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oe ANDRE MAUROIS de ta Academia Prencess UN ARTE DE VIVIR BL ARTE DE PENSAR AMAR + TRABAJAR MANDAR * ENVEJECER LIBRERIA HACHETTE S. A. BUENOS AIRES ¢ UNICA VERSION CASTELLANA AUTORIZADA 348 EoiciONn © Copyright 1969 by Librerla Hachette §. 8. Buenos dines Hecho el depotto que previene Ia Ley Ne 11723 Inseripcién en Chile NP 6.926 oRes0 EN LA ANGENTOEA PAINTED ARGENTINE “4 EL ARTE DE PENSAR 1. EL MUNDO Y EL PENSAAII xTO Vuetvo Jos ojos hacia la yentana de mi cuarto de trabajo. Por un instante mi pensamiento se confun- de con las imagenes que parecen pintadas sobre Vidrio. Del otro Jado de la red geométrica y dura que forma la reja del balcén, veo las ols verdes del Bosque bafiadas en Ja bruma ligera, azuleda, de Jas mafanas parisienses. Por el horizonte asciende tuna Ifnea de colinas yen lo alto del Mont Valé- rien, cuyas‘laderas se visten de érboles oscuros, un hospital evoca un convento floventino que esta- vviese rodeado de negros cipreses. En el cielo pélido, por el que rucdan las mbes transparentes, pasan escuadrillas de golondrinas. Muy lejos, del lado de Versilles, los aviones giran y roncan, Estos aviones fevocan ideas de guerra, de bombardeo aéreo, de ‘itenas mugientes en la noche. Dejo de ver los Ar- boles y de oir a los péjaros. Pienso en la muerte de una civilizacién, en el fin del Imperio Romano, fen tal pueblecito de Ja costa argelina que, hacia el siglo tercero después de Jesueristo, parecia préspero y encantador y que, cien afios mis tarde, no era nds que una ruina teigice y despoblada, Pienso en To que podrian ser un dia los ruinas de nuestras ccapitales. 10 Uy ARTE DE VIVIR J, pues, no sdlo los sspectos presentes del univetso, sino las imgenes de tierres lejanas, de acontecimientos antiguos y las hipétesis sobre un porvenir imprevisible, forman la materia de mi e Suefio. Patece como si mi espitita fuese un pequerio mundo intefior en el que se refleja, sin limites de tiempo nide espacio, el inmenso mundo exterior. Los filésofos, alguna vez, han lamado microcormo a este modelo reducido del universo, y macrocos- mo a\ mundo gigante en medio del cual vivimos y ‘que deseariamos comprender_y transformar. “El espirita, como el angel —eseribla un alquimista de la Edad Media, se apodera de todas las cosas que estin en el macrocosmo inclufdas”. Digamos, me- jor, que el espirita intenta apoderarse de todas las cosas y que el mundo se refleja en nosotros, de- formado como el cielo y Jas flores en la bola del jardin, La causa de la confusién extrema de esta enso- fiacién es que aqui, todo, e} espejo como el objeto, el microcosmo como el macrocosmo, estin . en perpetuo movimiento. Hay, cierto, una imagen que parece aproximadamente clara: es la de esta reja, estas hojas, estas colinas y estos pajaros, que cons tituyen el Tugar y el tiempo presentes. Pero todo To que es recuerdo, anticipacién, razonamiento, on- dula al ritmo de las olas del mar interior. Mis ig- norancias, mis pasiones, mis errores y mis olvidos deforman las cosas a pesar de que las cosas por sf mismas toman a cada instante formas extrafi muevas. El vasto mundo es en nuestro pensamiento como un mapa de contomos borrosos y liness mo- EL ARTE DE PENSAR uw vedizas y, sin embargo, a cada instante tenemos que elegir en este mapa una direccién. EI deseo de pensar con claridad nos impondria tuna largs espera, una rebusca sin fin; la necesided de actuar_nos apresura, Uno de nuestros hijos des- fallece. ;Cual es su mal? aisico o moral? 