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LAS INFLUENCIAS CULTURALES EN LA TEOLOGÍA Y LOS

ESTILOS DE LA ADORACIÓN

por Dinorah B. Méndez


Profesora. de Historia y Teología en el Seminario Teológico Bautista Mexicano y
vicepresidente, Comisión sobre Adoración y Espiritualidad, Alianza Bautista Mundial 2000-
2005.

INTRODUCCIÓN

La adoración es la respuesta del ser humano a lo que Dios es y hace. La palabra proviene del
latín y expresa la idea de reverenciar y honrar con sumo honor, amar en extremo y van
implícitas las ideas de mérito, valía, consideración, importancia, dignidad, excelencia y
precio; por lo tanto la adoración significa reconocer y declarar la excelencia de Dios
(Bartley, 179; Nelson, 7-12).

La experiencia de adoración es aquella en que el que adora siente la santidad y majestad del
Señor y responde a sus requerimientos en obediencia y amor. Es una experiencia espiritual
en la que el que adora entra en comunicación espiritual con el Dios tres veces santo. Es una
relación entre Dios y el ser humano que hace que nuestro lenguaje resulte insuficiente para
expresarla. Pero ese encuentro es el punto de partida para desarrollar una mejor y mayor
comprensión de la naturaleza de nuestro Dios. Por eso se puede decir que la adoración es un
arte, o una disciplina, que requiere tiempo y dedicación para perfeccionarla. En vez de que
"cada uno haga lo que bien le parezca" en la adoración es imprescindible que el adorador
conozca todo lo posible del Dios a quien él adora y, en segundo lugar, que entienda su
propósito general y particular para su vida. La Biblia es la única fuente objetiva y confiable
para lograr este conocimiento. Por lo tanto, la disciplina rigurosa del estudio bíblico va
mano a mano con la práctica de la adoración que agrada a Dios (Bartley, 195; Nelson, 8-11).

La adoración es tanto individual como colectiva (privada y pública). Y aun en el caso de la


adoración pública se trata de el encuentro íntimo y personal con Dios en Cristo. El creyente
hace su personal contribución al culto público y recibe a cambio edificación y fuerza de
quienes adoran con él. Se puede aun decir que el culto público es el ministerio primario de la
iglesia pues antes de la proclamación del evangelio y para que dicha predicación sea
significativa y eficaz la congregación de creyentes debe experimentar la adoración. Se
necesita una atmósfera de reverencia cúltica en la que la Palabra de Dios pueda hacerse
carne en nuestros corazones (Nelson, 8, 11).

La adoración se expresa por lo menos en cinco maneras: Como respuesta a lo que Dios ha
hecho o dicho, como diálogo con él, como celebración de sus obras maravillosas, como drama
representando sus actos de misericordia y como ofrenda de nuestra vida y/o bienes
(Bartley, 8). Estas maneras de expresar la adoración da lugar a los distintos elementos y
actos de adoración que se dan tanto de manera privada como pública: La oración, la
ofrenda, la música, las ordenanzas, la proclamación y los votos de consagración.

Cada uno de estos elementos dan expresión a la teología que se cree, a la vez que influyen
en esa teología. Así mismo la cultura o contexto en que los creyentes se desenvuelven

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puede afectar o verse afectado por la teología y práctica de la adoración. En los últimos
años se ha enfatizado la necesidad de contextualizar la teología y particularmente la
adoración. Esto ha significado para algunos la celebración de los actos de culto y las
expresiones de la adoración en formas de la cultura autóctona. Sobre todo en lugares
donde la fe cristiana ha sido relativamente reciente y comunicada por extranjeros
(Mbonigaba, 26-32). Este tipo de influencia cultural en la teología y los estilos de adoración
parece justificable y hasta deseable. Sin embargo, lo que parece haber surgido en las
últimas décadas, por lo menos en América Latina, es una controversia entre estilos de
adoración que se vive por igual en países donde el evangelio ya ha estado presente por
siglos y puede pensarse que ha logrado contextualizarse, por ejemplo: Estados Unidos de
América e Inglaterra (Earey, 7-9).

Así que es importante reflexionar si la controversia entre estilos de adoración en América


Latina se debe a la búsqueda de un mayor impacto de y en las culturas autóctonas de este
continente o es un fenómeno generalizado en donde la cultura que está influyendo no es la
local, sino la cultura globalizante y consumista. (Earey, 8)

En este tema nos concretaremos a uno de estos elementos, la música, que ha sido el área de
la adoración que más controversias está generando. Específicamente se examinará su
modalidad de música cantada, debido a que la unión con las palabras tienen una importancia
teológica particular.

I. EL PAPEL DE LA MÚSICA EN LA ADORACIÓN

Se debe reconocer que la música es solo un elemento de la adoración. Lamentablemente, en


las controversias actuales, parece que para muchos solo la música importa, y aun hay
quienes la han confundido como sinónimo de adoración. Hay congregaciones que se refieren
al tiempo dedicado a entonar cantos como el tiempo de la adoración. Esto es una confusión
que se debe rectificar. La música si bien es un elemento importante, es solo una parte de la
adoración (Wittig, 46-47; Earey, 8-9).

