globalización “salvaje”, léase crisis financiera mundial, consecuente aumento del paro en muchos países, incertidumbre en las perspectivas de futuro, flujos migratorios, transformaciones sociales, cambio climático, etc., está generando en buena parte de la población inseguridad, estrés y todo tipo de alteraciones psicológicas. Esto, claro está, en los países más o menos desarrollados. En otros, en los que la búsqueda del pan para sobrevivir es casi su único objetivo, mayormente no ha lugar para estos “lujos”. Del mismo modo, todos recordaremos como no hace tanto, en nuestro mundo, la gente mayor solía decir frases del tipo “no creo en la depresión”, “antes no teníamos de eso”, “lo que no quieren es trabajar”. Y en buena parte era cierto. O no tenían ni tiempo ni energías para pensar más allá de madrugar y deslomarse todo el día para conseguir subsistir, o había un gran desconocimiento académico, por lo que de no tratarse de casos graves (“está mal de la cabeza”), a nadie se le ocurría “estar deprimido”, cuyo significado para ellos era “los vagos no comen”. En su percepción de la realidad, sencillamente “esas cosas” no existían o eran extravagancias. La evidencia de que nuestro cerebro evalúa y prioriza, consciente e inconscientemente, lo que debe o no enfocar, lo que es un problema o no, hace fácil la comprensión de la máxima “los problemas no radican en sí mismos, sino en aquel que por tal los tiene”. Las preocupaciones, dificultades o angustias en nuestras vidas lo son en medida de la importancia que nosotros mismos les damos. O sea, nuestra mente. Cualquiera que sea el conflicto que nos atenace, debemos tener muy claro que la solución siempre estará en nosotros. Dentro de nosotros. A nuestro alcance. Sé que es muy fácil decir que podemos si queremos, pero ahí está la clave. Debemos querer cambiar. Evidentemente, hay que reconocer el problema y buscar sus raíces, pero, en definitiva, el paso más importante y posiblemente el más difícil es sencillamente cambiar de actitud frente a él. Claro, muy bonito, pero ¿Quién le pone el cascabel al gato?. Si cuando estamos plenos de confianza, mantener una actitud positiva ya nos cuesta, ¿Cómo será cuándo una persona se encuentra hundida, sin ver salidas, rota por dentro, con la autoestima por los suelos?. Pretender que en esas circunstancias alguien tome acción por si solo es, cuando menos, utópico. Estamos hablando de buscar sentido a nuestras vidas, encontrar nuestro camino, superar nuestros temores, conseguir nuestro desarrollo personal, no de patologías psicológicas graves que requieran asistencia médica ambulatoria. Para entendernos, no se trata de hacernos macro bióticos para superar un cáncer. Hay que ser razonablemente sensatos. El siglo XXI nos está dando instrumentos que pueden ayudarnos en nuestra búsqueda de superación. Cuando apareció el teléfono, los aviones, o los ordenadores, hubo gentes reacias que se escandalizaron con semejantes inventos. Baste recordar a algunos profesores indignados con las calculadoras de bolsillo porque desvirtuaban el sagrado aprendizaje de las tablas de multiplicar (necesario por otro lado). Bien, por suerte para nosotros, actualmente podemos utilizar herramientas que nos permiten, por ejemplo, reprogramar nuestro subconsciente de manera positiva, o métodos que nos apoyan y dirigen para emprender nuestro proceso de autoconocimiento. Son eso, útiles que nos aporta la evolución humana, para aprovecharlos en nuestro beneficio. De todo esto y mucho más vamos a seguir hablando en este blog. Bueno, se ha hecho tarde y será mejor que lo deje. Hasta pronto y a ser buenos.