2A. quiéa debemos consular? Qué vale la medicina? Es ‘una ciencia verdadera? zQué es a ciencia? Estas preguntas exigirfan para ser estudiadas seriamente una vida entera, pero, equé hacer? Hay que respon- der porque nuestro enfermo se muere. El tiempo ‘nos falta para una exploracién del mundo exterior. La Unica imagen que podemos consultar rapida- mente 5 aquelle, mintiseula y confusa, que nos pre- senta nuestro espirita, Llamamos pensamiento al esfuerzo que hace el hombre para adivinar o prever, combinando sim- olds e imagenes, los efectos que producirin sus actos entre las cosas reales, Todo pensamiento es tun esquicio de accién, Segtin este boceto seré pin- tado, no sin correcciones, el cuadro de nuestra vida. Para bien actuar tenemos, como decfa Pascal, que esforzarnos en pensar bien. ¢Qué es esto de’ bien pensar? Es legar a hacer de nuestro pequefio modelo interior del mundo una imagen, tan exacta como seamos capaces, del mundo real. Si las leyes de nuestro microcosmo coinciden "aproximadamente ‘con las del macrocosmo, si nuestro mapa representa con una relativa precisién el pals a través del cual tenemos que dirigimos, entonces tendremos alguna posibilidad de desear actos bien adaptados a nues- tras necesidades, a nuestros deseos o temores. 12 UN ARTE DE vv Existen métodos que permitan al hombre condu- cir sus pensamientos de tal manera que svs actos Ssucesivos hallen un camino fécil entre los seres y les cosas? Es posible dibujar un mapa verdadero del uuniverso, navegar, siguiendo este mapa, hacia fi- nes definidos y alcanzar el puerto elegido? Tal es nuestro tema, Hl, PENSAR CON EL CUERPO Parece que los pensamientos mejor adaptados. al tuniverso de las cosas sean aquellos que se hallan ins- critos en los cuerpos vivientes bajo Ja forma de inscin- tos 0 hibitos. Un gato salta sobre una mesa lena de abjetos, se posa en ella con gracia, sin esfuerzo aparente, sin romper una taza, sin rozar tn vaso. Tal coniuato de ademanes supone un célculo riguroso del esfuerzo necesario, una eleccin precisa del pun- to en que posarse, Pero ni Ia eleccién ni el cileulo hhan sido conscientes. E! gato ha pensado con sus misculos, con sus ojos. A través de tna imagen pre- sente ba imaginado los movimientos fururos de su ‘cuerpo, y estas imagenes de movimiento han evo- ‘cado 2 sit vez las posiciones que tendrian que tomar en cada instante sus patas, su lomo y su cabeza, “De la misma manera, un jugidor de tenis, de fétbol, un esgrimidor, un acrobata, piensan con sa cuerpo, El esgrimidor no tiene nunca tiempo de de- ccitse: “He aqui que mi adversario hace una doble finta y luego rompe; voy a contestarle con una do- ble parada y un ataque a fondo,” Piensa con su flo~ [BL ARTE DE PENSAR. 18 rete, con sus dedos. En mi adolescencia he_practi- ado la gimnasia de aparejo. Yo sabia que un ejercicio fen Ia barra fija 0 en las paralelas no podia ser eje- tcatado por mi més que si Io imaginaba con una per- feera precision, Si veia como mi cuerpo se balancea~ ba, si'media de antemano la amplitud exacta de la ostilacion, si reconocfa, en el curso de este antici- pacién de pensamiento, la centésima de segundo en {gue tenfa que contraer Los biceps o alzar las piernas hacia la barra para que el impulso se hallase refor- zado, entonces estos movimientos se me hacian mila- igrosamente ficiles. Pero si en esta pelicula de imi- genes existfa el mis pequefio corte, si en algunos mmilimetros le faleaba claridad, inmediatamente el rit- mo del movimiento se hallaba interrumpido y la accién parecle imposible. No es un razonamiento lo que determina al escul- tor a ahondar un poco mis la curva de una cadera. Entre sus ojos fijos en el modelo y sus dedos que acarician la estatua, una comunicaci6n directs se he establecido. Lo mismo que ef gimnasta, el buen obre- Fo y