La música tiene un gran poder tanto para reflejar como para dar forma a la experiencia
humana. En la adoración como en otras actividades, la música es capaz de expresar los más
profundos pensamientos y emociones en maneras que las palabras solas no pueden. La
música en la adoración cristiana es una fuerza poderosa, pero sin embargo riesgosa por lo
que se debe usar con mucha reflexión, creatividad y oración. La música ha jugado un papel
prominente en cada servicio cristiano que se ha celebrado en toda cultura, en todos los
períodos de la historia y en cualquiera de las tradiciones cristianas. Ha sido usada para
expresar toda emoción, desde dolor hasta júbilo. Con sus elementos de melodía, volumen,
tiempo, ritmo y armonía, la música ofrece una mayor amplitud y variedad de expresión que
las palabras. Aun siendo algo intangible, que deja de ser después de ser escuchada, y hasta
es diferente cada vez que es expresada, tiene la capacidad de manifestar y hacer surgir
emociones de gran intensidad que tocan el alma. Además, la música tiempo después de
desvanecerse puede mantenerse viva en el recuerdo del oyente, y las emociones que evocó
pueden resurgir de nuevo. La música puede confortar, excitar, animar y dar lugar a un sin
fin de otras reacciones, dando voz a sentimientos inexpresables. La música pertenece a la
misma dimensión del amor, la fe y la imaginación; siendo intangible e indefinible, solo se
pueden describir algunos de sus efectos. Por eso es importante examinar maneras en que el
cristianismo puede apreciar y hacer uso de la misma. Pues para la fe cristiana la música no
es un fin en sí, sino un medio para expresar la adoración a Dios, proclamar su evangelio y

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expresar las distintas respuestas del pueblo del Señor a su revelación. Es importante
también entender las bases teológicas de su uso en el culto cristiano y ubicarla en su
función apropiada (Nichols, 93-94).

A. TIPOS DE MÚSICA EN LA ADORACIÓN CRISTIANA

En la adoración se usan al menos dos tipos básicos de música: la música cantada, por la
congregación, coros, solistas o grupos, y la música instrumental. No hace falta definir cada
uno pues su nombre indica sus características; sin embargo, debido a que el resto del tema
se refiere específicamente a la música cantada, es válido ampliar el comentario sobre este
tipo de música en la adoración (Schalk, 115-117).

La música cantada se centra en la himnodia de la gente. Entendiendo por himnodia el


conjunto de himnos y cantos que combinan palabras con melodías. En los primeros días de la
Reforma ese cuerpo de himnodia se conformó con cantos medievales, de cantos populares
en el tiempo pre-Reforma de origen latín y alemán, y con canciones seculares a las que se
les adaptó letra sagrada, pero también con cantos nuevos que se crearon tanto en letra
como música. Desde el principio los cantos cristianos incluyeron temas de proclamación,
alabanza, meditación, oración y edificación (Schalk, 115-116).

B. EFECTOS DE LA MÚSICA CANTADA

La belleza y el poder de la música y la poesía que conllevan los cantos fortalecen la


adoración y facilita la comunicación entre los seres humanos y Dios. La música también
promueve el aprendizaje de las palabras y por lo tanto de las verdades que contengan. Esto
se debe en una parte a que permite mayor tiempo para reflexionar en ellas que cuando
simplemente se hablan y por otra parte porque simplemente hace que las palabras se
memoricen más fácilmente. Además, un efecto muy importante de el canto repetido es que
las personas van finalmente creyendo lo que cantan aun subconscientemente. Esto debe ser
tenido muy en cuenta por aquellos que seleccionan la música que se usa en la adoración
colectiva, puesto que ideas falsas o medias verdades sentimentaloides y conceptos
teológicos cuestionables pueden ser adoptados al igual que lo puro y santo. Se debe
recordar que mucho acerca de la fe ha sido enseñado a través de la música de la iglesia. Los
efectos de la música cantada van desde llevar a un no creyente a entregarse a Cristo, hasta
fortalecer la fe y unir a los creyentes en una comunidad de fe. Una congregación cantando
se puede ver como un símbolo de la unidad en Cristo de esos creyentes. Una congregación
que canta unida da evidencia que tendrá un impacto positivo en el mundo que le rodea
(Nichols, 97).

C. FUNCIONES DE LA MÚSICA CANTADA

El canto en la iglesia es un regalo de Dios al igual que toda música. En un don con el cual
Dios bendijo a su creación y produce alegría y disfrute. Tanto la música como las palabras
pertenecen a la esfera de lo audible en la creación y es algo que debe maravillar. El poder
unirlas para ser cantadas, todo esto, es un don (Westermeyer, 101).

Es importante señalar que el canto cristiano cumple varios propósitos y se manifiesta en


diversas expresiones. Es usado para alabar a Dios y para proclamar su palabra. Puede
expresar la oración de los creyentes y relatar la historia del Evangelio. Estas son sus
diversas funciones.

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1. Un canto de alabanza

El canto especialmente para los cristianos evangélicos es obviamente un canto de alabanza.


Muchos salmos exhortan a alabar al Señor. Dios debe ser alabado, y la música es uno de los
principales vehículos para expresar esa alabanza. Lutero decía: "Dios nos ha hecho tan
felices a través de su Hijo enviándolo para que nosotros pudiéramos ser rescatados del
pecado, la muerte y el diablo que quien cree esto, sincera y entusiastamente, no puede sino
estar feliz y debe cantar alegremente…" Dios ha actuado con bondad y amor hacia nosotros
y la respuesta natural nuestra debe ser un canto jubiloso de alabanza desde su expresión
más formal hasta la más informal (Westermeyer, 99).

2. Un canto de oración

Esta función se observa mayormente en las tradiciones cristianas con un estilo de


adoración de tipo litúrgico (con un modelo más o menos preestablecido y rígido, ej. La
Iglesia Católica Romana) como es el caso del canto gregoriano. En este caso las oraciones se
dicen acompañandolas de música. El propio Calvino incluyó el tema del canto en la sección de
sus Instituciones donde hablaba de la oración. También se puede observar que del conjunto
de himnos que usa el pueblo evangélico una gran parte podría considerarse de hecho como
oraciones. Para ilustrar esta función del canto cristiano en contraste con la función de
alabar, se dice que así como el ser humano ríe y llora, el reír sería paralelo al canto de
alabanza y el sollozar al canto de oración (Westermeyer, 99-100).

