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Es posible que el Presidente del Gobierno sepa quin fue Max Weber, pero no es
probable que haya ledo /La tica protestante y el espritu del capitalismo/ o sus
dos clebres conferencias de Munich, pronunciadas en 1917 y 1919, /La ciencia como
vocacin/ y /La poltica como vocacin/. Nuestra actual clase poltica no es
demasiado leda y los pocos representantes pblicos que s han abierto algn libro
creen que la teora de la relatividad la formul Isaac Newton o se hacen un lo con
los ttulos de las obras ms conocidas de Immanuel Kant. Sin embargo, el
conocimiento profundo y la reflexin sosegada sobre los grandes autores del pasado
es muchas veces de valiosa ayuda para entender el presente y para el arte de la
conduccin de los pueblos.
En este punto es donde entra el legado intelectual del genial socilogo alemn, al
que uno de los asistentes a su leccin magistral pronunciada hace un siglo
describi como ese hombre barbudo y demacrado que durante su exposicin en
ocasiones pareca un profeta atormentado por la premonicin de futuros cataclismos
y en otras un guerrero medieval antes de partir a la batalla. En efecto, el
Estado, lo que encarna y representa, el imperio de la ley, el orden, la seguridad y
la garanta de los derechos y libertades de sus ciudadanos, implica que sea el
nico depositario del empleo de la violencia y es por eso que el polica que abate
a un terrorista acta de manera moral y legalmente correcta y el terrorista que
hace explotar una bomba en un supermercado no puede alegar pretextos polticos para
justificar su horrendo crimen. Si el Estado renuncia a esta facultad suya esencial
y necesaria, el Estado desaparece. Por tanto, si Rajoy es incapaz de superar su
pavor a la accin resolutiva y no toma medidas contundentes antes de dos meses,
tendr sobre su conciencia el infamante baldn de haber sido el gobernante espaol
que permiti que la Nacin a l confiada quedase reducida a astillas.