el artista piensan con su cuerpo. Ciertos seres vvivientes aprenden incluso a pensar con el cuerpo de otros. Un animal de horda piensa.con su manada. Si el pinico artastra corderos 0 caballos, cada animal si- fgue, no porque él conezca y comprenda la causa del anico, sino porque la experiencia de Ia especie, ios. rita en sus instintos més profundos, le ensefia que el cordero que no siguiera a te manada se hallarla a merced de sus enemigos. Como estos animales, los hombres que permanecen proximos al estado salvajey , uw ‘UN ABTE DE viv as{ como les nifios, las multitudes, son extremada- ‘mente sensibles 2 los pensamientos instintivos y cor- porales, He visto una vez en un paquebote a un nifio de cuatro 0 cinco afios que habia sido confiado al ca- pitin y atravesaba solo el Atlntico. Nunca un aduleo Imbiese sido capaz de la diestra seguridad con que aquel hombrecito adivinaba el afecto que Je tenfan ciertos seres, el enojo que inspiraba a otros. Amaba a aguellos que habfa que amar y se apartaba de quie~ nes debia apartarse, Signos, para nosotros impercep- tibles, sin duda alguna, guizban sus movimientos. Obseivad a los amantes que se reconcilian después de una querella. No es una explicacién verbal lo que apacigua su célera. De improviso un suspiro en- gendfa una sonrisa, dos miradas se encuentran, dos Cuerpos se aproximan, Helos aquf, en los brazos el uno del otro y mucho més ciertos de su acuerdo que si largas palabras hubiesen trafdo le paz. Ul, PENSAR CON PALABRAS Existe, pues, un pensamiento corporal que gufa ciertas de nuestras acciones con una maravillosa se- guridad, Solo que su radio de eficacia no es grande. El topo piensa_muy bien con sus patas, pero no piensa més allé de sus petas. Los monticulos tan feos como numerosos que forman sobre el verde césped las toperas, el topo no los conoce ni los concibe, co- mo no conoce ni concibe el odio del jardinero ni las desagradables consecuencias de este odio para la grey BL, ARTE DE PENSAR 15 mitida, Un aviador posee reflejos justos que le guia. rin en’el momento del aterrizaje y le levarin al suelo sin peligro. Pero no han sido ciertamente las manos del aviedor las que han inventado el avién. El estadista que debe administrar las finanzas de un pais no puede pensar con su cuerpo. Ni siquiera puede jensar, como el gimnasta, por medio de imagenes je acciones, porgue el nimero de imigenes a evocar seria demasiado grande. Si tiene que mejorar la si- tuscién econémica de millones de seres no puede decirse: “Trabajo para tal o cual comerciante 0 para tal campesino que conozco, o para tal sin-tra- bajo cuya miseria sé...” Estas imigenes precisa de sereshomanos, de campos, casas y tabsjos debe, ara acelerar su pensamiento, reemplazatlas por sim- 310s, por signos que representan, bien un ser 0 una cosa, 0 bien todos los individuos de wna clase, y es- tos cignos son las palabras. El hombre que piensa con las manos, obrero, ju- platagimast, mueve objets pesados y resinens: drillos, fardos o su propia persona. El hombre que piensa con palabras no mueve mis que sonidos 0 signos. Esto hace que la accién sea singularmente facil. Usted se halla por la mafiana en el hotel; toca ‘el timbre y pronuncia Ia palabra: “Té.” Unos minus tos después vienen a colocarse delante de usted, co- mo por milagro, una taza, un bote de té y agua ca- iente. Imaginad la complejidad de las acciones reales aque han sido necesarias para que estas cosas se 05 ha- yan. dado. Evocad los chinos cultivando el té, es: Cogiendo ‘estas hojillas, el barco inglés que les ha transportado, el capitin y su tripulacion durante el 16 LUN ARTE DE VIVIR sif6n al que han tenido que hacer