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del crimen en Nochebuena es asimismo tragica obra del propio emperador. Acuciado por un espectro que en suehos le presagia fa muerte a manus de Michael acude Leo presuroso a la caircel co abjeto de sere narse contemplindo al conjurady en sus cadens, Pero lo sorprende ataviado con la purpura imperial, todeado por la guardia, que le rincle honures. Un vez advvertido de que Michael cuenta con partidarios nto en palacio como en la ciudad, no le resulta @ éste dificil convencer a los conjurados de! peligro que se cierne sobre ellos. Para atajarlo acuerdan dar muerte al emperador, aunque apercibiendose igual mente de Ia dimensidn tragica de la profecin. A esta dedica el coro su intervencién en la conclusién del tercer acto: Quienes con signos son prevenides por el cielo no han modo de sortear su fortana; muchos se ven salir al encuentro de la muerte mientras inentan escapar de ella." En consonancia con la impusibili dad de separar lo bueno de lo malo cn este mundo se halla el cinico augurio del espiritu en respuesta a la consulta del conjurado antes de asesinar al empera- dor: Tuyo serdé cranto Leo Hleva encima Parque la interpretacion del mage reza: Ambigua aparicucia tiene el anuncio del espiritu. Tu premio serd cuanto Leo leve sobre si. (Sea, pues! {Mas qué lleva? ;La co- rona y la muerte! Bien temo que te aplasten las mis- mas cuitas.'* La profecta, pues, trasciende la con clusion de la tragedia y la victoria de los conjurados al presagiarle a uno de ellos el mismo destino que Leo en pago a su derrucamiento. 5 Tras la muerte del emperador la obra se convierte en la tragedia de la emperatriz, Es la responsable de la muerte de su esposo y de la que da por cierta para 264 "fee Hh baud cusdere © : si misma, No tiene par en la tierra la erueldad de quien por campasién ha de dar en su propio verdugo,"* pro- fiere con talante afin al del rey de La vida es sueno. Pero su destino trigico atin no se ha consumado. Porque la muerte que implora como si fuese su vide le sera ahora denegada por el asesino de Leo a quien salvara ella la vida, en cruel gesto de gratitud. Ast pues, abandonard el escenario no a titulo de mori- bunds sino proclamando un desvario que bien pa- rece parodia de cuanto la esta privando Gryphius; esto es, de su exaltacién como martir. Con su maride «le cuerpo presente y rodeada de conjurados procla- ma: Oh, dicha inesperada! ;Oh, reconfortante par bien! ;Seas bienvenido, caro principe! ;Duerto de nues- tos sentidos! ;Amigos, dejad el Into! Vive."” De igual modo que Leo Anmenius presenta un acu- sado contraste con los ulteriores dramas de martires del propio Gryphius, también profundiza en el moti- vo barroco de la fugacidad hasta calar en su fondo tragico, pues no s6lo capta Ia celeridad con que as- cension \’caida se siguen, sino también su identidad dialéctica, logréndolo de forma preclara en aquel pasaje donde la metéfora atrapa con tanta fortuna Ja esencia de lo triigico: Ascendemos como el humo que en el aire se desvanece; tras la caida ascendemos y quien alcanza ta altura pronto halla qué to derribe.™ Fedra 1 E] omor de Fedra por Hipélito es un amor prohi- bido, oculto, inconsumable. Cuanto la pasién le im- pone se lo veda Fedra a si misma por lealtad a Te- seo. El amor, pues, en vez de unitla al amado, la Cc. EE. HO M A. CENTRO DE ESTUDIANTES DE LA FACULTAD DE HUMANIDAL Iniversidad Necienal del Cc See = auger divide en su interior. De poder renuneiar al amor oa Ja fidelidad la escisidn se salvaria y la tragedia se postergaria por mor del compromiso. Pero siendo incapaz de ninguna de las des cosas, es decir, dese el momento en que su fucro interny conuce la posibi- lidad, pero no la capacidad de realizar ambas cosas. xe erige en hervina irigica. Nu obstante, tal condi- cién tragica se patentiza en Racine como mera ex teriorizacién de otra fisura mas profunda, que no es Ja abierta entre el amor y el deber, sing la que sufte el amor en su propio seno.”” Porque Fedra no s6lo quiere a Hipolito a pesar de que sea hijo de su espo- so, sino también por serlo. Cuanto se cruza en el ca- mino del amor que le profesa no es sino origen mis- mo de ese amor. En Hipélito ama Fedra al Tesev que un dfa acudiera a Creta y que habia ya dejado de serlo cuando la solicité en matrimonio: Oui, Prittce, je languis, je brile pour Thesée. (Je aime, non point tel que font vu les enfers / Volage adorateur de snille objets divers, | Qui va du Dieu des morts déshonorer la couche; | Mais fidéle, mais fier, et méme wn pe fa rouche, / Charmant, jeune, trainant tous les cocurs aprés soi, | Tel quion dépeint nos Dieux, ow tel que je vous voi." Semejante astucia, que inclusv en la de claracién de amor a otro permite salvar la aparien- cia de fidelidad conyugal. es slo posible p