Les Angeles Times describia asi la re- venta de volantes fuera de la sala de registros de un hospital de Pe- kin: «Doctor Tang. Doctor Tang. ¢Quién quiere un volante para el doctor Tang? Reumatologia e inmunologia»." Hay algo desagradable en la reventa de volantes para ver a un médico. Para empezar, el sistema beneficia a los indeseables interme- diarios mas que a quienes atienden a los pacientes. El doctor Tang podria preguntarse por qué, si una cita de reumatologia vale 100 délares, la mayor parte de ese dinero tiene que ir a las manos de los COMO LIBRARSE DE LAS COLAS revendedores y no a las suyas 0 a su hospital. Los economistas esta- rian de acuerdo y aconsejarian a los hospitales elevar sus precios. De hecho, algunos hospitales de Pekin han puesto ventanillas especiales para obtener volantes en las que las citas son mids caras y las colas mas cortas.”” Estos volantes de importe mis clevado son la version sani- taria del pase sin espera en los parques de atracciones o la via rapida en los aeropuertos: la posibilidad de pagar por evitar la cola. Pero sin considerar quién se beneficia del exceso de demanda, si los revendedores 0 el hospital, la via rapida hacia la consulta del reu- matdlogo plantea una cuestién mis esencial: Zest4 bien que ciertos pacientes puedan saltarse la cola para recibir atencién médica porque pueden permitirse pagar un dinero extra? Los revendedores y las ventanillas para volantes especiales de Pekin plantean vivamente esta pregunta. Pero esta misma pregunta puede plantearse a propdsito de una forma mis sutil de evitar las colas cada vez mis practicada en Estados Unidos: la aparicién de médicos personales, MEDICOS PERSONALES Aunque los hospitales estadounidenses no estan invadidos de reven- dedores, la atencién médica a menudo requiere largas esperas. Las citas médicas tienen que programarse con semanas, y a veces meses, de antelacién. Si alguien necesita acudir a una consulta, puede que tenga que poner a prueba su paciencia en la sala de espera para ser atendido durante diez o quince minutos en la consulta del doctor. La raz6n: las compaiiias aseguradoras no pagan mucho a los médicos de atencién primaria por las citas rutinarias. Para poder vivir decen- temente, los médicos generales tienen listas de tres mil o mis pacien- tes, ya menudo han de atender a toda prisa veinticinco © treinta itas al dia.” Muchos pacientes y médicos se sienten frustrados con este siste- Mma, que deja poco tiempo a los médicos para conocer a sus pacientes © responder a sus preguntas. Por eso, un ndmero cada vez mayor de 33 ad LO QUE EL DINERO NO PUEL SOMPRAR médicos ofrece ahora una forma mejor de atenderles conocida como concierge medicine. Del mismo modo que el conserje de un hotel de cinco estrellas, el médico personal esta al servicio del paciente las veinticuatro horas. Por unas cuotas anuales que van de 1.500 a 25.000 dolares, los pacientes tienen aseguradas citas para el mismo dia o el siguiente, consultas sin esperas y sin prisas, y acceso las vein- ticuatro horas al médico por corteo electrénico y teléfono movil-Y si necesita ver a un buen especialista, el médico personal le acortara el tiempo de espera.” Para proporcionar tan atento servicio, los médicos personales reducen drasticamente el namero de pacientes que han de atender. Los médicos que deciden convertir su prictica en un servicio como este envian una carta a los pacientes que tienen asignados oftecién- doles elegir entre contratar por una iguala anual el nuevo servicio sin esperas o buscarse otro profesional.” Una de las primeras practicas de este género, y una de las mis caras, es MD? («MD Squared»), fundada en Seattle en 1996. Por una cuota anual de 15.000 dolares por persona (25.000 por familia), la compaitia promete «acceso pleno, ilimitado y exclusivo a su médico personal».2* Cada médico atiende solo a cincuenta familias. Como explica la compania en su pagina web, la «disponibilidad y el nivel de servicio que ofrecemos nos exigen que limitemos nuestra prictica a unas pocas personas selectas».** Segdn un articulo publicado en la revista Town & Country, la sala de espera de MD* «se parece mis al vestibulo del Ritz-Carlton que a un gabinete médico». Pero pocos pacientes van alli. La mayoria son «directivos y propietarios de em- presas que no quieren perder ni una hora del dia yendo a la consulta del médico y prefieren recibir atencién en la privacidad de su hogar 0 de su despacho»,* Orras pricticas de este género estan concebidas para la clase me- dia alta. MDVIP, una cadena de médicos personales con fines de lu- cro y radicada en Florida, oftece citas para el mismo dia y rapidez en el servicio (responde a Ia llamada del paciente al segundo toque) por 1.500-1.800 dolares al aio, y acepta pagos de los seguros por los itarios normales. Los médicos participantes redu- procedimientos 34 COMO LIBRARSE DE LAS COLAS cen su lista de pacientes a seiscientos, lo que les permite pasar mas tiempo con cada uno,”* La compaitia asegura a los pacientes que «la espera no forma parte de su experiencia en atencién sanitaria». Se- gin The New York Times, una practica MDVIP en Boca Raton pone en la sala de espera macedonia de frutas y esponjoso bizcocho. Pero como siempre hay pocas personas, si acaso hay alguna, esperando, estos manjares nadie los toca.” Para los médicos personales y los clientes que les pagan, esta atencién practica la medicina como debe ser. Los médicos pueden ver de ocho a doce pacientes al dia, en vez de treinta, y aun asi salen adelante econémicamente. Los médicos afiliados a MDVIP se que- dan con dos tercios de la cuota anual (un tercio para la compaiiia), lo que significa que atender a seiscientos pacientes supone 600.000 dé- lares al aito solo en igualas, sin contar el dinero procedente de las compaiiias aseguradoras. Para los pacientes que pucden permitirselo, “las consultas sin prisas y el acceso a un doctor las veinticuatro horas son lujos por los que vale la pena pagar.** Naturalmente, el inconveniente de este sistema de atencién mé- dica para unos pocos es que todos los demas han de pasar a engrosar las nutridas listas de otros médicos.”” Ello suscita la misma objecién que se ha puesto a todos los sistemas de via ripida: que es injusto con aquellos que tienen que languidecer en los carriles lentos. La asistencia de los médicos personales difiere sin duda de la que crea ventanillas especiales para adquirir volantes y del sistema de Teventas que encontramos en Pekin. Quienes pueden permitirse que les atienda un médico personal encuentran por lo general asiste médica en cualquier circunstancia, mientras que los que no pueden permitirse comprar su volante a los revendedores de Pekin e: condenados a dias y noches de espera. Pero los dos sistemas tienen esto en conin: cada uno permite al ia adinerado saltarse la cola para recibir atencion médica. En Pekin la gente se salta la cola de forma mis descarada que en Boca Raton. Hay una diferencia abismal entre el clamor de la gente en la sala de registro y la calma en la sala de espera con el bizcocho intacto, Pero esto es solo porque, a la hora en que el paciente del médico personal 35 LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR acude a su cita, ya se ha producido, fu la cola con la imposicién de la cuota. ‘a de su vista, la formacién de EL RAZONAMIENTO MERCANTIL Las historias que acabamios de comentar son si En aeropuertos y parques de atracciones, en los pasillos del Congre- 108 de los tiempos so y en las salas de espera de los doctores, la ética de la cola — corrupcién leva implicita una concepcién de las in- tenciones y los fines que una institucién (en este caso, el Congreso) debe cumplir. La industria de las colas del Capitolio, una extension de la industria de los lobbies, es corrupta en este sentido. No es ilegal, ¥ los pagos se efectiian a la luz piiblica. Pero degrada al Congreso al tatarlo como fuente de beneficios privados y no como instrumento del bien piiblico. ¢QuE HAY DE MALO EN LA REVENTA DE ENTRADAS? ePor qué unos ejemplos de adelantamientos en las colas, de suplen- cias en ellas y de reventa de entradas los consideramos objetables y otros no? La razon es que los valores del mercado corroen ciertos bienes, pero son idéneos para otros. Antes de que podamos decidir si un bien puede ser repartido por los mercados o las colas, o de cual- 2 COMO LIBRARSE DE LAS COLAS quier otra manera, tenemos que decidir qué clase de bien es y como deberia valorarse. No siempre es facil decidir esto. Consideremos tres ejemplos de bienes «depreciados» que recientemente han dado ocasién a la venta de entradas; los campings del Parque Nacional de Yosemite, las masas al aire libre dirigidas por el papa Benedicto XVI y los conciertos en directo de Bruce Springsteen. Venia de plazas en Yosemite El Parcue Nacional de Yosemite, en California, atrae a mas de cuatro millones de visitantes al aio, De unos novecientos de sus principales jn a un coste nomi- campings pueden reservarse plazas con antel nal de 20 délares por noche. Las reservas pueden registrarse, por te~ léfono u online, a partir de las 7.00 a.m. del dia 15 de cada mes y hasta con cinco meses de antelacién. Pero no ¢s facil conseguir una plaza. La demanda es tan alta, especialmente en verano, que los cam~ pings estin totalmente ocupados unos minutos después de ofrecerse sus plaz: Pero en 2011, The Sacramento Bee informé de la existencia de revendedores que ofrecian en Craigslist plazas en Yosemite por 100- 150 délares la noche. El Servicio de Parques Nacionales, que prohi- be la reventa de reservas, se vio inundado de quejas por las reventas, € intenté evitar aquel comercio ilicito. De acuerdo con la légica estindar del mercado, no esta claro el porqué: si el Servicio de Par ques Nacionales quiere maximizar el bien que la sociedad obtiene de Yosemite, tendria que querer que los campings los usaran quienes mis valoran la experiencia que ofrecen, lo cual se mediria por su disposicién a pagar.¥ entonces, en vez de intentar acabar con los revendedores, tendria que darles la bienvenida. © bien tendria que clevar los importes que cobra por las reservas de plazas al precio maximo que tolera el mercado y eliminar el exceso de demanda. mpings de Pero la indignacién pablica por las reventas de los Yosemite rechaza esta légica mercantil. El periddico que reveld esta 4B LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR historia sacé un editorial condenando las reventas con el titulo de LOS REVENDEDORES INVADEN EL PARQUE YOSEMITE: ;ES QUE NO HAY NADA SAGRADO? Consideraba las reventas como un chanchullo que habja que impedir, no como un servicio a Ja uti- lidad social. «Las maravillas de Yosemite nos pertenecen a todos —sentencid el editorial—, no a quienes se pueden permitir gastarse dinero extra en un revendedor.»