frente, ese vaquero Gel Péxigord que leva-Ias bestias al prado, los orde- adores, el maguinista del tren, el panadero que ama- fa este pan, Ins muchachas espafiolas 0 provenzales ique recolectaron Jss naranjas con que s¢ ha hecho XG mermelade ... Una silaba ha puesto 2 vucstro servicio todos estos seres, "EL hombre que piensa con las manos ejerce sobre al universo una accién limitada, No puede actuar mas que sobre lo que toca. El hombre que piensa ‘on palabras puede sin esfuerzo poner en movimiento pueblos, ejércitos, continentes, Que tal jefe de Es. Pudo, tal presidente del consejo pronuncie la palabra Smovilizacion” y por esta accidn mintscula que n° hha exigido de él més que un imperceptible movi miento de Jos labios, arrancard a todos los hombres Ge Europa de su casa y de su familia, lanzaré al cielo escuadrones de bombardeo que destruirin las villas mnilenarias, asegurari Ia destrucci6n de un mundo y Elfin de una civilizacién. Cuando se reflesiona sobre fos efectos posibles de una sola palabra, se comprende que el enguaje haya sido considerado por los pueblos Grimitivos como ua poder mégico. Los indios de Kipling iban a Ia busca de la “palabra maestra” que debla datles autoridad sobre los hombres y las cosas. Fausto hojeaba los viejos libros de los alquinistes para fencontrat en ellos las fOrmulzs que evocan 0, 25 pantan los espiritus. En las Mil y wna nocbes, “Sé- fimo" abria una puerta. Ere una leyenda, pero una leyenda verdadeca, En toda sociedad hay palabras que abren las puertas y palabras que evocen @ los Sipiricus del mal. Todo orador page su comida con scion poticuticsceateearen > EL ARTE DE PENSAR wv “= npaStamo”s eng motin edeeneadenado por EL hombre que piense con las manos desplaza ob- jetos pesados J los desplaza lentamente adrillo we Grillo, movimiento tras movimiento. Sa prudencia esti garantizada por la dificultad misma de sus ac- ciones. Esta concordancia entre el mundo interior y el mundo exterior, que hemos considerado como fa garantla de un perisamiento verdadero, esti obligado a manteners, poraue, sino la mancviese, os lad los le aplastarian las manos, el balén se le escapari se caeria de la barra fija. Mas, para cl hombre que piensa con palabras, las acciones son demasiado fici- Jes, el plazo entre el error ye castigo demasiado largo para que mida sus responsabilidades. Jugando con ligeros simbolos olvida el peso terrible que cada ‘uno de ellos arrastra tras sf. Siente la rentacién de tomar, como decfa Leibniz, “Ia paja de las palabras por el grano de las cosas” y de considerar que todo esti ya hecho cuando s6lo las palabras han sido. pro- nunciadas. FI diablo esté en que las cosas resisten, Gon lst palabras todo se puede. decir. Napoleén Il lecla: “Hay que respetar el principio de las nacio- nalidades”. Esto no ¢s més que una frase pero esta frase abstracta, que podia parecer verdadera porque no evocaba ninguna imagen precisa, ha ‘destruido la Europa moderna. Un economists, sentado a su mesa, escribe: “Aumentar fos suaros es aumentar et poder de adguhcion y, por lo tanto, poner término a la crisis” "Estas palabras se acomodan entre ell tan fen como otras. Tienen el aire de un pensamiento verdadero y el economista las promuncia con Ia mejor 18 UN ARTE DE viviR fe del mundo, De hecho, los movimientos que estas palabras han provocado no han puesto término al desorden econdmico. ¢Por qué? Porque el microcos- mo no ha podido atrastrar al macrocosmo, porque ‘entre las palabras y as cosas habia una separacion, porque la simplicidad de la frase no representaba con suficiente exactitud la complejidad de las cosas. IV. LOGICA Y RAZONAMIENTO Si para juzgar el valor de Ins