3. Un canto de proclamación

En Efesios 5:18, 19 es claro que la música es un medio a través del cual las palabras y la
Palabra del evangelio son proclamadas. Lutero refiriéndose al pasaje paralelo de Colosenses
3:16 decía que el canto era un medio por el cual la doctrina podría ser predicada, enseñada
y puesta en práctica. Es muy usual que la función proclamadora del canto se mezcle y diluya
con la función de alabanza. Dado que la alabanza es tan obvia usualmente toma precedencia.
Sin embargo, el uso del canto para proclamar la Palabra debe mantenerse como una función
separada aun cuando la conexión con la alabanza pueda ser muy cercana. Esto se debe no
solo a razones teológicas sino para ser consecuentes con la herencia musical de la iglesia.
Mucha de esta herencia es exegética o de proclamación, sirve para interpretar, para
mostrar abiertamente o más claramente la Palabra de Dios. Estos efectos ocurren cuando
una congregación canta. Por eso desde tiempos antiguos se usaba para impartir las
lecciones bíblicas con melodía o cantadas (Westermeyer, 100).

4. Un canto de relato

Este aspecto del canto es al parecer el menos evidente, pero al reflexionar un poco se
observa que esta función es la más obvia y profunda. El canto es relatar. Cuando el pueblo
de Dios recuerda la historia de los poderosos actos de Dios invariablemente canta (Exo.
25:1-8; Job 38:7; Sal. 98:1; Luc. 1:47-55 y 68-79). Desde el principio de los tiempos hasta
los relatos de las últimas cosas, el relato bíblico es un canto para ser cantado. Lo mismo
sucede al examinar la himnodia del pueblo evangélico; contiene el relato completo de los
poderosos hechos divinos. La música se vuelve el instrumento por el cual la comunidad
recuerda, celebra y recuenta lo que Dios ha hecho. Tres aspectos confirman el canto
cristiano como relato. Primero, provee un panorama secuencial y lógico; hace que sea fácil
seguir el relato bíblico desde la creación hasta la consumación, y lo hace en solo dos o tres

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párrafos. Gradualmente se da significado al pasado y al presente. Segundo, por la
característica de que esta música es comunitaria y tiene un efecto mnemotécnico, produce
que un grupo que canta junto llega a ser uno al recordar el relato bíblico y por lo tanto
recuerda quién es como pueblo y lo hace de un modo potente. Tercero, la música perdura al
igual que el relato que cuenta y hace más profundo y duradero el efecto de la adoración de
la cual formó parte. Esto conlleva la potencialidad de ser un instrumento de transformación
y de cambio. Por esto la música cantada es ideal no solo para contar la historia de la
salvación sino para acompañar la adoración (Westermeyer, 100-101).

II. LA TEOLOGÍA EN LA MÚSICA CANTADA

El potencial inherente del lenguaje es aumentado significativamente cuando es enlazado con


música y usado como un vehículo de alabanza. Cuando la música y el texto se combinan, la
música deja de ser una simple acción y las palabras llegan a significar algo mucho más
profundo que cuando se usan solas. Es la creación de una nueva entidad. Los himnos o cantos
tanto de la congregación como de grupos corales o solistas tienen esta característica y
tienen el potencial de expresar más de una emoción o afección al mismo tiempo. La música
es capaz de permitir a los seres humanos expresiones más complejas que las que permite el
habla simple. La música no es solo un vehículo para las palabras sino que al unirse se
convierten en una tercera clase de expresión en donde cada componente, música y palabras,
es magnificado y llega a expresar más de lo que expresaría cada uno por separado. Se dice
que Lutero consideraba el canto un privilegio del ser humano para expresar su adoración a
Dios y conmover el alma de los oyentes. Contrastaba el hecho de que otros seres vivos,
como las aves y los instrumentos creados por el hombre, solo podían producir melodías pero
sin lenguaje, sin palabras. En cambio el ser humano al combinar palabras y música puede
alabar a Dios y así estar proclamando su Palabra. Por eso se puede considerar la música
como uno de los lenguajes de la adoración (Nichols, 95). En casi todas las tradiciones
cristianas predomina el hablar (leer, predicar, enseñar, etc.) en los servicios de la iglesia.
En consecuencia, la música casi siempre ha sido usada en conjunto con palabras y
generalmente subordinada a ellas. Sin embargo, no hay duda que un marco musical
apropiado le da gran realce al poder ya inherente de las palabras. Alguien ha dicho: "el que
canta, ora dos veces" ("In Tune with Heaven", 155).

A. RELACIÓN ENTRE PALABRAS Y MÚSICA

Las palabras son indispensables para el intercambio de ideas, y la formulación y definición


de todo lo que es más que sentimientos vagos o ambiguos. Las palabras son usadas para
crear bellas expresiones y para permitir que sentimientos como el asombro, la reverencia,
la alegría o el regocijo sean descubiertos y expresados de manera refinada. Esto se ve en la
poesía, que manifiesta la habilidad humana de hacer que el lenguaje exprese lo
inexpresable. Por eso aunque la música tiene quizás una mayor capacidad para expresar las
sutilezas del ser humano, en la mayoría de los casos se necesita de las palabras para
expresar lo que la persona espera o siente. Cuando se usan en la adoración, pueden exaltar,
proclamar, estimular y deleitar. Las palabras permiten que nuestras almas se expresen ante
nuestro Dios. Sin embargo, las palabras siendo finitas pueden simplificar demasiado los
asuntos que se quieren expresar. Además, si se eligen mal las palabras pueden desvirtuar lo
que se quiere expresar, sonar con demasiada rudeza o insensibilidad, así que en casos
cuando las palabras solas pudieran lastimar, la música puede ayudar a que el mensaje sea
mejor recibido, se valore y resulte significante ("In Tune with Heaven", 155).