el coraz6n de Fedra se hallan intimamente intrinca- das fidelidad e infidelidad. La atraccidn hacia el jo proviene del amor hacia el Teseo del pasado: el incesto —siempre y cuando aqui pudiera hablarse de tal cosa— es en Fedra indicio también del pode- roso vineulo que la une a una imagen incap: verse satisfecha por la realidad. Pero el amor hacia Ja imagen pura de Teseo no slo despierta en Fedra el amor hacia Hipdlito, sino que malogra al mismo tiempo la consumacién de ese amor. Porque si Hipé- lito atendiera los requerimientos de Fedra perde 266 instantineamente cuanto Fedra ama en él. Es un ‘amor que en primera instancia no se ve tragicamen- te frustrado por la accién de su antagonista, el de- ber, sino en virtud de si mismo, puesto que esta en- comendado a lo pure e inocente. Fedra solo podria posverlo en el pecado y en el pecado sélo podria des- trozarlo, De otra parte, no sélo no existe camino al- guno para la consumacién de su amor; tampoco lo hay para eludirlo. Sea cual sea el que emprenda, 1o- dos fa encaminan de nuevo hacia Hipdlito, calando Ue forma ereciente en su amor, mas sin aproximarla a su plenitud. Cuantas ofrendas y oraciones consa- gra a Venus para que la diosa la'libere de su senti- miento terminan muy a pesar suyo convertidas en propiciacién al amado, su dios: En vain stir les autels ma main bridlait Fencens: ! Quand ma bouche intplo- rait le nom de ta Déesse, | Fadorais Hippolyte; et le voywir sans cesse, | Méme au pied des auuels que je Jaisais fismer, | Toffvais tout a ce diet que je n’osais nonpner.'*' Mientras que la mascara del odio se limi- ta a aumentar la distancia exterior, sin que por ello mengie la proximidad del amor, que sélo se ve in- crementada: J'ai voulu te paratere odieuse, inhuinai- ne. | Pour inieux te résister, j'ai recherché ta haine. ! De {quoi mont profité mes inutils soins? | Tu me hatssais plus, je ne Caimais pas moins. | Tes matheurs te pré- taieni encore de nouveaux charmes.'® En suma, el azo ocultamente tendido entre su fidelidad y su in- fidelidad llega incluso a transformar la huida hacia cl esposo en la senda que conduce al amado. A Fedra el rostro de Tesco le recordaré despiadadamente a Hipolito.™ La muerte es la dinica escapatoria posi- ble a una vida cuyo anhelo y sentido ha terminado sicndo por entero un amor vedado no s6lo por el mundo, por el amado y por Fedra, sino también por ese mismo amor. Cuando se inicia la tragedia Fedra esta resuelta, 267 Porque mientras guarde su amor en silencio ha bré de parecerle pecado la huida ante el pecado contra Dios, contra Teseo, contra sus hijos.! Por sa raz6n descubre Fedra, aoremiada por su ama Eno- na, su secreto, Pero la conlesidn, realizada con el propésito de sentirse autorizada a partir de la visa, Iareintegra a ésta trabandola a una cadena de accion nes que la conducen a la muerte, no sin que anics haya muerto Hipolito por su causa, Porque a puco de confesar su amor legs la nueva de Ia muerte de su esposo. En lugar de permitirle mori la convence Enona de que, como viuda de Tesco y por el amor de sus hijos, no puede dejar'a éstos desvalidos. La i gica unién de fidelidad e infidelidad, el alberyue hasta entonces de su pasisn, le sale ahora al encucn: tro por via del realismo politico de Enona: Fedra tiv- ne que aliarse con Hipélito para asi garantizarle a su hijo el trono de Atenas frente a las pretensiones de Aricia. Asi es cémo tras una buena porcién de me ses en el destierro comparece ante Fedra quien su fricra esa medida sin conocer el motivo. Pero cuanto ella expone no es conceriente a los hijos, sino al amado: de manera velada en un principio, a titulo de encomio del amor que siente por tin Texso cu imagen ideal tiene ante si, y luego —cuando el mora ser entendida cede ante el miedo a no serlo— en franca confesién. Sin embargo, puesto que Fedra detesta esos sentimientos, culmina. la, declaracion solicitando que el amado ia mate. Una ver. se le ha denegado también esto, le arranca a Hipolito deses- peradamente la espada, dispuesta a morir, pese a todo, por obra de suarma, siendo contenida en ese instante por Enona. El ca~acter trigico de la esccna 268 se ve acrecentado por una noticia que pone de mani- Fiesto lo falso de la necesidad de entrevistarse con Hipélito, puesto que Atenas acaba de conceder la primacia a su hijo. En vano intenta Enona recordar. lea la reina cudles son sus deberes; Hipdlito es su tunica idea, con mayor intensidad que nunca. Porque siya antes sabja que su amor por Hipélito era incon- sumable, con Ia confesién no sélo se ha acreeentado dicha certidumbre, sino que ha sufrido una honda convulsi6n, Toda vez que Hipdlito se encuentra ya al corriente de su amor, se le ha deslizado en el cora- 26n un atisbo de esperanza." Excusa el silencio de Hipolito pretestando que quien hubiera