frases y de las f6r- rilas hublera que esperar sus efectos felices 0 ne- fastos, seria tertiblemente peligroso, Es natural que los hombres sagaces, desde 1 comienzo de Ia civil zacién, hayan buscado un método més seguro para manejar con una destreza preventiva estos simbolos explosives. Como hoy regulan la circulacién de los vehiculos, los hombres han intentedo regular la cir- calacién de las palabras. Esto es lo que mas tarde amaron Ia légica, La légica deberfa ser el arte de seguir, al desplazar las palabras, ciertas reglas que serfan’ también garantfas, porque estas reglas del mundo interior coincidirian con Jas del mundo ex- terior. Lo que lampamos las leyes de la razén humana son algunas-reglas de pensamiento que habrian de ser ‘verdaderas para todos los hombres y para todos los ‘tiempos. Algunas de ellas son evidentes, como, por ejemplo, el principio de no contradiceién: una cosa ro puede ser al mismo tiempo ella misma y su con- tranta. Todo no se puede decir; no se puede decir al tmismo tiempo: “Dos y dos son cuatro” y “Dos y dos EL ARTE DE PENSAR 19 son cinco.” No se puede decir: “Kiste vestido es blan- co” y “Este vestido es negro”; “Quiero que este pals sea libre” y “Quiero que esté encadenado.” Durante mucho tiempo la humanidad ha esperado que, de los principios evidentes, pudiera sacarse una suerte de gramitica del pensamiento que descartase el error. Esea légica, que fué la de Ariscoteles, y después, en Ja Edad Media, le de Ios escolésticos, esté lejos de ser ‘una disciplina desdefable, Pone nuestros razonamicn- tos a cubierto de ciertas fallas, pero es insuficiente para constituir un arte de pensar. He agus por qué. ‘La légica no puede inventar nada. Esta condeneda a xepetir eternamente que A es A. Si afiade alguna ‘cosa, esta nueva nocién no puede tomérsela prestada mds que a la experiencia o a la intuicién que esea- pan, ambas, 2 Ia légica, Esta permite decit: “Este vestido es un vestido”, pero sélo la experiencia per- mite agregar que este vestido es frigil o gue esti arrugado. En cuanto a esperar que la razon pura prescinda jamés de la experiencia, Kant ha desinflado esta locura: “Con la pasién de extender sus conoci- mientos, la raz6n, asegurada por esta prueba de su potencia, cree ver el campo de lo infinito abrirse ante ella. La paloma ligers, cuando hiende con ré- pido wnelo el aire cuya resistencia siente, podria creer ce volaria mejor atin en el vacio... Asi es como Yatén, desderiando el mundo sensible que mantiene 4 Ia raza en limites tan estrechos, se aventura por el mis alli del espacio vacfo del entendimiento puro. No se da cuenta de que, a pesar de sus esfuerzos, ya no avanza més, porque le falta el punto de apoyo ne- ‘cesario para sostenerse, desde el cual puede despla- 20 UN ARTE DE VIVIn zarse el entendimiento.” Un gran nimero de nues- ros zeformadores politicos se agita en vano en el espacio vacio del-entendimiento puro. TLa logica, ciertamente, ha dado ligereza a los'espi- ritas; los ha dotado de una agilidad gue no tenian, pero les ha dado también el hibito peligroso de creer {gue todo esté ganado cuando han hecho un razona~ fhiento que tiene Ja apariencia de ser verdadero. Pero la historia de las doctrinas nos muestra que los hombres, en el curso de los siglos, han podido pro~ parlo casi todo. Han podido probar la verdad de fi- losofias contradictorias, y después su falsedads han probado la necesidad de la democracia y su impo- Sibilidad; han probado la distincién de las razas ys confusion. “Toda prueba —dice el filésofo Alain— esti para mi claramente deshonrada." En efecto, todo Se puede probar si las palabras que se usan no estén claramente