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APENODICE A los articulos primero y segundo precedentes. Cudles son los que deben gozar el privilegio de primeros descubridores y cudntas las minas que deben poscer los demas mineros que no lo fueren. Descusrior se llama y es aquel que primero hubiere halla- do metal en el cerro, aunque otro haya empezado a dar catas. ' Porque no se puede llamar mina, aquella donde no se ha encontrado metal, se- gin expresién de la Ordenanza. * El nuevo descubrimiento de minas, se diferencia aqui de la inven- cién del oro, margaritas y otras piedras preciosas hailadas en las orillas del mar, en que para gozar la preeminencia de descubridor, basta haber hallado primero metal en alguna veta; pero el inventor no adquiere do- minio con verlas, encontrarlas o descubrirlas solamente, si al mismo tiem- po no aprehendiere las cosas que hallé, segin la Ley de Partida; * por- que el Rey, que es el tinico duefio de las minas, las concede a sus vasallos Y stibditos, sin otra condicién que por descubrirlas y hallarlas; ¢ al con- trario, las piedras preciosas criadas en las playas de los mares, no per- tenecen a nadie, y el derecho no las concede al que las descubre, sino al que las ocupa, y asi afirman los intérpretes, * que es menester tomar po- sesién de ellas para apropidrselas; aunque otros hayan opinado que se adquiere desde el instante que se comenzaron a ver y descubrir. Conforme a este principio, resuelve Vinnio, * que si alguno encon- trare a otro tomando ya la cosa que hallé y le ayudare, debe ser preferi- do el inventor; y Mancio * dice, que si los dos a un mismo tiempo vieren piedras, oro u otro metal en las orillas del mar, y uno lo tomare prime- ro, que éste tiene mejor derecho, porque la posesién no se adquiere con s6lo el 4nimo, sin que preceda la aprehensién material. 676 PEDRO VICENTE CaNETE Y DoMiNGUEZ [C.VIIL- Apéndice Antiinez, * concuerda con la misma opinién, hablando de Ja inven- cién de algtin tesoro, y afirma que, de dos que lo hubieran visto, debe te- ner preferencia el que primero Jo aprehendiere. ‘Todas las cuales reglas son muy adecuadas para resolver otros ca~ sos semejantes en materia de minas y muy frecuentes en la prdctica, en el concepto de que la ocupacién en las invenciones de piedras preciosas, corresponde al descubrimiento, y éste debe obrar en su caso los mismos efectos que aquélla.en el suyo, guardando la debida proporcién. Pero, si sucediere que no se puede averiguar cual fue ef primero que hallé metal en la veta, debe gozar por Ordenanza ° del privilegio de descubridor, el que primero hiciere manifestacién y registro juridico; y al segundo, que encontré también metal en el mismo dia y no lo registré, se le debe sefialar estaca, junto a la mina de Su Majestad, siendo la di- ferencia en una misma veta, y si fuere en otra distinta, tiene derecho de elegir, como descubridor de ella; de suerte que segtin la legislacién anti- gua del Peri, debia partirse la mina entre aquél que manifest6 primero el metal y el otro que la hallé en el mismo dia, para que los dos viniesen a poseer las que deberia gozar un solo descubridor. ‘A este respecto, corresponde ahora que entre ambos disfruten las tres pertenencias que la nueva Ordenanza de mineria, concede a los des- cubridores de cerros absolutamente nuevos, 0 las dos, al que descubriere veta nueva en cerro conocido; es a saber para cada uno la suya bien en- tendido, que si los que tienen la disputa hubieran descubierto metal en diferentes vetas nuevas, cada cual gozarfa las dos pertenencias que per- mite la Ordenanza, !° por el orden y lugar de sus respectivos registros. Suponiendo que puedan discordar entre si, en la eleccién de per- tenencias, aconseja Gamboa, 1! que el Juez debe componerlos por medio de la suerte: en efecto, es muy factible [a desavenencia, segiin e] méto- do prevenido para estas particiones, en las leyes de Castilla a que se con- trae dicho autor. Pero no es asi en las Ordenanzas del Pert, ' y el pri- mero que registrare, debe conforme a ellas, elegir mina con la misma pre- ferencia, y sucesivamente el otro: de modo que, segiin este orden, jamés puede motivarse contienda. én lo que més se conocen las grandes preeminencias de los prime- ros descubridores, es el caso propuesto en la Ordenanza 23, titulo 1°, li- bro 3° del Pert. Si habiendo pasado un afio después de estacada la veta, sucediere (como es factible) que los duefios de ella la perdiesen, no acer- tando mas con e] metal, y otros la tomaren fuera de cuadras, y la regis- traren, éstos bien pueden labrarla por suya y aprovecharse de ella, excep- tuando el derecho del primer descubridor, a quien deben dejar que tome enteramente su mina donde la eligiere, en toda la veta, y la salteada, don- de cayere, después de nombrada la mina de Su Majestad. De suerte que, por haberse perdido la veta, no han de recibir perjuicio las pertenencias de Su Majestad, ni las del descubridor; pero los demés estacados, no de- ben ser oidos, por no haberse mejorado por la parte y lugar hacia donde corria la veta, en todo el afio que les esta concedido para este fin. Son justisimos los motivos de esta providencia: se fundan, por una parte, en otro privilegio que gozan los mismos descubridores, para mejorar dentro de dos afios, '? contados desde el dia de su registro, por lo que, estando todavia dentro de este término, en el caso de la Ordenan- za, nadie puede agraviarse de que ellos usen de su derecho * eligiendo C.VIIL.- Apéndice] DE LA SUPERINTENDENCI4 DE MINAS 677 en la misma veta que descubrieron a su costa e industria, las minas que pueden tener en ella. También se funda en equidad; porque si la incertidumbre muy na- tural en todo lo que no se ve, les hizo errar las estacas, sin aprovechar- Jes las diligencias practicadas en solicitud de la veta, asf en barrenarla por la mina descubridora, en dar pozos por la derecera que muestran las cajas, ¥ en poner estacas por el haz de la tierra por donde va la veta, des- encapdndola por de fuera y descubriéndola por de dentro; no es justo que los otros la usurpen absolutamente, siendo notoriamente la misma que ellos registraron y tomaron en la cata principal, pues, continuan- do el empefio en buscarla por donde quiera que Ilevare su rumbo (como lo pueden hacer), de necesidad hubieran Hlegado otra vez a tomar la ve- tay encontrar con el metal. El que habiendo perdido una alhaja hace diligencia de buscarla, nunca se presume que su 4nimo sea desampararla pro derelicto, y est& tan lejos de privarse de su dominio, que queda obligado a restituirsela cualquier otro que la encontrare. ** Por esta regla conserva el deseubri- dor su derecho, una vez que la misma empresa de solicitar la veta perdi- da, declara la voluntad que tiene de aprovecharse de ella. Lo contrario seria, si habiéndose escondido la veta no practicase las diligencias indicadas arriba, dejando’ pasar los dos afios concedidos para mejorarse, porque siendo muy suficiente este plazo para concluir la busca con buen suceso, se debe creer que en haberla abandonado, qui- so abdicar tacitamente el derecho adquirido por el descubrimiento, y por consiguiente, quedé la veta pro derelicto para otros que la encontrasen después. 1* En la Ordenanza de México no se propone este caso; pero se de- termina que las estacas o mojones que se fijaren en los términos de las minas, sean invariables y se guarden perpetuamente sin mudarlos ja- més, aunque se alegue que la veta varié de rumbo o de recuesto; 1 por- que debiendo reconocer los facuitativos de minas, su direccién, anchura © inclinaeién al horizonte, y conforme a esto medir las pertenencias y amojonarse, ' se debe contentar cada uno con la suerte que le hubiere deparado la Providencia; y asi parece que en esta nueva legislacién no debe tener lugar la mejora dispuesta en la antigua del Perd, Con todo, la misma Ordenanza de México ** permite que se haga mejora de estacas 0 mudanze de términos, en variando la veta de rum- bo, siempre que no se pueda argiiir malicia a quien la solicita, ni ceda en perjuicio de tercero. Aqui no le hay verdaderamente, respecto que en la parte donde se ha tomado nuevamente la veta perdida, no hay vecinos a quienes poder inquietar. Y como tampoco sefiala término perentorio en qué verificar las mejoras en semejantes circunstancias, parece que no hay motivo para dejar de conciliar ambas Ordenanzas, sujetando la de México al plazo asignado en la del Pert, a fin de evitar dudas y con- tiendas. Con el fin de promover descubrimientos y alentar a los que quie- ren gastar su hacienda en hacerlo, concede la Ordenanza *° el derecho de primer descubridor al que se propusiese tornar a buscar metaies en al- giin cerro enteramente despoblado, por tres meses, por aquellos que lo habfan registradé primero y habian dado catas en él, si después de pa- sado el trimestre hallare metal y lo registrare en cualesquiera vetas que 678 PEDRO VICENTE CANETE Y DoMiNGUEZ [C.VIIL- Apéndice descubriere, ya sean nuevas 0 en las que antes hubieren sido manifesta- das, como si nunca fuera descubierto ni registrado. El Sr. Toledo se conformé en esta Ordenanza con una antigua, de 1536, recopilada en la Ley 11, titulo 12, libro 4° de Indias, donde se man- d6, con el fin de fomentar el descubrimiento y poblacién de ellas, que no poblandose dentro de tres meses los solares y tierras que se hubieran re- partido, 0 dejado de aprovecharse de ellos, *! se quiten para que se pue- da proveer y dar a otro cualquiera poblador. Sin duda tuvo presente que los baldios, suelos y tierras de los in- dios (asi como las minas), pertenecen al Patrimonio y Corona Real, 2? y por eso quiso sujetar ambos ramos a una misma disposicién. Por lo mismo, el descubridor, en el caso propuesto, puede tomar tres pertenencias en la veta principal, conforme al articulo 1°, titulo 6, de la Ordenanza de México, porque el cerro del todo despoblado, se re- puta absolutamente nuevo para este efecto; pero si hubiere quedado la- brando en él, aunque no sea mas de una persona, debe tener s6lo dos per- tenencias, por el articulo 2° del mismo titulo, en la veta nueva que regis- trare; y los demds, el derecho de despoblados en las viejas, segan la Or- denanza del Pert. Del mismo modo, goza la preeminencia de primer descubridor, el que lo fuere de minas antiguas, ciegas, que emprende limpiar a costa de su hacienda; pero no adquiere dominio hasta haberlas registrado des- pués de tomar metal fijo en ellas. ** Siendo constante que ninguno tiene derecho a labrar ni disponer de los minerales, sin la licencia que se concede por Jos registros, ** de- claré el Sr, Toledo: ?° que si desde que hallé ei metal, hasta que lo regi trare el descubridor, se probase haber hecho algtin’ conttato de venta, pierda la mina que después registrare y todas las dems que le cabfan en la veta, quedando vacas para el primero que las pidiere. Gravisimas dudas se pueden altercar sobre la inteligencia de esta Ordenanza, por ms que parezca sobremanera clara y sencilla. Segdn Jo que suena aquella cliusula desnuda; “si se probase haber hecho algin contrato de venta”, “pietda la mina”, Entender cualquiera que aqui na- da més se prohibe que la venta, y no sera extrafio que intente donar, per- mutar, ceder, legar, hipotecar, arrendar y dar en pago de sus deudas, las minas que hubiere descubierto, y mucho mds promover venderlas des- pués que las registrare. Cada Capitulo de estos es una cuestién intrincadisima, que puede acarrear muchas confusiones, y necesita por su gravedad un comenta- rio separado. Mi instituto no es otro que escribir una Guia abreviada, pa- ra direceién del Gobierno de Potosf; y asi se me dispensar4 el tratar li- geramente esta materia, indicando con brevedad las resoluciones que, en mi concepto, son las mas bien fundadas. Es opinién contextada por innumerables Doctores, de los més clé- sicos, que en la apelacin de venta, vienen comprendidas todas las espe- cies de enajenacién que son habiles para transferir dominio, y confor- me a este principio resuelven que, cuando la ley o estatuto prohibe la ven- ta, se entienden igualmente prohibidos todos los demés contratos tras- lativos de dominio. El erudito Barbosa, Pedro Surdo y Narbona, *7 refieren por me- nor los textos de uno y otro derecho, con los intérpretes de- mejor nota, C.VIL.~- Apéndice} Dg LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 679 que sostienen y prueban esta opinién, y omitiendo las razones que ale- gan sobre sutilezas civiles, me limito a preferir la que expone el sapien- tisimo Sol6rzano, * en comprobacién de lo mismo y es que, en prohibien- do la ley, la venta o enajenacién, es visto haber querido también prohibir todo aquello por donde se camina a ella; porque, como dice Molina ** apu- rando esta regla, cuando se prohibe algiin acto especfficamente, se prohi- be también otros cualesquiera semejantes, que pueden surtir aquel efec- to que dio mérito para prohibir la venta. En la Ordenanza del Per, que voy explicando, se motivé la pro~ hibicién, porque ninguno tiene derecko a labrar ni a disponer de los mi- nerales sin la licencia que para registrarlos se le concede por la persona que en nombre de Su Majestad tiene facultad para darla; luego, intervi- niendo la misma falta de licencia en otras cualesquiera especies de con- tratos que se celebraren antes del registro, todos ellos se deben entender prohibidos del propio modo que la venta; y por eso, queriendo significar esto mismo, la Ordenanza cuando explieé la causa de su promulgacién, no repitié otra ver la palabra “venta”, sino que us6 de la de “disponer”, que es mucho ms universal y se extiende a cuantos géneros hay de con- trataciones; de suerte que, entrando en clase de disposicién, no solamen- te la venta, sino también las cesiones, legados, pagamentos, compromisos, traspasos, hipotecas, arrendamientos y otros actos del mismo género, es consiguiente que todos queden igualmente prohibidos, una vez que la Ordenanza declara que ninguno tiene derecho para disponer de las mi- nas antes de haberlas registrado. Con mds claridad que ninguno, traté6 este asunto el docto tedlogo Luis de Molina, * explicando las diversas significaciones de la palabra “enajenacién”. Distingue dos modos en que regularmente se toma y en- tiende la enajenacién: el uno, propio rigurosamente, y entonces indica algiin acto traslativo de dominio, como es el cambio, la donacién o la ven- ta, segtin la ley 1%, titulo 14, Partida 1°; el otro modo es mas lato y ex- tenso, y siempre que se prohibe enajenar o disponer, que vale tanto co- mo arbitrar, distribuir o dar alguna cosa; en este caso, concluye el citado Molina, *! alegando por su parte la ley 10, titulo 38, Partida 75, que a quién se le prohibe la enajenacién en el sentido lato, no solamente se le inhibe transferir el dominio directo, vendiendo, cambiando 0 donando, sino también el titil, para que no piteda empefiar, hipotecar, dar a censo, ni poner en la cosa servidumbre alguna. Por consecuencia, tampoco puede el descubridor hacer contrato alguno de arrendamiento, porque a mas de las razones expuestas, funda el docto Avilez, #2 que la venta y la locacién eaminan a un mismo paso, ¥ por eso, segiin Barbosa, ** es valido el argumento de la venta al arren- damiento. Lo mas disputable es, ,si en la prohibicién de vender, también se comprende la promesa 0 pacto de la venta, bajo la misma pena de perdi- miento de la mina, si se contratase antes del registro? Los autores clasicos estén discordes entre si: pues, segiin refiere el Cardenal de Luca, * unos son de la opinién absotutamente afirmati- va y reputan la promesa de hacer alguna cosa, por el mismo hecho, con especialidad en materia de renunciaciones de dote y de elecciones. Otros defienden la negativa; y los demds distinguen dos clases de promesas: tna con juramento, y otra sin él; y se conforman con la opi- 680 Pepro VICENTE CANETE Y DoMiNGUEZ [C.VIII.- Apéndice nién afirmativa, en el caso de ser jurada la promesa, y no siéndolo, con la negativa. El célebre Alvaro Velasco propone en una de sus consultas, * el caso de haber prometido el marido, sin consentimiento de la mujer, la ven- ta de una finea, recibiendo una parte de precio, con la cldusula de que pagdndosele el resto, se otorgarfa la escritura y la mujer prestaria stt consentimiento. Se hace cargo de la prohibicién que en el Reino de Portugal tie- nen los maridos para enajenar los bienes raices dotales, sin expreso con- sentimiento de la mujer; del mismo modo que est4 prohibido entre noso- tros, por la ley 7, titulo 11, Partida 4°; enumera muchas autoridades que prueban la diferencia que tienen entre si, el vender y prometer la ven- ta, y después de todo, absolviendo los argumentos contrarios, concluye que es nula la promesa que el marido hizo de vender, como lo hubiera si do la misma venta efectiva, no habiendo prestado consentimiento la mu- jer; porque en tal caso no se diferencia de la venta la promesa de hacer- ia, para que no se defraude la ley prohibitiva. Tiraquelo, * fue del mismo parecer hablando de la mujer que pro- mete alguna cosa, en el supuesto de haber estatuto 0 ley que le prohibe contratar sin el marido; y después de citar algunas decisiones, fuera de las que refiere Velasco, dice que la inhibicién hecha a las mujeres por el Estatuto florentino, para enajenar sus bienes sin el consentimiento del marido, se extiende igualmente a la promesa de enajenar, una vez que éste ha de ser el medio de verificarlo. - Francisco de Sousa, jurisconsulto lusitano, * sigue la misma opi- nién, alegando como terminantes una glosa y varios textos del Derecho Civil, Sobre todos, es ms respetable la autoridad del sapientisimo Doc- tor Don Juan de Solérzano, * el cual, hablando de la total prohibicin que hay de enajenar las encomiendas, refiere una decisién en que se declaré que, por sola la promesa de venderlas, se incurria en todas las penas impuestas por las leyes, alegando a este intento muchas y muy fun- dadas razones. Pedro Surdo * fue de la opinién media, sobre que siendo jurada Ja promesa, tenia 1a misma fuerza que el hecho, para los efectos del de- recho. La negativa defienden, con grandisimos fundamentos, el célebre Cancerio, Don Juan del Castillo y el insigne Olea, “" citando a Zeballos, Avendafio, Calda, Pereira, César Barsi y otros muchos Doctores; y des- pués de hacerse cargo Don Alfonso de Olea, de la venerable doctrina de Don: Juan de Solérzano, resuelve por mas verdadero y recibido en practica, que son cosas diversas la promesa y el hecho, y por consiguiente, que no es venta la promesa de vender, ni por haber prometido solamente se in- curre en las penas impuestas por la venta. En medio de ser tan sélidas las razones, como respetable el nom- bre de los autores que acabo de citar, es a mi parecer de grande recomen- dacién la opinién de Don Alfonso Narbona, por equivalencia del caso ue refiere y por el empefio con que se explana y funda su doctrina, Propone ‘ que uno que prometié de vender libros extranjeros, an- tes de haberlos tasado el consejo, y resuelve que, aunque el verdadero ven- dedor incurre en la pena de mil maravedies y perdimiento de los libros, C.VIIL- Apéndice] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS. 681 de ningtin modo se entiende incurso el que s6lo prometié enajenarlos. Yo me inclino de buena fe a esta opinién, y discurro que no incu rrié en la pena de la Ordenanza, el descubridor que antes de registrar la veta hubiera prometido 0 pactado vender su mina, arrendarla o hipote- carla; y ast de las demas especies de contrato, por las mismas razones alegadas por los Doctores, prineipalmente por Narbona. Y conforméndome también con su dictamen, ® digo que tampo- co debe caer en perdimiento de lz mina, aunque realmente la hubiera ven- dido antes del registro, siempre que arrepentido de la venta, recupere y reasuma el dominio de la misma mina, antes de la sentencia del Juez; por- que no se debe reputar venta efectiva la que se retracté a poco tiempo después de hecha, ni se presume infractor de la ley, rigurosamente, el que pesaroso de su contravencién, la retracta y repone la observancia que ha- bia violado. En la misma Ordenanza del Perd, *? se pone otra prohibicién pa- ra después del registro, a saber: que los descubridores no puedan ceder ni traspasar el derecho de tales, y que ellos solos le gocen, y de ningiin modo el que sucediere en la veta registrada, ya sea por venta, donacién © despoblado, y aunque sea su hijo o heredero. Segiin la antigua legislacién del Pert, es de facil inteligencia la Ordenanza citada, porque como s6lo el primer descubridor puede tener dos minas en una propia veta, ** y entre todas hasta doce, * con la fa- cultad de mejorarse dentro de dos afios contados desde el dia de su re- gistro, ‘* y de disponer de las demasias dentro de dos meses desde el dia que hiciere estaca fija; ‘* por todo esto se ordend justisimamente, que el derecho de descubridor goce tinicamente la persona que hizo el registro, y no sus sucesores particulares, ni aun los universales, para evitar la in- quietud y dafio de los circunvecinos. ‘Ahora se ha variado este sistema por la nueva Ordenanza de Mé- xico, concediéndose a cualquiera que pueda poseer sobre una misma veta, una mina por registro, y otra por denuncio, y muchas mas por venta, do- nacién, herencia, u otro cualquier titulo; ** de manera que ya no hay de- masfas en cuanto al nimero de pertenencias, sino tinicamente en orden a las medidas; ni hay tiempo prefijado para mejora de estacas 0 mudan- za de términos, pues, aunque esta prohibida por lo regular semejante va- riacién, se puede permitir por justisimas causas, cuando no hubiere ve- cinos a quienes inquietar o perjudicar. Por todo lo cual, si se procurase combinar ambas Ordenanzas, se- ria empresa que jamds pudiera tener desempefio; y asf, debe reputarse tacitamente revocada la del Peri, en cuanto son incompatibles con ella los efectos del todo contrarios que permite y abona la Ordenanza de Mé- xico para el mismo caso. La prohibicién que hay bien contestada por una y otra legislacién, es la respectiva a Eclesidsticos descubridores, *° para que no puedan te- ner el laboreo de las minas que registraren, pues, segiin expuse en otro lugar, ‘ estan obligados precisamente a vender ¥ poner en manos de va~ sallos legos las tales minas, dentro del término de seis meses, pena de aplicarse a quien las denunciare. 