® Tras la oposici6n a la reventa de plazas de i mping en Yosemite hay dos objeciones; una referida‘a a justicia, y la otra a la manera apropiada de valorar un parque nacional. La primera objecién es que fa reventa es injusta con las personas de recursos modestos que no pueden permitirse pagar 150 délares por una noche de camping. La segunda objecién, implicita en la pregunta retérica del editorial («{No hay nada sagrado?»), se basa en la idea de que hay cosas que no pueden venderse. De acuerdo con esta idea, los parques naciona- les no son simples objetos de uso o fuentes de utilidad social. Son lugares de bellos parajes naturales dignos de admiracion y respeto. El acceso de los revendedores a semejantes lugares seri un sacrilegio. ia algo parecido a Misas papales a ta venta He aqui otro ejemplo de conflicto de los valores de mercado con un bien sagrado: cuando el papa Benedicto XVI hizo su primera visita a Estados Unidos, la demanda de entradas para sus misas en los estadios de la ciudad de Nueva York y de Washington excedié en mucho el niimero de plazas —incluso en el Yankee Stadium—. Las didcesis y parroquias catélicas locales distribuyeron entradas gra- tuitas.Y cuando aparecié la inevitable venta —una entrada vendida online costaba mis de 200 délares—, representantes de la Iglesia condenaron esta practica arguyendo que la participacién en un rito teligioso no debe comprarse ni venderse, «No puede haber un mer- cado de entradas —dijo una portavoz de la Iglesia—. Nadie puede Pagar por celebrar un sacramento.» 44 COMO LIBR ARSE DE LAS COLAS Quienes compraron estas entradas puede que no estén de acuer- do. Ellos pudieron celebrar el sacramento porque habian pagado. Pero la portavoz de la Iglesia intentaba, creo, exponer un punto de vista diferente: aunque sea posible ser admitido en una misa papal por haber pagado a un vendedor de entradas, el espiritu del sacra- mento es mancillado cuando la experiencia se ha puesto a la venta. Mancillar bienes sagrados convirtiéndolos en instrumentos para ob- tener ganancias implica valorarlos equivocadamente. El mercado y Springsteen Pero gqué decir de un acontecimiento que es en parte un asunto comercial y en parte no? En 2009, Bruce Springsteen dio dos con- ciertos en el estado de New Jersey, del que es natural. Puso el precio maximo de las entradas en 95 délares, aunque podria haber sido mu- cho mis alto y aun asi haber Menado el estadio. Este precio limitado dio lugar a una reventa desenfrenada de entradas e hizo perder a Springsteen mucho dinero. Los Rolling Stones habian puesto hacia poco un precio de 450 dolares por las mejores plazas en su gira de conciertos. Los economistas que estudiaron los precios de las entra- das de un concierto anterior de Springsteen concluyeron que, por poner un precio inferior al del mercado, Springsteen habia renun- ciado a ganar unos 4 millones de délares aquella tarde.” zPor qué no poner entonces el precio de mercado? Para Springs- teen, mantener los precios de las entradas relativamente asequibles es una manera de ser leal con sus fans de la clase trabajadora. Es tam- bién una manera de dar a entender lo que pretende con sus concier- tos. Son operaciones comerciales con las que hace dinero, eso es in- dudable, pero solo Io son en parte. También son celebraciones cuyo éxito depende del caracter y de la composicion del piiblico. La actua- ino también en la relacién entre cién no consiste solamente en cantar, el que acttia y su ptiblico, y el espiritu que anima a los congregados. En un articulo del New Yorker sobre el aspecto econdmico de los conciertos de rock, John Seabrook seijala que los conciertos en vivo as eS LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR no son enteramente mercancias o bienes de mercado; tratarlos como si lo fuesen significa restarles valor: «Las grabaciones son mercancias, los conciertos son eventos sociales, y si se intenta convertirlos en mercancias ajenas a la experiencia viva, se corre el riesgo de arruinar Ja experiencia entera».Y cita a Alan Krueger, un economista que ha estudiado los precios de los conciertos de Springsteen: «Todavia existe un elemento de los conciertos de rock que se parece mis a un concier- una fiesta que a un comercio», Una entrada par to de Springsteen, explica Krueger, no es solo un bien mercantil. Es en ciertos aspectos un regalo. Si Springsteen elevase el precio por encima de lo que el mercado puede tolerar, echaria a perder la gra- tuitad de la relacion con sus fans. Hay quien vera en esto meras relaciones piiblicas, una estrategia consistente en renunciar hoy a ciertos ingresos para preservar cierta bondad y de ese modo maximizar ganancias a largo plazo. Pero no es esta la dinica manera de interpretarlo. Springsteen pucde creer, y tie- ne derecho a creerlo, que tratar sus conciertos en vive como puros aria degradarlos, valorarlos de manera bienes mercantiles sign equivocada. Al menos en este sentido tendria algo en comin con el papa Benedicto. + LA COLA Hemos examinado diversas maneras de pagar para evitar las colas: contratar guardacolas, adquirir entradas a (re)vendedores 0 comprar directamente privilegios a, por ejemplo, una linea aérea 0 un parque . Cada una de estas transacciones sustituye la ética de de atraccione: la cola (esperar.a que nos Hlegue el turno) por la ética del mercado (pagar por un servicio mis ripido). Los mereados y las colas pa: as dite- bienes, y cada una es apropiada pa gar Y esperar— son mane las diferentes rentes de repar La ética de la cola —eel primero en Hegar es el primero actividade al que se sitves— se basa en el principio igualitario, Nos pide ignorar el privilegio, el poder y los bolsillos abultados, al menos para ciertos do COMO LIBRARSE DE LAS COLAS fines. «Espere su turno —se nos reprende como a nifios—. Respete la cola.» Este principio parece apto para toboganes, paradas de autobiis y colas para ir al servicio en un teatro o un estadio. Nos sienta mal que alguien se salte la cola delante de nosotros. Cuando alguien con una necesidad urgente pide permiso para adelantarse en Ia cola, la gente suele consentirselo. Pero le pareceria chocante que alguien situado al final de la cola offeciera 10 délares por adelantarse, 0 que la adminis- tracion de un centro instalase lavabos exprés de pago al lado de los gratuitos para acomodar a clientes adinerados (0 desesperados). Pero la ética de la cola no rige en todos los casos. Si pongo mi casa en venta, no tengo obligacién de aceptar la primera oferta que se me haga solo por ser la primera. Vender mi casa y esperar al auto- bits son asuntos diferentes, y se rigen por normas diferentes. No hay raz6n para pensar que tiene que haber un Gnico principio —el de hacer cola o pagar— que determine el reparto de todos los bienes. A veces las normas cambian, y no esta claro qué principio debe prevalecer. Pensemos en el mensaje grabado que oimos una y otra vez cuando esperamos a que nuestro banco, nuestro sistema sanitario o la televisién por cable nos atienda al teléfono: «Su Iamada sera atendida por orden de entradao. Esto es la esencia de la ética de la cola. Es como si la entidad tra el balsamo de la justicia. Pero no hemos de tomarnos estos men algunas Il: son atendidas con ma rapidez que otras. Podemos Hamar a esto salto de cola teletdnico. tase de aliviar nuestra impaciencia con ado ‘jes grabados dema: ens nad: o. Porque hoy en ¢ 1 vez son mis los bancos, lineas aéreas y sistemas de tarjetas de fo que proporcionan niimeros de teléfono especiales a sus me- jores clientes o reconducen sus lamadas hacia centrales de Hamadas para élites donde recibirin una ripida atencién. La tecnologia de estas centrales permite a las compaiias «clasificar» las Hamadas er tantes y dar un servicio mas rapido a las que proceden de zonas de gente adinerada. Recientemente, Delta Airlines propuso dar a I: s ut UND SUS Se personas quem: icios una controvertida ventaja: la opcidn de pagar 5 délares mas por hablar con un agente que aten- 47 LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAK diese a los clientes en Estados Unidos en vez de reconducir su Ila mada a una central de Hamadas de la India. La desaprobacién publica hizo que Delta abandonara esta idea.” éQué hay de malo en contestar primero las llamadas de los me- jores (0 mas prometedores) clientes? Depende del tipo de bien que se vend: - gLas Hamadas son por un descubierto bancario 0 por una apendicectomia? Los mercados y las cols no son, por supuesto, las tt mane- ras de distribuir cosas. Algunos bienes los tepartimos segtin méritos, otros segtin necesidades, y otros mis por sorteo o por azar. Las uni- versidades admiten a los estudiantes mas capacitados y prometedores, no a los primeros que solicitan acceso u oftecen mis dinero por una plaza en el primer curso. Las salas de urgencias de los hospitales tra- tan a los pacientes segiin la urgencia de su situacion, no por el orden de legada o su disposicién a pagar un dinero extra para que los atien- dan antes. Los miembros de los jurados se eligen por sorteo; si nos Haman para este menester, no podemos Pagar a nadie para que ocu- pe nuestro lugar. Lat ndencia de los mercados a desplazar las col: y otras formas no mercantiles de distribuir bienes domina de tal modo la vida moder- na que apenas la notamos ya. Es asombroso que la mayoria de los sistemas que hemos examinado para evitar colas mediante pagos —en acropuertos y parques de atracciones, en los festivales de Shakespeare y en las conferencias del Congreso, en consultas médicas, en autopis entrales de amadas y en y en parques nacionales— sean un fénomeno reciente, dificilmente imaginable hace tres décadas. La desaparicion de la cola en estos lugares puede que parezca un dato Curioso. Pero no son estos los tinicos lugares que los mercados han invadido. 2 Incentivos DINERO POR ESTERILIZACION Cada afio nacen miles de bebés de madres drogadictas. Algunos na- cen con la misma adiccién, y gran cantidad de ellos sufririn abusos © abandonos. Barbara Harris, fundadora del llamado Proyecto Pre- venci6én, radicado en Carolina del Norte y con fines humanitarios, tiene una solucién basada en el mercado: ofrecer a mujeres droga dictas 300 délares por someterse a esterilizacién 0 a control de nata- lidad por largo tiempo. Mas de tres mil mujeres han aceptado su Ofrecimiento desde que puso en marcha este programa en 1997.! Los criticos de este proyecto lo califican de «anoralmente repro- bable» y de «soborno para esterilizarse». Argumentan que ofrecer a drogadictas un incentive econdmico para suspender su capacidad n, especialmente porque el pro- Teproductiva viene a ser una coace rama se dirige a mujeres vulnerables de barrios pobres. En vez de ayudar a las que alli acuden a vencer su adiccién, se lamentan los cri- ticos, el dinero Ia subvenciona.Y, en efecto, un folleto de promocién del programa dice: «No dej Harris admite que lo mis frecuente es que sus clientas empleen es que un embarazo arruine a hibito»,? el dinero en comprar mis droga. Pero cree que esto es un pequeiio Precio que ha de pagar por prevenir que nazcan nifios con adiccién a las drogas. Algunas de las mujeres que aceptan el dinero por su €sterilizacién han estado embarazadas una docena o mas de vee muchas tienen ya multitud de hijes en centros de acogida. «Por qué el derecho de una mujer procrear va a ser ms importante que 4 * , faadwuars [elds vonoyid run o prprayor van ‘usiq un somditosios ; coyduue str opeaytuats un auan votdnaios ounnsar [2 LoLaiue 9} -naidvo [9 Ua oasta sotttaty OUtto ‘orag “soayqnd soe leoulaitea te _rteange soupy sornyauiag & uotsdnaso ry soumsose opnuat Vv , / “equa Ua Wasa apand ou anb (oduala tod vonyod mouangur vun oO aiqeioary oyIpazaa un) oFje sepuaa < svaduios Ua arsistio ugtodnizos vq soidnisos outs ‘oanovos vas anb sa ou ayqeanstias OUIOOS |v advy anb oF ‘opucurd uayes sequae A *vund]e uot2v09 sy; -ns apand said sop sey ap vunsuipy ‘eer e > JOA aruatUEIAIUD Jas 9 ~and ugtsesuea vustpur vasa ‘olay! 