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B. IMPORTANCIA DE LA TEOLOGÍA EN EL CANTO

El Nuevo Testamento enfatiza el origen tanto divino como humano del canto. La música
fluye de la experiencia humana pero sin duda también la afecta. Santiago parece sugerir
que es más lógico asociarla con la emoción de la alegría (Stg. 5:13). Por otro lado el apóstol
Pablo afirma que la adoración musical debiera ser igualmente emocional e intelectual o
racional (1 Cor. 14:15). Sin embargo, hay quienes afirman que el Apóstol está refiriendose a
dos diferentes experiencias y enlazan este verso con Efesios 5:19 y Colosenses/ 3:16,
sugiriendo que cuando Pablo dice "cantaré con el entendimiento" se refiere a cantar
himnos, y cuando dice "cantaré con el espíritu" se refiere a cantar cánticos espirituales.
Esta distinción no tiene apoyo en el contexto de la carta a los Corintios. Más bien, se debe
afirmar que en toda experiencia de adoración tanto nuestra mente o intelecto como
nuestras emociones están o deben estar involucradas. Todo aspecto del ser humano
interviene y se ve afectado por estas experiencias; cada aspecto se involucra en diferentes
niveles en cada ocasión, a veces de manera más racional o a veces de manera más emotiva.
También es cierto que las reacciones se dan de acuerdo a las características de cada
persona y en el caso de la música, hay personas que reaccionan a ella más emotiva que
racionalmente. En el uso de la música congregacional en las iglesias del Nuevo Testamento
es interesante lo que expresa Colosenses 3:16: "Enseñándoos y amonestándoos los unos a
los otros con salmos, himnos y canciones espirituales…", ya que muestra un claro mandato
bíblico de usar el canto para aprender doctrina y enseñar la ética cristiana. Las primeras
iglesias cantaron de Dios y de la obra de Cristo expresando su nueva fe y al mismo tiempo
las enseñaban a los recién convertidos. Además, los primeros cristianos cantaban como una
ofrenda en adoración a Dios según parece indicar Hebreos 13:15 ya que confirma las ideas
presentadas en Efesios 5:19 y Colosenses 3:16 (Hustad, "Music in the Worship", 194).

Es importante reconocer que las Sagradas Escrituras han sido siempre la mejor y preferida
fuente de recursos para los textos de la música cantada en la adoración cristiana. Los
salmos y cánticos del Antiguo Testamento y los himnos registrados en el Nuevo Testamento
han sido la base para múltiples expresiones de canto congregacional; han provisto la
inspiración para la mayoría de los himnos y cantos cristianos extrabíblicos que hoy canta el
pueblo cristiano. De esta manera tanto si se cita textualmente la Escritura como si se
parafrasea, el contenido del canto se espera que sea fiel a la verdad bíblica (Hustad,
"Music in the Worship", 195).

Por otro lado y enfatizando lo que se expresó al hablar de los efectos del canto, la música
cantada promueve el aprendizaje de las palabras y por lo tanto de conceptos. Estos pueden
ser verdaderos o falsos. El efecto mnemotécnico del canto permite que las personas vayan
interiorizando conceptos aun de manera inconsciente o subconsciente. Se puede afirmar
que cantamos ciertos cantos porque creemos lo que expresan, es decir que si se selecciona
adecuadamente, el canto cristiano expresa la identidad teológica de quienes lo emiten. Pero
también se puede afirmar que creemos ciertos conceptos porque los cantamos, es decir que
el canto nos enseña y nos influye. Lo anterior muestra la importancia de seleccionar
cuidadosamente el canto que se utiliza en la adoración colectiva. De lo contrario, es posible
que ideas doctrinales ajenas y equivocadas se introduzcan en nuestras congregaciones,
posiblemente con la apariencia de verdades, pero que a veces se distorsionan o se mezclan
con error, y es peligroso exponer a la congregación a la influencia de música que contenga
conceptos teológicos cuestionables (Nichols, 97).

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Las consideraciones presentadas hacen posible afirmar que escoger un himnario o seleccion
de cantos para usar en la adoración corporativa es una de las decisiones teológicas más
importantes que una iglesia debe tomar. Pareciera una exageración, pero si se reflexiona en
los siguientes hechos se verá la exactitud de tal afirmación. Primero, considere el número
de personas en una congregación que tienen acceso a libros de teología y los leen; luego
compárelo con el número de creyentes que cantan himnos cada domingo. Cada semana, la
iglesia está proveyendo a sus miembros el vocabulario básico de su fe. Además, la música
cantada da forma a la fe cristiana en el corazón de los creyentes, proveyendo imágenes que
dan significado y orden a la vida de las personas. El canto mantiene a las congregaciones
ligadas con su herencia cristiana, refuerza su identidad y guía su entendimiento de cómo
deben vivir sus vidas en este mundo. Como se ha expresado antes, el canto tiene estas
funciones y las puede cumplir con poder por su característica de unir la música con las
palabras y así llegar con fuerza y mayor profundidad al corazón de las personas. Por lo
tanto, elegir qué cantos, himnario o libro de coros se usarán en una iglesia es más que
seleccionar un libro de cantos. Se estará decidiendo cómo la fe, la teología y los valores de
la iglesia serán celebrados y transmitidos a otros en la adoración comunitaria. Esa decisión
debe basarse en algo más que simples preferencias personales; debe ser un acto de
discipulado y la norma guiadora debe ser la adoración a Dios (Doran y Troeger, 332-333).