5 De aquf resultan cuatro dudas dignas de explicacién. La primera es, si durante este plazo, podra el Eclesidstico descubridor trabajar la mi- na y aprovecharse de sus frutos, mientras encontrare comprador de ellas, 682, Pepro VICENTE CANETE y DoMiNGuEZ [C.VIIL- Apéndice La segunda, si el término del semestre es continuo 0 titil. La tercera es, si para proveer la adjudicacién que otro pidiere después de pasado dicho término, ser preciso ofrlos en justicia, 0 sélo averiguado el tiempo por el registro, se procederé a la aplicacién de ella, sin admitir pleitos sobre este asunto. La cuarta, si los parientes que pueden sucederle ab intesta~ to, tienen alguna preferencia sobre la adjudicacién de la mina. Es tan apreciable el caso de Ia primera duda y tan palpables los razonamientos que alegan por su parte los clérigos descubridores, y aun también los seculares de su partido, que seria muy conveniente hacer una expresa declaracién, principalmente habiendo legado en estos tiempos el abuso de los eclesidsticos a tanto grado, que no hacen escriipulo en tra- bajar minas con ms codicia (o lamemos aplicacién) que los seculares. Dicen que las Ordenanzas * repiten a cada paso no haber sido la intencién de Su Majestad, el permitir los descubrimientos de minas, sino porque se labren a beneficio particular de los vasallos y para prosperi- dad universal del Estado, no menos que para acrecentamiento de la Real Hacienda. En impidiéndose al clérigo el trabajo de las que registrare, de con- siguiente, no se cumple con la voluntad del Rey, ni se pueden conseguir los efectos favorables que despertaron sus soberanas miras. Lo més es, que después del atraso consecutivo a la suspensién de la labor, puede su- ceder que no rinda la mitad de frutos después de vendida a algiin suje- to sin caudal ni experiencia, la misma mina que principiaba a labrarse por el clérigo descubridor, con empefio y con inteligencia y que le hubiera dejado muchas utilidades en su venta, y al pablico la riqueza de que necesi- ta para vivificar todos los ramos del Estado. Sin embargo, yo opino sin vacilar, que lejos de conformarse con el espiritu de la Ordenanza 21, titulo 11, libro 3° del Perd, la facultad que pretenden los clérigos para trabajar las minas que descubrieren duran- te el semestre, se opone directamente a la intencién del legislador, que por ella se descubre. Fundan mi propésito, tres argumentos graves: el primero, de ra- z6n}; el segundo, de inconveniente ; y el tercero, de autoridad. El fin por qué la Ordenanza manda que el clérigo venda las mi- nag que descubriere, concediéndole seis meses para que en ellos se pue- da deshacer de ellas, es porque no las trabaje distrayéndose de st sagra- do instituto, en un negocio puramente temporal, opuesto a la santidad del sacerdocio, y justamente para evitar las muertes, agravios, malos tra- tamientos y peores pagas que recibian de los eclesidsticos los indios re- partidos en sus haciendas, en la confianza de no poderse proceder contra ellos, como exceptos de la Rea] jurisdiccién; juego, de ningun modo se puede entender permitido el trabajo de las minas durante los seis meses, porque entonces se incurrirfa en lo mismo que se intentaba impedir con obligarios a la venta, y al propio tiempo, de procurar separarlos de la la- bor y beneficio de miserales; el mismo medio adoptado para lograrlo,ven- dria a producir efectos contrarios. De aqui se siguen dos inconvenientes muy considerables: el pri- mero, que los indios recibirdn los mismos agravios que dieron mérito pa- ra prohibir absolutamente a los eclesidsticos el poder labrar minas; y el segundo, que con la codicia de aprovecharse de sus frutos, y aunque no sea sino por el demasiado apego del corazén humano a las riquezas, cuan- C.VIIL- Apéndice] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS. 683 do hay esperanza de conseguirlas, pretextarian una infinidad de excusas ¢ impedimentos para hallar comprador; y dilatando la venta de dia en dia, con pedir un plazo tras de otro plazo, con otras mil inverieiones que sugiere el interés,-al cabo conseguirén disfrutar toda la mina, habiéndo- la trabajado con fraude de la Ordenanza, en perjuicio de los indios y con- tra el decoro de su estado. : Ademés de esto, es trivial que lo que se permite bajo de cierto mo- do a cierto género de personas, para un caso y por un determinado tiem- po, no se entiende ni se extiende fuera de ellos; antes, se supone prohi- bido en todos los demAs casos, segdn Larrea y Graciano, ** porque la con- cesién nunca se debe extender a cosas diversas, como resnelve este til- timo. 5 Hablando el sabio Tiraquelo 5* de lo que se promete por cierto tiem- po limitado, por ejemplo, cuando el comprador estipula la retroventa den- tro de seis meses, dice que se entiende no haber querido obligarse para después de aque! tiempo, y alega aquella regla vulgar, que lo que se per- mite por cierto plazo, se juzga prohibido para después, como se ve en el retracto concedido dentro de nueve dias, que ya no compete si se deja pa- sar el término; lo mismo en el Procurador constituido por determinado tiempo y para cierta clase de negocios, que después de evacuados, ya ex- pira su oficio; y por dltimo, en el Estatuto, que permite inquirir dentro de plazo limitado, en que entienden todos prohibida la inquisicién des- pués de fenecido el término; porque, como funda el sabio Salgado, *7 una causa limitada s6lo puede producir efectos limitados. Cuando se concede una cosa (principalmente en lo facultativo) sienta Fontanela, ** fundado en la nota, que se entiende denegada la fa- cultad que no se lee, ni se expresa en la concesién. Segin aquelia regla, pacientemente explanada por Barbosa: § “inclusio unius, ets exclusio et ‘reservatio alterius.” Explicando este prélogo, el célebre jurisconsulto espafiol, Jeréni- mo Gonzalez, ® pone muchos ejemplos, reducidos a que permitiéndose el uso, se prohibe el abuso; concedida la administracién, parece prohibida la disposicién; y asi otras cosas que vienen a concluir en que la conce- sion jamas se extiende fuera del caso expresado, y por el contrario, se entienden prohibidos todos los demas. Conforme a estos principios, comentando Acevedo * la ley 8, ti- tulo 10, libro 4° de Castilla, en aquellas palabras: “muriendo el acusado dentro del ano, estando ausente, en tos casos que el delito no se extingue por la muerte, sean oidos los herederos del acusado, sobre las dichas pe- ‘nas de dineros 0 de Bienes”, dice que en aquellos delitos que se extinguen Por la muerte, no deben ser ofdos los herederos del acusado ausente y con~ tumaz, porque los delitos de que habla la citada ley, se expresaron limi- tativamente y por via de excepeién, para afirmar la regla en contrario en los casos no excepcionados. Con lo cual se prueba, que habiéndose concedido el término de seis, meses para que los clérigos descubridores, se puedan deshacer en ellos de las minas que registraren, de ningtin modo pueden trabajarlas du- rante este plazo, porque la venta se fijé en la Ordenanza, por via de ex- cepeién, para afirmar la regla prohibitiva en todos los dems casos no exceptuados; es decir, que por el mismo hecho de permitir limitadamen- te la venta dentro de seis meses, prohibié t&citamente durante ellos el 684 PEDRO VICENTE CANETE Y DOMINGUEZ [C.VIL- Apéndice trabajo y beneficio de las minas, como caso no comprendido en el tenor de la concesién. Y aunque se quisiera decir con Fontanela y Pareja, ® que mas bien se debe reputar omitide el caso de nuestra duda, quedando como tal, suje- to a las disposiciones del derecho comtin, también se debe coneluir, que el clérigo descubridor no puede trabajar la mina que registrare, pendien- te el semestre, porque componiéndose el derecho comin real y el eclesias- tico de las Indias, de las leyes recopiladas y Concilios provinciales, es cla- ro que el clérigo descubridor no puede labrar sus minas, una vez que las leyes-de Indias y el Concilio provincial Limense ** le prohiben absoluta~ mente el trabajo de minerales, sin excepcién ni limitacién de tiempo. ¥ porque puede suceder, que por sus fines particulares, haga es- tas ventas el clérigo descubridor, fingida y simuladamente, sin que en realidad de verdad sea su intencidn pasar ei sefiorfo de Jas minas, ni ena- jenarlas, trabajéndolas él en cabeza ajena por este medio, contra las pro- hibiciones de la Ordenanza, es menester observar la sabia cautela pre- venida en ia Ordenanza 5%, titulo 12, libro 3°, del Pera; es a saber, que ocurran el comprador y el vendedor ante el Juez que ha de dar la pose- sidn, declarando ambos con juramento, que la dicha venta, permuta, do- nacidn contrato que asi hiciesen, es cierto, verdadero y'no fingido ni simulado, sino con Animo e intencién de estar y pasar por é) realmente y con efecto permanente, bajo la pena de ser nula ta posesin que en con- trario se diere y de perder Ja mina o su estimacién; pues, por diffeil que sea la averiguacién de semejantes ficciones, por hacerse regularmente en secreto, se evita en lo posible el fraude, y se debe esperar que las par- tes se abstengan de cometerlo, por el temor de la pena. Por ditimo, juzgo conveniente advertir una incidencia muy prac~ ticable en esta materia, y es, que permitiéndose al elérigo descubridor, deshacerse de las minas, ya sea vendiéndolas o enajendndolas por cual- quier otro contrato traslativo de dominio, puede tal vez pretender hipo~ tecarlas durante el semestre o arrendarlas por el mismo término. Estando al rigor de derecho, no encuentro razén para que no se le conceda esta facultad, porque siendo valido y trivial el argumento que se toma afirmativamente, de lo més a lo menos, conforme a los textos que refiere y explica Barbosa, ® se debe entender permitido el arrendamien- to o la hipoteca, una vez que la Ordenanza permite la venta, que es més, segiin resuelve Molina, * de los bienes de Mayorazgo, que tienen licencia para enajenarse. Gon arreglo al argumento antecedente, deducido de aquella regla civil y canénica, ® que no se debe prohibir lo menos a quien es licito lo mis, se leen en el Derecho varios ejemplos que lo comprueban. A saber: el padre matar a Ja hija adiltera, en adulterio infraganti delicto, tiene con mayor raz6n facultad para azotarlos o causatles otra molestia con ‘tumeliosa; §7 del mismo modo que la mujer que entreg6 su cuerpo al ma- rido, debe mucho més bien confiarle la dote, que es menos. * As{ como el hijo de familia que puede testar del peculio castrense, también puede hacer donacién por casa de muerte, por ser mucho més testar que do- nar. * Luego, segtin esta misma regla, le ser permitido al clérigo des- cubridor arrendar o hipotecar su mina, respecto que puede venderla, sien- do mucho més. Pero todo esto se debe entender sin perjuicio de la venta, traspaso C.VHE- Apéndice] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS. 685 © enajenacién mandada hacer dentro de los seis meses, y a lo sumo, se podré permitir la continuacién del arrendamiento o hipoteca, con licen- cia del Superintendente de Minas, hasta hallar acomodada venta. Esto, que mira directamente al clérigo descubridor, es trascen- dental al que hubiese adquirido minas por donacién, herencia o por clau- sula de testamento; de suerte que se debe proceder de un mismo modo, asi en uno como en otro caso, absteniéndose de seguir la doctrina del sa- bio Solérzano, referida en otro lugar, 7° pues, por respetable que sea su autoridad, son de mas veneracién las Ordenanzas posteriores al tiempo en que escribié su docta obra. Para resolver la segunda duda, se debe tener presente que se Ila- ma tiempo continuo, aquel que corre siempre y sin intermisién contra cualquiera, aunque sea menor, impedido, ignorante o ausente; 7 de cu- ya naturaleza es el término de nueve dias concedido por la ley 8, titu- lo 11, libro 5° de Castilla, para retraer las cosas vendidas de abolengo, segiin Jerénimo Gonzalez, 7? Tiraquelo y otros, que traen copiosos ejem- plos de esta materia: por lo mismo, corre de momento a momento y com- prende todos los dias, aunque sean de vacaciones y feriados, segtin Cor- tiada y la comtin opinién de los Doctores. "8 . Por el contrario, se llama tiempo util, aquel que no corre al igno- rante, ni al impedido, segiin Vela y Cortiada. Pudiera alegar muchos ejemplos que hicieran palpable su demostracién; pero basta asignar el cuatrienio constituido por ley para pedir la restitucién in integrum, se- gin la forma de aquella ley del Codigo a que se refiere la ley 47, titulo 12, Partida 5°. ‘Matienzo, ** hablando de este término, afirma que es itil ai prin- cipio: de esta misma clase contemplo a nuestro semestre, y desde Inego no se debe poner ia menor duda en resolver que el tiempo es Util, reflexio- nando el espiritu de las Ordenanzas de mineria, Los articulos 5° y 6° de la de México, ordenan que en las mate- rias de minas se determinen la verdad sabida y la buena fe guardada, con- cediendo a los Jueces el arbitrio de examinar de oficio los testigos que hallaren por conveniente, y tomar los juramentos de las partes, para me- jor averiguar la verdad. ‘Todo debe ser equitativo en este género de negocios; y asi cuan- do ocurrieren accidentes que impidan el cumplimiento de alguna Orde- nanza, es preciso que el Juez socorra ai impedido, con nuevo término, se- gin lo dijo Tiraquelo, ‘6 tratando de la prorroga del tiempo prescrito al apelante para proseguir su recurso, en caso de no haberlo podido verifi- car por algiin justo embarazo. La misma Ordenanza de México ? adopté este partido, permitien- do que al denunciante de minas abandonadas, que no hubiere podido ha- bilitar el pozo de ordenanza, ni tomar la posesién dentro de los 60 dias sefialados en el articulo 8, titulo 6°, bajo la pena de perder el derecho a la mina, se le pueda ampliar el término en cuanto fuese suficiente: de manera que aquella regla generalmente recibida, de ser improrrogables los plazos establecidos por ley o por estatuto, se viene a exceptuar en ne- gocios de mineria, por deberse observar en ellos, sélo por equidad y por arbitrio de buena fe. Por tiltimo, se comprueba por la Ordenanza del Pert, que el tiem- po del semestre no es continuo, sino titil; porque hallindose determinado 686 Pedro VICENTE CaNETE Y DomiNcuEZ (C.VIIL- Apéndice por la 8, titulo 1°, libro 3°, que el transcurso de los treinta dias preseri- tos para manifestar y hacer registro de la mina, no debe perjudicar al descubridor que se hubiese detenido ms tiempo por algin legitimo im- pedimento, es consiguiente que no sea continuo este término, pues segiin las reglas que dejamos sentadas, es titi] aquel tiempo que no se le corre ni perjudica al impedido. ** De aqui resulta la resolucién de la tercera duda, a saber, que el descubridor clérigo, debe ser oido antes de adjudicarse a otro que pidie- re la mina cuya venta no hubiese él verificado dentro de los seis meses de la Ordenanza, porque siendo axioma vulgar deducido de las leyes, 7 y universalmente contestado por los Doctores, ** que al impedido no le. corre término ni perjudica su transcurso, a menos que haya sido por su dolo y culpa lata, * antes bien le excusa de la pena el impedimento justo y embaraza el curso del tiempo establecido por la ley, o por el hombre, * es menester ofr y citarlo, antes de proceder a la privacién de la mina, pa- ra que alegue y pruebe el impedimento, que tal vez pudo haberle estor- bado la venta dentro del semestre de la otdenanza. El Eminentisimo Cardenal de Luca, * propone un caso muy ade- cuado para comprobacién de nuestra sentencia: se refiere a que una Ba- ronesa de Mondovi o Mondevi, (ciudad episcopal del Piamonte), institu- y6 por heredero universal a su marido, bajo la condicién de ordenarse sacerdote dentro de un aio desde el dia de su muerte, pena de caduci- dad, substituyendo en su lugar a una congregacién pia. Este heredero no cumplié la condicidn, por el impedimento de bi- gamia que le resultaba por la viudedad de Ja testadora, y habiendo pasa do a Roma a solicitar la dispensacién del Sumo Pontifice, ‘sobrevino una dilatada vacancia de la silla Papal, por muerte de Clemente IX; y habien- do obtenido después de mucho tiempo la conmutacién del sacerdocio en el bdbito militar de San Juan de Jerusalén, con la obligacién de profesar a su debido tiempo, se dudé por los Oficiales de la dataria, al tiempo de despachar el Breve de gracia, si ésta, como concedida después de trans- currido el aio prefinido por la testadora, podria ser perjudicial a la con- gregacién y privarla del derecho adquirido a ta herencia en virtud de la substitueién. Sobre 10 cual, consultado el Eminentisimo Luca, respondié, que mediando las justas y legitimas causas que impidieron al heredero para cumplir la voluntad de la testadora, dentro del aiio prescrito, no le debia perjudicar su transcurso para incurtir en la caducidad; ni la congrega- cién substituta habia adquirido derecho a la herencia por la misma razén. Afiade, que el precepto de ordenarse dentro del afio, se impuso por via de modo a parte post, y no por via de condicién a parte ante, y como al mismo tiempo de la inobservancia del precepto induciria privacién de derecho ya adquirido (lo que se asemeja a una pena formal, en que nunca se incurre sin dolo y sin malicia), debia estimarse el impedimento muy suficiente pata excusar al heredero del lapso del término, y por consiguien- te, de la caducidad. Conforme a esta doctrina, parece muy segura y bien fundada la resolucién propuesta, una vez que sélo el transcurso del tiempo no basta para privar el derecho ya adquirido, y menos para aplicarlo a otro. ¥ es asi, porque como dice el mismo Luca, * el tiempo no es tan preciso-que de él dependa toda la fuerza y el efecto de la Ordenanza; el fin es vender C.VIIL.- Apéndice] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 687 la mina; luego, siempre que éste se cumpla, con verificarse la venta, aun- que sea después del tiempo prefinido, principalmente estando la cosa in- tegra, y antes de declararse la caducidad del registro, se debe mirar el tiempo como si todavia durase el primer plazo, segiin la més benigna y recibida sentencia de los Doctores. El sabio Solérzano, traté més de intento otra cuestién idéntica con la nuestra, que quita toda duda en la resolucién: supone el caso de haber- se ausentado un Encomendero, por més tiempo del que se le concedié, sin volver a residir en el lugar de la encomienda, como est4 obligado por las leyes, bajo la pena de privacién ipso jure incurrenda. Compara las encomiendas a los feudos y_a los beneficios eclesiés- ticos, y haciéndose cargo de las graves autoridades que requieren cita~ cién, ya sea personal, ya por edictos y proclamas de los beneficiados o feudatarios ausentes més tiempo del asignado en la licencia, resuelve, ® en cuanto a los encomenderos, que deben ser ofdos y citados, forméndo- seles proceso para dar y pronunciar la sentencia deciaratoria de la incur- sa: privacién. Para todo esto, alega ** por principal fundamento, los impedimen- tos que pueden haber ocurtido para que el encomendere no comparecie- Se a residir dentro del término preserito: luego, observando las mismas reglas y principios, debe ser ofdo y citado ef clérigo descubridor, para que pueda hacerse la privacién de la mina en términos de justicia, Ello es cierto, que para poderse adjudicar semejante mina, es me- nester que se denuncie; pero no basta hacer constar solamente el trans- curso del tiempo, por el reconocimiento del registro; pues, fuera de todos los fundamentos que acabo de referir, previenen las Ordenanzas del Pe- nti y de México, que se debe citar al poseedor, ofr a las partes y adju- dicar la mina al que mejor probare su intencién. Si la sentencia saliere a favor del denunciante, se sigue la cuarta resolucién, de no tener preferencia alguna los parientes del eclesidstico. Porque cuando se adjudica a otro su mina, por no haberla vendide a tiem- Po, ha precedido declaracién de la caducidad del registro, incorporandose de nuevo a la Corona; entonces recupera la primitiva naturaleza de bien realengo y es como cualquiera otra mina que nunea se hubiera registra- do: sélo el Rey es su duefio; el clérigo nada tiene en ella, ni se estima por de su patrimonio; luego, 28i como ninguno puede pretender preferencia en la adjudicacién de una mina enteramente nueva, tampoco lo pueden intentar los parientes del eclesidstico en la mina que se le haya quitado por la caducidad de su registro, pues ya salié de entre sus bienes y se re- puta como nueva por su reversién a la Corona. Pasemos ya a examinar el ntimero de minas permitidas a los mi- neros regulares, que no gozan privilegio de primeros descubridores. En este punto, serd preciso referir las Ordenanzas del Peri que tratan de ello y de las demasias, para que entendida brevemente la grande diferen- cia de la Ordenanza de México, no se vacile después en ef verdadero de- recho que debe regir, segin el actual sistema de mineria. En varias Ordenanzas del Peri se advierte cierta aparente distin- cién de las minas estacadas a las compradas y a las adquiridas por heren- cia u otro cualquier titulo lucrative, pero ésto no conduce a la determi- nacién del ntimero, sino al plazo en que se deben vender las demasias. Asi se ve, que fa Ordenanza 3+, titulo 2, libro 3°, concede cuatro meses al 688 PEDRO VICENTE CANETE ¥ DoMINGUEZ [C.VIIl.- Apéndice que halléndose en las minas que puede poseer, adquiere otras por heren- cia, donacién, legado o cl4usula de testamento, para que disponga de lo demasiado, sin que nadie se lo pueda demandar en el entretanto; y al mis- mo tiempo se lee en la Ordenanza 15, al fin, titulo 1%, y en las Ordenan- zas 1 y 3, titulo 2, libro 3%, que al poseedor de mis minas de las que es- tan permitidas, se le puedan pedir las demasias luego que las hubiere ad- quirido por compra o por contrato, quedando obligado a darselas al de- mandador, dentro de tercero dia, con prohibicién de no ajenarlas desde entonees, pena de mulidad y de mil pesos. La razén de esta diversidad consiste, a mi juicio, en que el com- prador obra con la codicia de abarcar muchas minas (tal vez por un pre- cio infimo), para aprovecharse de sus frutos sin contemplacién de mas utilidad que la suya. Y ya que la Ordenanza no refrena esta codicia en caanto a prohibir la adguisicién, ha querido estrechar los términos en que se deben vender las demasias. Al contrario, favorece las adquisiciones que provienen de algin titulo lucrativo porque en tal caso todo lo hace la fortuna y no se advier- te vicio que castigar ni reprimir de parte del poseedor. Por esto indulta la Ordenanza el plazo de cuatro meses para deshacerse de las demasias, con el fin de que se haga con més libertad la enajenacién de lo que se ad- quirié por disposicién de la ley en las herencias y por mera liberalidad de los hombres en las donaciones.y legados. Con esta diferencia de plazos, se deben vender las minas que ex- cedieren de las cinco aue puede poseer un minero regular en diferentes vetas: a saber, tres minas de metal rico * y dos de sorockes, asi compra- das, como por estacas, conforme a la Ordenanza 15, titulo 1°, libro 3° del Pert, entendiéndose sin perjuicio de las otras cinco que permite la Orde- nanza 14 del mismo titulo y libro, al que descubriere vetas nuevas, aun- que no sea descubridor del! cerro ent que se hallaren; de suerte que, si el mismo que tuviere por compra o por estacas las cinco minas de que ha- bla la Ordenanza 15, descubriere otras vetas nuevas, puede tener en cada wma de ellas una mina entera hasta completar el mimero de otras cinco minas més, como dispone la Ordenanza 14 citada, titulo 1°, libro 3° del Pert. La nueva Ordenanza de México, mandada guardar en este Reino, en nada concuerda con nuestra antigua legislacién de mineria, en orden a los puntos propuestos. Primeramente, sin limitar ulimero, permite la tenencia de cuantas minas se quisieren poseer por titulos de registro, de- nuncio, yenta, donacién o herencia; * en segundo lugar, no prohibe la adquisicién de dos o mas minas sobre una propia veta, siempre que pro- ceda de titulos diferentes, es a saber, una por registro y otra o mas por denuncio, venta, donacién, herencia o legado. En esto se conforma con la ley 5%, Cap. 31, titulo 8, libro 6° de la recopilacién de Castilla, que al mismo tiempo de prohibir la adquisicién de dos minas contiguas en una veta, por registro o por denuncio, excep- tiia de esta regla las que se hubieren comprado, aunque sean michas ¥ estén todas juntas, De manera que, segtin este nuevo sistema, quedan del todo abolidas las antiguas restricciones, y cualquiera que tuviere una mi- na registrada por estaca, puede denunciar otra por despueble, y adqui- rir muchas més, todas ellas juntas, por compra o por titulo hucrativo. #¢ Sélo se reserva el caso de pretender alguno la habilitacién de mu- C.VIIL- N.VIL] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 689 chas minas inundadas 0 ruinosas, u otra empresa de notable importan- cia; porque entonces, bien puede poseer muchas minas juntas en una ve- ta, por titulo de denuncio, precediendo permiso del Superintendente Ge- neral de Minas, a consulta del tribunal, después de calificado el mérito y cireunstancias de la operacidn, con arreglo al articulo 27, titulo 6°. Por los mismos fines de utilidad péblica, también queda exeeptuado * el] caso de haber sido algin minero con sus labores subterréneas, fuera de los términos de sus preeminencias, bien sea por longitud o por primera cua- dra, que hubiera avanzado sobre terreno virgen 0 de mina desamparada porque, no debiendo presumirse aqui 4nimo codicioso de abarcar toda la veta en perjuicio de otros (que fue el motivo de prohibir muchas pertener cias juntas), no se le debe impedir el trabajo a continuacién de las mi nas sobre la misma veta, siempre que denunciare la nueva pertenencia; de manera que si hubiera adquirido por registro la mina de donde avan- z6 sus labores sobre terreno virgen, vendré a poser dos pertenencias con- tiguas por un mismo titulo de registro; y si hubieren sido minas desam- paradas, la que comenz6 a laborar y la otra donde se introdujere de nue- vo, las dos corresponden a un mismo titulo de denuncio; pero se advier- te que cada concesién no debe pasar de otro tanto mas de las medidas que anteriormente se le concedieron y se han de renovar las estacas hasta los nuevos términos, para que lo sepan todos. En tereer lugar, no admite demasfas en cuanto a nimero, porque permitiendo que cualquiera posea cuantas minas pudiere labrar, es con- siguiente que no hayan demasias en este sentido, si bien, aunque no se puedan pedir por este titulo al que las ocupare, se pueden denunciar por despobiadas las que no tuviere en actual trabajo, 0 a lo menos ampara- das con arreglo a Ordenanza. ‘Asi, cuando la Ordenanza de México % habla de demasfas, se en- tiende precisamente del terreno que sobra entre dos minas, ya sea por haber mejorado estacas de un rumbo hasta otro, ** 0 por haber excedido a las medidas primeras. La cuarta y iltima diferencia consiste, en que por la legislacién del Per, %* el poseedor de las demasias es incapaz de tenerlas por cual- quier titulo que sea, cuando, por e) contrario, Ia Ordenanza de México * no. solamente se las concede, sino que también le declara preferencia, aun- que sea en concurso de otros que las hayan pedido primero. (Aqui concluye el Apendice a los articulos 1° y 2° del pérrafo noveno, noticia séptima del Capitulo 8,— N. de E.). Articulo 3°. Registros— Se explica el método prdctico de hacer- los. — Registro, no es otra cosa que la manifestacién o denuncia de algu- nos bienes, para evitar fraudes, 0 para otros fines que declaran las le- yes. *7 Esta voz trae su origen, segtin el sabio Solérzano, ** de la palabra latina res-gesta, que significa cualesquiera autos judiciales en que se da fe y testimonio de lo que se hace o va haciendo; pongo por ejemplo, en el comercio naval, de todo lo que llevan o embarcan o cargan en la nave, asi de mercaderias como oro, plata, perlas, sueldos y hasta las cédulas de cambio. ** 690 Pepao ViceNTE Caters ¥ DomincuEz {C.VIL- N.VIL. Conforme a este principio, se mandan registrar por las leyes de Castilla, 10° los caballos, potros, yeguas y demas bestias que se mantie- nen fuera del Reino, dentro de las doce leguas de los puertos, y juntamen- te los que nacieron dentro de este mismo distrito. En materia de minas, es tan indispensable el Registro de todas las que se descubrieren, que comenzando a trabajarlas antes de hacerlo, se ineurre en la pena de su perdimiento y mas la mitad de los otros bi nes. 1 E] docto Fiscal Don Francisco de Alfaro, *** funda la necesidad del registro en el interés del fisco a la cobranza de los quintos, y en el propio derecho del descubridor para conservar claras y especificas sus pertenencias. A fin de mantener el buen orden entre los interesados, se ha pres- crito por las Ordenanzas cierto término y forma en que se deben hacer los registros. En el Pera 1? estan sefialados 30 dias desde que se hubiere des- cubierto metal, para manifestarlo y hacer registro ante la respectiva Jus- ticia, ampliando a diez dias mas los 20 que para este mismo efecto con- cede la ley 4, Cap. 4°, titulo 18, libro 6° de Castilla, en consideracién a las grandes distancias y a los embarazos de los caminos; asi como se halla prorrogado por el propio motivo, a tres o cuatro meses el término de los Edictos para concursos en e) Pera, ‘+ con todo de haber prefijado s6lo diez dias o a lo mas 20, la Bula de Pio V, explicada elegantemente por Salgado. 