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HoLEHOsy ET U2 A —avarsindaa ugiois -odaid» ap opyn ey ydeadayyy, op opnoeue uN— esuiaad vp ua uorisodo ayiany tun gntosua OUP god aezypiiaisa ap vapt ep apuop “euLy AUDISIS NS OAT SUI “O10T UT eeUQIDIPE NS 1 ~aary vy e earnbpe ouvtmny 39s 000 anb xaovy v oyparap vdtiay aipeu anb ald ON ‘SOUT Sof ap OIUANUILYHS [2 amiaaaid aod vsoo samb =jend eye} “sapBury so] ap yes |v eaoype eun ap sopiocu sour onene vomdope opreu ns A vyg seiguatzada vy apsap eyqey eyla “staaepy equndaad as ‘azeutiou epta wun f9ut1 © ofiy un ap oypaiap |? aig, uta E UgIoeAUaoUT ap AVAMAIWOD IGAN ON OWANIG 14 IND OF F | LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR 1 que los hacemos descender a un nivel inferior al que les es propio. “Asi, y para poner un ejemplo extremo, tener hijos para venderlos y obtener un beneficio es una corrupcién de la paternidad, pues trata a los nies como cosas que pucden ser usadas en vez de seres que deben ser amados. La corrupcisn politica puede contemplarse bajo esta misma luz: cuando un juez acepta un soborno para emitir un ve redicto corrompido, acttia como si su autoridad judicial fuese un instrumento de provecho personal en vez de un pilar de la confianza Degrada y ensucia su oficio al hacerlo descender a un nivel inferior al que le es propio. Esta nocién mas amplia de corrupcién esti en la base de la acu- piblica sacion de que el sistema de esterilizacién por dinero es una forma de soborno. Quienes lo Ilaman soborno sugieren que, sea o NO coactivo el trato, es en si corrupto.Y la raz6n de que sea corrupto es que am- bas partes —el comprador (Harris) y el vendedor (la drogadicta)— valoran el bien vendido (la capacidad procreadora de la vendedora) de forma equivocada, Harris trata a las mujeres drogadictas y seropo- sitivas como miquinas de tener hijos daiadas que pueden pararse mediante una suma de dinero. Quienes aceptan su oferta consienten en este trato degradante. Tal es la fuerza moral de la acusacion de soborno, Como los jueces y los funcionarios publicos corruptos, las mujeres que aceptan ser esterilizadas a cambio de dinero venden algo que no puede venderse. Utilizan su capacidad reproductiva como una herramienta para obtener una ganancia en vez de tratar- la como un don o un atributo que ha de ejercerse conforme a nor- mas de responsabilidad y proteccion. Podria argumentarse, en respuesta a esto, que ka analogia es im- perfecta. Un juez que acepta un soborno a cambio de un veredicto corrompido vende algo que no puede venderse; el veredicto no es algo de su propiedad. Pero una mujer que consiente en ser esteri- lizada por dinero vende algo que le pertenece: su capacidad repro- i elige ser ductiva. Aparte del dinero, la mujer no hace nada malo esterilizada (o no tener hijos), pero no asi el juez que emite un ve- redicto jjusto incluso en ausencia de soborno. Si una mujer tiene idad para tener hi derecho a renunciar a su cap 28 por razones a INCENTIVOS, particulares suyas, algunos razonarin que también tiene derecho a hacerlo por un precio. Si aceptamos este argumento, entonces la esterilizacién a cam- bio de dinero no es en absoluto un soborno. Asi, a la hora de deter- minar si la capacidad reproductiva de una mujer puede ser objeto de una transaccién comercial, hemos de preguntarnos qué clase de bien es: gpodemos considerar nuestros cuerpos como propiedades rives- tras y usarlos y disponer de ellos como nos plazea, o hay usos de nuestro cuerpo que equivalen a la autodegradacién? Esta es una cuestion sustancial y controvertida que se plantea también en los debates sobre la prostitucién, las madres de alquiler y la compraventa de évulos y de esperma. Antes de poder decidir si las relaciones mer- cantiles son apropiadas en ciertos dominios, hemos de entender qué normas deben regir nuestra vida sexual y procreativa. EL ENFOQUE ECONOMICO DE LA VIDA La mayoria de los economistas prefieren no tratar de cuestiones mo- tales, al menos no como economistas. Dicen que su tarea es explicar el comportamiento de la gente, no juzgarlo. Ellos insisten en que lo que hacen no es decirnos qué normas deben regir esta o aquella actividad o cémo debemos valorar este o aquel bien. El sistema de precios reparte bienes de acuerdo con las preferencias de la gente; no dice que esas preferencias sean dignas, 0 admirables, 0 determinad. economis propiad circunstancias. Pero, a pesar de sus declaraciones, los as cada vez se enredan mi is en cuestiones morz'** Esto sucede por dos razones: una refleja un cambio - do, y la otra un cambio en la manera en que los economi: den su objeto. ae En las dltimas décadas, los mercados y el pensamiento orientado al mereado han invadido esferas de la vida tradicionalmente regidas Por normas no mercantiles. Cada vez es nvas frecuente poner precios a bienes no econdmicos. Los 300 délares que Harris ofrece son un ejemplo de esta tendencia. i LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR Al mismo tiempo, los economistas han reescrito su disciplina, haciéndola mis abstracta y mds ambiciosa. En el pasado, los econo- mistas trataban de temas reconocidamente econdmicos —inflacion, versiones, tipos de interés y comercio exte- ino el sistema desempleo, ahorros, rior—. Explicaban cémo los paises prosperaban y c de precios alineaba la oferta y la demanda en el mercado de futu- tos de la panceta de cerdo y otros bienes de mercado. Pero recientemente muchos economistas se han propuesto Ile- var a cabo un proyecto mas ambicioso. Lo que los economistas ofre- cen ya no es, argumentan, solamente una serie de explicaciones rela- tivas a la produccién y el consumo de bienes materiales, sino también una ciencia del comportamiento humano. En el corazon de esta cienci de la vida, el comportamiento humano puede explicarse partiendo de er después de sopesar los costes y los a hay una idea simple pero poderosa: en todos los ambitos que la gente decide qué ha beneficios de las opciones que se le ofrecen y elige la que cree que ma utilidad. le proporcionara el mayor bienestar o la m Si esta idea es correcta, entonces todo tiene un precio. E] precio puede ser explicito, como el de los coches, las tostadoras 0 la pance- ta, o venir implicito, como el del sexo, el matrimonio, los hijos, la educacién, la actividad criminal, la discriminacion racial, la parti pacién politica, la proteccién medioambiental y hasta la vida huma- na. Seamos 0 no conscientes de ello, la ley de fa oferta y la demanda gobierna la provision de todas estas co: La tesis mas influyente sobre este modo de considerar kas cosas la enuncid Gary Becker, un economista de la Universidad de Chicag en The Economic Approach to Human Behavior (1976). Este autor re- chaza la nocién anticuada de que la ciencia econdmica es «el estudio xO, de la distribucién de bienes materiales». La persistencia de la optica tradicional se debe, especula él, «a la reluctancia a someter ciertos tipos de comportamiento humano al “trio” cileulo de Ia ciencia econdmica». Becker trata de artancarnos de esta reluctancia." Segtin Becker, la gente actiia para maximizar str bienestar, cual- plicado quiiera que sea la actividad que desarrolle, Este principio, « resueltamente a todos los casos, constituye el nicleo del enfoque a4 INCENTIVOS, econdémico» del comportamiento humano. El enfoque econdmico se aplica cualesquiera que sean Jos bienes en cuestién. Explica lo mismo las decisiones de vida o muerte que «la eleccién de una mar- ca de café», Se aplica tanto a clegir pareja como a comprar un bote de pintura.Y continda Becker: «He Ilegado al convencimiento de que el enfoque econdmico es un enfoque comprehensive que pue- de aplicarse a todo el comportamiento humano, al que involucra precios reales y al que juega con precios sombra, a las decisiones re- petidas y a las infrecuentes, a las decisiones grandes y a las pequeiias, a los fines emocionales y a los maquinales, a las personas ricas y a las pobres, a los hombres y a las mujeres, a los adultos y a los niiios, a las personas brillantes y a las estiipidas, a los pacientes y a los tera- peutas, a los hombres de negocios y a los politicos, a los profesores y a los alumnos».’ Becker no quiere decir que pacientes y terapeutas, hombres de negocios y politicos, profesores y alumnos piensen que sus decisio- nes obedecen a impet vos econdmicos. Pero eso es solo porque a acciones. «El enfoque econémico no supone» que la gente «sea necesariamente menudo no somos capaces de ver el origen de nuestra consciente de sus esfuerzos maximizadores 0 pueda verbalizar o des- cribir de una manera informati as razones de su comportamien- to. Sin embargo, quien es capaz de percibir las setiales de los precios implicitos en cada situaci6n humana se da cuenta de que todo nues- tro comportamiento, por alejado que esté de los asuntos materiales, puede explicarse y predecirse como un calculo racional de costes y beneficios.