III. INFLUENCIA CULTURAL EN LOS ESTILOS DE ADORACIÓN

En el muy conocido libro clásico de Richard Niebuhr, Cristo y la cultura, se presentan varios
modelos de cómo se puede dar la relación entre la fe cristiana y la cultura. Esos modelos se
pueden resumir en tres posiciones. En un extremo se colocaría el modelo de oposición a la
cultura o contracultura. Este modelo toma la fe cristiana como una realidad supracultural
que no debe combinarse con elementos de las culturas en las que se desarrolla porque las
ubica como mundanas, en el sentido de pecaminosidad. En el otro extremo se ubicaría un
modelo que con diferentes grados de combinación buscaría la integración de la fe cristiana
dentro de las culturas en que se desarrolla. En este modelo se puede encontrar la posición
de una combinación indiscriminada que generalmente desemboca en sincretismos en los que
el cristianismo puede llegar a perder sus distintivos para hacerse aceptable a la cultura o
por tomar demasiados elementos de ella. Pero en posiciones más moderadas se puede ubicar
la que busca contextualizar la fe cristiana. Es decir, que se reconoce que aunque el
cristianismo es supracultural, en el sentido que trasciende todas las culturas, también es
adaptable, pertinente y relevante a cada cultura. Este modelo permite la combinación con
elementos culturales pero busca que la fe cristiana no pierda sus distintivos. Por otra
parte, dicho autor menciona otro modelo que se refiere al cristianismo como transformador
de la cultura. En este modelo se resalta que efectivamente la cultura como todo lo humano
y lo de este mundo está caído y requiere la transformación espiritual que es ofrecida por
Cristo. Pero esta posición también rescata el concepto de que la fe cristiana debe tener
relación con la cultura en la que se desenvuelve pero que debe impactarla con su poder de
transformación (Niebuhr, capítulos 2 a 6).

Lo anterior parece indicar que la mejor posición en cuanto a permitir la influencia de la


cultura en la teología y práctica cristianas en todo tópico, incluida la adoración, debe ser
una que primero reconozca que la fe cristiana incluye tal relación. Segundo, que los
principios de la fe trascienden cualquier cultura y por lo tanto siempre son prioritarios y
deben resguardarse de contaminaciones culturales que los desvirtúen. Tercero, reconocer
que toda cultura está en la misma condición espiritual de caída como el ser humano y por lo
tanto tiene aspectos pecaminosos, aunque también tiene aspectos positivos y otros

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neutrales que pueden ser influenciados por el evangelio. Cuarto, buscar que la relación de la
fe cristiana en cualquiera de sus aspectos, en este caso la teología y práctica de la
adoración, con la cultura incluya la contextualización, con aquellos elementos que no la
diluyan o contaminen sino que sean positivos o por lo menos neutrales. Mientras que no
pierda de vista su tarea de transformación cultural, de modo que si son elementos o formas
positivas o neutrales de la cultura que se adopten, sean dignificados y si son elementos
relacionados con el pecado en esa cultura, sean cambiados y/o desechados.

Analizar en qué forma la cultura influye la teología y práctica cristianas conduce a la


controversia muy común en la actualidad acerca de los diversos estilos de adoración,
particularmente el uso de diferentes estilos de música.

A. EL DEBATE ENTRE ESTILOS DE MÚSICA

Se dice que unos 30 años atrás el hermano Roberto Douglass, al predicar en la Capilla del
Seminario del Sudoeste en Fort Worth, Texas, expresó que al recorrer la historia de la
música religiosa se podía observar que siempre ha habido posiciones extremas en cuanto a
diferentes aspectos. Por ejemplo, ha habido épocas en las que algunos grupos o
congregaciones han eliminado por completo la participación de la congregación en la música,
en cambio ha habido otras épocas o grupos en los que la congregación ha tenido todo el
canto a su cargo. El hermano Douglass también señaló que otra área de conflicto que ha
llevado a extremos es la complejidad de la música empleada. En ocasiones se ha exigido que
la música empleada en la adoración sea extremadamente simple y a veces ha llegado a ser
sumamente compleja. Otro aspecto señalado fue la fuente de los textos del canto. A veces
se ha insistido que toda la letra de cualquier canto debe provenir directamente de la Biblia,
otras veces se ha permitido que también se incluya poesía y letra extrabíblicas. Lo
interesante es que el hermano Douglass mencionaba que los adherentes a las diferentes
posiciones extremas pensaban sinceramente que su punto de vista era el correcto y el que
les conducía a un verdadero conocimiento de Dios. El problema que él veía era que todo
extremo era una posible fuente de abuso y que era necesaria la participación de todo líder
que interviniera en la adoración para buscar el equilibrio y el justo medio en sus posturas.
Ya que para él lo primordial era el resultado que hubiera de la adoración y el propósito sería
profundizar y realzar esa experiencia en la que lo primero fuera dar gloria a Dios. Es
curioso que lo mencionado por el hermano Douglass hace 30 años suene tan vigente para
nuestros días. El debate acerca de la clase de música que debería usarse continúa en el día
de hoy (Edwards, 11).