1° Y en cuanto a los indios, se atendié también su incapacidad, a més de las razones referidas, y por tanto se les triplies este término, permi- tiéndoles el registro dentro de tres meses, 1°* pues, verdaderamente, son mayores para ellos las dificultades, segin su pobreza y la fragosidad de Jos lugares donde viven de ordinario. Todos los vasallos del Rey pueden descubrir y registrar minas en el plazo referido, exceptuando tinicamente aquellos que por expresa Orde- nanza se hallaren prohibidos de poderlo hacer. '°7 Pero deben los que registraren, presentarse por si mismos, tra- yendo personalmente la muestra de plata que sacaron, y jurando que es ia misma que saié del metal manifestado y descubierto en la veta que re- gistran. 1" El requisito de esta personalidad ocasioné innumerables pleitos y calumnias, porque se solicitaba privar a los descubridores del derecho al registra, cuando no fo habian hecho personalmente, pretextando no ser practicable por Procurador este acto y mucho menos el juramento, como personal, segiin opinién de varios Doctores, '* tratando del juramento de fidelidad que deben prestar al Papa los Obispos electos o translatos. Entonces resolvio el Sr. Toledo, 1° para evitar dudas y diferen- cias, que los justamente impedidos de poder cumplir con los requisitos necesarios de juramento y manifestacin personal, pudiesen hacer por un poder especial * para dichos efectos, verificandolo por carta, en caso de no haber Escribano en el lugar donde se hallé Ja veta, ni en las inme- diaciones, * De suerte que, conforméndose con ef Derecho Canénico, "? autoriz6 con fuerza de ley las doctrinas 4 que defienden practicable por Procurador el juramento, cortando con esta sabia providencia las tena- ces altereaciones que, sobre el mismo punto, se ven refiidas por los auto- res mas clasicos, C.VUL- N.VIL] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 691 De aqui resulta una cuestién muy digna de explicarse, por su gra- vedad y frecuencia, a saber: si aungue el descubridor no se halle impe- dido, podra registrar libremente por Procurador. De la lectura de la Ordenanza 11, titulo 1", libro 3°, se deduce, al parecer con evidencia, la negativa; porque después de haber prevenido en la 8* del mismo titulo y libro, la comparecencia personal del descubri- dor, resuelve que puede registrar y hacer juramento por Procurador con poder especial, cuando no pudiere venir en persona a cumplir con estos requisitos, por vejez, por enfermedades, por rios crecidos, por ausencia necesaria, por destierro, por cautiverio, por su Dignidad, por su sexo, '® 0 por otros impedimentos justos que referi en otro lugar 17 y numera el docto Harprector: 8 que fue lo mismo que admitir el uso de Procuradores solamente en caso de necesidad. En ésto se conformé el gran Toledo, con la resolucién que tomé el Emperador Justiniano, '!9 permitiendo que pudiesen apersonarse uno por otro, judicial o extrajudicialmente, cuando estuvieren impedidos de hacerlo personalmente, por enfermedad, vejez o peregrinacién. De suer- te que, discurriendo por los principios vulgares de Derecho, parece no ha- berse aprobado la intervencién de Procurador en los demas casos libres de impedimento, porque conceptudndose solamente los de necesidad, de- be afirmarse la regla en contrario, en los otros que no se reservaron ex- presamente. No obstante, soy de opinién que la afirmativa es mas probable y debe seguirse en la practica. Dice una ley del Digesto, "?° que “es muy necesario el uso de Procuradores, para que los que no quieran 0 no pue- dan asistir a la intervencién de sus negocios, puedan reconvenir o ser reconvenidos por medio de otros”. Segiin esta disposicién, no es menes- ter que uno se halle impedido, para obrar por Procurador, pues para po- derlo nombrar, basta que no quiera intervenir por si mismo; luego, aun- que el descubridor no tenga impedimento para registrar personalmen- te, puede practicarlo por apoderado, siempre que él asi lo quisiere. La ley 68 del Derecho Canénico comprueba esta opinién, porque si en lo general cualquiera puede por otro, lo puede hacer por si mismo, exceptuando los casos que alli anota Andrés de Alciato: se debe concluir que quién puede registrar por si mismo, también lo puede hacer por Pro- curador, segtin derecho. Para fundar mejor esta resolucién, veamos como resuelven los in- térpretes institutarios, el argumento deducido del texto de Justiniano, y de ahi descenderé la inteligencia verdadera de nuestra Ordenanza peruana. El sapientisimo Vinnio dice 1%! que los impedimentos expresados en el texto y otros semejantes, introdujeron al principio el uso de Pro- curadores, pero que una vez recibidos, continuaron su ejercicio aunque no hubiese necesidad 0 impedimento. Asimismo sucedié en materia de registros: pues, habiendo admitido el Sr. Toledo la intervencién de Pro- curadores, por varios embarazos que impedian a los descubridores para hacerlos por sus propias personas, se ha conservado esta facultad indis- tintamente fuera de los casos de necesidad; de suerte que, segtin explica Pichardo, ¥% los impedimentos fueron la causa impulsiva para admitir Procuradores, pero el final de la Ordenanza (como expresa ella misma), fue evitar los pleitos y calumnias, que de ordinario se seguian, como de 692 Pepro Vicente Caste Y DoMiNGuEZ TC.ViiL- N.VIL guardarse la libertad que cada uno tiene de usar de su derecho, por si mis- mo 0 por otro con su poder. Por esto, faltando ta causa impulsiva, no debilita ni destituye el valor de la Jey subsistiendo la causa final como advierten y notan los Doc- tores con Acucio, citado por Cobarrubias, 12 hablando de Calfurnia, la cual aunque dio ocasién con su insolencia y ‘procacidad, al Edicto en que se prohibié a las mujeres el ofieio de abogar, con todo, no fue ella la cau- sa final. Y asi quedan, generalmente, prohibidas todas las mujeres, tam- bién aquellas que no fueren insolentes ni procaces; porque subsiste la cau- sa final, que fue evitar perjuicios del pudor y honestidad del sexo, como lo indica la ley 3%, titulo 6, Partida 3°, Con que observando la misma re- gla, pueden valerse de Procuradores los descubridores sin impedimento, de] mismo modo que los impedidos, respecto de coneurrir en unos y otros Ja causa final de la Ordenanza. ‘Ni porque se exceptuaron los impedidos, se debe presumir prohi- bido a los demas que no 1o fueren, el indulto de Apoderados, porque se- gin Pareja, '% se debe suponer mas bien omitidos los otros casos que no expresé la Ordenanza, dejéndolos a la disposicién del Derecho comin, Por lo que se deberd guardar la regia ya citada: que cualquiera puede hacer por otro, lo que puede por si mismo. 125 Aqui se puede tener por exceptuado el que registrare estacas 0 las Pidiere, porque debe pedirlas por su persona y no por poder ni carta, sino es que fuere dado a persona asalariada, segin la Ordenanza 4* del Presidente Gasca, y ia 11 al final, titulo 1°, libro 8° de las del Sr. Toledo. No es extrafia la reservacién de este caso por el gravamen que ith- ponen las Ordenanzas a los estacados, 1% de que entre todos depositen cien pesos antes de concedérseles estacas, para que con ellos se pueda dar un pozo o dos en el paraje de la veta que mejor le pareciere al des~ cubridor, pena que no queriendo pasar por 1a condicién de contribuir, nin- guno sea admitido a estacarse en la veta. Sin tanto motivo, se ve exceptuado de la regla antecedente ¢l caso de la impetracién de venia en los menores varones, obligdndoseles 127 a que por si mismos ¥ no por Procurador, aleguen el beneficio imperial y prueben su edad y costumbres; fuera de otras muchas faleneias que re- quiere Aleiato sobre la regla 68 expresada. Segtin el.sentido de la Ordenanza del Pert, se requiere dos cali- dades en el que pidiere estacas por otro: a saber, que tenga poder espe- cial, y que sea criado asalariado. Casi lo mismo determina la de Méxi- co, 128 pues, aunque permite a los criados que registren para sus mismos amos, sin tener su poder, previene al mismo tiempo, que ratifiquen el de- nuncio o registro dentro de 60 dias, ' y es como si se hubiera procedi- do con poder bastante, porque la ratificacin se equipara al mandato, por la ley 10, titulo 34, Partida 7°. No distingue el Registro de nuevos descubrimientos del de las es- tacas, como lo ejecuté ta Ordenanza del Perit; pero, debiéndose conciliar las leyes para evitar toda correceién, se debe también declarar la una por la otra, y concluir lo primero, que cuando el articulo 5°, titulo 7, per- mite absolutamente registrar mina por otto con su poder, 0 carta orden, se entiende de los nuevos descubridores, con las circtmstancias y distin ciones que he explicado comentando la Ordenanza 11, titulo 1°, libro 3° del Perit; lo segundo, que para el registro de estacas, no basta el poder C.VIL-N.VIL] DE La SUPERINTENDENCIA DE MINAS 693 solo, ni que sea criado quien las pidiere, sino que sobre esta tltima cali- dad, debe concurrir el poder o la ratificacién que es su equivalente. Segiin [a antecedente advertencia, se han practicado siempre los registros de minas en el Pert y en México, casi por el misme método. La corta diferencia que se nota entre ambos estilos, consiste en circunstan- cias que por el nuevo sistema de mineria se pueden uniformar. Por esto explicaré el método practico de registrar, siguiendo las disposiciones de una y otra legislacién, combinadas ya en este Reino, distinguiendo las clases de descubrimientos que dejamos explicado para su mayor claridad. El que fuere nuevo descubridor, exhibe ante la Justicia y Escri- bano de Minas el metal y pella que hall6, '** expresando su nombre y los de sus compajfieros '* si los tuviere; el lugar de su nacimiento; su vecin- dad, profesién y ejercicio, con todas las sefiales individuales y distingui- das de} sitio, cerro o veta cuya adjudicacién pretendiere, "7 y jura que sacé realmente uno y otro de la misma veta que registra, por tal veta, man- to, bolsa, aspa, crucera, criadero, ramo, 0 cualquiera que sea, '** pidien- do mina entera de 200 varas, y sefialando la de Su Majestad, # denun- ciando al mismo tiempo la veta a mayor abundamiento, por defecto de pozo de cualquier persona que la haya pedido o alegare derecho para que se le adjudique en nombre de S. M. E] Juez decreta: “Por fecho el registro, exhibido el metal y pella y por nombrada la mina de Su Majestad, en su Real nombre se concede mina de 200 varas en el lugar y parte y para el efecto que se pide, en con- fee de las Reales Ordenanzas, y cumpla con su tenor, so la pena de ellas”. Cuando se pide por derecho de limpia alguna mina o veta ciega y oculta, para Yepararla y habilitarla, con protesta de presentar el metal fijo que descubriere y hacer registro en forma, sefialando mina para Su Majestad, el decreto es: “Sin perjuicio de tercero que mejor derecho ten- ga, se concede la veta que refiere, por derecho de limpia, bajo las protes- tas expresadas; y en el interin 185 no se le inquiete ni impida la labor”, 19° Los dem4s que quisieren estacarse en Ja mina descubierta, piden sencillamente mina de 200 varas, sin la distincién de medidas que hacia la Ordenanza antigua del Pert, 1" y la providencia de estilo es: “Conce- dida sin perjuicio de tercero que tenga mejor derecho, en la parte y lu- gar, ¥ para él efecto que se pide, en conformidad de lo dispuesto por orde- nanzas, y so la pena de elas”. El Escribano autoriza el provefdo y alti mismo da fe del dia y hora en que se presenté el descubridor, tomando de todo razén exacta en un Libro de Registros, que debe tener por abecedario, conforme a las Orde- nanzas del Perti y de México. "5 La formalidad de registro, prevenida para las minas nuevas, es igualmente indispensable para las baldias y despobladas, porque el regis- tro en que se comprende licencia para labrarlas, es todo el fundamento y el tinico titulo de su adquisicién y dominio. '8* Por eso dice Gamboa, 14° que quien denancia el despueble, no sucede al anterior poseedor, antes Jo delata por contravencién de las Ordenanzas, que entra come poseedor nuevo por potestad de la ley, y se le hace nueva concesién y nueva inves- tidura, y se le da nuevo titulo, y por consiguiente una mina que, aunque en realidad no es nueva, se reputa por tal y como si nunca hubiera sido registrada. De suerte que hasta las medidas es menester renovarlas, se- 694 PEpRo VICENTE CaNETE ¥ DomINGUEZ [C.VINL- N.VIL, gin el nuevo registro, sin considerar para nada las antiguas como pro- cedentes de un titulo ya extinguido y de una merced enteramente caduca. E} Gnico caso que se exceptia de registro en materia de despobla- dos, es cuando alguno labra ptblicamente una mina que otro habia re- gistrado, ora sea por socavén, 0 sobre el haz de la tierra, por espacio de dos afios, sin contradiccién alguna; porque segtin la Ordenanza 15, titu- lo 1%, libro 8° del Peri, le vale por titulo bastante esta posesion, y sobre ella no se puede mover pleito ni admitirlo por ninguna causa. EI Rey es el duefio absoluto y privativo de las minas, y puede pro- veer su adquisicién como mejor le pareciere: por lo mismo, asi como en el modo regular el registro es el titulo esencial para el dominio, en este caso surte los mismos efectos la posesin de dos aiios, y sirve para trans- ferir la propiedad, como si realmente se hubiera registrado Ja mina. Pero, como la prescripcién, segtin Modestino, * y una ley de Par- tida, 1*# es la adauisicién del dominio, por continuada posesién de cierto tiempo sefialado por ley; debe entenderse continuos y sin interrupcién los dos afios de labor que prescribe la Ordenanza citada del Pert, para adquirir sin titulo ni registro una mina que otro habia registrado. La duda sdlo puede estar en el modo de probar esta posesion con- tinuada; pues, tal vez se quisiera intentar que el poseedor lo probare por testigos que depusieran haberlo visto trabajando continuamente y sin intermisién en todo el bienio. Esto, realmente, es imposible, conforme a los textos del Derecho Civil, 1 y asi resuelve el docto Tiraquelo, 4 que basta para certificar {ia posesién continua), haber percibido los frutos de cada afio, 0, al menos, que puso trabajadores para que sararen metales, aunque nada le hubiesen fructificado en realidad. Y por wltimo afiade, que se estima suficientemente -calificada la continuacién del tiempo, si se probare que poseyé al principio del primer aiio y al fin del segundo; porque probén- dose los extremos, se tiene por justificados los medios, que prestimense de una misma calidad. Volviendo a los Registros, se puede dudar, lo primero, si cuando el Escribano de Minas no tomare razén de los autos formados por parte del descubridor, conforme a ordenanzas, quedaré siempre firme su dere- cho, para todos los efectos que producen los dems registros protocola- dos, de suerte que sea preferido a otro que presentare registro de la mis- ma mina, con el requisito de hallarse asentado en los Libros de razén 0 Protocolo. Los Doctores movieron esta cuestién sobre la necesidad del re- gistro, que impone la ley 18, titulo 25, libro 4° de Castilla, en todos los instrumentos ptblicos, y también puede suscitarse en nuestro caso, por la obligacién que induce a este propio fin, la Ordenanza 6, titulo 9, li- bro 8° del Pera La negativa se puede fundar en una Novella de Justiniano, 4 don- de se lee haber declarado este Emperador, por nulo todo instrumento que no hubiese quedado anotado en los libros de registro 0 en los Protocolos. Pero, absolviendo esta duda, el insigne Cobarrubias, 1* responde que la citada constitucién fue especial para la ciudad de Constantinopla, y asi nunea establecié ley general. Fuera de que, segiin Nicolas de Mar- tarellis (a quien él se refiere), allf sélo se traté de la forma y solemni- dad del Protocolo, para que éste nada pruebe sin aquella; pero no se de- C.VIIL- N.VILJ De LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 695 terminé que no mereciese fe un_instrumento otorgado solemnemente, cuando no se hubiere reducido a Protocolo; por lo que concluiré, que es tan bien recibida esta opinién, que no tiene contradictor en la practica. Don Francisco Carrasco formé un dilatado discurso sobre el mis- mo caso, y después de alegar muchas autoridades para probar la fe de Jos instrumentos auténticos que no se hubieran protocolizado, refiere 147 que abogando él, por Garci Lépez de Morales, fue preferido en mas de 25.000 ducados, por una escritura signada, de la que no qued6 registro. Todo lo cual convence de que el pedimento firmado por el descu- bridor, decretado por e] Juez y autorizado por Escribano, hace entera fe y se debe tener por titulo matriz y original, aunque no se haya tomado raz6n de él ni anotado en el libro de registros. Bien que deberd ser castigado el Escribano, con la pena de un afio de suspensién del oficio y [os 10.000 maravedies para la Cémara, que impone la ley 16, titulo 8, libro 5? de la recopilacién de Indias; sin em- bargo de que las partes hubiesen consentido que no quedase registro. Se puede dudar lo segundo, si, pasados los treinta dias asignados para registro, conserva todavia su derecho el descubridor, para poder registrar después. La Ordenanza 8, titulo 1°, libro 8° del Perd, distingue entre los descubridores morosos, al impedido, de aquel que se hubiera detenido sin justa causa, y declara que no goce del derecho de descubridor, si se de- tuviese mas tiempo de los treinta dias, sin causa muy legitima; como si dijera que aunque otro no venga a registrar, no puede ya hacerlo el des- cubridor que no estando impedido dejé pasar por omisién voluntaria el plazo de la ley. EI Sr. Toledo siguié aqui las disposiciones generales del derecho, porque como ensefian Baldo, Koppen, Saliceto, y otros que cita Martin Magero, 148 el transcurso del tiempo sefialado por ley, induce tacita re- nunciacién, y el que lo deja pasar, se juzga haber renunciado su derecho. Al mismo tiempo se presume fatal, preciso y perentorio, y no admite pur- gacién de la demora, aunque la cosa permanezca integra; porque en este caso, no se establece el término por via de prescripto, segtin Surdo, Fon- tanela y Tiraquelo, * con otros muchos; de manera que no debiendo ser més ofdo en adelante, como resuelve Salgado, 1° es consiguiente que no sea admitido a registrar como descubridor, después de fenecidos los trein- ta dias de la Ordenanza. - La ley 5°, titulo 9, Partida 4*, puede servir de nuevo fundamento y confirmacién de esta sentencia. Alli se previene que, habiéndose amo- nestado por edicto piblico, que los que supieren algtin impedimento del matrimonio que se proclama, lo denuncien hasta cierto dia que determi- nare el Pérroco; si alguno de los que estuvieren delante cuando esto fue- re dicho, se callare entonces sabiendo que entre ellos habia ta? embara- 20, y los quisiese acusar después de casados, para separar el matrimo- nio, que no debe ser ofdo. Luego, tampoco debe serlo el descubridor que quisiere registrar después de pasado el término fatal de Ja ley, si duran- te su curso se estuvo callado sin querer usar de su derecho, sabiendo que por su detencién debia perder el de descubridor. Sin embargo, yo considero que siempre se debe tomar algdn tem- peramento equitativo con el descubridor, estando todavia la cosa inte- gra. Es un bello ejemplo el del enphiteuta que ha demorado la paga del 696 Pepro VICENTE CaNeTe y DoMiNGUEZ (C.VUL- N.VI. censo, por dos afios, a la Iglesia, o por tres afios al lego. No hay duda que pasando estos plazos sin haber pagado la renta o el censo, cae Ja heredad en comiso y los sefiores de ella la pueden tomar sin mandato del Juez, 1 aun cuando no lo hubieran reconvenido por si, ni otro por ellos, porque el dia mismo del plazo a que debe pagar la renta, lo demanda y empla- za a que le pague. '? Asi como queda obligado a la pena que prometié, aquél que afianz6 a otro, en juicio de ayudarle a estar y a cumplir de de- recho, a quién hiciese querella de él, si no lo verificare al plazo que le pusieren, 168 YY con todo, la misma ley liberta de pena al fiador, aunque no pre- sente al deudor en juicio dentro del plazo que le fuere puesto, si lo Ile~ ga a practicar a dos dias, o a tres o a cinco 0 més, segtin arbitrio del Juez, atendidas las circunstancias de las personas y de los lugares, como nota la Glosa de Gregorio Lépez. '* Porque, no resultando perjuicio de terce- to, siempre se admite purgacién de la demora, si fuere corto ¥ no consi- derable el tiempo transcurrido. '°* Por cuya misma regla, después de cumplidos los tres afios, permite la ley 28, titulo 8, Partida 5°, que el en- fiteuta purgue la demora pagando la renta o el censo, dentro de diez dias siguientes. Respecto del descubridor, son mucho més graves estos principios de equidad; porque el plazo de los treinta dias se asigné principalmente a su beneficio; y como por otra parte, el exceso de algunos dias mas no resulta en dafio de ningin otro, es muy justo que no se le tenga por in- curso en la pena de perder el derecho de tal descubridor, después de trans- currido el término de la Ordenanza, en verificando el registro dentro de dos dias siguientes, o de algunos mAs, segiin lo arbitrare el Juez, tenien- do consideracién a las personas y lugares de donde Vinieren. 