* Becker ilustra su tesis con un andlisis econdmico del matrimo- nio y el divorcio: De acuerdo con ef enfoque econdmico, una persona decide ea sarse cuando la utilidad esperada del matrimonio escede la esperada de la solteria o de a biisqueda adicional de una pareja mis apropiada. as matrimonio cuan- De forma similar, ana persona casada pone fi do. © de casarse con otra utilidad anticipada de permanecer solter xcede la pérdida de utilidad de la separacion, incluidas en ella las we a LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR pérdidas causadas por In separacién fisica de sus hijos, la division de los bienes, las costas legales, eteétera, Como son mucha buscan pareja, puede de Jas personas que tse que existe un mercado matrimonial.” Hay quienes piensan que esta éptica de! cilculo priva al matri- monio de todo romanticismo. Aducen que el amor, e] compromiso y las obligaciones son ideales que no pueden reducirse a términos monetarios. Insisten en que un buen matrimonio no tiene precio, en que es algo que el dinero no puede comprar. Para Becker, esta es una sombra de sentimentalismo que impide pensar con claridad. «Con un ingenio digno de admiracién si le die- sen un uso mejor, escribe, quienes se oponen al enfoque econdmi- co explican el comportamiento humano como un resultado turbio e impredecible de da ignorancia y la irracionalidad, de unos valores que con frecuencia cambian sin explicacién, de la costumbre y la tradicién, de la conformidad de algtin modo inducida por normas sociales». Becker tiene poca paciencia con esta turbiedad. Una aten- cién bien enfocada a los ingresos y al efecto de los precios, cree él, presta a la ciencia social un fiundamento mis sélido."" Puede entenderse toda accion humana en analogia con el mer- cado? Economistas, politélogos, juristas y otros contintian debatiendo stion. Pero lo sorprendente es lo poderosa que se ha vuelto e: esta cue: ta imagen mereantil no solo en Ambitos académicos, sino también en la vida cotidiana, Las tiltimas décadas han sido testigo operado en un grado notable, en la concepcidn de las re de un cambio, jones so- ciales, que las reconstruye a imagen de las relaciones mereantiles. Una transformacién la da el uso creciente de incentivos monetarios para resolver problemas sociales. medida del aleance de esta Nixo: PAGADOS PARA SACAR BUENAS NOTAS. Pagar a alguien para que se someta a una esterilizacion es un ejem- plo descarado, He aqui otro: distritos escolares de Estados Unidos tratan hoy de mejorar el rendimiento escolar pagando a los niios 56 t i i | ' | i i i INCENTIVOS por sacar buenas notas o altas puntuaciones en pruebas normalizadas. La idea de que los incentivos econédmicos pueden remediar los ma- les de nuestros colegios hace tiempo que est’ muy presente en el movimiento por la reforma educativa. Yo asisti a un colegio ptiblico de secundaria que era muy bueno, pero dem: ado competitivo, en Pacific Palisades, California. Oca- sionalmente oia hablar de niios a los que sus padres pagaban por cada sobresaliente en su cartilla de notas. Esto nos parecia a casi to- dos escandaloso. Pero a nadie se le ocurrié que el propio colegio pudiera pagar las buenas notas. Recuerdo que Los Angeles Dodgers hacian por aquellos afios una promocién en la que daban entradas gratuitas a alumnos de los colegios que figuraban en el cuadro de honor. No teniamos nada que objetar a esta prictica, y mis amigos y yo asistinios a unos cuantos partidos. Pero ninguno de nosotros con- cebiamos aquello como un incentivo; mas bien lo veiamos como un dispendio. Ahora, las cosas son distintas. Los incentivos econdmicos s contemplan cada vez mas como un recurso para mejorar la educa- cidn, en especial la de alunos de colegios urbanos de bajos rendi- mientos. La portada de un ntimero reciente de la revista Time plantea- ba la cuestion sin rodeos: «;Pueden los colegios sobornar a los nifos?»,"! Roland Fryer Jr. un profesor de economia de Harvard, esta tra tando de averiguarlo: Fryer, un afroamericano que crecié en barrios dificiles de Florida y Texas, cree que los incentivos econdmicos pue- den ayuda a motivar a los niiios de colegios de zonas urbanas depri- midas. Con la ayuda de fondos procedentes de findaciones, ha pues- to a prueba esta idea en varios de los distritos escolares mas grandes de Estados Unidos. Desde 2007, afio en que puso en practica su pro- yeeto, ha pagado 6,3 millones de ddlares a alumnos de 261 colegios nos ¢ hispanos de fa- urbanos con predominio de nits atroameri . En cada ciudad emples diferentes sistemas milias con bajos ingress a de incentivaciér LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR L * En la ciudad de Nueva York, los colegios Participantes paga- ron a alumnos de cuarto curso 25 délares por obtener buenas puntuaciones en pruebas normalizadas. Los de sépti NO curso 1 podian ganar 50 délares por prueba. La media de los alumnos i de séptimo curso alcanz6 un total de 231,55 délares.'3 i * En Washington, los colegios pagaron a alumnos de doce a catorce afios recompensas por asistencia, buena conducta y entrega de los deberes. Los chicos aplicados pudieron Hegar a i ganar 100 dolares cada dos semanas. El alamno medio sumd alrededor de 40 délares en el Pago semanal, y un total de 532,85 délares en todo el curso escolar,"! * En Chicago, los colegios oftecieron a alumnos de noveno curso dinero por obtener buenas notas en sus asignaturas: 50 délares por un sobresaliente, 35 por un notable y 20 por un aprobado, El alumno mis brillante obtuvo durante todo el curso escolar la bonita sama de 1.875 délares."* il * En Dallas, los colegios pagaron a alumnos de segundo curso 7 2 délares por cada libro leido. Para recibir este dinero, los alum- Nos tuvieron que pasar una prueba ante el ordenador para demostrar que habian leido el libro." Estos pagos arrojaron resultados desiguales. En la ciudad de Nueva York, el pago a los nitios por las buenas notas no consiguid miejorar su rendimiento escolar. El premio a las buenas notas en Chi- cago consiguid mejorar a asistencia, pero no asi los resultados en pruebas normalizadas. En Washington, los pagos ayudaron a algunos alumnos (hispanos, varones y alumnos con problemas de conducta) a mejora ren materia de lectura. Los mejores resultados se obtuvie- i ron con alumnos de segundo curso en Dallas; los chicos que recibie- ton 2 dolares por cada libro leido vieron aumentada su puntuacién en comprensién de la lectura al terminar el aio escolar.” EI proyecto de Fryer es uno de los muchos intentos recientes de pagar a los chicos para me jorar en el colegio. Otro programa de este géncro offece dinero por buenas notas en la prueba de cualificacién { t i 1 para estudios universitarios, En las clases Preparatorias de este exa- ' 58 INCENTIVOS men, los alumnos de secundaria deben tratar con material de nivel universitario en matemiticas, historia, ciencias, inglés y otras mate- tias. En 1996, Texas lanzé el Programa de Incentivos para las Pruebas de Cualificacién, que paga a los alumnos de 100 a 500 délares (de- pendiendo del colegio) por obtener un aprobado (una puntuacién de 3 o mis)* en esta prueba. Sus profesores son también recompen- sados con una summa de 100 a 500 délares por cada alumno que aprueba el examen, ademas de un plus en su sueldo. El programa de ahora se aplica en sesenta colegios de secundaria incentivaci6n, qu de Texas, trata de mejorar la preparacién para la universidad de alum- Nos pertenecientes a minorias con bajos ingresos. Una decena de estados oftece ahora incentivos econdmicos a alumnos y profesores para aprobar este examen." Algunos programas de incentivacién se dirigen a los profesores mas que a los alumnos. Aunque las asociaciones de profesores han recelado de las propuestas de pago por rendimiento, la idea de pagar ir a profesores por el rendimiento escolar de sus alumnos es popul entre votantes, politicos y algunos reformadores de la educacién. Desde 2005, distritos escolares de Denver, de la ciudad de Nueva York, de Washington, del condado de Guilford, de Carolina del Nor- de incentivacién eco- te y de Houston han implementado sisten némica para profesores. En 2006, el Congreso creé el Fondo de In- centivos a Profesores para conceder retribuciones por rendimiento 3 profesores de colegios de bajo rendimiento escolar. La administra- cidn de Obama incrementé los fondos para este programa. Recien- incentivacién con fondos privados en Nash- temente, un proyecto de ville ofrecié a profesores de matemiaticas de colegios para alumnos de doce a catorce afios bonificaciones de hasta 15.000 délares por mnenes de sus alumnos."” mejorar las puntuaciones de los ex: Las boniticaciones de Nashville, aunque eran considerables, no tuvieron pricticamente impacto alguno en el rendimiento de los s. Pero el programa de incentives para las alumnos en matemitics stmaniente cualificado, «N. del") muy cul LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR pruebas de cualificacién de Texas y de otras partes tuvieron un efec- to positivo. Muchos alumnos, incluidos los de familias con bajos in- gresos y los pertenecientes a minorias, se han animado a estudiar materias preparatorias.Y muchos estén superando los eximene: malizados que los cualifican p: nor- la universidad. Esta es una buena noticia. Pero no confirma la idea econdmica comin sobre los incen- tivos econémicos segdn la cual cuanto miis se les paga, tanto mas trabajaran los estudiantes y tanto mejores seran los resultados, El asunto es nxis complejo que todo eso. Los programas de incentivos para las pruebas de cualificacion que han tenido éxito ofrecen a estudiantes y profesores mis que di- hero; transforman la cultura del colegio y las actitudes de los alum- nos hacia el rendimiento en los estudios. Estos programas proporcio- nan formacién especial a profesores y equipos de laboratorio, y organizan sesiones tutoriales después de las horas de colegio y los sibados. Un exigente colegio urbano de Worcester, Massachusetts, oftecid clases preparatorias a todos los alumnos, y no a una élite pre- seleccionada, y recluté alumnos utilizando pésters de estrellas del rap que «invitaban a chicos que vestian vaqueros medio caidos e idola- traban a raperos como Lil Wayne a recibir las clases mis dificiles». Parece que el incentivo de los 100 délares por pasar la prueba al final del ato los motivé mas por su efecto expresivo que por el dinero en si mismo. «Hay algo que mola en este dinero —dijo un alumno a The New York Times—, Hay un gran extra.» Li sesiones tutoriales dos veces a la semana después del colegio y las dieciocho horas de clases del sibado que oftecia el programa también ayudaban" Un economista que examiné detenidamente el programa de incentivos para las pruebas de cualificacién en colegios de alumnos de familias con bajos ingresos de Texas observé algo interesante: el programa conseguia estimular el rendimiento escolar, mas no de a manera predicha por el «efecto del precio» estindar (cuanto mas se paga, mejores son las notas). Aunque algunos colegios pagaban 100 dolares por superar la prueba y otros hasta 500 délares, los resultados no eran mejores en los colegios que ofrecian mayores sumas. Alumnos y profesores no actuaban «simplemente como 60 i i | INCENTIVOS maximizadores de ingresos», escribié C. Kirabo Jackson, autor del estudio. ‘ 2Qué estaba sucediendo? El dinero tenia un efecto expresivo hacia que el rendimiento escolar «molase»—. Esta es la razon de que lr cantidhd no fiese decisiva, Aunque en la mayoria de Tos cole- gios solo las asignaturas preparatorias de inglés, matemiticas y cien- cias contaban para estos incentivos econdmicos, el programa tam- bién inducia a una mayor implicacion en otras asignaturas, como_, historia y ciencias sociales. Los programas de incentivos para las \ pruebas de cualificacién han dado resultado no por sobornar a los; estudiantes para que mejoren, sino porque modifican las actitudes / hacia el rendimiento y la cultura escolar.” SOBORNOS SANITARIOS La sanidad es otra drea donde los incentivos econémicos estin en boga. Cada vez es mis frecuente que médicos, compaiias asegurado- ras y empleadores paguen a la gente por estar sana —por tomar sus medicamentos, por dejar de fumar o por perder peso—. Se podria pensar que prevenir la enfermedad 0 evitar los alimentos nocivos para la salud serian motivaciones suficientes. Pero, sorprendentemen- te, muchas veces no es este el caso, De un tercio a la mitad de los pacientes no toman las medicaciones que los médicos les prescriben. Cuando su situacion empeora, el resultado general son miles de mi- Hones de dolares anuales en gastos sanitarios adicionales..Por cso, médicos y aseguradoras estan ofreciendo incentivos econdmicos con el fin de motivar a los pacientes para que tomen sus medicinas.