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Siempre soaba con rboles, me dijo Plcida Linero, su madre, evocando 27 aos despus los
pormenores de aquel lunes ingrato. La semana anterior haba soado que iba solo en un avin
de papel de estao que volaba sin tropezar por entre los almendros, me dijo. Tena una
reputacin muy bien ganada de interprete certera de los sueos ajenos, siempre que se los
contaran en ayunas, pero no haba advertido ningn augurio aciago en esos dos sueos de su
hijo, ni en los otros sueos con rboles que l le haba contado en las maanas que precedieron a
su muerte. (Crnica de una muerte anunciada, G. G. Mrquez)
Pareca tener hilos de comunicacin secreta con la otra gente del pueblo, sobre todo con la de
su edad, y a veces nos sorprenda con noticias anticipadas que no hubiera podido conocer sino
por artes de adivinacin. Aquella maana, sin embargo, no sinti el plpito de la tragedia que se
estaba gestando desde las tres de la madrugada. (Crnica de una muerte anunciada, G. G.
Mrquez)
Victoria Guzmn necesit casi 20 aos para entender que un hombre acostumbrado a matar
animales inermes expresara de pronto semejante horror. Dios Santo -exclam asustada-, de
modo que todo aquello fue una revelacin! (Crnica de una muerte anunciada, G. G.
Mrquez)
Entonces le cont. Pero fue como si ya lo supiera -me dijo-. Fue lo mismo de siempre, que uno
empieza a contarle algo, y antes de que el cuento llegue a la mitad ya ella sabe cmo termina.
Aquella mala noticia era un nudo cifrado para mi madre. (Crnica de una muerte anunciada,
G. G. Mrquez)