1# Pero en el caso de haberse retenido el registro por algiin impedi- mento justo, entonces no tiene duda que el descubridor conserva integro su derecho para registrar después de los treinta dias de la Ordenanza, 17 Esta conclusién se deduce manifiestamente de la misma Ordenan- za que estamos explicando. En ella se declara que, si mds tiempo se de- tuviere (no siendo por causa muy legitima) que no goce del derecho de descubridor. Luego, si la detencién fuere por causa legitima, lo debe con- servar para poder hacer el registro, como si estuviera en el plazo. Tustremos mds este punto, Hablando de los términos establecidos por ley, habia dicho el docto Tiraquelo, que feneciéndose sin haber ejecu- tado en ellos la obra para que se concedieron, nada mas se puede hacer en adelante, segiin aquella regla: que lo que se permite por cierto tiem- po, se entiende prohibido para después. '* Pero este mismo ilustre juris- consulto exceptué después el caso de haber sobrevenido algiin impedimen- to que prohibiese obrar dentro del tiempo sefialado por la ley, poniendo varios excelentes ejemplos, para calificacién de su doctrina, '5* Aqui entra oportunamente la aplicacién de aquel célebre axioma, latamente explicado por Barbosa y Salgado, '* de que “al impedido, no le corre término ni le perjudica su transcurso”; por lo que, concluye Va- Ienzuela, ‘#1 que el impedimento justo excusa la pena e impide el curso de los plazos, legales 0 convencionales. Findanse en el mismo principio Sal- gado y Garcia, para afirmar: 16 que no le corren al impedido los seis me- ses destinados por derecho '¢ para la provision de los beneficios vacan- tes; y por consiguiente, que se excusa de la pena de contumacia, deser- C.VIIL- N.VIL] DE LA SUPERINTENDENCIA DE Minas 697 cién, paga y del de la obligacién de concurrir al Concilio general 0 pro- vineial, con otros muchos ejemplos, en que se remite a Flaminio Paricio. Lo mismo determinan nuestras leyes de Partida, '** excusando de pena a los que por justos impedimentos no pudieren comparecer al pla~ zo que les fuere puesto, y haciendo enumeracién puntual de los embar- gos derechos que los pueden excusar, refiere los siguientes: la vejez, las enfermedades, las heridas, la carceleria, los casamientos, los funerales y entierros del padre o pariehtes, de amigo 0 vecino conocido; el em- plazamiento para tribunal superior; la menor edad; ta ausencia justa 0 necesaria por causa de estudios o por servicio del Rey, de la Iglesia o de la repiblica; la romeria, el destierro, el cautiverio; las avenidas de rios, las grandes nieves, tempestades y Iluvias; los ladrones 0 enemigos cono- cidos que le hubieran desafiado ‘0 estavieren acechando en los caminos; el peligro de muerte, el temor, la peste; la suma pobreza; el riesgo del deshonor en saliendo a ptiblico, u otras razones semejantes a estas como dice la ley 11, titulo 7, Partida 3*, y que puedan verse en Savelli, Solérza- no y Valenzuela. 1° Después de todo lo cual, resuelve a nuestro propésito la ley 37, ti- tulo 11, Partida 5, que no cumpliéndose lo que se mandé hacer en cierto dia y bajo de cierta pena, por haberle sobrevenido algiin embargo derecho que impidiese su ejecucién, no cae en la pena, queriéndolo hacer lo més presto que pudiere; es decir, que el descubridor legitimamente impedido para registrar dentro de treinta dias, no incurre en perdimiento del de- recho de descubridor, en aprontandose a verificar el registro cuanto an tes pudiere, o enviando apoderado que lo haga por él, cuando el impedi mento hubiese de durar mucho, como lo previene la ley 11, titulo 7, Par- tida 2°. Y en este sentido, se debe entender la Ordenanza 11, titulo 1°, li- bro 3° del Perti; pues aunque permite registrar por Procurador para ven- cer los impedimentos que pueden embarazar hacerlo personalmente, no por eso impone obligacién de nombrar apoderado para este fin, antes de hallarse impedido el principal, ni en aquel mismo punto que le sobrevi- niere el impedimento; porque debiéndose explicar nuestra Ordenanza se- gin el espiritu de las leyes generales del Reino, no debemos inducir ne- cesidad de elegir apoderados, si no es cuando el impedimento se fuere di- latando, de modo que el descubridor pueda creer justamente que ya no podra hacer el registro por si propio en el término de la ley, segiin lo de- termina la ley 11 citada de Partida. En cuya consideracién se debe mirar destituida de fundamento en la préctica la doctrina de Gamboa, " que quiso persuadir de lo contra- rio, sin producir apoyo alguno convincente. Por iiltimo, pueden ocurrir como incidencias de las anteriores re- soluciones, las dudas siguientes: La primera, si relevara de pena el im- pedimento a que diere ocasién el mismo descubridor, imposibiliténdose, por culpa propia, de poder verificar el registro dentro de los 30 dias. La segunda, si antes de cumplir el término, ser preciso protestar el im- pedimento 0 enviar un excusador que lo haga notorio al Juez, La ter: ra, si compareciendo el descubridor después de pasado el plazo (pero es- tando todavia la cosa integra), deberé probar el impedimento, para ser admitido, o le bastard alegario. La cuarta, si deberd ser ofdo el descubri- dor, y de qué manera, cuando ya otro hubiere registrado la mina, La quin- 698 PepRo VICENTE CafeTe ¥ DoMiNGUEZ [C.VIIL- N.VIL. ta, si excusara de pena el impedimento que le sobrevino al descubridor, después de la demora, esto es, después de eumplido el plazo de los trein- ta dias. En cuanto a la primera duda, son muchisimos los autores que de- fienden la negativa, fundandose en aquellas dos reglas de Derecho Cané- nico y Civil, 16" adoptadas por el Real de Partida, 1** que el dafio ocasio- nado por culpa de alguno, a él solo y no a otro, le perjudica, De donde deducen que no debiendo aprovecharle a nadie su propia culpa, para que el delincuente no se haga de mejor condicién por su malicia, que el incul- pable por su inocencia, tampoco debe relevarlo de pena el impedimento con que é] mismo se imposibilité para obrar. Se hacen cargo de estos y de otros mas graves argumentos, Save- Uli, Velasco, Cobarrubias, "° y principalmente el sabio Solérzano, 17° tra- tando de un Encomendero a quien se intentaba privar de la encomien- da, a causa de hallarse imposibilitado de desidir en la Provincia, por sen- tencia de destierro en que habfa sido condenado por sus delitos. No obstante lo cual, satisfaciendo uno por uno los textos contra- rios, sostiene que cuando la culpa no fuere afectada, ni ordenado direc- tamente para caer en el impedimento, siempre debe excusarse el impe- dido, aunque haya dado é1 mismo la ocasién al impedimento; y luego pro- cede a fundar difusamente esta opinién, por haberse preferido a favor del condenado, por el Supremo Consejo de las Indias; en e) pleito que acabo de citar. Considero por demés referir en detalle Jos fundamentos de nues- tro sabio jurisconsulto, porque siendo todo el fin de esta obra el que sir- va de guia para los Gobernadores, es muy suficiente apuntar las doctri- nas y algunas resoluciones que pueden valer por ejemplos. Asi se ve que el matrimonio celebrado por temor, es nulo, aunque el amedrentado haya dado causa a la coaccién, Las distribuciones coti- dianas se deben al beneficiado enfermo, no obstante de haber cafdo en la enfermedad por su culpa. Las esperas se conceden también por deu- das que descienden de culpa y de delito; y finalmente, los Jueces son re- cusados con justicia, por titulo de enemistad, por mas que el recusante la hubiere motivado por sus excesos: luego, siguiendo estos mismos prin- cipios, se debe concluir que el impedimento superviniente dentro del té mino de la ley, excusa de la pena al descubridor, aunque él se haya impo- sibilitado por su culpa propia, dando ocasién a la enfermedad, al destie- rro, 0 a otro cualquier impedimento de los .muchisimos que dejamos nu- merados. Y no importa que el impedimento venga al principio, al medio o al fin del plazo, porque teniendo facultad el descubridor, para no regis- trar hasta el tiltimo momento de los 30 dias, segiin la doctrina de Tira- quelo en caso equivalente, ‘7! no le debe constituir en demora el embara- zo que le ocurrié en tiempo habil. La segunda duda se absuelve convenientemente por la ley 87, ti- tulo 11, Partida 5*. Hablando esta ley real, del que por su impedimen- to no presenté al deudor por quien habia afianzado de estar a derecho en cierto plazo y bajo de cierta pena, dice que lo debe aducir a derecho, luego que fuera libre de aquel embargo. De lo que se infiere, que duran- te el impedimento, no est obligado el descubridor a protestario, ni tam- poco anoticiarlo al Juez, porque la ley nada més exige que el cumplimien- C.VIIL-N.VIL] De LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS. 699 to de la promesa en el caso de que trata; y esto, después que cesare el im- pedimento; con que en cumpliendo con el registro después que se librare del embarazo, habré hecho lo bastante para satisfacer a la ley, pues no haciéndose-en ésta, distincién de protestas ni de noticias, tampoco debe- mos distinguir nosotros. Es verdad que algunos autores 17 tienen por previo protestar el impedimento para que no perjudique; y segiin otros, con Solérzano, 17% aunque no es necesario, tal vez suele ser titil; pero segin Antonio Gé- mez, '74 en aquellas cosas que no penden de sola nuestra voluntad, sino que, por ley, tienen establecida cierta forma (como son Registros), en- tonces, no solamente no es necesaria la protesta, sino también es de nin- gin momento; y Cortiada 1" dice absolutamente, que el impedimento se ha de acreditar a su tiempo, y no es menester protestario, citando a Cancerio, Fontanella y otros autores clésicos. Mucho menos necesario es el envio de excusador que noticie el im- pedimento; pues, siendo de mayor gravamen excusarse por procurador, que el protestar, claro esta que quien no estuviere obligado a esto altimo, con ‘més razdn debe estar libre de lo primero, segtin aquel principio vul- gar de que: no debe obligarse a lo mas, el due estuviere absuelto de lo menos. ‘Asi lo siente expresamente ¢l Dr. Gregorio Lépez, '* recomen- dando muy particularmente la ley 11, titulo 7°, Partida 3*, que no re- quiere misién de tal excusador de impedimentos, sino en el caso de que procedan de enemigos; y concluye, que aunque no se envie en las demas ocurrencias, debe socorrerse al impedido. Pero, pata lograr este efecto, debe probarse el impedimento, y no basta el alegarlo solamente, cuando el deseubridor compareciere a regis- trar después de] plazo (que es la resolucién de la tercera duda). Asi lo declara la ley 11 citada, titulo 7, Partida 3*, por aquellas terminantes pa- labras: “en probdéndolo e mostrdndolo al Juzgador (aqui habla del impe- dimento), debe valer, de manera que pena ni dato non reciba, por razén que no vino al plazo”. Lo mismo habia resuelto Bartholo, 1 a quien siguen Alejandro Decio, Vancio y otros muchos, conformandose con aquella regla trivial de que, quien alega el impedimento como cosa de hecho, queda obligado a probarlo. Lo que no se expresa es, si sera bastante prucha el juramento del impedido, o serén menester otras justificaciones. El Derecho Canoni- co 18 decide absolutamente por la afirmativa, y aunque Juan Andrés Grido, Papa, y otros, con Vancio, '? lo dejan al arbitrio de! Juez, para que segin la gravedad del perjuicio, calidad del impedimento y cireunstan- cias de la persona, determine el género mAs conveniente de prueba; los mismos autores, con Gregorio Lépez, !*° se inclinan al juramento, cuan- do no resulta dafio de tercero, como sucede en nuestro caso, donde no pue- de haberlo estando la cosa integra. Pero advierten Bartholo y Rebufo, 1 que el impedido debe espe- rar que el Juez le defiera el juramento, para que haga prueba, porque en practiedndolo antes, de nada le aprovechara. La cuarta duda (de que voy a hablar), contiene materias espar- cidas en diferentes Ordenanzas, asf dei Pert. como de México, que bien 700 PEDRO VICENTE CANETE Y DoM{NGUEZ [C.VIIL- N.V. entendida, sera lo bastante para resolver perfectamente todo el articulo de Registros. Para entrar en el punto, es menester distinguir dos tiempos, se- gin la diferencia que tienen entre si las Ordenanzas del Perit y de nueva Espafia, acerea de] que se debe hacer el registro; y al mismo tiempo ex- plicar la naturaleza de los juicios metdlicos, segtin el sistema actual de mineria y la clase de accién que debe seguir en ella el deseubridor, euan- do comparece a contradecir el registro que otro hubiera hecho anterioy- mente. La Ordenanza de México también impuso la necesidad del Regis- tro, pero no quiso sefialar plazo, '* sin duda considerando que en los nue- vos descubrimientos sdlo el descubridor tiene derecho a la veta, y no pue~ de resultar dafio de tercero, no habiéndose adquirido todavia ninguna pertenencia en ella. Y aunque previene que se anote la hora en que se presentare el descubridor, no Hevé mas fin que precaver el caso de dudarse quien fue el primero que hallé metal en la veta, para que se prefiera como a descu- bridor, al que por la nota del Escribano constare haber sido el que pri- mero registré, segtin se colige del articulo 7, titulo 6. De suerte que Ile- gandose a probar que fue el que primero halld metal en la veta, éste es el que goza del derecho de descubridor, no obstante que otro haya antici- pado el registro. A este fin se mandan fijar carteles, luego después de haberse ve- rificado el registro, para inteligencia de todos, concediendo el término de noventa dias, 1**’ para que dentro de ellos comparezca a deducir su de- recho el que pretendiese tenerlo a aquel descubrimiento, pena de no ser oido si ocurre después. 18 El contradictor ha de ser oido en justicia, brevemente, y se debe adjudicar la mina al que mejor probare su intencién '** sobre la anterio- ridad del descubrimiento o hallazgo del metal. ¥ como quiera que no se puede hacer la adjudicacién.al que la pre- tenda en virtud del descubrimiento, sino cuando resultare ser verdadero y_legitimo descubridor, es consiguiente que se admitan todas las excep- ciones que se opusieren contra este intento, por mds que sean concernien- tes a la causa de propiedad, pues aunque son posesorios los juicios me- tAlicos (como lo son todos los interdictos), siempre se deben ofr las ex- cepciones de propiedad, cuando por ellas queda exeluida la posesisn. Esto se ve claramente en los remedios posesorins de mayorazgos, en los que, pidiendo una mujer misién en posesién como sucesora inme- diata del difunto, si comparecen otros parientes varones transversales, queriéndola excluir de la sucesién, bien sea por mayor inmediacién de la linea y grado de llamamiento, ya sea por la naturaleza y calidad de los bienes, bien sea por otras circunstancias de la institucién del mayoraz- go, en tal caso se admite la contradiccién y se suspende la posesién para Ia mujer, mientras se disputa y averigua cual de ellos sea el legitimo y verdadero sucesor. 18° La raz6n, segtin el docto Molina, 18 es que por este remedio naci- do del interdicto adipicende, al paso que es posesorio, trae al mismo tiem- po mezclada la causa de propiedad, como muchos otros interdictos, cuyos ejemplos refiere dicho autor y Salgado. #8 Sirve de prueba el que, para poner en posesién al pretendiente del mayorazgo, es preciso discernir su C.VIIL-N.VILJ DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINas 701 derecho sobre Ja sucesién, para lo cual se debe tratar quien de ellos es el verdadero sucesor, y asi viene el asunto a caer de necesidad en la causa de propiedad. : La Ordenanza de México consideré igualmente que, para adjudi- car una mina por titulo de descubrimiento, era indispensable incidir en la causa de propiedad, o en el petitorio desde aquel mismo punto que se comenzase a disputar quien fue el primero.que descubrié el metal, y por ese poderoso fundamento determiné "** que se hayan de tratar juntas las causas de posesion y propiedad en todas las materias de minas. Acumuldndose pues el posesorio con el petitorio, se sigue: lo pri- mero, que puesta la contradiccién en tiempo (esto es, dentro de los 90 dias), debe suspenderse la posesién pedida en virtud del registro, hasta que seguida la causa por sus términos, se defina y sentencie, adjudican~ do Ia mina al que hubiere producido mejores pruebas, al mismo modo que se practica en los interdictos de mayorazgos. Lo segundo, que si compa- reciere otro tercero mas a contradecir el registro, cuando entre los dos primeros se hallare ya la causa conclusa 0 en Jo éltimo del término proba- torio (pero todavia dentro de los 90 dias), se debe suspender la primera causa y sefialar al nuevo contradictor término competente para probar su accién, 1*° Lo tereero, que las partes deben probar plenamente su de- recho, sin embargo de que el juicio sea sumario y se haya de proceder, pero no en cuanto al modo de probar, segtin Cristéforo de Paz, Salgado y Villadiego. Por cuya raz6n resuelven estos mismos, "! que se debe ha- cer contestacién del pleito y admitir tachas de testigos, reduciendo preci- samente la brevedad respecto de las solemnidades del juicio y de las dila- ciones, '** sin menguar de ningtin modo la prueba, porque debe ser ple- naria como en los juicios sumarios. La cuarta, que con dos testigos, aunque sean sirvientes, que hayan ayudado en dar las catas, se prueba suficientemente el descubrimiento, co mo lo determina la ley 4, Cap. 22, titulo 14, libro 3° de la recopilacién de Castilla, explicada por Rodriguez, 1° hablando de los pastores de reba- fios de mesta, perturbados de sus pastos, para que pudiesen ser testigos y hagan fe plena dos de ellos juramentados. Lo quinto, que deben seguir el fuero de mineria, aunque sea Ecle- sidstico el contradictor; porque habiendo recibido de la potestad secular la calidad de minero, se reputa como laico, segiin Paz y Rodriguez. ** Lo otro, porque comparece como actor, por el mismo caso de entrar propo- niendo accién. !* Ultimamente, porque las minas son un derecho realen- go de que hace merced el Rey, con la calidad de que las demandas se si- gan ante la jurisdiccién real, segiin la ley 17, titulo 7, libro 1* de la reco- pilacién de Indias. Lo sexto, que si algin tercer opositor sobreviniere al juicio, des- pués de transcurridos los 90 dias, pero antes de haberse recibido la cau- sa a prueba entre los principales litigantes, o estando todavia muy al prin- cipio el término probatorio, no debe ser ofdo, segiin Molina el Tedlogo, a quien sigue Don Cristébal de Paz, '* impugnando a Molina et jurista, fundado en que el lapso del término legal, prescribe y extingue el dere- cho del opositor moroso, de manera que nunca puede recibir de los demés que propnsieron sus acciones en tiempo habil y oportuno; la cual senten- cia autorizé el articulo 4, titulo 6, de la Ordenanza de México, ordenan- do que no se le oiga al que ocurriere después de los 90 dias. 702 PEDRO VICENTE CARETE Y DoMINGUEZ [C.VIIL- N.VII, Lo séptimo, que cuando la ley 1*, titulo 16, libro 4° de Castilla, permite las dilaciones probatorias hasta 80 dias, el Juez de minas pue- de y aun debe abreviar estos términos en las causas que se trataren so- bre ellas, como sumarias, cual advierte Maranta, citado por Fermosi- no. En euya conformidad, certifica Gonzalo de Paz, 2* ser préctica comin y frecuente de nuestros tribunales, conceder los términos de ta- Jes causas, de tres en tres dias, o recibir a prueba con término de cuatro © seis dias, con todo cargo de publicacién, conclusién y citacién para sen- tencia. La Ordenanza 17, titulo 7, libro 3° del Pert, adopté absolutamen- te esta practica y ordené que en las causas de despoblados, no pase de seis dias el término de prueba, aun cuando nada dispone en cuanto a las de- més sobre minas, se debe entender lo mismo, por ser todas de igual na- turaleza. Es verdad que, segiin Rodriguez, '* esto es reservado al arbi- trio del Juez; con todo, discurro yo, que no habiendo determinado la Orde- nanza de México, cuanto haya de ser el término probatorio en causa de minas, se debe entender que quiso conformarse con el estilo que se obser- va en los tribunales del Reino; y cuando asi no fuera, debemos reducirlo a la disposicién de la Ordenanza peruana, sin perjuicio del arbitrio que le compete al Juez en ciertos casos, para prolongar con prudencia las di laciones probatorias, segtin las cireunstancias de las personas y distan- cia de los lugares, No se puede dudar que el espiritu de la nueva Ordenanza sea este mismo, cuando por una especial excepcién de las leyes generales del Rei- no, ha limitado a s6lo tres dias el término para apelar, abreviando por privilegio de la mineria los cinco dias concedidos para el efecto en todo género de causas, aun las ms privilegiadas, como son las militares. **° Lo octavo, que apeldndose de la sentencia que se pronunciare, de- be otorgarse el recurso en ambos efectos, segiin Paz, Molina y Salgado; ?% porque siendo la causa mezclada de posesién y de propiedad, juntamen- te la sentencia fenece el negocio y es rigurosamente definitiva, como en cualquier otro juicio ordinario en que se admite la apelacién. Por con- secuencia de la acumulacién del posesorio con el petitorio, prevenida en el citado articulo 20, titulo 3°, siguid la misma Ordenanza de México 2? las doctrinas anteriores, ordenando que, no siendo apeladas y pasindose en autoridad de cosa juzgada, las sentencias de] Juzgado de Minas se eje- cuten breve y sumariamente; como si dijera, que en apeldndose de ellas, se admitan y no se ejecuten, segtin aquel principio: contrariorum con- traria est ratio. Pero aunque no hubiese una resolucién tan clara, bastaria la que se repite desde el artfeulo 13 del mismo titulo hasta el articulo 15, man- dando que en las casas que excedieren de 400 pesos, se admitan las ape- laciones, sin hacer distincién de efectos; porque segtin el docto Scacia, 2% cuando la ley permite absolutamente la apelacién, se entiende concedida en los dos efectos, suspensivo y devolutive, del mismo modo que se juzgan prohibidos ambos efectos cuando el derecho prohibe la apelacién, como resuelve Salgado, con muchos doctores. *° Por los cuales fundamentos, debe el Juez de Mineria abstenerse de seguir la Ordenanza 4, titulo 9, libro 3° del Perd, en cuanto manda eje- cutar luego las sentencias, otorgando las apelaciones para el Tribunal de alzadas, porque esto s6lo podia tener lugar segin el sistema antiguo, en C.VIIL- N.VIL] De LA SUPERINTENDENCIA DE MiNas 703 que debian tratarse divididas, cada una de por si, las causas de posesin y de propiedad, como se advierte en la misma Ordenanza 4, al fin. Ahora son inadaptables estas reglas, por haberse acumulado ambos juicios po- sesorio y petitorio, y desde luego seria un error craso negar la apelacién en lo suspensivo, después de haber tratado juntas las casas de pose- sin y de propiedad. ‘Aqui ocurre, por incidencia, una cuestién gravisima que puede traer grandes dificultades en la préctica. La Ordenanza 8, titulo 1°, li- bro 8° del Pert, sefiala 30 dias desde que se hubiere descubierto el metal, para hacer registro de la veta, bajo la pena de perder ef derecho de des- cubridor, si mas tiempo se detuviere, si no fuere por causa legitima. En el supuesto de haberse adoptado nuevamente esta Ordenanza, pongamos el caso que otro registré primero la mina, y después de transcurridos los 30 dias, pero durante los 90 de la Ordenanza de México, ocurre a-contra- decir el registro el que se supone verdadero descubridor, alegando no ha- ber comparecide antes por algtin impedimento justo. Ya se sabe que para ser ofdo, debe pedir in integrum del término de la Ordenanza contra el registro que otro verificé en su perjuicio, por causa del impedimento. Ahora se duda si esta accién restitutoria deberé seguir y propender separadamente ante todas cosas, 0 si podré acumu- lar con el remedio posesorio el interdicto ad dipiscende. El Juez de Vizcaya, Don Cristébal de Paz, trata doctamente esta cuestién en un caso muy semejante, relative a mayorazgos, y después de haber propuesto la duda y expendido las autoridades que sostienen la par- te negativa, resuelve *°° con muchos fundamentos, que bien se puede acu- mular en el juicio de tenut# el remedio residente con el rescisorio; pone el ejemplo del contrato que se dice nulo y al mismo tiempo se pide restitu- cidn in integrum contra él, en el caso de ser valido, para evitar los circui- tos de los pleitos y sus costosas dilaciones; 1o mismo ensefia en cuanto a Ja reivindicacién que se puede proponer sucesiva y condicionalmente, jun- to con la restitueién;; por dltimo, alega una ley del Cédigo, ?