* En Filadelfia, los pacientes a los que se prescribe warfarina, un anticoagulante sanguineo, pueden ganar de 10 a 100 délares de Te- compensa por tomar el medicamento. (Un pastillero informatizado mento y les dice si ese dia han gana- registra las tomas del medi do dinero). Los participantes en el sistema de incentives hacen una media de 90 délares al mes por seguir las prescripciones. En Gran Bretaia, algunos pacientes con trastorno bipolar o esquizofrenia re- ol | | LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR ciben 15 libras por ponerse su inyeccién mensual de sustancias an- tipsicéticas. A las chicas adolescentes se les ofrece 45 libras en vales de compra para adquirir y recibir la vacuna que las protege contra un virus de transmision sexual que pucde producir cincer cervical.24 EI habito de fumar acarrea grandes costes a compaiiias que pro- Porcionan seguros sanitarios a sus empleados. Asi, en 2009 General Electric comenzé6 a pagar a algunos de sus empleados para que deja- ran de fumar; 750 délares si lo consiguen durante un,aito. Los resul- tados fueron tan prometedores que GE ha ampliado la oferta a todos sus empleados de Estados Unidos. La cadena de supermercados Safeway oftece primas de seguros de salud mas bajas a los trabajado- Tes que no fiman y tienen bajo control ef peso, la tensién arterial y el colesterol. Un mimero creciente de compa: binacién de incentivos y amenazas para motivar a los empleados en la mejora de su salud. El 80 por ciento de las grandes companias es- tadounidenses oftecen hoy incentivos econémicos a quienes partici pan en programas de vida sana.Y casi la mitad penalizan a los em- pleados con hibitos poco saludables, normalmente haciéndoles pagar iais por su seguro sanitario. La pérdida de peso es Ja meta mis atrayente, por mas dificil que sea de alcanzar, en los experimentos con incentivos econdmicos. El reality show de la NBC The Biggest Loser escenifica la moda actual de Pagar a las personas por bajar de peso. Ofrece 250.000 délares al concursante que consiga la mayor pérdida proporcional de peso du- rante la temporada.” Médicas, investigadores y empleadores han intentado oftecer incentivos mis modestos. En un estudio realizado en Estados Uni- dos, una recompensa de unos cientos de délares motive a part pantes obesos para perder unos seis kilos en cuatro meses. (Desafor- tunadamente, las pérdidas de peso resultaron pasajeras.) En Gran Bretaiia, donde el Servicio Nacional de Salud gasta el 5 por ciento de su presupuesto en tratamientos de enfermedades relacionadas con la obesidad, este servicio intenté pagar a personas con sobrepeso hasta 425 libras por perder peso y no tecuperarlo en dos aiios. El sistema recibe el nombre de Libras por Libras 62 i i | INCENTIVOS Hay dos cuestiones que se plantean acerca del sistema de pagar a la gente por adquirir habitos saludables. Funciona este sistema? Es objetable? Desde un punto de vista econdmico, la justificacion del pago a ~~ personas por preocuparse de su salud es simplemente un asunto de ) costes y beneficios. La nica cuestidn real es si el sistema de los incen- jciona. Si el dinero motiva a la gente para que tome sus medi- aun gimnasio, reduciendo asi la nece- tivos fi camentos, deje de fumar o vaya sidad posterior de costosos tratamientos, ;qué tiene de objetable? Pero muchos hacen objeciones. El recurso a los incentivos eco- nomicos para promover hibitos saludables es causa de virulentas i controversias morales. Una objecién habla de justicia, y otra de so- | borno, La primera se plantea, de maneras diferentes, a ambos lados ‘ del espectro politico. Algunos conservadores arguyen que las perso- nas con sobrepeso deben adelgazar por ellas nv pagarles para que adelgacen (y encima con dinero de los contribuyentes) premia de manera injusta la conducta indolente. Estos criticos ven los in: centivos econémicos como una «recompénsa a fa indulgencia mis que una forma de tratamiento». En esta objecion subyace la idea de que «todos podemos controlar nuestro peso», por lo que es injus- to pagar a quienes no lo hacen —especialmente si el dinero de los pagos procede, como a veces en Gran Bretafa, del Servicio Nacional de Salud—., «Pagar a alguien por abandonar malos habitos es lo wlti- mo en la mentalidad del Estado nodriza, pues lo exime de toda res- ponsabilidad por su salud.»* Algunos progresistas s econdmicas por cuidar la salud (y las penalizaciones de ifiestan Ia preocupacién contraria: las recompens Ja mala salud) pueden suponer una injusta desventaja para las perso- nas que se hallan en situaciones sanitarias que no pueden controlar. Permitir que empresas o aseguradoras sanitarias discriminen entre los sanos y los no sanos a la hora de establecer las cuotas es injusto alguna, estan menos sanos y corren ma- con quienes, sin tener culp: yores riesgos. Una cosa es off el gimnasio y otra muy distinta imponer cuotas de seguros basad: cer a todo el mundo un descuento para en estados de salud que muchas personas no pueden controlar” 63 LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR La objecién de soborno es mis esquiva. Es corriente que la Prensa lame sobornos a los incentivos para cuidar la salud, Pero ilo son? En el programa de dinero por esteril Se paga a las mujeres para que renuncien a su capacidad reproduct va no por su propio bien, sino con una finalidad externa: impedir \ que nazcan mas nifos con drogadiccidn. Se les paga para que actiien, ' \ en no pocos casos, contra su propio interés. Hh Pero no puede decirse lo mismo de los incentives econdmicos | para que la gente deje de fumar o pierda peso. Cualquiera que sea la | finalidad externa a la que sirva (reducir los costes sanitarios de las | empresas o del servicio nacional de salud), el dinero anima a quien lo recibe a adquirir habitos que benefician su salud. éDonde esta . entonces el soborno?™ O, para plantear la cuestién de forma ligera- mente diferente: gpor qué parece justa la acusacién de soborno cuando el habito saludable beneficia ala persona sobornada? Z Lo parece, creo, porque sospechamos que el mévil monetario : desplaza otros motivos mejores.¥ lo hace de esta manera: la buena salud no solo la determina el nivel normal de colesterol y el indice | de masa corporal. También la determinan la actitud correcta hacia | nuestro bienestar fisico y tratar a nuestro cuerpo con cuidado y res= I ““ . peto. Pagar a la gente por tomar sus medicamentos contribuye poco \, a desarrollar esta actitud, y hasta puede debilitarla. sta es la razén de que los sobornos sean manipuladores. Rehi- yen fa persuasién e imponen [a razén externa sobre la intrinseca. «gNo le preocupa su bienestar lo suticiente como para dejar de fumar © perder peso? Pues preoctipese, porque le voy a pagar 750 déla Los sobornos para cuidar nuestra salud nos tientan para que ha- gamos algo que deberiamos hacer de todos modos. Nos inducen a hacer una cosa buena a cambio de una cosa mala. A veces, ser tenta- \ dos de este modo nos ayuda. No es ficil dejar de fimar 0 perder peso \ por propia voluntad. Pero hay ocasiones en que debemos sob po- \ bornados puede convertirse en un habito. Si los sobornos sanitari on cficac preocuparse por la co- rrupeién de las actitudes positivas con respecto a la salud puede pa oF | | | INCENTIVOS recer exagerado. Si el dinero puede curar nuestra obesidad, zpor qué pensar en manipulaciones? Una respuesta es que una verdadera preocupacién por nuestro bienestar fisico es parte del respeto hacia nosotros mismos. Otra respuesta es mas prictica: si las actitudes que preservan la salud estén ausentes, los kilos pueden retornar cuando los incentivos se acaban. Esto es lo que parece haber sucedido con los sistemas de adelga- zamiento mediante pagos que hasta ahora se han estudiado. En el pago por dejar de fumar parece que hay un rayo de esperanza. Pero incluso el estudio mas optimista averigué que mis del 90 por ciento de los fumadores a los que se les pagé por terminar con su habito volvieron a fumar seis meses después de que cesaran los i ncentivos. En general, los incentivos econémicos parecen funcionar mejor si hacen que la gente se someta a algo especifico una cita médica o una inyeccin— en vez de tratar de cambiar habitos y comporta- mientos prolongados.** El sistema de pagar por estar sano puede fracasar porque no cul- tiva los valores que sustentan la buena salud. Si esto es cierto, la pre- gunta del economista («2Funcionan los incentivos econdmicos?») y la pregunta del moralista («Son objetables?») a mils cerca una de otra de lo que parece a primera vista. Que un anccnaye: «funcione>, depende de str objetivo. Y el objetivo propiamente dicho puede in- cluir valores y actitudes que los incentivos econdmicos socavan. INCENTIVOS PERVERSOS Un amigo mio solia pagar un délar a los niftos cada vez que escri- bian una nota de agradecimiento. (Al leer esas notas, solia decirle que estaban escritas bajo coaccién.) Esta tactica puede funcionar ° no a largo plazo. Puede resultar que si los nitios escriben las suficien- tes notas de agradecimiento, terminen aprendiendo el sentido real de las mismas y contingen manifestando su gratitudl por los regalos que reciben aunque no les paguen por ello. También es posible que | aprendan la leccion opuesta y vean en las notas de agradecimiento 63 LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR, / una incomodidad que soportarin por dinero. En este caso, el habito no se asentara, y dejarin de escribir esas notas cuando ya no les pa- guen. Peor atin: los sobornos podrin corromper su educacién moral y hacer que les cueste entender la virtd de la gratitud, Aunque in- cremente la produccién a corto plazo, el soborno para escribir notas de agradecimiento habra fracasado al inculcar una manera equivo- cada de valorar el bien en cuestion, Una dilema similar se plantea en el caso de.las buenas not: épor qué no pagar a un niiio para que saque buenas notas o para que lea un libro? El objetivo es motivarlo para que estudie o lea, El Pago es un incentivo para lograr esa finalidad. La ciencia econémica ensefa que la gente responde a los incentivos.Y si algunos ninos pueden ser motivados a leer libros por amor a la lectura, con otros no sucedera asi. ;Por qué entonces no seguir usando el dinero como incentivo? Por Porque puede resultar que —como el razonamiento econdmico sugiere— dos incentivos funcionen mejor que uno, Pero también puede resultar que el incentivo monetario socave el incentive in- trinseco, haciendo que se lea menos Y¥ no mais. O que se lea mas a corto plazo, pero por una razon equivocada, -& ; En este escenario, el mercado es un instrumento, pero no un ' istrumento inocente. Lo que comienza siendo un mecanismo de mercado se convierte en una norma de mercado. La preocupacién obvia es que