crecide en lus bosques bien pudiera ser un miségino, mostrén- dlose a la vez dispuesta a ofrecerle Atenas para a: gandrselo. En su ofuscaciGn implora ayuda a la dio- sa que la ha hecho su victima: que Venus se vengue convirtiendo a Hipdlito al amor. Su deseo, no obs. fante, se vera cumplido de manera tagicamente irénica antes de llegar a ser formulado. Porque Hi- politoama a Aricia y acaba de renunciar —él, el pre- sunto orgulloso— a la corona de Atenas en favor de ésta. En el Unico instante de su tragico destino en que Fedra se entrega a la esperanza y antes de en- terarse de los auténticos sentimientos de Hipélito, se ve sobrecogida por una nueva que le privard de toda esperanza. Enona, enviada con la comisién de con. veneer a Hipolito, vuelve a ella con la noticia del regreso de Teseo. Al igual que la esposa del Enfermo imaginario —sin ser consciente de ello— acaba de ser sometida a prueba por el destino. Pero la eruel broma de Argan muestra aqui su vertiente trégiea, puesto que en definitiva si la viuda de Teseo ha lla, mado a Hipélito no ha sido con el nimo de confe- sarle su amor, sino para garantizarle el trono all que tiene con Teseo, Su fidelidad vuelve, pues, a en, caminarla por la senda de la infidelidad. De forma 269 que como esposa de Tesco vuelve a dese: causa del amor que siente por Hipdlito, ra, una vez desvelado el secreto, le quepa sdlu ha- cerlo deshonrada. Y Enon perstiacle de nucve ak reina de que no muera por cunsideracion hacis sus hijos, cuyas vidas quedarian ensumbrecidas por el pecado cometido por la madre. Con ella sumida en, la infamia se da otra vez Ia tragica coincidencia en. tre cuanto le impone y le veda a Fedra la muerte. Petrificada, contempla la intriga de Enona, q para demostrar Ia culpa de Hip fe al que Yago, el objeto que abuna su inucencia la esp: da que dejara en manos de Fedra por no querer mancillarse, y Fedra lo siente asi, con ef arma que ella hubies¢ tocado. Apenas tramada la maquina- cién, se apr air tras Enona pata ha- lara Hipélito y salvarlo, Pero la intervencién salva. dora se ve trégicamente malograda al confesar tl, pensando que ello lo salvaria, el amor prohibido que siente por Aricia. Inmerso en la érbita de la duda y victima, en definitiva, de la dialéctica de la descon- fianza, él momento salvador Hlega a malograrse dos veces consecutivas en virtud de su propia entidad Como Otelu, lo que buscar Tesco no sera una evi- dencia de la inocencia, sino de la culpa. Y, como quel, dari mayor crédito al objeto que a ka person: cuya evidencia sufre la trigica seniencia de pasar por ardid de puro verosimil. De abi que Tesco reste toda eredibilidad a la confesidn de su hijo y reclanw venganza de su dios protector. Fedra, por el contr rio, se muestra convencida de la verdad encerracta en el presunto embuste de Hipdlito, precisamente por la misma razén que Teseu no cree en ello, Tam- bién a ella se le antoja en la dialéctiva de la duda de mayor evidencia lo temido que lo anhelado, Pese a Ia certeza de Teseo no tiene fuerzas para dudar'* de cuanto le permite distinguir las enteras dimensiones 270 le su sufrimiento, tanto mas cuanto en el amor de Hipolito y Aricia ve consagrado todo lo que ella tie- ne vedado. Porque no se trata sdlo de que el amor que sienta Aricia se vea recompensado, es que ad nds. se ve recunpensado en un estady de inocer cia,! Fedra prescindira de intervenir a favor de Hi pulitu, de forma que la confesién que hubiera tenido ‘que probar Ia inocencia de éste se volver por segun- da vez en su contra. Hasta exe momento no aleanzat Fedra la libertad respecto a su ama, para darse muerte finalmente, movida por el deseo de restituir al mundo el momento de pureza que hubo de des- ruirla por haberlo amado. La ultima palabra que pronuncia es: puret Demetrius A diferencia de su precursor entre los dltimos proyectos teatrales de Schiller —Warbeck, el impos- lor que pretende pasar por duque de York—, Deme- trius no es originalmente un impostor. Siguiendo al historiador Levesque y mostrando a un Demetrius persuadido de sus derechos, logra Schiller lo que no consiguiera en Warbeck: la unién entre el ser sub- ietivo y la apariencia objetiva, condicién ineludible para el tratamiento trgico del antagonismo entre ser y apariencia, Con ello abondaria el ciclo vital de Demetrius convirtiéndolo en un camino hacia la conciencia, Una de las sendas conduciré a Deme- trius desde Sambor —donde vive como refugiado ruso bajo Ja proteccién del gobernadur polacu— hasta la dieta de Cracovia y de ahi, al frente de un ejereito polaco, hasta Mosca. Mientras que la otra lo alzara desde un estadio de feliz e inocente ignoran- cia" hasta el espejismo de la conciencia que en su verro toma por esencia lo que no es sino apariencia, 271

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