°6 con la cual prueba que si procedié algin obstéculo contra el dominio, no es menes- ter proponer accién separada para rescindirlo, porque basta intentar la reivindicacién directa, en que se incluye aquél antecedente. Sobre las cuales pruebas concluye, que no es necesario intentar anticipada y separadamente la accién restitutoria o rescindente del obs- tdeulo, y que basta alegar que el primero que registré es un descubridor intruso, que trat6 de perjudicarlo practicando esta diligencia, cuando 61 se hallaba impedido. En esta accién se incluye implicitamente la restitu- cin, porque sin rescindir el obsticulo, no debe ser admitido al derecho de descubridor, no habiendo verificado el registra dentro de los 30 dias. Por lo mismo, deberd producir en el término de prueba las justif caciones relativas, asi al descubrimiento, como al obstdculo que impidié hacer el registro en tiempo; y el Juez resolveré en vista de ellas, lo que hallare de justicia. De suerte que, adjudicando la mina al descubridor, aun- que nada expresa sobre el impedimento, se juzgaré técitamente resein- dido. 2°7 Porque no siendo asf, era muy factible que mientras seguia juicio sobre la restitucién in integrum, se pasasen los 20 dias que sefiala la Or- denanza para contradecir el registro, quedando privado de intentar este remedio después de haber costeado un pleito penoso, en preparar su ac- 704 Pepro VICENTE CaNETE Y DoMiNGUEZ [C.VIIL- N.VIL. cién; lo que es contra toda equidad; y si acaso fuese admitido a propo- nerla, seria menester seguir nuevo juicio restitutorio, contra el término de los noventa dias de la Ordenanza, formando un eirculo vicioso en es- ta parte, no se cumplfa lo que tar claramente se halla mandado en-cuan- to a no ofr al que ocurriere después de este plazo. Reflexién verdadera- mente poderosa y por si sola suficiente para seguir en la prdctica la con- clusién que dejamos asentada. Resulta de aqui, que si constase en el discurso del juicio, no haber comparecido a. registrar, por algiin impedimento que le hubiera sobreve- nido después de los 30 dias como se propuso en la quinta y iiltima duda, no se le debe adjudicar la mina, aunque probase, por otra parte, ser ver- dadero y legitimo descubridor; porque los obstéculos que sobrevienen des- pués de causada la demora, por aquél que se halla obligado a dar o hacer una cosa, no excusan de la pena, segiin doctrina expresa del Sr. Gregorio Lépez, *°8 fundado en la ley 20, titulo 14, Partida 3°. Articulo 4°. De los Pozos de Ordenanza. — Es bien notable la di- ferencia de la Ordenanza de] Perit con la de México, en cuanto a este pun- to. La primera, *** manda dar en la pertenencia del descubridor un pozo de seis varas de hondo y tres de largo, dentro de los sesenta dias conta- dos desde que se estacare y amojonare la veta; de suerte que el pozo vie- ne a ser posterior a todas estas diligencias, y la practica antigua era, que luego después de dada la posesidn, pasaba el Alcalde Veedor a sefialar el pozo de Ordenanza, y volviendo a reconocerlo al cabo de los 60 dias, com- parecia ante el Escribano y testigos, a declarar que habiendo visto y me- dido el pozo con el cordel acostumbrado, habia hallado que tenia més de los cuatro estados dispuestos por Ordenanza. Todo lo cual asentado por fe del Escribano, se entregaba al interesado para su resguardo. Por el contrario, precede el pozo a la posesién, medidas y amojo- namiento, segin la Ordenanza de México, #19 reduciéndose su nuevo mé todo a que, dentro de noventa dias desde que se hubiera provefdo el re- gistro, debe tener hecho en la veta un pozo de vara y media de ancho 0 didmetro en la boea, y de diez varas de hondo o profundidad, dejando para después e] amojonamiento y medidas, de que hablaré en su lugar. En cuanto a las minas despobladas, previene otra Ordenanza del Per, *11 que se de un pozo de cuatro estados en la mina que se adjudica- re, dentro de los 60 dias desde el de la adjudicacién, declarando que pa- ra poderla vender, haya de haber profundizado dicho pozo hasta diez es- tados por lo menos. La de México, *!? sefiala para este caso los mismos 90 dias ya expresados, en esta forma: diez dias desde la citacién del de- nuncio; otros veintiuno para los pregones; y sesenta més para que en ellos habilite una labor 0 pozo, de diez varas a plomo dentro de los res- paldos de la veta. Nada determina acerca de la pena de perdimiento que impone la legislacién del Perd, #1# a los que no hubieren abierto el pozo de Ordenan- za, sin otra diligencia que la vista de ojos del Juez; ni declara si el de- nunciante podré vender la mina, antes de haber ahondado las diez va- ras, y si habiéndolo verificado sin este requisito, la deberé perder el com- prador, aunque la esté labrando. Tampoco resuelve que depositen cien pesos para el costo del po- zo, los que pidieren estacas al descubierto, como se halla dispuesto en el Perti; * pero aunque se debiera continuar esta prictica, entiendo que C.VIIL- N.VIL] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 705 sélo puede tener lugar en el caso de no haberlo abierto todavia el descu- bridor, en la profundidad de las diez varas, porque entonces no corre ya el riesgo de abandonarla, que es lo tinico que se tird a precaver con esta pro- videncia. Fuera de estos pozos, que se aman de Ordenanza, por la obliga- cién que ella impone para abrirlos, #1 puede el duefio de la mina hacer otros mas en el haz de la tierra para poder barrenar Ja veta por ellos a un cabo y otro; pero al fin de mantener las labores con la debida seguri- dad, deben dejar entre pozo y pozo diez varas de tierra virgen y por la- brar, y por lo menos ahondandolos hasta seis estados, y no menos, antes de dar los barrenos, pena de cien pesos y de tornarse a cegar a su costa. #6 La misma facultad tiene cuando descubriere en sus cuadras algu- na veta por el haz de la tierra, porque no pudiéndola abrir a tajo abier- to, puede dar un pozo de tres varas de largo y cinco estados de hondo, pa- ra alumbrar y ver el rumbo que lleva, con ia obligacién de cegarle den- tro de 60 dias y de emprender la labor por dentro de su mina, por soca- von y no de otra manera. #7 Posteriormente se prohibieron los barrenos, con la orden de que siempre labren los duefios de minas por sus vetas en la mano, #8 para impedir los derrumbamientos, muertes de indios, plei- tos y diferencias que se seguian de la primera permisién; pero la Orde- nanza de México, *° ha declarado por tiltimo a favor del minero, el do- minio, no s6lo del trecho de la veta que principalmente denuncié, sino tam- bién de todas Jas que en cualquiera forma, figura y situacién se hallaren dentro de su pertenencia; de manera que puede labrar como mina pro- pia, todas las que encontrare en sus respectivos términos y cuadras, aun- que se hayan descubierto en las ajenas o tengan su cabeza en ellas; por cuya razén podra abrir los pozos que quisiere, a los trechos y distancias que dispone la Ordenanza citada del Pera, como caso omitido en la de Mé- xico; bien que deberd ahondarlo diez varas conforme a este nuevo siste- ma, y labrar por ellos la veta, una vez que es suya en todo rigor, sin ne- cesidad de hacerlo precisamente por dentro de st mina, por socavén, co- mo antiguamente se habia resuelto. En las minas que se han de labrar por socavén, esté obligado ca- da uno a dar en su pertenencia, un pozo de veinte varas de hueco entre uno y otro, con dos varas de boca de largo y una media de ancho, para que puedan tener labor distinta los unos y los otros, y se conserven las minas con la firmeza correspondiente. #2? Articulo 5°. De la posesién, medidas y estacas. — Después de abier- to el pozo de Ordenanza en los expresados noventa dias (si no hubiere contradiccién), debe pasar personalmente uno de los Jueces de Minas con el Escribano, 0 por su falta, con dos testigos, y con el perito facultati- vo, 2 a reconocer el rumbo y direceién de la veta, su echado o recuesto, su dureza o blandura, su firmeza y pintas del metal, *% en cuyo acto se pide y se da posesién de la mina en aquellas mismas pertenencias que el descubridor hubiere determinado y sefalado, dentro de diez dias desde el registro, como lo previene la nueva Ordenanza de México, en los articu- los 1° y 2, titulo 6°, conforméndose con la ley 9, Cap. 22, titulo 13, li- bro 6” de Castilla, explicada por Gamboa. *% Puede suceder que el minero no haya podido, en los noventa dias, profundizar su mina las diez varas dispuestas por Ordenanza; bien sea por hallarla durisima o por otro grave y justo inconveniente; en tal caso, 706 Pepro VicENTE Caftere y DoMINGUEZ [C.VIL- N.VIL. opina Gamboa, **4 que se le debe dar la posesién, quedando obligado al ahonde en la forma posible; pero, lo contrario se debe decir estando al tenor de] articulo 10, titulo 6° de la Ordenanza de México, porque en ella se suponen unidos los dos casos, de no habilitarse el pozo, ni tomarse la posesién, como consecuencia uno de otro, y previniendo el accidente de dureza, dispone que se ocurra al Juez respectivo, para que, averiguado y calificado el motivo, le amplie el término en cuanto fuere suficiente, no por otro fin sino por preparar la mina para el reconocimiento del rum- bo, anchura, echado y demas cireunstancias de la veta, en la forma pres- cerita por el articulo 4°, titulo 6°; luego, no pudiendo verificar esta dili- gencia, sin las diez varas de profundidad, segiin lo indica el articulo 3, titulo 8°, tampoco debe darse la posesién; por ser este un acto posterior y subsecuente a la inspeccién del perito facultativo. Debe pues suspenderse Ja posesién, las medidas y e] amojonamien- te, hasta que se halle perfectamente*concluido el pozo con la profundi- dad de diez varas, ya sean perpendiculares las vetas 0 ya de recuesto. Gamboa *5 no es de esta opinién, porque si acaso fuesen de la segunda calidad, dice que el minero gastara infructuosamente su dinero en se- guir una tierra muerta por aquella profundidad perpendicular, sin sa- car metales, que es todo el fin de la Ordenanza. Sélo en las vetas profun- das o clavadas se puede trabajar a pique, y entonces es titi] dar derecha- mente el pozo, pues segtin fuere ganando mas profundidad se descubre mejor la veta y se manifiesta la ley del metal con mas certidumbre. En efecto, es muy natural la reflexién; pero la Ordenanza *** re- quiere el ahonde absolutamente, sin embargo del recuesto de las vetas, que también lo considero, pues aunque parece imitil y vano el trabajo y gasto que impenden en el poz0, por la razén de no sacarse metal, es por otra parte muy importante, respecto de manifestarse en él, muy suficien- te la inclinacién de la veta, para emprender después con caba! conocimien- to el modo y medio mds proporcionado a trabajarla con ventaja, bien sea por chiflén o de otra cualquiera manera que arbitrare el Juzgado de Minas, con parecer del facultativo. vémato sonido, — aeditan Hay et mismo tiempo que se diere la pose- in, se han de medir y amojonar las nas, #27 para evitar los pleitos y diferencias interminables, que antigua- mente resultaban de la separacién de estas diligencias, como ponderé Gamboa * eneareciendo la necesidad de mandarse practicar juntas, al modo que ahora se ve dispuesto. *?° Las medidas se entienden en dos maneras: 0 en cuanto a las va- ras que debe tener cada pertenencia, 0 en cuanto al modo de medirlas, Diré separadamente de uno y otro, para debida claridad. _Por la ley 4, Cap. 5, titulo 13, libro 6° de Castilla, tenfan las mi- nas cien varas de largo y cincuenta de ancho, sin distincién ni privile~ gio del deseubridor, respecto de los demas estados. Después, sefialé la ley 5*, Cap. 22 del mismo titulo y libre, 120 varas de longitud y 60 de ancho al descubridor, sin hacer novedad para con los otros por la ante- rior medida de 100 de largo y 50 de ancho. Por tiltimo, la ley 9, Cap. 23, titulo 18, libro 6° citado, extendié las pertenencias de! descubridor a 160 C.VUL-N.VILJ] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 707 varas de largo y 80 de ancho, dejando para los demds las 120 de longi- tud y 60 de latitud, que antes gozaba solamente el primero. EI Sr. Toledo tuvo presente todas estas providencias, pero segin sus conocimientos prdeticos del pais, estreché las pertenencias, reducien- do las del descubridor a 80 varas de largo y 40 de ancho, y las demas a 60 de longitud y 30 de latitud, sin distincién de las minas de plata a las de azogue. *° Nada determiné acerca de las minas de oro; por lo que se ha guardado siempre en el Perd la ley 5, Cap. 75, titulo 13, libro 6? de Castilla, concediendo al descubridor 50 varas de largo y 25 de ancho, y a los dems, 40 de longitud y 20 de latitud, como testifican Escalona y Montesinos. #81 La nueva Ordenanza de México, aprobada por el Rey en 1783, es- tim6 por estrechos los términos anteriores, a proporcién de la multitud de las vetas metdlicas de aque) Reino, y establecié otras reglas mas be- néficas a los vasalios, sobre principios inteligentes y prdcticos. Sin hacer distineién entre descubridores y estacados, concedi todos absolutamente, doscientas varas castellanas por el hilo y direccién de la veta, sea de oro, plata o cualquier otro metal, *** y sélo en cuanto a cuadras redujo en las vetas perpendiculares a cien varas promediadas © todas al lado que quisiere el minero, 2% dejando en las de echado o re- cuesto, las mismas doscientas varas que deben tener por longitud, *** sin facultad de exceder jamds esta medida, aunque sea mayor que lo regu- lar el echado de la veta. 285 En el Perd también se podré practicar muy bien esta providen- cia sin agravio de particulares, en guardéndose las medidas antiguas, con las minas actualmente abiertas y trabajadas, segiin Jo previene el articu- lo 12, titulo 8; pero, en lo general, entiendo que se puede perjudicar el progreso de la miner‘fa, y tal vez resultar algunas gravisimas dudas, que necesiten nuevas declaraciones antes de secarse la tinta de las Ordenan- zas acabadas de formularse. Por el conocimiento que tengo de este Reino y porque lo he oido a los mineros mas experimentados, no dudo en afirmar que las venas me- tAlicas son aqui incomparablemente menos extensas que en Nueva Espa- fia, y las vetas corren tan cercanas unas de otras, que en este famoso Ce- rro de Potos{, casi no distan 60 varas entre si. E] sabio Virrey Don Fran- cisco de Toledo, inspeccioné por si mismo estos minerales, los visité per- sonalmente muchas veces, conferenciando con otros sujetos cientificos en la profesién mineral6gica, las observaciones que él tenia hechas sobre los rumbos, anchuras e inmediacién de las vetas, y al cabo de tantos exd- menes y vistas de ojos propios, no hallé por conveniente mandar obser- var las leyes ya citadas del nuevo cuaderno de minas, y en sus Ordenan- zas limité a una mitad por longitud y latitud las medidas determinadas para Castilla. Su objeto fue evitar, lo primero, que se ocupase toda una veta por tres 0 cuatro personas solamente, quedando excluidos los dem4s vasallos de este beneficio, por no extenderse a més la fecundidad de las venas me- tAlicas, como efectivamente se ha observado en Potosi y en otros minera- Jes, donde no se dilatan las riquezas fuera de 600 u 800 varas. En com- probacién de ello, pudiera.citar varios ejemplares de haber enriquecido os seis u ocho primeros estacados en las vetas, sin encontrar los subse- cuentes sino miseria y desengafios. Omito explicar sujetos y casos, por- 708 PepRo VICENTE CARETE Y DomiNGUEZ (C.VIIL.- N.VII. que nadie deja de confesar esta verdad por acd. Lo segundo, que un solo interesado no abarcase en su pertenen- cia dos o tres vetas ricas, como es factible hallindose en tanta cercanfa las unas de las otras, y con todo de haber estrechado las cuadras en la angostura de 30 varas, se califica por las mismas ordenanzas, que ni es- to fue bastante para impedir las grandes diferencias que, poco tiempo después, se suscitaron por causa de la entrada de muchas vetas por cua- dras ajenas; lo cual sirve de argumento incontestable de la mucha inme- diacién con que corren, por lo general, las vetas metdlicas en este Reino, y al mismo tiempo anuncia gue a largos pasos se haran sentir los incon- Venientes que acabo de referir. Sera por consiguiente un obstdeulo poderosisimo para los progre- sos de la minerfa; porque en una veta que no prolonga su riqueza sino por 800 varas, trabajarén solamente cuatro mineros, en otras tantas perte- nencias de a 200 varas cada una, ocupando las que debian labrar de con- tinuo doce azogueros de igual ntimero de minas de a 60 varas, conforme a las Ordenanzas antiguas del Perti. Lo que va de cuatro a doce, es la di- ferencia en que por precisidn se han de disminuir la saca de los metales y su beneficio al mismo respecto. De suerte que si ahora fructifican doce millones, debe temerse que después no pasarén de cuatro. Elllo es claro, que en dos minas diferentes deben haber a un pro- pio tiempo otros tantos puebles de a cuatro trabajadores continuos, pa- ra que el minero no pierda su derecho; con que, manteniendo el suyo con sélo cuatro pueblos de igual némero de gente, los que tengan cuatro per- tenencias de a 200 varas, es forzoso que reduzca la saca a corresponden- cia del menor pueble, de la menos gente y del menor trabajo. En México hay hombres muy acaudalados, que cada uno de por si puede empefiarse en empresas de importancia; las minas son mucho més ricas, como lo acredita el eufio de aquel Reino, y la industria peno- sa de la minerfa de halla sostenida de auxilios cuantiosos, con que es £4- cil vencer las mayores y mAs arduas borrascas de las minas. Por eso, alli un solo minero trabaja tal vez por diez 0 mas azogueros de los nuestros, y ayudado de la inmensa poblacién del pafs, se le hace todavia corto el distrito de 200 varas. ‘Aqui es al contrario: no hay minero que tenga cien pesos en su casa; es poquisima la gente jornalera, y ésta se ve tan resabiada y re- nuente para el trabajo, que dos hombres apenas hacen lo que uno que fuese honrado; de donde procede que cada ctial se contenta en poblar su mina con la gente muy precisa para que otro no se la denuncie, y tira a pasarlo como puede. Por su misma pobreza, emplea los cortos. auxilios del Banco en otros menesteres mas precisos, sin verse lucir jamAs los socorros bené- fieos del Soberano; y pues, no han de mudar de condicién porque ahora tengan 200 varas, recelo mucho que suceda con nuestros mineros, lo que hace un hombre pobre metido en un gran palacio, que escoge un rincén para vivir y abandona todo lo demés por falta de menaje. ‘No es menor el ineonveniente de que en las cuadras de una per- tenencia sola, se abarquen dos o tres vetas, pues, aunque no son de te- mer las cuestiones que tiré a cortar el Sr. Toledo, en las Ordenanzas del titulo 4, libro 3%, por la propiedad absoluta que concede el articulo 17, titulo 8° de México, en todo lo que encontrare dentro de sus términos ca~ C.VIUIL., VIL.) DE La SUPERINTENDENCIA DE MINAS 709 da minero. Se puede seguir por otra parte, que en un cerro nuevamente descubierto, casi nunca puede verificarse algin otro descubrimiento de veta nueva; porque en el caso de encontrarla alguno mas arriba o mds abajo de la que hubiere registrado el primer descubridor, es muy dispu~ table si debera reputarse por nueva aquella veta, hallandose comprendi- da en pertenencia ya registrada por otro. Lo cual es suficiente para desa- lentar el empefio de nuevos descubrimientos, que son de tanto interés pa- ra el Rey, por la multiplicacién de estacas, y para el vasallo, por los pri- vilegios que goza como descubridor. 2° Son iguales con su importancia, las dificultades de medir bien las pertenencias de cada mina. En todos tiempos ha sido este el objeto prin- cipal de los cuidados de los sefiores Virreyes y Gobernadores del Reino del Per. E] Presidente Gasca dispuso cierto método en una de sus Orde- nanzas antiguas, para asegurar el acierto de esta clase de mensuras; pe- ro luego se conocié que la figura y situacién de los cerros mensurables, continuaba venciendo toda diligencia. Con este conocimiento, se valié el Sr. Toledo de geémetras prc- ticos que lo dirigiesen en sus providencias relativas a medidas; y en efec- to, se ve en las Ordenanzas 1° y 2%, titulo 8, librd 3°, que ninguno avanz6 tanto sobre la materia, como este sabio Virrey. ‘Mand6é que todas las medidas de minas se hagan sobre el haz de la tierra, reduciendo a llano por nivel y cartabén las diferencias de aque- lla parte, de modo que entre mojén y mojén quede la cantidad que se mi- de proporcionada con la hondura, conforme a la recaida del cerro. Que es el modo que hasta ahora se ha practicado en todas las medidas de minas. Gamboa #7 traté extensamente sobre medidas, explicando las re- glas mas ajustadas a principios de buena Geometria. Mucho puede ser- vir para instruccién de los peritos medidores, y porque anda su libro en manos de todos, omito dar idea de lo que escribié sobre esta materia. Sé- Jo advierto, que para medir las vetas perpendiculares, casi no es menes- ter echar mano de otro maestro ni valerse de otras advertencias, que las que dejé el Sr. Toledo. Pero, en cuanto a las vetas manteadas, esto es, de inclinacién o de recuesto, es necesario mayor cuidado, por el mas 0 menos echado que sue- le reconocerse en ellas. La Ordenanza de México, **° apurd con admirable inteligencia este punto, y reduce sus prevenciones a lo siguiente. Dejando caer una vara de plomo por el pozo de Ordenanza (que ha de ser perpendicular y abierto sobre la misma veta), si acaso se retira de ella, desde tres dedos hasta dos palmos, se deben medir por la super- ficie cien varas solamente, dandosele por cuadra esta medida y no mé: de suerte que estas vetas, aunque sean recostadas, Vienen a tener la mis ma Jongitud y latitud que las perpendiculares. °° Si por ser mucho mayor el recuesto o echado de Ja veta, se reti- rase de ella el plomo més de dos palmos, se ha de ir aumentando la me- dida, proporcionalmente, hasta el complemento de cuatro palmos de re- tiro, que corresponden a 200 varas de cuadra; de forma que jamds se ha de aumentar esta pertenencia, aunque sea mayor el recuesto, esto es, aun- que el plomo se retire de la veta mas de cuatro palmos; *° ni tampoco se ha de disminuir la medida de las 100 varas, por mas que se diga ha- berse retirado el plomo menos de los dos palmos, porque de este punto para arriba, se equiparan las vetas inclinadas con las perpendiculares. 710 Pepro VICENTE CaNeTEe y DoMINGUEZ {C.ViIL- N.VIL. Deduciéndose de estos prineipios, que conforme a la Ordenanza, es va- riable el distrito de las cuadras, segiin el mas 0 el menos retiro del plo- mo, desde dos palmos hasta cuatro; y asi, aunque las medidas no deban bajar de cien varas, ni subir de doscientas, bien se pueden variar entre estos dos guarismos, segiin la escala que formare el retiro del plomo, des- de los dos palmos hasta los cuatro por el ejemplo que pone la misma Or- denanza. *4! De aqui resulta, que en las vetas perpendiculares, y también en las de recuesto donde el plomo se retirare desde tres dedos hasta tres pal- mos y nteve dedos, forman las medidas la figura de un cuadrilatero o paralelogramo, porque siendo sus cuatro angulos rectos, séle sus lados opuestos son iguales. Pero en aquellas vetas cuyo recuesto llegare al punto de retirar- se de ellas el plomo hasta 40 mas palmos, se manifestard la pertenencia, después de medida en figura de un perfecto cuadrado, cuya diagonal se- rA la veta, y los dos tri4ngulos que hacen a uno y otro lado, serdn las cua- aras permitidas por Ordenanza. De esta manera queda medida dentro de las cuadras toda la ve- ta, aunque sea muy manteada, y no puede sufrir perjuicio alguno el mi- nero, porque disfruta de doscientas varas por cada Angulo de ella, y cien varas desde el centro de la diagonal hacia los cuatro costados de su per- tenencia. #2 En los placeres, rebosaderos y cualesquiera otros criaderos irre- gulares de cualquiera especie de metal, deja la Ordenanza ** al arbitrio de los Jueces de Minas, el sefialamiento de varas segtin el tamafio y ri- queza del sitio, y nimero de concurrrentes, con particular recomenda- cién de distinguir solamente a los descubridores, sin hacer la menor no- vedad en cuanto al modo de hacer medidas. Pero a fin de evitar toda colusién de parte del Juez que hubiere de prover el registro, debe dar cuenta precisamente a la Superintenden- cia General de Minas, para que resuelva lo que arbitrare més justo, en vista del informe que se le enviase, con relacién de las medidas que se hu- bieren arreglada atendidas todas las circunstancias expresadas en la Or- denanza; * y en el entretanto que toma providencia, debe suspender to- da diligencia la diputacién respectiva; porque en el caso de no aprobar la Superintendencia, las medidas que hubiese arreglado, seria menester reformar las antiguas, hacer otras de nuevo y alterar los mojones, cau- sando gravisimos perjuicios a las partes, asi por la demora como por los costos. Pérafo teroe, — tatacw, ALRRECLADAS y medidas las pertenen- cias en la forma expuesta, se deben fijar en sus términos, estacas y mojones firmes, bien distinguidos e inmutables, que deslinden perpetuamente unos intereses de otros. °° ___ Hay dos clases de estacas y mojones: unas se llaman “estacas ter- minales”, y son las que se fijan en los linderos de cada pertenencia por los cuatro rumbos o vientos principales, para distinguir por todas partes el derecho de los cireunvecinos. #45 La otra especie de estaca (que es la més esencial), se llama “estaca fija”, * por ser un centro invariable de donde se tiran las medidas para arreglar los fondos metélicos. C.VIIL- N.VIL] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS. m1 Este centro o estaca fija no es otra cosa que aguella boca primi- tiva que se abrié en la mina al tiempo de su registro y donde se dio el ahon- de de las diez varas. Sirve de centro, porque es el fundamento y base de la mina, y la puerta por donde se ha de entrar y salir para su manejo; y ¢s invariable, porque segiin sus sefiales, es la tinica estaca que tiene las pruebas més ciertas, mds seguras y mds durables de identidad, para que nunea se confunda. Por eso se debe guardar perpetuamente, sin mudan- za ni alteracién, pues, de lo contrario, se estarian inquietando de conti- nuo los duefios de minas; y si no hubiera centro fijo para las medidas, cada uno las mudaria a medida de su codicia, y en breve ae confundirian los duefios, contra el buen orden de la justicia. 