el pago pueda acostumbrar a los hifos a ver en Ia lec- tura de libros una manera de hacer dinero, minando asi, o desplazan- | do, o corrompiendo el amor a la lectura. El empleo de incentivos monetarios para que la gente pierda peso, 0 lea libros, 0 se esterilice reflej: ci ‘ la légica de la concepcién | economica de la vida, pero también la propaga. Cuando Gary Bec- | ker eseribié, a mediados de la década de 1970, que todo lo que ha- cemos pucde explicarse suponiendo que calculamos costes y bene- ficios, se referia a «precios sombra», los precios it dice va n implicitos en las alternativas que se nos ofrecen y en las. clecciones que hacemos, Asi, cuando, por ejemplo, una persona de- cide permanecer casada en vez de divorciars 66 i i i | INCENTIVOS sona considera mas bien el precio implicito de una ruptura —el precio econdmico y el precio emocional— y decide que los benefi- cios del divorcio no le interesan. Pero los sistemas de incentivos que actualmente tanto abundan van mis alli. Al poner un precio real y explicito a actividades que estin muy lejos de los fines materiales, sacan a la Juz los precios som- bra de Becker y los hacen reales, Ellos proclaman la sugerencia bec- keriana de que todas las relaciones humanas son en tiltima instancia relaciones mercantiles. El propio Becker hizo una interesante propuesta en esta linea, una solucién mercantil al polémico debate sobre politica de inmi- gracién: Estados Unidos deberia abandonar sw complejo sistema de cupos, sistemas de puntos, preferencias familiares y listas de espera y simplemente vender el derecho a inmigrar. Dada la demanda, Bec- ker propone fijar el precio de la admision en 50.000 délares o tal vez niis.? Le razona Becker, tendrian automaticamente unas caracteristi bles. Serian probablemente jévenes, capacitados, ambiciosos y traba- Jjadores, y probablemente no harian uso de las ayudas sociales o los subsidios de desempleo. La primera vez que Becker propuso vender el derecho a inmigrar (en 1987), muchos consideraron extravagante esta idea. Pero, para quienes estaban imbuidos de conceptos econd- a una manera sensata, sencillamente obvia, de aplicar el ra- stidn por lo demis espino- s inmigrantes dispuestos a pagar una gran suma por entrar, ‘as desea- iicos, er zZonamiento mercantil para zanjar una 1 saz gc6mo decidir a qué inmigrantes conviene admitir? Julian L. Simon, también economista, propuso por la misma época un plan similar. Sugirié fijar un cupo anual de admisién de inmigrantes y subastar la admisi6n al mejor postor hasta agotar el cupo. Vender el derecho a inmigrar es justo, argumentaba Simon, acuerdo con el estindar de una sociedad «porque diserimina de orientada al mereado: la capacidad para pagar y la disposicién a ha- cerlo», Para salir al paso de la objecion de que su plan permitiria entrar solo a los pudientes, Simon sugirié permitir a los ganadores en la subasta tomar prestada del gobierno parte de la sama y devol- 67 LO QUE ERO NO PUEDE COMPRAR. verla después con el impuesto correspondiente. Y si no pudieran devolverla, observaba, siempre podrian ser deportados.” Algunos encontraron ofensiva la idea de vender el di cho a inmigrat. Pero en una época de creciente fe en el mercado, lo esen- cial de la propuesta de Becker-Simon pronto encontré el camino de la legalizacion. En 1990, el Congreso dispuso que los extranje- invirtieran 500.000 délares en Estados Unidos podrian in- migrar con sus familias y permanecer en el pa durante de transcurridos los cuales podrfan recibir una tarjeta verde perma- nente si la inversion creaba al menos diez puestos de trabajo. El plan de dinero por tarjeta verde fue el remate del sistema de evita- cién de colas, una via répida hacia la ciudadania. En 2011, dos se- nadores propusieron un proyecto de ley para ofiecer un econémico similar con el fin de reanin r el mercado de vi de lujo, que se hallaba deprimido a consecuencia de la crisis finan- ciera. El extranjero que comprara una vivienda por 500.000 déla- res recibiria un visado que le permitirfa vivir con su conyuge y sus hijos menores de edad en stados Unidos nto tiempo como tu- viera la vivienda en propiedad. Un titular de The Wall Street Journal resumié asi el trato: COMPRE UNA CASA Y OBTENDRA UN VISADO.** Becker propuso cobrar a refugiados que suftian persecuciones por su admisi6n. El libre mercado, sostenia, haria facil decidir qué refugi ados aceptar: los suficientemente motivados como pa pagar «Por razones obvias, los refugiados politicos y los persegu dos en sus propios paises estarian dispuestos a pagar una suma consi- cl preci derable por ser admitidos en una nacién libre. Un sistema de pagos automaticamente evitaria pérdidas de tiempo preguntindoles si ver- daderamente estarfa en peligro st integridad fisica si se les obligara a regresar a su pais». Proponer que un refugiado que sufre persecucién entregue 50.000 délares es una muestra de insensibilidad, ademas de otro ejemplo de la incapacidad por parte del economista de distinguir entre disposicién a pagar y posibilidad de hacerlo. Consideremos entonces otra propuesta del mercado para resolver el problema del 68 INCENTIVOS refugiado, una propuesta que no hace a los refugiados pagar de su bolsillo. Peter Schuck, un profesor de derecho, propuso lo siguiente: dejar que un organismo internacional asigne a cada pais un cupo anual de refugiados de acuerdo con su riqueza nacional. Y luego jas naciones comprar y vender entre ellas estas obligacio- permitir a nes. Asi, por ejemplo, si a Japon se le asignan veinte mil refugiados al afio, pero no desea acogerlos, podria pagar a Rusia o a Uganda para que lo hicieran. De acuerdo con la logica estand ¢ del mercado, to~ dos saldrian ganando. Rusia o Uganda obtendrfan una nueva fuente s nacionales, y Japon cumpliria sus obligaciones con los de ingr refugiados pagando por ellos, y asi serian més los refugiados que en- contrarian asilo.*° Hay algo desagradable en la idea de un mercado de refugiados i- aun si este aumentase el ntimero de refugiados que encontrasen a lo, Pero gqué tiene exactamente de objetable? Es algo que tiene que ado de refugiados cambia nuestra ver con el hecho de que un m percepcion de los refirgiados, de lo que son y del modo como deben ser tratados.Y anima a los participantes en este mercado —los com- pradores, los vendedores y también las personas cuyo asilo se rega tea— a pensar en los refuigiados como cargas de las que hay que deshacerse 0 como fuentes de ingresos, en vez de ver en ellos a seres humanos en peligro. Alguien podria reconocer el efecto degradante de un mercado de refugiados y, aun asi, concluir que este sistema los beneficia mis que los perjudica. Pero este ejemplo pone de manifiesto que los mer- cados no son meros mecanismos. Que encierran ciertas normas. Pre- iertas maneras de valorar los bienes que suiponen —y promueven— se intercambian. Los economistas a menudo suponen que los mercados no tocan © contaminan los bienes que regulan, Pero esto no es cierto. Los normas sociales. Con frecuencia mercados dejan su impronta en |: los incentivos mercantiles minan o desplazan los incentivos no mer- cantiles. Un estudio sobre algunas guarderfas de Israel demuestra que esto puede suceder. Las guarderfas se enfientaban a.un problema fa~ 69 LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR miliar: lo padres a veces legaban tarde a recoger a sus hijos, y una cuidadora debia permanecer con ellos h a que Iegasen los padres que se retrasaban. Para solucionar este problema, las guarderi; s les Impusicron una multa por recogerlos tarde, éQué sucedié? Las reco- gidas con retraso aumentaron.7 Ahora que sabemos que la gente responde a los incentivos, este €s un resultado desconcertante. Esperariamos que la multa redujese, y no aumentase, la incidencia de recogidas con retraso. ;Qué habia ocurrido? La introduccién de un pago cambié las normas. Antes, los adres que legaban tarde se sentian culpables; estaban causando mo- lestias a las cuidadoras. Después, los padres consideraron la espe como un ser io por el cual estaban dispuestos a pagar. Trataron la multa como si fuese una tasa, Mas que causar una molestia a las cui- dadoras, simplemente les pagaban por trabajar mis tiempo, Muttas versus Tariras Cuil es la diferencia entre una multa y una tarifa reflexionar sobre esta distincién. Las mult: ? Merece la pena uscitan una desaproba- cién moral, mientras que las tarifas son simplemente precios que no implican juicio moral alguno. Cuando se impone una multa por arrojar desperdicios en algin sitio, se estd diciendo al que comete esta accion que lo que hace esté mal. Arrojar una lata de cerveza al Gran Cafién no solo acarrea gastos de limpieza. Refleja una mala actitud dela que la sociedad quiere disuadirnos. Supongamos que la tmulta es de 100 délares y un excursionista adinerado piensa que él no Uene por qué molestarse en sacar sus desperdicios del parque. El xcursionista asume la multa como una tarifa, y arroja sus |. cerveza al Gran Caiién. Aunque pague la multa, consideramos que lo que hace no est bien, Al tratar al Gran Cafién como un caro contenedor, no ha sido capaz de apre as de lo de la manera apropiada. O consideremos las plazas de aparcamiento reservadas a discapa- citados, Supongamos que un contratista ocupado y no discapacitado quiere aparcar cerca del sitio donde se esta construyendo un edificio, 70 INCENTIVOS i coche e1 itio reservado a disca- Por ln comodidad de aparcar su coche en un sitio reservado a disea- pacitados est4 dispuesto a pagar una multa que seguramente sera grande; él la considera un coste mas en sus negocios. Aunque pague la multa, gno consideraremos que lo que hace esté mal? Asume a multa como si fuera simplemente una cara tarifa de aparcamiento. Pero pasa por alto su significado moral. Al afrontar Ia mila como una tarifa, no respeta las necesidades de los discapacitados fisicos ni Ja voluntad de la comunidad de acomodarlos al espacio ptiblico re- servindoles algunas plazas de aparcamiento. Una MULTA DE TRAFICO DE 170.000 EUROS Cuando la gente asume las multas como tarifas, desacata las normas an.Y a menudo, la sociedad contraataca. Algu- que las multas expr a nos conductores opulentos consideran las multas de trifico el precio que tienen que pagar por conducir a la velocidad que les plazca. En Finlandia, la ley penaliza con dureza esta manera de pensar (y con- os del infractor. ducir) al basar las cuantias de las multas en los ingre ; En 2003, Jusi Sslonoja, el heredevo de veintisiete aftos de una fi- brica de salchichas, fire multado con 170.000 euros por conducir 4 80 kilémetros por hora en una zona con la velocidad limitada a 40 km/h : nia unos ingresos de 7 millones de euros anuales. El récord anterior Salonoja, uno de los hombres uxis ricos de Finlandia, te- de multa de trafico mis cara lo tenia Anssi Vanjoki, un ejecutivo de Nokia, la empresa de telefonia mévil. En 2002 fue multado con 116.000 curos por conducir a toda velocidad por Helsinki en ae Harley-Davidson. Un juez redujo la multa cuando Vanjoki demostré que sus ingresos habjan disminuido debido a una caida de las ganan- as de Nokia.