definidas. ‘Una demostracién es rigurosa, irrefutable, cuando se trata de Algebra, porque en dlgebra cada expresion sti definida de manera tan precisa, que el razonador no puede poner allf més que lo que entiende su audi- rorio, Las identidades de fa légica son, pues, realmen- te identidades. Pero las palabras que sirven para ha- blar de los sentimientos, de Ia conduccién de los Estados, de la economfa, son palabras vagas, que © pueden emplear, en el curso del mismo razonamtento, a muchos sentidos diferentes, Razonar con un len- {guaje mal hecho es como pesar con falsas pesas. BL ARTE DE PENSAR aL V. EL METODO CARTESIANO El método cartesiano es un esfuerzo para eliminar de tales razonamientos ciestas causas de etror. “Yo tenia —dice Descartes— un extremado deseo de apren- der a distinguir lo verdadero de lo falso para ver claro en mis acciones y marchar con seguridad en es- ta via.” Tenemos que recordar las reglas ilustres que fueron su “arte de pensar”. La primera era: No aceptar como verdadera ninguna cosa que no sea Te- conocida como evidentemente tal. Bsta regla puede parecer demasiado simple. “Por qué, dirén ustedes, aceptaré como verdadera una cosa si no creo que 10 sea?” Descartes les responde con otra regla: Evitar ‘eitidadosamente Ia precipitacién y la prevencién. La precipitacién, porque el hombre no puede com- prender répidamente lo que es dificil. El estudiante ue va saltando péginas ignorard siempre la geome- tria, Pero los seres humanos tienen prisa. Los unos por necesided. Tienen que extminarse en tal fecha ¥, de equi a entonces, deben haber estudiado toda luna ciencia, todo un perfodo de Ia historia, El ex- perto ha prometido su informe para un dia determi- nado; los gobiernos esperan; si tarda demasiado, 10s politicos tomarén alguna decisién arbitraria; vale mis tun informe imperfecto que ninguno. El periodista desearfa por Io menos alguinas horas més para estudiar tuna cuestién nueva y oscura, pero ya los tipSgrafos reclaman su atieloy el peridico rene aque aleanzar el tren de las dos de iz madrugada. La accién impon: sus plazos, aif eee 22. UN ARTE DE viv ‘Otros se apresuran por vanidad, ‘Les cuesta tanto reconocer que ignoran las cosast Un especialista se cree deshontado si tiene que responder: “Voy 2 in- formarme ...” Oid en los patlamentos, en los salones, en los sindicatos, c6mo Tas gentes zanjan con sutori- dad, Tal os habla de Checoslovaquia, de Etiopla, de Hungria, no sélo sin que jamés haya estado alli sino que funea haya estudiado su historia ni sus costam- bres, Tal otro, formula juicios desdefiosos sobre nues- tra aviacién, cuando todo lo que sabe de lla le ha Iegado de ofdas y por testimonios no comprobados. Un tercero desgarra la reputacién de una mujer y cuenta sobre ella, con tono de autoridad, anéedotas ‘que son en absoluto falses. El valor medio de las con- versaciones podrfa mejorarse de prodigiosa manera por el empleo constante de estas tres palabras tan simples: “Yo no sé...” O, mejor todavia, por las dos palabras favoritas de Luis XIV: “Yo veré.” Si ros hiciésemos 2 nosotros mismos el juramento de no dejarnos arrancar nunca tna decision por sorpresa y de no formular jamés, por precipitacién, un juicio temerario, habrfamos dado un gran paso hacia Ia sagacidad cartesiana. La precipitacin no es la tinica causa de error. Hay también la prevencién. No somos espejos pla- nos sino espejos deformadores. Llegamos delante de Jas cuestiones, no como superficies visgenes y trans- parentes, sino'con opiniones de familia, de clan; nues- tra naturaleza, nuestra herencia, nuestra educacién nos imponen sentimientos,

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