24° Por todos estos fines, dispuso el Presidente Gasca, que para mayor claridad y duracién de los mojones, fuesen hechos de piedra y lodo, de un estado de alto, El Sr. Toledo ordené lo mismo, afiadiendo, que tuviese por Jo menos una vara de bojeo, mitad en una pertenencia y mitad en otra, cuando fuese rhojén terminal. #4? El estilo en que se hacen estos amojonamientos primordiales, con arreglo a una Ordenanza de Gasca, se reduce a juntarse con el Juez de ‘Minas todos los interesados que van a estacar en la veta. Luego se man- da abrir un hoyo, donde se ha de poner el mojén, y antes de fijarlo, pro- vee auto, haciendo relacién de la persona a quien pertenece, del dia en que se va 2 poner (que es el mismo en que se estaca la veta), de los veci- nos con quienes linda, y de las varas en que se estacé por lo largo. *°* Practicada esta diligencia, se fija el mojén, se da fe de la posesion por el Escribano y queda el auto en registro, entregdndose al interesado testi- monio de todo, por titulo bastante. #1 Al propio modo de la primera medida se han de hacer las demas, para dividir entre muchos la mina que se amojona entera; pero estos nuevos mojones no han de tener sino medio estado de alto con el amojo- namiento en forma debajo de tierra, signado del Escribano, con tres tes- tigos, para que diferencien de los que se pusieron al principio cuando se estacé la veta, y se conozea también cuél fue la mina descubridora. #5 Por lo profundo de las minas se han de fijar igualmente otros mo- jones, de cinco en cinco estados, poniéndoles por sefial una cruz en las cajas de un cabo, y de otra en presencia de las partes interesadas, y se han de medir desde la tltima sefial que se hubiera puesto, por ser la que sirve de estaca fija. 25" Y para que no se omita una diligencia tan precisa, es obligacién de Jos Jueces de Minas, que al tiempo de sus visitas anuales, reconozcan la puntualidad de las sefiales y mojones, y hallando que las minas no es- tan sefialadas, ni adobados y reparados los mojones, lo manden remediar antes de acabar la visita, ?*4 exigiendo a los omisos Ja multa de tres mar- cos de plata, para si y sus oficiales. 25° Pero si alguno se atreviese a quitar o mudar los mojones ya pues- tos y aderezados, debe caer en pena de perdimiento de la mina donde estaban, aplicando su valor 2** por tercias partes a la Camara, Juez y de- nunciador, quedando ademés obligado al castigo correspondiente a su delito, #67’ no solamente el mismo que hubiere mudado los mojones, sino también el que los mandé mudar, segiin la Ordenanza 12, del Presidente Gasca, la cual aunque est anticuada acerca de otros puntos, tiene compe- tente fuerza para declarar el de nuestro caso. 712 pepo VICENTE CaNETE Y DomMiNGUEZ [C.VIIL-N.VIL. El Sr. Toledo arreglé su Ordenanza a la disposicién de la ley 30 titulo 14, Partida 7*, en la que el sabio Rey Don Alfonso, impone a los que varian los limites, ia pena de 50 maravedies de oro para el Fisco, y perdimiento de la heredad, si fuese propia, o de su valor, siendo ajena. La ley 6, titulo 4, libro 4 del Fuero, determina lo mismo, con la diferen- cia de rebajar la pena a diez maravedies y de aplicarlos al duefio de la finca. Todo lo cual se entiende cuando se hubiera hecho la mudanza de limites por la ambicién de ocupar lo ajeno; en cuyo caso queda también exeluido el goce de la inmunidad eclesidstica, por la ley 8, titulo 2, li- bro 1° de Castilla, en odio particular de este delito. Pero habiendo sido otra la causa, se debe dejar el castigo al arbitrio del Juez, como noté el Sr. Gregorio Lépez. 25 Articulo 6*, Mejara de estacas. — Mejora de estacas no es otra co- sa que mudar los mojones terminales a otro lugar donde se juzga mas caudalosa la veta, para disfrutar de ella con mayor provecho, en su hilo © en su echado, pero sin alterar la situacién de la estaca fija; de suerte que quedando ésta inmutable, se mueve sobre ella toda la pertenencia, co- mo sobre su propio polo, hasta aquel rumbo en que se supone haber varia- do la inclinacién de la veta; ya sea tomando todas las 200 varas por un viento, ya promediadas entre dos rumbos, siempre ha de ser la estaca fija el centro de las medidas, y se debe guarday en ellas la misma figu- ra que tuvieron las primeras. Por la Ordenanza antigua del Pert, tenia el descubridor dos afios *** y los primeros estacados uno, **° para mejorarse por la parte y lugar por donde la veta fuere; y lo mismo permiten las leyes del titu- lo 13, libro 6° de Castilla, con tres calidades: de guardar la estaca fija, de hacerlo sin perjuicia de tercero, y que ésto sea por cuadra derecera y Augulos rectos, como la primer medida, sin determinar tiempo. El espiritu de una y otra legislacién, fue la conveniencia que le resulta al Estado y al minero, de mudar el trabajo al paraje donde hubie- re de sacar mas fruto, La’ novisima Ordenanza de México, mandada guardar en el Pert, previno sabiamente estos motivos dictando reglas inteligentes, para que desde las primeras medidas quedase bien aclarado el rumbo de la veta, y por este medio se evitasen los pretextos que antes alegaban los mine- ros para pedir mejora de estacas. Por la inspeceién del perito faculta- tivo, queda una fijeza moral de no llevar la veta otro rumbo que aquel sefialado por él, y se debe creer que si el minero no se contentare, debe quejarse de su suerte y no de otra cosa. Por todo esto, determinan los articulos 11 y 18 del titulo 8, la in- mutabilidad de Jas estacas 0 mojones terminales, ordenando que se guar- den perpetuamente en los sitios y rumbos donde se fijaron, sin que se puedan mudar aunque el interesado alegue que su veta varid de rumbo o de reeuesto, La razén en que se funda es, por ser estas unas cosas irre- gulares que aun cuando sucedan, no deben perjudicar al vecino, sino al mismo que tuvo la mala suerte deparada por la Providencia. No obstante esto, permite la misma Ordenanza, en los articulos citados, la mejora de estacas 0 mudanza de términos, cuando no hubie- en vecinos a quienes inquietar, 0 habiéndolos, no resultare perjuicio con- tra ellos, ni se descubra malicia en quien lo solicita; pero es preciso que se otorgue la licencia con conocimiento de causa y con intervencién y au- C.VIL- N.VIL] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 713 toridad del respectivo Juez de Minas, citando y oyendo en justicia a las que fueren partes legitimas. Entonces se examina la justificacién del mo- tivo, y calificdndose justo, sin malicia en el pretendiente, ni agravio de otro fercero, tiene arbitrio la equidad para hacer conveniencia al minero y utilizar a la causa publica. Seccién 2°.: De la labor y am- Auuparar una mina, no es otra cosa que paro de las minas y de los des- Jabrarla con cierto nimero de operarios de- poblados.— Se explica el mé- terminado por Ordenanza, por el pozo abier- todo practico de seguir estos to sobre la veta, en profundidad proporcio- jufeios. nada, para descubrir y aprovechar sus ri- quezas; y como este es el fin principal por- que ha concedido Su Majestad esta regalia de su Corona, por eso al que no cumple las condiciones con que se le hizo la merced, se le priva de la mina, adjudicdndola a otro, que la pide para trabajarla conforme a Orde- nanza. De aqui resulta que la primera obligacién del minero, es dar un pozo en la pertenencia que le cupiere, de diez varas de hondo por vara y media de boca, dentro de 90 dfas desde que hubiere hecho el registro, ?*1 pena de perder el derecho **? y adjudicarse a otro que denunciare la ‘mi- na, sin ms diligencia que la vista del Juez, con el testimonio del dia en que se registrd, * entendiéndose lo mismo con las que se adjudicaren por despueble, #* respecto de ser en unas yen otras igualmente necesa- rio el requisito del pozo, sin diferencia en la profundidad. *** Y es de advertir, que asi como los descubridores y demAs estaca- dos pueden vender sus minas, con sélo el ahonde de las diez varas, tam- poco tienen embarazo para hacerlo los denunciantes; pues, aunque la Or- denanza 2, titulo 7, libro 3° del Peri, exige que para vender validamente la mina adjudicada por despoblada, se dupliquen en el pozo las varas de profundidad que se le hubiere dado al tiempo de la adjudicacién, esto pro- cede porque segtin la legisiacién antigua del Peri, eran de diferente cali- dad los pozos de las minas desamparadas, por los que debian abrirse en las nuevamente registradas. Con que, si en aquel sistema no tenia pro- hibicién el que registré una mina, para venderla con la hondura primi- tiva que abrié en el pozo de Ordenanza, ahora debe militar la misma ra- zn, por haberse determinado una misma profundidad en las minas de denuncio. 2¢¢ Los compradores de minas ya ahondadas conforme a Ordenanza, tampoco estan obligados a darles nuevo ahonde, y pueden labrarlas por el mismo pozo 0 enajenarlas en aquel mismo estado en que ellos las hu- bieren comprado, sin incurrir en pena alguna; porque continuando el pro- pio derecho del vendedor bajo de un mismo registro, no se le debe gra- ‘var con responsabilidad que no tuvo su causante, a distincién del denun- ciante, por ser nuevo poseedor que adquiere todo su derecho del titulo que le confiere la Ordenanza, debe observar puntualmente las condiciones de pozo, amparo y otras semejantes, con que se adjudican las minas. 2°? Pero si no tuviesen la profundidad de Ordenanza al tiempo que las compraren, es nulo el contrato, y cualquiera otro la puede denunciar, por- que habiendo perdido el vendedor su derecho, por falta de pozo, no pue- de transferir dominio que él no tenia; y como por Ja misma razén no es T14 Pero VICENTE CaNETE y DoM{NGUEZ (C.VIIL- N.VIL, justo el titulo del comprador, por eso, aunque las esté labrando, se debe adjudicar al primero que las pidiere. 2° Sin embargo, hay varios casos en que no se incurre en la pena de perdimiento, aungue no esté abierto el poz0 de Ordenanza en el término de ella, como si la veta estuviere dentro de caja de piedra durisima, cuyo ahonde es materialmente impracticable en 90 dias con el trabajo de sélo cuatro personas; 0 si reventasen veneros de agua; o se hundiesen las la- ‘pores; 0 si las minas hubiesen sido adjudicadas en Porco, por los meses de diciembre, enero, febrero y riarzo, porque imposibilitandose el tra~ bajo por las muchfsimas lluvias que se experimenta en la estacién de di- cho tiempo, no se pueden pedir por despobladas, ya sea por falta de pozo © de otra especie de amparo, ?* 0 si se imposibilitare la labor por otro cualquiera justo ¥ grave inconveniente, 27° como la guerra, mortandad o hambre en el lugar o veinte leguas en contorno, y otros semejantes que sean fortuitos e inevitables de parte del minero, * Si bien, es preciso que él ocurra a calificar estos motivos ante el Juez respectivo, y a pedir Ja ampliacién del término suficiente para cum- plir la condicién del ahonde; ** mas, no deja por eso de ser denuncia- ble la mina, luego que se haya pasado el plazo destinado para abrir 0 ha- ilitar el pozo; ?"3 y por lo mismo, en pidiéndola alguno por falta de este requisito, se le debe admitir la denuncia, oyendo al poseedor que se opu- siera en tiempo, *** con las causas que alegue de impedimento para no ha- ber ahondado el pozo; 27° pero si compareciese después de transcurridos los 90 dias que sefialan los articulos 5° y 8°, titulo 6, no ha de ser adrmiti- da ninguna contradiccién, *” a menos que pida y obtenga restitucién in integram contra algdn otro obstéculo que le hubiera imposibilitado con- tradecir el denuncio en tiempo habil, por el orden y forma que queda ex- plicado en otro lugar. *77 Verificado el pozo, se deben destinar cuatro operarios, un raya- dor *"8 y un minero 0 mayordomo, *”? para que estén continuamente ocu: pados trabajando alguna obra interior o exterior, verdaderamente ttil y conducente al beneficio de la mina, ®*” lo cual se entiende al respecto de cada pertenencia y no al ntimero de los duefios; de suerte que aunque sean muchos (en siendo una sola la mina, bien sea entera de 200 varas, 0 me- nos), cumplen con traer una labor con los cuatro sirvientes, ?* al modo que cuando se concede a muchos wn mismo plazo, no se deben multiplicar los términos segtin el mimero de los agraciados, porque la dilacién no se otorga distributivamente para que cada uno goce de su respectivo plazo, sino colectivamente para que todos participen de un solo término, como lo prueba el doctor Tiraquelo #*? y se practica en el caso de haber halla~ do metal en una sola mina muchos descubridores juntos. ‘Aunque segtin esta regla, el que poseyere muchas minas, 0 una par- tida por varias en diferentes partes del cerro, debia tener labor en cada pertenencia con el pueble de cuatro operarios ** para no perder su dere- cho, exceptud el Exemo. Sr. Don Luis de Velasco, *** las vetas principa- les del Cerro de Potosf, que son las de Estao, Antona, Ciegos, Centeno, Ziniga, Veta-rica, Flamencos y Corpus-Christi, ordenando que las perso- nas que en una parte de ellas trajere labor, amparen todas las demas mi- nas que hubieren en Jas mismas vetas, sin que en ningtin tiempo se les pueda quitar por despobladas. Y porque todavia parecié muy timida esta excepcidn, la amplié después generalmente a todos los minerales y vetas C.VHOL- N.VIL] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 715 metélicas del Reino, el Licenciado Lupidana, en su Adicién; ** y declaré, que quien tuviere muchas minas y trajere una o dos labores, ampara to- das las demés. La raz6n es muy equitativa, porque trabajando a un tiempo en todas partes, serian por lo regular mas los costos que el provecho, y lejos de beneficiar al minero la labor, ie seria dafiosa, contra los fines de la Ordenanza. 7° Lo comin es emplear todas las facultades en la mina que se reconoce més poderosa y muchas veces el tesén logra grandes venta- jas para el vasallo, para el Rey y para el Estado; asi, no es justo que una aplicacién mejor esperada, sea motivo para que se pierdan otras minas reservadas para tiempo més oportuno; porque sin este indulto, reparti- rian desde luego las fuerzas hacia todas las pertenencias, por no perder- las; pero el fruto de este trabajo lento y casi forzado, no seria otro que la ruina del particular y el horror a la mineria. Con todo, no se entiende el amparo con las vetas virgenes (cuya hondura no pasa de cuatro estados), **? sino tnicamente con las que ya_ estuvieren poceadas y abiertas conforme a Ordenanza, porque las prime- ras se pierden por falta de pozo, cuyo requisito no se puede cumplir de otro modo que abriéndolo en la profundidad dispuesta por Ordenanza, por ser la condicién con que se adquiere el dominio de las minas, y por esto es que el despueble de unas y otras se gobierna por tiempo y reglas dife- rentes, aunque sea uno mismo el orden de sus pleitos. El que teniendo una o muchas minas en alguna veta, le diere so- cavén empleando en su trabajo toda la gente con que poblaba dichas m nas, también las ampara a todas (aunque no las beneficie) con sélo el pue- ble y labor del socavén; porque uo se entiende despoblar, el que sin sa- car provecho gasta su hacienda para disponer labor que se pueda apro- vechar en adelante, como declaré en una Ordenanza *** el Virrey Don Francisco de Toledo; guardéndose lo mismo cuando se ocupan los jorna- leros en desaguar alguna mina, segin otra Ordenanza del Sr. Duque de la Palata 28° por ser éstas las obras exteriores titiles que indica el artfcu- fo 13, titulo 9, de México, por suficientes para el amparo de las minas, segiin explica Gamboa, **° De manera que mientras el minero tuviere ocu- pados cuatro operarios en cortar metal, formar pilares, en dar lumbre- ras y en hacer otras faenas interiores, 0 en dar socavones y tiros, en co- rrer cafién, dar contramina, desaguar por medio de maquinas, en extraer el humo y ‘sofocacion de las labores, o en otro cualquier acto conducente a la habilitacién del beneficio de la mina, se entiende legitimamente po- blada para conservar su derecho y amparar las labores, segtin el espiritu de la Ordenanza. Por el contrario, faltando el mimero referido de personas o las es- pecies de trabajo que constituyen pueble, se estiman por desamparadas; y por el mismo caso de tenerlas despobladas més tiempo del permitido por la Ordenanza, se incurre en su perdimiento, y no se puede volver a adqui- rir su dominio sino por nuevo registro. El Sr. Don Francisco de Toledo, estreché tanto los términos, que dié 2° por yerificado el despueble en dejandose de labrar la mina 20 dias, siempre que en seis continuos del mismo tiempo no trabajasen en ella los cuatro sirvientes juntos. E] Sr. Conde del Villar, declaré que esta dispo- sicién debia entenderse solamente con los duefios de minas a quienes es- tan repartidos indios, y no de otros; pero, el Sr. Virrey Marqués de Ca- 716 PepRo VicENTE CaNETE Y DOMINGUEZ [C.VIIL- N.VIL. fiete, tirando a precaver el daiio que resultaba a la causa ptiblica, de te- ner los més, desiertas y despobladas sus minas, con el pretexto de no ha- bérseles repartido indios para su labor, sujet6 a todos, indistintamente, a la pena de los despoblados, y para quitar toda ocasién de queja, am- plié el plazo anterior a un afio y un dia, #* ordenando que se adjudiquen al que las pidiere, si probase haber estado desiertas y despobladas, sin traer labor en ellas por dicho tiempo, entendiéndose duplicado, esto es, de dos afios y dos dias, para el despoblado de socavones y minas aguadas, segiin otra declaracién moderna del Sr. Duque de la Palata, #9 De todas estas ordenanzas, se puede deducir varias resoluciones, que sirvan de comentario; las propondré por su orden. La primera, es que e} tiempo de afio y dia sefialados para el des- pueble de las minas, y el de dos afios y dos dias para los socavones, no es precisamente continuo; y asi, aunque el poseedor de la mina haya inte- rrumpido por algunos dias o semanas de trabajo, el desamparo de las la- bores, incurre por el mismo hecho en la pena de su perdimiento. De suer- te que no debe aprovechar el fraude ingenioso de que suelen valerse por lo regular los mineros, entablando alguna faena antes de cumplirse el afio, para evitar a denuncia por entonees. Antiguamente, era muy notable el desorden que habia en este punto, porque no encontréndose en las Orde- nanzas del Perd, declaracién expresa sobre si este tiempo debfa ser con- tinuo o bastase el interrumpido, todos entienden lo primero, gobernén- dose por las leyes de Castilla *** que asi lo previenen: por hallarse man- dado en la ley 30, titulo 10, libro 2 de Indias, que en estos Reinos se guar- den las de Castilla, en lo tocante a minas. En la nueva Ordenanza de México, se tuvieron muy a la vista los inconvenientes que de esto resultaban, y se declaré en el articulo 14 del titulo 9, que se pierda la mina por despueble, aun cuando se haya inte- rrumpido por algunas semanas de trabajo el tiempo prescrito por 1a le cuya providencia, sobre ser conveniente por las razones que pondera Gam- boa, *% debe guardarse en el reino del Perd, con preferencia a las leyes de Castilla, por otras que apunta para caso equivalente el Eminentisimo Cardenal de Luca. *** La segunda es, que en cumpliéndose el término sobredicho, se pier- de por el mismo hecho la mina, y aunque después continte detenténdo- la por largo tiempo el minero, de nada le aprovecha su primer registro, porque habiéndose revocado por el despueble, cualquiera otro la puede de- nunciar vélidamente. #7 La cuestién que aqui puede ocurrir més dificil, es: si la pena de hecho se deber4 ejecutar sin necesidad de citacién, sentencia ni previa monicién alguna. ¥ si, desde el tiempo en que se ineurrié en perdimien- to de la mina, se deben perder sus frutos, con obligacién de restituirlos. Jerénimo Gonzalez y Gareta, *°* resuelven afirmativamente la pri- mera parte de la cuestién, hablando de los beneficios eclesidsticos, y con- cluyen con muchos Doctores y textos, que vacan desde el dia en que el clé- rigo hubiere cometido algiin crimen que tiene pena de privacién ipso jure; de tal manera que el patrono puede conferirlos a otro, sin esperar pro- nunciamiento de sentencia; asi como el Obispo que abus6 de la alternati- va proveyendo los beneficios vacantes en los seis meses apostélicos, queda privado de usarla en adelante, por el mismo hecho de su contravencién, sin necesidad de sentencia. C.VIIL- N.VIL} DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS TT Yo tengo por més verdadera la negativa, como mas comin en la practica, segin el sabio Solérzano y Antiinez; *° y recordando el estilo que se observa en privar a los eclesidsticos irresidentes en sus Iglesias, advier- to que nunca son desposeidos de ellas sin ser primero citados, ofdos y con- denados definitivamente ; por lo cual afirma nuestro politico, contrayéndo- se a las encomiendas, que para quitarlas al encomendero ausente, que no haya cumplido las condiciones con que se confieren tales mercedes, es me- nester formacién de proceso, citacién, probanza y a lo menos sentencia declaratoria de la incursa privacién, por ser este el verdadero espiritu de Ios Estatutos que la imponen ipso jure, ipso facto. *°° La nueva Ordenanza de México *°! apoya esta opinién con haber ordenado que el denunciante justifique la desercién y desamparo de la mi- na; porque en admitiéndose probanzas, es indispensable el proceso, la ci- tacién y, por consiguiente, la sentencia. ‘De aqui mismo se deduce la resolucién de Ja segunda parte, esto es: que el poseedor antiguo de la mina no debe perder los frutos, sino des- de el dia de la privacién judicial, y por consecuencia, que no estd obli- gado a restitufr lo que hubiere percibido, después que se resolvio su titu- lo en fuerza del desamparo de las labores, porque mientras el Juez de Mi- nerfa lo tolera en el trabajo y en el aprovechamiento de los metales, repu- ta por algiin modo valido el primer registro y lo mantiene en un estado implicito para el efecto de recoger los frutos y para hacerlos suyos. Con este mismo fundamento determin6 la Sagrada Rota, otro equi- valente que sirve para comprobar nuestra sentencia. Refiere Jerénimo Gonzalez, #? que el Cabildo de la Colegiata de San Celso, puso pleito de nulidad contra un censo que habia vendido bajo de obligacién de los bie- nes de su Iglesia, fundando Ia subsistencia en el defecto de solemnidades dispuestas por los cénones para la enajenacién de los bienes eclesidsti-* cos, y pidid que los réditos satisfechos en mas de veinte afios, se compen- sasen con la suerte principal y se le mandaren restituir los sobrantes. La Rota declaré nulo el contrato censual, por los vicios que concurrieron en su imposicién; pero, al mismo tiempo, proveyé que no debian compensar- se los réditos pagados antes del juicio de nulidad, ni tampoco restituir- se los sobrantes. Con lo cual confirma Gonzélez, ** que los estatutos penales y los decretos irritantes, nada obran, si la parte interesada no reclama ni_ pi de, como se ve en Jos atestados, que aunque sean nulos ipso jure, se entien- de en pidiéndolo la parte, y lo mismo en la compensacién y en otros ejem- plos que pone el citado autor, ** después de haber sostenido lo contra- rio por regla general. #°° El docto Tiraquelo *° dié la misma inteligencia a la glosa de una ley del Cédigo, *? tratando de la donacién que se revoca y resuelve por superabundancia de los hijos, y para satisfacer a los diferentes argumen- tos con que habia probado la obligacién de restituir los frutos percibi dos desde el dia que se resolvié la enfiteusis, la donacién o el titulo de be- neficio, responde que, aunque el donatario sepa haberle nacido hijos al donante, no per eso se constituye en mala fe, para quedar obligado a res- titufr fos frutos, porque esta responsabilidad sélo comienza a correr des- de que el donante declare que su voluntad es revocar la donacién, al mo- do que el enfiteuta no se priva de los frutos, hasta