* Lo que hace que las multas de trafico en Bue no puedatt tratarse como tarifas no es solo el hecho de que varien con los in- gresos. Es el oprobio moral que conllevan; el juicio de que la infrac~ cién del limite de velocidad esté mal. Los impuestos progresivos también varian con los ingresos, y sin embargo no son multas; su fina- ci 7 ~ LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR lidad es aumentar las rentas publicas, no penalizar las actividades que generan altos ingresos, La’ multa de 170.000 euros de Finlandia de- muestra que la sociedad no solo quiere cubrir los costes de las con- ductas arriesgadas; quiere también que el castigo se ajuste al delito, y a la cuenta bancaria del infractor. Pero la actitud respetuosa con los limites de velocidad de algu- nos ricos que conducen deprisa no borra la diferencia entre una multa y una tarifa. En muchos lugares, que a uno lo parerr y le pon- gan una multa constituye todavia un estigma. Nadie piensa que el agente estaba simplemente recaudando unas tarifas de circulacién o entregando al infractor una factura por la comodidad de un despla- zamiento mis rapido hacia su puesto de trabajo. Recientemente me sorprendié la noticia de una inusitada propuesta que demuestra con mis claridad lo que realmente es una multa de trafico frente a una tarifa. En 2010, Eugene «Gino» DiSimone, un candidato independien- te a gobernador de Nevada, propuso una manera insélita de recau- dar dinero para su estado: permitir que la gente pagara 25 délares al dia por superar el limite de velocidad indicado y conducir a 150 km/h por determinadas carreteras de Nevada. Quien quisiera tener la opeién de circular de vez en cuando a esa velocidad tendria que comprar un transpondedor y marcar por teléfono movil su cuenta siempre que necesitase circular algo mas deprisa. Los 25 délares se cargarian a su tarjeta de crédito, y seria libre de circular deprisa du- rante las veinticuatro horas siguientes sin que le parasen. Si un agen- te provisto de radar mévil detectaba su coche circulando a toda ve- locidad por la autopista, el transpondedor indicaria que era un usuario de pago, y no se le pondria ninguna multa. DiSimone estimé que este sistema aportaria 1.300 millones de délares por lo menos al es- tado sin necesidad de aumentar los impuestos. A pesar de lo tentador de esta forma de Ilenar las arcas del estado, la Patrulla de Carrete- ras de Nevada advirtié de que este plan pondria en peligro la segu- ridad piiblica, y el candidato acabé derrotado.” INCENTIVOS Viajes en ef metro y alquileres de videos En la practica, la distincién entre multa y tarifa puede ser poco clara. Consideremos este caso: si viajamos en el metro de Paris sin pagar el billete de 1,5 curos, nos pueden multar con hasta 50 euros. La multa es una sancién por burlar el sistema de transporte viajando sin bille- te. Pero, recientemente, a un grupo de usuarios habituales sin billete se le ocurrié una manera mis inteligente de convertir la multa en una tarifa, y en una tarifa modesta. Creé un fondo de seguros que les pagaria su multa si les sorprendian. Cada miembro paga unos 7 euros mensuales a dicho fondo (llamado mutuclle des fraudeurs), mucho me- nos que los 50 euros que cuesta adquirir el abono mensual. Los miembros del movimiento de la mutuelle dicen que no es el dinero lo que los motiva, sino un compromiso ideolégico: el de ha cer que el transporte piiblico sea gratuito. «Es una manera de resistir todos juntos», declaré un cabecilla del grupo a Los Angeles Times. «Hay cosas en Francia que se supone que deben ser ee —escue- las, salud—. Por qué no el transporte?» Aunque es improbable que los fraudeurs prevalezcan, su innovador sistema convierte una sancion por defraudar al transporte piblico cn la prima maensual de un segu- ro que estan dispuestos a pagar para asi oponerse al sistema. Para decidir si una multa o una tarifa es apropiada, tenemos que entender cual es la finalidad de la institucin social en cuestidn y las normas que deberian regirla. La respuesta variard segiin nos refira- mos a llegar tarde a la guarderia, a saltarse el torno del metro Cae ©... adevolver en el plazo establecido un DVD ala tienda de videos del barrio. En los primeros tiempos de alquiler de videos, los fecargos por los videos devueltos con retraso se trataban como sanciones. Si se devolvia tarde un video, la persona que estaba al otro lado del mos- trador adoptaba una determinada actitud. Era como si uno hubiera hecho algo moralmente malo al retener la pelicula durante tres dias mis, Personalmente pensaba que esa actitud no era la conveniente. Después de todo, una tienda de videos no es una biblioteca publica. Las bibliotecas imponen multas, no tarifas, por devolver los libros 3 tI SOIT AI sey saaqod supe» (MIUAaLLMINAL EAP OWOI) *seaay]os SUH SC] sojnan uvpterdutos softy tauar ap PUL SUIpNOg ‘aaamia o1ard pe opapuaa o of asap stuosind sep anb ]> 9 optasour un eqeul eee -Na fp UsH ap aaqy Hos vyy “OfY un souay v oysasap euep ay aonb (orgadsau je vonyod ry unas ‘sop ©) ojNIN UH eENQIOaL Jaf epeD “UoId -vqodaadas ey ap etuajqord Ja Jepsoqe ap waurut vun OtOD saiq -rzyetorato? ugiovaisoud ap seiguaay ap vutaasts an osndoid Sup -JMOg_ Patuay, stUOUODa [2 “FOG UY “sa|qipuaa uoiovaroad ap sostuiad zagayqeasa & ugtoyjqod is ava Ueysazou anb sasied soy v OpeISUT ULY s~ASHIOUIODA soIsy “TEMAS ap ULIEN soUTYD soLEUOIUNY so anb soSiesay sosaitt ap vutaasts ye epldand aquatueanenuny sa anb oprosat ja ua rpeseg uoIoeyqod Uy ap jonuod ja swarmed ap ee run oysandoad ury sapeatrapi9z0 seisntouoda soundpy ‘auratuesonnd, sappp=yPRisite noppavord ap sosuttirg ‘Jp 10d aeSed v soysandsip uvysa A uapand sauainb e svt ap sofiy sou) & OYparap [2 Opuarpuaa AvIsa ap WOLD ens eUsIput ey Ua LIeNUOSUA as Oprisy Ja ‘oSIvdar OAL UN asaly uOIDUeS Lr] IS “peprfeau ap vontod vy euarsns anb euuoU P| sa ofant ua visa anb of ‘ouanbad aiuaueanyjas sa soot saiosaudsuen ap o1 -auunu [2 ‘softy sopersetap uLSuiay sopesaurpe soaped soy arib sod sep -ednaoard ugasa anb & ayuatupedioutad agap as ou oysa A‘odmvsar un sap v yptonpar uasainb ony “opeisose eyo & etUfiysa [a Avasasuod Ut A ‘uorsezieuad von owwos ent ef ULapIsuOD sapepLioINe sv] = art’ [e10s ugioisod ns £ ugremdar ns ‘viey ns ua :ajaup say aattatuyear apuop sapivadjo3 anb optua vy ousargo®s [gq ‘—unuuayy ap peptsiaatuc vy ap wd -0]0190s ap sosajord ‘nauayZ ty vquoydxa— oo, Ja vied oprues ued sa ugiouts tT» ‘oUsarqos Jap sownu0s uyIpuaigo ou anb sett ap sofiy aos soannsafa soy e opuanatape A ugistaajaa vy Ua Jaoarede saopuziqnyoad ‘pepryeaeu ap voniod ey uraauna anb sapepraqaya> sey ¢ opeiounuap ‘sopeiautpe sarosasfsuen soy v seyour sey ap savodtut SOALLNIONT | i { i | tZ SOT opurauatine ugiours ap atquind orsadse jo aezioja2 operat Het TY Uo_eoyaeyd ap sonnuiaa sop ap souenoruey soy “@SOULUASO[OUL LE ULF OU Joaty tod ‘anb Isy -ofiy o: any ovsanu Uarpino sotmasazagy sauend Qu OT, uauan mby» tuowfip £ sopen “SOUL JO D4qos O1oUIp J Lodaisnd ‘peprpaee ap jon) ap [edoy vuts YO NS Ud «opiploap osed tos Uownua» anb‘noyzBuens) wa saguapisar ‘opavur ns X vpezi ria safe Eun ap osed Ja vUAND ruTyD se~onoU 2p epuage cun ap aiapasoid uomeuuoyut vag, “—Sopepligayas seo. A suiodap Jap sejjauisa svy ‘sotuesardiua soo So] tad ayqiunse ayuaut “Hoy orad ‘orp sopefeqen 19 vad epeaaya owanxa ua euuns eu sapepniy sapuvsd sey ua (sairpop ooo Te soun) sauend Qoy'00g Soy vz ~urgte o1ad ‘uorar ua uorfar ap euea uoroues t J (eur cun sa ogatu 4 seqriury sep y) ‘ofiy HN ap set Jauiay oe setteqan seuioz sey ap sefaied sey op euoseut eye eAYAO “LUND UQILIGod eT ap erualUMasD JP atuay sa pepyeuy edn A‘sepragp san ap seu agey ap: ap 40814 ua ‘vonnjod vasg “sett ap ofty un gauay sod aefed anb Avy anb oad un ous ousdIgod Ja Jod vasondiuy oottin ofiy jap eanyod vy atuaaenuos sod uoloues ep sec 204 Upto Exapisuod auaipnd auad ey eunys ua eytaea ean uorues BUH Anta “estytp sa9ay & Ugtotudas ap raul] UL aiqos vIssaronu0d uy SomotapIsto> ‘sarueuodtuy spit Wos sa[tuoUL seWaptp soy ‘opnuatt Vv wud [2 ts ofity opunSas un agutiod sap as sa : eon 7 I many) Ua ennui ofiy pop vatiyod vy “style OLD saUOL UES sey UY HA) SOaPIA ap sepuian sey anb agaied vioyy-ovod v ov0d opuriquies Opt ty eULOU vasq “OX osuatd osa G “oLLAUOD ©] Ou ‘auat> Uang UN aULeLApIsuos anb urjpuiaa ‘set ap sep soy ofted £ opuntuzad pop odtuan seat ese ru ua ynayad ey ota, 1S ‘soapya opurtinbje crap deus sa pepyeuy ng ‘otv08ou un sa Soapia ap vpuay vun o1ag “opiouaa vdvy ozeyd ja anb op syndsap oar TOU UE OAgY UN soLttanjoaap OpuENd sajqudjno sors sou anb fermeu so os9 Jog “peprunttios vun ap soaquaaztt soy v soaqy ap ore ~spad aaqyy [2 rezzue8s0 so pepyeuy ns anbiod ISU Sa 078g “OSwNDI UOD UWUMINOD ACTIN ON OWANIC TINY. OT LO QUE EL DINERO NO PL DE COMPRAR El plan s de la polities menos coactivo que un sistema de cupos como el del hijo tinico. Seria también econémicamente mis eficiente, puesto que facilitaria los bienes (en este caso, los hijos) a los consumide s mis dispuestos a pagar por ellos, Recientemente, dos economistas belgas resucitaron la propuesta de Boulding. Observa- ban que, como el rico probablemente compra i licencias de pro- creacién al pobre, el sistema tendria la ventaja adicional de que redu- ciria la desigualdad al proporcionar al pobre una nueva fuente de ingresos.4! , Unos imponen a la procreacion toda clase de restricciones, mientras que otros creen que los derechos de reproduccién pueden restringirse legitimamente para evitar la superpoblacién. Dejemos de momento a un lado el desacuerdo de principio ¢ imaginemos una sociedad que ha determinado poner en prictica un control obligato- rio de la poblacién. ¢Qué politica encontraria menos objetable, un sistema de cupos que limitara a un solo hijo la descendencia de cada pareja y sancionara a quienes excedieran ese limite, o un sistema basado en el mercado que concediera a cada pareja un vale de pro- creaci6n comercializable que autorizase a la portadora a tener wi hijo? Desde el punto de vista econdmico, seria claramente preferible la segunda politica. La libertad de elegir usar el vale o venderlo be- heficia a algunas personas y no perjudica a ninguna. Quienes com- prasen o vendiesen vales Idrian ganando (por hacer tratos mutua- mente ventajosos), y a quienes entrasen en este mercado no les peor que con el sistema de cupos; todavia podrian tener un hijo. Y, sin embargo, hay algo perturbador en un sistema en el que las Personas compran y venden el derecho a tener hijos. Por una parte, este sistema es injusto en condiciones de desigualdad. No nos agrada Ia idea de hacer de los niios un bien de lujo asequible a los ricos, Pero no a los pobres, Si tener hijos es un aspecto capital del desarro- lo humano, entonces ¢ justo condicionar el acceso a este bien a la posibilidad de pagar por Mis alli de 4 la cnestién del sobor- a objecién de la justicia no. En el corazén de la transaceién mereantil hay una actividad mo- 76 INCENTIVOS ralmente inquietante: padres que desean un hijo extra tienen que inducir o tentar a otros eventuales padres a vender su derecho a te- ner un hijo, Moralmente, esto no es muy diferente de comprar el hijo inico de una pareja después de nacido. Los economistas podran argitir que un mereado de niiios, o del derecho a tenerlos, tiene la virtud de la eficiencia: distribuye los hi- jos entre quienes mis los valoran, si se mide esta valoracion por la posibilidad de pagar. Pero traficar con el derecho a procrear fomenta una actitud mercenaria en relaci6n con los hijos que corrompe la paternidad. Un aspecto capital de la norma del amor paterno y ma- terno es la idea de que los propios hijos son inalienables; es impen- sable ponerlos en venta. Comprar un hijo, o el derecho a tenerlo, a otro posible padre es arrojar una sombra sobre la paternidad como tal. ZNo quedaria la experiencia de querer a nuestros propios hijos mancillada si hubiésemos podido tener algunos de ellos por haber sobornado a otras parejas para que no los tuvieran? zNo nos tentaria la idea de como minimo ocultar este acto a nuestros hijos? Entonces hay razones para concluir que, cualesquiera sean sus ventajas, un mercado de permisos de procreacién corromperia la paternidad de un modo que el cupo, aun siendo detestable, no consegu Tromper. Permisos de contaminacibn comercializables La distincién entre una mulea y una tarifa es también relevante en el debate sobre la manera de reducir los gases de efecto invernadero y las emisiones de didsido de carbono. ;Debe el gobierno poner li- mites a las emisiones y sancionar a las compariias que los superen? 