Es muy común escuchar a los adherentes de uno y otro extremo ponerse etiquetas unos a
otros tales como "conservadores" y "renovados" o clasificar el estilo de música en el culto
como "tradicional" o "contemporáneo", o simplemente elegir entre "himnos" y "coros". Sin
embargo, la cuestión de fondo es cuál de esta música de adoración es más popular y en que
medida cada estilo apela y le habla a la gente en las bancas de nuestras congregaciones.
Pero no se debe olvidar que esta problemática no es nueva y la controversia ha existido por
lo menos 400 años desde los tiempos de la Reforma. Se ve por un lado la corriente de la
música sacra clásica. En ella se ubica todo el conjunto de canto cristiano que el tiempo
mismo ha probado. No ha sido un conjunto estático, algo de ese canto ha cumplido su
propósito y su época y ha pasado ya a la historia. Otro ha llegado a ser aceptado como
lenguaje musical sagrado que se ha heredado por los cristianos a través de las
generaciones. Por otro lado, se ha observado la corriente que ha buscado que la música
sagrada se mantenga en un balance que permita que los laicos o no expertos tanto en

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teología como en música, tengan acceso a sus expresiones. Algunos llaman a esta corriente
"popular", aunque al pasar el tiempo lo que fue popular o novedoso un tiempo, se vuelve
parte de la herencia clásica. Por ejemplo, en la vida de los bautistas se introdujo en el
canto congregacional la posibilidad de usar otros cantos que no fueran salmos hacia finales
del siglo XVII, cuando Benjamín Keach logró en 1690 que su congregación se persuadiera
de cantar himnos al unísono. En esa época el canto se limitaba al uso de los salmos al inicio o
final de los cultos y entonados por una sola persona. Ahora el canto de himnos ya forma
parte de nuestra herencia. En el siglo XVIII los hermanos Wesley dieron origen a mucho
canto cristiano que entonces era novedoso, pero hoy forma parte de los himnos clásicos. En
el siglo XIX, durante movimientos de avivamiento y a través de los campamentos, surgió la
música "gospel" y, más tarde, lo que se conoce como “el canto cristiano convencional”. Todo
este tipo de canto fue en su momento nuevo y popular. Y a través del tiempo algo de lo
mejor de estas corrientes se fue incorporando a la música cristiana que se puede llamar
clásica. Lo anterior significa que ambas corrientes pueden aportar y contribuir de manera
valiosa a la música en la adoración; tanto himnos como coros pueden hacer contribuciones
significativas a la adoración a través del canto (Edwards, 11-12).

B. DIFERENCIAS ENTRE HIMNOS Y COROS

Parece evidente que los cristianos desde el primer siglo usaron diferentes tipos de cantos.
En el Nuevo Testamento se mencionan tres tipos de canto: salmos, himnos y canciones
espirituales. Esta clasificación hace pensar que las diferencias eran claras, posiblemente en
origen, contenido y hasta en ejecución. Un antecedente para entender estos tipos de canto
se puede buscar en la práctica judía y luego observar la práctica cristiana posterior. La
salmodia era el conjunto de cánticos judíos que se basaban precisamente en los salmos y
todos los cánticos y doxologías basados en ellos. Los himnos se caracterizaban por ser
cantos de tipo silábico, es decir que las sílabas son cantadas de modo que correspondan a
las notas de la melodía; es un canto que muy probablemente se usaba para presentar
doctrina y teología caracterizado por expresiones poéticas que realzaban las verdades que
transmitían. En cuanto a las canciones espirituales, se considera que eran cantos de
carácter jubiloso y hasta extático, tales como repeticiones de palabras como "aleluya",
"gloria" o "santo" (Hustad, True, 193-194).

En la actualidad es evidente que las diferencias entre cantos "clásicos" o himnos y cantos
"populares" o coros radican no tanto en las clasificaciones que presenta el Nuevo
Testamento sino en la letra y música que cada estilo usa. En el caso de los himnos clásicos,
por naturaleza usan textos y melodías más complejas que los cantos evangelísticos simples
o coritos. Utilizar los himnos requiere de un esfuerzo y proceso de enseñanza más o menos
considerable. Por otro lado cantar simplemente "Cuán bueno es Dios" o "Aleluya" también es
estimulante y además este tipo de canto no demanda mucho, ni musical ni intelectualmente.
La mayor parte de estos cantos o coritos son breves, obvios, repetitivos y con un contenido
doctrinal limitado. Sin embargo, en la adoración se necesitan ambos tipos de expresiones.
Hay personas que asisten a las congregaciones cristianas que necesitan expresiones
sencillas de manejar, personas que necesitan verdades simples acerca del evangelio que
puedan digerir. Especialmente los nuevos creyentes han de ser alimentados con las
enseñanzas básicas de nuestra fe. Sin embargo, para un sano crecimiento, habrá de llegar
el tiempo en que estos recién nacidos requieran de una nutrición más compleja y las
expresiones de su fe también se vayan ampliando. Con esta figura podría decirse que los
coritos son buenos, son comida básica con un alto contenido de ciertos nutrientes
espirituales, con mínimas demandas musicales, con expresiones sencillas y básicas de la fe,