que el sefior de la cosa declara el comiso, segtin se colige sin obscuridad, de la glosa de una Ley 718 PEDRO VICENTE CANETE Y DoMiNGUEZ (C.VIIL- N.VIL. de Partida. ** Luego, observando estas mismas reglas, no debe perder los frutos el minero que desampars la mina, sino desde aquel dia en que, por sentencia definitiva, se declarase el despueble. La tereera resolucién es, que aunque por la ley 44, titulo 28, Par- tida 3°, se deben descontar en las expensas utiles y necesarias, los frutos esquilmados de la heredad ajena (como lo es la pérdida por desamparo), con todo, bien puede reclamar el antiguo poseedor de ella, todas las obras, movedizas y exteriores hechas a su costa, como cubiertas de galera, 0 cuartos para guardar los metales, y otras cualesquiera maquinas de que se puede servir titilmente el denunciante, y éste quedara obligado a pa- garlas, por lo que las avaluaron los peritos; °° porque la disposicién ci- tada de Partida, se debe entender solamente con aquellas expensas y me- joras que se hubieren hecho por dentro de las minas, para su beneficio y_saca de metales, como ensefia Tiraquelo, *° probando que semejantes obras se han de compensar con los frutos; pero de ningtin modo las que se hayan fabricado para perpetua utilidad de la finca, como son los inge- nios, las herramientas, los negros, los aperos, y otras cosas que se usan en los trabajos de la mineria, 8"! La cuarta es, que si uno de los duefios que poseyeron la mina proindiviso, no quisiere poblarla sino con la cantidad de gente respecti va a su parte, y el otro compafiero no concurriese a labrar la suya, el pri mero cumple con lo que a él le toca, y la pertenencia del omiso se puede denunciar por cualquiera; pero el que labraba tiene derecho para elegir dentro de diez dias, si quiere continuar en compaiiia o partir los intere- ses; ¥ en este tiltimo caso, él mismo puede escoger la parte que mejor-le pareciere, #1 y después de hecha la eleccién no puede retractar, ni ale- gar engafio, ni pretender otro remedio. #"* La quinta es, que deben exceptuarse de caer en pena de perdimien- to, todos aquellos que no hubiesen poblado sus minas por impedimentos justos e inevitables, segiin dejo fundado en otro lugar, *4 sobre el prin- cipio general de que al impedido no le corre término ni para perjuicio su transcurso. La misma Ordenanza 31° exceptiia los casos de justo impedimen- to; pero sdlo hace mencién de la peste, hambre y guerra en el mismo lu- gar de las minas o dentro de 20 leguas en contorno. De aqui toma asun- to Don Francisco Xavier Gamboa, *'* para afirmar que los tres casos pro- puestos se asignaron por modo taxativo y limitativo, y no por via de ejem- plo o demostracién; y por consiguiente, que deben quedar exclufdas otras cualesquiera especies de impedimentos, como son la edad pupilar, la au- sencia necesaria, el destierro, la pobreza _y otros semejantes; *!" de ma- nera que no concurriendo los tres impedimentos referidos, todos los de- mas no son bastantes para mantener el dominio de las minas sin pueble. Yo venero todas las opiniones de nuestro sabio. autor, tanto por la ingeniosa solidez y fecundidad de su. doctrina, como por su magiste- rio en materia de minas; pero me arrastra a sentir lo contrario cierto peso de razén que a golpe de vista veo traslucir en la misma Ordenanza. ‘Aunque en ella se hace especial mencién de los tres casos particu- lares, de peste, hambre y guerra, callando los demés, yo entiendo que el 4nimo del legislador no fue excluirlos, como discurre Gamboa, sino més bien demostrar los impedimentos més calificados entre los que puedan embarazar el amparo de las minas, para que asi viesen mejor justificados C.VIIL-N.VIL] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 719 los motivos de la ordenanza en excusar de la pena al impedido. Dos textos muy terminantes me costearan la prueba, sin necesi- dad de multiplicar argumentos. El Sumo Pontifice Inocencio III, hacien- do memoria de las quejas que habia producido a la silla apostdlica Gau- frido, Arzobispo de Eroba, por haberse introducido algunos a conferir ciertas prebendas que a él le tocaban proveer mientras estuvo suspenso del ejercicio de su jurisdiccién, rescribié a Pedro Capuense, su Cardenal Legado, que en el semestre sefialado para la provisién de Jas Prebendas, no se debia computar el tiempo de la suspensién dei Arzobispo, ni tam- poco el que residié en Roma, desterrado de su Iglesia por Ricardo, Rey de Inglaterra, porque la constitucién del Concilio Lateranense se promulgé solamente contra Jos negligentes y de ningtin modo contra los impedi- dos, como Io era el Arzobispo. 1% En esta Decretal, segiin la nota del célebre Fagnano, *!® se refie- ren con especialidad dos impedimentos: el uno de derecho, que es la sus- pensién; y el otro de hecho, que es la ausencia necesaria. Y con todo de haber omitido el Pontifice la expresién de otros casos, resuelven todos Jos canonistas **° que en demordndose la colacién, no por negligencia del Prelado, sino por cualquier impedimento justo, de hecho o de derecho (aunque no sean los dos de que hace mencién el Papa), no debe tener lu- gar la pena de devolver la provisién a la silla apostéiiea, como determi- né el Concilio Lateranense. Luego también, aunque la Ordenanza haya expresado tinicamente los tres casos de peste, hambre y guerra, no se de- ben tener por excluidos todos los demds en que concurra la misma razén de justo impedimento, para el efecto de que asi unos como otros excusen Ja pena de perdimiento de mina. El Derecho Canénico asigné el semestre, para conferir dentro de él los beneficios eclesidsticos, bajo la pena de quedar privado de proveer el negligente y devolverse la eleccién al superior, por evitar de este mo- do las vacantes dilatadas, que son tan dafiosas a la Iglesia; *?! asi como la Ordenanza dispone que las minas no se dejen de poblar por el tiempo de un afio y un dia, bajo la pena de perderlas el minero, volviéndose a in- corporar en la Corona, con el fin de que se excusen los desamparos prolon- gados, tan perjudiciales a la prosperidad del Estado y de la Real Ha- cienda. Todo es igual en estas dos disposiciones, con la tinica diferencia de la materia en que recaen. Con que, si el semestre para elegir no le corre al impedido, por cual- quiera causa legitimamente inevitable, aunque no sea de suspensién ni ausencia, tampoco debe correr al minero el afio determinado para el pue- ble, mientras hayan obstaculos inexcusables, aunque no sean de hambre, guerra o peste. ‘También se deduce de la ley 25, titulo 3, libro 1* de la recopilacién de Castilla, otra prueba muy eficaz para el asunto. El Reino congregado en Cortes, representé al Sr. Emperador D. Carlos V, las fuerzas, agra- vios y otros inconvenientes que sufrian los vasallos en la expedicién de muchas Bulas Apostélicas, con perjuicio del derecho de las partes y de las regalias de la Corona; y pidié que se aplicase el debido remedio. En- tonces, dispuso el Emperador, que se continuase la practica de los recur- sos de fuerza, y para ello mand6 promulgar la citada ley, expresando en ella seis casos especiales, derogatorios de las preeminencias reales. Con este motivo dudaron los Doctores, si fuera de ellos podré te- 720 PEDRO VICENTE CaNETE Y DoMINGUEZ (C.VIIL.- N.VIL. ner lugar el remedio de la retencién. Algunos sostuvieron la negativa, fundindose en que la disposicién genérica del derecho o de la ley, se debe restringir precisamente a los casos expresados en ella, porque el géne- ro se limita y se individualiza por las especies a que se contrae. Sin embargo, defiende la afirmativa nuestro Salgado, en un capf- tulo entero de sus doctos escritos: ** alega por su opinién un niimero cre- cido de clésicos autores, y haciéndose cargo de la enumeracién especial de los seis casos referidos, concluye que, cuando concurre una misma ra- z6n en los demas casos omitidos, se debe estimar que los primeros se ex- presaron por Via de ejemplo, y no por modo taxativa; porque siendo im- posible promulgar una ley para cada caso, acostumbran los legisladores aclarar uno u otro, para que por su ejemplo se examinen, juzguen y de- cidan los otros que ocurriesen, segin las reglas genéricas de la ley. Sélo que ésta haga la enunciacin de ellos, por las dicciones decla- rativas: “a saber”, “tales como”, y otras semejantes; entonces admite nuestro autor la restriceién de la ley a los casos especialmente expresa- dos en ella; *** luego, no encontrandose en el articulo 14, titulo 9, de Mé- xico, semejantes dicciones al tiempo de referir los tres casos, de peste, guerra y hambre, se debe concluir que se pusieron por modo demostra- 'vo ¥ no para excluir otros semejantes en que milite la misma razdn de impedimento. Esto convence que la nueva Qrdenanza no quiso conformarse en todo con la ley 9, Cap. 37, titulo 13, libro 6° de Castilla, pues omitié aque- lla cléusula: “‘se’ entiende guerra, mortandad 0 hambre” (que es equiva- lente a la diccién: “a saber”) para que, segin la observacién de Salga~ do, no se dudase que su 4nimo no era restringir la disposicion a estos tres casos solamente. Por eso, aunque fuese muy segura la doctrina de Gamboa ** se- guin el sistema antiguo, en el dia se debe entender al contrario, por correc- cién hecha en ta nueva Ordenanza. De todo lo que se deduce, que en calificdéndose haber provenido ¢} desamparo de las minas por cualquicra impedimento justo inevitable, de hecho 0 de derecho, aunque no sea hambre, guerra o peste, se excusa el minero de perder st mina, como ensefian los canonistas #5 respecto del Prelado que no proveyé los beneficios vacantes dentro del semestre; por- que habiéndose impuesto esta pena solamente contra los negligentes, de ningiin modo se debe verificar en los impedidos. La diferencia es, que en los impedimentos de derecho, y siendo de hecho en aquellos solamente que sean a todos comunes y notorios, como peste, guerra o cisma y hambre, no le corre tiempo al impedido, segin la observacién del docto Crespi, ®# de manera que si por ley o estatuto, se exeluyese al que no practicase algin hecho dentro de cierto y determi- nado término, siempre queda exceptuado el que no pudiere verificarlo por algun impedimento de derecho, como es la edad pupilar y por eso no co- rre la prescripcién contra el menor de 25 afios, como asegura Matienzo haberlo visto decidir; *7 porque en tal caso, quedan los plazos en suspen- so y se reputa por no corrido el tiempo que ya pas6; cuya regla extien- de también Pinelo, citado por Martinez, a los impedimentos de hecho, co munes y notorios, que quedan referidos. En consideracién a todo esto, exceptus la Ordenanza de México * los mismos tres casos de peste, hambre y guerra, declarando que si la de- C.VUL-N.VIL} Dr LA SUPERINTENDENCIA DE Minas 724 sercién resultase por la ocurrencia de cualquiera de ellos, no se debia dar por perdida la mina; porque no habiéndole corrido al minero el tiem- po del despueble, conserva ileso su derecho y debe ser amparado en ale- gando alguno de los tres impedimentos, que por notorios y comunes, no necesitan de pruebas. Pero, como nada dispuso en cuanto a los dems impedimentos par- ticulares de ausencia, destierro, pobreza y otros semejantes, siempre tie- ne su lugar el remedio de la restitucién in integrum contra el lapso dei afio y dia de desamparo, por la clausula general: “si quia allia mihi jus- ta causa”, #2° que compete a los mayores de edad, porque segtin Cancerio con Mieres, ** nunca se entiende excluida la restitucién in integrum, por ninguna disposicién general. No puede ser mas claro el motivo, porque la Ordenanza hizo espe- cial mencién de los tres impedimentos:: de peste, hambre y guerra, y ca- IW6 los demés. Todos convienen que aquel axioma vulgar de que al “im- pedido no le corre tiempo”, se entiende de los impedimentos de derecho; y es igualmente incontestable que en los de hecho inevitables, concede el Derecho Civil el auxilio de la restitucién a cuantos lo imploran, indistin~ tamente. S6lo se disputaba si aquellos tres impedimentos debian’ compren- derse en el axioma, o més bien en la cldusula: “si quia allia mihi”. Por eso entré la Ordenanza en el partido de resolver la duda, déndole la mis- ma fuerza y privilegio que tienen los impedimentos de derecho, para que unos y otros suspendan los efectos del tiempo en lo perjudicial al mine- ro; y por el mismo hecho de haber pasado en silencio los dems casos, qui- so dejarlos a la disposicién general del Derecho Civil, para que segin su clase, los unos impidan él transcurso del término, y los otros demanden por medio de la restitucién el suplemento del que hubiere pasado en per- juicio del minero. De aqui resulta, que si éste desampara las labores, por haber con- sumido su catidal en ellas mismas, y otro hubiere denunciado la mina en el intermedio de andar solicitando habilitacién, puede pedir restitucién contra el transcurso del tiempo, para que, recibida informacién de las obras que hubiese costeado y de la pobreza dcasionada por ellas, #3! se de- clare pertenecerle la mina, mandando reponerla en e! mismo estado que la tenfa antes de la desereién y despueble. Gamboa *? sintié lo contrario, segtin las leyes del antiguo gobier- no de la mineria de México; pero el articulo 15, titulo 9 de la nueva Orde- nanza de aquel Reino, amplié el auxilio restitutorio a) caso de pobreza, ¥ por una atencién equitativa, lo concedié también por otros justos moti- Vos, que no habiéndolos especificado, se debe entender de toda clase de impedimentos, asi como el edicto pretorio no reservé ningtn caso del be- neficio de la cléusula “si quia allia mihi justa causa”, por lo mismo de haberlo establecido en Ia equidad. De esta regia se debe comprender por exceptuado el que no tenien- do para alquilar cuatro operarios, 61 slo por su persona labrare su mi- na, sin desampararla (como hay muchos en todas estas Provincias del Peri), porque atendiendo a la poca poblacién del pafs y al mérito de la aplicacin de tales mineros, declaré el Presidente Gasca, en la Ordenan- za 54, que se debia tener por poblada una mina, para el efecto de mante- ner su dominio. Si bien, yo juzgo que para evitar fraudes, es convenien- te hacerles entender por declaracién expresa, que debe preceder especial 122 PEDRO VICENTE CaNeTz Y DoMINGUEZ (C.VIIL- N.VII. permiso del Superintendente de Minas, con informe de las respectivas diputaeiones, como est4 mandado practicar por punto general, para to- do lo que es moderar o dispensar en puntos de Ordenanza, Es consiguiente a lo dicho, que en todos los demas impedimentos particulares, de hecho, se haya de intentar el remedio de la restitucion, de] mismo modo que dejo expuesto en cuanto a la pobreza. Pero oh los, otros tres, comunes a todos y notorios, como son la peste, hambre y gue- rra, ¥ juntamente en los impedimentos de derecho, no corresponde el au- xilio restitutorio, porque, como entonces no corre el tiempo, tampoco pue- de alegarse lesién de su transcurso. La defensa se hace en tales casos por la accién primitiva y es bastante pedir su amparo contra el denuncian- te, probando el impedimento y su calidad. Lo que hay, es que si el duefio de la mina despoblada fuere menor de edad, debe recurrir primeramente ante el Albacea, Tutor 0 Curador, por cuya omisién se desamparé, y s6lo por st insolvencia, puede intentar la restitucién, por set un remedio puramente subsidiario 3 para este caso. No se debe temer que venga a adguirir logro en dafio del denun- ciante, aprovechdndose de su trabajo, como ponders Gamboa; * pues, para precaver este inconveniente, determiné sabiamente el articulo 9, ti- tulo 6 de la Ordenanza de México, que el duefio antiguo de Ja mina sea oido solamente en la causa de propiedad, y si obtuviere éxito en ella, sa- tisfaga al denunciante los costos que hubiera hecho. Desde luego, se excusarian estas cuestiones, si se cumpliese la Orde- nanza 11, tituio 7, libro 3° del Pera, vendiendo los Albaceas dentro de cin- 6 meses las minas mortuorias; pero ya se ha visto que no puede tener lugar en esta Villa, porque las haciendas o ingenios a que se hallan ane- xas las labores, son tan costosas, que valiendo cada una 50 y tal vez has- ta 100.000 pesos, es imposible encontrar comprador. Y aunque en defecto de venta, sea obligacién del Albacea tener po- blada la mina, bajo la responsabilidad de resarcir el dafio que resultare de su omisién, lo que ésto prueba tinicamente es que el menor debe diri gir su recurso, ante todas cosas, contra el Tutor; pero no hay prohibi- cién para que, en no aprovechdndole este remedio ordinario, entonces no le competa, en subsidio, la restitueién én integrum contra el denunciante. Segiin los estados del tiempo en que se pusiere la contradiccién al denuncio, asi sera la diferencia en el método de seguir el juicio. No con- templo impertinente exponerlo con prolijidad porque la prdetica re- ferida por Gamboa, ** ha sufrido sus novedades por la nueva Ordenan- za de México. Comencemos por el libelo de denuncio, Debe expresarse en él, el nombre del denuneiante, el lugar de su nacimiento, su vecindad, profe- sién y ejercicio; la ubicacién individual de la mina, su tltimo poseedor si hubiera noticia de él, y los de las minas vecinas si estuvieren ocupa- das; 8 y concluye por denunciar el despueble, ofreciendo informacién de ello, para que en su vista se le adjudique la mina desamparada, bajo de nuevo registro. El decreto es: “Por fecho el denuncio: recibase la informacién que se ofrece, con citacién del antiguo poseedor (si hubiere noticia de él) y de los duefios de las minas cireunvecinas”. En estando presente el denun- ciado, se le ha de citar en su persona; *7 y si no pudiere ser habido, por C.VIIL-N.VIL] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 723 hallarse ausente del lugar 0 por haberse escondido, entonces puede ser citado en su casa, haciéndolo saber a su mujer e hijos o criados (si los tuviere) y si no a los vecinos més cercanos. *3* Pero en los despuebles de los socavones, cuyo duefio no estuviere en el Reino, 0 no se supiere donde esta, es menester nombrarle defensor para seguir los autos con él, segin la forma establecida por el Sr. Duque de la Palata, **° conformandose con una ley de Partida, 4° Pues la Ordenanza de México *1 sdlo dispone la citacién de los duefios de minas, sin tratar de los socavones; y asf, como caso omitido en ella, se debe resolver por la del Peréi, en atencién al ma- yor perjuicio que resulta de semejantes causas, por los grandisimos cos- tos que acarrea la empresa de socavones. Si en virtud de la citacién, compareciere dentro de 10 dias, ha de ser ido en justicia, brevemente, * sin esperar el término de los prego- nes, por el método explicado en otro lugar, *® admitiéndose todas las pro- banzas y justificaciones que ofrecieren las partes, como en cualquiera otra causa sumaria; * con advertencia que el término de prueba no debe pa- sar de seis dias, conforme a la Ordenanza 17, titulo 7, libro 8° del Perd, a que nos debemos arreglar, por no hallarse en la de México disposiciéa alguna sobre este punto; bien que siendo arbitrarias todas las dilaciones probatorias, °° podré prolongarlas el Juez, segiin las circunstancias del caso. Lo que se puede dudar con més fundamento es, hasta qué ntimero de testigos se puede recibir. La Ley Real de Castilla, *#* admite hasta trein- ta en una causa; y en Derecho Canénico, “7 hasta cuarenta ; aunque Paz °° advierte que en los tribunales inferiores sélo se reciben hasta doce testigos en cualquier causa y sobre cualquier articulo; cuya practica la hallo fun- dada en una Decretal *° concordante con una Ley de Partida. *° Pero yo discurro que en pleitos de despoblados, no se debe admitir arriba de cuatro testigos, segiin la Ordenanza 5, titulo 7, libro 3° del Peri, por aque- las palabras: “Y las denués vetas que se probare, con cuatro testigos, que han estado un afio despobladas...” por esta clausula no se puede enten- der del mimero suficiente para probanza, cuando sabemos que por dere- cho divino la hacen plena dos testigos de excepcién; *** luego, es preciso decidir que con ella quiso la Ordenanza limitar el ntimero hasta cuatro testigos, para que fuera de ellos no se reciban més, con el fin de evitar demoras y cavilaciones. En no compareciendo el denunciado, en el término de diez dias, se debe pregonar luego el denuncio en los tres domingos siguientes, en las puertas del Oficio de Minas, fijando carteles en las de la Iglesia, Cajas Reales y otros lugares de la poblacién, para la debida inteligencia. *** Si no se presentare contradictor alguxo, se le notifica al denunciante, que dé la justificacién del despueble *** y tenga limpia y habilitada dentro de sesenta dias, ** alguna labor de considerable profundidad, 0 a lo me- nos de diez varas a plomo y dentro de los respaldos de la veta, para que el facultativo de minas reconozca el rumbo y demés circunstancias de ella, en la misma forma que se practica en los registros, *** inspeccionan- do al propio tiempo los pozos, labores, obras ¥ mAquinas que alli se en- contraren, bajo de formal raz6n y asiento que se debe tomar en un libro separado de denuncios. Todo lo cual verificado, se procede a medir las pertenencias, sefia- lar estacas y dar posesién por el orden explicado anteriormente; *5 de 724 PEDRO VICENTE CANETE Y DoMINGUEZ (C.VIIL- N.VII. manera que segiin el método prescrito en la nueva Ordenanza, se reciben estas causas a prueba *? en no habiendo contradiccin, o cuando se ig- nore el duefio, o no se sabe de su paradero; ** y porque en estos dos tlti- mos casos tampoco hay sujeto a quien citar, se debe pregonar el denun- cio inmediatamente, sin aguardar el transcurso de los diez dias *** pre- venidos para cuando haya habido citacién efectiva. Segiin el tiempo en que se propone la oposicién, son muy diversos sus efectos: porque si el denunciado la verifica dentro de los dias prime- ros de la citacidn o de los 21 siguientes de los pregones, entonces se le de- be ofr en la causa de posesién juntamente con la de propiedad, y por la acumulacién del posesorio con el petitorio, se suspende dar la posesién al denunciante; y en apeléndose de la sentencia, se ha de admitir el re- curso en ambos efectos, del mismo modo que se practica cuando se con- tradicen los registros, segiin lo dejo fundado latamente en otra parte. 2° Pero si el anterior duefio de la mina comparece a contradecir el denuncio en los tiltimos 60 dias asignados para habilitar la labor 0 pozo de Ordenanza, no debe ser ofdo en cuanto a la posesidn, sino en la causa de propiedad; #*1 el denunciante goza en tal caso todos los efectos de la posesin, como si realmente la hubiera obtenido en este juicio seguido con separacién; y por consiguiente se le debe dar posesién, sin admitir mas que en lo devolutivo la apelacién que interpusiere el denunciado, en la causa de propiedad, porque no debiéndose innovar pendiente la apela~ cién, * justamente se contintia la posesién y goza de las comodidades de ella el poseedor, mientras se sigue el recurso, segtin dos capftulos canoni- cos. 388 Pasados todos estos términos, queda cerrada la puerta, para no ser ofdo el duefio de la mina. ** Porque, como dice Flaminio Cartario, ci- tado por Cancerio, *** alegando a Paulo de Castro y Angelo, por el mismo hecho de haber dejado pasar todo el tiempo en que debié poner su contra~ diccién, adquirié el contrario un derecho perfecto, que ya no se le pue- de quitar. 8 Se deben exceptuar de esta regla los que no hubieren compareci- do a contradecir en tiempo, por algtin impedimento legitimo; porque me- diante el auxilio dela restitucién in integrum, nunca se juzga exclut- do por ninguna disposicion general, como resuelve Cancerio con Miers, **7 en un caso casi idéntico. Si bien entonces se deber4 reducir la audiencia a la causa de propiedad solamente; porque el beneficio extraordinario de la ley, se debe interpretar siempre del modo menos dafioso al derecho adquirido de tereero. Es consiguiente que_ganando sentencia favorable el denunciante, no debe dar en este nuevo sistema la fianza que requiere Gamboa, **° aun- que apele el denunciado, porque teniendo declarado por su parte el domi- nio de la mina, a mAs de su posesién, le corresponden inseparablemente todos los frutos de ella, sin obligacién alguna de restitucién, aun cuando el Juez de alzadas Hegase a revocar la sentencia de la primera instancia, con que dirigiéndose las fianzas a la seguridad y abono de los frutos per- cibidos, es claro no estar obligado a afianzar lo que nunca ha de devolver. 