20 debe el gobierno establecer permisos de contaminacién comer- cializables? La segunda opeién viene a decir que polucionar no es como arrojar basuras, sino simplemente un coste de la actividad em- presarial. :Pero es esto justo? No les quedaria algdin estigma moral a las compaitias que lanzan al aire un exceso de sustancias contami- itamos caleular los nantes? Para dirimir esta cuestion no solo nec 77 LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR, costes y los beneficios; tenemos también que decidir qué actitudes queremos fomentar hacia el medio ambiente. En la conferencia de Kioto sobre el calentamiento global (1997), Estados Unidos insistié en que toda norma sobre emisiones obliga toria para todo el planeta tendria que incluir un sistema de compra venta que permitiera a los paises comprar y vender el derecho a contaminar. Asi, por ejemplo, Estados Unidos podria cumplir sus obligaciones derivadas del Protocolo de Kioto, bien reduciendo sus propias emisiones de gases de efecto invernadero, o bien pagan- do por reducir emisiones en cualquier otro lugar, En vez de gravar los humos de los Hummer en casa, podria pagar por recuperar la selva amazénica o modernizar una vieja factoria de un pais en vias de desarrollo que utilice el carbon. En aquel momento escribi un articulo en The New York Times contra este sistema de comercializacion. Aducia con preocupacion que permitir a los paises comprar el derecho a contaminar seria rojar desperdicios donde no como permitir a la gente pagar por a debe.Y¥ que habria que intentar subrayar, no borrar, ele que conlleva atentar contra el medio ambiente. También me preocu- ‘igma moral paba que, al poder los paises ricos comprar su exencidn del deber de reducir sus propias emisione: rificio compartido necesario para la futura cooperacién global en estariamos socavando todo sentido del sa la proteccion medioambiental.* El Times recibié un aluvién de cartas con comentarios morda- ces, en su mayoria de economistas, algunos de ellos colegas mios de Harvard. Venian a decir que yo no tenia idea de las virtudes de los mercados, o de la eficacia del comercio, o de los principios elemen- “ En medio de aquel torrente de tales de la racionalidad econdémica. criticas recibi un comprensivo correo electrénico de mi antiguo profesor de economia, Me decia que comprendia lo que yo intenta- ba aclarar. Pero blicamente la identidad de la persona que me habia ensetiado eco- mbién me pidid un pequefio favor: no revelar pi nomia, Desde entonces he reconsiderado en cierta medida mis ideas sobre el comercio de emisiones, aunque no por las razones doctrina- 78 INCENTIVOS les que los economista Proponen. A diferencia del acto de arrojar desperdicios a la carretera por la ventanilla del coche, el de emitir didxido de carbono no es en si objetable. Todos lo hacemos cuando respiramos. No hay nada intrinsecamente malo en echar CO, al aire, Lo que sf es objetable es hace re lo en exceso a consecuencia de una forma de vida en Ja que se derrocha la energia. Esta forma de vida, y las actitudes que comporta, es lo que debemos rechazar, y hasta es- tigmatizar.” Una manera de reducir la contaminacion es su regulacion por el gobierno: exigir a los fabricantes de automéviles que cumplan nor- am nuis severas respecto a las emisiones; prohibir a las empresas quimicas y papeleras verter residuos téxicos a las vias Auviales; exigir a las factorias ta instalacin de filtros en sus chimeneas.Y si las com- pani s NO se atienen a estas normas, sancionarlas. Esto es lo que Es- tados Unidos hizo en las primeras leyes, promulgadas a principios de la década de 1970, relativas al medio ambiente.** Las regulacione: tespaldadas por sanciones, se jan una manera de conseguir que las companias pagasen por su contaminacién. También transmitirian un mensaje moral: «Seria una vergiienza para nosotros que arroja Mos mercurio y asbesto a laos y rios y ensucidramos el aire con humos asfixiantes. Esto no solo es peligroso para nuestra salud; e: que no es Ja manera de tratar a la Tierra. Algunas personas se opusieron a estas regulaciones porque no aceptaban nada que impusiera mayores costes a la industria, Ouras, mis favorables a la proteccién medioambiental, buscaron otras ma- heras mas eficientes de practicarla. Con el creciente prestigio de los Mereados en los adios ochenta y el arraigo de las formas de pensar basadas en la economia, algunos defensores del medio ambiente em- Pezaron a mostrarse partidarios de ideas para salvar el planeta basadas en el mercado. No impongamos a cada fabrica normas sobre emisio- Nes, per io a la contaminacién aon; en vez de eso, pongamos un pre y dejemos que el mercado haga el resto.”” a4 manera mis simple de poner precio a la contaminacion es el impuesto. Un impuesto de emisiones puede verse como una tarifa mis que como una multa; pero si es lo suficientemente alto, tiene la 7 i LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR virtud de conseguir que quienes contaminan paguen por el daiio que infligen, Precisamente por esta raz6n es politicamente dificil de promulgar una ley al respecto. Por eso los legisladores han aceptado una forma de solucionar el problema de la contaminacién mas amis- tosa con el mercado: el comercio de emisiones. En 1990, el presidente George H.W. Bush legalizé un plan para teducir la luvia Acida causada por las emisiones de didxido de azufre procedentes de las centrales térmicas que usan el carbon come com- bustible. En vez de poner limites a cada central, la ley conced! cada compaiiia una licencia para contaminar hasta una dete! da cuota, y luego dejaba a las companias comprar y vender las | cias entre ellas. Asi, una compania podia reducir sus propias emi- siones, o bien comprar permisos de contaminaci6n extra a otras compaiiias que hubieran conseguido contaminar por debajo de la cuota asignada.” Las emisiones sulfurosas descendicron, y el sistema de compra- venta se consideré en todas partes un éxito.*! Mas tarde, a finales de la década de 1990, la atencién se centré en el calentamiento global. El Protocolo de Kioto sobre el cambio climatico dio a los paises a elegir entre reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero 0 pagar a otro pais para que redujera las suyas. Lo racional de este sis- tema es que reduce el coste de cumplir la norma. Si sale mas barato volver a usar limparas de queroseno en las aldeas de la India que disminuir las emisiones en Estados Unidos, zpor qué no pagar por que se vuelvan a usar esas Limparas? A pesar de este aliciente, Estados Unidos no se sumé de Kioto, y las posteriores conferencias sobre el clima glol ido a pique. Pero lo que aqui me interesa son menos los acuerdos en: si que la forma en que ilustran Jos costes morales de un mereado acuerdo se han global de derechos de contaminaci6n. El problema moral que plantea el mercado propu sto de perini- sos de procreacion es que su sistema incita a unas parejas a sobornar a otras para que renuncien a la posibilidad de tener un hijo, Esto socava algo tan natural como el amor paterno al inducir a los padres a considerar los hijos bienes alienables, mercancias en venta. Aqui, 80 INCENTIVOS, verdadera cuestién no es el soborno, sino el abandono de una obli- gacion. Esta se plantea de forma mds crucial en un escenario global / que un escenario doméstico. Cuando lo que esti en juego es la cooperacién global, permi-” tir a los paises ricos evitar reducciones significativas de su propia energia comprando a otros el derecho a contaminar (0 pagando por programas que hacen posible que otros paises contaminen menos)! vulnera dos normas: consolida una actitud instrumental hacia la na- turaleza y mina el espiritu de sacrificio compartido necesario para _/ crear un entorno ético global. Si las naciones desarrolladas pueden! comprar exenciones de la obligacién de reducir sus em didxido de carbono, entonces la imagen del excursionis isiones de fen el Gran Caiién acabaria siendo aceptable. Solo que ahora, en vez de pagar una mutta por arrojar desperdicios, el excursionista adinerado puede rar impunemente su lata de cerveza a condicién de que pague a otro por limpiar de basuras el Himalaya. Es cierto que los dos casos no son idénticos. Los desperdicios son menos fungibles que los gases de efecto invernadero, La presen- cia de Ia lata de cerveza en el Gran Caitén no la compensa un paisa- Je pristino en otra parte del mundo. El calentamiento global, en cambio, es un daiio acumulativo. Al cielo le da lo mismo en qué lu- gares del planeta se emite menos didxido de carbono. Pero a nosotros no nos da lo mismo moral y politicamente. Per mitir a los paises ricos comprar su exencién de introducir cambios signi ivos en sus hibitos derrochadores refurerza una actitud ne- gativa: la naturaleza es un vertedero para quienes pueden permitirse—_ lo, Los economistas suponen a menudo que encontrar la solucién al”, calentamiento global es simplemente cuestin de disefar el sistema acertado de incentivos y conseguir que los paises lo suscriban. Pero €sto pasa por alto un punto crucial: global sobre el cambio climitico puede requerir que encontremos el camino hacia una nueva éti ia un nuevo régi- —/ normas importan, La accion ‘a medioambiental, hac! Men de actitudes con respecto al mundo natural que todos compar- Simos. Cualquiera que sea su eficacia, un mercado global del derech aconta sacri- i] fomentar los habitos de wninar puede hacer mis dif Sl

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