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fáciles de aprender. Pero la analogía también es útil para afirmar que así como la leche es
buena para los recién nacidos también es buena para los adultos maduros, a los creyentes
maduros también les hace bien una dieta balanceada con estas expresiones. Sin embargo,
hay que cuidar que el uso de algún tipo de canto se convierta en un abuso y se desequilibren
las expresiones musicales en las congregaciones. Puede haber diversas razones para
inclinarse al uso de un solo estilo: para atraer a un grupo determinado y buscar un mayor
crecimiento numérico. Esto puede ser válido en tanto no se pierda de vista que la adoración
es primordialmente dirigida a Dios Él es el oyente. El objetivo no es satisfacer a un
auditorio espectador. Otra razón para inclinarse por un estilo determinado es la
preferencia personal de los líderes de la adoración en las iglesias, incluida su capacidad y
habilidades para un estilo u otro y sus respectivas demandas. Esta razón es una limitante
natural si los músicos no tienen habilidad para ciertos estilos que les demandan mayor
preparación. Sin embargo, debe recordarse que deben buscar su superación y preparación
si les falta, y que no se trata de guiar a las iglesias a adorar en la manera que los líderes
disfrutan más, porque eso puede significar falta de consideración a las reacciones que
experimentan los demás y una falta de sensibilidad y reconocimiento a la clase de adoración
que Dios merece. Por lo tanto es importante reflexionar sobre las motivaciones que
provocan tomar una tendencia o la otra (Edwards, 11, 27; Wittig, 46-47).

C. CONSIDERACIONES TEOLÓGICAS PARA ELEGIR EL CANTO

Hay un sentir creciente en las congregaciones cristianas de hoy que para ser fieles en el
cumplimiento de la obra de Dios deben hacerse cambios en las prácticas de adoración.
Tanto creyentes como no creyentes han incrementado su respuesta positiva a la adoración
contemporánea, especialmente a la música en estilo más popular y a formas de adoración
culturalmente más relevantes, con más relación a las experiencias de los adoradores. Sin
embargo, también persiste en muchas congregaciones la resistencia al cambio, a ofrecer
abiertamente el estilo contemporáneo y hasta proveer estilos alternativos, que no
necesariamente sean contemporáneos, simplemente diferentes a lo que se ha hecho en el
pasado. Ante esta situación se debe decir que ante todo la herencia de los cristianos y
específicamete de los bautistas no implica lealtad a ciertos tipos de música, sino que el
compromiso se debe tener con principios teológicos que guíen los desarrollos musicales.
Este compromiso deberá reflejar la identidad que se tiene como pueblo redimido, una nueva
creación, un pueblo renovado. La renovación es un proceso, una transformación de lo antiguo
en lo nuevo mediante una experiencia diaria y continuo con las verdades del evangelio y con
el Señor. Nuestra herencia es una ortodoxia de renovación en Cristo que nos llama a ser sus
discípulos permanentemente. Por esto es importante que al seleccionar la música en la
adoración se tome en cuenta que esa música es significativa no por su estilo o complejidad
sino por su asociación con las experiencias espirituales de los creyentes; que se reconozca
que la música de todo género puede tener distinta calidad, por lo que se requiere
discernimiento para evaluar si una música es de calidad tanto en lo artístico como en lo
teológico. La música no debe usarse para llenar huecos en los cultos de adoración o para
entretener, lo cual puede ocurrir con cualquier estilo, sino cumplir con sus funciones
correctas. Finalmente, se debe aclarar que adoptar música contemporánea o algún otro
cambio en los estilos de adoración no debe implicar necesariamente dejar la rica herencia
musical que se nos ha transmitido. Adoptar estilos alternativos en la adoración no significa
desechar todo lo anterior y tampoco aceptar todo lo nuevo. Se debe adoptar una actitud de
evaluación y todo lo que cumpla con su propósito en la adoración sea nuevo o antiguo debe
cuidarse y cultivarse. Se debe recordar que nuestros antepasados también desarrollaron
música en su tiempo y si ha llegado hasta el día de hoy es porque ha sido considerada

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valiosa a través del tiempo. Para seleccionar adecuadamente se debe entender el papel tan
importante de la música en la adoración, tal como se ha presentado antes, y se debe
aprender a evaluar la música que se va a usar y por qué (Collins, 340-344).

CONCLUSIONES

Al tratar este tema se reconoce que entre nuestras iglesias bautistas, no solo del
continente sino del mundo entero y en especial en la última década se ha dado una gran
controversia acerca del ministerio de la adoración. Muy específicamente en relación con los
estilos de culto, de música y canto que se utilizan. La importancia de reflexionar sobre esta
problemática es que la discusión se ha llevado al campo de la identidad denominacional y por
lo tanto al terreno de la doctrina y la teología. Esto es normal ya que todas nuestras
acciones corresponden a nuestras convicciones, así que según sea nuestra teología así será
nuestra práctica, y el área del culto no es la excepción.

Considerar los cambios en los ministerios de las iglesias como simples innovaciones y
progresos sobre todo con la finalidad de acelerar la evangelización y buscar la edificación
de la iglesia parece muy lógico y positivo. Sin embargo, los cambios se deben analizar con
mayor profundidad considerando la historia de la iglesia cristiana y sobre todo dando la
respectiva importancia a la Palabra de Dios. Si se trata de cambios acerca de la adoración
que se le ofrece a nuestro Señor lo mínimo debe ser considerar qué es lo que a él le agrada
y lo que espera de nosotros. Es triste que algunos de los cambios que se introducen o se han
introducido en tiempos recientes se han realizado con una actitud casi de arrogancia. Se ha
pretendido tener control absoluto sobre la alabanza y la adoración, con la idea de que la
manera en que otros lo hacen está mal o por lo menos incompleto, o falto de espiritualidad,
y las nuevas formas son las únicas válidas (Silva, 80-81).