'Y no prueba lo contrario el articulo 21, titule 3 de la Ordenanza de México, con proveer que en las minas litigiosas se ponga interventor © se afiance, en pidiéndolo alguna de las partes ; porque en este caso la po- C.VIIL- N.VIL] DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 725 sesién es de mero hecho y se ignora a quien corresponda el verdadero do- minio, por lo que es justo que para cuando vengan a declararse estos pun- tos, queden afianzados los frutos. Todo lo contrario debe ser si el anterior duefio de la mina, que com- parecié después de largo tiempo y fue oido por beneficio de la restitu- cién in integrum, obtuviese contra el denunciante, en la causa de propie- dad, porque en apelando éste, debe otorgar las fianzas que le pidiere el contrario, para indemnizarle los frutos que fuese percibiendo én integrum; pues debiendo esperarse que seré condenado a restituirlos, es convenien- te la precaucin de afianzar este caso, para que no salga después initil y frustratoria la sentencia en cuanto a este efecto. Por eso resuelven Sca- cia, Castillo y otros, con una Ley de Partida, * que, apelando el posee- dor de la sentencia dada contra él, se le debe obligar a llevar cuenta de los frutos o a dar fianza y seguro de ellos, aun cuando no se tema dilapi- dacién, por dirigirse esta diligencia tinicamente al mejor expediente de la sentencia de apelacién. Articulo 1°. Del modo de labrar y reparar las minas. — Como las minas no pueden fructificar en no haciendo economfa en sus labores, no es posible la permanencia de ellas sin trabajadores; por eso ha sido siem- pre la materia de este articulo, eomo el compendio de toda la legislacién de minerfa. Al principio, cada uno trabajaba como Ie parecia; nadie se aver- gonzaba de las demasias de su ambicién, creyendo que la tierra las cu- bria, y caminando sin més regla que el amor desordenado del oro y de la plata, era el principal empefio hacer en un dfa (si era posible) la anato- mia de fos cerros para descubrir sus ricas entrafias. Los puentes, que son tan necesarios para la primera de Jas labo- res, no menos que para la seguridad de las vidas de Jos operarios, se de- rribaban sin reparo, por el interés de los metales, y otros partian las mon- tafias labrando sus minas a tajo abierto, para ver con la luz del sol lo que sabiamente oculté la naturaleza en la obscuridad de las cavernas. Pero lejos de conseguir el intento, result del desorden que, impo- sibilitandose las labores con los'derrumbamientos y sepultados en las ruinas los operarios, se venia a perder una inmensidad de riquezas en lo que ya no se podia sacar, 0 en los gastos de habilitar los caminos, des- pués de no ehcontrar sirvientes para las minas por el terror con que las. tiraban, como a la desolacién de la humanidad. Entre otros motivos, éste fue el principal que obligé al sabio Vi- rrey Don Francisco de Toledo, para que viniese a visitar el mineral de Potos? y a darle reglas para su gobierno. En efecto, remedio infinitos in- convenientes, metodizando la labor y reparo de las minas, por las Orde- nanzas de todo el titulo 5°, libro 3° del Pert. °° Lo primero que dispuso, fue mandar guardar la Ordenanza 79 del Presidente Gasca, para que todos labrasen por socavones y pozos y de ninguna manera a tajo abierto; *"1 formando después una admirable le- gislacién, con que se aseguré la prosperidad del Estado, la perpetuidad de las minas y la conservacion de los indios trabajadores. Los Virreyes sucesores continuaron sus desvelos para perfeccio- nar tan grande objeto, Las experiencias fueron facilitando nuevas pro- videncias, pero tan sabias y tan copiosas, que casi no dejan qué desear en cuanto a labores y reparos. 726 Pepro VICENTE CANETE Y DOMINGUEZ (C.VIIL- N.VII. Alki se halla provefdo que, para mayor firmeza de los pozos y su labor, se sondeen los cerros por lo alto, separando toda la tierra y pie dras movedizas, hasta llegar a lo fijo, con cargo de limpiar 80 varas de cada parte de la veta, para abrir el pozo donde mejor pareciere. Que en toda veta nueva, se traiga siempre una labor a pique, aunque sea con barretero solo. §7 Que no se derriben ni se adelgacen los puentes y pilares, con pretexto de ser mas gruesos de lo necesario para la segu- ridad y fijeza de las minas. *" Por iitimo, que las minas tengan esca- leras, que estén limpias y desahogadas con buenos reparos y aderezos, y que nadie eche ni alce labores sin reconocimiento de los Veedores, pa~ Ta que como inteligentes eviten todo perjuicio; con otras mil menuden- cias muy importantes, que ya hemos referido en otro lugar, tratando de las obligaciones de los duefios de minas y mayordomos, ‘75 que alli se pue- de ver completamente. La nueva Ordenanza de México, considers lo dificil que es suje- tar a reglas permanentes una multitud de empresas, que suelen ofrecer- se en materia de minas, asi por la variedad de circunstancias, como por la variedad de los cerros en su blandura o dureza, o en la mayor 0 menor firmeza de los respaldos de las vetas; por cuyos motivos reservé sabia~ mente a la perspicacia de los facultativos titulados, la direccién de todas las obras, *8 ya sean tiros, contraminag, socavones, cafiones, lumbreras u otras semejantes, para que dirigiendo el laboreo con conocimiento ex- perimental y prdctica bien inteligente, trabajen los operarios con salvo- conducto de su vida, y se eviten las frecuentes ruinas de las minas, en cos- tos infructuosos de empresas muy grandes, erradas en su trazo y eje- cucién. ‘Como por todo esto se ha hecho arbitrario ya el modo de labrar y reparar las minas, juzgo por dems demorarme en este articulo; pues, en el dia se deben mirar como puramente instructivas las prolijas providen- cias de la legislacién del Perd, en cuanto a la distancia de los pozos, 1on~ gitud y espesor de los puentes, calidad de los socavones y barrenos, con una infinidad de otras menudencias que se discurrieron muy importan- tes en el siglo pasado; porque, verdaderamente, hay cerros como el de Guantajaia y otros varios, tan sélidos por la piedra viva que compone la sustancia interior de ellos, que un puente de una vara de espesor, serd muy suficiente para sostener la firmeza de las minas; cuando en. Porco, Potosi y otros minerales de mas blandura, no basta el macizo de tres 0 cuatro varas, y habré lugares donde sea preciso fortificar las labores con mamposteria de madera o de cal y canto, por la insubsistencia de los res- paldos, segiin lo indica el artfeulo 4, del titulo 9°. Conforme a esta diversidad de circunstancias, se deberd negar en unas partes el cercén de los puentes, y permitirlo en otras por la ma- yor solidez del terreno en menor macizo. *°7 Lo mismo digo de las pare- des intermedias a dos labores vecinas, que una esté aguada y superior a le otra, porque segtin fuere la sustancia del mineral, se deberé aumen- tar o disminuir el grueso de ellas, para que las aguas, por si mismas, no las venzan y revientten. ¥ tal vez ser necesario prohibir enteramente los barrenos, obligando al minero a que emprenda, el desagite de sus labores con maquinas, para que no perjudique al vecino. #78 En procediendo los facultativos con honradez y con inteligencia, cada uno se contentaré con su suerte; pero siendo tan facil viciarse los C.VIIL- N.VIL.] DE La SUPERINTENDENCIA DE MINAS 727 hombres con el interés, conviene que los Jueces de Minas y con especiali- dad el Superintendente, no aparten los ojos de cuanto obraren en su ofi- cio, prineipalmente en los principios, porque en la confianza de no haber otros peritos que puedan juzgar sus operaciones, no seré extrafio que co- metan abusos. Y cuando alguna de las partes se agraviare de la diligencia del fa- cultativo de su departamento, debe tener la libertad de pedir que la prac- tique otro, de alguno de los mineros ms cereanos; y siempre que resul- tare convencida su culpa o su impericia, tampoco se puede embarazar el recurso del interesado contra él, por el dafio que hubiera experimentado, quedando el Juez con la mano alzada para castigarlo, aunque no se haya seguido perjuicio. Gon los ensayadores se ejecuta lo mismo, sin que obste la aproba- cién_y titulo que tienen, para que los duefios de las platas pidan reensa- ye 579 y les demanden por los yerros culpables que cometieren, hasta pro- cederse contra ellos criminalmente, segtin la calidad de la culpa. *° Y por que no se quede sin efecto cualquiera resulta, manda la Ordenanza *¥* que afiancen en la cantidad que pareciere a los sefiores Virreyes. Verdaderamente, es una excelente cautela para que cumplan con su obligacién, y no seria poco conveniente que los facultativos afianza- sen del mismo modo el buen uso de sus oficios, una vez que pende de su arbitrio, no solamente la fortuna del particular, sino también el gran in- terés del Estado. Siendo la inundacién de las minas uno de los mayores obstéculos de su labor, se hallan expedidas muchas providencias, para que la omi- sidn de los duefios de las mAs altas, no perjudique a las mas bajas con el agua que corre y cae de aquellas, o con la que se comunica de unas a otras, Las Ordenanzas del Peri 'y de México tratan este punto; pero cada una se contrae a su particular y distinto caso; por lo que es menester su- plir con una, lo que se omite en la otra. La de México **? determina que, agudndose las mas bajas, por ha- bérseles comunicado las aguas de otras mAs altas, a causa de que sus due- ios no mantienen todo el desagiie que ellas demandan o que necesitan por su excesiva inundacidn, se satisfaga por estos el perjuicio que hicieren a los otros, tasados por peritos. La Ordenanza “del Pera ** s6lo dispone que unos y otros concu- rran a los gastos, sin resolver el abono de perjuicios; pero esto mismo indica que alli se supone haber practicado los duetios de las minas mas altas, las diligencias posibles para el desagiie, y que no han podido evitar la comunicacién a las mas bajas. Inmediatamente que esto procede, por consecuencia inevitable de la misma vecindad, es muy equitativo que no se les obligue mas que a la concurrencia de los gastos, debiéndose expli- car en este sentido la Ordenanza de México, y por ésta la del Pera, cuan- do se notare descuido. Pero si la inundacién sucediere cayendo el agua de una mina a otra, es indisculpable la omisién; y entonces es justo no sélo que desagiien y reparen las minas mas bajas, a costa de los duefios de las mas altas, co- mo determiné el Sr. Duque de la Palata, * sino también que paguen el perjuicio, con arreglo a la Ordenanza de México. 8° Respecto a que las minas suelen labrarse por muchos, de mancomtin © en compafifa, también se han contraido a este caso las Ordenanzas de 728 PEDRO VicENTE CANETE y DOMINGUEZ (C.VIIL- N.VIL ambos Reinos. *6 A primera vista, parece que se oponen algunas entre ‘si, y otras necesitan explicacién en lo dispositivo del modo de hacer las labores. En México, no solamente se mandan mantener las compafifas de minas, sino también que se procure se promuevan y protejan, por con- siderarse més convenientes al progreso de su trabajo y a la prosperidad del Estado. En el Pert, se experimentaron grandes inconvenientes de robos, muertes y discordias, por la indivisién de las minas; por lo que parecié necesario e] mandarlas partir y sefialar estacas, para que conociendo ca- da uno su parte cuidara de su labor y reparo, como de hacienda suya. Sin embargo, yo no hallo contradiccién; porque en aquel Reino se trata de los contratos de compati‘a, y en éste de la comunidad de derechos que tienen muchos en una mina, por sucesin hereditaria. No hay duda que es muy util lo primero, porque cada interesado entra a la compafiia bajo de ciertas estipulaciones que le aseguran su derecho, siendo lo prin- cipal que el fin es trabajar pro indiviso, por las ventajas que espera de -la concurrencia de muchas fuerzas unidas. Entre los herederos no es asi, porque habiéndolos reunido el acaso, ninguno se quiere sujetar al dicta- men de otro, y sucede que cada cual malbarata el trabajo donde se le an- toja, 0 se originan discordias inextinguibles, o por temor de ellas se aban- dona la labor, en perjuicio del Rey y del Estado. Para evitar todo esto, mandé el Sr. Toledo, que no hubiese minas indivisas, Contrayéndose a las que pertenecen a muchos por sucesién he- reditaria, sin alterar las leyes generales, se permiten y protejen los con- tratos de compafiia. La Ordenanza de México habla de estas tiltimas, y nada dispone de las primeras; con que siendo justo lo proveido en ambos casos, también parece serlo que, lo omitido en una legislacidn, se decla- re por la otra. Lo que realmente tiene oposicién, es que en el Perti se permite *87 que un compafiero labre por si solo su parte, con la cantidad de gente que le corresponda, cuando el socio no quisiere concurrir a los gastos de to- da la labor; de suerte que la pertenencia desamparada, se puede pedir por despueble, amparando el otro la suya, aunque sea tna misma la mina; por el contrario, en México, ** ningiin compafiero puede poner determinado mimero de operarios por su parte, ni trabajar en determinado paraje de la mina, sino en comun todo lo que ella permitiere; y para evitar disen- ciones, esté prevenido *° que cuanto fuere concerniente al laboreo, se de- cida por el mayor nimero de votos, con intervencién del Juez de Minas. En efecto, es mucho més reflexiva esta providencia y también més util al adelantamiento de las labores; por lo que, no pudiendo combinar las dos Ordenanzas en este punto, soy de sentir que ninguno cumple, si no puebla la mina con el niimero completo de los cuatro operarios; y por consiguiente, que se puede denunciar el todo de ella. Y aunque dije lo con- trario en otro lugar, fue hablando puramente con la Ordenanza del Pera; pero, segtin el nuevo sistema, no debemos separarnos de la regla que aca- bo de asentar. Articulo 2°, De las entradas de las minas y los socavones. — En otro lugar *° se dijo la obligacién que tienen los duefios de minas abier- tas, para dar entrada por la puerta a los que la pidieren, y la de éstos pa- ra pagar a la boca de la mina el quinto de los metales y llampus, o el de C.VUL- N.VIL] DE La SUPERINTENDENCIA DE MINAS 729 la plata de su precio, si quisieren vender todos los que hubieren sacado; y asimismo para contribuir con la mitad de la esealera principal de que se aprovechan para la entrada. Esta es una servidumbre rustica *! constituida por precepto de la ley y que el Rey, que es el duefio de las minas, la concede a sts vasallos, imponiendo en todas ellas la servidumbre de entrada, como lo puede ha- cer cualquier duefio de heredad, segtin ta fey 10, titulo 31, Partida 3*; pe~ ro no quiso invertir la naturaleza de las servidumbres, que nunca se cons- tituyen sin utilidad del predio o de la persona; #* por cuyo motivo sefia- 16 que pagasen el quinto todos los que recibieren la entrada ™* para que unos y otros gocen igual utilidad. Gon respecto también al beneficio que resulta a la causa piblica, del desagiie y evacuacién de las labores inundadas o sofocadas, estén obli- gados por Ordenanza * sus duefios, a dar socavones, a juicio del facul- tativo del Distrito, con el cargo de concurrir a los costos los demas mineros, a proporcién del beneficio que deba seguirseles; #5 pero si ellos no quisieren acudir con los gastos, deben pagar el diezmo de todo el metal que sacaren, puesto a las bocas de sus minas, segin la Ordenanza del Pe- ri; 6 debiéndose tener entendido que para lograr los efectos de Orde- nanza, debe preceder licencia de la Justicia, sobre el proyecto del Perito facultativo del respectivo departamento. #9" En las Ordenanzas ** se ven decididos todos los demas puntos re- lativos a la economia de tos socavones, casi sin diferencia en el Perd y México. Sélo en cuanto a la altura y ancho, se advierte que en este Reino no debe exceder de dos varas y media; *% halléndose dispuesto para Mé- xico, #9 que no pase de dos varas de ancho y tres de alto, Sobre lo cual yo entiendo que el Superintendente General, puede dispensar cuando lo juzgare conveniente, bien sea aumentando 0 disminuyendo dichas me- didas, segiin dejamos dicho en otto lugar. #9 Ya que he incidido, por consecuencia del tratado, en materia de socavones, no serd extrafio que diga algo del Socavén Real que se esta dan- do en este Cerro Rico. En la primera parte expuse los fundamentos que hay para descon- fiar de] buen éxito de la empresa; pero, como nadie sabe lo que oculta la tierra, y no es temeridad seguir el testimonio de los practicos, afiado aho- ra que fue prudentisima la resolucién que se tomé para darlo, por la gra- visima autoridad del Sr. Don Francisco de Toledo, el cual afirma en la Ordenanza 3, titulo 4, libro 3° del Peré, que segtin dictamen de los mi- neros més cientificos, en aleanzando la humedad bajo el Cerro, se encon- traré la misma riqueza que tuvo en el haz de la tierra, Es verdad que, por més de 30 afios, se suspendié esta empresa, sin haberse atrevido los sefiores Virreyes a mandarla poner en ejecucidn, sin embargo de tas instancias que hizo la Azogueria de Potosi, principalmente en el Gobierno del Sr. Conde de Chinchén. Tampoco hay duda que se tuvo por motivo la incertidumbre de lograr las riquezas que se iban buseando; y yo discurro que la causa principal fue que entonces todavia no apura~ ba la necesidad, pues, cada cajén vendia arriba de 80 marcos, y no es di- ficil comprender que se creyera no bajaria en adelante de esta ley. En el dia, ha Ilegado la pobreza a tal extremo, que se tiene por a- fortunado el que lava de 6 a 7 marcos por cajén; y por mAs que se des- velan en [os escudrifios de] Cerro, no vemos que se adelante cosa alguna. 730 PEpRO VICENTE CaNETE Y DoMiNGUEZ [C.VIIL- N.VIL. ‘A excepcién de uno u otro, todos los demas apenas logran tres o cuatro marcos por cada 50 quintales de metal (que aqui llaman “cajén”), sin alcanzarles este producto siquiera para el costeo de sus faenas, a causa de los excesivos arrendamientos y subido precio de los materiales. De don- de procede, que no hay azoguero que pueda contar con cien pesos libres al cabo del mes. Sélo la esperanza alegre de las minas, 0 més bien Hamé- mosla fatua, puede entretener un ejercicio tan poco util al par que peno- so. Todas las labores conocidas ya estén disfrutadas, y no se oye que se haya descubierto alguna veta nueva. De suerte que, si no se mejora esta mineria, se puede temer que la experiencia dilatada de tantos desenga- fios, obligue a dejar el trabajo, como ya lo pensaron en el siglo pasado y se verificé en la Gran Chocaya, Lipez y otros lugares del Reino. Pero debiéndose creer, por otra parte, que aquellas vetas antiguas inundadas en la riqueza (segtin testimonio de los ancianos), la conser- van hasta ahora, y que se encuentran por el hilo de su direccién, es por haberse repartido en ramillos muy menudos, ahondados hasta los planes, para volver a formar en la humedad el troneo de la veta, en figura de ce- Pa, como afirma el sabio Virrey Don Francisco de Toledo, *°? hubiera si- do’ cobardia lastimosa no empefiarnos a buscar el corazén de este gran coloso de plata, y después de incurrir en el desprecio de todas las nacio- nes, nos hubiéramgs abandonado a los Gltimos extremos de la ruina que se est temiendo ha mAs de un siglo. Segtin ha figurado la situacién de nuestras vetas, opinan, todos, que fuera del Socavén Real debfan darse otros particulares para el desa- giie de las minas que se sabe haber sido caudalosas al tiempo de su inun- dacién; porque es muy dudoso que se acierte a cortar por el mismo sitio donde van a encabezar todas las venas metalicas de nuestro Cerro; y aun- que se toque con ellas cortando la montafia por su travesia, nunca se lo- grard la empresa del desagiie, si por aquél paraje no se han reunido to- davia los ramos en que se estrellé la veta; cuando por el contrario es in- falible el suceso por medio de los socavones particulares. Sin mas fin que facilitar la saca de los metales, por la excesiva pro- fundidad de las vetas Hamadas de Centeno y la Rica, asegura Juan de Laert, “°3 con la atttoridad de Acosta, que el afio de 1590 se hallaban ya a- biertos en el Cerro de Potosi, nueve socavones, fuera de otros que se iban comenzando a abrir, y que uno de ellos nombrado el Benino, dirigido a Ia Veta Rica, se coneluyé al cabo de 29 afios, a costa de imponderable tra- bajo, con todo que su boca no distaba del crucero sino 250 varas. En esta misma Provincia se han dado otros socavones en e} mine- ral de Aullagas, en el Partido de Chayanta, y en Ubina, del de Porco, los cuales han tardado de 15 a 20 afios; y hablando don Antonio de Rivadi- neira * del Real y minas del Monte, distante 18 leguas de México, afir- ma que al tiempo en que escribia, se habian pasado mds de doce afios des- de que se dié un socavén para desaguarla, a expensas de mucha gente y de millares de pesos que hasta entonces iban gastados. Nuestro Socavén Real apenas lleva siete afios, y ya se halla avan- zado més de 800 varas en lo interior de la montafia, sin haberse gastado més de 120,000 pesos, con todo que la altura del canal es de dos y media varas y su ancho de otro tanto, cuando el socavén del Benino apenas te- nia la’estatura de un hombre, con ocho pies de longitud, segin el cita- do Laert. #5 C.VUL- N.VILJ DE LA SUPERINTENDENCIA DE MINAS 731 Sin embargo de estos progresos, no falta quien se aflija al ver to- davia que no se han descubierto pozos de plata mas poderosos que los de Anibal; pero si recordasen la historia del mismo Cerro que acabo de re- ferir, tendrian mucho que admirar, en vez de entristecerse. Lo que al parecer de muchos hace desconfiar del buex suceso del Socavén, es haberse emprendido al Este del Cerro, cuyo sitio se manifies- ta a la vista mds elevado que al Poniente; y creen que hacia este lado se debié abrir en un paraje que llaman Santiago, o en otro que Haman Li- Pij-Orko. El mismo Director confiesa fa mayor elevaci6n de aquel sitio; pe- ro al mismo tiempo asegura que el plan del Socavén corresponde al pun- to de la falda del Cerro en los citados parajes de Santiago y Lipij-Orko; y en este caso tanto importa por un lado como por otro la abertura del ‘anal, porque todo al fin es busear el pie de la montafia, para el desagiie de las inundaciones mis altas. Siendo asi, es mucho mas conveniente que el Socavén se haya da- do por donde hoy se ve, porque por alli estan mucho més cercanas las ve- tas del Cerro, como advierten todos, en la que laman de Polo; de suer- te que si por esta parte habia de durar la faena ex obras muertas diez 0 doce afios, hasta hacer el primer corte, es necesario que durase triplica- do término por la parte contraria, segin la distancia que se extiende la falda del Cerro antes de tocar el cuerpo de él. Los gastos se multiplicarian también proporcionalmente, y éstos tal vez subirfan a un guarismo espan- toso, si se quisiera llevar Ia linea por el centro de la montatia, pues, abier- ta la puerta del Socavén a un tercio de ella, seria menester buscar des- pués, a fuerza de trabajo y de dinero, la direccién correspondiente para atravesarla por su mitad; y no que ahora corre el canal por la derecera de la cumbre, ahorrando camino y costo, con la ventaja que si fuera cier- to el pronéstico del Sr. Toledo, debemos esperar que al cabo encontrare- mos con esa cepa de riquezas que tanto se necesitan para remedio de las urgencias de la Corona. Por ultimo, yo no juzgo digno de aprecio el rumor que oigo sobre los errores del Socavén, pues, no he hablado aqui con ninguno que sea ca- paz de decidir una materia de esta clase, ni juzgo que se pueda alzar la mano de ella, mientras no nos desengafie un gedmetra cientifico, que ten- ga acreditados sus aciertos por la practica de otras operaciones. No es la primera vez que se ha oido en el Pert censuras muy tenaces sobre la mala direceién de soeavones y al cabo se ha palpado su arreglo con los efectos; con que, no sera extrafio que suceda lo mismo en Potosi. Bien que se debe tratar de economizar los gastos, cercenando los sueldos crecidos de mayordomos, sobreestantes, segundos directores, y otros semejantes, con que suben los costos semanales a mas de 300 pesos, cuando sélo trabajan dos barreteros por frontén y cuatro apiris (aca~ rreadores), para el acarreo de los desmontes. En quedando el Director principal que comenzé la obra, y un mayordomo que cele el trabajo de los operarios, con el mismo salario que tienen los mayordomos o mineros del Cerro, es muy suficiente para que se pueda encargar al Administrador ~ del Banco la contribucién de los avios necesarios, en pélvora y otros ma- teriales, como tambign el pago de jornales y sueldos, en presencia de los Diputados de la Azogueria; y entonces se vendria a ahorrar més de la mitad de io que actualmente se gasta; de manera que, con otro tanto de

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