En este tema se ha expuesto específicamente la controversia en el uso de distintos estilos


de música en la adoración. El debate ha sido tipificado por algunos como himnos versus
coros, aunque esto puede resultar demasiado simplista. La verdad es que la controversia ha
quedado en un nivel superficial si solo se considera el aspecto de los estilos y se discute lo
antiguo contra lo nuevo, lo tradicional contra lo contemporáneo, lo extranjero contra lo
autóctono. Todo esto es importante, pero lo fundamental es que debe considerarse el
contenido teológico. Ya se ha expresado que los cantos de cada estilo tienen un contenido
doctrinal que están transmitiendo. Nadie puede negar que los himnos que han perdurado a
través de la herencia musical del cristianismo tienen un alto contenido teológico y
generalmente expresado en lenguaje poético de gran nivel. Estas expresiones de la fe
cristiana deben mantenerse; sería muy difícil si no imposible sustituir con cantos nuevos los
himnos clásicos que han conmovido por siglos a los creyentes. Esta herencia nos da
identidad y conecta nuestra fe con la de nuestros antepasados. Si los favorecedores del
canto nuevo excluyen esta herencia, ¿con qué pretenden reemplazar esas hermosas
expresiones de la fe cristiana? Si el argumento en contra de los himnos es que su lenguaje
es complejo y antiguo, ¿no sería mejor proponer la actualización de sus expresiones
idiomáticas y poéticas que desechar este material solo por su estilo?

Por otro lado, el canto nuevo también contiene expresiones teológicas. Ya se vio que son
más sencillas y básicas, pero también son necesarias para presentar nuestra fe a la
sociedad que nos rodea. Algunos opinan que nadie puede decir cuál canto es teológicamente
mejor. Sin embargo, al estudiar la Palabra nos damos cuenta que el Señor sí nos da
discernimiento y sí se puede evaluar no solo la doctrina escrita en libros, pronunciada en la

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predicación y la enseñanza, sino también la cantada en los himnos y coros. Así que lo mejor
será abandonar cualquier espíritu de competencia. Estimular la creación de música nueva de
calidad artística y teológica en estilos que honren a nuestro Dios y valorar la herencia que
la música cristiana nos ha legado. Permitir que el criterio que guíe la selección del canto
apropiado para la adoración sea la gloria de Dios y la congruencia con los principios
doctrinales establecidos en su Palabra.

Se debe cuidar que la influencia cultural tanto autóctona como global en la teología y los
estilos de adoración guarde la debida proporción. No se debe permitir que la filosofía del
consumismo o la cultura del entretenimiento domine el criterio de los creyentes. Es triste
que se elija el lugar donde congregarse para adorar basados en criterios que determinan
donde se encuentra mayor entretenimiento o satisfacción. Parece predominar el
pensamiento del hombre actual que da prioridad a sus derechos antes que sus
responsabilidades. Entonces se busca una iglesia en base al estilo de adoración que provee a
sus congregantes y no por lo que el creyente puede contribuir en esa congregación. Dejarse
llevar por los valores de esta cultura del consumo distorsiona lo que es en esencia la
adoración. Se debe recordar que la adoración bíblicamente es un deber, lo cual no es una
verdad muy popular en la actualidad, pero para el pueblo de Dios hasta implicaba la idea de
sacrificio (1 Sam. 1:1-20). Ver la adoración como deber no parece muy atractivo y si se lleva
este concepto al extremo puede generar una adoración que no se disfruta y que es
restrictiva. Por lo tanto, es importante este concepto pero en equilibrio con otros modelos
que ayuden a entender la adoración de manera más integral. Se debe ver también como un
encuentro íntimo con el Señor. Esto debe impactar las emociones, sin embargo no al
extremo de limitarla a ciertas experiencias de "adoración", ya que la adoración debe
experimentarse permanentemente. La adoración por otra parte también tiene una
dimensión terapéutica en el sentido de resultar transformados por ella. Puede verse como
edificación, enfoque que enfatiza la adoración como el momento en que Dios habla a su
pueblo por su Palabra. Esto es verdad pero debe balancearse con los otros enfoques que
también incluyen en la adoración la respuesta del hombre a Dios. Finalmente, se puede decir
que la adoración debe verse como un darse en ofrenda al Señor. Este modelo de adoración
enfoca los efectos que tiene en la persona de Dios y no en los individuos. Se rinde la
adoración por amor a Dios y para su placer sin importar el impacto en los adoradores. Así el
acto de adorar forma parte de algo mucho más grande y no depende de cada individuo sino
de la comunidad de creyentes y sus líderes. La adoración, su teología y práctica, sigue
apuntando a cambios en el futuro. Pidamos sabiduría del mismo Señor para que los criterios
que nos guíen en estos cambios no sean los del consumismo o los de nuestra comodidad o
satisfacción. Recordemos que la adoración es para complacer a nuestro Dios y Señor y no a
nosotros. Y que el mayor entendimiento que logremos de este tema nos ayude como pueblo
cristiano a evitar las polarizaciones por causa de estas controversias. Se debe enfatizar
que las diferencias en preferencias de estilo en la adoración no implican que unos tienen la
verdad y otros no. Significa que se necesita escuchar lo que unos y otros están diciendo y
lo que no están diciendo. Recordemos que las creencias que asumimos determinan la teología
y práctica de nuestra adoración (Earey, 7-12).

BIBLIOGRAFIA
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octubre-diciembre, 1997.

PRIMER CONGRESO LATINOAMERICANO BAUTISTA DE ADORACIÓN

http://www.casabautista.org/dialog/dialog/congres1.htm

Ponencias Para reaccionar o expresar sus sugerencias, por favor, escríbanos a jpoe@casabautista.org

Primer Congreso Latinoamericano Bautista de Adoración


Primera Iglesia Bautista de Niterói, RJ, Brasil
15 al 18 de marzo de 2000

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